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Siglo XXI

Paul Strathern

Nabokov

en 90 minutos

Traducción: Sandra Chaparro

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Muy pocos autores del siglo XX, si es que hay alguno, pueden alardear de haber escrito tantas obras maestras. Al usar el inglés, Nabokov transformaba la lengua haciéndola enteramente suya. Le iba a su carácter como un guante: su compleja articulación, sus florituras y guiños, encajan perfectamente con la complejidad de su mente de hechicero. Cada juego de manos cuadra con cada adorable artificio del pensamiento como una extensión sigue a otra y cada obra maestra a la anterior. Ninguna lista de maestros del siglo XX estaría completa sin él.

En Nabokov en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece un relato conciso como riguroso de las ideas y vida de Nabokov y explica su influencia sobre la literatura y en la lucha del hombre para entender su lugar en el mundo. El libro incluye asimismo una cronología de su vida y época, así como lecturas recomendadas para quienes quieran saber más.

«90 minutos» es una colección compuesta por breves e iluminadoras introducciones a los más destacados filósofos, científicos y literatos de todos los tiempos. De lectura amena y accesible, permiten a cualquier lector interesado adentrarse tanto en el pensamiento, los descubrimientos y la obra de cada figura analizada como en su influencia posterior en el curso de la historia.

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RAG

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Título original

Nabokov in 90 minutes

© Paul Strathern, 2005

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2016

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1815-3

Introducción

Los primeros años de la vida de Nabokov estuvieron marcados por dos sucesos que dejaron en él una honda huella. El 24 de octubre de 1917, el gobierno provisional ruso del que formaba parte su padre fue derrocado por la Revolución bolchevique. Cuando volvió a casa esa noche, el joven dandi de 18 años que era Nabokov por entonces siguió componiendo una serie de poemas de amor dedicados a dos chicas diferentes, pero luego señaló: «Mientras escribía oía disparos de rifle y el traqueteo de una ametralladora que disparaba en la calle». A la mañana siguiente Nabokov se levantó como siempre y, haciendo caso omiso de los disparos que sonaban en la calle, hizo su ejercicio cotidiano con el saco de boxeo que tenía su padre en la biblioteca. Unos soldados entraron en la casa por la ventana, pero el mayordomo logró convencerles de que el joven no era un cosaco listo para tenderles una emboscada y les sacó de la habitación. Nabokov se bañó y vistió, luego bajó al patio, donde le esperaba el chófer de la familia con el Rolls-Royce para llevarles a él y su hermano pequeño a la escuela.

Cinco años después la familia Nabokov vivía en Berlín en el exilio. El padre de Nabokov dirigía el periódico en lengua rusa Rul’ (El Timón) que defendía puntos de vista moderados, condenando los excesos tanto de los revolucionarios rusos como de la extrema derecha de los zaristas exiliados. El 28 de marzo de 1922, el padre de Nabokov apareció en un acto público junto a Pável Miliukov, uno de los líderes de la facción moderada. Nabokov, que ya tenía 22 años, no sentía interés alguno por este tipo de reuniones y no asistió. Él y su hermano Serguéi estaban de vacaciones; estudiaban en la Universidad inglesa de Cambridge gracias al dinero obtenido con la venta de las perlas que su madre había logrado sacar de Rusia cuando huyeron tras la Revolución.

Ese día de marzo de 1922, el joven Vladimir Nabokov escribía en Berlín en su diario:

Volví a casa sobre las nueve de la noche tras un día estupendo. Después de cenar me senté junto al diván y abrí un pequeño volumen de Blok. Mi madre estaba semirreclinada y hacía solitarios con paciencia […]. Yo leía en voz alta aquellos tiernos poemas sobre Italia, sobre la húmeda Venecia repleta de ecos, sobre Florencia, un lirio humeante.

Sonó el teléfono en el pasillo y fue a contestar, «furioso porque habían interrumpido mi lectura».

Le dijeron por teléfono, que la reunión a la que asistía su padre había terminado en extrañas circunstancias. Un asesino había subido al escenario con la intención de matar a Miliukov. El padre de Nabokov se había dado cuenta de lo que estaba pasando y se había enfrentado al criminal. Un segundo asesino, el fanático zarista Serguéi Taboritski, había matado al padre de Nabokov confundiéndole, al parecer, con Miliukov. El intento de asesinato había fracasado pero el padre de Nabokov estaba muerto.

Nabokov estuvo desolado. Había idealizado a su padre y tenían una relación muy íntima, a pesar de que sus intereses eran muy diferentes. Primero habían tenido que ir al exilio y ahora la familia Nabokov hubo de separarse. La madre y hermanas de Nabokov se fueron a vivir a Praga y su hermano Serguéi a París. Tras licenciarse en Cambridge, Nabokov volvió a Berlín, donde se ganaba la vida a duras penas escribiendo novelas y cuentos en ruso. En 1936 los nazis nombraron al asesino de su padre, Serguéi Taboritski, supervisor de la comunidad de emigrantes rusos de Berlín y Nabokov huyó a París con su esposa medio judía y su hijo de dos años. Cuando su madre enfermó en 1938 no pudo ir a verla. Dos años después, cuando los nazis ocuparon Francia, Nabokov pudo conseguir un camarote para él y su familia en el último barco de pasajeros que salió de Francia hacia Norteamérica. Su hermano Serguéi, que se encontraba fuera de París en ese momento y se quedó en Francia, moriría en un campo de concentración. Nabokov, un escritor desconocido con una familia a la que mantener, llegó a Estados Unidos con 41 años y sin dinero. En su equipaje llevaba el manuscrito de una novela fallida titulada Vol­shenik (El hechicero), en la que se narraba la historia de un hombre de mediana edad que siente una gran pasión por una niña de 12 años a la que acabaría llamando Lolita.