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Dolors Poch Olivé (ed.)

El español en contacto
con las otras lenguas peninsulares

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LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA

VOL. 63

DIRECTORES:

MARIO BARRA JOVER, Université Paris VIII

IGNACIO BOSQUE MUÑOZ, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua

ANTONIO BRIZ GÓMEZ, Universitat de València

GUIOMAR CIAPUSCIO, Universidad de Buenos Aires

CONCEPCIÓN COMPANY COMPANY, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México

STEVEN DWORKIN, University of Michigan, Ann Arbor

ROLF EBERENZ, Université de Lausanne

MARÍA TERESA FUENTES MORÁN, Universidad de Salamanca

DANIEL JACOB, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau

JOHANNES KABATEK, Universität Zürich

EUGENIO R. LUJÁN MARTÍNEZ, Universidad Complutense de Madrid

RALPH PENNY, University of London

El español en contacto
con las otras lenguas peninsulares

DOLORS POCH OLIVÉ (ED.)

Iberoamericana • Vervuert • 2016

Este libro ha sido publicado en el marco del proyecto del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España “EL ESPAÑOL EN CONTACTO CON EL CATALÁN: VARIACIÓN DIATÓPICA Y BILINGÜISMO”, FFI2012-33499, y su publicación ha contado con el apoyo económico de este proyecto.

Este volumen cuenta con el apoyo de la Generalitat de Catalunya al proyecto “Grup de lexicografia i diacronia” (SGR2014 -1328).

Colaborador editorial: Joseph García Rodríguez

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2016

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www.iberoamericana-vervuert.es

ISBN 978-84-8489-986-0 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-95487-533-7 (Vervuert)

ISBN 978-3-95487-863-5 (e-book)

Diseño de la cubierta: Carlos Zamora

ÍNDICE

Dolors Poch Olivé

Presentación

1. El estudio del contacto lingüístico

Carsten Sinner

La diferenciación de rasgos ideolectales y sociolectales como problema o reto metodológico del análisis del contacto lingüístico

2. El español y el gallego

Xosé Luís Regueira

La lengua de la esfera pública en situación de minorización: español y portugués como lenguas de contacto en el lenguaje político gallego

Sonia Varela

Contacto de lenguas y caracterización de personajes en la Televisión de Galicia (TVG). Análisis de un sketch del programa de humor
Land Róber

3. El español y el euskera

Miren Lourdes Oñederra

Sobre seseo, yeísmo y otras cuestiones relacionadas con la pronunciación del español en el área vasca

Alba Igarreta Fernández

El español y el euskera en contacto: las sibilantes fricativas y africadas de los hablantes del Goierri

4. El español y el catalán

4.1. Los datos cuantitativos de población

F. Xavier Vila

¿Quién habla hoy en día el castellano en Cataluña? Una aproximación demolingüística

4.2. El uso de los verbos

Santiago Alcoba / M.ª Antonia Martí

Influencia del catalán en el uso de HE CANTADO en hablantes cultos de español

Cristina Illamola

La correlación entre el consumo cultural y la difusión de la variación lingüística. El caso concreto de la alternancia entre formas sintéticas y analíticas en contextos prospectivos

4.3. Las unidades fraseológicas

Margarita Freixas

Combinaciones léxicas con el verbo hacer en el español de Cataluña

Marta Prat Sabater

Las unidades fraseológicas temporales utilizadas en el contexto bilingüe español-catalán

4.4. La pronunciación

María J. Machuca Ayuso

Estructura silábica y bilingüismo

Dolors Poch Olivé

El “acento catalán”: particularidades fonéticas del español de Cataluña

Anexo

Poch Olivé, D.; Freixas, M.; Julià Luna, C.; Machuca Ayuso, M. J.;

Prat Sabater, M.

Cuestionario de Historial Lingüístico

Sobre los autores

PRESENTACIÓN

DOLORS POCH OLIVÉ
Universidad Autónoma de Barcelona

Este volumen tiene su origen en los trabajos de investigación realizados en el seno del proyecto El español en contacto con el catalán: variación diatópica y bilingüismo, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (referencia: FFI 2012-33499 ). Su andadura se inició en 2012 y su objetivo principal ha sido contribuir a establecer las características fonéticas, léxicas y morfosintácticas del español de Cataluña. El contacto entre español y catalán ha sido estudiado, casi siempre, desde la perspectiva de la influencia que el español ha ejercido y sigue ejerciendo sobre la lengua catalana, y se han publicado numerosos estudios sobre las interferencias que se producen en la dirección mencionada. En cambio, en pocas ocasiones se ha abordado el estudio de las huellas del catalán presentes en el español utilizado en Cataluña.

Una de las primeras preocupaciones del equipo de investigación fue establecer un procedimiento que permitiera cuantificar el grado de utilización de cada una de las dos lenguas por parte de los hablantes bilingües estudiados en el proyecto. Fruto de estas reflexiones es el Cuestionario de Historial Lingüístico que figura en el Anexo y que permite calcular instantáneamente el porcentaje de empleo del catalán y del español por parte de un hablante determinado.

El perfil de los miembros del equipo investigador condujo a establecer que se abordaría el análisis del español de tierras catalanas desde dos ámbitos: la pronunciación y el léxico, entendido en sentido amplio, pues algunos de los trabajos realizados abordan el estudio del uso de las unidades fraseológicas por parte de los bilingües.

Durante los años de ejecución del proyecto, el equipo de investigación ha establecido contactos y organizado encuentros científicos con investigadores de distintos departamentos de la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad del País Vasco y la Universidad de Leipzig. Las instituciones españolas con las que se ha trabajado tienen un denominador común: todas ellas están enclavadas en zonas bilingües de España y en todas ellas se estudian los fenómenos originados por el contacto de lenguas, siendo el español una de ellas.

Fruto de estos enriquecedores intercambios surgió la idea de concebir este libro no exclusivamente como el producto de la investigación de un grupo determinado, sino como una muestra de los trabajos que se están realizando sobre el español en contacto con las otras lenguas peninsulares. Así, se aborda el contacto entre español y gallego, entre euskera y español y, finalmente, entre catalán y español.

El volumen se inicia con la contribución de Carsten Sinner, de la Universidad de Leipzig, cuyos estudios sobre las características del español de tierras catalanas han marcado un antes y un después en este campo. El artículo de Sinner, además, es de carácter metodológico, y sus reflexiones sobre los conceptos “sociolecto” e “idiolecto” constituyen una importante aportación para el estudio del contacto de lenguas, sea cual sea la combinación lingüística que se considere.

El estudio del contacto entre el español y el gallego está representado por los trabajos de Xosé Luís Regueira, de la Universidad de Santiago de Compostela y miembro de la Real Academia Galega, y Sonia Varela, de la Universidad Autónoma de Barcelona. Regueira, a través del examen de las características del discurso de algunos personajes públicos bien conocidos, analiza cómo influyen el español y el portugués en el lenguaje político gallego. Varela, por su parte, muestra cómo se utiliza el contacto entre español y gallego en un popular programa humorístico de la televisión gallega, tanto para crear situaciones cómicas como para caracterizar a los personajes.

Las colaboraciones de Miren Lourdes Oñederra, de la Universidad del País Vasco y miembro de la Euskaltzaindia, y de Alba Igarreta, de la Universidad Autónoma de Barcelona, constituyen sendas muestras de los estudios que, desde la perspectiva de la fonología, en el primer caso, y de la fonética, en el segundo, caracterizan las particularidades del español en contacto con el euskera. Oñederra aborda, de forma global, el conjunto de elementos características que, procedentes del euskera, pueden detectarse en el español del País Vasco y presta especial atención a la cuestión del seseo, y por tanto a las propiedades de las consonantes sibilantes. Igarreta, por su parte, estudia también los rasgos de las sibilantes del español realizadas, en su caso, por hablantes de euskera de la zona del Goierri. La autora utiliza la metodología y las técnicas propias de la fonética experimental, y de su trabajo debe destacarse que analiza a informantes jóvenes, algo poco frecuente en los trabajos realizados hasta ahora en el ámbito del análisis de la pronunciación del español en el País Vasco.

Los estudios sobre el español de Cataluña se inician con la aportación de F. Xavier Vila, de la Universidad de Barcelona, quien analiza los datos demolingüísticos de los que se dispone en la actualidad para poner de relieve los aspectos cuantitativos de la población que habla castellano hoy en día en Cataluña.

Santiago Alcoba y María Antonia Martí (de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Universidad de Barcelona, respectivamente), así como Cristina Illamola (de la Universidad de Barcelona), estudian dos interesantes casos de uso del sistema verbal del español por parte de los hablantes bilingües. Alcoba y Martí analizan el uso de las formas de pretérito perfecto (“he cantado”) frente a las de pretérito indefinido (“canté”) por parte de informantes cultos de Barcelona con diferentes porcentajes de uso del catalán y del español partiendo de la hipótesis de que la forma “he cantado” es más frecuente en los hablantes que emplean con mayor frecuencia el catalán que el castellano. Illamola estudia el comportamiento de hablantes bilingües adolescentes también en lo que se refiere al uso de formas verbales analíticas y sintéticas, pero, en su caso, se centra en los contextos prospectivos. La autora relaciona especialmente el consumo cultural de sus informantes con su tendencia a emplear unas formas u otras.

Margarita Freixas y Marta Prat, de la Universidad Autónoma de Barcelona, son autoras de dos capítulos sobre el uso de las unidades fraseológicas del español por parte de hablantes bilingües con diferentes porcentajes de utilización del castellano y el catalán. El estudio de Freixas se centra en las combinaciones léxicas formadas con el verbo “hacer” (“hacer café”, “hacer vacaciones”, “hacer la siesta”, etc.) y el trabajo de Prat toma en consideración las construcciones de carácter temporal (“a pleno día”, “de tanto en tanto”, “ir a días”, etc.).

Finalmente, las contribuciones de María J. Machuca y de Dolors Poch, de la Universidad Autónoma de Barcelona, analizan cuestiones relacionadas con la pronunciación del español en Cataluña. Machuca aborda el problema de las consonantes en posición final de sílaba, puesto que la influencia del catalán, que permite la aparición de muchas más consonantes en posición de coda silábica que el español, provoca que en función del porcentaje de uso de las dos lenguas por los hablantes bilingües aparezcan más consonantes en dicha posición silábica que en el español de otras áreas geográficas. El trabajo de Poch constituye una panorámica global de los estudios realizados hasta hora sobre las particularidades fonéticas del español de Cataluña, con el objetivo de poner de manifiesto cuáles son los fenómenos de pronunciación que configuran el denominado “acento catalán”.

Este libro se propone ofrecer al lector datos concretos sobre el español de las diversas zonas bilingües de España que constituyen nuevas aportaciones al estudio de los diversos aspectos de su variación. Los trabajos reunidos en el volumen tienen como denominador común haber analizado las influencias que ejercen sobre el español las otras lenguas con las que está en contacto en diversas zonas de España, y proporcionan además una reflexión de tipo metodológico para el estudio de dichas influencias mediante los trabajos de Carsten Sinner y de F. Xavier Vila. Se trata, por tanto, de un conjunto de estudios que muestra que la variación afecta a los diversos aspectos de la lengua, desde la pronunciación hasta los diferentes ámbitos gramaticales; que su análisis puede realizarse desde diferentes puntos de vista, y que la perspectiva variacionista, que toma en cuenta tanto los factores internos como los externos, constituye una excelente aproximación a estas cuestiones.

1.

EL ESTUDIO DEL CONTACTO LINGÜÍSTICO

LA DIFERENCIACIÓN DE RASGOS IDEOLECTALES Y SOCIOLECTALES COMO PROBLEMA O RETO METODOLÓGICO DEL ANÁLISIS DEL CONTACTO LINGÜÍSTICO

CARSTEN SINNER
Universität Leipzig

1. Introducción

El presente artículo se enmarca en la lingüística variacional, también llamada de variedades, entendida como rama de la lingüística que se ocupa del estudio, la distinción y la clasificación de variedades y variantes. Dado que, particularmente en la lingüística hispánica, solo en contadas ocasiones se concibe esta distinción1, es menester diferenciar claramente entre dicha lingüística variacional y la lingüística variacionista en el sentido laboviano, entendida como estudio sociolingüístico de variables lingüísticas, su coocurrencia con otras variables lingüísticas o su correlación con variables extralingüísticas. Parece que tiene razón López Serena (2007: 372-373) al constatar que en España los estudios de las variedades, y en particular los aportes de algunos lingüistas alemanes, solo tuvieron una recepción parcial. Así, se lamenta de que, además de las tres dimensiones diatópica, diastrática y diafásica de la variación acuñadas por Coseriu (1955 y otros) sobre el fundamento de Flydal (1952) y las partes esenciales del modelo del continuum entre los niveles oral y escrito o de proximidad y distancia de Koch y Oesterreicher (1985, 1990 [2007] y 2011), no se hayan tomado en consideración otras aportaciones teóricas de estos últimos autores. Lo mismo cabe decir de otras contribuciones y otros problemas de la lingüística variacional, como la diferenciación entre lo diafásico y lo diastrático (cf. Wesch, 1998; Sinner, 2014: 136-141). Otro aspecto importante, tanto desde una perspectiva teórica como metodológica y práctica, es la diferenciación de los niveles individual y colectivo, que —no solo en España— no se ha tenido en cuenta suficientemente. Como se demostró en un estudio sobre el castellano de Cataluña, es un aspecto de fundamental importancia, también para la lingüística de contacto (cf. Sinner, 2004: 620-623). Se ha podido evidenciar la existencia de un continuum entre elementos claramente constitutivos del castellano de Cataluña que, sin duda alguna, están integrados en el sistema, y podrían ser usados por cualquier castellanohablante con o sin conocimientos del catalán y aspectos claramente atribuibles a interferencias, errores, etc., ubicables en los niveles externos de lo que puede considerarse el núcleo mínimo del castellano de Cataluña, en las capas constituidas por los fenómenos clasificables como desviaciones de las normas de uso. La franja intermedia entre estos dos polos es problemática, ya que es difícil determinar si un elemento está más cerca de un proceso de integración en la norma o más cerca del nivel de uso individual, es decir, si sigue siendo aún, para la mayoría de los hablantes, una innovación respecto de lo que es habitual en castellano o una desviación de las normas de uso (cf. Sinner, 2004: 620). La determinación de lo que es integrado y lo que constituye un fenómeno individual es tanto más escabrosa cuando un mismo fenómeno puede ser interferencia en una persona y un elemento aprendido en la adquisición de la lengua materna en otra.

El mayor problema radica, pues, en la determinación de lo ideolectal, lo sociolectal y su diferenciación. Veamos primero el tema del idiolecto y el sociolecto por separado y desde la perspectiva de la lingüística variacional para después indagar en el problema de la diferenciación de los dos en el caso del estudio del contacto lingüístico entre el catalán y el castellano en Cataluña, en general, ilustrándolo mediante ejemplos del análisis del castellano de Cataluña, en particular.

2. Idiolecto y sociolecto

En la lingüística de las variedades, según el modelo que se emplee, se diferencian niveles o espacios variacionales que comprenden tres, cuatro o más variedades. Mientras que hay unanimidad respecto a la existencia de las variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas, no es así en cuanto a la existencia e integración de variedades basadas en otros ejes vistos como más o menos esenciales en el estudio de las variedades, ante todo el eje histórico (con supuestas variedades llamadas, por los diferentes autores, históricas, diacrónicas, de tiempo, etc.) y el eje del medio —escrito, oral y, olvidado por la mayoría de los autores, por señas— (con la propuesta de variedades llamadas mediales, mediolectos, mesolectos, etc.). Algunos autores insisten en la equiparación de las variedades diacrónicas y mediales con las tres variedades “clásicas” diatópicas, diastráticas y diafásicas. Otros rechazan la posibilidad de las diacrónicas, alegando que el eje temporal engloba las otras variedades (por lo que habría características de las variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas en cada momento histórico, pero no una variedad diacrónica en sí). También hay quienes rechazan la posibilidad de la existencia de variedades diamediales propias, por considerar el medio como mero canal por el que llegan las variedades y se determina su realización. Si bien diverge el número o “catálogo” de las variedades, los autores coinciden, por lo general, en atribuirle un papel especial a la diatopía, que jerárquicamente suele posicionarse por encima de la diastratía y la diafasía2.

El hecho de que en una sociedad el uso de cierta variedad diatópica pueda ser equiparado a una determinada procedencia social puede conducir al funcionamiento del dialecto en cuestión como sociolecto y a que los hablantes también empiecen a emplearlo en función de la situación, es decir, como variedad diafásica. Viendo cómo se solapan o entrelazan las variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas, se comprende la razón por la que los dialectólogos, ya muy tempranamente, se interesaron por la dimensión social del uso de dialectos y por la que algunos autores ven los dialectos como unidad diatópica y diastrática (cf. Hutterer, 1984), y se entiende por qué la diferenciación de diastratía y diafasía se considera una cuestión tan complicada. Hay que tener en cuenta, también, que la mayor parte de las publicaciones existentes se basan en modelos simplificados o idealizados, en los que se dejan de lado excepciones o casos extremos para evitar confusiones y modelos demasiado complejos. Debido a ello, suele partirse de una distinción clara y nítida de diatopía, diastratía y diafasía, muchas veces recordando solo de paso que tal diferenciación se debería concebir como un continuum (cf. Sinner, 2014: 125-126).

Es particularmente difícil trazar una separación neta entre los diferentes “lectos” y, más que nada, entre los diferentes niveles, variables sociales, etc., con los que suele trabajarse. Así, queda por resolver cómo diferenciar entre idiolecto, por un lado, y sociolecto, por el otro (lo mismo cabe decir para la delimitación entre sociolecto y funciolecto). Este aspecto, sin embargo, es crucial para establecer, desde la perspectiva de la lingüística variacional, la distinción de variantes (variantes primarias y secundarias, por la frecuencia), variantes individuales, variantes sociales (grupales) o variantes ad hoc (o incluso un hápax legomenon)3. Y esta diferenciación debería considerarse esencial en cualquier estudio enmarcado en la lingüística de contacto, al igual que en muchas otras vertientes de la lingüística. Así, por ejemplo, puede servir para reclasificar lo que viene a llamarse variantes, variaciones o modificaciones en la fraseología, términos empleados de forma poco consistente en esta vertiente de la lingüística, que aún deja de lado los avances en los estudios de variedades para trabajar con sus propias terminologías4.

En el debate sobre la manera de entender las variedades, algunos autores sostienen que solo puede partirse de la existencia de una variedad si los hablantes efectivamente la perciben como tal; además, se debate si esto presupone la autopercepción o tan solo la percepción por otros hablantes.

Steinig (1976: 14 y ss.) sostiene que para determinar un sociolecto no hace falta que los propios hablantes se vean a sí mismos como miembros del círculo de personas que formarían el respectivo grupo social, es decir, no tienen por qué tener consciencia de la existencia del sociolecto. El autor cree que es decisivo que los hablantes de otras variedades los vean como parte del grupo social en cuestión. Además, la actitud de los hablantes hacia los sociolectos se establece por medio de las valoraciones hechas por otras personas, algo que siempre resulta del contraste con la propia variedad. Así, la distinción de dialectos es, en un primer nivel, el simple reconocimiento de lo diferenciador (o sea el resultado de la percepción de una variedad como diferente de la variedad propia o de otras variedades diatópicas que el hablante conoce); solo en un segundo nivel se le puede acoplar a esta valoración, que sigue las dicotomías parecido-no parecido y conocido-no conocido, una valoración calificadora, negativa o positiva. Es precisamente la adscripción de valores positivos o negativos la que suele caracterizar la valoración de los sociolectos. Esta visión de la distinción de sociolectos está estrechamente ligada a las características lingüísticas que tienen que ver con la imagen y el prestigio del grupo social; si bien se ha criticado dicho enfoque, dicha definición ha recibido reseñas muy positivas en la lingüística (cf. Dittmar, 1997: 192; Löffler, 2005: 116).

La misma definición de grupo está ligada fuertemente a la percepción, pues la percepción como grupo puede darse en la perspectiva externa o interna. La lengua sirve para construir identidad, constituir grupos, manifestar pertenencia (o no pertenencia) a un determinado grupo. Las personas construyen su propia identidad por medio del empleo discursivo de determinados medios lingüísticos, y los emplean, por ejemplo, para alcanzar una determinada posición como miembro de un grupo social (cf. Baumann, 2000). De la misma manera, la lengua de los demás se evalúa en función de la conformidad con los patrones lingüísticos constitutivos o característicos de un grupo.

Según explica Kremnitz (1995: 37), las comunidades de comunicación son, por lo general, bastante estables y suelen tener un impacto relativamente grande en la constitución de grupos. En particular, el empleo simbólico de la lengua o de determinadas características lingüísticas se entiende muchas veces como punto de partida esencial para determinar la pertenencia de una persona a un grupo en cuestión. El uso simbólico de la lengua —como el empleo de una determinada lengua en contextos concretos o el uso de ciertos elementos de una lengua— es de crucial importancia para demostrar la propia situación dentro o fuera de un grupo y expresar la identidad social (cf. Guy, 1988: 37; Sinner, 2002).

Como señala Möhn (1998: 169), son característicos de un grupo unos objetivos específicos, un sistema normativo (en el sentido de estándares sociales y comunicativos) bien desarrollado y una sensación grupal que resulta de estos aspectos. Eso hace visible que la cuestión de la perspectiva, si bien es importante, en ciertos contextos necesita ser relacionada con la cuestión de la perspectiva interna. El hecho de que, desde la perspectiva externa, la lengua de otra persona pueda ser identificada como “no correspondiente a la propia variedad”, “no correspondiente a la lengua del propio grupo”, etc., no significa que, al mismo tiempo, sea posible identificar la variedad de la otra persona o atribuirla a un determinado grupo en concreto.

Sin conocimientos sobre las variedades de la propia lengua, en principio, no sería posible distinguir si ciertas variantes lingüísticas o una determinada combinación de variantes pueden entenderse como idiolecto o si han de explicarse a partir de con la pertenencia de una persona a un grupo social concreto. A esto hay que añadir el problema de la diferenciación del grupo en sí. El empleo del verbo vigilar en el sentido de “cuidar, tener cuidado” es considerado un catalanismo, por cierto nada fácil de detectar por hablantes de otras variedades si no saben lo que pretende decir el interlocutor, y, si lo intuyen, no necesariamente llegan a la conclusión de que se trata de un uso habitual en la región bilingüe. Veamos dos casos que ilustran este problema.

En 2014, una profesora universitaria catalana que estaba realizando una estancia docente en la Universidad de Leipzig le dijo a una persona que estaba encendiendo el fuego durante una barbacoa con los docentes del Departamento de Lenguas Iberorrománicas que la acogía: “Vigila que te vas a quemar”. Uno de los profesores del departamento, de origen hispanoamericano, me lo comentó unos minutos más tarde diciendo que le sorprendía lo mal que hablaba dicha profesora, pues era ya la segunda vez que le había “pescado este error”; muy claramente, creía que se trataba de una incorrección individual, un defecto idiolectal. Otro ejemplo, que debo a Jenny Brumme (cf. Sinner, 2004: 459), es el de una profesora argentina que estaba de visita en Barcelona; ella no interpretaba este uso como algo típico de los hablantes catalanes, sino que creía que sería una forma más del castellano europeo no coincidente con su propia variedad. El mismo uso regional catalán fue interpretado una vez como parte de un idiolecto y otra vez como una forma atribuible al “español de España”. Queda patente, por lo tanto, la dificultad existente a la hora de establecer quién se percibe como individuo y quién como parte de un grupo.

Esto relativiza la perspectiva externa como criterio para diferenciar los grupos. Si bien en la literatura sobre variedades diastráticas esta diferenciación suele identificarse como un problema metodológico, llama la atención que muy escasas veces los autores se detengan en una definición de lo que para ellos significa grupo y solo excepcionalmente se debata si el uso de dos o tres personas puede ya entenderse como colectivo, si dos personas con rasgos lingüísticos distintivos compartidos pueden definirse como grupo. Así, por ejemplo, queda por resolver si los usos lingüísticos que se dan entre dos personas en pareja, explicables por una relación marcada por la proximidad y la intimidad entre los interlocutores, podrían interpretarse como sociolectos5.

Supuestamente, las variedades idiolectales siempre contienen rasgos de otras dimensiones variacionales, por ejemplo ciertos rasgos geográficos, sociales o cronolectales. Por lo tanto, dado que las características idiolectales necesariamente aparecen junto con fenómenos que pueden ser atribuidos a variedades concretas por personas ajenas, como hemos mostrado antes, es fácil que los idiolectalismos pasen desapercibidos como tales. A este respecto, parece esencial la posición de Oksaar (2000) que explica que cualquier análisis que se realice en el marco de un estudio orientado a la variación lingüística tiene que englobar también un análisis del idiolecto, ya que toda variedad siempre se caracteriza por el idiolecto del emisor. Para Oksaar (1987 y 2000), el idiolecto es la “posesión” y el uso individuales de la lengua, la realización individual de las soluciones ofrecidas por el sistema. Sin embargo, la lengua y las variedades solo aparecen a través de la realización individual del sistema y son, por esta razón, punto de partida fundamental para la determinación de comportamientos colectivos. En consecuencia, los idiolectos tendrían un peso especial para la percepción de cualquier enunciado. A pesar de que se ha hecho hincapié en la importancia primordial del idiolecto, sigue teniendo vigencia el lamento de Dittmar (1997: 182-183) sobre el hecho de que aún no suelan analizarse los idiolectos considerando este aspecto. En lo que Eckert (2012) ha llamado la “tercera ola” de los estudios de la variación sociolingüística, se parte de que los hablantes no son “portadores” de variedades estables y consolidadas, sino que actúan estilísticamente; esta postura dio lugar a una avalancha de análisis y descripciones idiolectales que se hicieron con la esperanza (o convicción) de poder determinar los motivos de la variación estilística. Sin embargo, muchos de estos análisis que se presentan como estudios dialectales o sociolectales se limitan a la descripción de las realizaciones lingüísticas de una sola persona en diferentes (a menudo solo dos) contextos o momentos6. Ahora bien, cabe señalar que este tipo de estudios precisamente no permite examinar la posible gama de variación estilística que puede darse en el seno de una variedad, y tampoco permite diferenciar rasgos meramente idiolectales. Solo la comparación de realizaciones idiolectales sobre la base de un fundamento de datos cuantitativamente significativos hace posible la diferenciación entre variación individual y variación colectiva.

Es necesario determinar, de manera especial, el posible margen de variación en el idiolecto de un individuo para establecer, así, el margen de variación en las variedades superiores de la jerarquía7.

Veamos algunos ejemplos del castellano de Cataluña para ilustrar esta dificultad esencial del estudio de las variedades lingüísticas.

3. Problemas de la diferenciación de los niveles idiolectales y sociolectales en el estudio del castellano de Cataluña

3.1. Expresiones fijas y variación

Hay toda una serie de expresiones fijas que, en principio, pueden considerarse típicas del castellano de Cataluña, como por ejemplo:

Image (no) aguantarse derecho siguiendo aguantar-se dret (Sinner, 2004: 513-516)

Image dejar correr según deixar córrer (Sinner, 2004: 516-522)

Image las locuciones con el verbo cast. hacer sobre el modelo de cat. fer, como

Image hacer años (de cat. fer anys)

Image hacer bondad (de cat. fer bondat)

Image hacer mala/buena cara (de cat. fer mala/bona cara), etc. (Sinner, 2004: 522-532)

Image llevar prisa sobre el modelo de cat. portar pressa (Sinner, 2004: 533-338)

Image saber mal calcando cat. saber greu (Sinner, 2004: 539-545).

En un estudio de aceptabilidad, todas estas expresiones fueron aceptadas con más o menos unanimidad fuera del dominio lingüístico catalán, al presentar una estructura considerada gramaticalmente correcta por los informantes y, según el caso, ser semánticamente transparentes, esperables o al menos posibles en determinados niveles de la lengua, si bien con acepciones divergentes, pero más o menos comprensibles (cf. en este sentido también Brumme, 2008: 287). Brumme llama la atención sobre el hecho de que la clasificación de estos fenómenos como catalanismos se vería, por tanto, relativizada,

a diferencia de otras frases hechas que llevan esta marca en los diccionarios específicos. Tal es el caso de la locución verbal encontrar a faltar, que remite al catalán trobar a faltar, y que se ve recogida por Manuel Seco con la siguiente observación: “Encontrar a faltar, en el castellano hablado por catalanes, corresponde al general echar de menos o echar en falta” (2002, 1888; véase también Martínez de Sousa, 1996, 2039) (Brumme, 2008: 287).

Tal y como señala Brumme (2008: 288), la variación en el ámbito de las expresiones fijas es un área difícilmente abarcable si se tiene en cuenta todo el dominio lingüístico del castellano. Si se considera que todas las regiones hispanohablantes presentan un repertorio más o menos particular de expresiones empleadas en combinaciones más o menos propias, obviamente hay que partir de esa misma situación para el castellano de Cataluña. Al igual que las expresiones fijas, también las frases hechas, algunas colocaciones y perífrasis verbales admiten cierta variación en cuanto a uno o varios de los elementos de los que se componen (cf. Sinner y Tabares, en prensa; Brumme, 2008: 290; García-Page, 1996; Barz, 1992; Coseriu, 1966). Respecto a las expresiones fijas con numerales, Brumme (2008: 290) señala que en determinados esquemas fraseológicos, particularmente los que incluyen en su estructura los números más bajos, se constata variación en cuanto a la presencia de unos u otros números. En su estudio sobre la base de traducciones de textos con expresiones fijas con numerales realizadas por bilingües del catalán al castellano, la autora constata que no solo se ha formado un repertorio más o menos estable de expresiones fijas propias del castellano de Cataluña, sino que muchas frases hechas, y en particular las que resultan semánticamente transparentes o presentan variación en el interior del castellano y del catalán, se someten a menudo a una simple transposición a la otra lengua, en la que son aceptadas y menos cuestionadas que las lexías simples prestadas. Así, respecto del uso de amb quatre paraules y en cuatro palabras, Brumme (2008) constata que el significado simbólico del numeral cuatro coincide en las dos lenguas y que, además, es posible utilizar dos en su lugar. Si bien la expresión en cuatro palabras representa una de las posibles traducciones consideradas correctas, es el empleo de la preposición en o con la que, como demuestra la autora, como puede demostrar, la pone en tela de juicio. Este empleo se explica por la homofonía de las preposiciones en y amb en catalán, lo que provoca cierta inseguridad en su aplicación. Como se puso de manifiesto (cf. Sinner, 2004: passim, respecto a en y amb, 258-259), es prácticamente imposible determinar si los usos en cuestión en un hablante o autor en concreto se deben a una interferencia, una preferencia personal o constituyen un uso acorde con el grupo social determinado al que pertenece.

Un problema muy particular es el hecho de que el repertorio de las expresiones fijas se considera de por sí inestable, ya que constantemente se crean nuevas expresiones mientras que otras alteran su frecuencia o caen en desuso; debido al contacto con el catalán, el castellano de Cataluña, igual que otras variedades marcadas por contacto lingüístico, debe considerarse un foco de emergencia de variación con un continuum entre realizaciones idiolectales y grupales especialmente complejo (cf. Brumme, 2008; Sinner, 2004). Dado que Cataluña, en particular, tiene un papel importante en la producción cultural en el ámbito hispánico, sin duda alguna debe de constituir un centro de irradiación de formas lingüísticas y, por ende, de variación.

Otro caso que ilustra la problemática aquí tratada es la expresión hacer confianza en alguien. Escuché la expresión hace unos ocho años en Barcelona. La había usado una niña de entonces ocho años en una conversación sobre su día en la escuela. Su madre era extranjera y hablaba con sus hijos en una lengua germánica; el padre era hijo de emigrantes canarios y creció en Cataluña, convirtiéndose en hablante bilingüe. A sus hijos, dependiendo del contexto, les hablaba tanto en castellano como en catalán, y estos iban a un colegio catalán. Hablando sobre su clase de natación, la niña se pronunció acerca de los diferentes profesores, señalando: “Hago más confianza en la otra [profesora]”. El hecho conocido de que las estructuras con fer (hacer) del catalán influyen en el castellano de Cataluña (cf. Sinner, 2004) hizo que en un primer momento estuviera convencido de que me encontraba ante un caso muy claro de impacto del catalán sobre el castellano, si bien era consciente de que no podría llegar a determinar si se trataba de un caso de interferencia o si la niña ya había adquirido esta forma de otros hablantes del castellano de Cataluña.

Sin embargo, el caso resulta menos claro si se tiene en cuenta lo que señala Tabares (2006, [2]: 844) en un estudio del español de La Gomera. La autora pudo mostrar que la construcción hacer confianza (en alguien) en el habla tradicional de La Gomera es más frecuente que el verbo confiar o construcciones como fiarse de y la construcción verbonominal tener confianza. Tabares cita el siguiente extracto de una de las entrevistas realizadas en el marco de su estudio:

Nosotros, cuando principió a hablar, pensamos que era un hombre de muchas inteligencias y que valía. Pero, ¡qué va, cristiana!: no se podía hacer confianza en él. Antes de irse hizo unas cuantas. Ya la gente sabe quién es10.

Como señala Tabares, otros hablantes de Canarias no familiarizados con la variedad gomera tradicional tacharon la construcción hacer confianza (en alguien) de errónea o, cuando menos, extraña. Vemos, entonces, que la construcción constituye un fraseologismo de uso normal y frecuente en una comunidad hablante determinada de La Gomera. Esto nos hizo repensar el “diagnóstico” del caso de la niña de ocho años antes mencionado. Ya no quedaba tan claro si tenía que ver con el catalán, ya que era igualmente posible que se tratase del resultado de la influencia canaria o de un caso de convergencia de diferentes variedades del español. Si bien no parece posible decantarse por una de estas posibilidades en concreto en cuanto a uno u otro sociolecto, sí sabemos que, sin duda alguna, forma parte del idiolecto de la niña. A pesar de que, a su vez, ella forma parte de la misma comunidad de comunicación que estudié en mi tesis doctoral, la de Cataluña (cf. Sinner, 2004), no podemos estar seguros de que el idiolecto tenga que ver con las realizaciones de los hablantes de dicho grupo en su mayoría. De hecho, pudimos comprobar que a los hablantes del castellano de Cataluña la construcción no les resulta extraña, pues en 2015 preguntamos a un total de veintisiete catalanes que trabajan en el ámbito de la lingüística, la traducción o la terminología si consideraban esta frase, presentada junto con otras dos estructuras11, “típica de Cataluña”, y nada menos que veinticinco de los informantes indicaron que sí consideraban que se trataba de una estructura “típica de Cataluña”.

Como conclusión de lo expuesto hasta ahora, hay que señalar que, aunque no estemos absolutamente seguros de la razón del uso de un elemento, y dadas las más diversas posibilidades para explicar el uso (interferencia individual en algunos hablantes, elemento integrado en otros, elemento raro en unos informantes y frecuente en otros, etc.), no podemos descartar convergencia o etimologías parecidas, etc., como suele ocurrir con muchos de los elementos fraseológicos del castellano y el catalán. Lo más sensato al analizar enunciados individuales sería evitar hablar de catalanismos y dar preferencia a una simple categorización como variantes. Solo estudios de más envergadura permiten referirse a la comunidad comunicativa en su conjunto y, por ende, concluir que se trata de elementos que caracterizan la variedad de esta, lo que justificaría la interpretación de dichos elementos como catalanismos. Nuevamente hay que subrayar que, actuando así, no nos pronunciamos acerca de la posible categoría de los enunciados realizados por un individuo u otro, sino sobre la evaluación del sistema íntegro.

En este sentido, afirmar que la realización de una determinada unidad fraseológica o expresión fija que se aleja de la que se considera canónica es incorrecta o desviada es, cuando menos, una temeridad, si no se efectúa un análisis empírico sobre su frecuencia. Quizá viene respaldada por un uso mayoritario en un grupo o comunidad más grande. Por tanto, los conceptos de corrección o incorrección y de normativo (en el sentido de prescriptivo) —y las mismas clasificaciones como “catalanismo”— son bastante relativos. Por lo demás, incluso las realizaciones producto de un lapsus linguae (como el citadísimo ejemplo no es todo el oro el que reluce, cf. Sinner y Tabares, en prensa) o del desconocimiento debido a la supuesta falta de competencia fraseológica (como en el caso del archifamoso estar en el candelabro, cf. Sinner y Tabares, en prensa) pueden extenderse en su uso y convertirse en norma, en el sentido coseriano.

A fin de cuentas, la pregunta central es: ¿cómo diferenciamos lo que es desviación de “lo canónico”, “lo normal”, “lo más frecuente”, etc., si no se establece primero lo que es canónico sobre una base empírica, y no solo mirando lo que señalan las gramáticas o diccionarios, que no se rigen por la frecuencia? Y nos tenemos que plantear esta misma pregunta constantemente cuando analizamos la lengua para determinar si hay o no rasgos de contacto lingüístico. Hemos de entender la variedad grupal como un conjunto de variedades idiolectales, por lo que es imprescindible tener en cuenta, tanto en los estudios del contacto lingüístico como en la descripción de cualquier variedad diatópica, el nivel idiolectal. De esta manera también puede encararse de forma más convincente el problema de tener que aislar los llamados hápax, que si bien son formas atestiguadas podrían estar limitados al idiolecto de una sola persona (o a personas que de ninguna forma constituyen un grupo social o diatópico). Veamos este problema con más detenimiento.

3.2. ¿Hápax o no?

En su artículo de 2008 acerca de una supuesta derivación transcódica al nivel morfológico en el español de los Països Catalans, Robert Vann constata que en la bibliografía sobre el castellano de Cataluña se han catalogado muchas palabras y expresiones “únicas del español de los Països Catalans” (2008: 269), y que parece haber consenso entre los autores que cita sobre el hecho de que muchas de las características que distinguen el vocabulario del español de las regiones catalanohablantes provienen del catalán por transferencia lingüística (según su terminología), o han sido favorecidas por las estructuras lingüísticas de esta lengua. En su estudio, el lingüista estadounidense “pormenoriza el caso de semejante marca transcódica (Lüdi, 1987), esta vez al nivel de la morfología derivacional. Se trata del uso del término entofuido, ‘huido dentro’, en un corpus oral grabado en Barcelona en 1995” (Vann, 2008: 269). El autor presenta varias etimologías posibles para este elemento considerado por Vann un “neologismo en el español de los Països Catalans” (2008: 270), así como un análisis funcional que incluye una valoración del papel que juega “el conocimiento lingüístico en la derivación y uso de entofuido en dicha comunidad” (2008: 270). Los editores del volumen en el que aparece dicho artículo debatimos durante largo tiempo la formulación “el uso de entofuido en dicha comunidad”, ya que nos parecía que, siguiendo esta frase, el uso de este elemento podía ser interpretado, de hecho, como habitual entre los miembros de dicha comunidad, dado que el título, en el que se habla del “español de los Països Catalans”, no hacía pensar precisamente en un caso aislado, grabado una sola vez; sin embargo, no pudimos convencer, en su momento, al autor para que la reformulase. En el trabajo, Vann se ocupa de la posible etimología del elemento entofuido en castellano:

Tanto el verbo catalán fugir como los dos verbos españoles, fuir (marcado como desusado por la RAE, 200112) y el más corriente huir, provienen del latín fŭgěre (luego fŭgīre en bajo latín). Ya en la Gramática de Nebrija aparece huir en español [...], y se supone que desde entonces es cada vez más frecuente en español la forma huir a expensas de la forma fuir, hasta el punto de haber caído en desuso esta en el español contemporáneo. Sincrónicamente, el término entofuido se compone de cuatro morfemas, en este orden: el prefijo ento + la raíz léxica fu + la vocal temática i + la desinencia -do que marca el participio pasado. ¿Cómo se explica la raíz léxica fu- de la marca transcódica entofuido? ¿Se ha mantenido como arcaísmo en el español de los Països Catalans, o se ha cogido prestada del catalán fugir? (Vann, 2008: 270).

Se trata del siguiente ejemplo, según Vann de una conversación informal entre dos amigas catalanas, estudiantes de Filología Catalana en la Universidad de Barcelona, ambas de veintiún años, de clase media, nacidas en Barcelona de padres catalanes, con el catalán como lengua dominante y que habían pasado toda la vida en Cataluña13:

B: Yo creo que si hemos aguantado una guerra civil, como hemos aguantado, y que<>
A: Exacto<>
B: Ahora también<>
A: Pero, o sea se ha aguantado, ¿por qué es? Porque la gente aquí, a... se, o sea, se ha entofuido [¿“encerrado en sí”?]<>
B: ¡Ay! Sí [risas]. Eh, em<>
A: Se ha, se ha... Bueno, ha querido.
B: Sí<>
A: Conservar la identidad y las raíces, ¿no? (Vann, 2008: 275-276).

Como posibles explicaciones de la estructura el autor sugiere da: “Posibilidad etimológica #1: Transferencia al español de la raíz léxica catalana fug-” (2008: 270); “Posibilidad etimológica #2: Un arcaísmo favorecido por las estructuras lingüísticas del catalán” (273). Y señala:

Notaremos una pausa en la enunciación del neologismo, que se hace como si la hablante número S1-14, de aquí en adelante “la hablante A”, se pensara bien la forma lingüística de lo que iba a decir. Nunca sabremos seguro lo que pensaba en aquel momento la hablante A: duda, innovación, corrección, etc., ni sabremos cuánto su enunciado respondía a un cálculo sociolingüístico, pero creemos que en este caso, y en muchos casos, el uso de una marca transcódica puede tener efecto pragmático, como lo puede tener también la acogida que provoca, y estos efectos sí reflejan conocimientos lingüísticos (Vann, 2008: 273-274).

Vann cree que la hablante A emplea la marca transcódica entofuido como recurso pragmático en anticipación de un beneficio sociocultural,

familiarizada en algún nivel con el potencial efecto perlocucionario que pueda englobar una marca tal con determinados interlocutores de su comunidad (una cuestión de competencia comunicativa), lo que no implica que se haga adrede, [...] y familiarizada con los componentes específicos de su situación lingüística (Vann, 2008: 278).

Y sigue más adelante:

Interpretamos que la vacilación inmediata de B, “eh, em”, que sigue su risa al final de la línea [...], mitiga aún más la fuerza ilocucionaria de la interjección por indicar que B, a pesar de haber reconocido y comprendido lo que muchos en Barcelona llamarían “un catalanismo”, al parecer tampoco sabe expresar el significado de entofuido en español (Vann, 2008: 279).

Señala —apoyando la posición expresada en Sinner (2004: 580)— que no debe sorprender que, al hablar, los bilingües catalanes tengan en cuenta lo que saben acerca de los elementos distintivos de la variedad del castellano de Cataluña, y admite que los estudios enfocados a la identificación de un núcleo mínimo de elementos integrados en una supuesta norma propia,

por concentrarse en vocabulario de uso extendido, fácilmente podrían dejar de lado la investigación de una marca transcódica de uso infrecuente como entofuido. No debemos dejar de lado investigaciones del vocabulario innovador espontáneo que no sea de uso extendido o generalizado que nace, de alguna manera u otra, bajo influencia lingüística del catalán (Vann, 2008: 281-282).

Ya aquí hay que preguntarse si realmente se trata, como sostiene Vann, de un uso infrecuente o si no sería, más bien, un hápax que, tal vez, se debe a un lapsus linguae. Y señala el autor:

Descartar una mitad de las marcas transcódicas identificables solo porque quizá sean casos de “interferencia en el habla” cuando hay tan pocas marcas transcódicas identificables en total no nos parece recomendable si es que queremos de verdad llegar a comprender y describir a fondo este dialecto del español y sus referentes culturales (Vann, 2008: 282).

Kempas (2012) explica en una reseña del volumen en el que se publicó el trabajo de Vann:

Robert E. Vann (pp. 269-286) focuses on the function of the adjective entofuido as a marker of code-switching. The use of this marker, consisting of Catalan lexical and grammatical morphemes —the first element, ento, being very uncommon—, is very interesting from the metalinguistic viewpoint. However, this vocabulary item is otherwise so rare in Catalan that it is even not included in Gran Diccionari de la Llengua Catalana