El presente ensayo de interpretación de la personalidad histórica de Rómulo Betancourt en la génesis e instauración de la democracia moderna en Venezuela se apoya en un extenso borrador estructurado. Consciente el autor de la significación del tema tratado, pidió a la entidad patrocinadora de la obra, la Fundación Rómulo Betancourt, que pusiera ese borrador en su página Web, con el propósito de que los interesados pudieran conocerlo y, si lo tenían a bien, formularan observaciones críticas e hicieran aportes. El objetivo de esta decisión, oportunamente notificado, fue fortalecer el ensayo que debía intentar lo que en la presente obra se hace. Gracias a la generosa iniciativa del profesor Luis Lauriño, se formaron grupos de estudio del borrador, integrados por los siguientes estudiosos de la Historia, las Ciencias Sociales y la Literatura (además de Ciencias Políticas, Ciencias Económicas, Ciencias Jurídicas e Ingeniería): Carlos Balladares, Ronald Balza, Pedro Benítez, Rita Bitar, Alejandro Cáceres, Ysrael Camero, Teodoro Campos, Luis Gómez Calcaño, Daniel González, María Soledad Hernández, Luis Lauriño, José Alberto Olivar, Ana Virginia París, Miguel Prepo, María Teresa Romero, David Ruiz Chataing, Gustavo Saturno, Mariana Suárez, Tito Lacruz, Andrés Trujillo, María Claudia Perera y Roberto Patiño.
La espléndida cosecha de observaciones y aportes resultante del objetivo estudio crítico realizado por estos 23 investigadores fue estudiada por el autor del borrador y debatida con los autores en dos prolongadas sesiones críticas. No vacilo en calificar esta experiencia como un enriquecedor intercambio intelectual que ha contribuido, de manera altamente considerable, al afinamiento conceptual de la obra que ahora me atrevo a proponer. Quiero dejar constancia de mi agradecimiento a los generosos colegas mencionados, como también a la Fundación Rómulo Betancourt. Mención especial debo hacer de mi agradecimiento a Virginia Betancourt, quien leyó el borrador del presente ensayo y lo favoreció con fecundas observaciones y sugerencias.
El lector de la presente obra advertirá que se trata de un ensayo en cuya elaboración casi se ha prescindido del aparato crítico. Esto se corresponde con el deseo de no sobrecargar el texto; y con la decisión de poner a provecho la circunstancia de que el lector puede consultar, por vía electrónica, el aparato crítico minuciosamente recogido en el extenso borrador.
El presente ensayo crítico no es un resumen ni una glosa del extenso borrador, enriquecido por la operación crítica reseñada en la primera advertencia; borrador que permanecerá en la página Web de la Fundación Rómulo Betancourt. Tampoco se conforma con su estructura. El presente ensayo crítico es una respuesta al propósito anunciado en el subtítulo del ensayo, consistente en ofrecer una versión sistemática de la significación de La personalidad histórica de Rómulo Betancourt en la génesis e instauración de la democracia moderna en Venezuela.
La presente obra –tanto el borrador estructurado, publicado en la red, como este ensayo– ha sido patrocinada por la Fundación Rómulo Betancourt, partiendo de un plan propuesto por el autor y aprobado sin enmiendas por la Directiva de la Fundación. Dicho plan ha sido realizado por su autor gozando de plena y absoluta autonomía, incluida la apreciación de las observaciones críticas y las contribuciones por él solicitadas u ofrecidas espontáneamente.
1. Al revisar estas consideraciones, en octubre de 2011, he tenido muy en cuenta el siguiente pasaje de una correspondencia privada de John Lynch, fechada en agosto de 2010, en respuesta a mis comentarios sobre sus luminosas biografías de Simón Bolívar y José de San Martín: «The biographical mode embraces not only narrative, though narrative is a valid part of history, but also demands a conceptual approach, for a study of the liberators challenges the historian to discover the dynamics of leadership. Leadership was a vital factor in the process of independence. (1) Leadership embodied a strong sense of destiny and mission. (2) Clarity of mind and strength of purpose, beyond the competence of rivals, were classic qualities of leadership. (3) Leadership is revealed and tested in various qualities; these begin with the power of the will, the passion to command. (4) Oratory was a powerful leadership technique, which Bolívar had to perfection, revealed also in his writings. Eloquence did not come naturally to San Martín, but he knew the importance of spectacle and liturgy. (5) What today is called ‘man management’, dealing effectively with colleagues and followers, was essential to leadership. (6) Ruthlessness was also a quality of leadership, more obvious in Bolívar than in San Martín, who admitted that he should have shot some of his senior officers but could not bring himself to do so; Bolívar did not hesitate to execute Piar and Padilla. (7) Leadership is a variable concept, making different demands in different times. One constant is the ability to inspire people, to make everything seem possible. Leaders demand things that look hopeless to others, insist on goals that seem unreasonable, and impose ideas that only they have thought of. You can ask your group to produce examples of these in Bolívar and San Martín!».
2. Rómulo Betancourt. Antología política, 1928-1935, vol. I, p. 277.
3. «Bolívar auténtico y Bolívar falsificado». Charla radiodifundida desde San José de Costa Rica, el 24 de julio de 1931. Ibidem, vol. I, p. 287.
4. Rómulo Betancourt. Antología política, 1936-1941. Ibidem, vol. II, p. 179.
5. La Academia fue fundada por el Gral. presidente Cipriano Castro, por Decreto de 4 de julio de 1903. Documentos que hicieron historia. 1810-1989. Tomo II, p. 126.
6. Véase: Germán Carrera Damas, La formulación definitiva del Proyecto Nacional venezolano: 1870-1900. Caracas, Cuadernos Lagoven. Serie Cuatro Repúblicas, 1988.
7. F. Benet, director y editor propietario. Leipzig, Imprenta de Oscar Brandstetter, 1929.
8. Esta obra de Vladimir Ilich Lenin, finalizada en 1899, exploró críticamente, desde el punto de vista marxista, la evolución económica de Rusia, y por lo mismo buscaba fundamentar la comprensión de la sociedad. En cierto modo, podría pensarse que se propuso nacionalizar el marxismo en Rusia.
9. Friedrich Engels, Anti-Dühring. M. E. Dühring bouleverse la science. Oeuvres complétes de Friedrich Engels. París, Editions Sociales, 1950, p. 68.
10. En una carta de Henri Lacroix a Rómulo Betancourt, fechada en Madrid el 26 de mayo de 1932, se le dio la dirección de León Trotski en Estambul, acompañada de la siguiente recomendación: «Tenga muchísimo cuidado con esta dirección. No estamos autorizados para darla a nadie, pero para que no considere una falta de confianza y atención ya que Vd. parece inclinado hacia nosotros, no hemos vacilado en dársela». El remitente firma por el Comité Ejecutivo de la Izquierda Comunista Española, desprendimiento del Partido Comunista español, calificado de trotskista. (Archivo de Rómulo Betancourt, tomo 4, 1932, pp. 201-202).
11. Vale apuntar, incidentalmente, atendiendo a la aserción final de la cita, que quienes, proclamándose revolucionarios, reaccionaron contra la República liberal democrática, en trance de ser reinstaurada a partir de 1958-1959, parecen haber atendido a la pauta dictada por Trotsky.
12. Advertencia de E. Bottigelli, traductor de la edición conmemorativa en francés, fechada en febrero de 1949. París, Éditions sociales, 1950.
13. «El año 1957. Comentarios introductorios a la selección documental». Rómulo Betancourt. Antología política, vol. VI, p. 585.
14. Ignoro si Rómulo Betancourt conoció ese Decreto, pero no es improbable que lo tropezase en sus lecturas de Historia de Venezuela. Conozco, en cambio, el duro juicio que le mereció el Gral. Antonio Guzmán Blanco: el «(... ) ‘Ilustre Capitán de Quebrada Seca’ (... )» y «(... ) ‘Estadista de Coche’ (... )» lo denominó; y no precisamente para elogiarlo; a la par que señalaba su deshonesto manejo de los fondos públicos. («Con quién estamos y contra quién estamos». Rómulo Betancourt. Antología política, vol. I, pp. 388). Roberto Lovera de Sola me ofreció la siguiente corrección, que agradezco: «Por cierto el ‘Decreto de Garantías’ fue redactado por Guillermo Tell Villegas (1823-1907), notable jurista, miembro del gabinete no por Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) quien estaba aquel día de viaje a Europa. La firma de Villegas, ministro aquel día, está al pie del documento».
Parece razonable cifrar la importancia del Decreto de Garantías en la circunstancia de que marcó una instancia clave en la evolución del uso del término democracia. Al ser asociado con las políticas de Estado superó la invocación aristotélica del término que se advierte en textos de comienzos de la lucha independentista, como fue el caso de los de Juan Germán Roscio. En tales casos se razonaba en función de la antinomia aristocracia-democracia, y se invocaba la segunda como arma para luchar contra el despotismo de los autócratas, más que en función del ejercicio y disfrute de la libertad. Se contraponía el todos al uno. También el concepto de soberanía popular era utilizado como forma de contraponer la voluntad del pueblo al despotismo absolutista monárquico. Pero se estaba lejos de vincular el uso de esos conceptos con los procesos de formación, ejercicio y finalidad del Poder Público, por el hecho de que respondían a una concepción restringida de pueblo. A este se le entendía, sobre todo, como la opinión pública, si bien no menos restringida en su representatividad.
15. «Carta al Obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso». Pasto, 10 de junio de 1822. Germán Carrera Damas, Simón Bolívar fundamental, t. I, pp. 213-214.
16. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la segunda edición. Fechado en el 18 de octubre de 1967).
17. Ibídem.
18. Rómulo Betancourt. Antología política, vol. IV, p. 113.
19. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. xxvii.
20. Ibídem, p. 241.
21. Elementos de filosofía, p. 74.
22. «Comunicación de Álvarez [Rómulo Betancourt] para ‘Centro’ [la Dirección Nacional de Acción Democrática]». Ibídem, vol. V, p. 387.
23. Esto trasciende, incidentalmente, de sus referencias a la champaña como símbolo de lo que en este terreno rechazaba.
24. Rómulo Betancourt. Antología política, vol. II pp. 435-436.
25. Ibídem, vol. VII, pp. 163-164.
26. Ibídem, vol. VII, pp. 320-321.
27. «Los ingresos fiscales de los estados venezolanos: índice de la deformación y amenaza de la bancarrota de la economía venezolana». Ibídem, vol. II, p. 379.
28. «Con quién estamos y contra quién estamos». Rómulo Betancourt. Antología política, vol. I, p. 393.
29. Ibídem, vol. I, pp. 295-296.
30. «Fijando rumbo». Ibídem, vol. III, p. 250.
31. Ibídem, vol. I, pp. 301-302.
32. Siete días. El Nacional. Caracas, 23 de septiembre de 2001.
33. 2.- «Regresa al país Rómulo Betancourt. No soy hombre del pasado sino del presente y el futuro». Rómulo Betancourt. Antología política, vol. II, p. 179.
34. Versión de una conferencia dictada por el autor, como orador de orden, en Caracas, el 18 de julio de 2006, en el Acto conmemorativo de los 50 años de la publicación de la obra Venezuela, política y petróleo, de Rómulo Betancourt; patrocinado por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, en unión de las demás academias.
35. Germán Carrera Damas, Historiografía marxista venezolana y otros temas.
36. «Venezuela en el mundo de post-guerra». Rómulo Betancourt. Antología política, vol. III, p. 305.
37. Como el lector podrá apreciarlo, el estudio crítico más detenido en que se basa la presente obra, me ha llevado a revisar esta concepción de los acontecimientos del 18 de octubre de 1945. De ese estudio se desprende la comprobación de que se trató de un golpe en el cual el papel fundamental lo desempeñó el sector civil: tanto en la creación de un estado propicio de la opinión pública, como en la directa labor de formación de conciencia cívica democrática en los militares, mediante mensajes públicos y directos, como el que les dirigiera Rómulo Betancourt en su célebre discurso pronunciado en el «Teatro Olimpia», de Caracas, el 6 de mayo de 1945, en el cual planteó, llanamente, el papel correspondiente de las Fuerzas Armadas en el proceso de formación del Poder Público, rompiendo el que era considerado «(...) un tema tabú (...)». Estas consideraciones, correlacionadas con el desenlace civil de la conjura, me han llevado a caracterizar lo sucedido el 18 de octubre de 1945 como un golpe civil-militar-civil.
38. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la segunda edición, fechado en el 18 de octubre de 1967).
39. «Los dirigentes políticos y los autores morales del plan de gobierno iniciado por la Junta Revolucionaria, cuyos principios doctrinarios fueron preconizados en el Plan de Barranquilla, de fecha 22 de marzo de 1931, y en las directivas de ARDI (Agrupación Revolucionaria de Izquierda), agrupación marxista, han pretendido justificar sus procedimientos con la falacia de que destruyeron regímenes de fuerza y vestigios de la dictadura, pero dentro y fuera de las patrias fronteras se sabe la verdad: la era democrática, con reformas fundamentales en el orden político, económico y social, fue iniciada por mi gobierno, de 1935 a 1941. La Junta Revolucionaria no combatió pues contra un despotismo, sino que destruyó un régimen legal que evolucionaba armoniosamente para asegurar, dentro de los principios democráticos, la libertad, la estabilidad política y la seguridad social de la nación». Gral. Eleazar López Contreras, El triunfo de la verdad. Documentos para la historia venezolana. México, Ediciones Genio Latino, 1949, p. 10.
40. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la segunda edición. Fechado en el 18 de octubre de 1967).
41. Ibídem.
42. Ibídem.
43. Orve. Caracas, 22 de noviembre de 1936, n.o 30.
44. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la primera edición. Fechado en diciembre de 1955).
45. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la segunda edición. Fechado en el 18 de octubre de 1967).
46. Ibídem.
47. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la primera edición. Fechado en diciembre de 1955).
48. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la segunda edición. Fechado en el 18 de octubre de 1967).
49. Germán Carrera Damas, Historia de la Historiografía Venezolana. (Textos para su estudio), vol. I, pp. 279-288.
50. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. (Prólogo a la segunda edición. Fechado en el 18 de octubre de 1967).
51. Rómulo Betancourt, Antología política, vol. VII, p. 198.
52. Ibídem, vol. VII, p. 250.
53. Ibídem, vol. VII, pp. 179-180.
54. «[The President] errs as other men do, but errs with integrity». Carta a William Branch Giles. Monticello, 31 de diciembre de 1795. The quotable Jefferson. p. 434.
© Germán Carrera Damas, 2013
© Editorial Alfa, 2013
© alfadigital.es, 2017
Primera edición digital: junio de 2017
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ISBN Digital: 978-84-17014-38-4
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Diseño de colección
Ulises Milla Lacurcia
Corrección ortotipográfica
Magaly Pérez Campos
Conversión a formato digital
Sara Núñez Casanova
Fotografía de portada
Archivo fotográfico de Virginia Betancourt
Foto de Fabian Bachrach
22 de febrero de 1963 Nueva York
«Tengo confianza plena en que llegaremos a ser gobierno. No importa el tiempo que se requiera para alcanzar el poder, pero lo cierto es que lo tendremos algún día en nuestras manos. Y entonces será hora de realizar todo esto que es hoy un mundo de sueños y de anhelos. Rómulo Betancourt a Gabriel del Mazo, 9 de marzo de 1945. Rómulo Betancourt. Antología Política. Vol. III, pp. 301-302»
«(...) Soy un creyente obstinado de la virtualidad de las ideas democráticas, y estoy convencido de que volverán a encarnar en gobiernos nacidos de la voluntad colectiva. Rómulo Betancourt a Eduardo Santos, 14 de agosto de 1955. Ibidem, vol. VI, p. 425»
«(...) Lo que nosotros decimos, y con quien lo decimos, es objeto de interés, no porque seamos muy inteligentes, sino porque constituimos una posibilidad real de gobierno, porque somos efectivamente la única gente que va a gobernar, en Venezuela, por supuesto(...) Rómulo Betancourt a Gonzalo Barrios, 7 de diciembre de 1955. Ibidem, p. 343»
«(...) Lo mismo pienso con respecto a tu compadre (¿?). Este, en su soledad meditativa, piensa, seguramente, en el futuro. Sabe como deberá actuar, lo que va a hacer, mucho más, infinitamente más, de lo poco que hizo antes, por las condiciones peculiares en que entonces actuaba. Y prefiere que se citen sus palabras, sus expresiones públicas, y no sus hechos no publicados. Y no porque se arrepiente de ellos, sino porque los va a hacer mañana con magnitud mayor, y quiere mantenerse en una penumbra propicia. Acaso no sea esa la opinión «profesoral». Pero, no será acaso que se refugia en el pasado, por falta de futuro? Rómulo Betancourt a Juan Bosch, 30 de diciembre de 1955. Ibidem, p. 429»
Lo que sigue es un pretencioso intento de prefigurar lo que de Rómulo Betancourt podría ser percibido por un venezolano dentro de cinco a diez décadas, si su curiosidad llegara a sobrepasar el capítulo, o solo las páginas, que quizás ocuparían la vida y la obra de este personaje, en una lejana y algo desprevenida Historia General de Venezuela –o Historia extensa de Venezuela, como se ha vuelto de moda el denominar tal modalidad historiográfica–. Esto sea dicho preservando la convicción del autor de que se trata de una personalidad histórica cuya significación es y será, más y mejor apreciada, al enfocársela en el largo período histórico. Esto sea dicho, también, a sabiendas de que, plantado en el pensamiento histórico del venezolano, de este frondoso árbol que es la personalidad histórica de Rómulo Betancourt se irán desprendiendo hojas y ramas, dejando al descubierto el robusto tronco del que no vacilo en denominar Padre de la democracia moderna en Venezuela; o, si se le prefiere, de la democracia a la venezolana.
En ambos casos quedaría puesto de relieve el rasgo que considero más expresivo del vasto significado de esa personalidad histórica. Consiste en haber reunido, en el curso de una vida de tenaz militancia democrática, y de fecunda creatividad ideológica, las potencias intelectuales y espirituales requeridas para sintetizar, en el suyo, el pensamiento y los sacrificios de quienes, en el país y en el exilio, en Venezuela y en toda Hispanoamérica, buscaron el camino hacia la libertad luchando contra el despotismo; y persistió en ello hasta llegar a formular las bases doctrinarias y los criterios estratégicos de los instrumentos organizativos necesarios para la fundación de la República liberal democrática en Venezuela, enmarcada en la que definió como la Revolución democrática o Revolución evolutiva.
***
La decisión de acercarme a la personalidad histórica de Rómulo Betancourt, atendiendo al honroso encargo que me hiciera la Fundación Rómulo Betancourt, me puso en un camino historiográfico sembrado de estimulantes dificultades. Brotaron aun antes de emprender la marcha, pues tuve que enfrentar dos cuestiones previas. La primera consistió en despejar el denso follaje formado por el debate acerca de la significación política –e incluso la de su personalidad psicológica e intelectual– del personaje a estudiar. Nada de gratuito hay en esto, pues no parece que en la vida política de Rómulo Betancourt haya habido un momento cuando no despertara reacciones, frecuentemente entusiastas, no menos frecuentemente adversas. La segunda dificultad suscita la larga explicación siguiente.
La tarea que emprendo consistirá en un esfuerzo de conocimiento que deberá partir del descubrimiento de la personalidad, espiritual e intelectual, de Rómulo Betancourt, vista como la base de su trayectoria histórica. Para ello es necesario atravesar estratos de personalidad por él expresamente formados. Uno corresponde a Rómulo Betancourt como se vio a sí mismo; y esto a lo largo de su evolución como una personalidad orgánicamente vinculada con su aspiración y actuación de líder político. Otro estrato corresponde a cómo quiso verse a sí mismo, y a cómo quiso ser visto. Otro, aún, al que se propuso ser, ajustándose a un modelo cuya definición le llevó tiempo, invertido en la operación espiritual e intelectual sintetizada en la expresión vencerse a sí mismo; aspiración común a las personalidades sobresalientes por su ambición de realizar grandes obras.
Para ello tuvo que superar etapas. Una, inicial, que él mismo calificó de romántica, podría denominarse la etapa Santos Luzardo, hermanada con una inclinación garibaldina que se manifestó recurrente. Le siguió la etapa de fervoroso militante comunista, con su vertiente, al cabo predominante, de creatividad crítica. Para culminar, la etapa del revolucionario democrático. Esta última admite el señalamiento de cuando menos dos fases. Una, primaria, en la que le fue necesario conciliar los vestigios de la etapa precedente con los condicionamientos surgidos del desempeño del Poder Público. La otra fase, culminante, en la cual le fue necesario intentar conciliar su conciencia de genuino demócrata militante con los requerimientos de la consolidación y defensa de la democracia, enfrentando amenazas que conjugaron la rancia herencia militarista caudillesca, vigente socialmente, con la resaca del socialismo autoritario original, revestido del que pronto quedó patentado como el fidelismo; modalidad del autocrático leninismo-estalinismo adoptada, como cobertura seudoideológica, por la vulgar dictadura caribeña cubana.
Mas, el estudio de la personalidad histórica de Rómulo Betancourt suscita también una cuestión de método que me luce fundamental: ¿debe apreciarse esa personalidad en función del teatro de su acción, tal como él lo vio, o tal como hoy sabemos que era; ciertamente conociéndolo mejor ahora de lo que él mismo pudo conocerlo, dados los medios de información de que dispuso y el condicionamiento ideológico que rigió su visión, asumida expresamente o vigentes sus vestigios? En caso de que tomásemos esta última vía, ¿la valoración de sus ideas y actuaciones tendría que considerar, de manera circunstanciada, lo real existente, si bien correlacionándolo con lo real por él percibido? Ni lo intentaré, por prudencia, pues me acecharían dos vicios metodológicos: el de modernismo y el denominado de la historia si; esa que se nutre de los ha debido y los si hubiera.
Esta última posibilidad de enfoque suscita una cuestión de nada fácil apreciación. El hecho de que Rómulo Betancourt sobresalga por su preparación intelectual y científica –de autodidacta, pero con vocación universitaria frustrada–; preparación perceptible en el tratamiento que dio a problemas complejos, de naturaleza económica y política, ¿se deberá sobre todo a lo limitados que fueron, en esos terrenos, otros políticos contemporáneos también sobresalientes?
En todo caso, la prudencia recomienda tener presente que en sus frecuentes declaraciones sobre su personalidad y sus principios, Rómulo Betancourt parece someter a prueba el malicioso precepto que reza: «Dime quién eres y sabré quién no eres. Dime quién no eres y sabré quién eres». La prueba consistiría en la calibración del sentido ético que se esforzó en darle y preservarle a su personalidad, edificada a base de tenacidad, voluntad y lucidez; asumiendo con entereza las duras circunstancias vitales, y enrostrando las reacciones despertadas por sus juicios frecuentemente iconoclastas.
***
Las circunstancias vitales de Rómulo Betancourt, vistas en su mayor amplitud, revelan una sucesión de instancias cuyas características de urgencia, grado de dificultad y potencial trascendencia, sobrepasan, con creces, las enfrentadas por los demás hombres públicos venezolanos republicanos que actuaron a partir de 1830. Esto sea dicho a sabiendas de que al hacerlo se obvian circunstancias históricas que resultan de muy aventurada comparación. Valga, sin embargo, una sumaria enunciación de esas circunstancias.
Entre las muchas dificultades que genera la conformación historiográfica de una personalidad histórica, una de las más arduas es la de correlacionar la naturaleza, necesariamente sintética, de esa construcción historiográfica, con la evolución vital del personaje. Si optáramos por la solución de sentido común, y correlacionáramos las fases o estadios de la personalidad histórica de Rómulo Betancourt con las etapas de su ciclo vital, incurriríamos en el riesgo de contrariar la perspectiva de continuidad que pareciera ser recomendada por el desenvolvimiento de la historicidad de la personalidad estudiada. ¿Cabría confiar en que, para eludir ese riesgo, bastaría con fijar puntos de referencia, cronológicos o vitales, en la actuación histórica del personaje? A la superación de este escollo metódico tiende la siguiente caracterización de instancias. Advirtiendo que ellas se hallan atravesadas por constantes, en las cuales se asienta, precisamente, la condición de histórica de la personalidad estudiada.
La instancia representada por el complejo de propósitos y determinaciones que es dable agrupar en el concepto usual de vencerse a sí mismo, sitúa a Rómulo Betancourt en una plataforma de partida, de su personalidad histórica, que puede calificarse de precaria, en cuanto a situación vivencial y a recursos; y de comprometida, por su condición de exiliado, colindante en aquellos tiempos con la de paria. Pero cabe reconocer la coincidencia –si no algo más orgánico– entre esta determinación personal y el código formativo del buen militante comunista; uno de cuyos preceptos básicos consistía, según propia proclamación, en la superación del sentimentalismo pequeñoburgués.
La instancia que denomino decantación ideológica