1/ La sucesión de las entrevistas guarda relación aproximada con el año en el que cada docente comenzó a dar clase.

Pío Maceda Granja

MAESTRAS Y MAESTROS DE LA DEMOCRACIA

HISTORIAS DE VIDAS PROFESIONALES


Primera edición: noviembre 2018

© Pío Maceda Granja

© de esta edición: Laertes S.L. de ediciones, 2018

www.laertes.es

ISBN: 978-84-16783-62-5

Fotocomposición: JSM

Cubierta: Fotografía de portada cedida por la Escuela de Verano de «Acción Educativa»

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Para las personas que han trabajado y para las que siguen trabajando por la mejora de la enseñanza.

Y como recuerdo de la pareja formada por Magali Alonso y Aniceto Prieto, maestros amigos, a quienes la enfermedad separó de la vida

al borde de la jubilación.

Presentación

Desde hace tiempo le venía dando vueltas a la idea de reflejar la labor de las maestras y maestros de la democracia. Tenía claro que no podía hacer esa tarea solo. La voluntad de hacerlo se había acrecentado al ver la película documental Las maestras de la República y leer el libro del mismo título, editado por Elena Sánchez de Madariaga.

En la Sección de Educación del Ateneo de Madrid, donde la propuse, acordamos utilizar grupos de trabajo a los que invitaríamos a personas con experiencias interesantes. Pero aparcamos esa iniciativa para brindar el espacio a los debates sobre el pacto educativo.

Jaime Ruiz, presidente de la Sección, me sugirió entrevistar a personas amigas. Me gustó la idea y llegué a la conclusión de que el mejor camino sería conseguir que los entrevistados reflejasen sus inquietudes, sus proyectos... su implicación en los centros y en su entorno...

Decidí entrevistar a personas cuya trayectoria conozco bastante bien, para aproximarme a lo que hacían Gerda Taro y Robert Capa: «Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente». Intuí que lo esencial era escuchar bien sus experiencias ya que condensan muchas horas de reflexión sobre la práctica —propia y compartida— que es la que ayuda a mejorar. En las entrevistas descubrí aspectos que no conocía y me conmovieron algunos detalles. ¡Ojalá acierte al reflejarlo!

Los maestros y profesores que nos fuimos incorporando a las aulas en los años setenta coincidimos con otra generación que había educado a los niños y niñas en los valores del nacional-catolicismo. Aquellos años vivimos el final de un régimen y el nacimiento de otro, con las esperanzas, las dudas y los retos que supuso dicho cambio.

Los jóvenes de entonces habíamos nacido en los años cuarenta y cincuenta, muchos en poblaciones rurales, en aquella España pobre y falta de libertades. Sólo el 30% de los alumnos de Primaria comenzábamos el Bachillerato a los 10-11 años tras superar un examen de ingreso. Esa minoría era mucho más acentuada en el mundo rural. Según datos del Libro Blanco de 1969 que sirvió de base a la Ley General de Educación, de 100 niños hijos de trabajadores del campo que iniciaban Primaria, sólo el 4,2% cursábamos la enseñanza media y el 0,2% una carrera superior. En el caso de los obreros manuales los datos eran del 15,4% y el 2,6%, respectivamente, mientras que los hijos de profesionales liberales estudiaban Bachillerato un 50% y estudios universitarios un 6%.

Dado que había pocos institutos de Bachillerato, sólo un 22% estudiaba en ellos y el resto lo hicimos en colegios religiosos o academias.

Aunque estos porcentajes cambiarían bastante, sobre todo en los ochenta, es bueno recordar que los maestros y profesores de nuestra generación formamos parte de aquella minoría que pudo seguir estudiando después de la Primaria.

Nos tocó acercarnos en las aulas a los grandes cambios culturales que han transformado la manera de vivir: revolución feminista, revolución digital, consumismo, contaminación, conciencia ecológica, facilidad de acceso a la información, relativización de los valores... Los maestros y maestras —el profesorado en general— intentamos que los niños y las niñas entendieran estos cambios. Lo hicimos con más voluntad que habilidades porque nos faltaba formación. A pesar de las limitaciones, les ayudamos a crear hábitos de trabajo y de vida, a relacionarse...

En estas historias de maestras y maestros de la democracia, quienes cuentan su vida profesional nos acercan a ella a través de una senda que recorre las últimas décadas.

El libro se abre con tres entrevistas imaginadas. Las dos primeras, a Marta Mata i Garriga y a Luis Gómez Llorente, simbolizan el puente hacia la educación de la Segunda República salvando el trauma del franquismo. La tercera, la dedico a Xavier Melgarejo i Draper, que investigó durante más de diez años el sistema educativo finlandés para buscar la manera de mejorar la educación en su centro y en otros centros de nuestro país y compartió con generosidad sus hallazgos.

Soy consciente de que unas pocas vidas profesionales no pueden reflejar lo conseguido por cientos de miles de docentes —la mayoría mujeres— a lo largo de casi cinco décadas. Se podrían hacer muchos libros, y animo a hacerlos, sobre otras vidas igualmente comprometidas. A pesar de eso, confío en que las experiencias contadas ayuden a descubrir que la generación que ha entregado el testigo a los jóvenes dedicó muchas energías a impulsar comunidades educativas, renovando métodos, poniendo al alumnado en el centro de sus preocupaciones y animándolos a formarse como ciudadanos.

Varias entrevistas reflejan la renovación de la etapa Infantil; otras, muestran el trabajo en colegios e institutos de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional. Explican el esfuerzo de construir y renovar equipos en torno a un proyecto. Un entrevistado cuenta cómo utilizó la metodología activa con su alumnado en la Universidad. También aparecen cambios relevantes para la vida de los menores protegidos. Varios docentes plantean la necesidad de educar en contacto con la naturaleza y de enfrentarnos al cambio climático. Otros muestran un buen uso de la política en los municipios y en la Consejería de Educación.

Cuando pensaba que estaba haciendo un trabajo original descubrí, gracias a Consuelo Uceda, el libro Vivencias de maestros y maestras. Compartir desde la práctica educativa (2005), coordinado por Francisco Imbernón, en el que ella, junto a docentes de diferentes ciclos de la enseñanza obligatoria, reflejaron su experiencia por escrito, aunque en ese caso las entrevistas aparecen acompañando los distintos apartados que desarrolla el autor.

He añadido un breve Epílogo en el que recojo los cambios legislativos y culturales que han afectado a la escuela en las últimas décadas para que, quien lo desee, pueda completar el contexto.

Leganés, junio de 2017

Tres entrevistas imaginadas

Marta Mata i Garriga (1926-2006)

Impulsora de la formación permanente

No me costó conseguir que Marta Mata aceptara la entrevista. «Eso sí —me dijo—, ya no estoy para viajar a Madrid. Le pediré a una amiga que me lleve a la casa familiar de Saifores, para que no tengas que llegar tú a Barcelona. Allí nos veremos».

—Bienvenido a mi pequeño pueblo —me dijo Marta con una sonrisa.

Le comenté que mis primeros recuerdos de contacto con ella son la Escuela de Verano de 1974 y también una charla que dio en la Seo de Urgell a la que acudí cuando pasé allí cuatro meses de mi servicio militar.

—¿En qué fecha fue aquello? —preguntó Marta.

En 1975, unos meses después de que la asamblea de la Escuela de Verano de Rosa Sensat votase la «Alternativa por una nueva Escuela Pública», que se completaría el año siguiente con el documento «Per una nova Escola Pública Catalana», le respondí.

—Fue un documento muy debatido —resumió Marta— con el que pretendimos retomar los valores de la escuela de la república teniendo como el horizonte la democracia por la que luchábamos. Otros documentos similares fueron debatidos en Madrid y Valencia. Éramos conscientes de que esa nueva escuela pública sólo sería posible en una situación de cambio democrático que garantizase las libertades, mientras que para la reelaboración que se hizo para la Escola d´Estiu de 1976 recurrimos a grupos de trabajo centrados en el ámbito de Cataluña.

A los lectores les interesará conocer cómo recuerda sus años escolares, le pregunté.(1)

—Recuerdo a mis maestros en el Grupo Escolar «Pere Vila»: la asturiana Ángeles Echavarri en párvulos que se esforzaba por entenderme en catalán; Teresa Vila —que nos hacía observar las manos del cuadro La primavera de Boticelli «manos que señalan, recogen, piden, juegan, sostienen, dan, acarician...» (con ella «hice la primera poesía de cuatro líneas sobre una golondrina que se va y una hoja que cae»). En primer curso, con mi madre, Ángels Garriga, visité el primer museo y ya hicimos excursiones.

¿Qué recuerda del Bachillerato?

—Del Instituto-Escuela recuerdo a Angeleta Ferrer Sensat que nos daba ciencias naturales, trabajos manuales, danza, humanidad... que luego sería la primera profesora de la Escuela de Maestros «Rosa Sensat»; al doctor Josep Estalella —un físico prestigioso que había dado clases en el Instituto Escuela de Madrid y era director del nuestro— que daba unas explicaciones muy sugestivas: nos hacía observar la Física que se aprende andando en bicicleta, el sabor de las bellotas del Montseny, nos hacía observar el polvo del Sáhara tras la lluvia... Me hizo amar las ciencias. En el Instituto-Escuela no había solución de continuidad entre una actividad y otra, ni entre el compañerismo en el estudio y en el juego... la formación cívica los enlazaba.

Ese período coincidió con la guerra civil.

—En 1937 tuvimos por compañeros a niños refugiados a causa de la guerra, algunos del Instituto Escuela de Madrid. Yo me encargué de la hija del profesor Puig Adam, Emilita, que era frágil y de una belleza melancólica. El final de la guerra civil puso fin a aquella hermosa experiencia.

¿Cómo pudo continuar?

—Terminé el Bachillerato en el Instituto «Verdaguer» en 1943 y me matriculé en los Estudios de Ciencias Naturales de la Universidad de Barcelona. Antes de acabar el primer curso me puse enferma (tuberculosis). Pasé una larga convalecencia de cuatro años en la casa familiar de Saifores. Leí mucho en aquella época. Mi enfermedad acabó curándose. Quien no tuvo esa suerte fue mi madre que, imposibilitada por una parálisis, se instaló también en la casa de Saifores en 1946. Pasaríamos 20 años juntas.

Vd. dedicaría ese tiempo a cuidarla.

—Sí. Lo viví de forma muy natural —mi padre había fallecido mucho antes, en un accidente laboral en 1934—. Mi madre no podía andar pero en lo demás era una mujer muy fuerte que me transmitió día a día su amor a la escuela y sus vivencias pedagógicas.

Me gusta una foto de 1951 en la que Vd. con una media sonrisa y su madre, en la silla a su lado, con una sonrisa amplia, cogidas del brazo, miran a la cámara.

—Es una foto a la que le tengo cariño. Mi madre era muy alegre.

Le comento a Marta que para preparar la entrevista busqué lo que pude y que me gustó mucho la entrevista que le hizo la joven escritora Montserrat Roig, emitida por TVE en enero de 1977, en la que dice que las raíces de su vocación y su ideario educativo están en Saifores, y en sus años de aprendizaje en el «Pere Vila» y en el Instituto-Escuela de Barcelona en la época de la República. Que sus primeras experiencias como maestra fueron en 1948 en su casa familiar, orientada por su madre que tenía la mente muy activa de lo que es un buen ejemplo, entre otros, el libro Beceroles (1965), el primer texto de aprendizaje de la lectura en catalán escrito en la posguerra.

—Recuerdo —comentó Marta—, que Montserrat Roig, a la que perdimos demasiado joven, estaba muy comprometida con los derechos de la mujer y, en general, haciendo el programa Personatges. Le agradecí que hubiese pensado en mí junto a otras personas con más méritos en Cataluña y me dijo que yo era un símbolo para muchas mujeres. Eso de ser un símbolo me hizo reír y ella se rio también. Recuerdo que comenzamos hablando de las gardenias que había en la entrada del Instituto Escuela que se mantuvieron bien porque sabíamos que al entrar y al salir debíamos observarlas y disfrutar de su belleza pero no tocarlas. Esas gardenias desaparecieron al final de la guerra civil como despareció aquel modelo de escuela y todo lo que conllevaba.

Vd. contaba en aquella entrevista que trabajaba aprovechando el tiempo libre de los niños de su pequeña localidad de apenas 60 habitantes.

—A la vez volví a hacer estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras, como alumna libre para no tener que trasladarme a Barcelona. Formé parte de la primera promoción de licenciados en Pedagogía, especialidad que se había reiniciado tras ser suprimida en 1939. No retomé los estudios de Ciencias Naturales porque eso implicaba vivir en Barcelona y, sobre todo, porque me había ganado el amor la pedagogía.

La pasión de su madre Àngels Garriga venció a la que le había transmitido su profesor Josep Estalella.

—Es una manera de expresarlo. Al terminar Pedagogía, comencé a hacer el doctorado y a trabajar en una tesis sobre la escritura en lengua catalana que dejé inacabada porque la actividad de la Escuela de Maestros me absorbía todo el tiempo.

De aquellos años también quiero destacar el contacto con Alexandre Galí y Artur Martorell, ambos muy comprometidos con la renovación pedagógica y la cultura catalana. Los considero, junto a mi madre, mis grandes maestros e inspiradores. Ambos impulsaron en Cataluña el método Montessori y el aprendizaje activo y escribieron libros tan decisivos para la lengua catalana como fueron la Introducción a la gramática de Galí o las Lecturas selectas, de Martorell, publicados poco antes de la guerra civil.

En la entrevista con Montserrat Roig dice de pasada que su larga convalecencia puede explicar el hecho de que no tuviese una pareja como otras jóvenes de su edad.

—Nunca me ha gustado hablar de la vida privada, pero creo que fue ella quien lo sugirió y yo acepté que aquella larga convalecencia me influyó en muchos sentidos.

¿Cuándo se planteó que era útil incorporarse a un partido político?

—Lo pensé bien y vi que podía ayudar más desde esa posición. En 1976 me afilié a Convergencia Socialista que se integró en el partido socialista de Cataluña.

Hizo algo similar otra pedagoga, María Rubies, que se afilió a Convergencia Democrática de Cataluña, le dije.

—María impulsó un centro innovador, «L´Espiga», en Lleida. Y contribuyó al prestigio de la etapa infantil difundiendo sus ventajas en un documental dedicado a las familias trabajadoras que entonces aún no compartían la necesidad de escolarizar a edades tempranas. Estábamos en partidos diferentes pero ambas defendíamos mejorar la escuela.

¿De qué iniciativa se siente más satisfecha?

—Sin duda de la Escuela de Maestros «Rosa Sensat». Recuerdo los encuentros con los otros impulsores de la iniciativa —M.ª Antonia Canals, Jordi Cots, M.ª Teresa Codina, Enric Lluch, Pere Darder y Anna Roig— y su puesta en marcha en 1965, diez años antes de la muerte de Franco. Nuestro objetivo era recuperar la escuela pública catalana, su tradición pedagógica, su lengua y su cultura. Para que pudieran asistir los maestros, organizamos cursos por la tarde. Sabíamos que no éramos originales sino que volvíamos a hacer lo ya iniciado durante la Mancomunitat de Prat de la Riba (suprimida por la dictadura de Primo de Ribera) que había potenciado, durante tres cursos, la formación de maestros para innovar la escuela. Y, meses después, en el verano del 66, organizamos la primera Escuela de Verano de «Rosa Sensat» que contó con 150 asistentes. Al año siguiente serían 500.

No sabría decir una cifra, pero éramos muchos el primer año que asistí, le dije. Fue en 1974.

—¿Cómo viviste aquella experiencia? —me preguntó.

Fue una inyección de ánimo para el trabajo en la escuela en la que trabajaba, el «Emili Vallés» de Igualada. A finales de 1976 me suscribí desde el primer número a la revista Perspectiva Escolar y aún sigo recibiéndola, le dije.

—¡Eso es fidelidad a una publicación! —comentó.

Me he mantenido por el interés de los temas que trata y porque en las casi cuatro décadas que llevo en Madrid, leer una revista en catalán me ayuda a refrescar ese idioma.

Això està molt bé! —subrayó.

Marta alabó mi esfuerzo por mantener la lengua catalana. Yo le expliqué que, en mi caso, cada noche cuando llamo a mi madre utilizo el gallego de una aldea de El Bierzo y, quizá por eso, me parece natural emplear el catalán cuando hablo con amigos de Cataluña. Si no lo he utilizado en la entrevista es porque la relación que he tenido con Vd. se estableció en castellano.

En aquel momento de la entrevista nos paramos a ver a un grupo de adolescentes —alojados en los pabellones de la Masía— que regresaban con dos profesoras de una salida para estudiar el entorno. «Me emociona pensar que el lugar donde viví con mis padres y di mis primeros pasos como maestra sigue siendo útil para la educación», subrayó.

—¿De qué otros temas quieres que hablemos? —me dijo sonriendo.

Hablemos del primer Congreso de los Movimientos de Renovación Pedagógica que se celebró en Barcelona en diciembre de 1983, le respondí. Usted tiene autoridad para comentarlo pues animó al ministro Maravall y él asumió ese compromiso en Salamanca durante el V Encuentro de MRPs en marzo de aquel año. ¿Qué valoración hace de aquella experiencia?

—Recuerdo muchos momentos. En la casa familiar de Saifores se realizó el diseño y preparación de aquel Congreso. Aquí acudieron, en nombre del Ministerio, Helena Juárez, Roberto Rey y María Josep Udina junto a representantes de los MRPs de los diferentes territorios: Inmaculada Ortega de La Rioja, Fidel García-Berlanga del País Valenciano...

El tema central den Congreso fue «La Renovación Pedagógica para la Escuela Pública» (bases pedagógicas, currículo, gestión, participación y organización escolar..., formación del profesorado...). Contó con más de 600 participantes. En el discurso de clausura el ministro Maravall se comprometió a analizar con detalle las conclusiones y apoyar a los MRPs y financiar las Escuelas de Verano con una cantidad de 65 millones de pesetas.(2) ¿Asististe con la delegación de MRPs de Madrid? —me preguntó Marta.

Participé como sindicalista, trabajo en el que estaba volcado. Mi relación con los MRPs era con los seguidores de Freinet, contagiado como otros maestros de Barcelona por el entusiasmo de Josep Alcobé que había tratado a los maestros de la República.

—Josep Alcobé hizo una labor muy importante.

Vd. es una maestra que se reconoce públicamente como cristiana y, a la vez, defiende que la religión no debe darse en la escuela. Me gusta la respuesta que dio a José María Martí Font en una entrevista que se publicó en El País el 24 de mayo de 2004:

«Es curioso, en este país la educación en la religión ha sido obligatoria desde el inicio. A tu hijo se le enseñaba obligatoriamente el catecismo desde 1850 hasta 1931. No había concepción de escuela laica. Luego, los primeros que dijeron que la escuela debía ser laica, la República, perdieron la guerra. Y los segundos somos estos desventurados socialistas que de vez en cuando perdemos el Gobierno y de vez en cuando lo tenemos. Ahora lo hemos vuelto a coger. El argumento de la religión en la escuela es una vergüenza nacional y también religiosa. Yo, como maestra cristiana, cuando he querido hacer educación religiosa he ido a la parroquia, he hecho catecismo y he aconsejado a los padres de las escuelas en las que he trabajado que vayan a la catequesis de la parroquia. La religión principal de la escuela es la de la convivencia, del civismo, y en la escuela deben aprender a convivir distintas creencias y convicciones. Éste es el objetivo de la escuela. De la escuela pública, indefectiblemente, pero yo diría que de toda la escuela».

—Es un punto de vista que he defendido a lo largo de los años —comentó.

Vd. fue diputada en las Cortes constituyentes y también en el Parlament de Catalunya, senadora, concejala de Educación del Ayuntamiento de Barcelona y presidenta del Consejo Escolar del Estado...

—En todos esos cargos me ocupé de apoyar la renovación educativa.

Su amigo el president Maragall resumió su vida diciendo: «nos trasladó íntegramente la tradición pedagógica catalana en su máximo esplendor».

—Pascual Maragall es un gran amigo. Y los amigos exageran cuando hablan de una.

En 2002 Vd. dimitió siendo vicepresidenta del Consejo Escolar del Estado cuando vio que el PP era totalmente refractario a negociar el contenido de la LOMCE en el que lograría imponer su modelo educativo.

—Estuve en el Consejo Escolar desde los primeros pasos, incluida la redacción de su reglamento. Pensaba que era un espacio adecuado para dar voz al pluralismo de las nacionalidades y regiones. Cuando vi que el PP negaba el debate y esa pluralidad, creí importante subrayarlo dimitiendo. Poco después ganaría las elecciones Zapatero y asumí la presidencia del mismo como un reto para abrir el Consejo a todas las opiniones.

Pero bajo su presidencia los conservadores exigieron su dimisión tras las votaciones del 17 de febrero de 2005 sobre la asignatura de Religión.

—Hicieron bastante ruido. Pero no podrán decir que no tuvieron la oportunidad de argumentar sus posiciones. Lo que ocurre en las organizaciones es que se vota y los acuerdos se adoptan por mayoría. Aquel día acordamos trasladar al Ministerio que la asignatura de Religión no formase parte del horario escolar. Podía seguir dándose en el centro al finalizar dicho horario. Y también invitamos al Gobierno a denunciar los acuerdos Iglesia-Estado en la medida que no respetan la libertad de las familias que no quieren educación religiosa.

Otro aspecto sobre el que quiero pedirle opinión es el de la relación entre centros públicos y centros privados.

—Se utiliza el concepto «libertad de elección» para favorecer el trasvase de alumnos de unos centros a otros. Es un concepto engañoso porque muchas familias humildes no pueden elegir ya que en el mundo rural y en los barrios más deprimidos no hay opciones, mientras que quienes de verdad eligen son los titulares de los centros privados que, salvo honrosas excepciones, seleccionan el alumnado.

Copio la frase de un texto que le dedicó a recordar a Mariano Pérez Galán para subrayar su apoyo al entendimiento entre Barcelona y Madrid: (3) «Para nosotros Assumpta Baig, Irene Balaguer, Josep M. Bas, Monstserrat Casas, Jordi Menéndez, Mariano Royo, M. Josep Udina y yo misma, tú formabas parte de un vosotros con Carmina Ferrero, Luis Gómez Llorente, Victorino Mayoral, Lola Requena, Aurora Ruiz, Pepe Torreblanca. Y pronto formaríamos un “nosotros” de fondo marino, que resistió y ha de resistir muchas tempestades aún».

—Personas de Madrid y Barcelona comprometidas con la escuela pública, establecimos una relación fuerte y duradera que se acrecentó con el paso del tiempo.

Termino con una frase suya sobre cómo siente España que copio de un discurso de Luis Gómez Llorente en un homenaje a Vd.:(4)

«Para mí, nación es aquello que nos hace nacer a una cultura. Mi nación es Cataluña. Pero para mí España es algo vital, es mi vida. Para mí España es España, no es el Estado español, y es mía también».

—Así lo siento.

Muchas gracias. Ha sido un placer conversar con Vd.

Nos despedimos y desde el coche de mi amiga María Noguera que me llevaría a la estación del Camp de Tarragona vi a Marta rodeada por un grupo de adolescentes de los que están alojados en los pabellones de aquella masía en los que acogen alumnos y profesores para colonias escolares. María me contó que había hablado con uno de los profesores y le dijo que venían de un Instituto de Igualada.

(1) Los contenidos referidos a su infancia y estudios los saqué de la entrevista que tuve la oportunidad de hacerle en 1997 con el título «Conversando con... Marta Mata», publicada en el número 3.327 de la Escuela Española, en junio de ese año.

(2) Las respuestas referidas al Congreso de los Movimientos de Renovación Pedagógica están sacadas de textos de M.ª Josep Udina, Aurora Ruiz y Albert Sansano del libro Marta Mata i Garriga, una vida para la educación, editado por el Consejo Escolar del Estado en 2007. (Aurora Ruiz comenta que ella acudió también a una reunión con Mariano Pérez Galán que dirigía el Gabinete de Educación y Cultura de la Presidencia del Gobierno de Felipe González, lo que muestra el nivel de apoyo que quiso dar el Ministro Maravall a aquel Congreso.)

(3) Texto de Marta Mata: «Carta, semipersonal, semiaberta, a Mariano Pérez Galán» publicada en el libro Por la Escuela Pública: Homenaje a Mariano Pérez Galán. Fundación Cives, 1998.

(4) Discurso de Luis Gómez Llorente: «Marta Mata o la escuela liberadora», Madrid 5 de mayo de 2007. http://firgoa.usc.es/drupal/node/35691

Luis Gómez Llorente (1939-2012)

Un referente ético

Cuando Luis llega a la cita en la Escuela «Julián Besteiro» de UGT, nos sentamos en el hermoso patio ajardinado porque hace buena temperatura.

Le comento lo que ya le había dicho por teléfono:

Me gusta que hagamos aquí la entrevista porque es donde nos hemos relacionado en las reuniones del Colectivo «Lorenzo Luzuriaga». Le conocía desde mucho antes por sus intervenciones en el Congreso de Diputados en el período constituyente de finales de los setenta. Pero no le traté hasta que Mariano Pérez Galán me invitó a participar en las reuniones del Colectivo.

—Esta escuela es un buen lugar —me dice—. Llevamos varios años viéndonos aquí con regularidad para debatir temas de educación convocados primero por Pepe Torreblanca y, después, por Aurora Ruiz. Otro motivo que me hace grato este lugar es porque la «Julián Besteiro» es el marco concebido por UGT para la formación de sus cuadros y, cuando dejé la primera línea política, dediqué una parte de mis energías a esa tarea —subrayó.

Lleva Vd. algún tiempo sin venir, le digo.

—Los debates del Colectivo son muy gratos para mí. He dejado de acudir a algunas reuniones por problemas de salud.

Disfruto, le digo, escuchando sus intervenciones porque suelen ser muy claras y, también, porque me hacen evocar sus discursos políticos en el Congreso de los Diputados.

—Eso fue hace mucho tiempo. Dejé el Congreso de los Diputados en 1982, respondió esbozando una sonrisa.

Estuve en Saifores con Marta Mata y, al preparar aquella entrevista, encontré un texto suyo sobre la relación que tuvieron como personas del partido socialista preocupadas por la educación.

—Ella sabe mucho más que yo de educación. He de confesarte que los primeros años que Marta viajó a Madrid nosotros la veíamos como la compañera que venía de Barcelona y nos presionaba para que aceptáramos integrar en nuestros postulados las reivindicaciones lingüísticas y culturales de Cataluña. Ella nos ayudó a comprender la importancia de la escuela en lengua materna, y también lo importante que era para la formación y cultivo de la identidad colectiva del pueblo. Marta acuñó la idea de que «pedagogía es política».

Es cierto, aunque la derecha lo niega a la vez que hace lo posible por controlar la escuela.

—Lo suyo es controlar todo lo que puede —subrayó.

Para preparar la entrevista he buscado en internet y también en un libro en el que amigos como Antonio García Santesmases, Manolo de la Rocha, Aurora Ruiz, Carlos López Cortiñas, Victorino Mayoral, José Torreblanca, Antonio Chazarra...(1) escriben sobre su contribución a la ética de la política, a la legislación educativa y otros aspectos.

—Los que citas son amigos que tenderán a agrandar las virtudes y a ocultar mis defectos —precisó.

Escribe también Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, que fue ministro de Educación con Adolfo Suárez, y le define como «temible dialéctico», «de verbo elocuente». Cuenta aspectos de su biografía desconocidos para mí: su polémica con el poeta Pemán, en la que Vd. argumentaba a favor de la forma de gobierno republicano frente a la defensa de la monarquía que hacía el poeta.

—Pemán era una figura muy destacada del bando que había ganado la guerra civil y escribía habitualmente en el diario ABC. Yo creía que mi obligación como ciudadano y socialista era defender el modelo republicano. Sigo pensando lo mismo.

Creo que su discurso más contundente sobre este tema fue el que pronunció en las Cortes en 1978 argumentando por qué el PSOE seguía defendiendo la forma de gobierno republicana. Y por qué, sin renunciar a ese objetivo, no hacían de la monarquía un elemento que dificultase el consenso necesario para aprobar una Constitución que fuera de todos:

«... el socialismo, en la oposición y en el poder, no es incompatible con la monarquía cuando esta institución cumple con el más escrupuloso respeto a la soberanía popular y a la voluntad de reformas y aun transformaciones que la mayoría del pueblo desee en cada momento, ya sea en el terreno político o económico».

Dicho así, hoy lo suscribirían muchos que son críticos con la monarquía.

—En democracia debemos poder criticar todas las instituciones sin salvar ni a la monarquía que hasta ahora se ha salvado como en la obra de Rojas Zorrilla Del rey abajo, ninguno. Otra cosa es que, como dije entonces, la monarquía respete la soberanía popular que es la base de la democracia y que, a la vez, respete la voluntad de reformas que la mayoría del pueblo desee.

Díaz-Ambrona cuenta también como, siendo Vd. estudiante de Filosofía y Derecho en la Universidad Complutense, un grupo falangista le dio una paliza, después de taparle la cara con una gabardina, y arrinconarle en unos servicios próximos al salón de grados de la Facultad de Derecho. Cuenta que le vio salir sangrando por la nariz diciendo que no había sido nada.

—En aquella época otros sufrieron mayor represión —dijo.

Dice también Díaz-Ambrona que en una sentencia de 30 de julio de 1962 que le condena, junto a Miguel Ángel Martínez, porque «profesan ambos las ideas del socialismo marxista» y, además, por ser organizadores de las Juventudes Socialistas.

—Me remito a la respuesta anterior.

Me gustaría que comentara su trabajo en el partido socialista.

—Citaré algunos momentos destacados. En marzo de 1961, una pequeña delegación de socialistas madrileños acudimos al Congreso de la Federación Nacional de Juventudes Socialistas de España que se celebró en Toulouse. Cinco meses después, participaríamos en el Congreso del PSOE que se celebró en Puteaux.

¿Qué recuerda de aquel Congreso?

—Los delegados de la clandestinidad que llegábamos de España pedimos permiso para que yo pudiera defender la ponencia que habíamos elaborado. Era una ponencia más radical que la línea dirigente del PSOE en el exilio pues proponía reorientar la política del partido hacia la acción clandestina dentro del concepto de la lucha de clases. Tras mi intervención en la que traté de tú al compañero Indalecio Prieto, éste decidió responderme. Fue muy duro, argumentando que las propuestas que llevábamos no eran más que «tretas comunistas» y que llevarlas a la práctica significaría el final del PSOE. El discurso de Indalecio Prieto —reconoce Luis— dejó tocada nuestra ponencia que no se publicó como habríamos deseado para que pudieran leerla todos, pero nos ganamos el respeto. Indalecio Prieto —que fallecería el año siguiente— nos reconoció valentía y lealtad al partido.

Fue Vd. muy activo desde joven.

—De las Juventudes pasé a la dirección del partido en Madrid y, unos años después, a la Ejecutiva del PSOE liderada por Felipe González. Fui portavoz parlamentario en la primera legislatura.

Recuerdo intervenciones suyas en el debate del Artículo 27 de la Constitución. Dice Victorino Mayoral que Vd. fue particularmente impulsor del punto 7 del artículo 27 que garantiza la intervención de la comunidad escolar en el control y la gestión de todos los centros financiados con dinero público.

—Defendí en 1978 la proposición de Ley de Consejos Escolares cuyos fundamentos están en el libro La Escuela Pública comunitaria que Victorino Mayoral y yo escribimos para mostrar que la escuela no es del Estado, ni de los docentes, sino de la comunidad.

Fue una época intensa. Muchos socialistas y comunistas y personas válidas de UCD trabajamos para que la democracia llegara tras tantos años de oscuridad.

Victorino Mayoral subraya que sus discursos llegaban al corazón de audiencias muy diferentes. Pone como ejemplo la explicación de la alternativa educativa socialista a una asamblea de familias mineras en Tuilla (Asturias) y en el Club Siglo XXI (Madrid) en 1979: «Explicó las mismas premisas en ambos lugares con públicos bien diferentes y sus mensajes emocionaron a los oyentes».

—Los maestros y profesores solemos explicar las ideas con claridad. Siempre lo he hecho así. ¡Cómo no vas a explicar bien aquello en lo que crees!

Francisco Umbral escribió sobre Vd. en El País del 15 de febrero de 1980: «Contra el botafumeiro nacional católico que contamina las escuelas del padre Astete, la pipa de Gómez-Llorente es un colegio caliente y breve de niños invernizos, laicos y desescolarizados, en la esquina del llorentismo crítico y esencial. Gómez Llorente y Eulalia Vintró están haciendo la guerra de los niños. La guerra de la escuela libre. La derecha, en este rollo, pide libertad económica, y la izquierda pide libertad ideológica».(٢)

—Tuve buena relación con Lali Vintró, del Partido Comunista. Bueno ella era de la rama catalana: el PSUC.

Aunque muy poco, también la traté, dije. ¿Qué le llevó a dejar la política institucional en 1982?

—Como Felipe González y Alfonso Guerra impulsaron, tras un Congreso extraordinario, la línea política que habían perdido en el 28º Congreso donde logramos mantener la orientación marxista, opté por retirarme para dedicarme al estudio y a la formación en la UGT.

Nicolás Redondo, líder de UGT, escribió sobre su labor allí: «... su voluntaria reclusión en la vida profesional y en la militancia sindical fue una suerte, un beneficio para la UGT, para la FETE. Influido por los principios socialistas de Besteiro y Fernando de los Ríos, se esforzó en establecer una profunda relación entre el alma de la Universidad y el alma del taller». ¡Qué expresión más ilustrativa!

—Me sentí muy querido en mi trabajo dentro del sindicato.

¿Le pidió opinión el ministro Maravall para poner en marcha las leyes educativas?

—Lo hizo conmigo, como con muchas otras personas. Recuerdo una reunión que tuvimos a la caída de la tarde en la Fundación Pablo Iglesias para hablar de cómo asegurar que las empresas privadas cumplan la ley: participación de la comunidad educativa, y pago delegado al profesorado de la concertada, cumplimiento de requisitos supervisados por la inspección...

José Torreblanca escribió que estaba la calefacción apagada y que, siendo Vd. friolero, se cubrió las rodillas con un periódico.

Laicidad, educación y democracia,La Escuela Pública comunitaria

(2) La cita de Francisco Umbral la tomé de la revista Educar(NOS) n.º 76 dedicada a «Luis Gómez Llorente: hombre de pacto».