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TERESA

ARMANDO JOSÉ SEQUERA

A Elibey y Mariana.

TERESA

FRUTA RECARGABLE

El viernes de la semana pasada, Teresa me pidió que la llevara a la frutería del señor Arturo, en la otra cuadra.

Yo no quería llevarla porque no me gusta ir por la calle de la mano con una niña pequeña –aunque sea mi hermana–, pero como estuvo dale que dale con lo mismo, terminé diciéndole que sí.

–Vamos rapidito y después me dejas tranquilo, ¿de acuerdo?

Teresa movió varias veces la cabeza de arriba a abajo, mostrando cara de triunfo. Antes de salir, fue a la cocina y regresó con una bolsa de papel.

Cuando llegamos a la frutería, sacó una cáscara vacía de plátano de la bolsa de papel y le dijo al señor Arturo:

–¿Me la puede llenar otra vez?

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ENTRE FLOR Y PÁJARO

Un sábado a medianoche, Teresa entró al cuarto de mamá y papá y se acostó en la cama entre los dos.

–Mami –preguntó, antes de que le dijeran algo–, ¿cómo nací yo?

Mamá y papá se miraron entre ellos, se movieron inquietos en la cama y suspiraron.

–¿Para qué quieres saberlo? –preguntó papá.

–Para saberlo –contestó Teresa.

–Eso no es fácil de explicar –dijo mamá–. Conténtate por ahora con saber que empezaste como una semilla... O, mejor dicho, como un huevo.

–¿Cuál de los dos? –quiso saber Teresa, después de pensar unos segundos.

–¿Qué urgencia tienes de saberlo? –preguntó mamá.

–¡Mucha: quiero saber si soy una flor o un pájaro!

VARITA MÁGICA

Poco antes de cumplir cinco años, papá y mamá le preguntaron a Teresa qué regalo le gustaría recibir en su cumpleaños.

–¡Quiero una varita mágica! –dijo de inmediato–. ¡Pero, eso sí, que funcione!

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HABLAR GARABATOS

Una noche, mientras cenábamos, sonó el teléfono y Teresa abandonó precipitadamente la mesa para contestarlo.

En esos días, tenía la fiebre de hablar por teléfono y, cada vez que éste repicaba, dejaba de hacer lo que fuera y corría a atenderlo.

Esa vez quien llamó fue Yasunari, un amigo japonés de papá que no hablaba español y quería avisarle de su próxima venida al país.

Pero como Teresa no entendió lo que dijo, colgó rapidito y regresó confundida a la mesa.

–¿Quién era? –le preguntó mamá.

–No sé –contestó Teresa–, era un señor que hablaba garabatos.

GATOS CON ETIQUETA

Papá fue a visitar a un compadre suyo y llevó a Teresa con él para que viera unos gaticos que habían nacido hacía dos o tres semanas.

Desde que llegaron, Teresa no se separó ni un minuto de los gaticos que, según dijo después, eran muy lindos y traviesos.

Horas más tarde, cuando papá y Teresa regresaron a casa, mi hermana contó que eran dos hembras y dos machos.

–¿Y cómo lo sabes? –le preguntó mamá.

–Papá los levantó y los miró por debajo –explicó. Luego agregó–: creo que ahí lo tenían escrito.

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YO NO VENDO A MIS HERMANOS

Cada vez que nos visita la señorita Leticia, nos lee una o dos historias de La Biblia.

Después nos pregunta qué nos han parecido, qué hubiéramos hecho nosotros en situaciones como las que nos ha contado y muchas más cosas que hacen que no nos gusten sus cuentos.

Un día en que nuestra prima Sofía estaba en casa, llegó la señorita Leticia y, antes de que pudiéramos escapar, nos contó la historia de José y sus hermanos y de cómo ellos lo vendieron y le hicieron creer al papá que un animal se lo había comido.

Cuando terminó, se nos quedó mirando y preguntó:

–¿Alguno de ustedes sería capaz de vender a su hermano?

–A mis hermanos no, pero a mi prima sí –contestó Teresa señalando a Sofía, con quien había discutido por una muñeca poco antes de que la señorita Leticia nos contara el cuento.

DOLOR DE IDEAS

Teresa tuvo un dolor de cabeza tan fuerte que no se le quitó con una pastilla que le dio mamá y por eso, tan pronto llegó papá del trabajo, la llevamos al médico.

–Dime, niña –le preguntó el doctor–, exactamente, ¿dónde te duele?

–En la cabeza.

–Lo sé –dijo el médico–, pero, ¿en qué parte de la cabeza?

–Aquí –respondió Teresa, señalándose las sienes con las dos manos–, donde viven las ideas.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

El día que inscribieron a Teresa en el kínder, una maestra le hizo varias preguntas, mientras papá y mamá llenaban unas planillas.

Como a la media hora, la maestra se acercó a ellos con una sonrisa que no le cabía en la cara y diciendo:

–¡Ningún niño antes que ella me había dado tantas respuestas tan bonitas!

Y les mostró las preguntas que ella hizo y las respuestas que Teresa le dio:

–¿Qué es el Universo?

–Una casa grande, llena de estrellas donde vive Dios... Y donde vivimos nosotros también.

–¿Quién hace radiante el día?

–Las mariposas.

–¿Quién ilumina las noches?

–Mamá.

–¿En qué lugar del mundo vives?

–En una casa con mucho amor.

–¿Qué es un río?

–La carretera por donde pasan los peces y los barcos... Y de vez en cuando los submarinos.

–¿Qué es una montaña?

–Una piedra que creció porque quería llegar al cielo.

–¿Qué es un árbol?

–Un edificio para las hormigas y los pájaros.

–¿Qué es la lluvia?

–Las lágrimas con las que Dios limpia el mundo.

–¿Qué es un hombre?

–Un niño, pero más grande.

–¿Y una mujer?

–Como un hombre, pero más bonita... Y con otras cosas.

–¿Qué es recordar?

–Es pensar un mismo pensamiento dos veces.

–¿Qué es olvidar?

–Dejar que las cosas se sequen.

–¿Qué es reír?

–Es tener contenta la boca... Y el corazón.

–¿Qué te hace reír?

–Las cosquillas.

–¿Sólo las cosquillas?

–Sí... Y los cuentos que me hacen cosquillas por dentro.

–¿Qué es llorar?

–Es como llover, pero por los ojos.

–¿Qué te hace llorar?

–La tristeza... Y a veces mi mamá y mi papá, cuando me porto mal.

–¿Qué es el miedo?

–Un frío en la barriga que me hace cerrar los ojos.

–¿Qué es la muerte?

–Es dejar de verse.

–¿Tienes miedo de morirte?

–Sí.

–¿Por qué?

–Porque si me muero, me hago invisible y nadie me va a ver.

–¿Qué es para ti un cementerio?

–Donde siembran a los muertos.

–¿Y una iglesia?

–Un edificio con apartamentos donde viven los santos.

–¿Qué te gustaría ser?

–Un pescado que no se deja pescar.

–¿Qué no te gustaría ser?

–El suelo.

–¿Por qué?

–Porque nadie lo mira.

QUÉ HIZO LA ABUELA

Cuando la abuela vino a visitarnos en noviembre, llegó en un avión y fuimos todos a esperarla al aeropuerto. “Todos”, quiero decir mamá y papá, Carlos, Luis, Teresa y yo.

Antes de que el avión se detuviera al final de la pista, papá le dijo a Teresa que adentro venía la abuela.

Como siempre, en los días siguientes la abuela nos consintió y nos llenó de caramelos, tortas, helados y chocolates.