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CLAUDIO LOMNITZ

LA NACIÓN DESDIBUJADA

MÉXICO EN TRECE ENSAYOS

BARCELONA    MÉXICO    BUENOS AIRES    NUEVA YORK

ÍNDICE

 

 

 

CUBIERTA

PORTADA

HOJA DE RUTA

 

I. PRESENTE

MICHOACÁN: FANTASÍA DE LA FAMILIA, FANTASÍA DEL ESTADO

AYOTZINAPA Y LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN

 

II. TEORÍA

TIEMPO Y DEPENDENCIA EN AMÉRICA LATINA

LA ROPA SUCIA DEL NACIONALISMO: ZONAS DE CONTACTO Y LA TOPOGRAFÍA DE LA IDENTIDAD NACIONAL

 

III. MEXICANISMOS

CARLOS CHÁVEZ Y EL NACIONALISMO CULTURAL

OSCAR LEWIS: EN EL PAÍS DE LOS HIJOS DE SÁNCHEZ

OCTAVIO PAZ: EL ENSAYISTA EN SU CENTENARIO

 

IV. EL GIRO NEOLIBERAL

LA DEPRECIACIÓN DE LA VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO CIRCA 1985

TIEMPOS DE CRISIS: EL ESPECTÁCULO DE LA DEBACLE EN LA CIUDAD DE MÉXICO

NARRANDO EL MOMENTO NEOLIBERAL: HISTORIA, PERIODISMO, HISTORICIDAD

 

V. MÉXICO MÁS ALLÁ DE MÉXICO

A CABALLO EN EL BRAVO

POR AMOR A LA PATRIA: LA IDENTIDAD NACIONAL SEGÚN SAMUEL HUNTINGTON

LAS TRAVESURAS DE MEMÍN PINGUÍN

 

BONUS

LA ETNOGRAFÍA Y EL FUTURO DE LA ANTROPOLOGÍA EN MÉXICO

 

NOTA EDITORIAL

NOTAS

CRÉDITOS

COLOFÓN

HOJA DE RUTA

 

 

La nación desdibujada reúne una serie de ensayos acerca de las derivas de lo nacional en tiempos de la globalización.

El libro es una invitación a pensar la cuestión nacional contemporánea y ofrece al lector varios de los puntos de entrada por donde yo he procurado sondear una temática que es de suyo polifacética. La multiplicidad de estrategias de acercamiento mimetiza al objeto de estudio, porque el nacionalismo es una forma cultural de usos y modos múltiples.

Pensar lo contemporáneo pide atender tanto formas sociales emergentes y novedosas como residuales; pide pensar tanto lo inminente —la zozobra ante lo que viene— como los rastros genealógicos que a veces aparecen con tal insistencia que recuerdan a aquello que en el siglo XIX llamaban “atavismo”.

Los estudios culturales que campearon en las humanidades y en algunas ciencias sociales durante los años ochenta y noventa del siglo pasado insistieron casi obsesivamente en el estudio de los fenómenos sociales emergentes. Ésa fue su gran virtud, y muchos de sus practicantes se abocaron a describir el pastiche entre lo arcaico y el high-tech, que tal vez fue el signo más sorprendente de lo posmoderno. Pero esa misma obsesión por lo emergente llevó a que los estudios culturales desatendieran lo residual y desarrollaran pocos estudios históricos serios —más allá del guiño historicista— para explorar la tensión constante que existe hoy entre una nostalgia sobrecogedora y una adopción sin ambages de lo nuevo, venga de donde venga.

Pensar lo nacional hoy supone echarle “un ojo al gato y otro al garabato” —es decir, extender la mirada a lo emergente sin desatender la vitalidad del pasado que se manifiesta en el presente. Podríamos llamar a esto un “imperativo bifocal”, que a su vez responde a la naturaleza misma de la utopía nacionalista, la cual siempre aspira a que los países sean la expresión deliberada de una “nación soberana”, es decir, de un pueblo histórico que existe, delibera y actúa independientemente ante cualquier eventualidad. Se trata, como mencioné, de una utopía o, dicho de forma más neutral, de un “imaginario social” y no de la realidad política de ningún país del mundo, pero eso poco importa. El punto es que la cuestión nacional contemporánea pide abordajes que atiendan a la vez la historia del presente (la genealogía) y la sociología de lo emergente.

 

La selección que presentamos aquí reúne trabajos inéditos o dispersos en distintas publicaciones, algunos de ellos escritos para conferencias, otros para revistas culturales y unos pocos más de corte más bien académico pero relevantes para un público general.

El libro comienza con dos ensayos recientes, hasta ahora inéditos: uno acerca de la crisis de la familia y del Estado, tal como se expresa hoy en Michoacán, y otro sobre la crisis de representación en México, expuesta como herida abierta tras la brutal masacre de Iguala. Estos dos textos introducen la temática de la desarticulación de lo nacional que le da título al libro y que forma parte central de mis reflexiones e investigaciones de estos últimos años.

A inicios de los años noventa, cuando estaban muy en boga las versiones optimistas sobre la globalización, escribí un texto en La Jornada, titulado “La decadencia en tiempos de globalización”, en que alegaba que, mientras Estados Unidos no ofreciera una posibilidad de integración de mercados laborales análoga a la de la Unión Europea, México estaba condenado a desarrollar una fórmula nacional. Es decir, no podíamos abrazar alegremente el internacionalismo globalizador porque para ello había un serio impedimento, que era (y es) la restricción al movimiento internacional de los trabajadores, que contrasta con el libre movimiento que se le ofrecía (y se le ofrece) al capital.

La globalización, de este modo, transformó lo nacional en algo que debía ser apuntalado para evitar la desarticulación social. Había que alentar el nacionalismo ya no tanto para cumplir con aquel ideal romántico que tanto había entusiasmado desde su nacimiento en el siglo xix como por razones defensivas. Así, lo nacional estaba a la deriva: sin la fuerza pasional que lo había inflamado antes, pero con la necesidad objetiva de seguir existiendo. En lugar de ser un ideal de lucha, la nación aparecía ahora como una condena, o al menos como una idea que era necesario volver a trabajar, volver a diseñar y a imaginar. El internacionalismo implícito en los ideales de los entusiastas de la globalización tenía que ser suspendido indefinidamente y había que volver a imaginar otra vez la nación, ya en una configuración económica distinta, sin “desarrollo estabilizador”, sin sustitución de importaciones, sin el fetiche del “mercado interno”.

A decir verdad, mi preocupación por desarrollar una antropología de las sociedades nacionales comenzó tiempo antes de estas críticas a la utopía globalizadora de los años noventa, con mi tesis doctoral, escrita en los años ochenta y publicada en 1995 con el título de Salidas del laberinto: Cultura e ideología en el espacio nacional mexicano. En aquel estudio propuse un abordaje original para estudiar la cultura nacional, que estribaba en imaginarla como una subespecie de cultura regional. Usualmente se define a la nación como una comunidad política soberana o, al menos, como una comunidad con la vocación y el anhelo de ser autónoma e independiente. Esa pretensión de independencia genera su propio imaginario geográfico, en el cual la “región” es imaginada como un espacio “subnacional,” como un interior de la nación, que le pertenece sólo a ella. Pero las naciones no son nunca espacios autocontenidos, ni en lo económico ni en lo político, y por eso no son tan soberanas como pretenden; y las regiones no caben una dentro de otra como si fuesen muñequitas rusas, matrushcas. En vez de imaginar las regiones como cajitas que caben dentro de otras cajas llamadas Estados nacionales, habría que pensarlas como nodos de redes mundiales conectadas transversalmente. Del mismo modo, me pareció útil en aquella obra estudiar la cultura nacional como un tipo específico de cultura regional: ya no imaginar la región como un espacio “subnacional” sino más bien pensar la cultura nacional como una región dentro del mundo. Ésta fue mi entrada al tema de lo nacional.

Durante la década de los noventa, tras la escritura de mi tesis, me dediqué a explorar una serie de temas relacionados con la cuestión nacional. Los resultados de esa exploración se publicaron en dos volúmenes: Modernidad indiana: Nueve ensayos sobre nación y mediación en México (1999) y Deep Mexico, Silent Mexico: An Anthropology of Nationalism (2001). El presente libro incluye un ensayo de Deep Mexico, Silent Mexico que no había sido traducido al español y que propone una manera de abordar las llamadas “zonas de contacto”, esos espacios de interacción en que se genera la identidad nacional. Este ensayo, “La ropa sucia del nacionalismo: zonas de contacto y la topografía de la identidad nacional”, fue una piedra angular para mis análisis posteriores sobre la nación como mecanismo de mediación política, útil para articular y desarticular estructuras comunitarias más o menos jerárquicas: familias, clientelas políticas, alianzas entre fracciones de clase.

En esos mismos años noventa comencé a trabajar en un libro que nunca terminé. Su tema era la crisis de 1982 en la Ciudad de México. Quise escribir ese trabajo por razones personales: había emigrado de la Ciudad de México a la de Nueva York en 1988, desarraigando a mi familia. Mis hijos a veces resentían esa decisión, y la cuestionaron en varios momentos. Quise escribir un libro acerca del México de los años ochenta para que ellos comprendieran algún día el contexto en que los había desarraigado. Pero nunca acabé de escribir ese libro porque a medio camino se me interpuso el tema de la muerte y terminé escribiendo en su lugar la monografía Death and the Idea of Mexico (2005). De cualquier modo, alcancé a trazar un par de capítulos de aquel libro no escrito, y que incluyo en este volumen: un acercamiento antropológico a los tiempos de crisis y un ensayo sobre la depreciación de la vida en la ciudad de México, ambos referidos a los efectos culturales de la crisis de 1982.

Pertenece también a este conjunto de reflexiones un breve ensayo que se publicó originalmente en la revista Fractal, “A caballo en el río Bravo”, que fue un intento de pensar mi relación con Estados Unidos y, a través de ella, la complejidad cultural de la integración norteamericana. Se trata de una cuestión que me ocuparía bastante en años posteriores y que culminaría en mi libro El regreso del camarada Ricardo Flores Magón (publicado en inglés en 2014), el cual ofrece una antropología histórica de la integración política entre nuestros dos países. Además de aquel estudio, desarrollé una serie de trabajos acerca de la integración norteamericana. Entre éstos, el presente volumen incluye dos piezas polémicas: un ensayo crítico de las tesis de Samuel Huntington acerca de la nacionalidad estadounidense —traducido por Fernando Escalante Gonzalbo—, y otro acerca de la cuestión racial en las relaciones México-Estados Unidos.

Otro conjunto temático del libro está compuesto por ensayos dedicados a intelectuales. Mi interés en el papel de los intelectuales en la articulación de la nación data de mi tesis doctoral, es decir, de los años ochenta. Sin embargo, mi reflexión sobre este asunto fue evolucionando, sobre todo a partir de mi propio ingreso al mundo de la prensa y de la opinión (sobre el cual escribo en “Narrando el momento neoliberal: historia, periodismo, historicidad”). Para este volumen he seleccionado tres trabajos que bordan sobre el tema de los intelectuales y la nación. Primero, está el prólogo que escribí para la edición conmemorativa de los cincuenta años de Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis; después, una pieza dedicada a la ensayística de Octavio Paz, a propósito del centenario de su nacimiento; y por último, un breve texto acerca de la cuestión nacional en la generación artística del músico Carlos Chávez. Se trata en todos los casos de ensayos libres, y no de estudios académicos, que ofrecen claves de interpretación que considero útiles para pensar el fenómeno de los intelectuales y la nación en el siglo XX.

A manera de bonus track, el libro cierra con el texto de la conferencia que presenté en el 50º aniversario del Museo Nacional de Antropología de México. Se trata de un llamado al reconocimiento de la sociedad mexicana desde la etnografía. La sociedad mexicana se ha transformado aceleradamente en los últimos treinta años, y esa transformación ha ido de la mano de una seria crisis de representación —casi una bancarrota de la representación política e intelectual de la sociedad—. En un contexto así, de desfase entre la sociedad y sus mecanismos de representación, urge volver a la fenomenología, y por eso necesitamos tanto, hoy, de la etnografía.

La selección de los ensayos incluidos en este libro busca también reflejar la experimentación formal en mis escritos de estas décadas. Mi trabajo ha sido muy consistente en cuanto a su preocupación central: durante toda mi carrera he procurado desarrollar una antropología histórica de las sociedades nacionales. Pero esa obsesión temática ha ido de la mano de la exploración de una gran variedad de temas concretos (cultura regional, historia de la muerte, antropología de la revolución, etc.), y también de cierta apertura a la experimentación formal. El artículo académico y la monografía me han sido fundamentales, desde luego, pero también lo han sido el ensayo, la reseña polemizante y el artículo de opinión. En los últimos años he experimentado incluso con la escritura teatral. Este libro privilegia el ensayo y la obra polémica.

Agradezco a Rafael Lemus y a la editorial Malpaso la iniciativa de reunir estos trabajos, y a Marianela Santoveña, su trabajo de traducción. Espero que los ensayos comprendidos en este libro ofrezcan, en su conjunto, una rica introducción al problema de la articulación y desarticulación de la nación mexicana en el mundo contemporáneo.

I.    PRESENTE