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El petróleo en México y sus impactos sobre el territorio / Martín M. Checa-Artasu y Regina Hernández Franyuti (coordinadores). – México : Instituto Mora, 2016.
268 páginas ; 23 cm. – (Contemporánea. Estudios regionales).

Primera edición
Incluye referencias bibliográficas e índice

1. Petróleo – Industria y comercio – México – Aspectos ambientales – Historia. 2. Petróleo – Industria y comercio – México – Aspectos políticos – Historia. 3. Hidrocarburos – Aspectos ambientales. 4. Energía – Aspectos políticos. 5. Extractivismo – México – Aspectos ambientales. 6. Extractivismo – México – Aspectos políticos. 7. México – Política y gobierno – 1970 – 8. México – Política y gobierno – 2012 – . I. Checa-Artasu, Martín M., coordinador. II. Hernández Franyuti, Regina, coordinador. III. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (Ciudad de México).

Imágenes de portada: Martín M. Checa-Artasu, en el interior de la pera del pozo de San Andrés 371, Emiliano Zapata, Papantla, Veracruz, 2012, y cultivos de naranjas y campo de explotación petrolera, El Remolino, Papantla, Veracruz, 2012.

Primera edición, 2016
Primera edición electrónica, 2018

D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Calle Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, Ciudad de México.
Conozca nuestro catálogo en www.mora.edu.mx

ISBN: 978-607-9475-43-7
ISBN ePub: 978-607-9475-81-9

Impreso en México
Printed in Mexico

ÍNDICE

Introducción

Martín M. Checa-Artasu y Regina Hernández Franyuti

Los efectos en el territorio de la explotación de hidrocarburos en México. Recuento bibliográfico.

Martín M. Checa-Artasu

Las reformas del petróleo mexicano y la ecología del petróleo: lecciones de historia

Myrna Santiago

El paisaje, concepto útil para el análisis territorial de los campos de petróleo en México

Martín M. Checa-Artasu

Análisis integral alternativo de la exploración y explotación de shale gas en Tamaulipas desde la perspectiva de la economía ecológica

Edith Miriam García Salazar

Acciones de responsabilidad social territorializadas en la industria del petróleo. Las cláusulas sociales en los nuevos contratos petroleros: ¿alternativa real para financiar el desarrollo local?

Armando García-Chiang

Extractivismo petrolero y transformación urbana:el caso de Ciudad del Carmen, Campeche.

Eduardo Hernández Melgar

Efectos del petróleo en un territorio costero. El caso del puerto de Dos Bocas, Paraíso, Tabasco (1979-2010)

Regina Hernández Franyuti

Índice geográfico y onomástico


Sobre los autores

Introducción

Martín M. Checa-Artasu
Regina Hernández Franyuti

La explotación del petróleo es y ha sido medular en el funcionamiento de la economía mexicana. Esa importancia ha minimizado por largo tiempo los efectos nocivos, tanto socioeconómicos como ambientales, de esa explotación en el territorio. Una invisibilización forzada, además, por el carácter nacionalista de esta. Todos estos elementos han conformado un extractivismo propio para México, anclado en posiciones que han justificado el petróleo, en particular, y los hidrocarburos, en general, como elementos del desarrollo nacional, coadyuvante principal a la fiscalidad nacional y, por extensión, con repercusiones en el ejercicio del gasto público. Pero, a la vez, lo han alejado de acciones concretas dinamizadoras de desarrollo local, aun en lugares donde hay presencia de la actividad extractiva y una economía de enclave ligada a ese recurso. Con todo, este tipo de extractivismo está sufriendo un progresivo proceso de cambio y adecuación tanto en términos funcionales como estratégicos, orientado a maximizar los procesos de explotación. Un proceso con tintes neoliberales que vislumbra en el horizonte la reducción drástica del recurso pero no ofrece alternativas consistentes a ese declive a nivel nacional ni mucho menos local. Ese proceso es la nueva reforma energética aprobada por el actual gobierno mexicano (2012-2018), que ha modificado las reglas de explotación del petróleo, confirmando la aparición de empresas privadas y reconfigurando el accionar de la empresa paraestatal nacional Petróleos Mexicanos (Pemex), que hasta el presente monopolizaba dicha explotación.

Esta nueva circunstancia para con el petróleo en México obliga, entre muchas posibles reflexiones, a preguntarse sobre las dinámicas, efectos y conflictos que en el territorio ha generado el petróleo a lo largo de cien años de explotación. La otra, tratar de hacer prospectiva de aquellos efectos que pueda generar en el futuro inmediato la reforma aprobada, la cual permite el desarrollo de técnicas invasivas en los territorios, ciudades y regiones con graves impactos ambientales (Robles, 2014; Ackerman, 2016).

Así, desde la necesidad de esas reflexiones surge esta monografía, fruto del seminario de trabajo celebrado el 25 de junio de 2015 en el Instituto Dr. José María Luis Mora. Monografía que a través de siete trabajos pretende hacer hincapié en las dinámicas y efectos que la explotación petrolera ha generado y pudiera generar en los próximos años en el territorio. Según nuestro entender, los temas que se analizan han sido olvidados en épocas recientes por los investigadores, aun a pesar de que en la década de los ochenta del siglo xx hubo diversos trabajos sobre los efectos territoriales y ambientales que el auge petrolero estaba provocando en las regiones donde se producía.

Además de ello, esta publicación incursiona, quizá de forma incipiente, en cuestiones de carácter más analítico en cuanto al estudio de la energía y sus imbricaciones con el territorio, el paisaje, la geografía, la historia y la ecología. Reconocemos que ha existido un notable desapego en los estudios y artículos sobre temas de energía hacia la problemática social y, por extensión, hacia las problemáticas geográficas, históricas y ambientales. Un hecho que se documenta en los diversos entornos académicos y científicos del planeta, tal como nos lo recuerda Benjamin Sovacool, miembro de Institute for Energy and the Environment, de la Vermont Law School. Él nos descubre 12 puntos que rara vez se consideran en estudios relacionados con la explotación y uso de fuentes energéticas. Abarcan los vínculos de la explotación energética con la filosofía, la ética, la psicología social, la antropología, la economía política, el desarrollo, la gobernanza y la geografía, entendida como análisis espacial (Sovacool et al., 2014; Sovacool, 2014, 2015).

El presente libro es, desde este punto de vista, una modesta aportación a una cuestión que conviene tener muy en cuenta en futuros trabajos.

Igualmente, esta monografía quiere incidir, si acaso como punto de partida, en una segunda cuestión: la conceptualización del extractivismo en México. Se trata de una concepción ampliamente discutida en otras latitudes, incluso latinoamericanas, y que por razones diversas se ha excluido del debate en torno al papel del petróleo en nuestro país. Muy probablemente se deba a cómo se han desarrollado los estudios y análisis sobre petróleo en México; también porque el concepto no encaja a cabalidad con lo que ha acontecido en relación con la explotación de hidrocarburos en el país. Recordemos que por extractivismo se entiende una manera de articular la economía nacional, basada en la extracción de grandes cantidades de recursos naturales, especialmente no renovables, con escaso procesamiento, destinándolos a la exportación y cooptando así el dinamismo económico de un país o territorio (Acosta, 2009, 2011; Portillo, 2014). Es una cooptación que en la mayoría de los casos conlleva la aparición de economías de enclave de alta inversión en capital y escasa mano de obra, y no pocos conflictos socioambientales –incluso violencia sistémica– en los lugares donde se explota el petróleo (Watts, 2001, p. 190; 2015).

La operación extractiva del petróleo en México ha tenido muchas de esas características, pero también una gran cantidad de especificidades. Una de ellas es la estrecha vinculación entre la construcción del nacionalismo mexicano y el petróleo. Recordemos que en 1937 se expropiaron los bienes de las empresas extranjeras que lo explotaban, pasando el petróleo a ser gestionado por la nación. Otra característica es la vinculación indeleble entre petróleo, riqueza y desarrollo. Trinomio este que, convertido en axioma inquebrantable, ha mediatizado casi todos los análisis concernientes a la explotación del petróleo en México y ha ocultado todos los conflictos que esa explotación provocaba y en qué territorios o regiones se daban. Una tercera cuestión, también tratada someramente en este libro, tiene que ver con el estudio a detalle y, si acaso, la denuncia, de los conflictos socioambientales que la explotación de hidrocarburos ha generado en México desde hace más de un siglo. Se trata de una temática poco tratada, al menos desde las ciencias sociales y que requiere, no sólo una revisión, sino una extensiva investigación. Ello debido a que por su propio funcionamiento estructural la industria del petróleo contamina y agrede el medio ambiente, un hecho documentado a lo largo y ancho del planeta en aquellos lugares donde se explota el petróleo o el gas y que parecería no darse en México.

sobre el libro1

Es así como la monografía presentada aquí busca coadyuvar en un mayor conocimiento de los efectos que la explotación del petróleo ha dejado en el territorio, no tanto señalando carencias, sino más bien apuntando hacia nuevas direcciones para el análisis.

Los trabajos contenidos se pueden agrupar precisamente a través de esas direcciones. Una de las primeras es el estudio de la actual realidad petrolera de México y sus futuros impactos en el territorio como resultado de la reciente reforma energética. Tres trabajos la abordan.

En el primero de los textos, titulado “Los efectos en el territorio de la explotación de hidrocarburos en México. Recuento bibliográfico”. Su autor, Martín Checa Artasu, en su análisis deja constancia de que a pesar de la importancia que han tenido los múltiples trabajos sobre el petróleo en México, poco se ha escrito desde el análisis geográfico, la espacialidad y la territorialidad del petróleo, de su explotación y desde relaciones entre el petróleo, el hombre y la naturaleza, y las consecuencias que de ellas se derivan. A lo largo del trabajo se puede constatar que en la amplia bibliografía, tanto nacional como extranjera, los temas sobre el petróleo se encuentran inmersos en connotaciones económicas, políticas, nacionalistas, técnicas, históricas y sociales. Pareciera que todas ellas han inhibido el estudio del petróleo desde su amplia complejidad actual, donde las perspectivas de análisis siempre han girado en torno a lo nacional o estatal y en muy pocos casos se llega a un análisis específico, relacionado con la propia organización territorial creada por el petróleo en los lugares donde se explota. De esta manera queda evidente la carencia de análisis a escala local, lo cual permitiría conocer los efectos territoriales y sociales en territorios específicos que sirvan para construir un panorama más aquilatado de los efectos territoriales del petróleo.

El segundo trabajo, “Las reformas del petróleo mexicano y la ecología del petróleo: lecciones de la historia”, es de Myrna Santiago, profesora de Historia en la universidad lasaliana Saint Mary’s College, en Moraga Valley, California, y autora de The Ecology of Oil: Environment, Labor, and the Mexican Revolution, 1900-1938, una monografía, hoy por hoy, fundamental para todos aquellos que quieran saber los efectos que provocó el petróleo en un amplio territorio mexicano: la Huasteca, en el primer tercio del siglo xx. En el texto que aquí se presenta, Santiago nos propone una reflexión donde atiende los lineamientos de la reforma petrolera en marcha y, con base en la historia ambiental, los relaciona con el impacto de la industria del petróleo en el suelo mexicano en el pasado y los previsibles en el futuro inmediato. Por ello, alerta sobre quiénes serán los beneficiarios reales de la reforma emprendida y quiénes serán los que sufran las consecuencias. Su conocimiento histórico le permite advertir sobre los problemas ambientales probables, similares en muchos aspectos a los que antaño sobrevinieron cuando la producción petrolera estuvo en manos de empresas privadas. Una ecología provocada por el petróleo, que a tenor de la autora pudiera repetirse, ahora con efectos más contundentes, si se desprecian los aprendizajes que deja la historia.

En similar sintonía al texto de Santiago, pero usando otros elementos, se encuentra “El paisaje, concepto útil para el análisis territorial de los campos de petróleo en México”, texto de Martín M. Checa-Artasu, profesor en el departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana. Este geógrafo catalán, que desde hace una década reside en México, propone establecer las bases de una metodología que basándose en el concepto del paisaje permita conocer con detalle lo que acontece en los campos petroleros debido a las actuales dinámicas propuestas en la reforma energética. La aparición de agentes privados, exógenos a la gestión de Pemex, conlleva que estos deban cumplir con la legislación ambiental en lo relacionado con la operación y explotación de los hidrocarburos. Además de ello, la nueva legislación surgida de la reforma obligará a tener un amplio conocimiento territorial por parte de las empresas operadoras, centrado en conocer las dinámicas internas de orden socioeconómico y demográfico que acontecen en el interior de los campos petroleros, bajo el tecnicismo “impacto social”. Ambos considerados legales obligarán a esas empresas y también a la paraestatal petrolera a considerar sus operaciones en los campos petroleros con unas determinadas atenciones y prevenciones, so pena de menoscabar la ley. El concepto del paisaje, según este autor, ha de servir para integrar el conocimiento ambiental y socioeconómico de esos campos. Recordemos que estos mantienen pasivos ambientales y en su interior concitan localidades y población, en cumplimiento de la ley, sobre todo para mejorar las relaciones entre quien explota el petróleo y quienes viven con él. Se trata de una propuesta bienintencionada para los nuevos operadores, pero con escasas posibilidades de atenderse, teniendo en cuenta la opacidad con que se ha manejado la operación petrolera en esos rubros y la escasa voluntad de cumplimiento de la ley que impera en México.

Una segunda dirección de los análisis posibles en ese binomio petróleo-territorio pasa por conocer las actuales afectaciones e impactos, los cuales se realizan desde distintas disciplinas y diversas propuestas metodológicas en los dos siguientes trabajos. El primero de ellos analiza los impactos de la industria de los hidrocarburos en el territorio. Es el de Edith Miriam García Salazar, doctora en ciencias económicas e investigadora en el Colegio del Estado de Hidalgo. En su trabajo titulado “Análisis integral alternativo de la exploración y explotación de shale gas en Tamaulipas desde la perspectiva de economía ecológica”, da puntual noticia de los impactos que la industria petrolera provoca en el ambiente, la sociedad y la economía local en el estado de Tamaulipas. Para su análisis considera aspectos sociales, ambientales, económicos y políticos, sin descuidar los principios éticos de equidad, justicia social y sustentabilidad. A decir de la autora, en los últimos años, Petróleos Mexicanos ha realizado trabajos exploratorios para evaluar el potencial petrolero en el país, identificando cinco provincias geológicas con capacidad para producir hidrocarburos contenidos en shale gas; Tamaulipas ha resultado ser uno de los estados con mayor potencial para la extracción de este tipo de hidrocarburos. Sin embargo, la extracción de este se efectúa con la técnica de la fracturación hidráulica o fracking, la cual implica serias consecuencias para el ambiente y la población adyacente a los sitios de extracción. Efectos directos y colaterales, como por ejemplo, el alto consumo de agua que implica esta técnica genera afectaciones que pueden llegar a inhibir el desarrollo local en la zona donde se ejecuta.

El segundo trabajo en la dirección referente a los impactos que provoca la explotación del petróleo está firmado por Armando García Chiang, profesor en el departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana y lleva por título “Acciones de responsabilidad social territorializadas en la industria del petróleo. Las cláusulas sociales en los nuevos contratos petroleros: ¿alternativa real para financiar el desarrollo local?”

Dicho texto aborda una temática escasamente conocida en el país: las formas como las empresas privadas contratistas de Pemex han implantado acciones de responsabilidad social, susceptibles de mejorar la situación de las localidades que se encuentran en el interior de un campo petrolero. Para ello, el autor –quien ha sido responsable de un equipo de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, que ha desarrollado distintos proyectos durante los últimos tres años sobre esa cuestión, asociados a diversas zonas petroleras– hace un sucinto análisis de los contratos petroleros, centrándose en específico en los llamados contratos integrales, los que por sus características legales obligaban a diseñar y programar acciones próximas a la responsabilidad social y a la promoción de sustentabilidad.

Al tenor de su experiencia, el autor plantea dos cuestionamientos: el primero es discernir si la responsabilidad social corporativa (rsc) puede convertirse en una fuente real de financiamiento para el desarrollo local, y el segundo, si las acciones de responsabilidad social aplicadas pueden ser el inicio de la creación de una vía de escape al extractivismo inherente al sector petrolero. Concluye que la rsc es una posible fuente de financiamiento para el desarrollo local, pues puede llegar a impulsar proyectos que no estén necesariamente ligados a la actividad petrolera y, además, crear relaciones entre las empresas, las comunidades y gobiernos locales que sirven para generar un ambiente más estable en sus operaciones petroleras. Sin embargo, García Chiang advierte que el paradigma por superar es la forma como se ha construido la responsabilidad social corporativa en México, entendida más como relaciones públicas y filantropía. Para ello propone que tanto teoría como voluntad de acción ética deben darse la mano a través del análisis que plantean las ciencias sociales.

Una tercera dirección de análisis que nos propone el libro es la que se centra en el estudio de las ciudades y las transformaciones que el petróleo ha generado en las mismas. Recordemos que se trata de una temática poco abordada en México. Para ello, el libro aporta tres trabajos. El primero está firmado por Eduardo Hernández Melgar, maestro en Estudios Regionales por el Instituto José María Luis Mora, quien escribe el texto “Extractivismo petrolero y transformación urbana: el caso de Ciudad del Carmen, Campeche”. En este trabajo el autor nos propone un análisis de la Ciudad del Carmen, en Campeche, configurada por el sistema petrolero nacional –recordemos– centrado en un monopolio estatal. Esta configuración la ha convertido en un nodo de concentración e inversión económica y, al mismo tiempo, ha producido cambios indelebles en su conformación urbana y las relaciones socioeconómicas de sus habitantes. Según Hernández Melgar, quien analiza el proceso de urbanización de esta ciudad desde el concepto del extractivismo, dicho proceso puede caracterizarse como: expansión física anárquica motivada por los flujos migratorios atraídos por la nueva actividad; el surgimiento de zonas habitacionales carentes de los servicios públicos mvínimos; una fragmentación territorial entre zonas residenciales valorizadas y otras pauperizadas y, como consecuencia, la creación de un espacio social segregado y excluyente. Asimismo se da la aparición de nuevos actores, cuyos intereses y visiones no coinciden con el espacio urbano que evolucionaba adaptativamente al extractivismo petrolero, puesto que este, en sus dinámicas, sólo reparte puntualmente y sesgadamente los réditos del capital en los lugares proveedores de servicios para la industria petrolera.

El segundo trabajo concerniente a la relación de la urbanización con el petróleo viene de la mano del texto de la historiadora Regina Hernández Franyuti, investigadora en el Instituto José María Luís Mora. Tiene como título “Efectos del petróleo en un territorio costero: El caso del puerto de Dos Bocas, Paraíso, Tabasco (1979-2010)”. Un interesante trabajo por dos motivos: en primer lugar, por ser un exhaustivo análisis documental en torno a la creación, desarrollo y actividad de una instalación portuaria pensada para la exportación petrolera, la cual, además, ha servido de detonante para el crecimiento de la vecina ciudad de Paraíso (Tabasco). Dicho análisis es relevante por lo inédito –apenas hay trabajos en este sentido en México– y, sobre todo, porque pone en valor el papel que este tipo de estructuras tienen no sólo para la industria petrolera, sino también para con el territorio que las alberga. En segundo término, el trabajo hilvana la serie de ofensas ambientales que esta estructura ha creado en el territorio. Unas ofensas que ejemplifican el poder omnímodo y el papel estratégico que se le confiere a la explotación petrolera, dado su potencial en cuanto a captación de inversiones y generación de rendimientos, aun a expensas de un deterioro ambiental, que en el caso del puerto de Dos Bocas es dramático y sin solución en el corto plazo. Finalmente, es importante señalar que los trabajos reunidos en este libro abren nuevas perspectivas para estudiar,desde diversas perspectivas metodológicas, el impacto y las consecuencias del petróleo en los territorios.

bibliografía

Ackerman, J. M. (2016). Fracking: ¿Qué es y cómo evitar que acabe con México? México: Tirant Lo Blanch México.

Acosta, A. (2009). La maldición de la abundancia. Quito: Comité Ecuménico de Proyectos cep/Abya Yala.

Acosta, A. (2011). Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición. En Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo (comp.), Más allá del desarrollo (pp. 83-118). Quito: Fundación Rosa Luxemburg/Abya Yala.

Portillo Riascos, L. H. (2014). Extractivismo clásico y neoextractivismo, ¿dos tipos de extractivismos diferentes? I Parte. Tendencias, Revista de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, xv(2), 11-29.

Robles Montoya, B. (Coord.). (2014). Impacto social y ambiental del fracking. México: Senado de la República/Instituto Belisario Domínguez/Alianza Mexicana contra el Fracking.

Sovacool, B. K. (2014). Energy studies need social science. Nature, (511), 529-530.

Sovacool, B. K. (2015). El lado humano del problema energético. Investigación y Ciencia (461), 11-13.

Sovacool, B. K. et al. (2014). Integrating social science in energy research. Energy Research & Social Science, (6), 95-99.

Watts, M. (2001). Petro-violence community extraction and political ecology of a mythic commodity. En M. Watts y N. Lee Peluso (eds.). Violent environments (pp. 189-212), Ithaca: Cornell University Press.

Watts, Michael (2015). Securing Oil: Frontiers, Risk, and Spaces of Accumulated Insecurity. En H. Appel, A. Mason y M. Watts (eds.). Subterranean Estates. Life worlds of oil and gas (pp. 235-252), Ithaca: Cornell University Press.

notas

1 Los coordinadores agradecen a Jovita Elena Ramos su gran apoyo a la revisión, cotejo y corrección del libro.

Los efectos en el territorio de la explotación de hidrocarburos en México. Recuento bibliográfico

Martín M. Checa-Artasu

Hablar hoy día de los efectos territoriales del petróleo en México resulta imprescindible. Y lo es por la reciente reforma energética aprobada por el actual gobierno mexicano (2012-2018), que ha modificado las reglas del juego en cuanto a la explotación del petróleo, confirmando la aparición de empresas privadas y reconfigurando el accionar de la empresa paraestatal nacional, Petróleos Mexicanos (Pemex), que hasta el presente monopolizaba dicha explotación. La reforma propuesta asume que una reconversión de la explotación de hidrocarburos en México supondrá una mayor competitividad de esta y, a la vez, coadyuvará al desarrollo del país. Se trata de una consideración loable pero improbable, tal como nos recuerdan no pocos analistas (Torres, 2014). Ello se debe a que esta se finca en la extracción masiva de un recurso no renovable, mediante una economía de enclave con gran inversión en capital y tecnología, pero pobre en el uso de recursos humanos (Bunker, 1984; Acosta, 2009). Esas grandes dotaciones de capital y tecnología para acceder a un recurso difícil de obtener y escaso conllevan enormes impactos de carácter social, cultural y ambiental en el territorio donde se extraiga y, además, propician una escasa integración económica con las actividades desarrolladas por parte de los pobladores de la zona de explotación.

Escasa integración económica que inhibe el desarrollo a la que debemos asociar el carácter unilateral, volátil y secreto de las ganancias generadas por el petróleo (Ross, 2012, p. 27). En México, hasta ahora, dichas ganancias eran derivadas hacia políticas públicas que redistribuían los beneficios a lo largo y ancho del país; ahora con la aplicación de la reforma e estas pasarán a manos de la iniciativa privada, quedándose el Estado con determinadas regalías que apenas tendrán capacidad redistributiva y, por tanto, no generarán desarrollo ni, probablemente, disminuirán su aportación al financiamiento público.

También es pertinente hablar de los efectos del petróleo en el suelo mexicano, por la coyuntura actual de descenso de los precios de dicho hidrocarburo que, tras un periodo de alzas, ha vuelto a retomar la senda de valores bajos que habitualmente había tenido (Puyana, 2015, p. 32). Este es un hecho que impacta en la renta petrolera del país, uno de los motores del gasto público.

Ambas situaciones –la coyuntura de precios que frena la inversión en el sector y cercena márgenes de beneficio para las empresas petroleras y, sobre todo, la reforma que implica la cesión de espacios geográficos a la explotación privada y reorienta las acciones posibles de Pemex, en un marco de desaceleración general de la producción petrolera– parecieran constituirse en un impasse que invita a múltiples reflexiones asociadas al devenir del sector petrolero nacional. Una de estas debe centrarse en saber cómo, cuándo y desde qué disciplinas se ha estudiado el papel del petróleo en la construcción de México como país. Desde ese punto de vista descubrimos que apenas se ha analizado el impacto territorial de la explotación del petróleo en México y que muy poco se sabe de la geografía del petróleo, sus lugares de extracción y de industria, y cómo esta ha modificado territorios. Así, centrándonos exclusivamente en la ciencia geográfica podemos afirmar que la espacialidad de la explotación petrolera y la territorialidad que genera, entendida como la relación del hombre y la naturaleza con esta es un fenómeno aún poco estudiado en México y concentrado en marcos temporales concretos. Pareciera que el análisis espacial, consustancial a la extracción y distribución de los hidrocarburos, haya sido dado por supuesto e incluso, omitido explícitamente, de los muchos trabajos académicos que se han elaborado en torno a las temáticas petroleras, aun a pesar de que, por ejemplo, se han elaborado mapas muy completos que abordan el Complejo Económico Territorial Petrolero en los dos Atlas Nacionales que ha publicado el Instituto de Geografía de la unam en 1992 y en 2007. En pocas palabras, la espacialidad del petróleo se ha dado por supuesta y con ello se ha omitido el análisis de esta en no pocos trabajos donde hubiera sido relevante. Las causas de todo ello pueden ser varias.

En primer lugar, la complejidad que encierra la cadena productiva de la explotación del petróleo, lo que hace que sea difícil de concebir desde una perspectiva analítica espacializada e incluso, desde la ciencias sociales. Así, un velo técnico científico se ha corrido en relación con el conocimiento de cómo se explota el petróleo, que, en apariencia, sólo puede ser despejado por ingenieros o personal cualificado técnicamente. El carácter técnico de la explotación petrolera ha generado, paradójicamente, mucha documentación que hoy puede ser usada para desarrollar estudios desde una perspectiva espacializada, tanto social como ambiental.

En segundo término, el carácter político y económico que la explotación de hidrocarburos ha tenido en México. Ese mismo carácter ha hecho suponer el hecho geográfico de esa explotación. Es decir, saber en qué lugares se extrae y cómo ello afecta a las poblaciones que viven en vecindad –en términos sociales, culturales, económicos y ambientales– no ha sido una prioridad analítica, dada la suposición de que el petróleo aportaba desarrollo a la nación y que ello era un propósito superior que minimizaba cualquier afectación de carácter local. Una suposición ciertamente dramática porque las afectaciones y las transformaciones territoriales que el petróleo ha provocado han sido numerosas, diversas y con distintos grados de impacto a lo largo de más de 100 años. Tanto es así que se puede decir sin ambages que la explotación del petróleo ha provocado las mayores transformaciones territoriales y medio ambientales del México contemporáneo (Checa, 2014).

El marco político en el que se ha insertado la explotación petrolera mexicana, elemento clave para entender la escasa preocupación por los impactos que en el territorio provocaba el petróleo, ha estado marcado por su propio devenir histórico, que podemos agrupar en cuatro periodos (Ángeles, 2001). Uno, primero, referente a la actividad por parte de empresas extranjeras en el primer tercio del siglo xx, a las cuales se les había otorgado concesiones durante el Porfiriato. El segundo periodo, centrado en la expropiación por parte del Estado a esas mismas empresas en 1937, aunque iniciado en 1910, donde se dejan sentir los ideales revolucionarios que demandan el retorno del recurso petrolero al país para beneficio de este (Silva, 1964; Bassols, 1988; Meyer y Morales, 1990, 2009; Brown, 1998). La expropiación, que tuvo exacerbados tintes nacionalistas y se convirtió ideológicamente en un hecho fundamental y medular, vino acompañada por la creación de una empresa paraestatal que había de generar recursos que se verterían directamente al desarrollo de México.

El tercero, dado entre las décadas de los cincuenta y los ochenta del siglo xx, marcado por la gestión de la renta petrolera y la derrama de esta hacía las políticas públicas estatales. Y un cuarto periodo, iniciado en 1982 con la puesta en marcha de políticas neoliberales que han ido buscando la apertura al capital privado del sector petrolero. Es un proceso que la reforma energética aprobada en 2014 ha ampliado aún más ante la debilidad estructural, acumulada por años, y el vaciamiento inducido de la empresa paraestatal.

Esas razones políticas vertebradas con las económicas han sido superiores en valor ideológico, y han hecho prevalecer una idea de construcción de la modernidad como nación para México, gracias al petróleo, en detrimento de la preocupación por los efectos espaciales siempre fincados en realidades locales que se han dado a lo largo del devenir de esa explotación. De alguna manera se ha construido, por tanto, un espejismo en torno a la bondad del petróleo para con México, puesto que el hidrocarburo era sinónimo de provisión de modernidad frente al mundo agrario, a la tierra cultivable, al campesino, referentes de un México que había que superar.

Vinculado a esas razones ideológicas existe otro factor que poco o nada ha ayudado a detectar los efectos territoriales que la explotación del petróleo producía en el solar mexicano: el carácter no propietal del recurso, que ha sido ejercido por el Estado mexicano y la desvinculación entre el recurso, el petróleo, y el suelo donde se extraía, la propiedad, que de iure pertenecía a otros (ejidatarios, privados o comunidades), pero de facto era ejercida por los aparatos del Estado. Este hecho que certifica un régimen de no propiedad es, según nuestro punto de vista, clave para comprender el desapego espacial de la explotación del petróleo en México (Mommer, 1997; Vargas y Morales, 2001, p. 26). Sólo interesaba el recurso generador de renta, que excluía el valor de la propiedad del suelo en la generación de aquella y, por ende, invisibilizaba los efectos que sobre esta provocaba la explotación del recurso.

Todas esas causas se han exacerbado aún más, dado el manejo orgánico del petróleo como recurso, gestionado y explotado por una empresa pública que ha alcanzado proporciones gigantescas, y ha cumplido una pésima gestión financiera y fiscal llevándola a quedar postrada en la corrupción sistémica y el endeudamiento irracional. Son estos hechos los que desde hace años hacen difícil su viabilidad. Dicha entidad empresarial, también muy politizada, ha sido una fortaleza que ha dificultado ese conocimiento territorial para todo aquel que pudiera tener veleidades analíticas, si acaso críticas. Se ha producido así una curiosa paradoja, en tanto el conocimiento territorial es una de las bases de la explotación del petróleo en cualquier parte del mundo, asociado a la información geológica. En México, mientras, poco se ha analizado el impacto territorial de la explotación petrolera y ese mismo conocimiento ha sido usado con el fin de configurar una ordenación territorial para la explotación. Esta misma tiene carácter nacional –señalada en regiones, activos y campos– y sin crítica se ha asumido como propia y natural del país, convirtiéndose así en un ejercicio de poder fáctico de enormes proporciones (Checa, 2014).

Sin embargo, a pesar de la falta de análisis desde lo geográfico, desde la espacialidad del petróleo, y su explotación, y desde las relaciones de esta con el hombre y la naturaleza, existen numerosísimos análisis académicos y cuantiosas publicaciones sobre otros aspectos de la explotación del petróleo en México. Otra paradoja más de la explotación petrolera en nuestro país. Se trata, sin lugar a dudas, de una temática recurrente y muy analizada que ha fincado no pocas líneas de investigación en el mundo de la academia, la cual se puede descomponer en distintas vertientes de análisis.

Así, unos han tratado tanto la evolución interna de Petróleos Mexicanos como el sindicalismo asociado al petróleo y las problemáticas laborales del sector (Uribe, 1980; Prèvot-Schapira, 1982b, 1983a, 1983b, 1986, 1987; Alonso; López, 1986; Aguilar, 1986; Alafita et al., 1988; Buendía, 1989; Novelo, 1991; De la Vega, 1995; VV. AA., 1995; Rendón, González y Bravo, 1997; Colmenares et al., 2008; Rousseau, 2010; Pérez, 2011). Entre estos trabajos cabe destacar algunos que desde la antropología y desde la sociología analizan al colectivo laboral petrolero en sus dinámicas socioculturales y en sus vínculos con el territorio donde trabajan y viven (Moreno, 2007, 2010; Rodríguez Sánchez, 2007).

Otros, la mayoría, han estudiado la explotación petrolera desde un enfoque centrado en la economía, cuantificando reservas disponibles, aspecto que indirectamente entronca con la geografía económica (Barbosa, 2000, 2012a, 2012b) y sugiriendo o analizando el devenir del sector (Vargas, 1959; Grayson, 1981; Posse, 1982; Ángeles, 1982, 1984; Báez, 1983; Baker, 1984; Revel-Mouroz, 1984; Cordera y Tello, 1987; Alemán, 1988; Morales et al., 1988; Breceda, 1988; Burgeño y Roldán, 1988; De la Vega, 1984, 1988, 1996, 1999, 2007; Randall, 1989; Ortega, 2012; Lajous, 2014; Aguilera, 2015; Puyana, 2015).

Algunos más describen los efectos que el recurso provoca en las políticas de desarrollo nacionales (Flores, 1978; Vanneph, 1979; Bueno, 1982; Willars, 1984; Suárez, 1988; Cordera, 2012), así como en las relaciones exteriores (Basurto, 1976; Ángeles, 1984; Martínez, 1988; Rousseau, 2006a; Vargas y Hickman, 2009). Recientemente, en los últimos 30 años, se ha analizado y debatido en torno a la controversia de privatizar o no la explotación petrolera nacional (Rey, 1988; Colmenares, 1991; Bautista, 1992; Barbosa, 1993; García, 1996; Palacios, 1996; Manzo, 1995, 1996; Rousseau, 2006b, 2012; Cárdenas, 2009; Gershenson, 2010). Actualmente, ya han surgido análisis que estudian las recientes reformas implantadas en el sector que, según se estima, lo han de cambiar drásticamente (Oropeza, 2015).

Otros, un muy significativo número de trabajos, analizan la trayectoria histórica de dicha explotación. Estos si bien proporcionan un marco de análisis temporal amplio, imprimen mayor protagonismo al proceso expropiador de 1937 por sus connotaciones ideológicas fincadas en un acendrado nacionalismo, que a otros momentos de la historia del petróleo en México (Boracrès, 1939; Menéndez, 1958; Bermúdez, 1963; Alonso, 1972; Meyer, 1972; Lavin, 1979; López, 1981; Colmenares, 1982; Collado, 1987; Celis et al., 1988; Barbosa, 1988; Brown y Knight, 1992; La Botz, 1998; Brown, 1998; Ansell, 1998; Hall, 1999; Álvarez, 2005, 2006; Bassols, 2006; Suárez y Aguilera, 2008; Silva, 2008; Meyer y Morales, 1990, 2009; Ortega, 2012; Martínez, 2012).

Con todo, las connotaciones nacionalistas han permeado y lo siguen haciendo en no pocos trabajos relacionados con cualquier aspecto de la temática petrolera en México. Pareciera que el peso de la historia, el nacionalismo y el petróleo formasen una mancuerna inalterable en México, que inhibe abordar el estudio de esta industria desde su amplia complejidad actual (Tenorio, 2008).

Conviene añadir en este punto, a manera de inciso, que con un claro enfoque historicista y documental desde 2005 existe el proyecto llamado “Fuentes para la Historia del Petróleo en México”, creado para coadyuvar a la ampliación y mejora del Archivo Histórico de Pemex y poner a disposición de los investigadores una importante bibliografía recabada en los distintos repositorios del país.

De todo ello se desprende que han sido tres los vectores en los cuales se ha focalizado el análisis del devenir de la industria del petróleo en México: los aspectos económicos –centrados en la disponibilidad del recurso o las dinámicas fiscales–, el impacto en la política nacional en términos de desarrollo y en la descripción de la trayectoria histórica de dicha industria, centrándose en ciertos aspectos por encima de otros y potenciando una lectura en clave nacionalista.

A resultas de ello, han sido pocos los trabajos, si se les compara con los arriba citados, que den cabida a otras ciencias sociales –en especial a la geografía y a la historia– que permitan explicar las interrelaciones entre el hombre con los procesos vinculados a la explotación de los hidrocarburos en México y cómo estos procesos transforman espacialmente los territorios donde se dan.

Así, en algo más de 50 años localizamos poco menos de un centenar de trabajos sobre algún aspecto, de clara filiación geográfica, vinculados a la explotación del petróleo en México. Una filiación donde la escala de análisis siempre resulta de carácter nacional o estatal, asociándola a su papel de industria preponderante, y en poquísimos casos llega a un análisis específico, relacionado con la propia organización territorial que el petróleo ha creado en muchos pequeños lugares de México. Esta es, quizá, la carencia latente en los estudios que vinculan el petróleo con el espacio geográfico mexicano: hay pocos análisis a escala local donde se pueda saber qué acontece en el territorio y con la población que vive cerca o en los campos petroleros. Esas indagatorias resultan hoy más que necesarias por dos claros motivos: el primero, por los efectos perniciosos que la explotación del crudo tiene, latentes en los espacios geográficos donde esta se da y de los cuales se disponen noticias ampliamente documentadas para otros territorios petroleros presentes en el planeta (Appel et al., 2015; Watts, 2008; Effendi, 2009; Beristain et al., 2009).

Y el segundo, por la necesidad perentoria de documentar lo acontecido en esos territorios petroleros mexicanos, donde se ha dado una cultura y una sociedad íntimamente ligada con el petróleo, que viven a caballo de las justificaciones políticas, económicas y financieras en relación con la bondad de la explotación para con México y la realidad productiva que presenta flagrantes implicaciones que este genera en el territorio.

Un recorrido analítico por los estudios existentes nos proporciona el siguiente panorama de los trabajos realizados:

Un primer grupo estaría integrado por unos pocos que tienen la virtud de analizar el vínculo territorial, especialmente a escala nacional y macrorregional, de la explotación petrolera generada en México en los últimos 40 años. Se trata de textos con tono generalista, en su mayoría escritos por geógrafos, que perfilan las características de la geografía del petróleo que se ha dado en territorio mexicano. Dichos textos se pueden agrupar en tres momentos: uno, inicial, donde se analizan las características de la geografía del petróleo mexicano, entendiendo este como un recurso natural disponible y donde cabe conocer sus ubicaciones y las infraestructuras que crea (Bridel, 1962; Tamayo, 1963). Estos trabajos son herederos y continuadores, en cierto modo, de una larga serie de ejercicios, informes geológicos, de prospectiva económica, algunas tesis de grado de ingenieros, geólogos y de otras disciplinas, que desde hacía décadas indagaban sobre las potencialidades que suponía la existencia de petróleo en tal o cual área. Documentar estos ejercicios resulta una tarea prolija, aunque necesaria, que se ha acometido en pocos casos (Ortiz, 2009; Recinos, 2013a).

Una segunda etapa, reflejada por una serie de trabajos realizados en su mayoría en la década de los ochenta del siglo xx, donde se da cuenta de los efectos territoriales que la industria del petróleo está generando en el país (Bassols, 1979; George, 1979; Allub y Michel, 1982; Alonso; López, 1984; Corten, 1988; Ángeles et al., 1989; Sánchez Salazar, 1990; Martínez Laguna, 2001). Es también de esta etapa la serie de estudios acometidos por distintos investigadores del Équipe de recherche sur les grands aménagements et complexes industriels en Amérique latine del Centre de Recherche et Documentation sur l’Amérique latine (credal). Trabajos de gran calidad analítica, próximos a los cambios teóricos que en esos momentos experimentaba la geografía francesa (Revel-Mouroz y Vanneph, 1979; Revel-Mouroz, 1982; Vanneph, 1980a, 1980b, 1983).

Una tercera etapa reciente, con un grupo novel, con muy pocos trabajos todavía, que buscan retomar la relación entre la geografía y el petróleo desde conceptos como el poder o el paisaje (Checa y Aguilar, 2013; Checa, 2014; Checa y Soto, 2015), e incluso vincular el análisis territorial de espacios petroleros con propuestas de responsabilidad social (García, 2012; Checa et al., 2013; García y Hernández, 2015).

Próximos a estos trabajos encontramos algunos donde claramente se pretende dar cuenta de las relaciones del petróleo con el medio ambiente, tanto desde el punto de vista de las afectaciones generadas como, especialmente, desde el marco jurídico existente para minimizar dichos efectos (Carabias y Batis, 1987; VV.AA., 1995; Vázquez-Luna, 2012). Entroncan con los muy variados y ya cuantiosos análisis publicados en torno a la afectación de suelos contaminados por hidrocarburos y sus efectos sobre especies animales y vegetales.

Un segundo grupo de trabajos, ciertamente el más numeroso, también se concretó en los años ochenta como resultado de los efectos en el territorio provocados por la explotación petrolera en Tabasco, la cual, junto con la que se efectuaba en la Sonda de Campeche, había dado pie al desarrollo explosivo de la industria petrolera en México. Ese desarrollo de la actividad petrolera concitó el interés de distintos investigadores de las ciencias sociales, e incluso ambientales, dando por resultado tanto artículos especializados como tesis de posgrado, que fueron realizados desde distintas perspectivas. Hubo unos que atendieron desde diferentes ángulos las transformaciones regionales en términos económicos (Tirado, 1978; Allub y Michel, 1979, 1980; Prèvot- Schapira, 1980b; Alcántara, 1981; Pietri y Srern, 1981; Allub, 1983, 1985; Pietri, 1983; Macías, 1984; Negrete, 1984; Macías y Serrat, 1987; Jhabvala, 1995); otros más fueron los que trataron las transformaciones de la realidad social provocadas por la explotación de hidrocarburos en la zona (Hernández y Trulin, 1982; Baños, 1984; Beltrán, 1980, 1986, 1988; Lezama, 1985; Izazola, 1985, 1991; Revel-Mouroz, 1985; Thompson, 1988; Cadena y Suárez, 1988; Zavala, 1988; Tudela, 1989; Toledo y Restrepo, 1993; Moguel, 1993). Derivadas de esas transformaciones sociales drásticas, unos pocos trabajos examinaron el acuerdo político entre la población afectada y la industria petrolera en aras de minimizar los efectos transformadores que significó el Pacto Ribereño (Guzmán, 1982; Velásquez, 1982; Barreto y Mora, 1983; García, 1993). Además de estos, unos escasos trabajos denunciaron claramente los efectos medioambientales y la degradación que la explotación masiva de hidrocarburos estaba provocando. Surgen desde el Centro de Ecodesarrollo, encabezado en aquellos años por el ecólogo Alejandro Toledo (Toledo, 1982, 1983; Toledo y Botello, 1987; Gallegos, 1986).

El análisis de los impactos en el estado de Tabasco también propició que unos pocos trabajos de investigación abordaran el análisis de lo que estaba aconteciendo en el norte de Chiapas, área petrolera en vecindad a las explotadas en Tabasco (Ancheyta, 1979; Tirado, 1978; Thompson et al., 1988; Thompson, 1988). Dichos trabajos son un precedente documental para los poquísimos ejercicios actuales que, desde una visión historicista, documentan los impactos que la industria petrolera ha dejado tanto en Tabasco como en Chiapas a lo largo del siglo xx (Recinos, 2013b; Ortiz, 2009).

Recientemente, en sintonía con estas investigaciones publicadas a lo largo de la década de los ochenta, otros autores han revisitado las mismas temáticas y han evidenciado la pervivencia y el acrecentamiento de las problemáticas, especialmente en lo relativo a los conflictos socioambientales y la imposibilidad de un desarrollo local en esas condiciones (De la Rosa, 2001; Zalik, 2009; Vázquez-Luna, Alberti, de Celis, Hernández y Zavala, 2010; Vázquez-Luna, 2011; Pinkus y Pacheco, 2012; Pinkus, 2012; Barbosa y Solano, 2012; Uribe, 2013; Recinos, 2013a, 2013b; Solano, 2013; Solano y Frutos, 2013; Aranda, 2014; Moreno García, 2015; Amezcua et al., 2015). En este mismo grupo debemos añadir la serie reciente de trabajos sobre el papel del petróleo en las finanzas públicas de Tabasco (Priego, 2007, 2012; Priego, García y Ramírez, 2015).

Ante los cambios territoriales que el petróleo estaba provocando en Tabasco y en el norte de Chiapas, en la misma década de los ochenta se iniciaron proyectos de investigación en la región vecina, el sur de Veracruz, teniendo en cuenta que en esa área se estaba concentrando la actividad de refinerías y de la industria petroquímica, la cual estaba transformando el panorama socioespacial del área. De alguna forma los trabajos centrados en Tabasco y en el norte de Chiapas analizaban los impactos territoriales en un área donde se extraía el hidrocarburo. En el sur de Veracruz, en cambio, el análisis buscaba el conocimiento de los impactos en otra parte de la cadena productiva del petróleo: la transformación.

Algunos de los trabajos fueron desarrollados por geógrafos del Équipe de Recherche sur les Grands Aménagements et Complexes Industriels en Amérique Latine del Centre de Recherche et Documentation sur l’Amérique Latine (credal), que se interesaron por el papel rupturista, territorialmente hablando, que las refinerías recién instaladas provocaban en la zona y también en otras partes del país (Prèvot-Schapira, 1981, 1982a, 2009; Vanneth, 1980b, 1982; Revel-Mouroz, 1980; Fauverge, 1980; Zavala, 1981, 1982a, 1984).