portada

MERCEDES DE LA GARZA es doctora en historia por la UNAM e investigadora emérita adscrita al Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la misma universidad. Asimismo, es investigadora emérita del Sistema Nacional de Investigadores y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Ha escrito catorce libros, entre los que destacan: El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya (1978), Literatura maya (1980), El universo sagrado de la serpiente entre los mayas (1984), Palenque (1992), Rostros de lo sagrado en el mundo maya (1998), Sueño y éxtasis. Visión chamánica de los nahuas y los mayas (2012) y El legado escrito de los mayas (FCE, 2012).

GUILLERMO BERNAL ROMERO es doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM y especialista en escritura glífica maya. Ha sido colaborador del Proyecto Arqueológico Palenque y director del museo de sitio Alberto Ruz Lhuillier. Desde 2006 es investigador de tiempo completo del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM. Entre otros trabajos, ha publicado “El linaje de Ox Te’ K’uh, una localidad provincial de Palenque. Comentarios sobre la identidad histórica de las señoras Tz’ak-b’u Ajaw y Kinuuw Mat” (2005) y El Tablero de K’an Tok: una inscripción glífica del Grupo XVI de Palenque, Chiapas (2009).

MARTHA CUEVAS GARCÍA es arqueóloga por la ENAH y doctora en estudios mesoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es investigadora en el Instituto Nacional de Antropología e Historia; su trayectoria académica está vinculada a la arqueología del estado de Chiapas. Ha publicado artículos sobre prácticas rituales y fósiles marinos, como “El mar de la creación primordial, un escenario mítico y geológico en Palenque” (2012); es autora de Los incensarios efigie de Palenque. Deidades y rituales mayas (2007) y “Los dedos como elementos de ritual en Palenque, Chiapas” (2010), y coautora de Canto versus canto. Métodos y técnicas en la manufactura de artefactos líticos de Chiapa de Corzo, Chiapas, México (1998).

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA
Fideicomiso Historia de las Américas
Serie Ciudades

Coordinada por
ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ
y
EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

Palenque-Lakamha’

MERCEDES DE LA GARZA
GUILLERMO BERNAL ROMERO
MARTHA CUEVAS GARCÍA

PALENQUE-LAKAMHA’

Una presencia inmortal
del pasado indígena

Fondo de Cultura Económica

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
EL COLEGIO DE MÉXICO
FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS

Primera edición, 2012
Primera edición electrónica, 2016

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contraportada

SUMARIO

Presentación

Prólogo

Primera parte
PALENQUE FRENTE A LA MIRADA DE OCCIDENTE

Segunda parte
PALENQUE A TRAVÉS DE SUS NARRACIONES, IMÁGENES Y MONUMENTOS

Epílogo

Genealogía de Palenque

Apéndice 1. La idea del tiempo y la Rueda de los K’atunes

Apéndice 2. Principales acontecimientos de la historia de Palenque

Abreviaturas

Glosario

Bibliografía

Índice

Presentación

POR MÁS DE TRES LUSTROS, el Fideicomiso Historia de las Américas de El Colegio de México ha presentado proyectos de investigación y divulgación de alto nivel, accesibles al estudiante y al gran público. A la fecha hemos publicado en coedición con el Fondo de Cultura Económica cerca de 80 estudios originales, merecedores de varias reimpresiones, traducciones y algunos premios.

Iniciamos la Serie Ciudades —con la generosa colaboración del doctor Eduardo Matos Moctezuma— porque pensamos que la historia de México no se comprende sin el conocimiento del mundo prehispánico. Elegimos la ciudad como unidad de estudio porque arroja luz en torno al desenvolvimiento y función de las urbes prehispánicas con respecto a su territorio y a otras urbes mesoamericanas.

La ciudad es la expresión evidente de sociedades complejas que llegaron a reunir a miles y miles de personas en un determinado espacio. En ella se asentaban los poderes y se manifestaban la división social y las relaciones que establecían sus habitantes, además de que en su distribución interna se incluían espacios específicos de gobierno, de administración, habitacionales, de intercambio, religiosos, de vialidad, defensivos.

Desentrañar en lo posible la compleja función de las ciudades como centros religiosos, cabezas de reinos, centros de acopio y tránsito y goznes de grandes redes comunicantes y complementarias con jurisdicción sobre pobladores y amplios territorios es uno de los objetivos de esta serie.

Las urbes seleccionadas poseen diferentes características, determinadas por su lugar de asentamiento: Tenochtitlan es una ciudad lacustre; Teotihuacan se encuentra en medio de un pequeño valle; Monte Albán está en lo alto de cerros cuyas laderas fueron aprovechadas intensivamente; Palenque nace en la selva; Paquimé, en el árido norte; El Tajín, en los trópicos, vecina al mar; Chichén Itzá se desarrolla en planicies calcáreas, y Tula, en las goteras del valle de México.

Confiamos en que el lector recibirá este nuevo libro, Palenque Lakamha’. Una presencia inmortal del pasado indígena, con el mismo entusiasmo que los anteriores.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ
Fundadora y presidenta del Fideicomiso
Historia de las Américas

EDUARDO MATOS MOCTEZUMA
Instituto Nacional de Antropología e Historia

AL PIE DE LA MAJESTUOSA Yehmal K’uk’ Lakam Witz, “La Gran Montaña del Quetzal Descendente”, se levanta, imperturbable, la ciudad maya de Palenque-Lakamha’, una de las obras más grandiosas de la antigüedad americana.

Palenque floreció durante el periodo Clásico maya (200-900 d.C.), y destaca por la extensión de su concentrada área urbana, su refinada arquitectura, la belleza y perfección plástica de sus esculturas, así como por sus numerosas y bien conservadas inscripciones glíficas. Hoy, gracias a los notables avances de la epigrafía maya, apoyada por las numerosas aportaciones de otros campos de la investigación, los largos textos del señorío de B’aakal se abren a nosotros para reconstruir, de manera muy completa, su historia dinástica y sus creencias y prácticas religiosas, dándonos la posibilidad de estructurar una nueva y sorprendente imagen de la gran urbe, sus constructores y la expansión de su poder político, así como de adentrarnos en su asombrosa concepción del cosmos y de los seres humanos. Las escenas que usualmente acompañan los textos glíficos ilustran ideas y acontecimientos fundamentales que relatan estos últimos y permiten ampliar y profundizar sustantivamente nuestra comprensión de los mensajes escritos. Por otra parte, las intensas investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en Palenque y en su área de dominio han aportado líneas esenciales de información que se pueden enlazar con los datos epigráficos e iconográficos para establecer reconstrucciones de la historia y la religión del antiguo señorío.

Palenque constituyó un Estado independiente, es decir, una “entidad que reguló el todo social dentro de un territorio específico”, y la ciudad “tiene el papel de centro del poder económico, político, social y religioso” (Matos Moctezuma, 2011: 25-26). Según Rodrigo Liendo, el patrón de asentamiento indica claramente, durante el último momento de ocupación regional, la existencia de fronteras físicas entre al menos tres estados diferenciados: Palenque, La Cascada-Chancalá y Chinikihá. Palenque dominó en una amplia región de las llamadas Tierras Bajas Noroccidentales y en la del río Usumacinta, según sus textos. Pero la influencia de Palenque no fue un proceso que se diera de la misma manera en cada parte de su zona de dominio, y mucho menos durante los distintos periodos, “lo cual refleja la naturaleza descentralizada y competitiva de la organización política maya” (Liendo Stuardo y Filloy Nadal, 2011: 52).

Las peculiaridades de la gran ciudad le han permitido trascender su tiempo para convertirse en un gran paradigma, significativo para todo aquel que la conoce. Su elegancia, sus dimensiones, sus espacios, su belleza, su ubicación en un entorno selvático y montañoso, que conmueven profundamente, así como sus extraordinarias inscripciones, se han convertido en voces que conforman un gran canto de los antiguos mayas que nadie puede dejar de escuchar.

El florecimiento artístico de Palenque estuvo sustentado en el desarrollo económico, político y militar de una sociedad jerarquizada que, encabezada por una dinastía culta y poderosa, creó las condiciones para generar los excedentes de recursos, concentraciones de población y relaciones sociales indispensables para el surgimiento, desarrollo y auge de la ciudad y de su extensa área de dominio, proceso que no estuvo exento de altibajos y periodos de crisis políticas y militares. Los mayas nunca estuvieron unificados políticamente; durante el periodo Clásico (200-900 d.C.) constituyeron más de 60 estados, a los cuales daban el nombre de ajawlel, “señorío”, palabra formada con el sustantivo ajaw, “señor, gobernante”, y -lel, un sufijo abstractivo que señala una cualidad genérica, en este caso, del organismo de autoridad y gobierno. En un sentido amplio, el término ajawlel denotaba el complejo cúmulo de vínculos personales e institucionales que daban orden, estructura y movilidad a la sociedad maya clásica. La máxima autoridad del ajawlel era el k’uhul ajaw, “sagrado o divino gobernante”. Por debajo de su autoridad existían diversos funcionarios religiosos, políticos, militares y administrativos que enlazaban a la cúpula dirigente con los jefes de los grandes conglomerados familiares o linajes subordinados, los que constituían el soporte más importante del ajawlel.

En Palenque, el gobernante K’inich Janahb’ Pakal fue un gran líder, dotado de un especial carisma, que se convirtió en modelo y figura paradigmática del k’uhul ajaw. Pakal hizo de Palenque un Estado fuerte e independiente que estableció importantes lazos comerciales y políticos con otras ciudades, además de emprender pugnas por la supremacía; armonizó y alentó todas las creaciones culturales y trazó el rumbo que seguiría su dinastía. Muestra de ello son sus obras escultóricas y arquitectónicas, principalmente su gran monumento funerario, el Templo de las Inscripciones. Además, Pakal reescribió la historia de su dinastía y aseguró su poder y su sacralidad, así como el de su linaje; porque Pakal, arquetipo en el que confluyen todas las significaciones expresadas en los textos, las obras plásticas y los demás vestigios materiales de su gran ciudad, no fue un autócrata, sino la cabeza de una dinastía y el responsable de una colectividad, puesto que para los mayas el individuo no es algo aparte de su grupo, ya que siempre han tenido una identidad comunitaria.

Así, bajo el liderazgo de un linaje culto y próspero, Palenque impulsó el desarrollo de numerosos conocimientos, aplicados tanto en novedosas concepciones sobre el universo como en técnicas y estilos artísticos innovadores, plasmados en esculturas y obras arquitectónicas e hidráulicas. A lo largo de cuatro siglos, la dinastía gobernante sorteó conflictos regionales y locales, conservando el poder y la unidad de su territorio, y mantuvo exigentes estándares de vida entre los linajes de élite, quienes se beneficiaban con numerosos productos foráneos que el intercambio les proveía.

En este libro nos proponemos realizar un acercamiento científico a la comprensión de los signos y los símbolos palencanos a través de los hallazgos arqueológicos, los textos históricos sobre el descubrimiento de la ciudad, las lecturas de la epigrafía, las interpretaciones de la historia y la iconografía, los estudios sobre la religión y algunos datos de otras ciencias, con el fin de reescribir la historia de la ciudad, revivir a sus gobernantes, sus obras y sus hazañas, recuperar a sus dioses, sus mitos y sus ritos, y destacar los excepcionales valores estéticos de la impactante ciudad maya, abandonada pero viva, en medio de la selva chiapaneca.

El epigrafista Guillermo Bernal, la arqueóloga Martha Cuevas y la historiadora Mercedes de la Garza conformamos este grupo de investigadores que ha dedicado muchos años al estudio de Palenque y que, además, ha establecido un profundo vínculo emocional con la ciudad. Nuestras distintas perspectivas disciplinarias e interpretaciones se han entrelazado en este libro para lograr una visión general y actualizada de la historia y las creaciones culturales de la gran urbe maya, accesible a cualquier lector, pero cimentada en los múltiples y rigurosos trabajos científicos realizados sobre Palenque.

Hemos dividido el libro en dos partes. En la primera, enfocamos a Palenque desde la mirada del mundo occidental: describimos las características de la ubicación y el entorno de la ciudad, su descubrimiento, las expediciones de los siglos XVIII y XIX y las exploraciones arqueológicas realizadas en el siglo XX. En la segunda parte presentamos la historia de Palenque siguiendo el desarrollo de su propia historiografía, registrada en las múltiples inscripciones del sitio y, conformando la trama y la urdimbre de la historia, entrelazamos su sorprendente historiografía con los hilos de las prácticas religiosas y las deidades veneradas, así como de las peculiaridades y valores estéticos de la arquitectura, la escultura y otras creaciones artísticas. Entrelazamos dichos hilos tal como fueron realizándose en los distintos reinados de la dinastía palencana, con el fin de lograr un textil multicolor que presente una imagen viva de la gran ciudad. Así, este libro ofrece una novedosa visión de Palenque-Lakamha’ que, como dijo Paul Gendrop, “fue uno de aquellos lugares privilegiados donde, por un tiempo, parecerían haberse dado cita —casi milagrosamente— algunos de los aspectos más depurados del espíritu” (Gendrop, 1974).

PRIMERA PARTE

PALENQUE FRENTE A LA MIRADA DE OCCIDENTE

I. Ubicación y entorno natural de la ciudad

PALENQUE FUE ERIGIDA sobre las laderas calcáreas de las serranías bajas del noreste de Chiapas (17º29′30′′ de latitud norte, 92º05′20′′ de longitud oeste, 60 m de altitud), en el límite con la planicie costera del Golfo de México (fig. 1). En términos geológicos, el sitio se inserta en una zona donde coinciden tres formaciones del Cretácico cuyos estratos sedimentarios se formaron en el fondo del mar (Servicio Geológico Mexicano, 2006a y b; Ramos, 1994: 19). En la más antigua, de 63 millones de años,1 que corresponde al Paleoceno, están presentes rocas calizas que constituyeron la materia prima fundamental para labrar las esculturas, construir los edificios y elaborar el estuco que reviste las superficies de éstos. Además, de los afloramientos rocosos fueron extraídas lajas de piedra con peces fósiles marinos. En las otras dos formaciones, cuyos orígenes se remontan al Eoceno y el Mioceno (50 y 16 millones de años, respectivamente), hay vestigios de la presencia de sistemas arrecifales fósiles con numerosos invertebrados, principalmente moluscos marinos como gasterópodos y bivalvos, así como dientes y vértebras de tiburón, costillas de manatí, espinas de raya, cangrejos, erizos, galletas de mar, corales y coquina, entre otros (Cuevas y Alvarado, 2008).

En la región llueve entre 9 y 10 meses al año debido a los vientos alisios que provienen del Golfo de México, y se alcanzan precipitaciones promedio de 3 500 mm al año (González-Espinosa et al., 2005). Lo anterior, aunado a las temperaturas que oscilan entre 18.1 y 28.1 ºC (en promedio 23.54 ºC), determina el clima cálido húmedo que da origen, junto con el relieve y las características edafológicas, a un exuberante bosque tropical lluvioso perennifolio (Miranda, 1952; Breedlove, 1981; González-Espinosa y Ramírez-Marcial, en prensa). Este tipo de bosque, también denominado selva alta perennifolia, es una de las formaciones vegetales terrestres más ricas en especies de flora y fauna, y es reconocida, en condiciones maduras, como la más diversa y compleja de las comunidades vegetales de México (Miranda, 1952; Rzedowski, 1978; Pennington y Sarukhán, 2005). Los tres estratos que presenta se distinguen por albergar árboles de gran altura (de más de 40 m y hasta 60-70 m), un estrato arbóreo intermedio con árboles de entre 20 y 40 m, y un estrato inferior de 4-20 m de altura (Breedlove, 1981). Al nivel del piso forestal, en especial en áreas perturbadas por la apertura de pequeños claros en el bosque, conviven helechos, arbustos y palmas de bajo porte; sobre los troncos y las ramas abundan las epífitas (helechos, orquídeas y bromelias) y los bejucos y las lianas. Entre las especies arbóreas están Terminalia amazonia (canshán), Cedrela odorata (cedro), Ceiba pentandra (ceiba), Calophyllum brasilense (barí, sakbalamté o leche maría), Swietenia macrophylla (caoba), Manilkara zapota (chicozapote) y Ficus cotinifolia (amate), entre otros (Pérez, 1994; González-Espinosa y Ramírez-Marcial, en prensa) (fig. 2).

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FIGURA 1. Mapa de las tierras bajas nororientales de Chiapas, con la ubicación de Palenque y de las capitales de los señoríos vecinos. Las líneas intermitentes señalan los límites aproximados de las entidades políticas de la región. (Mapa de Itzayana Bernal, 2011.)

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FIGURA 2. Palenque se ubica en una región de selva alta perennifolia. Los arroyos que nacen en el pie de monte irrigan todo el asentamiento. (Foto de Daniel Correa, 2011.)

Numerosas especies de aves, reptiles, peces, insectos, arácnidos y mamíferos habitan en el bosque tropical lluvioso, algunas de las cuales están presentes también en Centroamérica y en el trópico de México, por el hecho de que se trata de un área de transición entre las regiones zoogeográficas Neártica y Neotropical (Leopold, 1959).

Entre los principales animales se encuentran: Panthera onca (jaguar), Leopardus pardalis (tigrillo), Pecari tajacu y Tayassu pecari (jabalí), Agouti paca (tepezcuintle), Allouatta palliata (saraguato), Ateles geoffroyi (mono araña), Dasyprocta mexicana (guaqueque), Dasypus novemcinctus (armadillo), Boa constrictor (boa), Bothrops atrox (nauyaca), Crotalus durissus durissus (cascabel tropical), diversas tortugas (testudines), Odocoileus virginianus (venado cola blanca), Mazama americana (temazate), Amazona spp., Aratinga spp. (pericos y loros), Phalacrocorax spp. (cormorán), Ara macao (guacamaya roja), Ramphastos sulfuratus (tucán), Aulacorhynchus prasinus (tucaneta verde), varios colibríes (Trochilidae) y Crocodylus moreletii (cocodrilo de pantano), entre otros (Naranjo et al., 2005; Rangel-Salazar et al., 2005; Köhler, 2003).

Palenque se encuentra en un área de “frontera” o de “contacto” entre dos regiones que desde el punto de vista fisiográfico son muy diferentes; por un lado, las sierras bajas del noreste de Chiapas y, por el otro, la llanura de la Chontalpa tabasqueña, como parte de la planicie costera del Golfo, con relieve casi plano y por donde corren numerosos ríos que bajan de las montañas y que ocasionan abundantes lagunas, ciénegas y pantanos; ello da lugar a una mayor gama de recursos, como diversas especies de peces, moluscos, langostinos, tortugas y aves, así como manatíes.

Las comunidades humanas de la antigüedad establecieron una simbiosis vital con su entorno natural. Los conocimientos derivados de siglos de estrecha relación con el medio ambiente no sólo redundaron en el aprovechamiento de recursos para la subsistencia, sino también en la generación de conocimientos relativos a las propiedades de los materiales y elementos orgánicos, el desarrollo de observaciones astronómicas, de las matemáticas y conceptos sobre el cosmos.


1 La edad se determinó a través de un análisis de isótopos estables de estroncio 87Sr/86Sr en dientes de un pez picnodontiforme. Cuevas y Alvarado, 2008.

II. Descubrimiento en el siglo XVI

ABANDONADA POR SUS CREADORES y sepultada en el seno de la selva lacandona, la ciudad de Palenque permaneció oculta a la mirada del mundo occidental durante las convulsas centurias de la conquista y colonización de los mayas y su territorio.

La primera noticia sobre la existencia de la antigua ciudad se halla en los documentos sobre el excepcional fraile dominico Pedro Lorenzo de la Nada, quien en 1567 fundó, en la cercanía de las ruinas, un pueblo con indios ch’oles que antes vivían dispersos en la selva lacandona, al que denominó Palenque, “dando con este nombre homenaje al antiguo palenque, cuyos vestigios ha descubierto a cierta distancia del nuevo sitio” (De Vos, 1980a: 57-58). En la época colonial, la palabra palenque significaba “sitio cercado, lugar fortificado, ciudad amurallada”; el sinónimo ch’ol del nombre es Otulum, “Lugar de las Casas Amuralladas”,1 como se denomina aún hoy al arroyo que atraviesa el centro de la ciudad, lo cual revela que esos antiguos edificios eran la grandiosa ciudad cuyas impresionantes construcciones que surgían semiderruidas entre la selva dieron a quienes las conocieron la imagen de murallas.

Vale la pena destacar que el fraile dominico Pedro Lorenzo fue famoso por su predicación pacífica y su cariño hacia los indios (De Vos, 1980a: 102). Hablaba tzotzil, tzeltal, chontal y ch’ol, y contra la opinión de sus superiores, realizó una peculiar forma de evangelización: se iba solo por la montaña llevando únicamente un poco de pozol y platicaba con los indios en sus casas; se acercaba a ellos con suaves argumentos para hacer su predicación, con lo que lograba fácilmente la conversión. Un día abandonó para siempre el convento de Santo Domingo en Ciudad Real y se internó en la selva hasta la laguna de Lacantún, pero los lacandones lo rechazaron. Así, se dirigió hacia el norte y fundó el pueblo de Palenque. Después, logró que este pueblo se agregara a la Capitanía General de Guatemala, lo protegió y le procuró ganado; los palencanos lo veneraban como fundador del pueblo. Desde este sitio se convirtió en el administrador espiritual de los pueblos de la zona ch’ol y tzeltal. Antes había fundado varios otros poblados, como Tumbalá y Tila, y los pueblos tzeltales de Bachajón y Yajalón.

De este modo, las ruinas eran conocidas desde el siglo XVI, no sólo por los indígenas de la zona, sino también por los misioneros españoles, pero esos conocimientos no trascendieron y Palenque permaneció intacta hasta el siglo XVIII.


1 El término otulum es resultado de la contracción de dos palabras: otoot, “casa”, y tulum, “muralla”, “cercado”, “fortificación”.