BREVE HISTORIA
DE LAS BATALLAS
DE LA
ANTIGÜEDAD

BREVE HISTORIA
DE LAS BATALLAS
DE LA
ANTIGÜEDAD

Carlos Díaz Sánchez

Colección: Breve Historia

www.brevehistoria.com

Título: Breve historia de las batallas de la Antigüedad

Autor: © Carlos Díaz Sánchez

Director de colección: Luis E. Íñigo Fernández

Copyright de la presente edición: © 2018 Ediciones Nowtilus, S. L.

Doña Juana I de Castilla, 44, 3.º C, 28027 Madrid

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Elaboración de textos: Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta: Universo, Cultura y Ocio

Imagen de portada: L’Histoire de Scipion:La bataille de Zama, Giulio Romano. Museo del Louvre, París.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital: 978-84-9967-924-2

Fecha de edición: marzo 2018

Depósito legal: M-3204-2018

Introducción

Los conflictos armados son, y han sido, un tema recurrente en la legitimación de reinos, imperios o, incluso, de regímenes políticos de la Antigüedad o de la actualidad. Estos combates marcaron el destino de las civilizaciones antiguas, transformándolas o empujándolas hacia nuevos cambios. Desde Egipto, cuyas relaciones con el Próximo Oriente parecían pacíficas y de amistad, se tienen noticias de grandes movimientos militares para la legitimación y grandeza de algunos faraones; estos ejemplos los encontramos en la batalla de Megido (1479 a. C.) o, siglos más tarde, en Qadesh (1274 a. C.).

Sin embargo, no siempre son batallas por la ambición de sus soberanos, en ocasiones son guerras y conflictos por proteger la cultura y la libertad de los pueblos contra sus invasores. El mundo griego tuvo que defender sus libertades y su modus vivendi de los persas durante las guerras médicas, una serie de batallas entre los años 490 y 478 a. C. donde se contuvo y se venció al invasor oriental en los combates de Platea, Termópilas y Maratón. A pesar de la unión de todos los pueblos de una cultura contra un enemigo común, siempre hay un grupo que observa cómo puede impulsarse hacia la hegemonía; este proceso de acumulación de poder y dinero desembocó en otra guerra entre los helenos, las guerras del Peloponeso. Este conflicto no es sino la respuesta del resto de los griegos ante el crecimiento exponencial del Ática y su Liga de Delos. Durante los años 431-404 a. C. se llevó a cabo una guerra por la hegemonía de Grecia entre sus dos polis más importantes, Atenas y Esparta. No obstante, a pesar de la victoria de Esparta en la guerra, su poder duró poco, pues algunas de las polis que estaban en segundo plano se alzaron contra el control espartano. Tebas consiguió derrotar a Esparta en la batalla de Leuctra (371 a. C.) y el poder cambió de una polis a otra hasta la llegada de Macedonia, dirigida primero por Filipo II. La importancia de la guerra para el desarrollo de estas ciudades-Estado llegó a su fin cuando Macedonia, una región norteña del Peloponeso, se alzó con el poder reivindicando su pertenencia al mundo heleno y venciendo a sus vecinos en la batalla de Queronea (338 a. C.), tras la que impuso la paz entre los griegos bajo su mandato. Sin embargo, su reinado fue breve y le sucedió su heredero Alejandro. Las campañas del joven macedonio le llevaron a acabar con la amenaza constante que sufría Grecia con los persas; la libertad y la unión de todos los pueblos bajo una misma koiné solo se podía conseguir a través de las armas. El argéada consiguió derrotar a los persas en Tiro (332 a. C.), Issos (332 a. C.) y Gaugamela (331 a. C.), llegando a enfrentarse contra el reino de Paura, dirigido por su gobernante Poros. Pero a pesar de las victorias y sus conquistas, Alejandro murió y el mundo heleno quedó fragmentado entre sus generales.

Paralelamente al mundo griego, en la península itálica nació la ciudad que dominó todo el mundo mediterráneo, Roma. La historia de Roma es la historia de un pueblo en armas, de la conquista como método de protección para una ciudad que apareció en un territorio completamente hostil. Las primeras guerras que mantuvo la ciudad tiberina fueron para convertirse en la cabeza hegemónica de la península, y consiguió la victoria en las batallas decisivas de Lautulae o de Sentino (295 a. C.), contra los samnitas. No obstante, pronto se tuvo que enfrentar a enemigos extranjeros que observaban cómo la Urbs se convertía poco a poco en un Estado formalizado, y en este contexto ocurrieron las guerras pírricas, donde Pirro, uno de los reyes helenísticos, fue llamado por las colonias griegas de la Magna Grecia. A pesar de los esfuerzos helenos por parar el avance de Roma, fueron derrotados en la batalla de Benevento (275 a. C.), donde los romanos se impusieron en toda la península. Esta situación provocó un estallido entre las grandes potencias del Mediterráneo occidental, Cartago y Roma, que durante más de cien años combatirían por la hegemonía del imperialismo marítimo. Las guerras púnicas en este siglo (primera guerra púnica 264-241 a. C., segunda guerra púnica 218-201 a. C.) fueron los enfrentamientos más duros para la República de Roma, donde los cartagineses les pusieron en más de una ocasión al borde de la derrota y la pérdida de influencia marítima, aunque Roma pudo vencer tras las batallas de las islas Egadas (241 a. C.) a los cartagineses o, tras la derrota de Cannas (216 a. C.) de manos de Aníbal, fueron capaces de recuperarse y vencer en Zama (202 a. C.) al general más temido de Cartago. Con la derrota del mundo púnico, Roma emprendía la conquista y anexión de Grecia, con su momento álgido en la batalla de Corinto (146 a. C.), y la convertía así en una provincia tras años de conquista. Sin embargo, la anexión del mundo helénico vino junto a la derrota y conquista de la ciudad de Cartago en la tercera guerra púnica (146 a. C.). Tras esta serie de victorias y conquistas Roma se convertía en un elemento político corrupto, pero eficiente militarmente. Un general como Mario reformaba el ejército y se enfrentaba a su competidor político, Sila, quien consiguió derrotar a los ejércitos populares de Mario en la batalla de Porta Collina (83 a. C.) y se convirtió en dictador de Roma. A pesar de la inestabilidad creada por la primera guerra civil de la historia de la Urbs, un joven Julio César se promocionaba en la política, hasta el punto de llevar a cabo la guerra contra la Galia y su posterior anexión tras la batalla de Alessia (52 a. C.). Esta victoria de Julio César provocó el temor entre las clases más nobles del Senado, lo que a su vez provocó una segunda guerra civil en la que vencieron los ejércitos populares de Julio, dejándole como dictador perpetuo. A pesar de sus victorias y su popularidad, fue asesinado por sus enemigos políticos (44 a. C.), lo que llevó a la Urbs a otra guerra civil, comandada por su sobrino nieto Octavio contra Marco Antonio, a quien derrotó en la batalla de Actium (31 a. C.). Tras estas guerras civiles, Octavio fue acumulando poder y convirtiéndose en el primer emperador de Roma (27 a. C.). Observamos una nueva dinámica en las guerras de Roma contra sus vecinos con la anexión de territorios y la legitimación y poder de sus emperadores. Como la anexión de la Dacia y los pactos por Trajano. A pesar de que con los emperadores hispanos se llegase a su esplendor, los siguientes conflictos fueron internos: varias guerras civiles entre los diferentes candidatos a emperador; y debilitaron más y más a la Urbs. Esta situación de inestabilidad llevó a Roma a la pérdida del control territorial y administrativo, y estas luchas intestinas fueron constantes y favorecieron la entrada de los pueblos germánicos, quienes derrotaron a los romanos en la batalla de Adrianópolis, el último gran desastre de Roma.

El libro tiene la intención de ser completamente divulgativo, para un público que tenga la necesidad de conocer los diferentes conflictos de la antigüedad sin que sea una lectura pesada. Sin embargo, la redacción de este libro se ha realizado a través de las lecturas de bibliografía actualizada, así como artículos de investigación que promueven nuevas teorías sobre la guerra antigua. No obstante, para aquellos lectores inquietos que deseen ampliar sus conocimientos, se ha recopilado una ingente cantidad de bibliografía que, además de ser usada para la redacción de este libro, puede servir de ayuda en caso de que se quiera profundizar en estos conflictos.

I

Egipto y Próximo Oriente

1

De Egipto al exterior: la batalla de Megido

La historia de esta civilización se remonta hasta el cuarto milenio antes de Cristo y, sin embargo, en el panorama militar se ha visto poco estudiada. No fue precisamente una civilización belicosa en cuanto a expansión fuera de sus fronteras naturales, aunque sí consiguió establecerse como una cultura fuerte en los dominios del Nilo, manteniendo unas luchas históricas en la región de Nubia (el país al sur de Egipto), de donde consiguieron materiales valiosos, así como metales preciosos. La historia de Egipto registra numerosos combates para frenar invasores en eso que la investigación ha llamado períodos intermedios, donde parece que la influencia centralista del faraón se debilita y se forman diferentes frentes armados. En algunos casos provienen de invasiones asiáticas y en otras provienen de ataques a sí mismos. Sin embargo, en estas líneas explicaremos cómo no fue hasta la XVIII dinastía que empezaron a tener grandes conquistas y batallas. Aunque en épocas anteriores los egipcios se habían enfrentado a los nubios, contra otros invasores y contra sí mismos, no fue hasta la llegada de un joven faraón de nombre Tutmosis III cuando se empezaron a tener en cuenta las habilidades de los egipcios para el combate.

TUTMOSIS III, EL FARAÓN GUERRERO

A la muerte de Tutmosis II en el 1479 a. C., la esposa y hermanastra de este, Hatshepsut, se encargó del hijo y heredero Tutmosis III y del reino en calidad de corregente. Sin embargo, esta corregencia duró poco; a los tres años de reinado la reina regente Hatshepsut decidió cambiar la forma de Gobierno y se convirtió en una reina con la titulación completa. Tutmosis III dejó de ser su corregente y, para justificarse, la nueva reina decidió transformar e inventarse una corregencia anterior con su padre, por lo que modificó y añadió textos que explicasen esto en el templo de Karnak.

Con este cambio, la poderosa reina de Egipto empezó a gobernar sin su hijo, pero no lo mantuvo al margen. Hatshepsut comenzó a gobernar gracias al apoyo de numerosos cargos y personalidades del reino, como el gran sacerdote de Amón, Hapuseneb, o el canciller Nehesy, quien dirigió las expediciones militares de la reina hacia el Punt. Esta expedición no tuvo una importancia militar como la que se muestran en los muros del templo funerario de Hatshepsut, sino que se trata de una dinámica constante en el antiguo Egipto, como fueron las expediciones hacia Nubia o hacia el Sinaí. Sin embargo, este Gobierno de la reina, apartando al legítimo heredero del trono y comportándose como una regente con plenos derechos, hizo que Tutmosis III tuviera que enfrentarse a numerosos problemas tras su muerte en el 1458 a. C.

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Representación escultórica de Tutmosis III, Museo de Luxor.

Tutmosis III fue uno de los grandes faraones que se recuerdan a lo largo de los tiempos, al menos en lo que a conquistas militares se refiere. El joven faraón egipcio sucedió en el trono a su padre en 1479 a. C. cuando solamente contaba con diez años de edad. Desde esta edad tan temprana gobernó, pero bajo la tutela de su madrastra Hatshepsut, la cual gobernó en su lugar como corregente y, al poco tiempo, como un faraón de pleno derecho. Tutmosis III, cuando consiguió acabar con la regencia de su madrastra, compensó todo el tiempo perdido que había ocupado este reinado en cuestión de conquistas. Estos primeros años de gobierno están profundamente marcados por las campañas militares, un total de diecisiete, en Siria-Palestina, en tan solo veinte años.

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Mapa de la dominación de Egipto siglos XVI-XV. Fuente: Duby, G. (2011): Atlas histórico mundial, Larousse.

Los primeros problemas a los que se tuvo que enfrentar el joven faraón fueron las revueltas de los principados asiáticos, coaligados por el príncipe de Qadesh y la ciudad de Mitanni. Durante esta primera campaña (1457 a. C.), Tutmosis III culminó con la captura de la ciudad de Megido; esta fue sin duda la campaña más importante y la más documentada de este tiempo. La historia del ataque de los egipcios hacia los territorios de los cananitas se había dado durante mucho tiempo en los últimos reinados de los faraones anteriores, pero no fueron tan importantes como la campaña que Tutmosis III iba a comenzar.

LA BATALLA DE MEGIDO

Megido es la primera batalla de la historia en la cual tenemos cualquier tipo de detalle en los anales que mandó escribir Tutmosis III en el templo de Amón en Karnak. La historia de la toma de Megido fue transcrita por su escribano real, Tjaneni, quien escribió en un diario toda la campaña egipcia. Los anales están escritos como una serie de párrafos concretos que más tarde se convirtieron en prosa literaria y, finalmente, se transcribieron en los muros de los templos. La información de estos anales, que han sobrevivido a los azares del tiempo, se ha completado con las inscripciones que aún perviven en Armant y Karnak, en Egipto.

Finalmente, Tutmosis III acabó consiguiendo el trono de Egipto sobre su madrastra, Hatshepsut. Mientras gobernaba la faraona, los cananeos de Siria y Palestina que se ubicaban en el suroeste eran vasallos del vasto Imperio egipcio y pagaban un tributo a los señores egipcios de la zona. Cuando advirtieron la debilidad del reino con los distintos cambios en el trono, el reyezuelo cananita de Qadesh (muy cerca del río Orontes, en Siria) se rebeló contra los señores egipcios, aunando algunos jefes y reyezuelos de la zona. Una vez se hubieron rebelado y reunido sus tropas en un gran ejército, se congregaron en la ciudad de Megido, cerca del valle de Jezreel. Aquí se habían concentrado muchos gobernantes, hombres de la región de Mesopotamia (los modernos Irak e Irán), el norte de Siria y el sur de Anatolia (Turquía). No se sabe con exactitud cuán grande era el ejército reunido por los cananitas junto con sus aliados mesopotámicos y anatolios, pero se ha estimado que pudieran ser entre diez mil y quince mil hombres, incluyendo tanto la caballería como la infantería.

En respuesta a la rebelión de los cananitas, Tutmosis III reunió a todo su ejército en Tjaru, una fortaleza en la zona del delta oriental del Nilo, ubicado en la frontera natural de Egipto con Asia. Una vez concentradas sus tropas en el delta, el joven faraón decidió marchar con todo su ejército hacia Gaza y recorrió doscientos cuarenta kilómetros en poco más de diez días. Este camino y la velocidad de Tutmosis III se ha de tener en cuenta por el escaso espacio de tiempo que tardó, la distancia recorrida y el número de hombres que llevó, entre quince mil y veinte mil. Una vez en Gaza, los egipcios decidieron dirigirse hacia las ciudades más meridionales de la cordillera del Carmelo y llegaron probablemente el 6 de mayo del 1479 a. C. a la ciudad de Yehem. Las fuentes antiguas nos describen cómo el camino fue recorrido en el mismo tiempo. Sin embargo, la distancia del recorrido desde Gaza hasta esta ciudad es de solo ciento veintiocho kilómetros, por lo que la investigación cree que pudo tardar más debido a que el joven faraón estuvo pacificando ciudades rebeldes como Joppa o Gézer mientras se dirigía hacia Yehem.

Las fuerzas egipcias descansaron unos días en la ciudad de Yehem, mientras continuaban las operaciones de exploración por estos territorios que les eran hostiles. Cinco días después, el 11 de mayo, los consejeros de Tutmosis III junto a él decidieron que lo mejor para el avance de la guerra era tomar una ruta más rápida hacia la ciudad de Megido. Las posibilidades de cómo llegar desde Yehem hasta Megido eran diversas y a cada cual más peligrosa: la primera de ellas era atravesar una ruta en el norte que se acerca hacia Mishmar HaEmek y aparecer por el noroeste de la ciudad de Megido; la otra era una ruta sur a través del valle de Dothan que acababa apareciendo en una llanura al sureste de la ciudad; y la principal ruta central atravesaba el paso Musmus y salía en una llanura cerca de la propia ciudad.

La cuestión de tomar el paso central que conduce directamente a Megido era una de las opciones que tuvieron muy en cuenta los consejeros del joven faraón. Los asesores militares de Tutmosis III aconsejaron que era mejor tomar la ruta norte o la ruta sur, ya que la ruta central era muy estrecha y atravesar un valle con numerosas tropas no era lo más indicado para un ejército. Sin embargo, el faraón descartó los consejos que le habían proporcionado, ya que, como se ha recogido en los muros de Karnak, sus enemigos esperaban que su ejército tomase la ruta norte, la ruta sur o ambas, y, en un alarde de valentía y temerosidad, decidió que lo más improvisto era lo más adecuado, y tomó la ruta central.

La travesía y la llegada del monarca a Megido se realizó al día siguiente, el 13 de mayo; los ejércitos egipcios marcharon hacia la ciudad de Aruna, donde pasaron la noche, y, de madrugada, comenzaron a atravesar el paso Musmus. La marcha iba encabezada por Tutmosis III, quien dirigió a través del valle a sus tropas. Este paso era una forma directa de llegar hasta Megido, sin embargo, la travesía era muy estrecha y, aunque sea muy escasa en distancia (veintidós kilómetros), hay zonas donde el ejército no pudo pasar por la anchura de la misma. El viaje parece que ocurrió sin apenas incidentes, más allá de una pequeña escaramuza que pudo haber en la salida del paso. La noche del 14 de mayo acamparon cerca del arroyo Qina, donde descansaron.

El ejército cananeo no se esperaba la temeraria maniobra de Tutmosis III; las tropas cananeas se habían apostado en los pasos norte y sur, esperando encontrar al ejército egipcio cansado por la travesía. No obstante, aunque habían concentrado la mayoría de las tropas en estos dos pasos, no desguarnecieron el paso de Musmus. La madrugada del 15 de mayo Tutmosis III salió del valle y atacó a los rebeldes, extendiéndose hacia la llanura de Megido. Entonces el faraón envió un ala de su ejército, incluyendo carros de combate, hacia el noroeste de la ciudad de Megido, mientras que la otra ala cargaba hacia los alrededores de la zona sureste de la ciudad. Tutmosis III se instaló con el grueso de sus tropas en el centro, comandándolas desde un carro dorado. El combate comenzó cuando las fuerzas cananeas se vieron atacadas desde ambos lados y amenazadas por las alas egipcias. Los cananeos, al verse con el grueso de las tropas de Tutmosis III, salieron huyendo del pánico que les entró. No obstante, el ejército en vez de perseguir a los cananitas fugados se dedicó a saquear lo que pudo del campamento enemigo, incluyendo la tienda del príncipe de Qadesh. Esto provocó que los habitantes de la ciudad de Megido cerrasen las puertas una vez que los fugados ya estaban dentro de sus muros. Los egipcios habían conseguido derrotar a las tropas de los cananitas en el campo de batalla, pero les habían permitido huir y refugiarse en la ciudad de Megido.

Los egipcios se pusieron inmediatamente a sitiar la ciudad y el faraón ideó un plan para conseguir rendir Megido; su estrategia consistió en cavar un foso alrededor de toda la ciudad y construir una pequeña empalizada de madera. Pero, según la estela de Yebel Barkal, se nos describe cómo este acto tardó más de siete meses antes de que la ciudad cayera, lo que le permitió al príncipe de Qadesh escapar del asedio a la ciudad. Megido finalmente cayó con el tiempo y los egipcios capturaron un botín dentro de la ciudad que compensó la duración de la campaña.

No está claro, a nivel arqueológico, cuál de todas las ciudades de Megido sufrió el asedio de Tutmosis III y sus ejércitos en el 1479 a. C., ya que existen diferentes evidencias arqueológicas que, por haberse dado en poco tiempo —como el asedio y la posterior reconstrucción de la ciudad—, no se han dejado ver claramente. Sin embargo, la Universidad de Chicago ha expuesto sus resultados y dejado claro que son las ciudades de los estratos IX y VIII. Pero no solamente podemos achacar un combate para una campaña durante los meses de asedio a la ciudad de Megido. Los egipcios conquistaron varias ciudades del valle de Jezreel, como Shimon, Taanach, Geba-Shumen, Ophel, Shunem y Yoqneam.

Tutmosis III y sus hombres finalmente regresaron a Egipto en octubre de ese mismo año, concluyendo así la primera campaña que realizó este faraón en territorio cananita y la más importante, porque supuso restablecer la autoridad egipcia en el área y demostró que Egipto podía enfrentarse a otras civilizaciones más allá de sus fronteras, algo que no había ocurrido con mucha frecuencia en los reinados anteriores. Tutmosis III designó a un gobernador egipcio para Canaán que pudo estar establecido en Megido, ya que esta presencia egipcia permaneció inalterada durante los doscientos siguientes años.

Sin embargo, quedan aún diversas cuestiones alrededor de los misterios que rodean la conquista de Megido por Tutmosis III. Como se ha señalado en diversas publicaciones, no se han descubierto restos de la destrucción de Megido en ninguna de las excavaciones, y aunque haya evidencias de reconstrucción no se ha encontrado un verdadero asedio que finalmente rindiera la ciudad, por lo que la investigación se cuestiona si los habitantes de la ciudad abrieron las puertas para rendirse y evitar la destrucción de sus muros, o cómo Tutmosis III pudo sitiar una ciudad que no estaba muy fortificada durante más de siete meses. Se han dado diversas soluciones a las preguntas que los investigadores plantean:

Tal vez las anteriores fortificaciones que se databan en la mitad de la Edad del Bronce fueron construidas alrededor del emplazamiento de Megido y siguieron funcionando hasta el final de la Edad del Bronce, de modo que no hubo una necesidad arquitectónica para crear un muro alrededor del emplazamiento.

Otra posibilidad puede ser que Megido no estuviera fortificada y, en ese caso, el ejército egipcio no tuvo que asaltar ningún muro, pero tendría que atacar la ciudad y a sus defensores.

La última propuesta plantea que el asedio puede ser que solamente durase un mes en lugar de siete. Los registros de Tutmosis III podrían indicar que estos siete meses fueran empleados durante el comienzo del asedio en eventuales regresos hacia Egipto, como también la conquista de ciudades que hemos mencionado antes o algunas en el Líbano, y los ejércitos de Tutmosis habrían regresado tras someter y conquistar estas plazas en la costa sirio-palestina, por lo que toda la campaña debió de durar siete meses, y solamente un mes el asedio de Megido.

Una curiosidad acerca del hábil movimiento de cruzar por el paso Musmus es que no solamente Tutmosis III realizó esta maniobra: siglos después, Edmund Allenby, un mariscal de campo británico, realizó la misma operación que el faraón egipcio en el contexto de la Primera Guerra Mundial.

El botín obtenido por los egipcios en esta primera campaña fue muy satisfactorio; aparte de los frutos que en un futuro dieron las nuevas tierras conquistadas, consiguieron 340 prisioneros vivos y 83 esclavos, 2041 yeguas, 191 potros y 6 caballos, más de 1900 cabezas de ganado y 20 500 ovejas. En lo que respecta a la indumentaria de guerra, consiguió el carro de oro del príncipe de Megido, así como 924 carros de combate, armaduras de bronce, arcos y varas de madera trabajadas en plata. En esta campaña, Tutmosis III consiguió acabar con la dinámica que llevó Hatshepsut en su reinado, se atrevió a romper con lo que se había establecido y comenzó a mostrarse ambicioso con los territorios que circundaban a Egipto.

Tras esta campaña, Tutmosis III mandó grabar en el templo de Karnak diversas partes de su conquista, así como un gran ejemplo de la descripción de la fauna y la flora de Punt. Años más tarde, el faraón comenzó a plantear diversas campañas hacia Djahy y Qadesh. Para ello lo primero que hizo fue consolidar los territorios de la fachada marítima del Mediterráneo tomando la ciudad de Ullaza, en la desembocadura del Nahr el-Barid. Esta ciudad tuvo una importante repercusión porque consiguió quitar los territorios al príncipe Tunip, aliado de Qadesh y de Mitanni, acto seguido Tutmosis III consigue la plaza de Ardata al suroeste de Trípoli.

Tras vencer en los territorios de Ardata, las tropas de Tutmosis consiguen ocupar el objetivo de Djahy. En las fuentes se describe como un lugar con un montón de fruta y de trigo, abundantes víveres y cercano al mar, como si de una gran ciudad se tratara, con un montón de recursos, los cuales sirvieron al faraón para conseguir abastecerse, aunque no avanzó durante ese año.

Las ofensivas comenzaron al año siguiente, en 1449 a. C., cuando las tropas de Tutmosis III desembarcaron en Biblos, una ciudad en la costa sirio-palestina. Los ejércitos de Tutmosis III desencadenaron una gran sacudida en estos territorios, quemando y devastando la región en su paso hasta Qadesh. Esta incursión sirvió para calmar los ánimos en este lugar, ya que algunas ciudades habían sido conquistadas en Ardata, como la ciudad de Simyra.

POLÍTICAS Y SITUACIÓN TRAS LA BATALLA DE MEGIDO

La política que llevó a cabo Tutmosis III fue la de tomar jóvenes rehenes de las ciudades sirias y llevárselos consigo a Egipto; cuando tuvieran la edad para volver, su lealtad con el país egipcio habría aumentado y así no debería haber tantas rebeliones en estos territorios. Sin embargo, al año siguiente de esta campaña se volvieron a rebelar las ciudades sirias y, en esta ocasión, las tropas de Tutmosis III tomaron la ciudad de Ullaza junto con unos cuantos puertos fenicios más pequeños. El plan contra las rebeliones no estaba funcionando como debería y, en ese momento, el faraón decidió que todo el exceso de grano que se produjera en las tierras recién conquistadas debía enviarse a los puertos para servir de apoyo a las tropas que se apostaban en Siria.

El faraón Tutmosis III no dudó en volver a hacer la guerra en estos territorios y, en 1447 a. C., decidió plantear un nuevo enfrentamiento con Mitanni, que había ayudado al príncipe de Qadesh en la batalla de Megido. Para ello, el faraón se atrevió a enfrentarse en los territorios de este pueblo.

La estrategia del faraón consistió en el desembarco masivo de sus tropas en Biblos y la construcción de barcos que llevaría consigo en su travesía hacia el norte. La campaña contra Mitanni comenzó como las anteriores, con el saqueo de las tierras de Siria hasta conquistar los territorios de Alepo y Karkemish. Una vez conseguida la ciudad de Karkemish, las tropas egipcias cruzaron el Orontes por la altura del Niya y marcaron la frontera más septentrional de la influencia egipcia, con Alepo como la ciudad con influencia egipcia más avanzada. Al volver de estos territorios se dedicó a recaudar el tributo de estas tierras. Hay teorías que dicen que las ciudades de Assur, Babilonia y los hititas estaban condicionados a los tributos de Tutmosis III.

Las siguientes campañas de Tutmosis III se muestran claras y con un único objetivo: reducir las fuertes influencias que los mitanos tenían en Mitanni y los territorios colindantes. Alrededor de 1446 a. C. el faraón volvió a los territorios de Djahy para sofocar las rebeliones que eran recurrentes en estos territorios; sin embargo, no solo marchó para sofocar la sedición de esta ciudad, sino que también tomó la ciudad de Nugés. Al año siguiente, los mitanos no pararon su avance y su agresión contra los territorios egipcios, atacando los territorios de la ciudad de Alepo, en el extremo noroeste de la influencia egipcia. Sin embargo, esta campaña parece ser decisiva, ya que los hititas se ven obligados al pago de un tributo anual a los egipcios.

Los años siguientes del reinado de Tutmosis III están menos claros, pero parece razonable pensar que se enfrentó a nuevas revueltas en los territorios que había anexionado. La última campaña que realizó el faraón en los territorios sirios fue alrededor del 1437 antes de Cristo.

En esta ocasión, los príncipes fenicios se habían rebelado contra el poder egipcio y comenzaban a inclinarse por las actitudes de los reyes de Mitanni. La ofensiva del faraón fue decisiva para sofocar estos territorios. Las primeras acciones militares fueron apoderarse de Arcata y de las proximidades de Trípoli, destruyendo la ciudad de Tunip. Más tarde, comenzó a dirigirse hacia Qadesh con un gran ejército, y allí tomó las tres principales ciudades y ejecutó a los rebeldes que habían apoyado a los mitanos. Es a partir de entonces cuando parece que se consolidaron, durante un breve período de tiempo, las influencias de Egipto en este territorio, ya que se ha visto acrecentada la influencia y los tributos de esta zona con respecto al monarca egipcio, tal y como demuestran los tributos de Cilicia y Adana.

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Tutmosis III derrotando a sus enemigos.

Este faraón tuvo una gran importancia en la historia militar, no solo por su brillante primera campaña en la llanura de Megido, sino también por romper con la dinámica egipcia de las invasiones cercanas a sus fronteras naturales, demostrando que podían ser unos buenos militares. Tutmosis III inició, con la batalla de Megido, una influencia importante en los territorios de Siria-Palestina, y consiguió una frontera de sus «territorios» más al norte de Alepo, en el cruce del Orontes. Por lo tanto, debemos de comprender la importancia de la victoria de Megido, tanto por plantear las bases de una serie de campañas prácticamente consecutivas en estos territorios como para observar cómo los egipcios consiguieron de forma flagrante vencer a sus vecinos fenicios y ampliar, más allá de sus fronteras naturales, su influencia, lo que reportó numerosos beneficios que han quedado registrados en las paredes de los templos de Tutmosis, como por ejemplo, en Karnak y los maravillosos relieves que narran esta primera campaña.

A partir de este momento, Egipto se convirtió en una gran potencia, no solo dentro de los límites que el desierto les proporcionaba, sino también fuera de estos. Se ha observado cómo los territorios de la costa sirio-palestina comienzan a caer cuando Tutmosis III vence al príncipe de Qadesh en la batalla de Megido, y, tras esta, los egipcios consiguen consolidar su influencia en estos territorios, que queda demostrada por los numerosos tributos que repercutieron en Egipto.

La batalla de Megido cuenta con un hueco dentro de las grandes batallas de la Antigüedad por su estrategia y su planteamiento: un faraón, que en un principio carece de formación militar, actúa de manera brillante y permite no solo la victoria de su ejército sino la implantación de la influencia egipcia en estos territorios.