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Utopía y realidad. La urbanización del barrio

de la Mutualidad en Bucaramanga

Centro de Divulgación y Medios | Facultad de Artes

Universidad Nacional de Colombia.

Este libro se terminó de imprimir el 19 de junio

de 2013 en editorial Kimpres Ltda.

Calle 19 sur No. 69C-17, Bogotá, D.C.

300 ejemplares

Texto compuesto en caracteres Swis 721Lt Bt

y cubierta impresa sobre propalcote de 250 gr.

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El E-Pub que usted tiene en sus manos fue realizado por Hipertexto/ www.hipertexto.com.co y Editorial Universidad Nacional de Colombia/ www.editorial.unal.edu.co



Universidad Nacional de Colombia

2015

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BUCARAMANGA, LA SOÑADA

No te conozco! Pero me cautivas con el encanto de las mujeres que amamos sin conocerlas, a la distancia. Me dices que tienes los ojos negros y la tez rosada y suave, y que sabes amar, como todas las more-nas, pero que llevas la navaja en la liga como Toledo!

Te alejas, orgullosa, del centro de la heredad, porque sabes lo que vales y quieres que vayamos a ti, en patriótica peregrinación, a besarte los pies. Pero si riscos indómitos te separan de nosotros, eres fiel como tus mujeres; y sabemos que estarás con nosotros en los días amargos, como en los de la epopeya inolvidable.

Tu clima es el de las noches de bodas, tibio.

Eres la ciudad para soñar, para vivir….

Tu cielo franco se curva como un arco para que pases con tu paso erguido hacia la vida que te espera.

En tu suelo preñado crece la hoja que hace soñar..

Los cóndores vigilan en las cumbres de tus montañas y allí son como centinelas despiertos del decoro nacional. Como ellos, eres altiva, y aunque hemos visto los valles humedecidos con sangre tuya, jamás veremos tus lágrimas.

No te humillas, y avanzas!

Ciudad amada de mi país: porque cumpliste con tus deberes, tienes todos los derechos!

SIMÓN LATINO

Quinta edición extraordinaria de Tierra Nativa,
28 de diciembre de 1929





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UNA HISTORIA QUE CONTAR

Bucaramanga, la ciudad bonita de Colombia, es considerada el centro de acopio de mercancía más importante del oriente colombiano. A diferencia de otras ciudades del país, aparece con mayor relevancia en la historia colombiana a partir del siglo XIX, crece económicamente a partir de una tradición de familias de agricultores y artesanos de la región que unidos con inmigrantes vieron la posibilidad de incrementar sus recursos económicos y formar ciudad.

Para conocer la transformación de Bucaramanga y su condición social, resulta necesario realizar una remembranza de los hechos que dibujaron su trayectoria histórica a través de los tiempos, para ello se utilizarán los libros Crónicas de Bucaramanga, escrito por de José Joaquín García en 1896, y Cronicón solariego, escrito por Enrique Otero D’Costa en 1922.

Enrique Otero D’Costa cuenta que el valle donde hoy tiene lugar la ciudad de Bucaramanga y una extensa parte de su área metropolitana fue, en los tiempos de la conquista, una zona limítrofe con los asentamientos de las tribus yariguíes, chitareros y guanes. Los yariguíes influenciaron los valles de Girón y de Rionegro; los chitareros dominaron las cuenca del río Suratá, y los guanes ejercieron dominio más o menos sobre el territorio en el que hoy se asientan Bucaramanga, Floridablanca y Piedecuesta (Resumen de capítulo I de Otero, 1922).

En el siglo XVI se inició la trasformación de la tierra con la conquista española y su consecuente reorganización territorial y población hispánica. Los conquistadores Ortún Velásquez de Velasco y Pedro de Orsúa fueron artífices de la fundación, en 1549, de Pamplona (D’Costa, 1972: 22), ciudad que gobernaba el territorio. Hacia 1551 se descubrió oro en la zona cercana a Bucaramanga y el valle del Río del Oro toma gran importancia comercial para la región santandereana.

La explotación de oro se empezó a labrar formalmente a partir de 1552, para lo cual se trasladaron varias cuadrillas de indígenas para servir en las labores auríferas; es así como indígenas de las encomiendas de Guaca, Umpalá, Cepitá, entre otras otorgadas a Ortún Velasco, dieron origen a un número importante de rancherías, entre las cuales surgió Bucaramanga.

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Croquis etnológico-histórico del departamento de Santander, siglo XVI.

Fuente: Otero: 1922.

Real de Minas de Bucaramanga, fue la categoría que se le dio a la ciudad en el siglo XVI, un territorio subordinado a un alcalde designado por el Cabildo de Pamplona, nombrado y reconocido como los aposentos de Bucaramanga de la ranchería del capitán Ortún Velasco.

El proceso siguiente fue la consolidación del poblamiento hispánico del territorio que tuvo lugar a lo largo del siglo XVII, época en la que se piensa que el terreno de Bucaramanga es apto para establecer resguardos indígenas evangelizados, bajo la tutela de autoridades coloniales. Con este argumento y reunida la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, se ordenó erigir el poblado en los aposentos de Bucaramanga, adscrito a la jurisdicción de Pamplona por orden del oidor y visitador Juan de Villlabona y Zubiaure, quien le dio poderes al juez poblador don Andrés Páez de Sotomayor y al cura doctrinero, padre Miguel de Trujillo, para fundar Bucaramanga el 22 de diciembre de 1622 (Otero, 1914).

La inserción de la estructura colonial fue mostrando el cariz de la conquista española, la movilización de los nativos hacia las trazas urbanas dan cuenta de esa realidad. Durante el siglo XVII y XVIII el poblamiento hispánico se consolidó territorial-mente con la fundación, en 1689, de la villa de Santa Cruz y San Gil de la Nueva Baeza, por orden de Gil de Cabrera y Dávalos, presidente de la Real Audiencia, y por el título de ciudad otorgado a Nuestra Señora del Socorro en 1771.

En el siglo XVIII Bucaramanga era vista como una zona de veraneo para algunas familias procedentes de Girón, que empezaron a visitar regularmente el lugar para disfrutar de su aire fresco. Sin embargo, no había ninguna preocupación de la población por el desarrollo del lugar y solo hasta la segunda mitad del siglo empezaron a construirse casas de teja; el trazado y la construcción de la plaza, según se narra en Crónicas de Bucaramanga (García, 1896: 50), se realizaron entre 1748 y 1750.

La población en crecimiento vio la necesidad de llevar registros de bautizos, matrimonios y defunciones desde 17371. El incremento de la población blanca en 2.000 habitantes frente a 206 indígenas, hicieron que Bucaramanga perdiera su condición de pueblo de indios el 11 de julio de 1778, cuando con la visita del fiscal de la Real Audiencia Francisco Antonio Moreno y Escandón, éste ordenó el traslado de los indígenas al pueblo de Guane, retornando las tierras de resguardo a la corona y erigió la parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá y San Laureano del Real de Minas de Bucaramanga. Los indígenas partieron definitivamente el primero de enero de 1779, y Manuel Mutis Bossio y Manuel García Gómez fueron designados para acompañarlos en el traslado (Arenas, 2010: 101).

El último cuarto del siglo XVIII fue fructífero y fecundo pues comenzó a consolidarse una población raizal y fue evidente el continuo aumento de la población. Sin embrago, el hecho más significativo a finales de ese siglo fue la decadencia política y económica de antiguos centros coloniales como Vélez, Pamplona, Socorro y Girón, y el surgimiento de nuevos centros urbanos como Bucaramanga y Cúcuta, que jugarían un papel fundamental en el proceso de configuración del espacio regional santandereano debido a la consolidación de los centros de poder generados como consecuencia de la gesta independentista, la posterior instauración de la república y la organización de la población en función de las actividades agrícolas, mineras y comerciales que consolidaron estos centros urbanos.

Bucaramanga obtuvo un verdadero auge e impulso económico en el siglo XIX cuando los pobladores de Girón dejaron de verla como una zona de veraneo para percibirla como un posible horizonte económico en el territorio, lo que lleva a que se trasladen allí paulatinamente. Como consecuencia de este desplazamiento, en 1824 Bucaramanga obtuvo el título de villa otorgado por el nuevo gobierno republicano reunido en el Congreso del Rosario de Cúcuta2. Para Bucaramanga esto representó la consolidación de la vocación comercial y un avance significativo en su ambición para posicionarse como centro urbano de alta importancia.

Durante la primera mitad del siglo XIX los procesos de modernización de la ciudad avanzaban con proyectos de asistencia pública y planes de higienización. Así se construyó el primer hospital por iniciativa del párroco José Ignacio Martínez quien además promovió la construcción del cementerio de la ciudad a finales de la década de 1830 (Ramos Peñuela (junio, 2009).

La vocación comercial y artesanal de la ciudad se exteriorizó con la elaboración de sombreros de jipijapa, que alcanzaron gran fama tanto en el mercado interno como en el externo. La prosperidad era evidente y se reflejaba en el activo comercio de importación que poco a poco fue cambiando los gustos y preferencias de sus habitantes por nuevos bienes de consumo. El aumento de las relaciones de intercambio entre las áreas regionales y de frontera, así como con el interior del país fue fortaleciendo la centralidad económica de la ciudad en comparación con ciudades con las que siempre compitió, como Vélez, Socorro y Pamplona.

El predominio que alcanzó Bucaramanga en la red urbana del nororiente colombiano fue políticamente confirmado el 24 de noviembre de 1857 por la Asamblea de Santander reunida en la ciudad de Pamplona, cuando fue designada capital del Estado Soberano de Santander (García, 1896: 174). La ciudad se forjó como centro político, administrativo y económico, y este fue el momento en el que se confirmó su consolidación como capital.

Dicha consolidación, junto con los ingentes esfuerzos modernizadores dieron como resultado la construcción de nuevos hospitales, instalación de alumbrado público con lámparas de petróleo, nuevas acciones por la mejora y el ornato, proyectos y fundaciones de establecimientos bancarios como el Banco Santander y la Caja de Ahorros, creada con el fin de estimular la práctica del ahorro en los sectores medios de la ciudad.

Al mismo tiempo que la ciudad alcanzaba un estatus de centro económico, se convertía en escenario del desarrollo histórico de la nación, mientras que las múltiples guerras civiles generadas por todo el territorio nacional tuvieron influencia significativa en su desarrollo. Muestra de esta realidad tiene lugar en 1861 cuando una de estas guerras civiles hizo que la capital del estado de Santander se trasladara al Socorro por orden del partido triunfante, después de que Bucaramanga experimentara los episodios más duros de la violencia caudillista.

El ciclo de guerras civiles y su influencia en la construcción de la ciudad revelan el vínculo entre el comercio y la política; muchos de los éxitos comerciales de la época tenían el favor estatal, generando conflictos sociales como los descritos en La culebra pico de oro (Acevedo, 1978: 57), como el enfrentamiento de los democráticos (artesanos santandereanos) y los del comercio (comerciantes alemanes), los días 7 y 8 de septiembre de 1879.

En las últimas décadas del siglo XIX las autoridades políticas de la ciudad promovieron proyectos importantes de asistencia social como los asilos de pobres y establecimientos educativos para ambos sexos; el ferrocarril de Puerto Wilches es uno de los proyectos que se empiezan a imaginar y proyectar para 1881. La planeación y construcción de estos proyectos se hizo posible gracias a la condición de centro mercantil, que permitía canalizar la economía cafetera de los municipios de Rionegro y Lebrija (Ramos, junio 2009).

En el ocaso del siglo XIX el país estuvo signado por las guerras, cuya consecuencia más relevante fue la promulgación de la Constitución Política de 1886, gracias al “regenerador” Rafael Núñez. Ésta significó para Bucaramanga la recuperación de su estatus como capital del naciente departamento de Santander. A partir de ese momento el desarrollo económico y comercial no se hizo esperar, empezaron a proliferar negocios y fábricas de todo tipo en la ciudad, y terminó el siglo con un inventario que incluía una población de 17.873 habitantes, 291 tiendas, asilo de indigentes, dos carnicerías, dos cementerios, una casa de mercado, un teatro, dos parques, energía eléctrica, banco y caja de ahorros y un ágil comercio de importación y exportación3.

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Atlas de vías de comunicación, anexo a la memoria de 1936. Ministerio de Obras Públicas.

Dibujo: Luis J. Arciniegas, 1935. Director: Álvaro González Bernal, Bogotá 1936.

Durante los siglos XIX y XX Bucaramanga se consolidó demográficamente y se convirtió en la ciudad de mayor concentración poblacional del departamento de Santander. Entre 1918 y 1928 se dio un incremento significativo en la población producto de la actividad comercial sustentada en una amplia diversificación económica y apoyada en su condición de capital departamental.

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Fuente: Valdivieso, 1992: 25.

Adicionalmente, su desarrollo en este periodo histó-rico se vio nutrido por el aporte de nuevas generaciones de comerciantes provenientes del interior del país y del extranjero, quienes motivados por la febril actividad económica de la región se establecieron en la capital para aprovechar los beneficios que ofrecía.

La historia de Bucaramanga está ligada a múltiples factores económicos y sociales desde su génesis. La explotación de oro en la colonia, y luego el cultivo de café, quina y tabaco acompañado de los conflictos con los extranjeros que aprovecharon al máximo las riquezas y oportunidades que ofrecía el territorio. Algunos fueron simples mercachifles, otros, personas notables que se apropiaron de la ciudad e involucraron en su crecimiento y desarrollo económico, social y urbano, permitiendo que Bucaramanga fuera una ciudad competitiva y progresista, con un rápido crecimiento en comparación con otras ciudades intermedias del país.

Geografía del lugar

Cuando se habla de una ciudad y su traza urbana, lo primero que se debe reconocer es la geografía del lugar, pues de ella depende el desarrollo y la expansión que la nueva ciudad pueda tener. La geografía física con elementos propios como el relieve, los ríos, el clima y el suelo imponen condiciones y límites a las ciudades.

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Carta Geográfica del Departamento de Santander, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1926.

Bucaramanga se caracteriza por ser una meseta rodeada de montañas y quebradas, su topografía hace que la ciudad tenga unos límites definidos por accidentes geográficos que hicieron que la ciudad estuviera aislada del resto del país durante mucho tiempo. Bucaramanga está ubicada sobre el valle del Río de Oro, limita al norte con el municipio de Rionegro; al oriente con los municipios de Matanza, Charta y Tona; al sur con el municipio de Floridablanca y a occidente con el municipio de Girón. Está situada a 7º07’24” latitud norte y con respecto al meridiano de Bogotá a 0º56’11” longitud este Bogotá y 73°08’ de longitud al oeste de Greenwich. Su altura sobre el nivel del mar es de 959 metros y su temperatura media es de 24º centígrados4.

La presencia de múltiples quebradas alrededor de la meseta es fundamental para la división de las tierras. Un ejemplo claro de esto es la Bucaramanga de 1908, que estaba limitada en su crecimiento hacia el norte por la Quebrada Seca y al oriente por la quebrada La Rosita. Los principales ríos son de Oro, Frío y Suratá y las quebradas son Chapinero, Dos Aguas, La Navas, Quebrada Seca, Cuyamita, La Joya, La Rosita y La Iglesia.

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Ríos, quebradas y llanos de la meseta de Bucaramanga con la traza de 1908. Elaborado por Diana Sevilla T.

La condición geográfica de meseta de Bucaramanga hizo que tuviera como única alternativa expandirse sobre toda la superficie semiplana que ofrecía el lugar. El Llano de don Andrés Serrano y el Llano de don David Puyana, como eran conocidos los terrenos más amplios y planos de la meseta fueron los que permitieron la ocupación de la superficie plana de la meseta y la expansión de la ciudad.

La promesa y el progreso

Enrique Otero D’Costa, en el artículo “Fastos bumangueses”, publicado por Vanguardia Liberal el 22 de diciembre de 1922, muestra la Bucaramanga que se anhelaba en la segunda década del siglo XX; esta mirada se resume en un párrafo del artículo:

Tal es, a grandes rasgos, el diseño vital de la ciudad que apedíllase “La sultana de Suratá” y también “La Ciudad Promesa”, con sobra de razón, pues cuando terminen su ferrocarril y acueducto y se desarrolle ampliamente la industria petrolera, en la cual es riquísima la región, vendrán para la ciudad épocas que llenarán de asombro a los extraños y de orgullo a sus hijos, que son prototipos de energía y luchadores incansables en todos los campos de la humana actividad, como lo han probado; sabiendo sobrellevar, sin desmayar, tantos años de aislamiento y de ruina, sin flaquear un solo día en sus labores y empresas y levantándose, cual nuevos Anteos, con mayor fuerza, cada vez que el destino los ha aporreado contra la peña de la adversidad! (D’Costa, diciembre 22, 1922: 97).

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Anuario ilustrado de La Vanguardia Liberal, 1622 - 22 de diciembre - 1922.

Esta era la esperanza que tenían los habitantes de la ciudad, una tierra que se convertía en ciudad promesa. Pero fue el escritor Santiago Pérez Triana quien llamó a Bucaramanga la Ciudad Promesa, nombre que Adolfo León Gómez tomaría como referencia para decir:

Parece que ahora más bien debería llamarse la CIUDAD PROGRESO. Porque promesa es algo lisonjero para un futuro más o menos lejano y contingente, mientras que progreso es algo ya realizado, que se está realizando y que con sobrada razón se espera más brillante que el porvenir (León Gómez, diciembre 22, 1922: 141).

Con la ciudad promesa y la ciudad progreso se hace evidente la sensación del momento. Bucaramanga respiraba un aire de optimismo, de deseos de crecer y progresar rápidamente, y este momento de agitación en la ciudad estaba acompañado de la celebración del tercer centenario (1622-1922) de la fundación de Bucaramanga que forzaba a la sociedad bumanguesa a demostrar con prontitud los avances y alcances de la ciudad en esos 300 años de evolución.

En la segunda década del siglo XX, Bucaramanga tuvo la mayor expansión urbana en el territorio. Esta ocupación se dio por la urbanización de las dos grandes extensiones de tierra que quedaban por construir hacia el norte y oriente de la meseta. Estos terrenos eran conocidos como el Llano de don Andrés Serrano al norte y el Llano de don David Puyana al oriente. La importancia de estos llanos radicaba en que eran los terrenos con mayor posibilidad de desarrollo para planear y construir ciudad. El Llano de don Andrés era un terreno de mayor tamaño que el de don David, debido a que ocupaba la mayor parte de la planicie en el norte de la ciudad. Hasta ese momento no se había planteado un desarrollo físico de expansión tan amplio en la ciudad, el comercio y la industria fueron los detonantes de este desarrollo urbano y la urbanización del barrio de la mutualidad fue protagonista del mayor ensanche de la ciudad en el siglo XX.