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Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada

Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

Mª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española

Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación

Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración

Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana

Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones

Universidad Carlos III de Madrid

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BORGES

La visita del dios

JORGE GARCÍA LÓPEZ

Valencia, 2016

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A la memoria de

Lluís Maristany

y

Sergi Beser

“…aquellos años nuestros

preliminares, aunque perdidos parecieran”

Luis Cernuda

Prólogo

El lector debe estar bien prevenido sobre el libro que tiene entre las manos. En primer lugar, no es una hagiografía de Borges. Para quienes oímos hablar por primera vez del autor allá hacia finales de los años setenta, se trataba de un mito de proporciones sobrehumanas, que ahora, por el contrario, tiende a encontrar su lugar en la historia de la literatura y del pensamiento. Sin dejar de ser un gran escritor, ya no nos creemos muchos de los relatos o las anécdotas que siempre han circulado sobre su vida y ni tan siquiera aceptamos la valoración desmedida de su obra, como tampoco el culto a su personalidad. Recuerdo todavía cuando le comenté a un profesor que Borges no me parecía tan gran poeta como él decía y cómo el buen hombre me miró entre extrañado e irritado. Para él, como para gran parte de la intelectualidad de los últimos treinta años del siglo XX, el gran escritor argentino era un mito intocable. Sin embargo, una reflexión que abarque las grandes perspectivas de su obra será mucho más útil para fijar sus valores efectivos, que son innumerables, y nos permitirá una visión más ajustada y más comprensiva de su figura. A ese objetivo va dirigido este libro.

Pero no siendo una hagiografía, tampoco es una biografía, que por lo demás ya está escrita en las magistrales páginas de Edwin Williamson, de las que tantas veces echo mano con gran aprovechamiento. No obstante reseguir los acontecimientos de su vida, lo que nos interesa es la obra literaria y el continuado entrelazamiento como creación estética y pensamiento filosófico, que claro está que se desarrolla en el tiempo y a lo largo de toda una vida. Por ello el acontecer íntimo o político sólo nos interesa de pasada. Las novias de Borges apenas nos incumben, aunque remarcamos aquí y allí algún aspecto. Nuestra lectura no es, pues, biografista; nos interesa el estilo literario. Su lento trabajarse, la culminación en sus principales producciones y la estilización a lo largo de su madurez. Recalcamos aquí o allí que tal aspecto de un argumento literario tiene trazas biográficas, pero apenas le concedemos una importancia tangencial a ese hecho. Por eso mismo las cuestiones personales o su valoración moral tampoco nos interesan en el fondo y sólo los tratamos en una perspectiva literaria. Este libro es una biografía del estilo y del pensamiento del autor. Una biografía desde el interior de la obra literaria, que repasa los motivos internos que nos llevan de una etapa a la siguiente.

Quiero también observar al lector que miro con desconfianza los conceptos en general y los de la crítica literaria en particular. Y por lo tanto estoy profundamente de acuerdo con Borges cuando clasifica a Platón o a Hegel como autores de ciencia ficción: la mayor parte de las veces las construcciones conceptuales, por lo general incomprensibles, son apenas fantasmas del pensamiento. Los historiadores sabemos muchos de esos artilugios conceptuales que exigen la aquiescencia, pero que embotan la reflexión, y a alguna de ellas se hace referencia en este libro. Por eso aquí apenas utilizamos conceptos historiográficos que no surjan directamente de la documentación histórica. Yo no quiero conceptos, yo solo quiero fechas; no me interesan las construcciones más o menos fantasiosas, sino la lectura de los relatos, su ordenación cronológica y poética y su mutua interrelación. La invención de la realidad y otros clichés y tópicos postestructuralistas los dejamos para otros. Se trata de ver en perspectiva a Borges como un intelectual que evoluciona elaborando su obra y buscando su sentido como creador. No me interesa fijarlo en etiquetas más o menos facilonas, ni tampoco interpretarlo quedando atrapados en su propia filosofía y en su propia visión del tiempo, es decir, en la filosofía idealista que elabora a lo largo de su vida. Las estructuras, los paradigmas, las epistemes y los rizomas han dejado de seducirnos: no podemos estudiar a Borges apoyándonos en aquellas construcciones intelectuales que se derivan de su propio pensamiento filosófico o están influidas por él hasta límites dramáticos. Semejante proceder, común a gran parte de la crítica literaria y filosófica dedicada a juzgar su obra, implica círculo vicioso por principio y por sistema. Por el contrario, a mí me interesa más contemplarlo en perspectiva cronológica para observar cómo se fue encontrando a sí mismo como creador, para definir la articulación de un itinerario personal; nos interesa más ver a Borges desde ‘fuera’ que contemplarlo atrapados en su mundo. En este sentido, recalcamos la evolución y las etapas en lugar de ceñirnos a una definición unívoca o contemplar su obra como un caso cerrado. Vemos a Borges en una lógica dinámica, pasando de una etapa a otra y no en una discontinuidad ininteligible. Nos interesa más hacer hablar a las obras en su contexto histórico que endilgarles marbetes fantasmales. Por ese motivo nuestra investigación querría evocar la extraordinaria obra de Nicolás Helft, quizá uno de las más brillantes aportaciones al estudio de nuestro autor.

El libro oscila entre la literatura y la filosofía como su misma obra. Hemos procurado que ninguno de los dos aspectos quede por encima del otro, aunque según las épocas y las obras, tiende a ser más filósofo que narrador o poeta y a la inversa. Ello nos ha permitido, creo, una perspectiva amplia que al final resulta ser no sólo una visión y un juicio conjunto sobre su obra, sino también sobre el siglo XX. Una centuria que apenas acaba de terminar y que siento ya tan lejana. No quiero esconder que no congenio con la filosofía idealista que caracteriza a Borges y a gran parte del siglo XX, como el lector tendrá oportunidad de verificar caso de adentrarse por las páginas de este libro. Eso no ha sido obstáculo, sino al contrario, para aproximarnos a su obra, porque lo hacemos con un ojo crítico y no dejándonos llevar por los mitos o las valoraciones mediáticas o la simpleza de creer a pie juntillas en las afirmaciones del autor sobre su propia obra. Cuando un autor enjuicia su vida o su obra, miente por sistema, y no porque tenga intención de mentir, sino por la sencilla razón de que no ‘informa’, sino que ‘remodela’ su obra y sus afirmaciones, profundamente subjetivas por lo general, son en realidad parte de su propia poética. Pero no podemos juzgar a un autor por lo que él piensa de sí mismo.

Finalmente, este libro no aspira a desplegar un virtuosismo estilístico para lograr descubrir qué ‘significan’ los relatos de Borges, sino que quiere entender cómo el autor los fue eslabonando y cómo fue pasando de unas colecciones a otras para identificar las fases de su evolución estética y de su reflexión filosófica. Estudiar la arquitectura de esas colecciones, sus cambios, su pertinencia poética, la evolución que enmarca su pensamiento. Su literatura respira en la ambivalencia y la ambigüedad, y por tanto sus relatos quieren ser y son amplios vectores de significación y supremo ejemplo de la ambigüedad como categoría estética positiva. A nosotros nos interesa ponerlos en relación con su tiempo histórico y entenderlos en sus limitaciones; describir cómo funciona su estilo literario y cómo llega a él, y una vez llega a lo que él cree que es su estilo, cómo lo trabaja en una u otra dirección. Tampoco nos interesa apoyarnos en sus piezas literarias para hacer filosofía a destiempo, aunque lo enmarquemos en las corrientes de la centuria.

Son muchos los recuerdos que se me agolpan al cerrar este libro. Los volúmenes de ediciones de Borges que pertenecieron a Josep Ferrater Mora, y hoy depositados en la Biblioteca de la Facultad de Letras de la Universidad de Gerona, gracias a la tenacidad y a la clarividencia de Josep María Terricabras, me permitieron en su momento estudiar algunas de las primerizas ediciones de Borges. De ahí surgieron mis ediciones, realizadas bajo la dirección de Malcolm Otero en editorial Destino. Asimismo mis alumnos de la Facultad de Letras, con los que he tenido la oportunidad de compartir algunas de las lecturas y explicaciones desparramadas por el libro. Mis agradecimientos también a amigos y colegas que han contemplado temblores y temores en el nacimiento de este libro. Y muy en especial a mi querido amigo Xavier Renedo, con quien he discutido en largas veladas su argumento; también a Sònia Boadas, que con gran atención ha seguido los entresijos de su escritura, y mi caluroso agradecimiento a Pere Nogué, a quien debo haber podido visionar Billy the Kid en la versión de King Vidor. A mis admirados amigos y maestros Henry Ettinghausen y Alberto Blecua debo varios consejos brillantes sobre la escritura del libro. Y last but no least un recuerdo para mi querido amigo Jordi Port, que siempre generoso, me preguntaba por ‘el libro de Borges’ y que ha soportado durante años que le aburriera con anécdotas de este libro largamente inconcluso.