El complicado escenario de la televisión digital en España

 

Manuel Ángel Menéndez

 

 

 








 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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© Manuel Ángel Menéndez Gijón, 2017

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ÍNDICE

EL COMPLICADO ESCENARIO DE LA TV DIGITAL EN ESPAÑA

LA TELEVISIÓN DIGITAL POR SATÉLITE

El antecedente de Canal 10: auge caída de ‘TeleCalviño’

TeleCalviño’, un gran fracaso comercial

El nacimiento de Vía Digital y Canal Satélite Digital

La fusión de las plataformas: nace Digital +

El poder de Sogeclabe

Cambios y vaivenes en el accionariado

La televisión digital terrestre

Quiero TV: el fracaso de la primera plataforma digital terrestre

Las nuevas concesiones: Veo y Net Televisión

De lo digital a lo analógico: el ‘retrocambio’

El nuevo y más amplio escenario de la televisión digital terrestre

Las Tv locales: un entramado mediático, político y empresarial

Rodríguez Zapatero cambia la ley de Aznar

Cuatro, una nueva televisión en abierto para Prisa

La Sexta, el negocio televisivo de las productoras

La televisión digital por cable (ADSL)

La internacionalización de la televisión a través de Internet

El negocio de los proveedores de contenidos: la producción audiovisual

Agruparse para sobrevivir... e influir

Mediapro, la olla de oro catalana

El grupo de empresas de Mediapro

La gran familia Globomedia: “Aragón, SA”

La alquimia de Mainat y Cruz: Gestmusic-Endemol

Los problemas de Atlas, la productora de Tele 5

El entretenimiento del Grupo Europroducciones

Un sector en plena concentración

La imparable ascensión multimedia del Grupo Vocento

La penetración de Vocento en la producción audiovisual

Vocento en las nuevas tecnologías

2014: La televisión se reconfigura













LA TELEVISIÓN DIGITAL POR SATÉLITE

Desde la concesión de los canales privados analógicos a nivel nacional, en 1989, el siguiente acontecimiento más significativo en el campo audiovisual – y en este caso en el de la televisión de pago -, fue, sin duda, la fusión en 2002 de las dos plataformas de televisión digital por satélite que existían en España: Canal Satélite Digital (Prisa-Sogecable) y Vía Digital (Telefónica) en Digital +, cadena resultante con participación mayoritaria de Sogecable.

La fusión fue aprobada el 29 de noviembre de 2002 por el Consejo de Ministros de José María Aznar, del PP, con algunas condiciones. Las primeras emisiones se realizaron en julio de 2003 y la oferta incluía 150 canales, resultantes de la combinación de los más destacados de las plataformas antes de la fusión. En el primer mes de emisión completo (agosto de 2003), la nueva Digital + logró un share del 4,3%, lo que superó la suma de las dos plataformas antes de la fusión. Pero en este capítulo de la televisión por pago también habría que destacar la aparición de un nuevo servicio, Imagenio, que comenzó a ofrecer Telefónica a través de ADSL.

Como algunos preveían, el monopolio de Digital + produjo algunos conflictos en el sector audiovisual a lo largo de 2003, ya que, para llenar las parrillas de sus ofertas, los operadores de cable dependen en gran medida de los contenidos de cine y deportes (especialmente los primeros) que compran a Sogecable-Digital +, a la que todavía no le habían vencido los contratos leoninos suscritos con las grandes productoras norteamericanas, las ya conocidas majors (Twentieth Century Fox, Buenavista Internacional, Universal Studios, Paramount Pictures, Columbia Tristar Films y Warner Bros).

Esa red de contratos, reforzada por la larga duración de la mayor parte de los mismos, “obstaculiza e impide gravemente el acceso de otros operadores de televisión de pago a unos contenidos que se consideran esenciales para el negocio”, según destacaba en grandes letras el Informe de Defensa de la Competencia de 2004. Y es que ya en 2003, la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), encargada por ley del seguimiento de las condiciones de fusión, inició el estudio de determinados conflictos planteados por operadores, que comenzaron a resolverse en 2004 mediante arbitraje obligatorio (casos de Auna, Ono y EHS).

Además, en ese mercado de la televisión de pago se dio otra circunstancia que no se había dado en el sector de la televisión en su conjunto: el hecho de que la fusión de las dos plataformas de televisión digital por satélite disparara sensiblemente el índice de concentración de medios, algo que todos los gobiernos y organizaciones políticas habían querido evitar desde el principio.

El antecedente de Canal 10: auge caída de ‘TeleCalviño’

El antecedente de la televisión digital por satélite en España –y también del primer proyecto de televisión privada española- podríamos situarlo en 1988, un año antes incluso de que el gobierno de Felipe González aprobara la concesión de tres canales privados de televisión generalista (Antena 3, Tele 5 y Canal +): se trató de la experiencia de Canal 10, un proyecto brillante en su concepción y aberrante en su ejecución, que nació envuelto en la polémica y terminó en los tribunales tras ocho meses de turbulenta existencia.

A Canal 10, que emitía desde Londres cuando en España no existía más que la televisión pública – como decimos, aún no se habían concedido las licencias analógicas privadas a nivel nacional - no le faltaron ni tecnología ni dinero, pero jamás llegó a captarse en España y no provocó más que deudas. Su primera emisión se produjo el 25 de enero de 1988 con la película “Kramer contra Kramer”. Pero en agosto de ese año se suspendieron las emisiones, calló el satélite Intelsat, a través del que transmitían para España, los accionistas actuaron judicialmente contra los accionistas y los acreedores contra todos.

El inicio de Canal 10 hay que buscarlo en mayo de 1987, cuando el abogado y exdirector general de RTVE, José Maria Calviño, recibió la visita de los representantes de Enrique Talarewitz, un judío de ascendencia ucraniana, italiano de nacionalidad, andorrano de residencia, políglota, multimillonario y extremadamente hábil en los negocios. El padre de Talarewitz había representado en Europa los intereses de la poderosa productora norteamericana Paramount e introdujo a su hijo en los secretos de la distribución cinematográfica a través de Filmax.

La propuesta de Talarewitz venía avalada por entidades solventes, como la Caja Andorrana de Seguridad Social, por aquel entonces accionista del grupo de comunicación francés Havas (propietario, a su vez, de un 25% de Canal Plus de Francia), o el grupo empresarial vasco Noara, articulado en torno a la familia Knörr. La idea era la de crear una empresa de televisión por satélite que emitiera hacia España –o que se viera en España-, sin que se incurriera en ningún tipo de ilegalidad. Para esa tarea, Calviño contrató al periodista Enrique Vázquez, exdirector de informativos de TVE bajo su mandato, para que actuara como portavoz de Canal 10.

José María Calviño Iglesias (Lalín, Pontevedra, 1943) era doctor en Derecho y ejercía de abogado en Madrid, A Coruña, Valencia y Huelva. Su actividad laboral le había llevado a tomar contacto con los medios de comunicación y estuvo vinculado a TVE desde 1970. Próximo al PSOE, ya en 1980 las Cortes Generales lo habían designado, a propuesta del Grupo Socialista, vocal del Consejo de Administración de RTVE y, tras la victoria del PSOE en las elecciones generales de 1982, el primer Gobierno de Felipe González lo nombró director general de RTVE, un mandato que se prolongó hasta 1986 y que no estuvo exento de críticas, polémicas y acusaciones de manipulación partidista.

En realidad, Calviño había querido renovar la imagen y espíritu de la televisión en España, y de su época databan programas innovadores y vanguardistas como La bola de cristal, Si yo fuera presidente o La edad de oro, que aspiran a la implantación de un modelo de TV pública de calidad. Ello no impidió, sin embargo, que los horarios privilegiados los ocupasen series norteamericanas como Dinastía o Falcon Crest.

En cuanto a su política informativa del Ente, Calviño nombró en primer lugar a José Luis Balbín como Jefe de los Servicios Informativos. Balbín traía una excelente imagen por su actuación en el programa La Clave; sin embargo, posteriores desavenencias entre ambos provocaron la retirada de La Clave y su destitución, primero por Enrique Vázquez y luego por Enric Sopena.

Durante esa etapa de Calviño en TVE también se destituyó manu militari a otros rostros clásicos de la información en la televisión pública, como Paloma Gómez Borrero y Miguel Veyrat, al tiempo que la dirección - muy vinculada al entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra -, incorporaba a una nueva generación de periodistas, abanderada por Paco Lobatón, Concha García Campoy y Ángeles Caso, que renovaron la imagen de los Telediarios.

Tras las elecciones generales de 1986, Calviño fue relevado en su puesto por la cineasta Pilar Miró y se dedicó al ejercicio de la abogacía, desde donde impulsó el intento de TV por satélite; es decir, Canal 10.

Como en España no era posible la emisión por no estar permitido, se decidió emitir desde Londres programas codificados (de pago) vía satélite, negociando un contrato con la empresa británica de telecomunicaciones British Telecom, para alquilar una parte de un repetidor en el consorcio internacional de satélites Intelsat.

El montaje de Canal 10 tuvo su piedra angular en Film Success Corporation International, una firma con sede en Panamá y oficina en Londres. El socio mayoritario era el ya citado Talarewitz, a través de sus empresas Oris Films y Talarn Films. También participaban otras personas físicas y jurídicas, como la Caja Andorrana de Seguridad Social (CASS), Castor, SA (el empresario andorrano Josep Maria Cases, vicepresidente de refrescos Kas), y Lake Wood Enterprise (una sociedad instrumental panameña). El objetivo de la sociedad era nutrir de películas, series o magazines la programación del futuro Canal 10 mediante un contrato en exclusiva por siete años.

Para la puesta en marcha del proceso, Film Success Corporation International generó la filial Film Success Limited, con sede en la isla inglesa de Man (un paraíso fiscal, al igual que Panamá) y oficina en Andorra (otro país sin impuestos).

Esa sociedad fue ligada a Canal 10 con un contrato leonino: Film Success Limited debía percibir el 100% de lo ingresado por cada antena instalada, el 100% de lo ingresado por pagos de mantenimiento, el 25% de los ingresos por alquiler de instalación y el 25% de los ingresos por publicidad. El hombre de Talarewitz en esta instrumental recaudadora sería Daniel Mestre -empresario y profesor mercantil implicado en el escándalo de Matesa, que estalló en 1969 y que le costó a él personalmente una multa de 500.000 pesetas por tráfico de divisas, aunque siempre sostuvo que era inocente-, en cuyo despacho andorrano estaba domiciliada la sociedad en el Principado.

La trama básica sobre la que había de sostenerse el futuro Canal 10 la completaban Film Success España, sociedad cuya función debía de ser la de doblar todo el material extranjero de Film Success Corporation International, y Maxtel, SA, propiedad de Talarewitz y de su más directo colaborador, Bartolomé del Castillo, para suministrar las antenas necesarias para la recepción de los programas en el hogar de los usuarios.

Construida la trama, a primeros de 1987 se presentó Canal 10, la primera televisión privada de la historia de España, que nacía como “una sociedad anónima española con 1.000 millones de pesetas de capital social”, dedicada a llevar a cabo la difusión de un canal privado de televisión mediante la contratación en exclusiva para España con la compañía Film Success (así lo reflejó el diario El País en su edición del 19 de octubre de 1988).

El núcleo de accionistas impulsores estaba encabezado por Oris Films, empresa de Talarewitz, tenedora del 34% del capital social. Otro accionista relevante era la Caja Andorrana de Seguridad Social (CASS), que ya participaba en Film Success Corporation International. La CASS era una entidad parapública andorrana dedicada a la cobertura social de los ciudadanos, cuyo director general, Josep Maria Ubach, mantenía una gran amistad con Talarewitz. Poseía un 15% en Canal 10 y otro 15% en la major de las Film Success, en las que había invertido un total de 300 millones de pesetas de la época.

Canal Plus, el exitoso canal privado francés, tenía también su cabeza de puente en Canal 10 con un 10%. Y otros accionistas que proveían el resto del capital eran la Caja de Ahorros Municipal de Vitoria, Lico Leasing -accionista y al tiempo fuente de financiación, propiedad de un consorcio de cajas y aseguradoras-, Josep Maria Cases (vicepresidente de los refrescos Kas) y otros menores, entre ellos H-Capital, un holding perteneciente al financiero francés Jacques Hachuel, que poseía en España numerosos intereses.

Sin embargo, las previsiones de cuenta de resultados eran extremadamente desorbitadas: para el primer año preveían 450.000 abonados con ingresos de 8.681 millones de pesetas, costes de 4.982 millones y gastos de 2.780 millones, con lo que resultaría un beneficio sobre el papel de 918 millones de pesetas. El segundo año, con 300.000 abonados más, se ganarían 3.621 millones. El tercero, 250.000 abonados más y 5.695 millones limpios. Y al cuarto año, otros 250.000 abonados (y ya iban 1.250.000 abonados) y 7.692 millones de beneficios. Esas previsiones estaban tan fuera de la realidad que nada de lo previsto se cumplió, como veremos.

En noviembre de 1987, cinco meses después de que se iniciara la preparación del proyecto, se anunció el nacimiento del primer canal privado de televisión en España, al que popularmente y de forma inmediata se le conoció como “teleCalviño” y se asoció al vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, a quien adjudicaron – sin ninguna prueba al respecto -, el padrinazgo del invento. El impacto político fue sonado, ya que numerosos sectores pugnaban desde 1981 por conseguir la primera licencia de televisión privada en España, y ninguno lo había conseguido hasta ese momento.

TeleCalviño’, un gran fracaso comercial

En realidad, el sistema montado por Calviño y Vázquez era novedoso; tanto que luego sería aprovechado por los canales digitales de pago –desde Canal + a Vía Digital y Canal Satélite Digital-: para acceder a las películas, entretenimiento, deportes, etcétera, de Canal 10 había que abonar una cuota de enganche de 15.000 pesetas y 3.000 pesetas mensuales fijas. Durante un breve periodo, Canal 10 estuvo emitiendo gratuitamente y poco después comenzó a codificarse, lo que no hizo sino agravar el fracaso.

Los primeros problemas entre Talarewitz y los representantes de Canal Plus (Francia) surgieron ya con la campaña publicitaria de lanzamiento del canal: costó casi 600 millones de pesetas, cuando el consejo había autorizado una inversión de sólo 100 millones, y fue Mary Cathleen Collins, es decir, la atractiva y sensual Bo Derek, la ‘mujer 10’ norteamericana, quien hizo la sugestiva recomendación a los televidentes españoles con su “Apúntate al 10”.

Fue una campaña multimillonaria, pero infructuosa, ya que no consiguió una cantidad aceptable de abonados. En pocos meses se vio de forma clara que la sociedad no funcionaba, y en febrero de 1988, un mes después de que comenzaran unas emisiones en privado que nadie veía, la composición del accionariado varió: entraron Robert Maxwell, el magnate británico de la comunicación, y la Corporación Luxemburguesa de Telecomunicación, una potente agencia de emisiones vía satélite en la que participaba el exprimer ministro belga, Gaston Thorn. Las tensiones dieron como resultado el derribo de Talarewitz a finales de la primavera de 1988.

Luego, a finales de julio, Henri Lamarlère (la mano derecha de Jacques Hachuel, de H-Capital) ya estaba al frente de Canal 10 y de los Film Success (la panameña y la andorrana, pero no la de doblaje) y contrató a los auditores de Arthur Andersen, que sacaron a la luz una red de sociedades aparentemente vinculadas a Talarewitz que recibían dinero de Canal 10 por todo tipo de conceptos. Todo resultaba tan enmarañado que el consejo de administración tuvo que contratar a un abogado suizo, especializado en desbrozar madejas mercantiles internacionales.

Paralelamente, los acreedores de Canal 10 y Film Success pasaron a la acción. Por un lado, se instó una quiebra a la que la empresa, representada por el nuevo administrador Rafael García Arteaga, respondió solicitando suspensión de pagos para poder aclarar la situación y estudiar el relanzamiento. Los libros presentados al juez sumaban un activo de 2.700 millones de pesetas y una deuda de 1.500 millones. Los acreedores dudaban de esas cifras y no querían distinguir entre antiguos y nuevos gestores.

Finalmente, Canal 10, la primera televisión privada de España, resultó un fracaso histórico: un total de 19 empresas acreedoras interpusieron, el 28 de noviembre de 1988, una querella criminal por “delito continuado de estafa” contra los responsables de Canal 10. Así terminaba la historia de la primera televisión digital por satélite privada de España.

El nacimiento de Vía Digital y Canal Satélite Digital

Además de la ‘no legal’ Canal 10, el origen del interés en España por la televisión digital vía satélite habría que buscarlo posteriormente en la negativa de Bruselas, a través del Comisario Europeo para la competencia, Karel Van Miert, de permitir la integración de Telefónica y Canal Plus en un consorcio llamado Cablevisión. La operación tenía por objetivo ofrecer televisión por cable en todas las demarcaciones que le permitiera la reglamentación española. Ante la negativa de Bruselas, la alianza no fue posible y tanto el Grupo Prisa (propietario de Canal Plus) como Telefónica buscaron por separado nuevas oportunidades de negocio en las que emplear las inversiones que tenían previstas.

compañero de pupitre