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NUEVA ATLÁNTIDA/ Serie —topías

En los procesos logístico y editorial de la Serie —topías han participado Adriana Konzevik, Alejandra García, Karla López, Rocío Martínez, Angelina Peña, Juan Carlos Rodríguez y Arturo Ruiz. Los editores y La Jaula Abierta agradecemos su gentileza e invaluable colaboración. Asimismo expresamos nuestra gratitud a los autores involucrados en cada uno de nuestros títulos, tanto como a Guillermo Cejudo, Sergio López Ayllón, José Carreño Carlón, Natalia Cervantes, Martha Cantú, Susana López Aranda, Josefina Alcázar y Christina Müller

FRANCIS BACON


NUEVA
ATLÁNTIDA

Fondo de Cultura Económica

TEZONTLE

Versión MARGARITA V. DE ROBLES
Prólogo José Antonio Aguilar Rivera
Epílogo Gonzalo Lizardo
Imágenes Mauricio Gómez Morin

Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2017

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contraportada

 

ÍNDICE

PRÓLOGO. Regreso a Tyrambel,
José Antonio Aguilar Rivera

NUEVA ATLÁNTIDA

EPÍLOGO. Bensalem o el Museo de los Tiempos Posibles,
Gonzalo Lizardo

ACERCA DEL AUTOR Y LOS COLABORADORES

 

ACERCA DEL AUTOR
Y LOS COLABORADORES

FRANCIS BACON
 (LONDRES, 1561-MIDDLESEX, 1626) 

Filósofo, escritor, estadista, científico, abogado, juez y orador, fue fiscal general y canciller de su país gracias a la protección de Jacobo I de Inglaterra, IV de Escocia y Señor de las Islas. Practicante del empirismo, forma de conocimiento que se basa en la observación detallada e inductiva de los acontecimientos en la naturaleza, propuso disponer de enfoques escépticos y metódicos para construir un análisis no total sino fragmentado, apoyado en múltiples hechos y su confrontación, lejano de la escolástica y de toda noción teológica. Ello ubicó a Bacon como creador, a la letra, del método científico, lo que en sí expuso en su obra mayor Novum Organum (o Indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza, 1620), y como uno de los más influyentes teóricos del materialismo, si bien siempre fue un convencido de la existencia de Dios y de la permanencia del alma. Inspirado por Montaigne, fue pionero en su lengua del género literario del ensayo, del que se desprenderían las mejores aportaciones de su excelente pluma. Murió de una neumonía, contraída, según el biógrafo John Aubrey, cuando estudiaba los procesos de congelación para la preservación de la carne.

JOSÉ ANTONIO AGUILAR RIVERA
 (CIUDAD DE MÉXICO, 1968) 

Es licenciado en relaciones internacionales por El Colegio de México y maestro y doctor en ciencia política por la Universidad de Chicago. Profesor-investigador en la División de Estudios Políticos del CIDE, ha escrito libros y artículos sobre teoría política e historia constitucional y de gobierno de México y América Latina. También ha publicado trabajos sobre los intelectuales y el debate en torno al multiculturalismo en México y los Estados Unidos. Es autor, entre otros títulos, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, México, 2004), El manto liberal: los poderes de emergencia en México: 1821-1876 (UNAM, México, 2001), En pos de la quimera: reflexiones sobre el experimento constitucional atlántico (FCE, México, 2000), La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y liberalismo en México 1821-1970 (FCE, México, 2010). Editó los volúmenes México: crónicas de un país posible (FCE, México, 2005) y Aire en libertad. Octavio Paz y la crítica (FCE, México, 2015). Desde 1996 es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

GONZALO LIZARDO
 (ZACATECAS, 1965) 

Es ingeniero químico por la Universidad Autónoma de Zacatecas (uaz) y doctor en letras por la Universidad de Guadalajara, donde se tituló con la tesis La poética de la transgresión en la narrativa de Salvador Elizondo. Es autor de un libro de ensayo (Polifoni(a)tonal, 1998), cuatro de cuento (Azul venéreo, 1989; Malsania, 1992; Jaque perpetuo, 2005, e Inmaculada tentación, 2015) y tres novelas (El libro de los cadáveres exquisitos, 1997; Corazón de mierda, 2007, e Invocación de Eloísa, 2011). Actualmente es docente investigador en la maestría en investigaciones humanísticas de la uaz y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

MAURICIO GÓMEZ MORIN
 (CIUDAD DE MÉXICO, 1956) 

Estudió artes plásticas en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, y en el Molino de Santo Domingo. A finales de los años setenta ingresó en el Taller de la Gráfica Popular. Fue miembro fundador del colectivo Germinal y del Frente Mexicano de Trabajadores de la Cultura. Como docente de dibujo, ilustración y grabado ha impartido clases en la licenciatura en diseño gráfico de la UAMXochimilco, donde también creó el Taller de Gráfica Monumental. Su trayectoria como artista comprende trece exposiciones individuales y más de treinta colectivas. Dirigió el departamento de Arte de las colecciones infantiles del FCE, y ha destacado como diseñador gráfico editorial, muralista, escenógrafo, museógrafo e ilustrador en publicaciones como La Jornada, Reforma, Excélsior, Letras Libres y Este País. Hasta ahora su obra aparece en cincuenta y tres libros de carácter infantil y juvenil. Ha obtenido el primer premio de la la Bienal de Gráfica de 1983 del INBA y las menciones honoríficas de la Primera Bienal de Dibujo y Grabado Diego Rivera y el III Premio Internacional del Libro Ilustrado Infantil y Juvenil del CNCA. En 2008 fue nominado a los premios Hans Christian Andersen y Astid Lindgren, otorgados por los gobiernos de Dinamarca y Suecia, respectivamente.

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Nueva Atlántida, New Atlantis, de Francis Bacon, se terminó de contruir a formato electrónico en abril de 2017, a cuatro siglos de la muerte de William Shakespeare, al que algunos baconianos han tratado de identificar como un seudónimo, o bien coautor del sabio y erudito Bacon, utopista versado además en dramaturgia; los especialistas shakesperianos, por su parte, no reconocen pruebas contundentes al respecto. La construcción estuvo a cargo de Capture, S. A. de C. V.

 

PRÓLOGO

REGRESO A TYRAMBEL

José Antonio Aguilar Rivera

EN EL repertorio de las utopías clásicas, Nueva Atlántida, de Francis Bacon (1561-1626), ocupa un lugar singular. Como señala la filósofa política Judith Shklar, todos los utopistas en la tradición de Tomás Moro tenían una misión crítica en dos sentidos. En primer lugar, criticaban en sus escritos algunas instituciones sociales propias de su tiempo y lugar. En segundo, la utopía constituía para ellos un rechazo de la idea del pecado original, según la cual la virtud humana y la razón eran facultades débiles e impotentes.1 La utopía era un ataque a la idea radical de que los seres humanos eran criaturas caídas incapaces de hallar la felicidad en la tierra. Así, “la Utopía es siempre una imagen y una medida de las alturas morales que el hombre puede alcanzar utilizando solamente sus poderes naturales".2 Sin embargo, las utopías clásicas no destilaban optimismo, pues no había seguridad de que los seres humanos lograrían materializar las posibilidades que su razón natural les permitía. La visión utópica abarcaba no lo probable sino más bien lo “no imposible". Y como afirma Shklar, la utopía no se preocupaba de la probabilidad histórica de que esas sociedades ideales surgiesen. La utopía no está en ningún lugar, no sólo geográfica sino también históricamente. No está en el pasado ni en el futuro. “Si la historia", afirma Shklar, “desempeña algún papel en la utopía clásica, es sólo en la forma de un recuento angustiado de la antigüedad, de la polis y de la república romana de virtuosa memoria". En efecto, al melancólico contraste entre lo posible y lo probable se añadía el triste contraste entre la tosca y disoluta Europa y la virtud y la unidad de la antigüedad clásica.3

Sin embargo, ésta es una de las características que Nueva Atlántida niega. Bensalem, la sociedad utópica que los marineros a la deriva encuentran por casualidad, tiene una historia mítica, pero historia al fin y al cabo. La aparición del arca del apóstol Bartolomé está datada a “unos veinte años antes de la ascensión de nuestro Salvador". Sabemos de igual forma que las expediciones de los habitantes de aquella isla se remontaban por lo menos a tres mil años atrás. Los habitantes de Bensalem no habitaban en un vacío histórico, aunque estuvieran geográficamente aislados. La historia les importaba: “aquí tenemos extensos conocimientos del pasado".

La obra de Bacon desafía también el canon de las utopías clásicas de otras formas. Una de ellas es particularmente importante: Nueva Atlántida es una utopía desprovista de nostalgia. Sus habitantes no añoran un tiempo perdido. Nadie añora ahí a Platón. Tienen confianza en el futuro, colonizado a cada momento por los inventos de los sabios de la Casa de Salomón. Más adelante, los viajeros descubren que, cada cierto número de años, los habitantes de Bensalem visitan otros países en misiones encubiertas. El mundo los ha olvidado, pero ellos no han olvidado el mundo. De tal modo,

cuando el rey hubo prohibido a todo su pueblo la navegación hacia aquellos lugares que no estaban bajo su corona, dictó sin embargo esta disposición: que cada doce años se habían de enviar fuera de este reino dos naves designadas para varios viajes, y que en cada una partiría una comisión de tres individuos de la hermandad de la Casa de Salomón, cuya misión consistiría únicamente en traernos informes del estado y asuntos de los países que se les señalaba, sobre todo de las ciencias, artes, fabricaciones, inventos y descubrimientos de todo el mundo. Teniendo también el encargo de traernos libros, instrumentos y modelos de todas clases.

Nueva Atlántidamás que de la belleza4