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Akal / Básica de Bolsillo / 343

Clásicos de la literatura alemana

Anónimo

KUDRUN

Edición de: Oliva Paradés Tierno y Francisco Manuel Mariño

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Kudrun está considerado como el segundo gran poema épico-heroico de la Edad Media alemana tras el Cantar de los nibelungos, obra de la que es deudora en muchos aspectos, si bien de temática muy diferente. Conservado en un único manuscrito tardío (del siglo XVI), Kudrun data realmente del siglo XIII, y se le ha comparado en ocasiones con la Ilíada y la Odisea, lo que da muestra de su importancia. Efectivamente, Kudrun es una suerte de «odisea germánica», plagada de aventuras marítimas cuyos protagonistas pertenecen a varias generaciones y cuya geografía abarca casi todos los países ribereños del mar del Norte. La presente edición, traducida a partir del original en alto alemán medio, incluye el Romance de don Bueso, un poema en lengua castellana estudiado por Ramón Menéndez Pidal, que refleja la enorme influencia que Kudrun tuvo en la literatura medieval europea.

 

Diseño de portada

Sergio Ramírez

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Kudrun junto al mar, xilografía, 1880.

Introducción

1. Los ciclos épicos

Alan Deyermond señala como uno de los rasgos distintivos de la épica medieval española el hecho de que «la mayor parte de los poemas españoles se han perdido», pero –y esta es otra característica propia– «las pérdidas se compensan en gran parte por la extraordinaria pervivencia cronológica y genérica de la tradición: el contenido, y a veces las palabras mismas, de poemas perdidos se encuentran en crónicas, romances y teatro desde el siglo XII hasta el XX»[1]. Podemos, basándonos en esta pervivencia de la tradición, dividir en tres ciclos fundamentales la totalidad de la literatura épica medieval española. Son estos: el ciclo de los Condes de Castilla, el ciclo del Cid y el ciclo francés. Carlos Alvar nos habla también de una epopeya aragonesa, de la cual los datos que poseemos «se limitan al Cantar de la campana de Huesca»[2].

La situación de la épica heroica alemana es sólo en parte distinta. Por un lado, los ciclos son más, aunque no hay una clasificación plenamente asumida y generalizada. Werner Hoffmann[3] señala cinco: el ciclo de los Nibelungos, el de Walther y Hildegund, el de Kudrun, el de Ortnit y Wolfdietrich, y el de Dietrich. Heiko Uecker[4], por su parte, señala nueve ciclos, añadiendo el de Ermanarich, el del combate de los hunos, el de Wieland, y el de Offa/Uffo a los anteriormente mencionados. Por otra parte, y de manera similar a lo que sucede en la literatura española, son muchos los poemas perdidos y muchos también a los que sólo podemos acceder por medio de noticias más o menos vagas o refundiciones tardías, pocas veces escritas en la lengua originaria. A este respecto, hay que destacar la enorme importancia de la literatura nórdica, que, fundamentalmente a través de las sagas y las Eddas, nos acercan a muchos textos perdidos que allí se conservan, no siempre del todo modificados. Así, en la Edda Mayor, nos encontramos con textos referentes a ciclos como el de los Nibelungos, el de Ermanarich o el de Wieland[5]; y en la Edda Menor, en concreto en el Skáldskaparmál[6], se nos dan noticias concretas sobre el ciclo de los Nibelungos o el de Hilde-Kudrun, al cual nuestro poema pertenece.

Suele aludirse únicamente a cinco textos conservados dentro de la épica medieval española (el Cantar de mio Cid, las Mocedades de Rodrigo, el Roncesvalles, el Poema de Fernán González y el Poema de Alfonso XI); de ellos es, sin duda, el Cantar de Mio Cid el más representativo.

Dentro de la literatura alemana, sería difícil cuantificar el número de textos conservados, porque habría que plantearse, por ejemplo, si se incluyen o no poemas escritos en latín, como el Waltharius (siglo X) u otros que aparecen únicamente dentro de las Eddas, y, por tanto, escritos en islandés, como el Cantar de Vólund. Sin embargo, no habría duda alguna en situar al Cantar de los nibelungos en el primer lugar de importancia, y a la misma altura que el Cantar de mio Cid, mientras que el Kudrun ocuparía un segundo lugar, pero igualmente paradigmático, dentro de la epopeya alemana del alto alemán medio[7].

2. El ciclo de Hilde-Kudrun

Es frecuente identificar el ciclo al que nuestro poema pertenece como ciclo de Kudrun (W. Hoffmann); aunque, de tomar un único nombre, este debería ser el de Hilde (H. Uecker), puesto que el personaje de Kudrun, si bien es el protagonista principal de la obra que nos ocupa, supone, sin embargo, una adición relativamente tardía a la materia originaria, que se centra exclusivamente en la figura de Hilde. La materia relativa a Kudrun no procede directamente de la antigua leyenda heroica germánica, que aparece reflejada muy brevemente en nuestro texto (aventuras V-VIII), y que gira únicamente en torno al rapto de Hilde. Estos cuatro capítulos, de los treinta y dos de que consta el poema, suponen, según H. Uecker, «la única configuración poética de la materia en suelo alemán»[8], y, teniendo esto en cuenta, no está de más que recordemos su contenido: Hilde, la hija de Hagen, es raptada por las tropas del rey Hetel de Hegeling, quien pretendía a la princesa; sin embargo, el padre de esta, Hagen, hacía colgar a todos los pretendientes. Los hombres de Hetel (Frute de Dinamarca, Horand y Wate) utilizan un ardid para raptarla. El plan sale bien, pero Hagen emprende su persecución. En tierras de Hegeling sobreviene una violenta batalla, en la que Hagen hiere a Hetel y Wate a Hagen. Finalmente, Hilde se reconcilia con su padre, quien ahora acepta la unión de su hija con Hetel[9].

En el ámbito nórdico, hay alusiones a este ciclo en el Ragnardrápa, de Bragi (siglo IX), el más antiguo escaldo conocido, y también en la Edda de Snorri Sturluson (h. 1220), donde se nos dice que la batalla final entre las tropas del padre y las del pretendiente no tiene fin, puesto que Hilde, que así se llama la princesa, resucita a los muertos, llegada la noche, para que continúen luchando cada día. Esta batalla eterna, llamada Hjadningavig (batalla de los hiadningos), llega a ser un tópico característico del ciclo, aunque esté ausente en nuestro poema. Aparece, sin embargo, en la Gesta Danorum, de Saxo Gramático (siglo XII). Veamos cómo la recoge Snorri:

entonces comenzaron la lucha conocida como batalla de los hiadningos, y estuvieron peleando todo aquel día, y al atardecer los dos reyes se volvieron a sus barcos. Pero Hilde fue aquella noche a donde quedaron los caídos y resucitó con magia a todos los que habían muerto [...]. Así continuó aquella lucha un día tras otro, y también los escudos se convertían en piedra, pero cuando amanecía, entonces los muertos se levantaban y volvían a luchar, y todas las armas podían usarse de nuevo. En los Cantares se dice que así continuarán los hiadningos hasta el ocaso de los dioses[10].

En el mundo anglosajón, el ciclo está también presente, aunque de una manera menos directa, en la simple mención de algunos de sus personajes en el Widsith (h. 700) y en el Deor (siglo VIII).

Como vemos, la materia del ciclo se extiende por toda el área germánica, y, por tanto, su origen geográfico es discutido. En nuestro poema, es claro que el escenario casi exclusivo de los acontecimientos tiene como marco el mar del Norte, pero parece que, en principio, la materia se originaría en torno a la desembocadura del Vístula, y, de ahí, pasaría a las inmediaciones de la desembocadura del río Escalda. Así, la batalla entre Hetel y Hagen tendría lugar en la isla de Wulpen, aunque en nuestra obra no aparece mencionado ese lugar sino en la última parte, que gira en torno a la figura de Kudrun, y no de Hilde. Por tanto, la leyenda originaria había nacido en el ámbito oriental y, antes de su emigración a Inglaterra, sería conocida por los germanos nórdicos, hasta que llega a las inmediaciones del río Escalda, desde donde viaja Rin arriba –en el Alexanderlied, de Lamprecht (siglo XII) se atestigua el emplazamiento de la batalla mencionada en torno a ese lugar– y luego Danubio abajo, y en un lugar de la Baviera austriaca encuentra su última configuración: el Kudrun.

A pesar de esta amplia difusión, no debemos olvidar que en el Kudrun los episodios relacionados con la leyenda de Hilde son mínimos, únicamente cuatro aventuras, si los comparamos con la totalidad del poema, que, como ya se ha dicho, consta de treinta y dos. Gran parte de la materia tiene que ver, por tanto, con el personaje que da nombre a la obra, aunque no hay que pasar por alto las cuatro primeras aventuras, que se centran en la figura de Hagen, el padre de Hilde.

2.1. La historia del joven Hagen

De la historia de Hagen, sabemos que se trata de un invento del último poeta, y que, como nos dice Werner Hoffmann[11], para desarrollarla, ha recurrido al roman courtois (recordemos que en la época en la que el Kudrun fue redactado, la de los Staufen, la literatura más generalizada era la cortesana, y que tanto el Cantar de los nibelungos como el posterior Kudrun, suponen una aislada revitalización de la épica heroica autóctona), pero también a los motivos de procedencia oriental, como el del grifo que rapta al joven Hagen, aunque es cierto también que este motivo pudo tomarlo nuestro desconocido autor a través de El duque Ernesto (Herzog Ernst), poema perteneciente a la llamada «épica juglaresca» (siglo XII).

En definitiva, y siguiendo de nuevo a Hoffmann, el añadido de la parte de Hagen correspondería a la tendencia, observada con cierta frecuencia, de extender una fábula dada con una historia anterior o con una continuación (sería, este último, el caso de la parte de Kudrun).

La narración añadida puede, no obstante, permanecer independiente, como el Ortnit, historia previa del Woldfietrich A, y Die Klage, añadido al Cantar de los nibelungos; o puede –co­mo en el caso de la historia del joven Hagen– ser concebida como una parte no independiente de un poema ya existente. El añadido argumental del poema de Hilde-Gudrun se explica por el apetito argumental del público, que en el transcurso del siglo XIII será más intenso, y que se corresponde con la alegría fabuladora del narrador, apoyado en el pensamiento genealógico de la Edad Media: así, la parte de Gudrun aparece ensamblada con la de Hilde, lo mismo que la vinculación entre las partes de Hagen y Hilde, también de tipo genealógico[12].

2.2. La leyenda de Kudrun

Por lo que respecta a la parte más extensa del poema (aventuras IX-XXXII), el problema que se plantea es si se trata de una nueva invención del poeta, como en el caso de la historia del joven Hagen, o si este ha continuado genealógicamente la historia de Hilde por medio de una leyenda ya existente. Así pues, dos son fundamentalmente las teorías. La primera de ellas, defendida, entre otros, por Friedrich Panzer[13], mantiene que no ha habido una leyenda de Kudrun, sino que la parte a ella dedicada en nuestro poema es una pura invención; aunque sí pudiera haber existido una leyenda relacionada con la figura de Herwig, que sería incluida, total o parcialmente, en la configuración de dicho personaje. Otros críticos, como Helmut de Boor y Hellmut Rosenfeld[14], aun sosteniendo esta teoría, opinan que la historia de Kudrun pudo haber sido elaborada por un predecesor de nuestro poeta, unos diez años antes de que este llevara a cabo su redacción.

La segunda teoría defiende la existencia de una leyenda de Kudrun, previa a nuestro texto, cuya antigüedad sería discutible, pero que podría remontarse a la «época heroica» de los germanos, al menos según Roswitha Wisniewski[15]; sin embargo, algunos críticos, como Leopold Peeters[16], no creen que tal leyenda pudiera remontarse más atrás del siglo XII, incluso, se inclinan a datarla a principios del siglo XIII.

De modo, pues, que, de las dos primeras partes de nuestro poema, sabemos con seguridad que la primera es una invención del poeta y que la segunda tiene su origen en una leyenda ya existente. Sobre la tercera parte, la más extensa, no podemos más que conjeturar si, como en el caso de la primera, se trata de una nueva invención o, como la segunda, es una continuación o reelaboración de una antigua –o no tan antigua– leyenda.

3. El Kudrun

Ya se ha dicho que el Kudrun supone la única configuración literaria –dejando de lado las simples alusiones, más o menos extensas– de la materia en suelo alemán.

En un solo manuscrito ha llegado hasta nosotros, y este, del siglo XVI (el llamado Ambraser Heldenbuch, debido a su procedencia del palacio Ambras, en Innsbruck), que parece que puede ser fechado entre los años 1504 y 1515, una fecha realmente tardía para un texto cuyo origen se sitúa en el siglo XIII.

Como ya hemos dicho en otro lugar[17], el hecho de que nuestro poema se conserve en un único manuscrito, y que este sea tardío, plantea una paradoja: por un lado, tengamos en cuenta que de un texto prácticamente contemporáneo o, en todo caso, anterior en pocos años, como el Cantar de los nibelungos (entre 1200 y 1205), se conservan treinta y cuatro manuscritos, que van desde el siglo XIII (es decir, desde la época de su aparición) hasta el XVI, lo que nos lleva a pensar que, comparativamente, el Kudrun no gozó de demasiada popularidad; sin embargo, el hecho de que el único manuscrito conservado pertenezca al siglo XVI nos hace suponer que despertó, al menos, un relativo interés, y que este alcanzó un ámbito considerable, desde el punto de vista temporal. En cualquier caso, no es nuestro propósito ir más allá en lo tocante a la discutible fortuna del Kudrun. Lo que sí conviene destacar es que, debido precisamente a esa transmisión tardía, tenemos sólo una mínima seguridad de que nuestro poema fuese originalmente tal y como se nos conserva; como consecuencia de ello, la especulación es, a veces, inevitable, sobre todo, en aquellos pasajes más oscuros o con cierto grado de ambigüedad.

3.1. Autor, fecha y lugar de origen

El Kudrun es una obra anónima, y de su lectura no se desprenden los datos suficientes para invocar un nombre concreto como posible autor. Sin embargo, esos mínimos datos sí son válidos para configurar una época y un lugar de origen más o menos determinados, con lo cual el problema de la posible autoría puede, al menos, situarse temporal y espacialmente sin demasiado margen de error.

Centrémonos, en primer lugar, en el tiempo, y, en concreto, en el tiempo de la escritura[18], que nos viene indicado por una serie de «indicios» absolutamente reveladores que, según Karl Droege[19], nos retrotraen en torno al año 1230, poniendo en relación la fábula con su referente histórico. Son los siguientes:

1. En 1230, Dinamarca jugó un papel sobresaliente bajo el reinado de Waldemar II. La presentación del imperio de Hetel parece reflejar ese gran imperio danés, en el que se incluyen Dithmarschen, Stormarn, Holstein, la Frisia del Norte y también Livland (=Niflant?).

2. Los frisios destacaron de manera especial en las cruzadas, entre los años 1217 y 1227.

3. Hay en el Kudrun un realce de la figura de los príncipes, que podría tener relación con los privilegios obtenidos por estos en 1232.

4. La contraleyenda que introduce el autor del Kudrun pudo haber sido motivada por la paz de Maguncia, en 1235.

5. La quinta estrofa del Cantar[20] podría haber sido escrita bajo la impresión que en el poeta causaron las muertes de Leopoldo de Austria, Luis de Baviera y Otokar I de Boemia, entre los años 1230 y 1231.

Naturalmente, estos datos que aporta K. Droege no son más que posibilidades; la relación entre lo literario y lo real no nos permite, en este caso, pasar de ahí. Ello no obstante, suele establecerse, con S. Stackmann[21], y basándose en datos de este tipo, que el Kudrun se escribió en el cuarto decenio del siglo XIII.

Por lo que respecta al lugar de origen, las características dialectales del alto alemán medio, en que está escrito nuestro poema, como ya es sabido, nos llevan a la zona bávaro-austriaca del Danubio (entre otros rasgos, aparecen siempre las formas kom, kômen, y nunca kam, kâmen, tal y como nos dice R. Wisniewski[22]). Asimismo, H. Rosenfeld[23] señala que las descripciones heráldicas relacionadas con determinados personajes, como Ortwin o Herwig (véanse las estrofas 1371 y 1373), coinciden con las de la casa Wittelsbach. Igualmente, determinados topónimos (por ejemplo, Karadine = Kalatin) podrían localizarse en un territorio situado entre el Danubio y Altmühl y los Alpes. Un dato muy importante, en este sentido, es la alusión, en la estrofa 611, a Otón, primer duque de Baviera de la casa Wittelsbach, cuya esposa tuvo una hija del conde Ludwig von Looz (en Limburgo, entre Maastricht y Löwen)[24].

De modo, pues, que, aunque el problema de la posible autoría, de la datación y del lugar de origen de la obra entren en el terreno de la especulación, algunos datos sí pueden tomarse como mínimamente fiables: el anónimo autor era austríaco, de la zona de Baviera, donde hay que ubicar el origen de la obra, y esta debió de haber sido escrita, todo lo más, entre los años 1220 y 1250.

3.2. Sobre la organización formal

A propósito del Cantar de los nibelungos, destaca María Teresa Zurdo

la aplicación de una técnica nada usual en obras literarias de este género y de la misma época, consistente en una clara estructuración del poema sobre la base de dos unidades narrativas esenciales; la primera de ellas constituye lo que se podría llamar, en razón de su extensión, el «componente mayor» y está representado por la aventiure («capítulo», «canto» o «episodio»), y la segunda es, en consecuencia, el «componente menor» y su manifestación es la estrofa[25].

El Kudrun es deudor, en muchos aspectos, del Cantar de los nibelungos, como luego veremos, y también en su andamiaje formal: consta de treinta y dos aventiuren (siete menos que el poema anterior), y sus versos están distribuidos formando 1.705 estrofas (en este caso, bastantes menos que las del Cantar de los nibelungos).

No deja de ser curioso que los «capítulos, cantos o episodios» aparezcan en realidad con el título de aventiure; sobre todo, si tenemos en cuenta, con A. Vávaro, que

la hazaña del héroe novelesco se distingue de la del héroe épico empezando por el nombre, aventure, «aventura». Se trata de un derivado del latín adventura, participio de futuro de ad venire (es decir, «lo que está a punto de suceder»), cuyo uso sustantivado está documentado únicamente en francés; dado que el participio de futuro es ajeno a la lengua popular y que es improductivo en romance, aventure es una palabra propia de un ambiente de cultura que pretende expresar a través de ella una forma muy especial de experiencia. La aventura no es nunca gratuita, casual, no se presenta indiscriminadamente a cualquiera. Existe una especie de misteriosa correspondencia entre un hombre y su aventura, pues es una experiencia absolutamente individual, sin posible participación de otros, bien distinta de la hazaña épica que involucraba a toda una colectividad y era protagonizada por determinados individuos que descollaban por alguna capacidad externa, como su fuerza superior o sus dotes militares[26].

Así pues, el uso en nuestro poema del concepto aventiure como «componente mayor» de la estructura narrativa supone contravenir varias constantes de la literatura épica medieval. Por un lado, dicho concepto está ligado a la épica cortesana, y el Kudrun pertenece a la épica heroica; supone, además, «una experiencia absolutamente individual», y en nuestro poema «involucra a toda una colectividad»; finalmente, se nos dice que su «uso está documentado únicamente en francés», y, sin embargo, entre las fuentes de nuestro texto, ninguna procede de ese ámbito.

Dos son, fundamentalmente, las causas de la aparición de este término en el Kudrun: su estrecha dependencia del Cantar de los nibelungos, como causa inmediata, y la pertenencia de ambos poemas a la llamada Staufische Zeitalter, la época de los Staufen, en la que la literatura cortesana tenía preeminencia sobre la heroica, hasta el punto de que los escasos poemas épicos heroicos –cuyos más genuinos representantes son justamente el Cantar de los nibelungos y el Kudrun– no pudieron evitar ser «contaminados» por la estética cortesana; de modo que el concepto de aventiure no es más que un síntoma de esa situación de coexistencia de la estética importada de Francia y de la autóctona, coexistencia que impone, además, otras servidumbres.

La estructura episódica del Kudrun, que consta, como ya se ha dicho, de treinta y dos aventiuren, se divide, a su vez, en tres partes, de acuerdo con la distribución de la materia que ya hemos mencionado: la primera parte abarca las cuatro primeras aventuras y gira en torno al joven Hagen, la segunda llega hasta la aventura octava y se centra en la figura de Hilde, mientras que la última parte, que abarca las veinticuatro aventuras restantes, tiene en Kudrun a su protagonista[27]. Así pues, nuestro poema está, por lo que a este punto se refiere, lejos de la distribución simétrica de los «cantos» del Cantar de los nibelungos, en el que tradicionalmente se fija una línea divisoria después del capítulo diecinueve; de modo que los treinta y nueve de que consta quedan distribuidos temáticamente en dos partes iguales, la primera centrada en Sigfrido y la segunda en la venganza de Krimilda. En la división completamente asimétrica del Kudrun destaca con claridad meridiana la tercera parte sobre las demás, justamente aquella que, desde el punto de vista temático, es menos original, puesto que supone una reduplicación, echando mano de la genealogía, de la materia en torno a Hilde. Esta presencia de la figura de Kudrun no es ajena al problema de la coexistencia entre la épica cortesana y la épica heroica –esta última, menos destacada– bajo la dinastía de los Staufen[28].

Por lo que respecta a ese llamado «componente menor», el Kudrun es, una vez más, deudor del Cantar de los nibelungos. Pero esa deuda no está justificada únicamente por la simple presencia de la estrofa, puesto que, si es cierto que, como nos recordaba María T. Zurdo, se trata de una «técnica nada usual en obras literarias de este género», también lo es que, con anterioridad a la aparición del Cantar de los nibelungos, encontramos ese fenómeno en poemas narrativos como Salman und Morolf; de la segunda mitad del siglo XII, y perteneciente, al igual que el citado Herzog Ernst, a la épica juglaresca. La verdadera deuda hay que verla en el tipo de estrofa que emplea nuestro desconocido autor, y esta es en todo igual a la Nibelungenstrophe, salvo muy leves modificaciones: la estrofa de los Nibelungos consta de cuatro versos largos (Langzeilen) divididos por una cesura; la rima es pareada y cada uno de los versos tiene siete sílabas tónicas (Hebungen), cuatro en el primer hemistiquio y tres en el segundo, excepto el último verso, que consta de ocho distribuidas simétricamente en cada uno de los hemistiquios (la cesura está, invariablemente, después de la cuarta sílaba tónica). La estrofa del Kudrun consta también de cuatro versos, con el mismo tipo de rima; sin embargo, la distribución acentual en los respectivos hemistiquios sigue el esquema siguiente:

1.er verso: 4 + 3

2.° verso: 4 + 3

3.er verso: 4 + 4

4.° verso: 4 + 6

Erwin Arndt nos ayuda a verlo mejor en el siguiente ejemplo, tomado de la primera estrofa del poema:

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3.3. Sobre la interpretación

Es ya un tópico extendido hablar del Cantar de los nibelungos y del Kudrun como de la Ilíada y la Odisea de la literatura alemana. El propio J. L. Borges no lo rehúye:

Se ha dicho que Gudrun es al Cantar de los nibelungos lo que a la Ilíada es la Odisea: una obra posterior, más diversa y de más tranquila pasión. En el Nibelungenlied, como en la Ilíada, predomina la tierra; en Gudrun, como en la Odisea, el mar[30].

No parece que el tiempo de la escritura o el predominio de los paisajes marinos sean razones de peso para hablar de tales similitudes. Tal vez lo que Borges quiso destacar es el hecho de que el Cantar de los nibelungos y el Kudrun son los representantes, no sólo más paradigmáticos, sino casi exclusivos, de la épica heroica alemana de la época de los Staufen, lo mismo que la Ilíada y la Odisea lo son de la épica griega arcaica. Al mismo tiempo, hay una relación de dependencia –algunas de cuyas manifestaciones ya han sido señaladas–, por parte del Kudrun, del Cantar de los nibelungos, del mismo modo que en la Odisea con respecto a la Ilíada; de ahí, esa alusión a la posteridad.

Una correspondencia más clara, y que no deja de tenerse en cuenta, es aquella basada en que el Cantar de los nibelungos supone, al igual que la Ilíada, la destrucción de un pueblo a causa de una mujer (bástenos recordar el último verso de los Nibelungos: «Aquí termina la gesta; esto fue el desastre de los ni­belungos»[31]); el Kudrun, como la Odisea, nos muestra el continuo deambular de sus personajes hasta el regreso definitivo a su tierra, aunque las causas de la ausencia sean distintas –pero, en ambos casos, guerreras–, el paisaje marino predomina en ambas obras. Pero podríamos decir también, invocando las mismas razones, que el Kudrun es una nueva Ilíada, puesto que también aquí todo un pueblo es destruido, hasta el punto de que es preciso esperar a que los niños crezcan y puedan empuñar las armas para ir a recuperar a Kudrun (estrofa 492); es más, el propio rapto y la posterior lucha por recuperar a la heroína suponen una clara similitud con la primera epopeya homérica. En cuanto a su conexión con la Odisea, recuérdese que las mismas razones podrían aducirse –y así se ha hecho ya– a propósito del Herzog Ernst, anterior en bastantes años a nuestro poema y ejemplo, también, de odisea alemana.

Como es lógico, esta visión extremadamente simplista de ambos poemas épicos, pero, a la vez, tan extendida que llega a mencionarla incluso R. Menéndez Pidal, no oculta interpretaciones más ponderadas, algunas de las cuales –las más significativas– enumeraremos a continuación.

Se ha interpretado el Kudrun, muy frecuentemente, en función del Cantar de los nibelungos. Nuestro poema sería un anti-Nibelungos, y su heroína una anti-Krimilda. Esa relación Ilíada y Odisea/Nibelungos y Kudrun, que acabamos de señalar, no es del todo ajena a esta teoría interpretativa, hoy suficientemente desprestigiada, pero defendida, entre otros, por Werner Hoffmann en su artículo Die «Kudrun»: Eine Antwort auf das Nibelungenlied[32].

Más extendida es la llamada «teoría de las generaciones», según la cual el poeta trata de contrastar el carácter trágico germánico de determinados personajes, como Wate o Gerlind, representantes de una generación más apegada a los antiguos usos de la lucha y la venganza, con otros, como la propia Kudrun, cuya configuración, no exenta de elementos cortesanos, sigue los dictámenes de la paz y la concordia, propios de una nueva edad[33].

En estrecha relación con la anterior, puede hablarse de una interpretación cristiana, fundamentada en las manifestaciones de Dios y del diablo (recuérdese el apelativo de «diablesa» referido a la figura de Gerlind). Sería Dios, según esta teoría, el que restablece el balance y el orden tras el caos demoniaco de las luchas continuas, una suerte de deus ex machina que soluciona el conflicto, planteado en términos de oposición bien/mal[34].

Ian Campbell, una vez analizadas estas distintas interpretaciones, defiende el carácter polisémico, propio de las obras literarias destacadas, y nos transmite su particular visión, mucho más significativa que las anteriores. Quedémonos con sus palabras:

El Kudrun muestra muchas reflexiones llenas de significado acerca de la vida misma, reflexiones que son relevantes para todas las sociedades y para todas las épocas. Explora cuestiones de personalidad y liderazgo, en último término, la cuestión del parentesco, bien sea en el contexto familiar o en el de la nación. Aparecen los dirigentes y los subordinados; entre los dirigentes, aparecen los dominadores y los ineficaces, y entre los dominadores cabe la posibilidad de un liderazgo productivo o destructivo. Es en esta interacción, más que en cualquier contraste entre las generaciones, donde el Kudrun obtiene su particular encanto, y todos los personajes logran su significación en la obra[35].

4. Influjo del poema

El Kudrun –lo hemos dicho anteriormente– no parece haber tenido demasiada resonancia en su época[36]. La escasez de manuscritos conservados podría ser un síntoma de esa falta de interés que despertó. Acaso ese acopio de aventuras que lo compone haya influido (acopio de aventuras o cierto cansancio de la misma aventura varias veces repetida). En contraposición con esa primera suerte del poema, un episodio concreto, que da título a la obra, parece haber inspirado a multitud de compositores de baladas. La historia de la princesa cautiva «que acepta con firmeza inconmovible su martirio de amor, el hambre, los trabajos serviles, la desnudez sobre la nieve y entre los helados vientos del mar del Norte»[37] se ha hallado en textos que van desde España hasta los países eslavos.

La más famosa balada de entre todas es la Südeli, que fue tomada como base del cantar. Menéndez Pidal ha estudiado el problema y parece claro que todas las baladas conservadas, incluyendo la Südeli, son posteriores y, por tanto, herederas del Kudrun. Aparte de esta, cita la de Die schöne Meererin, de la isla de Gottschee; el romance de Don Bueso, que no nos es del todo ajeno; la escandinava Svend y su hermana, y Der gefundne Soster, procedente de Dinamarca[38]. De todas ellas hay multitud de variantes, y su deuda con el Kudrun ha sido demostrada en una serie de puntos argumentales que no dejan lugar a dudas. Unas más que otras conservan la pureza de la historia y la hacen más o menos reconocible. Curiosamente, el romance español de Don Bueso conserva diez de los once puntos básicos en que Menéndez Pidal ha dividido el episodio del cantar para su mejor estudio. Tendremos que empezar a ver nuestro poema como algo menos exótico y reconocerle al menos una cierta cercanía con una parte de nuestra literatura.

Elisabeth Frenzel señala que «la literatura gudruniana cayó en el mayor olvido, hasta la revitalización romántica de la literatura medieval»[39]. Las adaptaciones o recreaciones de la obra (siempre la historia de Kudrun despertó mayor interés que la de Hilde) parecen echar en falta ese germanismo oscurecido por la estética cortesana, de la que está teñida la tercera parte de nuestro texto, y modifican el argumento encauzándolo hacia un mayor relieve del componente trágico. Hemos de destacar la adaptación de E. Hardt, que en su drama «inventó el motivo de una inclinación de Gudrun hacia Hartmut, y la necesidad de renuncia que, al estar ella comprometida, llevaba consigo»[40]. Tal invención resulta muy acorde con la mentalidad germánica establecida en la épica heroica, puesto que supone un conflicto de lealtades por parte de la heroína, similar al de los otros héroes épicos, como Hildebrand, el Hagen del Waltharius o Rúdeguer en el Cantar de los nibelungos[41] También G. Schuman, en su Muerte de Gudrun (Gudruns Tod, 1943), plantea un conflicto similar, en este caso entre el amor y su propia condición de reina[42].

En resumen, la fortuna del Kudrun se circunscribe a dos épocas concretas, la Edad Media y el Romanticismo, como recuperador de aquella. En la primera etapa, el poema traspasa todas las fronteras y se universaliza, mientras que en la segunda vuelve a enmarcarse en el ámbito alemán. Tenemos que reconocer, no obstante, que literaturas de muchos países tienen al menos una pequeña deuda con él, y, si hay que reconocer la primacía del Cantar de los nibelungos en la literatura alemana y universal, no hay que olvidar tampoco un cierto influjo, al menos temático, que el Kudrun ha tenido en esas literaturas, y, por lo que respecta a la nuestra, no desestimar esta herencia.

5. Bibliografía

a) Ediciones

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Francisco Manuel Mariño

[1] A. Deyermond, El «Cantar de mio Cid» y la épica medieval española, Barcelona, Sirmio, 1987, p. 11.

[2] Véase su introducción a M. Alvar, Épica española medieval, Madrid, Editora Nacional, 1981, p. 49.

[3] W. Hoffmann, Mittelhochdeutsche Heldendichtung, Berlín, Erich Schmidt Verlag, 1974.

[4] H. Uecker, Germanische Heldensage, J. B. Metzlersche Verlagsbuchhandlung, Stuttgart, 1972.

[5] La relacionada con el ciclo de los nibelungos es la temática más ampliamente representada en la Edda Mayor con un total de catorce poemas y un texto en prosa. Al ciclo de Ermanarich pertenecen dos, y al de Wieland, uno. Hay traducción española, de L. Lernte, Edda Mayor, Alianza Editorial, Madrid, 1986.

[6] Hay también traducción española, aunque incompleta, de la Edda Menor, debida a L. Lerate, Madrid, Alianza, 1984.

[7] El problema está en incluir o no textos como el citado Waltharius, escrito en latín pero en suelo alemán, o, por ejemplo, los fragmentos del Wálder en anglosajón (ambos representantes casi únicos del ciclo de Walther y Hildegund). Representante genuino del ciclo de Dietrich es el Cantar de Hildebrand (Hildebranddied), cuya lengua está formada por una superposición de dialectos pertenecientes al alto y bajo alemán. Si tomamos como criterio clasificador el que pertenezcan al ámbito germano continental y que tengan una cierta unidad lingüística, entonces tendríamos que ceñirnos casi exclusivamente al Cantar de los nibelungos y al Kudrun, ambos escritos en alto alemán medio.

[8] H. Uecker, op. cit., p. 94.

[9] Vid. H. Uecker, op. cit. También para la información que sigue.

[10] S. Sturluson, Edda Menor, cit., p. 171.

[11] W. Hoffmann, op. cit., p. 117.

[12] Cfr. Ibidem.

[13] F. Panzer, Hilde-Gudrun. Eine sagen- u. literaturgeschichtl .Untersuchung, 1901. Cit. en W. Hoffmann, op. cit., p. 119.

[14] Cfr. W. Hoffmann, Ibidem.

[15] R. Wisniewski, Kudrun, J. B. Metzlersche Verlagsbuchhandlung, Stuttgart, 1969.

[16] L. Peeters, Historische und literarische Studiem zum dritten Teil des Kudrunepos, 1968. Cit. en W. Hoffmann, op. cit., p. 119.

[17] F. M. Mariño, «Origen e influencia del “Kudrunslied”», en Comunicaciones germánicas 12 (1985), pp. 69-78.

[18] Cfr. M. Butor, Essais sur le roman, cit. por R. Bourneuf y R. Quellet, L’univers du roman, París, Presses Universitaires de France, 1975, p. 129.

[19] K. Droege, «Zur Geschichte der Kudrun, en ZfdA 54, p. 121 y ss. Cit. por R. Wisniewski, op. cit., p. 84.

[20] Dice así: «Poco tiempo después, los separó la muerte. También los nobles tienen esa desgracia, y en todos los reinos se oye ese mensaje que con gran pena debemos esperar cada día».

[21] Cfr. R. Wisniewski, Ibidem.

[22] Ibidem, p. 83.

[23] H. Rosenfeld, «Die Kudrun: Nordseedichtung oder Donaudichtung?», en ZfdPh 81, pp. 289-314.

[24] Ibidem.

[25] Véase su introducción a E. Lorenzo (ed.), Cantar de los nibelungos, Madrid, Swan, 1980, p. 23.

[26] Cfr. A. Varvaro, Struttura e Forme della Letteratura Romanza del Modievo. Citamos por la edición española: Literatura románica de la Edad Media, Barcelona, Ariel, 1983, pp. 284-285.

[27] Traducciones al alemán moderno, como la de K. Simrock, y F. Neuman, en la editorial Reclam, Stuttgart, 1978, mantienen tipográficamente la división tripartita bajo los títulos «El bravo Hagen», «Hetel y Hilde» y «Kudrun».

[28] El mismo problema, referido al Cantar de los nibelungos, lo hemos desarrollado en F. M. Mariño, «Génesis histórica y trasfondo cultural de “El cantar de los nibelungos”», en Comunicaciones germánicas 9 (1983), pp. 55-88.

[29] Cfr. E. Arndt, Deustche Verslehre, Berlín, Volk und Wissen Volkseigener Verlag, 1984, p. 140.

[30] J. L. Borges, Literaturas germánicas medievales, Madrid, Alianza Editorial, 1980, p. 71.

[31] Citamos por la traducción de E. Lorenzo ya mencionada.

[32] En R. Rupp (ed.), Nibelungelied und Kudrun, Darmstadt, 1976, pp. 599-620.

[33] Cfr. A. Beck, «Die Rache als Motiv und Problem in der “Kudrun”: Interpretation und Sagenschichtlicher Ausblick», Germanisch-Romanische Monaschrift 37 (1956), pp. 302-338.

[34] En esta dirección va la tesis doctoral de M. Weege, Das Kuidrunepos, eine Dichtung des Hochmittelalters, Mainz, 1953. Véase también Gruenter, R., «Magdalane Weege, Das Kudrunepos, eine Dichtung des Hochmittelalters», LI (1957), pp. 324-329.

[35] I. Campbell, Kudrun. A Critical Appreciation, Cambridge, 1978, p. 307.

[36] Reproducimos en este punto, con mínimas modificaciones, lo dicho a este respecto en F. M. Mariño, «Origen e influencia del “Kudrunslied”», cit., pp. 75-77.

[37] Cfr. R. Menéndez Pidal, «Supervivencia del “Poema de Kudrun”, en Los godos y la epopeya española, p. 91, Madrid, Espasa-Calpe, 1969.

[38] Ibidem, pp. 97-108.

[39] E. Frenzel, Stoffe der Weltliteratur, Alfred Verlag, Stuttgart, 1983. Citamos por la traducción española, Madrid, Gredos, 1976.

[40] Ibidem.

[41] Hildebrand es el protagonista del Hildebrandslied, que se encuentra en la disyuntiva de enfrentarse con su propio hijo o quebrantar el juramento de fidelidad a su señor y, por tanto, a sus intereses. Hagen y Rúdeguer se hallan ante un mismo conflicto: elegir entre sus deberes como vasallos y los lazos de amistad.

[42] Cfr. E. Frenzel, Ibidem.

Nota previa

El texto que presentamos es traducción directa del original en alto alemán medio, siguiendo la edición de K. Bartsch y K. Stackmann (Wiesbaden, 1980) citada en la bibliografía.

En aras de una mayor fidelidad al contenido, hemos elegido la traducción en prosa, aunque tratamos de mantener, en la medida de lo posible, el carácter arcaico originario; es por ello por lo que no eludimos las ambigüedades textuales, las repeticiones o las construcciones forzadas, como el anacoluto, que podrían resultar poco ortodoxas para el lector no advertido. Por medio de notas a pie de página –muy frecuentemente, del propio Bartsch–, tratamos de hacer comprensibles los pasajes más oscuros.

Por lo que se refiere a la transcripción de los nombres propios, en general no los modificamos (sí lo hemos hecho con topónimos fácilmente reconocibles actualmente, como Irlanda, Dinamarca o Zelanda), aunque, cuando aparecen distintas formas para un mismo nombre, las unificamos (es el caso, por ejemplo, de Stürmen/Sturmlant = Sturmland). En todos los casos eliminamos el acento circunflejo.

Hemos consultado la traducción al alemán moderno, de K. Simrock y F. Neuman (Stuttgart, 1978), pero, por tratarse de una versión poética, apenas la hemos tenido en cuenta. Más útil nos ha resultado la traducción del Cantar de los nibelungos llevada a cabo por el profesor don Emilio Lorenzo (Madrid, 1980), ya que, al tratarse de obras relacionadas en muchos aspectos, determinadas soluciones pueden ser compartidas[1].

O. Padarés y F. M. Mariño

[1] Recomendamos la nueva edición del Cantar de los nibelungos, traducida por Jesús García Rodríguez para la colección Vía Láctea de la editorial Akal, publicada en 2018. Se trata de la primera traducción directa y completa métrica y en verso del Cantar a la lengua castellana a partir del original en alto alemán medio. [N. de la E.]

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