Historia breve del mundo reciente (1945-2004). José Luis Comellas

Historia breve del mundo reciente (1945-2004)

Sumario

 

 

 

 

 

Historia breve del mundo reciente (1945-2004)

Prefacio

1. De la segunda guerra mundial a la guerra fría

El mundo en 1945

Los discretos tratados de paz

El nuevo orden mundial

Estados Unidos, la gran superpotencia

La Unión Soviética y los países satélites

Europa occidental, destrozada, pero superviviente

La ruptura Este-Oeste

La China de Mao

La guerra de Corea

2. La descolonización y la universalización de la historia

La emancipación de los países asiáticos

El Norte de África

El África negra

Las consecuencias de la descolonización

¿Tercer Mundo o Grandes Bloques?

Otra vez el Tercer Mundo

3. La guerra fría

La OTAN y el Pacto de Varsovia

Accidentes en la crisis Este-Oeste

La guerra del Vietnam

Las guerras árabe-israelíes

La carrera de armamentos

La conquista del espacio

4. La historia del mundo en los años 50 y 60

Los Estados Unidos, cabeza del mundo occidental

La Unión Soviética: De Stalin a Brezhnev

Los países de Europa occidental

La evolución de España

La construcción de Europa

5. La revolución de 1968 y la crisis general

Las ideas y la actitud contestataria

El «mayo rojo francés»

Otras revueltas estudiantiles

La «Primavera de Praga»

Algunos signos de los nuevos tiempos

La crisis de la economía mundial

6. Escenarios de un mundo en crisis

Panorama europeo

Estados Unidos: de Nixon a Carter

Ojeada a Iberoamérica

Evolución en la China maoísta

El Concilio Vaticano II

7. Hacia el prevalecimiento de Occidente

Estados Unidos: la era Reagan

Inglaterra: la era Thatcher

Alemania: la era Kohl

Francia: la era Mitterrand

Italia: la «era» Craxi

España: la era Felipe González

Portugal

La Unión Soviética: la era Brezhnev

La China postmaoísta

8. La caída del mundo comunista y el «nuevo orden mundial»

La Iniciativa de Defensa Estratégica

La «perestroika»

La desintegración de la Unión Soviética

El cambio en los países satélites

Frenazo en China: Tiananmen

Jomeini en Irán: los inicios del fundamentalismo islámico

La guerra del Golfo

El «nuevo orden mundial»

9. Cambio de siglo

Europa, de la esperanza a la crisis

El Reino Unido: de Major a Cameron

Francia de siglo a siglo

El cambio en Alemania

Italia, ¿segunda república?

De Aznar a Rajoy en España

Rusia se debate. Yeltsin y Putin

Dos presidentes reelegidos para la Casa Blanca

Crisis y salvadores en Iberoamérica

La crisis de los «dragones» de Extremo Oriente

La tragedia de Palestina

10. Conclusión. Nuevo siglo, nuevos problemas

El «11 S»

El fundamentalismo islámico

Osama bin Laden

Afganistán e Irak

¿Hacia un nuevo planteamiento de las fuerzas del mundo?

Rasgos de nuestro tiempo

Memoranda cronológica

Créditos

Prefacio

 

 

 

 

 

 

El título que adopta este libro corresponde al contenido de la asignatura Historia del Mundo actual, incluida en los planes de estudio de las carreras de Historia y de Ciencias de la Información. Se dirige también a cualquier lector interesado en conocer mejor el mundo de nuestro tiempo. Se pretende, al adoptar ese título, un poco más de precisión terminológica, de correspondencia entre la materia y el nombre que la designa. Si en los Congresos Internacionales de Ciencias Históricas se discute sistemáticamente sobre la idoneidad de la expresión Historia Contemporánea, más impropio resulta todavía referirse a la Historia Actual. Lo histórico es lo acontecido, y solo cuando algo termina de acontecer decimos que «ha pasado a la historia». ¿Hasta qué punto resulta posible estudiar lo que está ocurriendo con un criterio auténticamente histórico, y lo que es casi tan importante, con métodos rigurosamente históricos? El historiador se vale de unas fuentes, unos conocimientos y unas técnicas válidos para rastrear el pasado humano, ya lejano, ya reciente. Está acostumbrado a estudiar la aventura de la humanidad (sea en sus grandes parcelas, o sea en otras temporal o espacialmente más reducidas) mirando al pasado. Cuenta con un material que ya «está ahí», del que puede hacer un estudio válido, si su análisis es inteligente, imparcial y comprensivo. La actualidad no es algo que «esté ahí», sino que podríamos decir que, por el contrario, «está aquí». Nos falta perspectiva para estudiarla con un método propiamente histórico, y la cuestión de la perspectiva es fundamental en el quehacer del historiador. Por otra parte, lo actual es aquello que está ocurriendo, es decir, que no ha terminado de ocurrir. No conocemos su final, ni tenemos métodos adecuados para adivinarlo. No es posible contar una historia sin saber cómo termina; al menos como tal «historia» su relato queda incompleto, como mutilado.

Ahora bien, no podemos dejar «colgada» la Historia en un momento determinado del pasado. La Historia es un tejido continuo, como el curso de un río que recorre los más diversos paisajes, pero en ningún momento se detiene. Si abandonamos el estudio de los hechos recientes porque estimamos que nos falta todavía la suficiente perspectiva para proceder a su análisis, dejaremos un vacío que puede constituir una falta de legado para los historiadores del futuro, que encontrarán rota la cadena de la continuidad del relato. Y si los historiadores dejamos ese vacío, lo más probable es que otros, tal vez con menos capacidad para ello, se encargarán de llenarlo. Ernest Labrousse aconsejaba a los historiadores hacer historia de los tiempos recientes con los medios, por incompletos que sean, a nuestro alcance, antes de que otros se adelanten en la empresa: «lo que no se haga por la historia, se hará contra la historia». Lo único preciso es reconocer desde el primer momento la falta de perspectiva y lo distorsionado de la información que recibimos. Habrá misterios de nuestro tiempo que no podrán resolverse sino transcurridos muchos años. Pero, reconociendo las limitaciones existentes y obrando con la debida cautela, siempre será posible dar cuenta, de una manera útil y dentro de lo posible, válida, de lo que ya ha ocurrido, aun cuando no conozcamos sus últimas consecuencias.

No solo por razón de la proximidad es difícil escribir una historia de los tiempos recientes. Ocurre, por una parte, que el río se ha hecho más caudaloso, la historia más amplia de contenido y más complicada. En 1950 la Tierra tenía unos 2.000 millones de habitantes; en 2000, han llegado a 6.000 millones: hay muchos más hombres en el escenario. Por otra parte, en muchas sociedades, los seres humanos, por razón de las libertades y derechos que se les reconocen, tienen más posibilidades de desarrollar un papel activo en la sociedad, de hacer valer sus iniciativas, que en tiempos en que las decisiones las tomaban unos pocos y la mayoría se limitaba a su trabajo y a la vida ordinaria. No siempre se puede decir que esto sea así, ni mucho menos; pero es evidente que en el escenario del mundo no solo hay más personajes, sino que muchos de ellos se han hecho de una manera u otra protagonistas, y ya no meros figurantes. Más aún: ha aumentado el número de personajes colectivos en el mundo, y por tanto en el campo de la historia. En 1945 había unas 55 naciones soberanas; hoy pasan de 200. Todavía a mediados del siglo XX Arnold Toynbee establecía la diferencia entre «países sujetos de historia» y «países objeto de etnología». Hoy todos los países, por retrasados que se encuentren, son sujetos activos de historia, se agitan en los foros internacionales, obligan de una forma u otra a contar con ellos, cada cual con sus problemas y sus intereses. La historia se ha hecho más «universal» que nunca, hasta cierto punto es hoy por primera vez realmente universal, y resulta más difícil abarcar con una sola mirada la realidad viviente del mundo entero.

Ocurre, además, otro fenómeno. A mediados del siglo XX Fernand Braudel distinguía tres «niveles» en el acontecer histórico, los tres con distintas velocidades: y los comparaba con los niveles del mar. En el fondo estaban las «infraestructuras», desde la demografía hasta los métodos de cultivo: evolucionaban con una lentitud de siglos. En los niveles intermedios se encontraban las «estructuras», sociales, económicas, organizativas, las mentalidades colectivas: evolucionaban más rapidamente, pero poco a poco, a un ritmo de generaciones. En la «superficie» flotaban las «superestructuras»: la sucesión de gobernantes, los cambios políticos, la diplomacia, la guerra, los personajes excepcionales, los acontecimientos concretos. En esta superficie, la velocidad era máxima: los acontecimientos se operaban con un ritmo de días; cada jornada, los periódicos tenían cosas nuevas que contar. Esta visión de la historia en distintos niveles y a distintas velocidades ha estado admitida hasta hace poco; hoy semejante visión se resiente. El índice de natalidad ha descendido en Europa en los últimos cincuenta años más que en los mil anteriores; la rápida evolución de los sistemas de cultivo en la India ha multiplicado la producción de la tierra por seis solo en el transcurso de una generación (si en ese país hay mucha gente que pasa hambre, las causas son ajenas a ese hecho); muchos usos y costumbres, muchas mentalidades, muchas constantes seculares han desaparecido o se han transformado de pronto, al tiempo que surgen otras formas de vida. Por el lado contrario, se echa de ver, por ejemplo en la mayor parte de Europa, una estabilidad política sin precedentes, de suerte que la duración de los partidos o los líderes en el poder es incomparablemente mayor que en el inestable y casi vertiginoso siglo XIX: y esta tendencia se ha acentuado en los últimos años de la centuria, sobre todo desde 1980. Lo que antes era rápido, ahora se ha hecho más lento, y lo que era lentísimo tiende a variar con sorprendente rapidez. Ya no nos sirven los módulos del suceder histórico válidos hace no muchos años, y hemos de adaptarnos a una nueva realidad.

Ocurre, por último, que la tremenda diversidad de hechos y situaciones que se registra en el mundo dificulta la estructuración del contenido histórico de acuerdo con un orden lógico y cronológico. En nuestros tiempos sucede algo parecido a lo que es frecuente leer en muchas novelas contemporáneas: una serie de acciones discurren independientes, pero de algún modo relacionadas entre sí, de suerte que el narrador ha de acudir tan pronto a uno como a otro escenario, quebrando continuamente la unidad de la acción. Hay hechos que duran casi todo el ámbito de la historia del mundo reciente, como la guerra fría (1948-1989), o el conflicto palestino (de 1947 como mínimo a 2004); pero no pueden relatarse en una secuencia única, porque eso significaría dejar de relacionarlos con otros hechos importantes que tienen mucho que ver con ellos. La mayoría de los manuales de «historia del mundo actual» padecen de este inconveniente, un inconveniente que sus respectivos autores han tratado de afrontar como mejor les ha parecido. No pretendemos en este caso resolver un problema imposible, ni buscar a la exposición de lo acontecido en los últimos tiempos un planteamiento completamente nuevo. Tampoco cabe la pretensión de no omitir detalle alguno, porque los hechos y los escenarios son casi infinitos: trataremos simplemente de exponer un panorama claro y comprensible de los aspectos más destacados, más influyentes en la realidad del mundo, de una realidad en verdad apasionante y digna de conocerse, pero que se nos aparece sumamente enrevesada y compleja.