A través de esta colección se ofrece un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones públicas del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la comunidad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comunidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad informada y madura, mediante la discusión de las ideas en la que tengan cabida todos los ciudadanos, es decir utilizando los espacios públicos.

Con esta colección Pùblicaeducación presentamos una serie de estudios de investigadores y académicos en torno a la reflexión sobre la enseñanza y el aprendizaje de las distintas disciplinas del conocimiento humano.

Otros títulos de la colección

1. Manos a la obra. Lengua de señas, comunidad sorda y educación

Miroslava Cruz-Aldrete (coord.)

2. La investigación en la enseñanza de la historia en América latina

Sebastián Plá y Joan Pagès (coords.)

3. Mapa conceptual, hipertexto, hipermedia y otros artefactos culturales para la construcción y comunicación del conocimiento

Manuel Francisco Aguilar Tamayo

4. La lectura como acto

Mónica Bernal, Irene Fenoglio y Lucille Herrasti (coords.)

5. Políticas públicas y su impacto en proyectos universitarios

Víctor Francisco Cabello Bonilla y Gilberto Silva Ruíz

Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la

reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito

de su legítimo titular de derechos.

Primera edición, abril 2017

De la presente edición:

D.R. © 2017, Universidad Nacional Autónoma de México

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Naucalpan de Juárez, Méx.

Bonilla Artigas Editores, S. A. de C. V., 2017

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ISBN: 978-607-8450-82-4 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN ePub: 978-607-8560-07-3

Coordinación editorial: Bonilla Artigas Editores

Diseño y Formación de interiores: Saúl Marcos Castillejos

Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love

Edición digital para ePub por Bonilla Artigas editores

Hecho en México

Contenido

Prólogo

Introducción

Procedencias del examen

El examen público o la ceremonia del poder

La ritualización del poder en la escuela

Examen público y práctica escolar

Examen para la escuela disciplinaria

Examen continuo

Miradas vigilantes

Examen-test, la normalización en la escuela

Normatividad y normalización

Medicina y pedagogía: un ensamble normativo

La invención del test

Neoliberalismo y examen. El gobierno de los hombres y de los niños

Examen y gobierno de las poblaciones

Liberalismo y examen

El gobierno de los niños

Examen actual

El naufragio del examen

Reflexiones finales

Una escuela sin exámenes

Bibliografía

Bibliografía de Michel Foucault en francés

Bibliografía de Michel Foucault en español

Bibliografía general

Sobre la autora

¿Quién hará la historia más general, más imprecisa,
más determinante del “examen”, de sus rituales, de sus métodos, de sus personajes
y de su papel, de sus juegos de preguntas y respuestas,
de sus sistemas de notación y clasificación?

Michel Foucault

Prólogo

Michel Foucault afirmaba que escribir es uno de los placeres más extraños, pero al mismo tiempo es una obligación que busca llegar al extremo de la lengua para perder el rostro. Ya Platón en su diálogo Fedro hablaba del bochorno que significa escribir, de la vergüenza que produce exponerse a la mirada de los demás, pues el escritor deja ver su pensamiento, sus ideas, desnuda sus costuras, su desconocimiento. El ocultamiento del rostro, como lo hace Sócrates en el diálogo, no implica que el otro no lo vea, la mirada de quien juzga, el lector, sigue ahí, mientras el escritor intenta, quizá en vano, ocultarse, ocultar su palabra, ocultar su disposición a la comunidad. El rostro es el órgano de la vergüenza pues desde ahí se ve el alma –ruborizarse es no fingir–, pero si el escritor renuncia a tener un rostro se vuelve inmune a la mirada de los otros, a los juicios, a la infamia. Escribir es un tarea que comúnmente se asocia a su autor, a una biografía, sin embargo, para Foucault enfrentarse en soledad a la hoja en blanco implica renunciar al habla, pero además, a sí mismo, a la identidad entre el texto y la vida del escritor; escribir es una transformación para pensar y mirar distinto y, de este modo, exigir que no pregunten quién es aquél que escribe o pedirle que permanezca invariable, idéntico a sí y a su texto.

Un libro debe señalar, mostrar y diagnosticar lo que es inmediato y que, no obstante, permanece invisible. Tal como Foucault señala con Las Meninas es necesario que la mirada del espectador –lector– se aleje de lo visible inmediato, debe ser capaz de tomar distancia de aquello próximo para desconocer lo cotidiano y familiar y, por fin, hacer visible lo que ante nuestros ojos permanecía velado. No es sino con la luz que se derrama tanto en la arquitectura como en el cuadro para des-cubrir aquello que devendrá nombre y palabra. Por ello, la luz de la mirada ha de renunciar a la identidad obra-autor, a las verdades últimas, a las soluciones inertes y a la repetición al infinito de los comentarios de lo invisible, antes bien, debe ser la herramienta desestabilizadora para atender lo no-pensado, lo no visto, lo no escrito.

El presente texto goza de una escritura jovial que arroja luz sobre un elemento que fundamenta una las disciplinas más importantes en nuestros días: el examen en la escuela. Extrañamente, al respecto existen innumerables comentarios y estudios que se remiten a repetir, como una serie, la necesidad de fortalecer los mecanismos del artilugio examen en aras de preparar a los alumnos para un futuro prometedor colmado de certificaciones y títulos. Lo cierto es que nuestra mirada, hasta ahora, ha sido domesticada para aceptar la subjetivación de los alumnos en un ejercicio de poder que al interior del andamio escolar se ha aceptado sin un dejo de sospecha y reflexión. Por ello En tiempos de examen aparece como un escrito intempestivo, inquietante, destinado a fracturar los pilares del examen defendidos por los discursos escolares modernos. Era necesario un diagnóstico de tal poderío para, de manera decisiva, comenzar la crítica.

Con base en Foucault, Irma Villalpando nos invita a alejarnos de lo evidente para ver y pensar distinto el examen, por una parte, el individual que promovían Marco Aurelio o Séneca en tanto práctica que examina las representaciones y el comportamiento del individuo para enfrentar los embates inesperados de la vida a través de discursos y prácticas de verdad (ascesis).

En otro momento, el libro desvela el ritual del examen público anual que guarda entre sus pliegues la oikonomia psychon –tal como la define san Gregorio Nacianceno– aquél en que las ovejas se dejan gobernar conforme una administración del alma por parte de un pastor, aparato disciplinario medieval encaminado a la obediencia, la vigilancia y el castigo como parte esencial de la correcta conducta que, por ejemplo, se desarrolla escrupulosamente en la regla de san Benito al manifestar que la omnipresencia de Dios siempre mira y vigila actos, palabras y pensamientos, por lo que es menester guardar identidad entre lo que se habla, el salmo y el juicio. ¿No es este camino semejante al que debe seguir cualquier estudiante de las escuelas lancasterianas, jesuitas o lasallistas a lo largo de los siglos XVIII y XIX? El examen final de Benito proponía al monje acudir en solitario al desierto para ser tentado por el demonio, en el examen público se fortalece el reconocimiento de la mirada docente, familiar y social al demostrar que los mecanismos escolares licencian al alumno para afirmarse sujeto de conocimiento en medio de un ritual expresión de la microfísica del poder. Conjunto de técnicas, estrategias y saberes pedagógicos que constituyen un discurso en cuyo seno se encuentra la relación saber-poder manifiesta en la ceremonia del examen. Las prácticas disciplinarias ocultas en los monasterios terminaron por conceder el desarrollo de la reglamentación del tiempo, el espacio y la vida del hombre en el ejercicio del examen.

Pero, tal como se plantea en las líneas de esta obra, el examen no sólo demanda cuestionar el poder disciplinario, además es menester pensar la normatividad y su vínculo con los brazos neoliberales de las prácticas económicas actuales. En primer lugar, si bien Kant ha definido a la Aufklärung como la humanidad en minoría de edad y con falta de coraje para servirse de la propia razón, a los ojos de Foucault, la crítica significa el razonamiento de cada hombre sin peligrar religiosa o jurídicamente. Razonar implica conocer los límites del conocimiento y por ende no dejar que otro diga “obedece”, más bien se trata de hacer que la obediencia surja desde la autonomía del hombre que actúa de manera universal bajo un imperativo categórico. Así, la razón que critica deja pensar hasta donde los límites del conocimiento lo permiten, pero demanda bajo toda circunstancia obediencia. En palabras de Kant podemos criticar cuanto se quiera, pero ante todo debemos obedecer. Los sueños de la Ilustración sustentados en la razón, la creación de la Enciclopedia y la democratización de la educación fortalecieron el ejercicio de disciplinas como la pedagogía, la medicina y la psiquiatría. Este entramado de saberes construyó, no libertades, sino nuevos cuadros de clasificación y subjetivación.

Foucault inaugura Las palabras y las cosas con una risa, la que le provocó la clasificación de las cosas sugerida por la enciclopedia china en El idioma analítico de John Wilkins de Borges. En el texto el orden ya no es el de las semejanzas como en el Renacimiento: la representación moderna ordena y clasifica en géneros, especies y diferencias específicas útiles para el sujeto epistemológico. El Siglo de las Luces eliminó la superstición, la magia, los monstruos y las enseñanzas morales propios al fin del mundo medieval. En contraparte, con la razón ilustrada se ordenaron los espacios, se dotó de luz la oscuridad de la ignorancia religiosa y se promovió el inicio de la autonomía científica, senderos que permitieron el desarrollo de una nueva clasificación de los alumnos en las escuelas.

El test de Binet y Simon en el siglo XX señala, con la autoridad que le confirió la ciencia y la razón, el grado de inteligencia de un estudiante. Las pruebas aplicadas a los alumnos configuraron un nuevo cuadro de clasificación en donde se jerarquiza la normalidad y la anormalidad, el desarrollo mental, el origen biológico. ¿No es dado preguntarse, como hace Villalpando, por esta sutil transformación en las prácticas del examen que terminaron por redefinirlo bajo el paradigma de la verdad positiva? Al parecer hemos pasado por alto que el examen auspiciado por la triada pedagogía-medicina-psiquiatría se constituyó como uno de los criterios más poderosos para normalizar a un alumno que, siempre obediente a la razón científica, aceptó el castigo, la exclusión, el señalamiento, también el fármaco.

En otro sentido cabe preguntar, ¿cuál es la actualidad del examen, cuál es el presente de la escuela? La respuesta probablemente se encuentra en el sujeto homo œconomicus. La educación es una inversión individual que se corresponde con las aspiraciones del sujeto, por ejemplo, los niños como parte del capital humano representan desde su nacimiento un bien de consumo en el que la escuela tiene un papel fundamental. En una sociedad industrial los padres invertirán en colegios de prestigio para los hijos; en una agrícola el infante desde temprana edad labora y contribuye a la manutención del hogar. Por tanto los niños, como afirma Becker, son un producto cuyo futuro es administrado por la familia, la posición económica, la herencia genética y, por supuesto, las certificaciones y títulos obtenidos a lo largo de una vida de exámenes. De esta manera, los niños que fueron procurados desde antes del alumbramiento, contaron con padres amorosos y con una posición económica y social estable, son los que al ser adultos tendrán mayores posibilidades de convertirse en un homo œconomicus capaz de realizar todos sus intereses. La inversión en términos monetarios que cada padre haga en su hijo será recompensado no con la devolución de dinero, sino únicamente con la satisfacción de haber creado un hombre-empresa. No obstante, explica el escrito, la movilidad social y el bienestar del sujeto no es consecuencia de la acumulación de certificaciones, títulos o grados escolares.

El examen es un tema que raramente se critica, pareciera ser un interdicto entre los círculos académicos, escolares y pedagógicos por inmaculado. En este sentido, el libro pone énfasis en ciertos acontecimientos que marcan una mutación en la concepción del examen generando numerosas inquietudes, nuevas preguntas y un enfrentamiento con aquello que considerábamos irrebatible.

Irma Villalpando suspende la mirada, la nuestra, para que no sólo apuntemos al examen, sino sobre todo, al quehacer y pertinencia de la pedagogía en nuestros días. El texto, pues, está escrito para quienes no tengan reparo en mirar y pensar diferente, para quienes las palabras no son impunes, también, para quienes deseen perder el rostro al dar la vuelta a la última página de la lectura.

Gustavo Álvarez