Portada_Libres_y_alegres_en_el_Se_or-RGB.jpg

Carolina Mancini

Libres y alegres
en el Señor

NARCEA, S.A. DE EDICIONES

Carolina Mancini ha publicado en esta colección:

• Como un amigo habla a otro amigo

• Escuchar entre las voces una

Índice

PRÓLOGO

UN CUENTO PARA EMPEZAR

ESCUCHAR SUS LLAMADAS

La llamada de la juventud:
“Hoy me quedo en tu casa” (Lc 19,5)

La llamada de la adultez:
“Apacienta mis corderos” (Jn 21,15-17)

La llamada de la madurez:
“Permaneced aquí y velad conmigo” (Mt 26,38)

La hora del misterio pascual:
“Si muere da mucho fruto” (Jn 12,24)

PARA AUSCULTAR LA VIDA

RESPONDER A UN DON

La disposición. La ayuda humana. La memoria de la gracia. La hora de la respuesta.

PARA AUSCULTAR LA VIDA

ESO QUE LLAMAMOS “VOLUNTAD DE DIOS”

Buscadores en el Espíritu. Enraizados en la realidad. Unificados y en paz. Peregrinos y en camino.

PARA AUSCULTAR LA VIDA

LA OBEDIENCIA COMO ESCUCHA, LIBERTAD Y ALEGRÍA

Una escucha que discierne. Una libertad que se recibe. Una alegría que abre caminos.

PARA AUSCULTAR LA VIDA

EL CUIDADO ANTE LOS FALSOS PROFETAS

Los miedos insidiosos. Las preocupaciones de la vida. Las heridas de la memoria. La mirada miope y apegada al propio juicio. El afán de personalismo. Las pretensiones ambiciosas. Las presiones ajenas. Las tentaciones del camino.

PARA AUSCULTAR LA VIDA

LA TENSION COMO LUGAR ESPIRITUAL

Invitados a pasar por la puerta estrecha. Humildad que suplica. Espacio para Dios. Buscar el Reino y su justicia.

PARA AUSCULTAR LA VIDA

CON ESTILO INCONFUNDIBLE

Referidos a Dios. Descentrados de sí mismos. Al servicio del Reino. En relación con otros.

PARA AUSCULTAR LA VIDA

UNA LIBERTAD DE CARNE Y HUESO

Libre y alegre para arriesgar experiencias. Libre y alegre para sanar heridas. Libres y alegres para desinstalar comodidades. Libres y alegres para soltar la vida.

PLAN DE VIDA

PRÓLOGO

Me alegraré en el camino de tus mandatos.

(Sal 119,14)

Esta vez no he pedido a nadie un prólogo, quizá porque de todos mis pobres escritos, este sea demasiado mío, y acaso no tenga más mérito que eso, una experiencia profunda y propia de buscar y responder a esos impulsos del Espíritu que llama y toca el ámbito sagrado de la libertad, esa carta personal a jugarse en medio de circunstancias concretas, realidades que invitan, compromisos que esperan y se vuelven el latido de esa voz de Dios que interiormente podemos reconocer y exteriormente sabe a encarnación histórica.

Soy consciente de que este proceso de escuchar a Dios, discernir su voluntad –pues siempre es un proceso– y procurar responder, es a su vez universal. Se juega con elementos comunes a esta humanidad que compartimos en coyunturas muy variadas. Es el mismo Dios, insistente, persistente. Es la misma condición humana, resistente y luchadora, pero habitada también por el don de una libertad invitada amorosamente a ir siempre más allá de su limitación y condicionamiento. Lo he comprobado escuchando historias ajenas y reconociéndome en ellas, a la vez que comprendiendo mi camino en el de otros porque somos comunidad que se fortalece y acompaña en el camino, avanzando por la fidelidad de Aquel que gana a todas nuestras torpezas.

Agradezco a Dios su don del cual dependen mis pasos por mínimos que sean. Sin su aliento no podría sostener ninguno de mis intentos y cada vez es una certeza más amplia.

Agradezco a las personas que día a día, en gestos y detalles cuidan mi vida. No podría ser sin tanta gente buena que rodea mi camino de bien. Soy una mujer bendecida y ayudada de muchas maneras que jamás podré retribuir.

Agradezco a quienes han sostenido con escucha y oración mis búsquedas llenas de intensidad que los años parecen apaciguar, sin que desaparezca esa huella personal de lucha que necesita un humano sostén en el camino.

Agradezco a tantos que han compartido a su vez su propio peregrinar en el que he aprendido que ninguna persona que abre con honestidad su vida a Dios queda desamparada de su favor, aunque a veces las respuestas sean diferentes a las esperadas.

Confiando que estos dos rasgos del seguimiento cristiano, la libertad y la alegría, son don de Dios y garantía de que vamos en su camino, dejo estas ideas sencillas en torno a cómo responder a la voluntad de Dios con este tono de celebración y gozo, aun cuando las circunstancias puedan resultar costosas. Se trata entonces de secundar un don y defenderlo de “falsos profetas” (Mt 7,15) que puedan hacernos perder el camino: miedos, preocupaciones, heridas, personalismos, cansancios, tentaciones, presiones ajenas y otros. Las últimas páginas invitan a contemplar un estilo de vida posible en esos testigos que animan a vivir en sintonía con la voluntad de Dios, invitación a que cada lector complete con gratitud sus propios nombres.

A mí escribir me ayuda mucho. Si a ti te ayuda a compartir y encontrar la pista espiritual de tu camino ¡bendito sea Dios! Por eso esto termina en libro. Solo a Él lo busca porque buscarlo a Él es el espacio de salvación de toda inquietud. Su llamado va siendo fiel a lo largo de la vida, aunque va cambiando y profundizando algo que fragua en mayor crecimiento, mayor libertad, mayor relación, mayor amor. Deseo que así lo vayamos viviendo.

Carolina Mancini

carolamancini123@gmail.com

UN CUENTO PARA EMPEZAR

Cuando algún acontecimiento dichoso o infeliz dice su palabra, cuando algo interiormente estremece, cuando se conmueven las entrañas en movimiento espiritual, cuando la existencia despierta y necesita decir su asombro, nos damos cuenta de que estamos en la vida para jugar nuestra carta más grande como seres libres para responder. Querría poner en palabras el arquetipo de esta experiencia humana de escuchar a Dios –de tantas maneras como personas– y tratar de responder a sus llamadas. Tal vez por sentir que esto no es patrimonio propio, sino don inmerecidamente grande y bueno para compartir; tal vez por necesitar reposar en la escritura la impresión de tanto bien recibido.

Tras la llamada inicial a la relación con Él, vienen llamadas a compartir sus encargos, la llamada menos gozosa a asumir el peso de los afanes y trabajos de este mundo. Puede que no hayamos respondido a la llamada de Dios más que por esa primera chispa de su amistad. Pero quizás ese mismo amor envía a hacerse cargo, “nos apremia” –en palabras de san Pablo– a compartir algo de lo mucho recibido, a sembrar en la realidad algo del bien que nos ha sido dado. Es un movimiento de agradecimiento y como tal brota con naturalidad, aun cuando en algo pueda resultar costoso. Hay un fondo de paz y cierta alegría en poder responder a Dios cuya generosidad siempre ha ganado y precedido. Sin esa paz de base, sería una inmolación heroica, que poco tendría que ver con el modo de seguimiento de Jesús.

Desde Los Negrales, España, lugar en que reposan sus restos, leo la vivencia de san Pedro Poveda: “Pero como Dios conoce lo que por mí pasa, no ha permitido que sienta desaliento alguno, sino deseos, cada día mayores, de cumplir su divina voluntad, cueste lo que costare”.1 Esta es la suavidad inconfundible con la que se opera esa llamada-respuesta en la relación con Dios. Aun con conciencia de la dificultad, se trata de un deseo despierto y gozoso, de dejarse conducir en él hacia donde nos muestra, de secundar su movimiento y su don.

He compartido muchas veces con jóvenes este relato, pero ante todo, lo he experimentado con el Señor.

El Padre llama a la puerta buscando un hogar para su hijo.

–El alquiler es barato, de verdad– le digo.

–No quiero alquilarlo, quiero comprarlo– dice Dios.

–No sé si querré venderlo, pero puedes entrar y echarle un vistazo.

–Sí, voy a verlo– dice Dios.

–Te podría dejar una o dos habitaciones.

–Me gusta– dice Dios, pero aguardaré. Lo que he visto me gusta.

–Bueno, quizá te pueda dejar otra habitación. En realidad yo no necesito tanto.

–Gracias– dice Dios. La tomo. Me gusta lo que he visto.

–Me gustaría dejarte toda la casa, pero tengo mis dudas.

–Piénsalo– dice Dios. La tomo. Me gusta lo que he visto.

–Me gustaría dejarte toda la casa, pero tengo mis dudas.

–Piénsalo– dice Dios. Yo no te dejaría fuera. Tu casa sería mía y mi hijo viviría en ella. Y tú tendrías más espacio del que has tenido nunca.

–No entiendo lo que me estás diciendo.

–Ya lo sé– dice Dios, pero no puedo explicártelo. Tendrás que descubrirlo por tu cuenta. Y esto solo puede suceder si le dejas toda la casa.

–Un poco arriesgado, ¿no?

–Así es– dice Dios, pero ponme a prueba.

–Me lo pensaré. Me pondré en contacto contigo.

–Puedo esperar– dice Dios. Lo que he visto me gusta.

Margaret Halaska, O.S.F 2

Nuestro Dios es un Dios insistente, amorosa y curiosamente empeñado en tomar espacio en nuestra vida. Su “estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20), no es cuestión de una sola visita. En cuanto se siente cómodo en el espacio que le hayamos habilitado va a por más lugar. Es un huésped paciente y respetuoso de nuestra libertad, pero tenaz, convencido de su plan, insistirá. Una vez que hayamos concedido atención a su persona va a mostrar nuevas intenciones.

Muchas veces en la vida espiritual tenemos la sensación de haber cruzado umbrales de conciencia, morada tras morada –diría santa Teresa– en una relación de mayor intimidad y compromiso, porque como descubrió san Ignacio, con Dios siempre hay “más”, un magis que nos desafía como llamada atrayente y espera de nosotros nuevos niveles de consentimiento a su amor.


1 Poveda, Pedro: “La gran empresa en que trabajamos” [348] en Creí, por eso hablé. Narcea, Madrid, 2005.

2 Lewis, Hedwig: En casa con Dios. Mensajero, Bilbao, 2003, 20 ed., pág 54.