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EL MUNDO DEL REVÉS: CHOCOBONES, S.L.

Crónicas de una empresa de hoy

Marinella Terzi

¿Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia?

MENSAJE PARA EL LECTOR

Desde que naciste, tus padres se han preocupado por que comprendas el valor que tienen las cosas, por que sepas que debes huir de la pereza y ser una persona de bien y labrarte un porvenir.

Desde Primaria, tus profesores te han dicho lo importantes que son los valores para caminar por la vida. Sabes que hay que hacer el bien y tender la mano al necesitado, debes sentirte responsable de tus actos, y, por supuesto, en los tiempos que corren, ser absolutamente solidario.

Durante Secundaria, has comprobado que todo se consigue con el esfuerzo personal, que sólo así alcanzarás lo que quieras.

Muy bien. Lo mejor que puedes hacer en el futuro, si encuentras trabajo en una gran empresa, es olvidar todo lo aprendido. Nunca más, ¿me has oído?, nunca más pienses en el significado que tienen palabras como: ética, moral, responsabilidad, tacto, educación, esfuerzo, experiencia, trabajo diario, compañerismo…

Habrá llegado el momento de eliminar esas palabras de tu vocabulario (sobre todo, en presencia de tus jefes). Ah, y no estaría de más que fueras aprendiendo la técnica del codazo.

¿Hoy en día es posible ser feliz si te gusta tu trabajo?

¡Que te lo has creído!

Ten cuidado, procura que no se note que disfrutas. Porque si te implicas y aspiras a trabajar a gusto, ¡tus jefes irán a por ti! Y las cosas se te pueden poner muy, muy feas.

Si no lo crees, aquí tienes un ejemplo: “Érase una vez… CHOCOBONES, S.L, una empresa de buena reputación y consolidada en el mercado…”

ORGANIGRAMA

Jaime Fernández de Iturbide: una persona amable, educada y divertida. Con principios. Entró de director de calidad, pasó a director comercial y, después, a director general -eran otros tiempos-. Junto con la subida en el escalafón ha subido pisos en la empresa, de la planta baja al primero, del primero al segundo. Ahora tiene un despacho precioso en el tercer piso, al fondo. Nadie se acerca por allí. Él, pocas veces. Es consejero, sólo eso. No pincha ni corta. Un cero a la izquierda, pero cae bien a todo el mundo, está muy bien relacionado y cuenta unos chistes muy divertidos.

Petronio: director general. Hace honor a su nombre y es el dios de la elegancia. Guapo, bien vestido, perfecto en todo momento. Se le puede llevar a todas partes. Adorna mucho. No se mezcla con la plebe y no tiene ni idea de lo que se cuece en la empresa.

Chaquetero: director comercial. Se mueve según los vientos. Siempre está de acuerdo con las opiniones del director general, sea quien sea y sean cuales sean las opiniones, blancas o negras, tanto da.

Prieto: director de marketing. Para él lo único que importa es vender, vender lo que sea y cómo sea. En aras de la empresa se ha olvidado ya hace mucho de lo importante que es la calidad.

Lourdes Rango: directora de recursos humanos. Lleva poco más de un año en la casa. Sólo conoce a los de arriba y no tiene ninguna intención de conocer a los de abajo. Su misión es echar a unos cuantos.

Alonso: director de arte. Es un artista y sólo se preocupa por que sus diseños sean los más hermosos del mercado. Busca la calidad en todo lo que hace y choca constantemente con el director comercial, con el de marketing, y lo que es peor, con el de calidad. Antes era amigo del director general, pero ahora éste sólo acude a él cuando necesita asesoramiento para comprarse ropa nueva o en cuestiones de mobiliario. Porque en la empresa hay que poner los mejores muebles, los más modernos -de diseño, por supuesto- y, sobre todo, los más caros. La imagen es la imagen.

Gallardo: director del departamento de calidad (su máxima es “el jefe siempre tiene razón”. No hay nada más que hablar). Viene de abajo, pero lo ha olvidado. Está convencido de sí mismo: él es el más inteligente, él es el más gracioso y ocurrente. Cuidado con que alguien le lleve la contraria.

Heidi: técnica del departamento de calidad. Es la protegida de Gallardo. Todo lo que ella dice le gusta, lo que ella propone se hace. No sabe nada del sector, lleva poco tiempo en la empresa, pero tiene un futuro prometedor.

Luz: técnica del departamento de calidad. Trabaja bien. Es una excelente profesional. Pero no hace pasillos, dice lo que piensa y no se casa con nadie. Y lo peor de todo es que lleva veinte años en la empresa. Resumiendo, tiene sus días contados.

Marisa: secretaria del departamento de calidad, la “pobre secretaria” para ser exactos. Un encanto. Vale para sacar adelante el trabajo que no quiere hacer nadie.

Chaqué: sobrino de Chaquetero, el director comercial. Buena persona, pero un desastre. Llegará alto.

Los de abajo:
Pepito, Menganito, Zutanito, Fulanito, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9… y 213.

PRÓLOGO (Lo que el viento se llevó)

En 1980, cuando se creó, CHOCOBONES, S.L. era una empresa familiar. A los hermanos Jiménez les había ido bien en la pastelería que heredaron de su padre, maestro chocolatero del viejo Madrid. Sus bombones eran los mejores de la capital y llegaban incluso pedidos del extranjero. Cuando el padre se jubiló, los hijos tenían un capitalito y decidieron reconvertir el negocio artesanal, tras visitar las principales fábricas de chocolate de Suiza y Bélgica. A la vuelta fundaron una pequeña fábrica especializada en bombones, que pronto fue reconocida internacionalmente. De veinte trabajadores, pasaron a tener cincuenta; luego, a cien; luego a… 228. En 1990 los hermanos Jiménez de la Rosa –precisamente fue en ese año cuando decidieron añadir la preposición y el artículo al Rosa a secas de la madre- se dieron cuenta de que lo mejor era crear también su propia comercial. En la actualidad CHOCOBONES es una de las empresas mayores de bombones del país.

Pero no es oro todo lo que reluce. La empresa, tras trasladar el año pasado su sede del Madrid castizo a un magnífico edificio inteligente próximo a la Sierra, pasa por momentos difíciles…

Dicen los entendidos que los bombones púrpura, la estrella de los bombones de la firma, no saben exactamente igual. Siguen siendo buenos, nadie lo duda, pero… no alcanzan ese maravilloso sabor que tenían los de los primeros años. Además, entonces no había competencia, eran los únicos. Sin embargo, ahora hay por lo menos quince marcas de bombones casi tan conocidas como ésta.

Lo que sí es rigurosamente cierto y demostrable es que hoy en día la docena de bombones púrpura pesa cien gramos menos que hace un año. Claro que también es verdad que la caja que los envuelve es mucho más bonita –el modelo Cumpleaños lleva incluso un corazón de lentejuelas en su centro-, más grande y… más cara, mucho más cara, que hace seis meses.

El abuelo Jiménez trabajaba de sol a sol, hacía el chocolate con sus propias manos y era feliz degustando los bombones de su pastelería. Le gustaba regalar el chocolate sobrante a los niños del barrio y reía al ver la cara que ellos ponían al saborearlo. En los primeros tiempos los hermanos Jiménez de la Rosa pasaban muchas horas en la empresa, pero después, una vez que la fábrica estuvo encarrilada, aprendieron lo que era delegar. Durante varios años, Fernández de Iturbide gozó de su plena confianza y actualmente sucede lo mismo con Petronio y con Gallardo. Además, ahora los hermanos tienen las miras puestas en Portugal. El estudio de mercado que han encargado recientemente a una consultora externa les ha confirmado que se trata del país ideal para fundar CHOCOBONES BIS.