María Domínguez Meriel


Un paso por la política



© Un paso por la política

© María Domínguez Meriel


ISBN ebook: 978-84-16882-47-2



Editado por Tregolam (España)

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1ª edición: 2017



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PRÓLOGO

Queridos lectores, para los que ya conocen a la autora María Domínguez Meriel, les invito a adentrarse en esta nueva obra. Ya que este libro es como un segundo tomo en relación con el anterior, titulado Impotencia, dolor y fatiga, un libro autobiográfico, una historia real sobre la violencia de género, en la que la autora ha relatado su trágica experiencia de malos tratos por parte del que fuera su marido. Y para los que no la conocen, les animo a que descubran a la autora, no solo con esta obra, sino con la anterior. Leyendo su primer libro publicado podrán entender la historia del segundo, ya que depende de él y está ligado al mismo.

Este segundo ejemplar titulado Un paso por la política narra el recorrido de María para poder lograr su gran anhelo: editar su libro. Con gran ilusión, una mujer, una ciudadana perteneciente a la sociedad civil, al pueblo titular de la soberanía nacional, ha realizado un largo recorrido por lugares, conociendo a personas que jamás imaginó.

En él narra su andadura por los medios de comunicación: prensa, radio y televisión. Por los programas más conocidos, de gran audiencia y de mucha repercusión, para dar a conocer su historia, la realidad vivida por muchas mujeres día a día. Con la esperanza de que su testimonio sirva de ejemplo a toda la ciudadanía. Un símbolo de superación, de lucha, esfuerzo y tesón. Y al mismo tiempo, con el objetivo de ver plasmada su historia en el mundo entero, con su obra publicada y a la venta en todas las librerías.

Poco a poco se fue labrando un largo recorrido hasta llegar a su meta. Y para ello, también se adentró en el mundo de la política, teniendo contacto con personalidades pertenecientes a los tres poderes del Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Así como con la Jefatura del Estado. Algo inimaginable para una ciudadana de a pie. Poder contactar tanto por carta, teléfono o personalmente con personalidades tan importantes del mundo de la política. Alcaldes, presidentes de Comunidades Autónomas, el que fuera presidente del Congreso de los Diputados: José Bono; diputados, presidentes del Senado, presidentes del Gobierno de todos los tiempos: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy. Así como a nivel local o provincial: presidentes de Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas y otros dirigentes de diversos partidos políticos.

A ello hay que sumar que no solo aspiraba a que su historia fuera conocida por la sociedad española, sino también a que traspasara las fronteras nacionales y llegara a otros puntos del planeta, ya que la violencia de género es una lacra que afecta a los cinco continentes. Se ha convertido en la mayor pandemia del mundo. En realidad, su objetivo fue Europa, el continente en el que estamos integrados. Nuestra vecina Portugal, a través de su presidente de la República, Aníbal Cavaco. Francia, una gran nación, cuando estaba en el poder el presidente Sarkozy. Reino Unido, llegando hasta el Buckingham Palace, residencia oficial de la monarca Isabel II. Así como Andorra y Austria.

En resumen, una historia que no ha dejado indiferente a nadie, para la que no ha habido fronteras geográficas, y que ha sido dada a conocer de manera exhaustiva. Todo un largo camino para conseguir el objetivo marcado: publicar una historia real de sufrimiento, lágrimas y esfuerzo, pero con un final feliz. Una historia que refleja los acontecimientos sociales y políticos de la época en la que transcurre esta singular historia de una peculiar ciudadana.

Cristina

Capítulo 1

A raíz de escribir mi libro titulado Impotencia, dolor y fatiga sobre mi vida, una vida llena de dolor, lucha y superación, sufriendo malos tratos por el que fuera mi marido y criando a cinco hijos, pensé que esto no podía quedarse ahí parado, sin que nadie conociera este ejemplo de superación, sin denunciar este tipo de situaciones. Hoy en día, muchas mujeres siguen sufriéndolos, y algunas no tienen ni siquiera la oportunidad de contarlo, ya que su historia termina con un trágico desenlace.

Este es un libro redactado con mucho esfuerzo y a lo largo de muchos años. La idea de comenzar a escribir un libro se remonta a hace cuarenta años, un día pensé que con unos simples materiales, como son un cuaderno y un bolígrafo, podía expresar todos mis sentimientos, todas mis penas, mis sufrimientos y también alegrías, estas minoritariamente. Desde ese día, tenía la rutina de escribir en aquel cuaderno aunque solo fueran cinco minutos, para mí el tiempo era oro, pero siempre escribía. Se había convertido en una tarea cotidiana que me servía de terapia para poder afrontar la trágica situación en la que me encontraba.

Tuvieron que pasar cuarenta años para poder dar forma a ese maravilloso libro. En los años transcurridos había almacenado multitud de cuadernos estancados en el pasado que, impacientemente, esperaban ser despertados en el presente. Convertirlos en ese libro iba a llevar un largo período de tiempo, pero ese fin se había convertido en un gran sueño para mí.

Un día, le dije a mi nieta Cristina que debíamos ponernos manos a la obra y realizar el libro. La verdad es que el proceso de elaboración fue bastante dificultoso, había que pasar todos esos cuadernos al ordenador y nosotros contábamos con uno viejo que ni siquiera grababa CD. Pero aun así mi nieta comenzó a redactar poco a poco todos los cuadernos. Ese viejo ordenador nos trajo muchos problemas y, como consecuencia de ello, nos vimos obligadas a trasladarnos a la tienda de mi hija mayor Mª Ángeles para poder proseguir con nuestra tarea en el suyo.

Antes de todo eso, mi nieta había redactado a mano todo el libro, desde mi nacimiento hasta prácticamente la actualidad, en unas hojas que luego fueron recogidas en un archivador. Así que después, tan solo había que redactarlo en el ordenador, a la vez que que ilustrarlo para que los lectores, al mismo tiempo que iban leyendo y adentrándose en la historia, pudiesen visualizar esas situaciones. Su elaboración nos llevó mucho tiempo porque no disponíamos de la herramienta principal, el ordenador, y teníamos que hacerlo poco a poco en el de mi hija, y también, en alguna ocasión, en el de mi nieto Angelín.

Varios meses nos llevó la redacción e ilustración del libro, pero ello no quería decir que el libro ya estuviera perfectamente acabado. Una vez que teníamos el documento en el ordenador, hubo que leerlo y corregir errores ortográficos de los que una no se da cuenta hasta que lo lee detenidamente. Varias fueron las modificaciones que a lo largo del tiempo sufrió el libro. A mí, a pesar de tener solo la enseñanza básica, me gusta que todo esté bien redactado y que no haya ningún error.

Después, las modificaciones las sufrieron las fotografías, instantáneas que llevaban muchísimos años en distintos álbumes familiares. Retratos que reflejaban todos esos momentos de mi vida y de la de toda mi familia que yo había ido redactando. Simplemente con observar aquellas fotos ya se podía ir descubriendo aquella vida. No hacían falta las palabras, como se dice: «Una imagen vale más que mil palabras». En ese libro se mezclaban el pasado y el presente, los inicios y los avances de la técnica, la vida en otra época y la vida en la actualidad.

Una vez que todo esto estuvo en perfectas condiciones, había que buscar un título, pero no un título cualquiera, sino uno que reflejara bien todo lo que yo había pasado y por lo que había redactado este libro. Una designación que a primera vista impactara al público y los llevara a leerlo y sumergirse en esta bonita historia, trágica, pero bonita. Este tema me llevó varias noches sin dormir. Varias veladas estuve dándole vueltas a la cabeza hasta que una noche me levanté y apunté las primeras palabras que me vinieron al pensamiento.

La verdad es que vinieron varias a mi imaginación, pero escogí las que creí que eran más convenientes y que reflejaban mejor aquello que yo quería expresar. Se trataba de: «Impotencia, dolor y fatiga». No eran unas palabras escogidas al azar, sin ninguna justificación. Cada una de las tres tenía su correspondiente significado.

La primera de ellas, «Impotencia», significaba la sensación que yo había experimentado al no poder dialogar con el que fuera mi marido y que era mi verdugo, era algo imposible. «Dolor», esta palabra reflejaba muchas cosas, el dolor por los golpes que me propinaba mi maltratador; dolor al estar inválida tras el parto de los mellizos, hasta que me recuperé totalmente padecí terribles dolores; y dolor mental al ver que no podía hacer nada por salvar mi matrimonio. Y por último, «fatiga», de tanto trabajar sin poder, de criar a cinco hijos sola, de cuidar la casa, y todo ello aún convaleciente de la invalidez.

La verdad es que quedé muy conforme con ese título porque, además de reflejar aquello que yo quería, era muy bonito, original e impactante; todo lo que necesita un buen libro. Por entonces, ya tenía resuelta prácticamente la totalidad del libro, pero quedaba lo mejor, la portada. El complemento al título y, como es lógico, debía ser tan impactante como el título, una portada preciosa que atrajera al público nada más verlo. Como comúnmente se dice, la portada era al título como la soga al caldero.

La elección de la portada también me llevó varias jornadas, era una elección difícil puesto que tenía muchas fotografías candidatas a ser la anfitriona de este libro. Pero, sin duda, había una sola que era la idónea, la única que debía ocupar ese prestigioso lugar. Se trataba de una fotografía preciosa, de las primeras que se hicieron en color. Me acuerdo perfectamente de que ese mismo día mi hermano Tino también se hizo una. Era una imagen en la que yo tendría unos treinta y tantos años, y que decidí que iba a plasmar el libro donde contaba toda una vida.

Por último, quedaba la contraportada, que no por estar escondida era menos importante que su compañera. Su función era reflejar en unas líneas en qué consistía el libro, tarea que no fue muy difícil, tan solo tenía que expresar los sentimientos del pasado. Y también vi conveniente que tuviera una ilustración para que no quedaran solitarias unas simples líneas, y por ello, decidí elegir una bonita instantánea, también mía, pero actual. En ella reflejaba el paso del tiempo que, a pesar de los trágicos momentos vividos, la imagen reflejaba la ilusión y la fortaleza que siempre me ha caracterizado.

Finalizados estos pasos, mi libro ya estaba totalmente concluido, entonces sí que estaba listo para mostrarlo al público, para darlo a conocer. Pero ese no era un camino fácil, además, primero debía demostrar mi autoría, proteger mis derechos como escritora, ya que después de haber logrado ese libro tras un proceso tan laborioso, me había convertido en una verdadera escritora. Así que me apresuré al lugar donde mi libro quedaría registrado, y donde tendrían en cuenta mis derechos: al Registro de la Propiedad Intelectual de Valladolid. Allí una señorita muy amable me informó del procedimiento que había que seguir.

El proceso consistía en llevar impreso un ejemplar de mi libro para enviarlo al Registro Central de Madrid, donde quedaría archivado para siempre, rellenar unos documentos donde detallara las características del libro: tipo de obra, autor, páginas, título, etc., y, por último, pagar doce euros. Con toda esta información, ya podía comenzar el reconocimiento de mi libro. Es la misma situación que cuando nace un niño, el nacimiento del niño no es reconocido por la sociedad hasta que este no es inscrito en el Registro Civil.

Además, hablando con aquella señorita del Registro, me comentó que había estado trabajando en las oficinas de la empresa Saba-Pegaso donde yo había estado limpiando. La verdad es que fue una casualidad. Indicó que después le había convenido trasladarse a esa oficina de la Junta de Castilla y León, donde se encontraba muy a gusto.

Con las instrucciones que me había dado, me apresuré a hacer efectiva la impresión en papel del libro. Lo imprimió un señor que conocía a mi nieta, era un profesor del instituto al que ella acudía. La verdad es que fue muy amable y siempre le estaré agradecida por la labor que hizo. Contribuyó con su granito de arena a algo que era muy importante para mí, y también imprimió un cuento que había escrito mi nieta. El cuento se llamaba Dientitos, un conejo muy listo, contaba la historia de un conejo y su familia, era un cuento precioso con unas fotografías muy bonitas.

Después, en una librería mandé encuadernar tanto el libro como el cuento de mi nieta, ya estaban listos para ser registrados. Tan solo nos quedaba rellenar la hoja con las características del libro y nuestros datos personales. Seguidamente, acudí de nuevo al Registro de la Propiedad Intelectual donde hice entrega del libro, el cuento y los correspondientes documentos. La operación concluyó con el pago de veinticuatro euros, doce por mi libro y doce por el cuento. Era el precio estándar que tenían para todo tipo de obras literarias.

A partir de entonces, el libro comenzó su viaje hacia el Registro Central de la Propiedad Intelectual de Madrid, donde se encontró con multitud de libros de diversas características, de diferentes estilos, tamaños, colores, etc. Entre ellos había gran competencia, unos querían ser los mejores, los más vendidos. Pero el libro Impotencia, dolor y fatiga se adaptó rápidamente a ese lugar. Quedó internado en aquel sitio oscuro, esperando salir a la luz del día, en algún momento no muy lejano. Allí comenzó un largo camino que nunca habría imaginado, nunca se me habrían pasado por la mente los acontecimientos que se fueron sucediendo a lo largo del tiempo.

Desde ese momento, me puse a pensar cómo podría empezar con la búsqueda de un editor para mi libro. Como todo artista, tenía que moverme para conseguir mi meta, una meta que no sabía si iba a lograr, pero estaba segura de que si me quedaba de brazos cruzados nunca iba a alcanzar nada. Como dice el refrán: «El que algo quiere, algo le cuesta». Como todo en la vida, requiere esfuerzo, lucha, y sobre todo mucha ilusión. Esta es una gran compañera, te hace seguir con tu proyecto a pesar de las decepciones y fracasos, a pesar de los múltiples obstáculos que te encuentras en el camino.

Capítulo 2

Un caluroso día del mes de junio de dos mil siete, se me ocurrió la idea de escribir al Jefe del Estado español, a Su Majestad el Rey Don Juan Carlos Primero de Borbón. Decidí escribir una bonita carta de mi puño y letra donde expresaba al monarca cómo había acontecido mi vida, mi sufrimiento y mi lucha para sacar adelante a cinco criaturas. Pensé que, acudiendo a la máxima instancia de poder del país, podría conseguir mi objetivo más rápidamente. Así que, una vez que redacté la carta, la metí en un sobre junto con una copia de la portada y contraportada del libro, y me apresuré a la oficina de Correos más cercana. Allí rellené los datos, el remitente y el destinatario, y aboné la cantidad correspondiente.

Ese fue el primer movimiento de una larga trayectoria de búsqueda de alguna buena persona que tuviera interés por mi libro. Después, mi hijo Ángel Luis me recomendó que acudiera a algún medio de comunicación local para empezar a dar a conocer mi historia y mi obra a la población más cercana, a la de mi tierra. Por ello, me trasladé a Zamora, la bien cercada, la perla del Duero, mi tierra natal, tierra que me vio nacer, y que fue testigo de la mayor parte de mi trágica vida conyugal.

Zamora tiene fama de ser una tierra acogedora, con buena gente, y es verdad. El primer día que acudí a la capital zamorana, mi nieta y yo nos apresuramos hasta la Plaza Fernández Duro, en plena calle Santa Clara, la calle principal. Allí se encontraba la sede de la emisora de radio La Cope, nunca habíamos acudido allí, y tampoco conocíamos al director, ni a ningún trabajador. Había que probar suerte, nada teníamos que perder.

Inmediatamente, ascendimos por las escaleras hasta el segundo piso y, cuando estábamos delante de la puerta de la emisora, llamé al timbre. Tras unos segundos de espera, un señor alto y delgado abrió la puerta, se trataba del director de la radio, el cual indicó que se llamaba Carlos. Pareció algo sorprendido cuando le expliqué el motivo de mi visita, nunca le había sucedido algo parecido. Durante unos segundos, se quedó sin saber qué decir y, rápidamente, señaló que acudiéramos al día siguiente, a primera hora de la mañana, ya que era cuando emitía su programa radiofónico.

Al día siguiente, puntuales como un reloj, mi nieta y yo nos presentamos en los estudios de la emisora. El Don Carlos nos estaba esperando impacientemente para dar comienzo a su programa. Pasamos al estudio de grabación donde mi nieta y yo tomamos asiento delante de unos micrófonos, Carlos se encontraba al otro lado de la habitación, en la cabina donde se controla el sonido. Desde allí, me indicó que me pusiera los cascos y dio comienzo al programa.

Para ser la primera vez que hablaba en la radio, lo hice bastante bien, no me puse nerviosa y hablé correctamente. Poco a poco fui relatando mi historia, el motivo de escribir mi libro y mi objetivo, la causa por la que en ese momento me encontraba en un medio de comunicación expresando mis vivencias a toda la población zamorana. Carlos casi no intervino, así que, lo que en principio parecía ser una entrevista, desembocó en un discurso en el que solo hablaba yo. Era la primera vez que podía expresar al público todo lo que me había ocurrido, y por ello mi intervención duró bastante rato. Cuando terminé, el director me felicitó por mi brillante intervención, nos proporcionó el disco con la grabación y me deseó mucha suerte con mi libro.

Cuando abandonamos la emisora, nos apresuramos hasta la emisora de otra radio, previamente nos habíamos encargado de buscar en las páginas amarillas la localización de otras emisoras zamoranas. Se trataba de la emisora de Radio Nacional de España, que se encontraba sita al lado del precioso y transitado Parque de la Marina Española. Allí, nos recibió un señor muy peculiar, era el director de la emisora y se llamaba Evaristo. Cuando le comenté el motivo de mi visita, indicó que podíamos volver transcurrida una hora, en ese período de tiempo tenía que hacer unas gestiones.

Seguimos sus indicaciones y, una vez transcurrida una hora, acudimos a las oficinas. Tan solo tuvimos que esperar unos segundos, inmediatamente nos hicieron pasar al estudio de grabación donde, tras hacerme unas preguntas, relaté mi historia más brevemente. Mi intervención en esta emisora fue diferente a la de La Cope, fue más breve y, además, el Don Evaristo la dio a modo de noticia. Se trataba de algo diferente, original, pero que tenía la misma misión. La grabación no nos la entregaron en ese mismo momento, debían confeccionar su programa y por ese motivo nos la proporcionaron al día siguiente.

Al despedirnos del director, al cual agradecí su amabilidad, nos comentó que podríamos acudir a la sede del periódico El Norte de Castilla, dijo que de la misma forma que a él le había parecido bien dar a conocer mi historia en su emisora, podría interesarle a la redacción del periódico. La verdad es que tuvo una buena idea, fue el eslabón de la cadena que nos permitió avanzar en nuestro camino. Se trataba de un cambio, pasaba del medio radiofónico a la prensa escrita.

Cuando abandonamos Radio Nacional de España, no dudamos en acudir a la calle de San Pablo donde se encontraba la redacción de El Norte de Castilla. Nos atendió una señorita muy amable a la que le expliqué el motivo de mi asistencia allí, y le comenté que me había recomendado visitarlos el director de Rne donde había sido entrevistada. Parece ser que les interesó y aceptaron hacerme una entrevista. Así que una joven periodista, que por cierto vivía en Valladolid y todos los días se trasladaba de Zamora a Valladolid, comenzó a hacerme la entrevista.

La chica muy atentamente fue tomando nota a medida que yo le iba contando mi historia, ella me hacía algunas preguntas y yo le iba respondiendo. Les parecía una historia muy trágica e increíble que yo hubiera decidido ponerme a escribir todo eso hasta completar un extenso libro. Cuando anotó las páginas que consideró suficientes para elaborar el artículo, hicieron pasar al fotógrafo que tenía la empresa y me realizó varias instantáneas. Nos indicaron que en un par de días saldría publicado.

Fue muy bonita la experiencia de ser entrevistada, fue espectacular poder verme en el interior de las páginas de El Norte de Castilla, uno de los periódicos de más tirada en Zamora y en toda Castilla y León. El artículo que habían elaborado con la información recogida invadía una extensa columna que ocupaba todo el largo de una hoja. Insertada entre las letras estaba una de las instantáneas que me habían sacado. Había quedado un artículo precioso y muy bien redactado. Con las palabras: «pensé que debía expresar todo lo que me estaba pasando» habían abanderado el artículo. Ese día, el seis de julio de dos mil siete, compré varios ejemplares del periódico del que aún conservo un par de ellos.

Esta fue la primera de dos apariciones más en prensa escrita. Cuando comenté este hecho a unos conocidos, uno de ellos me indicó que también podría acudir a la redacción del periódico La Opinión, el Correo de Zamora. Otro de los periódicos más importantes de la ciudad zamorana. Así que seguimos el consejo de aquella persona y nos trasladamos a la redacción. Allí enseguida nos atendió un joven, el cual se encargó de realizar mi entrevista. Provisto de una grabadora, comenzó a realizarme preguntas para ir contándole mis experiencias.

En este caso, el fotógrafo no se encontraba en la redacción, estaba por las calles de la capital fotografiando las noticias acontecidas en la ciudad. El joven que me estuvo entrevistando indicó que podíamos dar un paseo hasta que llegara, como tenían nuestro teléfono contactarían rápidamente. Aprovechamos para dar un tranquilo paseo por la calle principal, por la que miles de transeúntes caminan cada jornada.

Mientras andábamos por allí y hablábamos con unos conocidos, sonó el teléfono. El redactor del periódico nos preguntó que dónde nos encontrábamos y, tras comunicarle nuestra localización, nos comentó que nos aproximáramos a la redacción del periódico, el fotógrafo estaba a punto de llegar. Fuimos caminando poco a poco y decidimos tomar asiento en la preciosa plaza de Viriato, el pastor lusitano. En ese lugar, recibimos una nueva llamada del periódico, y el redactor nos dijo que nos quedáramos allí.

En pocos minutos, apareció un joven que dedujimos que era el fotógrafo, llevaba una cámara profesional en la mano y una mochila al hombro. Se acercó a nosotras y nos informó de que era el fotógrafo de La Opinión, seguramente indicó su nombre, pero no lo recuerdo. Mi nieta y yo nos pusimos en posición, delante de la estatua de Viriato, y el experimentado fotógrafo fue sacando instantáneas desde diversos puntos de la plaza. Una vez que quedó conforme, dijo que su trabajo había concluido.

Tuvieron que transcurrir tres días, pues había coincidido en fin de semana, para que el artículo saliera publicado. El día elegido fue el nueve de julio, esa jornada los zamoranos pudieron verme de nuevo en el interior de las páginas de un periódico. También adquirí varios ejemplares pues es un recuerdo que hay que conservar para siempre, ya que oportunidades como esas solo ocurren una vez en la vida.

Encabezado por el título: «Una vida corriente», aparecía un extenso artículo en el que estaba redactada mi historia, una historia no muy diferente a la de otras muchas mujeres, pero sí peculiar. En esta ocasión, el artículo venía acompañado por una instantánea mucho más grande que la de El Norte de Castilla, y en la que ya no estaba yo sola, sino que me acompañaba mi nieta Cristina. También se podía ver perfectamente la portada del libro. El lugar que ocupaba ya no era una simple columna lateral, sino la mitad de una página, mucho más visible para los lectores. Se notaba una gran evolución, un ascenso en mis logros.

Unos días después, acudimos a la última emisora de radio de la capital zamorana en la que intervine, la Cadena Ser. Como venía haciendo hasta ahora, les conté mi historia y también mi trayectoria en los medios de comunicación zamoranos. Ellos también mostraron interés y, de la misma manera que La Cope y Rne, decidieron entrevistarme. La entrevista fue bastante extensa, pero de ella no tengo la grabación, una verdadera pena.

Casi un mes tuvo que transcurrir para que tuviera lugar mi última aparición en un medio de comunicación zamorano, y fue de nuevo en prensa escrita. Así completaba el trío de medios de comunicación, tres habían sido las emisoras de radio que habían escuchado mis palabras, y tres tenían que ser los periódicos. El último fue el mejor de todos, se llamaba DGratis.

En él todo eran ventajas. Para empezar, era gratis, y eso permitía llegar a más público, ya que al no tener que pagar ni un céntimo era accesible a cualquiera. La segunda ventaja era que estaba editado a todo color, algo que no tenían los demás periódicos, y que lo hacía más ameno. Con el título: «Escribir como terapia», comienza un extenso reportaje que ocupa toda una página. Este completaba mucho más la información que habían ofrecido en El Norte y en La Opinión.

Estaba acompañado de tres fotografías, triplicando las de los otros periódicos. En el centro, una fotografía en la que aparecíamos mi nieta y yo, debajo de esta había una instantánea de la calle de los Herreros. Se trataba de la calle donde tuve mi primer domicilio cuando llegué a Zamora con el que fuera mi marido. A la derecha, había una columna donde explicaba el porqué del título del libro, y estaba acompañada de una fotografía mía. Además, en la portada había una pequeña referencia a mi entrevista en páginas interiores acompañada de una fotografía.

Este fue el final de mi trayectoria por los medios de comunicación de Zamora, pero mi búsqueda no iba a parar ahí, yo iba a seguir continuando poco a poco. Antes de mi última aparición en el periódico DGratis, que fue el tres de agosto de dos mil siete, en el mes de julio tuve noticias de una carta que hacía un mes había enviado con mucha ilusión. Desde Valladolid, mi hija Mari me informó de que había llegado una carta procedente de la Casa Real. Ella, al encontrar aquella carta, no podía dar crédito a lo que estaba viendo, no se lo creía. Cuando envíe la carta yo no se lo había dicho a nadie, y por eso fue toda una sorpresa.

Mi hija Mari me leyó el contenido de esa Real carta, estaba redactada por la Jefa de la Secretaría de la Casa de Su Majestad el Rey, María Sáenz de Heredia. En ella decía que el contenido de mi carta había sido conocido por Su Majestad, el cual admiraba mi valentía y mi ejemplo. Indicaba que esa misma carta junto con la portada y contraportada del libro que yo le había remitido, se la había enviado al órgano competente para este tema que, según Su Majestad, era la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León.

Pronto transcurrió el verano, pero no por ello iba a estar parada, así que en el mes de octubre decidí escribir a una noble mujer, la mujer de España que más títulos nobiliarios tiene, Cayetana Fiz-James Stuart, la duquesa de Alba. Igualmente, me dirigí a ella con una carta de mi puño y letra en la que le contaba mi historia y le pedía que me ayudara a encontrar un editor para mi libro. Cuando tuve la epístola bien redactada, acudí a la oficina de Correos y envíe mi escrito certificado con destino: Palacio de Liria, en Madrid.

La respuesta llegó en el momento más inesperado, fue una gran sorpresa, ya que el día de su llegada coincidió con el de mi cumpleaños, el veintisiete de noviembre de dos mil siete. El pliego procedía del Palacio de Dueñas, en Sevilla, domicilio distinto al que yo envié la carta. Su respuesta estaba impresa en un documento del mismo color que el sobre, azul. En él, la señora duquesa me explicaba su imposibilidad de ayudarme con la edición de mi libro. Ello se debía a su constante labor humanitaria con ONG, conventos, orfanatos y otra serie de instituciones del mismo tipo. Aun así decía que le parecía una historia muy trágica, me daba la enhorabuena por ser una mujer fuerte y valiente. Concluía su carta con sus mejores deseos y su firma.

Aunque no obtuve la respuesta que yo habría querido, fue algo muy bonito, algo único e irrepetible de lo que no todo el mundo puede presumir. Fue un regalo de cumpleaños que nunca antes había tenido. Parecía increíble que en unos meses ya hubiera podido contactar con personas de la sociedad española tan importantes como Su Majestad y la duquesa de Alba.

Capítulo 3

En pleno invierno de dos mil ocho, concretamente en el mes de febrero, una conocida me comentó que se había enterado de que en la Plaza Mayor, justo al lado del Ayuntamiento, se encontraban las oficinas de Antena 3 televisión. Salir en una televisión nacional era mi próximo objetivo, y con esa nueva información podía intentar conseguir mi sueño. Sin dudarlo un momento, me desplacé junto a mi nieta Cristina y mi hija Mari a las oficinas de Antena 3.

Con el libro bajo el brazo, nos presentamos allí donde nos recibió un periodista. Le conté mi historia e interés por salir en televisión para hacer un llamamiento a ver si alguien se interesaba por editar mi libro. La verdad que cuando salí del lugar no tenía ninguna esperanza de que me llamaran, pero tan solo transcurrieron unos días hasta que recibí la llamada de Antena 3. Me indicaron que, en esa jornada, una periodista llamada Silvia y un cámara se trasladarían a mi domicilio para hacerme un reportaje. Mi nieta Cristina se llevó una gran sorpresa al conocer la noticia.

Nada más comer, llegó la pareja de periodistas, los dos muy amables. Comenzamos la entrevista en el salón de mi hogar, allí leí unas líneas de mi libro y fui contestando poco a poco a las preguntas que me realizaba Silvia. También, les fui comentando mi trayectoria por los medios de comunicación de mi tierra natal. Después, le preguntaron a mi nieta por su labor a la hora de transcribir mi libro, incluso le indicaron que se sentara frente al viejo ordenador como si estuviera escribiendo. A continuación, les invité a un café, no querían tomárselo, pero al final accedieron. Posteriormente, nos comentaron que querían hacernos un pequeño reportaje caminando por nuestra calle para ponerlo como entradilla. Aprovechando que ya había llegado mi hija Mari de trabajar, bajamos las tres y caminamos por nuestra calle y también nos sentamos en la Plaza de la Virgen del Carmen. Luego ya nos despedimos y nos dijeron que enviarían la grabación a Madrid para emitirlo en el programa Espejo Público en unos días.

Durante varias jornadas estuvimos esperando a ver si emitían el reportaje, cada mañana veíamos el programa, pero la grabación no aparecía. Así estuvimos un día tras otro hasta que decidimos acudir a la oficina para preguntar qué problema había para que aún no hubieran emitido la entrevista. No nos dieron ninguna solución, indicaron que ellos habían enviado la grabación a Madrid y que los problemas tenían lugar allí, que ellos no sabían nada. Este hecho fue una gran decepción para nosotras, había sido una sorpresa y teníamos mucha ilusión, pero todo ello se desvaneció sin obtener justificación alguna.

Hasta mayo de ese mismo año no volví a hacer nada más, fue por entonces cuando decidí contactar de nuevo con la Casa Real. El motivo fue la falta de noticias respecto a la cuestión que habían comentado en su carta. Nunca llegaron noticias del órgano competente para la edición de mi libro, la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León.

El nuevo contacto con la Casa Real fue diferente al anterior, en esta ocasión, vi conveniente hacer el envío de una copia encuadernada de mi libro, que tenía como destinatario principal Su Majestad el Rey, y al cual dediqué la copia. El libro iba acompañado del cuento de mi nieta Cristina, titulado Dientitos, un conejo muy listo. El cuento tenía como destinatarias las infantitas Doña Leonor y Doña Sofía, hijas de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias. Y todo ello iba acompañado de una carta, esta vez redactada a ordenador. Todo este paquete certificado hizo un largo viaje hasta el Palacio de la Zarzuela.

Un largo mes tuvo que transcurrir hasta que en junio recibimos una respuesta, siempre dicen que «las cosas de palacio van despacio». En esta nueva carta, el trato ya se mostraba diferente, aquí se dirigían a mi persona con un «Muy Señora mía», mientras que en la primera carta comenzaban por «Me complace acusar recibo…». En el escrito me transmitían su agradecimiento por mi envío. Por un lado el Rey, destinatario de mi obra literaria, indicaba que con mucho gusto leería el libro y ya quedaría para siempre en su biblioteca oficial. Por otro lado, Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, Don Felipe y Doña Letizia transmitían su agradecimiento por el curioso cuento, obra de mi nieta, para sus hijas. Las pequeñas estaban encantadas con él.

Para mí había sido todo un logro haber conseguido contactar en dos ocasiones con la familia Real, por la que siento especial admiración y cariño. Para mí fue y sigue siendo un honor que la biblioteca de tan ilustre Casa acoja mi preciada obra literaria. Ello significa que un día cualquier miembro de la familia que tenga un rato libre puede entrar en la biblioteca y escoger mi libro para leerlo. Es algo que no todo el mundo puede decir.

Como formula el refrán «No hay dos sin tres» y, efectivamente, hubo un tercer contacto con la familia Real, pero hasta entonces transcurrió casi un año. Fue en abril de dos mil nueve cuando envié una nueva carta al ya conocido Palacio de la Zarzuela. En esta ocasión, el destinatario era diferente, no me dirigía al Rey, sino a su esposa la Reina Doña Sofía de Grecia. Me dirigí a ella para pedir algo nuevo, y como las mujeres somos más comprensivas, decidí dirigirme a ella en vez de al Rey.

En mi meditada carta le pedí el favor de que hablara con su nuera, la Princesa de Asturias, Doña Letizia Ortiz Rocasolano, para pedirle, puesto que ella había sido periodista hasta que contrajo matrimonio con el Príncipe Don Felipe, que hablara con antiguos compañeros de profesión que pudieran ayudarme en mi reto. Al mismo tiempo, demandaba una fotografía firmada de Su Majestad la Reina, a la cual tengo mucho aprecio.

Como en ocasiones anteriores, el acuse de recibo llegó una vez transcurrido un mes, concretamente el veintinueve de mayo de dos mil nueve. Esta vez no era una simple carta, sino que era un sobre de grandes dimensiones reforzado por un cartón en su reverso. Me apresuré a la apertura del sobre, impaciente por saber la respuesta. Cuando lo abrí, me encontré con una sorpresa, me habían enviado la fotografía firmada de Su Alteza Real la Princesa. La verdad es que yo había pedido la fotografía de la Reina, pero recibir la de la Princesa de Asturias me hizo la misma ilusión. Además, venía acompañada de una carta en la que me comunicaban las palabras de Doña Letizia. Lamentaba decir que mi petición no entraba dentro de las competencias de la Casa, y me enviaba sus mejores deseos.