1 Para la traducción de las citas bíblicas se ha seguido la Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1985 (ndt.).

2 Si bien la traducción más literal al castellano de Agnese es Inés, hemos optado por conservar el nombre de Agnes que se asemeja más a otras lenguas europeas. Por otra parte, es también la forma más común en que se ha vertido en otras traducciones de diferentes obras sobre la Madre Teresa. También queremos señalar que en el texto italiano aparece indistintamente Ganxhe y Gonxhe. Este último se aplica, al parecer, como una variante cariñosa en la lengua albanesa, y así recogemos ambas (ndt.).

3 Apodo que significa «jefe Alejandro» y que se aplicó al guerrero y príncipe de Albania Jorge Castriota (1414-1467) por su indomable valor en la lucha por la independencia albanesa contra el poderío turco. Concretamente, encabezó una sublevación popular en los años 1443-1448 (ndt.).

Lush Gjergji

La Madre Teresa de Calcuta

Título original: Majka Terezija

© Editoriale Jaca Book SpA, Milán, 1983

© Ediciones Encuentro, S. A., Madrid, 2016

Primera edición española: julio 1987

Traducción: Armanda Rodríguez Fierro

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Colección 100XUNO, nº 13

Fotocomposición: Encuentro-Madrid

ISBN: 978-84-9055-814-0

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DEL PREFACIO DE LA EDICIÓN ORIGINAL

Sobre la vida y la obra de la Madre Teresa se ha escrito mucho hasta ahora: libros, artículos, entrevistas, y se han rodado varias películas. En lo que me ha sido posible los he seguido con mucha atención y amor y me han servido de gran ayuda. Pero en todas las biografías he encontrado un vacío: se conoce muy poco su infancia y su desarrollo espiritual, su vida familiar, sus padres y el entorno que han regalado a esta extraordinaria mujer, esta hermana y madre al mundo. Mientras leía las obras que hablan de ella me preguntaba: ¿por qué la Madre Teresa, Ganxhe Bojaxhiu, es tal como es? ¿Es casualidad que sea albanesa nacida en Skopje? ¿Qué queda de la pequeña Ganxhe en la actual Madre Teresa? ¿Qué importancia han tenido sus padres en su maduración espiritual e intelectual, en su misión? Quería saber qué influencia ha tenido su infancia en lo que ella es ahora. Estos interrogantes me impulsaron posteriormente a profundizar en su vida y obra. Éste es el primer motivo para la publicación del presente libro: conocer mejor a la Madre Teresa, empezando por su infancia. Además de que se han escrito libros en todas las lenguas sobre su obra y sobre ella, pero en la suya, la albanesa, no existía todavía ningún libro completo.

Esto lo ha observado también ella y, aunque generalmente no quiere aparecer en los papeles sino que prefiere que se hable de los pobres, de los leprosos, de los abandonados, cuando se ha tratado de escribir en albanés, no sólo no se ha opuesto, sino que lo ha deseado. «Escriba —me dijo en Zagreb el 10 de junio de 1979—, escriba cuanto sea posible sobre mí y sobre lo que hago, no por mí, sino por Dios: si Dios quiere que se hable de mi pueblo a través mío yo, como siempre, estoy dispuesta a obedecerlo».

Por tanto, aunque no soy un experto, y estas líneas lo acusan, escribo para llenar ese gran vacío y para regalar a mi pueblo el primer libro en recuerdo de una de las más gloriosas hijas albanesas.

El tercer motivo que me ha impulsado a escribir es que la Madre Teresa muestra a la humanidad, con dignidad y eficacia, el mensaje de amor de Jesucristo, la encarnación del Amor: desde hace cincuenta años da testimonio de este amor en la India y ahora también en el resto del mundo, y lo hace viviendo enteramente para Dios y para el Hombre, sobre todo para el que sufre. Es una maravillosa flor del huerto divino y el mayor don que nuestra iglesia de Skopje y Prizren ha ofrecido a Dios, a la Iglesia católica y a todo el mundo y, al mismo tiempo, un signo maravilloso de reconocimiento y de consuelo que Dios nos da en estos tiempos.

Al conocerla no sólo conoceremos a la Madre Teresa, su vida y sus obras y las de sus misioneros, sino que conoceremos a Jesucristo, que es la semilla del Cristianismo y la ley del amor a Dios y al prójimo. Hoy, como dijo el apóstol, también ella puede decir: «Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20) [1].

Lush Gjergji

1. LA NIÑEZ

La familia y los parientes

El fruto no cae lejos del árbol, suele decirse. Para entender la vida de alguien es necesario empezar por sus raíces, por el tocón a partir del cual se ha desarrollado. Mientras sea un brote pequeño y frágil, hasta que no se haya robustecido y tendido sus ramas hacia el cielo, pocos podrán descubrir la verdadera grandeza que, inesperadamente, esconde y encierra. A menudo lo único que se puede hacer es esperar con paciencia. Incluso los árboles más gigantescos crecen despacio, sin prisas ni sobresaltos, resistiendo con paciencia el viento, las tormentas, la helada, el granizo.

También el desarrollo de la vida de Ganxhe Agnes Bojaxhiu [2] demuestra la verdad de cuanto se acaba de decir. Su grandeza procede en buena medida de la sana raíz de la familia Bojaxhiu en la que nació el 27 de agosto de 1910.

¿Quiénes eran los Bojaxhiu? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Qué ha heredado de ellos la Madre Teresa?

Ante todo me informé sobre la familia Bojaxhiu (pron. Boiayu). El apellido de la Madre Teresa tiene, según la tradición, tres posibles orígenes:

a) Para unos procede de la palabra bojaxhi que significa enjabelgador, el que blanquea las casas.

b) Otros sostienen que la familia Bojaxhiu era una familia de luchadores y guerreros, y por ello «teñida» por la sangre derramada.

c) Algunos más dicen que eran mercaderes, y que entre sus mercancías vendían barnices y colores (boja: color, ndt. it.).

Las tres versiones son parcialmente exactas y se completan mutuamente.

Origen de la familia Bojaxhiu

Con el fin de reunir la mayor cantidad de información exacta sobre la familia de la Madre Teresa, así como sobre su vida y su niñez, permanecí durante algún tiempo en Palermo como huésped de su hermano Lázaro Bojaxhiu, el único miembro de la familia que vivía aún en la época de redacción de este libro. (Murió en mayo de 1981). He aquí lo que decía Lázaro sobre el origen de los Bojaxhiu.

«Ciertamente procedemos de Prizren. Sin embargo, cuando estuve en Skadar (Scutari, en Albania), encontré la “Ruta de los Bojaxhiu”, y en 1930 pregunté a la señora Kaçuljini, que entonces tenía setenta y cinco años, de dónde procedíamos. Ella me respondió: “La familia Bojaxhiu era una gran familia de mercaderes y sus negocios se extendían hasta Misir (Egipto). De hecho, algunos se instalaron allí, mientras que otros vinieron a Skadar. Unos pocos permanecieron en Prizren o se establecieron en diversas localidades como, por ejemplo, Skopje...”».

Se desconoce la verdadera razón por la cual esta numerosa familia se desplazó y dispersó tanto. Algunos aventuran motivos de negocios, en una búsqueda de ciudades más grandes y nuevos mercados, otros dicen que fueron las epidemias, especialmente el cólera, que diezmó la población de Prizren en los años 1850-1855 o las persecuciones turcas, sobre todo las que tuvieron lugar en la «Troš Mahala» (Ciudad Vieja) de Prizren (según los testimonios orales de Luka Vuçaj y otros).

En esa época Skopje era un conocido centro comercial. Lázaro seguía hablando: «Adža Tome —era nuestro párroco: los feligreses lo llamaban adža, es decir, tío, título honorífico procedente del período de dominación turca, con el mismo significado que ujak (tío, padrecito) empleado por los franciscanos de Bosnia— decía que nuestro padre compró una casa inmediatamente después de su llegada a Skopje. Nuestra abuela paterna Cecilia (Çila) era comerciante al igual que su marido, el abuelo Lázaro. La abuela Çila era muy despierta: eran muy ricos, tenían muchos operarios que les ayudaban, realizaban bordados y otros trabajos femeninos, mientras ella se ocupaba de la marcha de los negocios. Era, por consiguiente, una familia de antigua tradición mercantil».

Köle Bojaxhiu. El padre de la Madre Teresa

Köle (Nicolás) Bojaxhiu siguió la tradición familiar del comercio. Así habló de él su hijo Lázaro: «Mi padre Nicolás era un comerciante muy conocido. Al principio trabajó con el doctor Suškalović, que en esa época era uno de los médicos más conocidos en Skopje y que lo quería mucho. Quizá por este motivo muchos autores han escrito que mi padre era farmacéutico o droguero dado que trabajaba con un médico y vendía medicamentos. Pero era un comerciante y buen constructor. Junto con un amigo era titular de una empresa constructora muy floreciente, también en Skopje. Llegó a poseer varias casas y villas, en una de las cuales vivíamos nosotros. Hasta su muerte llevamos una vida agradable y tranquila. Era un hombre muy sociable, de modo que nuestra casa estaba siempre abierta a todo el mundo. Más tarde conoció a un comerciante italiano, un tal señor Morten, probablemente veneciano, muy rico, que se ocupaba de diferentes mercancías: productos alimenticios, aceite, azúcar, tejidos, pieles, en fin, los que se denominaban “productos coloniales”. Papá se asoció con él y empezó a viajar mucho, recorriendo toda Europa. Cuando regresaba nos quería tener a todos en torno suyo y nos contaba detalladamente lo que había visto. También nos traía muchas cosas pero, sobre todo, era divertido escuchar los relatos de sus viajes. Hablaba especialmente con Aga (la hija mayor, hermana mía y de Teresa) mientras que Nëna Loke (Mamá Nëna: loke es una palabra albanesa que se aplica a la madre o matriarca, y Lázaro llamaba así a su madre) hablaba de buena gana conmigo y con Gonxha.

»Papá era un hombre severo y esperaba mucho de nosotros. Recuerdo que cuando regresaba a casa al anochecer, me despertaba para preguntarme si me había portado bien durante el día, me preguntaba sobre la tabla pitagórica y sobre otras tareas escolares y siempre repetía: “¡No olvidéis de quién sois hijos!”. Recuerdo con placer la generosidad de mi padre. Entregaba a todos alimentos y dinero de forma discreta y sin vanagloriarse por ello. En ocasiones me enviaba con dinero, ropas y alimentos para los pobres... Venía a menudo una viejecita de ochenta años que se llamaba Markoni. Bebía café y aguardiente y comía con nosotros en el almuerzo y la cena. Mi padre nos decía: “¡Recibidla bien y con amor!”».

También la Madre Teresa recuerda a su padre: «Papá Köle me decía: “¡Hija mía, nunca aceptes un bocado que no vayas a compartir con los demás!”».

La casa de los Bojaxhiu estaba abierta a todos, especialmente a los pobres. Aquí la joven Gonxha aprendió el amor a la obra en función del sufrimiento. Para ella su primera lección, su primera escuela misionera fue su propia casa y la vida familiar. Debido a sus negocios, Köle Bojaxhiu había aprendido varias lenguas: hablaba albanés, serbocroata, turco, italiano y francés. Entre sus amistades no sólo había comerciantes, sino también patriotas. Lázaro recuerda: «El 28 de noviembre de 1912 se reunieron con nosotros los jefes de los clanes Berisha, Logoreci y Palucaj (éste era un intelectual, un maestro), con Naraci y otros ¡para celebrar la independencia de Albania! Estaban también Bajram Curri (famoso patriota que luchó contra los turcos), Hasan Prishtina, Sabri Qytezi y varios más. En el centro de la habitación habían colocado unas cajas de cerillas y las encendieron hasta el punto de que las llamas llegaron al techo. Yo tenía cuatro años. Durante toda la noche charlaron y cantaron los poemas de los héroes, acompañados por las melodías del çifteli (mandolina tradicional). Esto sucedía a menudo en nuestra casa: papá ayudaba económicamente a los patriotas y contrastaba con ellos consejos y opiniones. Teníamos muchas fotografías de aquellas personas. A mi padre le interesaba la política».

La familia Bojaxhiu mantenía estrechas relaciones con la Iglesia católica, a la que se sentían física y espiritualmente cercanos. Lázaro refiere: «Nuestra gente es católica desde hace muchas generaciones. La Iglesia nos mantenía unidos y nos ayudaba. Lazar Mjeda, arzobispo de Skopje y posteriormente de Skadar, era a menudo nuestro huésped, así como don Zef Ramaj, nuestro párroco. El arzobispo era un gran predicador y tenía una fuerte personalidad. Mi padre era amigo suyo y por esto ayudaba a la Iglesia todavía más. El arzobispo y el párroco solían decirle: “Köle, ¡que Dios te lo pague!”. A pesar de que mi padre siempre estaba viajando, creo que fue un fiel convencido y ligado a la Iglesia...».

La Madre Teresa describe así a su familia: «Éramos una familia feliz, llena de alegría, de amor y de niños serenos. Aunque asistí a una escuela laica, mi familia primero, y después la parroquia, me dieron una sana y profunda educación religiosa».

Köle Bojaxhiu fue estimado en toda la ciudad. Era un hombre de ideas progresistas: en aquella época difícil enviaba a sus hijos a la escuela y no sólo al varón, Lázaro, sino también a sus hijas Aga y Gonxha. Participaba activamente en la vida pública local y era consejero municipal. Un día fue con otros asesores a Belgrado para asistir a una reunión. Cuando regresó se sentía muy mal. Llegó a casa en un carruaje hacia las ocho o las nueve de la noche. Con él venía Tomë Baldini, secretario del consulado italiano. Lo llevaron enseguida al hospital y a la mañana siguiente fue operado, pero sin éxito. Murió de hemorragia un día después. Era el año 1919. Fue enterrado en Skopje. Al funeral asistió mucha gente, además de las delegaciones oficiales, ya que había sido consejero municipal, el único católico. También vinieron representantes de otras religiones. Todos los orfebres de la ciudad cerraron sus talleres para participar en el funeral. Se entregó un pañuelo simbólico a todos los alumnos de las escuelas de Skopje (era tradicional regalar esos pañuelos en los funerales: su número indicaba la riqueza de los difuntos y de sus familias).

«Fue una gran pérdida para todos nosotros: la casa quedó sin dueño, nuestra madre viuda, nosotros, los hijos —todos menores de edad— huérfanos. Con él desapareció un hombre ecléctico. Con Morten había proyectado, financiado parcialmente y construido el edificio del primer teatro de Skopje. Nosotros, niños aún, participábamos ya en la vida cultural de la ciudad».

Drana, la madre

Por consiguiente, todos los hijos eran pequeños cuando murió su padre: Aga, la mayor y brazo derecho del padre en sus actividades, tenía quince años; Lázaro tenía once, y Ganxhe ocho. Era una dura prueba para todos, especialmente para su mujer, Drana Bojaxhiu. Ahora recaía sobre ella el peso del trabajo, de la casa y de la educación de los hijos. Se ocupaba incansablemente de que los niños pudieran tener todavía una infancia tranquila. Su nombre de soltera era Bernaj, de Prizren. Los Bernaj procedían de Novo Selo, cerca de Djakovica, y también ellos formaban una familia numerosa y acomodada. «El marido de la abuela, nuestro abuelo, era comerciante y latifundista. Tenía grandes posesiones en Novo Selo. Don Shtjefën Kurti, párroco de Novo Selo, me preguntaba: ¿por qué no os preocupáis por esas propiedades? Pero mi madre Drana me decía que no poseía ningún documento relacionado con sus derechos sobre aquellas tierras. Por eso no las cuidaba».

Su preocupación principal era la manutención de su familia. Empezó a ocuparse de los tejidos cuando Morten interrumpió su colaboración comercial con nosotros. Bordaba y realizaba otros trabajos femeninos, cosía vestidos de novia y trajes para fiestas.

«Mi madre era una mujer fuerte, verdaderamente indestructible —refiere Lázaro— y, al mismo tiempo, dulce, amable, generosa y piadosa con los pobres. Y muy religiosa. Creo que Ganxhe se parece mucho a nuestra madre: siempre descubro en ella ciertas características y rasgos comunes en ambas. Era seria y tenía un gran sentido de la disciplina. Sabía mantener el orden en casa y nos educaba bien, con pocas palabras, pero con muchas acciones y ejemplos. No permitía que nada nos faltase. Recuerdo de forma especial su fe. Cada noche rezábamos juntos. En el mes de mayo íbamos a la iglesia para el rosario y la bendición».

Al igual que otras familias cristianas, veneraban a la Virgen del santuario de Letnice, situado en las pendientes del Crna Gora (Monte Negro) de Skopje. Los católicos de nuestra tierra se sienten ligados a Letnice por un amor infantil, lleno de pasión. También compartían estos sentimientos Ganxhe y su hermano quien, incluso cuando se encontraba en el extranjero, llevaba consigo los inolvidables recuerdos de la infancia. La peregrinación a Letnice era el acontecimiento del año y perduraba en los pensamientos de la mayoría de los fieles.

Lázaro sigue hablando: «Nuestra madre nos llevaba todos los años a Letnice. Ganxhe y Aga salían incluso un mes y medio antes. Ganxhe era enfermiza, padecía tos ferina y malaria. En Letnice se reponía por completo. Además íbamos de vacaciones a Vrnjačka Banja (localidad termal yugoslava, ndt. it.).

Mamá nos cuidaba mucho. Siempre nos decía: os daré todo. Pedid, exigid, pero yo también exigiré de vosotros que seáis buenos y un ejemplo para todos. Cada año se dirigía a Letnice, a pie, en peregrinación. La gente iba en grupos, rezando y cantando. Nosotros íbamos en un carro tirado por caballos. Ya en Letnice nos alojábamos en alguna casa particular o en una de las bodegas del patio frente a la casa parroquial. Nuestro difunto padre había ayudado a un hombre del lugar en la construcción de su casa y éste, en agradecimiento, la ponía a nuestra disposición. Éstos eran momentos maravillosos. Todo el día estábamos juntos, jugando y paseando, sobre todo en las fuentes del río Letnice. Al anochecer nos reuníamos en torno al hogar, donde se acortaban las horas entre risas y cuentos. Ganxhe siempre tenía algún libro en sus manos; mamá advertía a Aga que no la dejara leer demasiado y la sacara a pasear y descansar. Mucha gente acudía a Letnice para dar testimonio de su fe y de su religión. Eran católicos, pero también de otros cultos. A Ganxhe le agradaba mucho permanecer en la iglesia, especialmente cuando no había nadie. Le gustaba rezar en soledad. En Letnice se sentía muy bien y parecía que después, durante el resto del año, conservaba la alegría adquirida en la peregrinación a Letnice».

Drana Bojaxhiu se ocupaba mucho de los pobres. Siempre los recibía con alegría. La Madre Teresa y Lázaro se acuerdan muy bien de esto. Y en este sentido ella manifiesta: «Muchos pobres de Skopje y sus alrededores conocían nuestra puerta. Ninguno salía con las manos vacías. Todos los días teníamos a alguien en la mesa para comer. Al principio yo preguntaba a mi madre: “¿Quiénes son?”. Ella me respondía: “Algunos son parientes, los otros, en cualquier caso, son nuestra gente”. Cuando fui mayor pude intuir que eran pobres, gente que no tenía nada y a los que mi madre alimentaba».

Lázaro recuerda algunos casos particulares. «Lor Gazuri había abandonado a su anciana madre, ya septuagenaria, y nuestra madre iba a verla al menos una vez a la semana para llevarle comida y ordenar la casa, y Ganxhe la acompañaba algunas veces. Todavía tengo presente el caso de una tal File, una alcohólica, una mujer verdaderamente enferma. Estaba cubierta de llagas. Dos veces al día mamá iba a lavarla y curarla, la alimentaba y la cuidaba como a una niña. Otro ejemplo: había una viuda con seis hijos y salud quebradiza, que trabajaba día y noche. Nuestra madre también se ocupaba de ella. Cuando no tenía tiempo para ir personalmente enviaba a Ganxhe. Cuando murió, sus hijos se criaron con nosotros, como si fueran nuestros hermanos». Drana actuaba así con la certeza de que lo que daba al prójimo lo daba a Dios. Al educar a los niños y con el fin de que comprendieran las obras pías, solía sentenciar: «¡Cuando hagáis el bien, hacedlo como si arrojaseis una piedra al mar profundo!».

Cuando los niños se hicieron mayores se plantearon otros problemas. Lázaro obtuvo el premio Sabri Qyteze para una beca en Austria. Aga asistía a escuelas de comercio y Ganxhe realizaba sus estudios secundarios. Lázaro, el único varón de la familia, fue el primero en abandonar la casa. La segunda prueba difícil para la madre fue el deseo manifestado por Ganxhe de ingresar en el convento. Al principio no lo permitió, y no porque no lo aprobase, sino para estar segura de que se trataba de una auténtica vocación y de la voluntad divina.

La Madre Teresa dice hoy al respecto: «Cuando expresé el deseo de entregar mi pureza a Dios mi madre se opuso pero, al final, dijo: “¡Está bien, hija mía, pero preocúpate de pertenecer únicamente a Dios y a Cristo!”. Ella, y no sólo Dios, me habría condenado si no hubiese seguido dignamente mi vocación. Ella me preguntará un día: “Hija mía, ¿has vivido únicamente para Dios?”».

La niñez de Ganxhe Bojaxhiu

Ganxhe Agneza (Gonya Agnes) Bojaxhiu nació en Skopje el 27 de agosto de 1910. La familia cristiana en la que germinó puso la primera piedra de su construcción espiritual, de su vida futura y de sus obras. Lázaro vuelve a evocarla una vez más: «Era una muchacha normal, quizá un tanto retraída e introvertida. Tenía muchas amigas. Siempre estaban juntas y ellas venían a menudo a verla. Ya en la escuela primaria destacó su talento para el estudio. Era la primera de la clase, siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Recuerdo que tenía una amiga íntima, la hija del doctor Miljković. Cuando era una muchachita le gustaban las poesías, que escribía y leía a sus compañeras. Con ellas era muy abierta, mientras que era tímida con los hombres. En cualquier caso era muy sociable y no hacía distinción de religión, lengua o nacionalidad. Nunca la he oído decir no a los padres. Mamá solía decirme: “Haz como Ganxhe aunque sea más pequeña que tú”. Mamá siempre quería de nosotros orden y disciplina. Aga, Ganxhe y yo, por turnos, debíamos limpiar los zapatos por la noche. Yo le rogaba muchas veces: “Ganxhe, hazlo tú, anda...”. Y ella respondía: “¡Está bien, hermanito, lo haré!”. Si yo hacía alguna trastada y ella lo descubría, nunca me delataba. Por lo que yo sé, creo que mamá presentía que Ganxhe tenía vocación religiosa. Recuerdo que decía que no podría disfrutar mucho más de la compañía de Ganxhe por dos motivos: su salud quebradiza o porque se entregaría a Dios. Por esto quería mucho a Ganxhe y cuando Dios la llamó, ella la ofreció de buen grado».

Así, de repente, Drana se quedó sola con Aga. Lázaro volvió a Skopje por última vez en 1924. Ganxhe tenía entonces catorce años. De 1925 a 1939 trabajó en Albania, en Tirana. Ganxhe ingresó en el convento en 1920. Drana y Aga permanecieron en Skopje. En 1932, como dice Lázaro, Aga fue a Tirana para vivir con su hermano. Convencieron a su madre para que se reuniera con ellos. «¡Escribí a mamá que cogiera todos sus documentos personales y las actas de propiedad y se viniera conmigo! Ella recogió unos cuantos documentos, algún hermoso tapete, algún bordado y en 1934 llegó a Tirana. Cuando la vi, corrí hacia ella para abrazarla. “¿Eres tú, Lázaro?”, me preguntó. “¿No me reconoces?”, respondí, y nos encaminamos a casa. Para mí fue una jornada maravillosa e inolvidable».

Aga había estudiado economía en Yugoslavia. En un primer momento trabajó en Albania como traductora del serbocroata al albanés y, después, trabajó en la radio como locutora.

Lázaro se trasladó a Italia en 1939 y permaneció allí durante y después de la guerra, y hasta su muerte. Nadie podía imaginar que Drana habría tenido que separarse en vida de sus hijos Ganxhe y Lázaro. Pero Dios pidió hasta el final muchos sacrificios a esta mujer y mártir «paciente Job albanesa». Lázaro se conmueve mucho al pensar en su madre: «Hoy, cuando miro a Teresa, me parece estar viendo a nuestra queridísima mamá. Se le parece mucho. Aquella vez en que mi madre vino a Tirana pude advertir que era muy feliz, tanto porque nos habíamos reunido, como porque nuestra hermana Ganxhe era monja. En esa época ella nos escribía a menudo y nos fortalecía con sus plegarias. Mi madre siempre estaba rezando: en la iglesia, en casa, por la calle. Siempre llevaba el rosario en la mano».

La parroquia de Skopje

También la comunidad católica de Skopje, después de la familia, ejerció mucha influencia en la vida y la misión de la joven Ganxhe. Para comprender mejor la parroquia de la ciudad de Skopje es necesario conocer la situación general del obispado de Skopje de esa época, arzobispado hasta 1914.

En aquellos tiempos nuestros fieles, dispersos en un extenso territorio, carecían de las iglesias y sacerdotes necesarios y de un verdadero culto espiritual. Con esta situación se encontró Lazer Mjeda, el último arzobispo que dirigió la iglesia local desde 1909 a 1924. Para ayudar a los sacerdotes en su tarea, el arzobispo recurrió a los jesuitas para que acudieran a Skopje. Por ello, se dirigió al Provincial de Venecia que, en el año 1910, envió a los sacerdotes y frailes de la «Misión volante», para que abrieran una casa menor en la ciudad de Skopje. Esto pudo realizarse gracias al sacerdote albanés, don Ndue Bityqiju, conocido poeta y literato que, a tal fin, ofreció una casa. (Cf. Adone Aldegheri s.j., Breve storia della Provincia Veneta della Compagnia di Gesu dalle sue origini fino ai nostri giorni, 1814-1914, Venecia, 1914, pág. 448).

Con la llegada de los serbios a Skopje, en otoño de 1912, los misioneros tuvieron que circunscribir su actividad pastoral exclusivamente a la ciudad.

La situación empeoró en 1914 con el estallido de la guerra y, todavía más, con el traslado del arzobispo L. Mjeda a Skadar, como nuevo arzobispo metropolitano del lugar. La dirección de la diócesis fue confiada a su vicario don Toma Glasnović quien, al ver la difícil situación de la Iglesia en la parroquia, decidió volver a solicitar ayuda al exterior. Se dirigió a algunos obispos así como a diversas instituciones eclesiásticas y a las órdenes religiosas del país. También escribió al Provincial de Zagreb pidiendo que los jesuitas se hicieran cargo de la parroquia del Sagrado Corazón de Skopje.

Así, en el año 1921 llegó a Skopje el padre Gasper Zadrima. Era albanés pero también hablaba serbocroata, por lo que estaba capacitado para satisfacer las múltiples y complejas necesidades de los feligreses de aquella comunidad dispersa.

Lázaro se acordaba muy bien de él:

«El padre Zadrima era un hombre severo, maniático del orden y de la disciplina pero también era un excelente y laborioso sacerdote. Recuerdo que durante las ceremonias religiosas siempre blandía una vara en la mano. Eso me asustaba mucho... En una ocasión Ganxhe me dijo: “Me parece que tú no quieres al padre Zadrima”. Yo respondí: “¿Cómo voy a quererlo si siempre está con esa vara entre las manos?”. Ella me replicó: “Tienes que quererlo y respetarlo porque es un sacerdote de Cristo”».

Al poco tiempo vino a ayudarlo el reverendo Stjepan Cepetić, que era un buen organizador. Se preocupaba por los niños y los jóvenes, pero tenía muchas dificultades debido a que no conocía bien la lengua albanesa. A menudo Ganxhe le servía de intérprete, sobre todo en las clases de catecismo. Organizaba diversas actividades, juegos, concursos y cosas parecidas. Ganxhe participaba de todo corazón en estas manifestaciones de la parroquia.

El profesor Lorenz Antoni también recuerda esto de buena gana y con nostalgia: «Me acuerdo mejor incluso del reverendo Jambreković. También era un buen organizador y un gran amigo del pueblo albanés».

El padre Franjo Jambreković llegó a Skopje en 1924 con el fin de ayudar a don Cepetić en la parroquia, mientras el padre Zadrima se ocupaba de los fieles dispersos por todo el territorio.

«Recuerdo como si fuera hoy las palabras de don Jambreković: “Tenéis que ir a la escuela porque sin cultura no se puede hacer nada. Jorge Castriota Skanderberg [3] tenía una espada que pesaba cuarenta kilos y con ella defendía al pueblo albanés y a Europa. Esto se hace hoy con la escuela”. Él nos enseñó todo tipo de cosas. Por ejemplo, durante tres meses nos habló constantemente de Dante Alighieri y de su Infierno. Nos enseñó todo lo que era práctico en la vida: medicina, ciencias, recitación, poesías, incluso cómo dirigir una orquesta. Realmente era un excelente organizador.

»Para poder educarnos mejor y con más facilidad, fundó la Congregación de María en la que también se inscribió Ganxhe, que fue un miembro muy activo. Además instituyó la Asociación de la Juventud Católica en la que se organizaron muchas fiestas, encuentros culturales, recitales, conciertos de beneficencia así como paseos, excursiones, etc. Estaban inscritos unos cuarenta chicos y chicas. Al principio, yo era el director del coro». En una palabra, organizaba toda la vida cultural de la juventud católica de Skopje.

Según Lorenz Antoni, la actividad de este celoso apóstol molestaba a las autoridades, que dispusieron su alejamiento de Skopje. Su obra dejó ciertamente huellas imborrables en la juventud de Skopje y también en la joven Ganxhe quien, todavía hoy, se acuerda con veneración de su parroquia y de los sacerdotes que la ayudaron. El padre Jambreković también se interesaba mucho por las misiones. A tal fin organizaba plegarias y colectas, si bien modestas, y mantenía informados a los jóvenes.

«Siempre nos hablaba —continúa Lorenz Antoni— o nos leía cosas sobre las misiones, sobre los pobres y los leprosos. También distribuía la prensa religiosa y, sobre todo, la revista Misiones Católicas. Sé que también Ganxhe leía mucho. En aquella revista escribían bastantes misioneros croatas y eslovenos que estaban en la India, trabajando en la región de Calcuta. Puedo afirmar con seguridad que precisamente esa revista impulsó a Ganxhe hacia las misiones y la ayudó a desarrollar su vocación».

Los dos ruiseñores

Al parecer, toda la familia Bojaxhiu se dedicaba a la música. La composición y el canto, los instrumentos, entretener a los huéspedes con música y alegría eran algo cotidiano en la casa de Kolë Bojaxhiu, quien era miembro de la banda musical «Zani i maleve» (La voz de las montañas), como atestiguan las fotografías de esa época (todavía estamos en 1912). Indudablemente esto influyó también en los niños. Así, Ganxhe y Aga fueron dos de los mejores cantantes del coro parroquial de la iglesia. Lázaro se reunió por última vez con su hermana Ganxhe en 1924, cuando ésta tenía catorce años. «Era domingo —refiere—. Ganxhe y Aga se disponían a ir a la iglesia. Me pidieron que las acompañara al coro. Ambas tenían que cantar ese día como solistas: Aga, segunda voz, y Ganxhe, soprano. En aquella ocasión pude escucharlas, por vez primera, cantando juntas en un dueto. Cantaron de forma tan maravillosa que los fieles y religiosos las proclamaron cariñosamente los dos ruiseñores de la iglesia».

También nuestro conocido músico y compositor, Lorenz Antoni, indica: «Ganxhe cantaba muy bien; tenía voz de soprano, mientras que Aga la tenía de alto. Juntas cantaron mi primera composición, escrita cuando todavía estaba en el conservatorio. Se titulaba “En la colina junto al lago”, con texto de Hil Mosit. Fue interpretada el 25 de marzo de 1928, en una función en beneficio de los pobres. Tales espectáculos eran organizados a menudo, casi todos los meses. Ganxhe era puntual en los ensayos, y normalmente llegaba la primera y siempre alegre. Participaba en todas las manifestaciones de la organización de la juventud católica: a menudo recitaba, cantaba, tocaba, presentaba e incluso hacía otras cosas. Yo la enseñé a tocar la mandolina. Aprendió pronto y bien.

»Era una persona en torno a la cual todos se reunían de buen grado, especialmente las muchachas. Había nacido para organizar. Junto con el padre Jambreković era nuestra inspiradora y organizadora».

Para confirmar esto, Lorenz Antoni nos muestra algunos programas impresos en aquella época.

Los primeros brotes de la vocación

Apenas creció lo suficiente, Ganxhe empezó a ir a la iglesia. Sintió devoción por la iglesia desde su más tierna edad. «Había algo —dice su hermano Lázaro— que valía para ella más que nada: la Iglesia. Vivíamos muy cerca de la iglesia católica de Skopje y, cuando éramos pequeños, el párroco era un albanés. Mi madre y mis hermanas eran tan devotas y se dedicaban con tanta generosidad que a veces me parecía que vivían en la iglesia. El canto religioso, la liturgia y los relatos de las misiones configuraban el mundo en el que vivíamos. En vida de nuestro padre nuestra casa era un vivero político. Tras su muerte nos nutríamos de fe. Madre e hijas organizaban y ayudaban incansablemente en las actividades religiosas».

En esa época, mientras realizaba sus estudios secundarios, Ganxhe sintió por vez primera su vocación. Un misionero que había llegado procedente de la India había dicho: «Cada hombre tiene su camino y tiene que seguirlo», y esto la conmovió.

Su hermano Lázaro continúa:

«Cuando me fui de casa Ganxhe ya había cumplido los trece años. El trabajo de los misioneros la apasionaba. Cuando llegaban de países lejanos se reunía con ellos y les escuchaba gustosa. Un día el jesuita que había sustituido al sacerdote albanés desplegó en la iglesia un mapa en el que estaba marcada la posición de todas las misiones. Recuerdo que esto impresionó muchísimo a Ganxhe. Más tarde todos se sorprendieron del detallado conocimiento que tenía de cada centro misionero, de su ubicación exacta y de la actividad que desarrollaba».

Ella misma refiere:

«Todavía era joven, tenía doce años, cuando, en el círculo familiar y por primera vez, sentí deseos de pertenecer por completo a Dios. ¡Lo pensé rezando durante seis años! A veces me parecía que no tenía vocación. Al final me convencí de que Dios me llamaba. En esto me ayudó mucho la Virgen de Montenegro (Letnice)».

Al principio Ganxhe asistió a un colegio religioso. Después pasó al del Estado y terminó sus estudios secundarios en Skopje. En esa época se atormentó profundamente, antes de saber lo que Dios quería de ella.

Todavía resonaban en su corazón las palabras de su madre: «Cuando aceptes un trabajo, ¡hazlo de buen grado o no lo aceptes!». De esta forma la vida espiritual en el seno de la familia y de la parroquia y, sobre todo, el ejemplo de su madre y del padre Jambreković, sensibilizaron el alma de Ganxhe, quien meditaba y rezaba intensamente para comprender cuál era su camino. Incluso intentó, y casi lo logró, librarse de estos pensamientos, pero Dios no la dejaba en paz. Antes de tomar una decisión definitiva pidió consejo a cuantos la rodeaban: de su familia, especialmente a su madre y después a su hermana y a sus amigos. Una noche, ella misma lo refiere, fue a ver a su confesor y le dijo:

«¿Cómo puedo saber si Dios me llama y para qué me llama?».

Él respondió:

«Por tu felicidad. Si te sientes feliz ante la idea de que Dios te pueda llamar para servirle y servir a tu prójimo, ésa puede ser la prueba mejor de tu vocación. El gozo profundo es como una brújula que indica la dirección de la vida. Es preciso actuar así incluso cuando nos aventuramos por un camino dificultoso».

Todos los años la juventud católica de Skopje y de otras parroquias se congregaba en torno a la Virgen de Letnice para celebrar la Asunción. Como ya hemos dicho, también iba Ganxhe en peregrinación con su familia.

Como refiere Lorenz Antoni, en los dos años anteriores a su ingreso en el convento, esto es, en 1927 y 1928, Ganxhe permaneció algún tiempo más, casi dos meses, en Letnice. Allí hizo también varios ejercicios espirituales.

Cuando por fin tomó la decisión de convertirse en misionera en la India muchos se sorprendieron aunque algunos lo esperaban. En la fiesta de la Asunción de 1928 pidió a la Virgen de Letnice su bendición, antes de comenzar el largo viaje.

La despedida de Skopje

Sus amigos querían despedirse de ella de la mejor manera posible y desearle un buen viaje y el éxito de su misión. Por ello decidieron organizar una solemne «fiesta pascual». Todavía hoy Lorenz Antoni conserva con cariño el programa en cuya segunda parte se puede leer el Adiós, dedicado a Ganxhe Bojaxhiu.

Cuando llegó el día de la partida, toda la juventud de la parroquia se reunió al atardecer en la casa de Drana Bojaxhiu, en la calle Vlaška, para charlar, cantar y estar juntos todavía un poco más. Para todos, especialmente para la madre de Ganxhe, fue un encuentro lleno de emoción y de tristeza.

Ya no había dudas, Ganxhe había sido aceptada por la congregación de las monjas de Nuestra Señora de Loreto (loretinas) que trabajaban como misioneras en la India. Todo estaba preparado para el largo viaje. Lorenz Antoni describió en su diario este último encuentro:

«En la vigilia, el 25 de septiembre de 1928, nos reunimos en casa de Ganxhe para despedirnos. Todos le han traído un regalo: un lápiz, un libro o cosas así, a modo de recuerdo o agradecimiento. Yo le he regalado una estilográfica de oro que ha utilizado mucho tiempo. El día siguiente, 26 de septiembre, es el día del adiós. Mucha gente ha venido para acompañarla: niños, jóvenes, casi toda la parroquia, e incluso sus compañeros del colegio. Todos los ojos se dirigían hacia ella, llenos de interrogantes y de mudas preguntas: ¿qué será de esta muchacha en la India, tierra exótica y lejana?

»Me he levantado temprano. Ante todo he ido a misa y después a la estación. He comprado tres billetes para Zagreb (para Drana, Aga y Ganxhe). En la estación todos lloraban, incluso ella, si bien poco antes había dicho que no lo haría. Me costaba mucho no llorar al pensar que estaba perdiendo un familiar y una buena amiga. En el momento de la despedida ella me apretó la mano con fuerza. Yo respondí con cierta frialdad para ayudarla a superar el dolor del momento. El tren arrancó. Todos nosotros agitábamos nuestros pañuelos desde el andén. No dejó de saludarnos hasta que la perdimos de vista. Los rayos del sol la iluminaban: se parecía a la luna, que se desvanece lentamente en la claridad del día, hasta que se convirtió en un punto cada vez más pequeño, que seguía saludando y desvaneciéndose cada vez más. Finalmente desapareció del todo. Ya era imposible verla, como una estrella ante el resplandor del sol...».