Más de 700 años después de su desaparición, la Orden del Temple continúa estando envuelta en numerosos misterios. Durante su existencia, estos enigmáticos caballeros religioso-militares dejaron sus huellas en multitud de territorios, y una buena muestra de ello la encontramos en pueblos como Bordón, Cantavieja, Cañada de Benatanduz, Castellote, Cuevas de Cañart, La Cuba, La Iglesuela del Cid, Mirambel, Miravete de la Sierra, Tronchón o Villarluengo, todos ellos en la comarca turolense del Maestrazgo, que aún conservan vivo su impresionante pasado templario entre sus calles, iglesias, ermitas y monumentos.

Jesús Ávila Granados, reconocido estudioso de la Orden del Temple y buen conocedor de esta comarca y de todo Teruel, ha seguido sus pasos allá donde los templarios estuvieron presentes, y fruto de ello nace esta obra, indispensable para conocer mejor la comarca del Maestrazgo turolense y su pasado.

Una completa guía para conocer la historia y el legado templarios en la comarca del Maestrazgo, con numerosas imágenes, glosario y cronología de la Orden, información práctica sobre cada pueblo, sus puntos de interés y festividades, y direcciones útiles para recorrer la zona.

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Templarios en el Maestrazgo

Jesús Ávila Granados

www.diversaediciones.com

Templarios en el Maestrazgo

© 2016, Jesús Ávila Granados

www.jesusavilagranados.es

jesusavilagranados@hotmail.com

© 2016, Diversa Ediciones

EDIPRO, S.C.P.

Carretera de Rocafort 113

43427 Conesa

info@ushuaiaediciones.es

© Fotografías: Lola Artero

ISBN edición ebook: 978-84-944037-3-6

ISBN edición papel: 978-84-944037-2-9

Primera edición: mayo de 2016

Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

Todos los derechos reservados.

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Esta obra está dedicada a la memoria, tanto en el tiempo

como en el espacio, de todos los templarios de Aragón,

desde la más alta distinción hasta los más modestos

cargos dentro de una encomienda.

«Las tierras pertenecen a sus dueños,

pero el paisaje es de quien sabe apreciarlo».

Upton Sinclair (1878-1968)

Novelista norteamericano

especializado en temas costumbristas y sociales.

«Solo hay que saber mirar».

«Es el camino y no el destino lo que importa».

«La diferencia fundamental entre el historiador

y el poeta es que el primero nos relata lo que ocurrió

y el segundo lo que debería haber ocurrido».

Filosofía aristotélica

«Solo cuando hayas recurrido a todas las posibilidades

que te ofrece el entorno, entonces te asistirá la magia».

Prólogo

Los templarios participaron en la reconquista de los territorios de las actuales Teruel y Castellón y, en consecuencia, recibieron del monarca de la Corona de Aragón muchas tierras de la comarca del Maestrazgo. Por otra parte, reafirmaron su presencia en la zona al permutar en 1291 sus posesiones en Tortosa por posesiones en el Maestrazgo. Alguna finalidad habría, ya que ni económicamente ni por estrategia militar se justifica tal acción, pues estaban cambiando grandes riquezas por unas tierras en las que había que trabajar muy duro para sacarles un rendimiento para la agricultura y la ganadería y que, por otra parte, no tenían una relevancia militar especial. Suponemos que, dentro del sistema de creencias templario, la finalidad estaría en que el Maestrazgo reunía unas características que la orden buscaba.

El esfuerzo de repoblación fue muy grande en el siglo XIII, después de terminada la conquista de las tierras de Valencia. Iglesuela recibió en 1242 su Carta Puebla de manos de los templarios, dentro de la bailía de Cantavieja; eran sesenta familias los primeros pobladores de esta localidad. Mirambel fue templaria en el siglo XIII, y recibió la Carta Puebla en 1243: «Damos y concedemos a los cuarenta pobladores y sus descendieres de Mirambel con todos los sucesores, para lo que tengáis y poseáis libre e ingenuamente con derecho perpetuo por todos los siglos de los siglos amén; con sus ademprios, a saber: de aguas, caminos, montes, bosques, pastos, carrascales y en general con todas las pertenencias que suelen darse en todo poblamiento», y a continuación se concedía a la población el derecho sobre el horno, la molienda y la caza, se regulaba la administración de justicia y las obligaciones militares, y se acababa ordenando «que los pobladores de Mirambel y sus sucesores estén libres de toda otra pecha y de toda exacción y violencia, ahora y siempre por los siglos de los siglos».

Pío Baroja pasó una temporada en Mirambel. En su obra La venta de la Mirambel nos habla de la singularidad del Maestrazgo, pues es «una comarca aislada; en realidad, independiente de Valencia y de Aragón; es como una plataforma alta, erizada de montes como conos truncados, verdaderos castillos naturales, limitada por los antiguos reinos de Cataluña, Aragón y Valencia y extendida hasta el Mediterráneo».

Pero el Maestrazgo es sobre todo un territorio mágico y lleno de misterios. En Castellote encontramos un castillo templario, cuyo trazado sigue la constelación de Virgo (la Virgen, la Mujer en sentido amplio), que es la constelación de la Diosa Madre. Todas las grandes culturas de la antigüedad recogen este culto a la Diosa Madre: Deméter, Ishtar, Isis… La constelación de Virgo está relacionada con el ciclo agrario (colocada al final del mismo), como lo revela el que su estrella principal se llame Espiga. Como cristianización de este culto, muchas Vírgenes cristianas llevan una espiga en su mano. Su forma nos sugiere un ser antropomorfo con alas. En las cosmogonías de la Antigüedad, se dice que la Justicia reinaba en la Tierra hasta que nació la Raza del Bronce (es decir, en la Edad de los Metales, cuando la sociedad se divide en clases, surge el esclavismo, las guerras devastadoras y la explotación del hombre por el hombre); entonces la Justicia dejó la Tierra y ascendió con unas alas a los cielos formando la constelación de Virgo. Otro aspecto igualmente sugerente es que una serie de catedrales francesas se construyeron por los templarios en la Edad Media siguiendo la forma de Virgo…

Cuando la Orden del Temple fue violentamente disuelta a comienzos del siglo XIV, supuso toda una tragedia socio-cultural para una sociedad donde los templarios estaban bien enraizados, y esta circunstancia está bien demostrada en diferentes lugares de la comarca. El castillo de Castellote resistió con las armas en la mano. Mucha gente del pueblo se refugió en el castillo para ayudar a los templarios en su defensa; de hecho, nadie en el pueblo colaboró con las tropas reales en el asedio al castillo; y lo mismo sucedió en Cantavieja.

También en Castellote podemos contemplar en su abrevadero una serie de figuras medievales, donde destacan unas salamandras. A la salamandra se la asocia con el fuego, pues se cree que estos animales son incombustibles y, por consiguiente, simbolizan el valor y el coraje. Las salamandras de Castellote acompañan a una «Dama», por lo que aquí vemos nos remite a cultos matriarcales (la mujer como centro y la salamandra como animal simbólico); también hay símbolos celtas (la cabeza, que es la parte más importante del cuerpo porque contiene todos sus atributos) y numerología (dos salamandras a cada lado de la cabeza). El conjunto apunta a la simbología de la alquimia.

En Mirambel tenemos quizás el único reloj de sol musulmán de Aragón, aparte de que un paseo por sus calles supone un viaje a la Edad Media y al Renacimiento.

En Iglesuela, en su enigmática ermita de la Virgen del Cid, hemos de hablar del laberinto en forma de espiral hecho con pequeñas piedras en el suelo. El laberinto es una peregrinación simbólica, en la que el peregrino recorre una ruta fijada para acabar en el punto central, mientras repite un texto o canta una canción que le ayudan en este camino.  El origen de los laberintos se remonta a las creencias esotéricas de Oriente. Se conocen laberintos en Egipto, Grecia, Creta (el famoso del Minotauro), Etruria y otros lugares. Sus dimensiones y dibujo tienen que ver con simbolismos numerológicos y un sistema de creencias que se remonta a la noche de los tiempos. Se habla de representaciones astrales, así como de ceremonias de iniciación.

El nombre de Iglesuela del Cid viene en recuerdo del paso del guerrero castellano por estas tierras. Nos ha llegado la leyenda de que el Cid tuvo que enfrentar a un ejército musulmán muy superior en número y que entonces se le apareció el apóstol Santiago para decidir la victoria a favor de los cristianos; como testimonio, el apóstol habría dejado la huella de la pezuña de su caballo grabada en la roca de un barranco del término.

En Cantavieja, en la iglesia de San Miguel, encontraremos la tumba del «último templario».

En Bordón hay una virgen negra en la iglesia de la Virgen de la Carrasca, evocación de las diosas negras egipcias y de, una vez más, los cultos matriarcales de Oriente. El templo es una construcción templaria del siglo XIII. La columna energética que podemos detectar en la capilla de San Miguel llega a niveles de 27.000 unidades Bobis1 (de los más altos que existen) en la habitación que está encima de la capilla, que es un esconjuradero, o sea, un lugar donde se conjuran los elementos. Al lado del esconjuradero, un pequeño cuarto era el lugar de iniciación de los nuevos miembros del Temple, con una tau grabada. En otra capilla están representadas escenas de los Evangelios gnósticos. Pero lo que más nos sorprende es que las pinturas de las paredes y techo de la nave de la iglesia nos relatan una ceremonia de iniciación, desde que la persona entra en trance a través de la música hasta que «renace» como ave fénix al final. Estas pinturas tienen unos 300 años y se explican por la presencia en estas tierras de gentes como Ramón de Perellós.

Hay muchos personajes del Maestrazgo cargados de misterio. Mencionaremos dos de ellos: Ramón de Perellós y el cura de Mirambel.

Ramón de Perellós fue maestre de la Orden de Malta entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. Por algún motivo, prefirió pasar una temporada de su vida (de 1661 a 1697) como comendador en Castellote, lejos de la comodidad que le esperaba en la isla del Mediterráneo. Pertenecía a una familia valenciana muy rica, lo que le permitió comprar el apellido Perellós, originario del sur de Francia. Y aquí comienza el enigma: la saga de los Perellós había defendido a los cátaros, había practicado la alquimia en el siglo XIV y habían sido los señores de Rennes-le-Château y de los territorios que recogen la leyenda provenzal de María Magdalena. Por si esto fuera poco, Ramón de Perellós dirigió la Orden de los Rosa Cruz, heredera de las creencias templarias. ¿Qué relación hay, pues, entre el Maestrazgo, Rennes-le-Château y los Rosa Cruz? En cualquier caso, la presencia de personas como Ramón de Perellós en los siglos XVII y XVIII explica una simbología en muchos centros religiosos del Maestrazgo y el Matarraña que nunca deja de sorprendernos.

Del otro personaje, Francisco de Montpesar, cura de Mirambel, nos habla Pío Baroja. Es una historia llena de ritos esotéricos, relaciones carnales entre el cura y las monjas del convento, personajes siniestros, y donde el final lo pone la Inquisición. Es el reflejo de una tierra en que lo mágico forma parte de la vida cotidiana de las gentes.

Miguel Giribets Martínez

Historiador y experto en la historia oculta de la antigüedad y la Edad Media

1. Medida de intensidad de energía telúrica que mana de un vórtice de fuerza. Hasta el siglo XVII, las iglesias se edificaban sobre un punto energético que los expertos en localización de estos lugares conocían muy bien; entre ellos, los magos del Temple [N. del E.].

Introducción

«Fueron estas tierras del norte de Valencia meta esotérica de templarios, quienes buscaron en ellas una respuesta a los fines misteriosos de la orden; de ahí el deseo de poseer afanosamente el castillo de Culla, en cuya fortaleza, a comienzos del siglo XIV, se formó una de las concentraciones más fuertes del Temple en el mundo occidental».

Juan B. Simó Castillo

La denominación «Tierra de Baylazgos» para designar la comarca formada por las bailías (Baylias) de Cantavieja y Castellote ya aparece mencionada en Historia de la economía de Aragón, obra publicada en 1789 por Ignacio de Asso, la cual me pareció del todo idónea para poder establecer la diferenciación de un territorio llamado por algunos «Alto Maestrazgo» y, por otros, «Maestrazgo Aragonés», sin el menor fundamento histórico. La «Tierra de Baylazgos» no tuvo más relación con el Maestrazgo, integrado por tierras valencianas de la actual provincia de Castellón, que su original pertenencia a la Orden del Temple. Una vez disuelta dicha orden —a comienzos del siglo XIV—, las bailías turolenses pasaron al poder de la Orden de San Juan de Jerusalén (hospitalarios), dependientes de la Castellanía de Amposta (Tarragona), mientras que los territorios valencianos fueron entregados a la Orden de Montesa —nacida en el año 1319— y dependieron del maestre de dicha orden, residente en la villa de Sant Mateu.

Una vez establecido este concepto, no solo me será más fácil justificar la razón de esta obra, sino también al lector le permitirá comprender, en su justa medida, la importancia que tuvieron los templarios en estas tierras aragonesas, cuyo desarrollo durante los siglos medievales fue esencial, en todos los sentidos. Esta obra es, por lo tanto, un justo homenaje a aquellos caballeros de la cruz de las ocho beatitudes que tanto hicieron por mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del Maestrazgo turolense. Por ello, al recorrer hoy los pueblos, villas, aldeas, torres, masías y lugares que dependieron de las encomiendas de Cantavieja o de Castellote, estamos evocando la historia perdida, pero también admirando algunos de los muchos testimonios que confirman el bien hacer de estos caballeros.

Vista parcial de la pared meridional de los Órganos de Montoro, un espectáculo geológico cerca de Villarluengo.

El Maestrazgo turolense, con una superficie de 1.205 kilómetros cuadrados y habitado por solo unos 3.500 habitantes, es un territorio administrativo muy joven, porque fue creado como comarca en 2002. Está formado por quince municipios: Allepuz, Bordón, Cantavieja, Cañada de Benatanduz, Castellote, La Cuba, Fortanete, La Iglesuela del Cid, Mirambel, Miravete de la Sierra, Molinos, Pitarque, Tronchón, Villarluengo y Villarroya de los Pinares; además de la Entidad Local Menor de Las Cuevas de Cañart y las pedanías de Montoro de Mezquita, Albenfigo, Las Planas, Los Alagones, Dos Torres de Mercader, Ladruñán, La Algecira y El Crespol.

Se da la circunstancia de que, en la gran mayoría de estos lugares y sus correspondientes núcleos de población, como tendrá oportunidad de comprobar el lector a lo largo del texto, el Temple desempeñó un papel fundamental en su fundación y desarrollo, con un patrimonio y unas tradiciones que, a pesar del tiempo transcurrido —cerca de ocho siglos—, siguen vivas en la memoria histórica de los pueblos y sus gentes. Por ello era de justicia recuperar la huella original legada por los caballeros del Temple en su estancia en esta comarca aragonesa del extremo oriental de la provincia de Teruel, tocando con Castellón.

En el Maestrazgo, probablemente mejor que en otros lugares de la geografía hispana, es más fácil seguir las claves del repoblamiento territorial de una encomienda templaria. Esta unidad de acción es sin duda de lo más perfecto que se haya concebido en el mundo medieval. Eran dueños de la tierra y, al mismo tiempo, señores de los vasallos que en ella habitaban. Pero, para conseguir el dominio, un equilibrio ejemplar y armonía sobre todos los pobladores, era preciso establecer una estructura social, que se obtenía a través de las diferentes formas de poblamiento que decidía la misma encomienda, cuya jerarquización se establecía en los diferentes niveles: castillos, villas, aldeas y heredades o masías.

La encomienda suponía la estructura socio-cultural y económica más completa y compleja que hubiera conocido el mundo medieval. Una ciudad dentro de otra. En la encomienda, y bajo la atenta mirada del comendador, se elaboraban los alimentos de consumo diario (pan, vino, aceite, miel, etc.); sabemos que los sobrantes, después de haberse hecho todo el reparto entre los diferentes lugares del territorio de la encomienda, se donaban gratuitamente a los demás colectivos (hispano-musulmanes y judíos), dependientes de la jerarquización de la encomienda. También se desarrollaba la doma de caballos; en la herrería y fragua se hacían las armas de hierro; los caldereros, cordeleros, albañiles, yeseros y demás oficios tenían sus talleres; y tampoco faltaba la escuela —de enseñanza gratuita y obligatoria—, que era llevada por las damas templarias. Por todo ello es fácil comprender la responsabilidad del comendador. Y se comprende que, para garantizar su seguridad, el recinto correspondiente a la encomienda solía estar bien protegido con torres y murallas con numerosas saeteras en los muros; a su vez, la celda del comendador solía ser una estancia muy humilde.

En todo el territorio de la actual comarca del Maestrazgo turolense hubo dos encomiendas muy poderosas, Cantavieja y Castellote, y otra, más pequeña, Villarluengo.

Se trata de un territorio al norte del Sistema Ibérico donde la naturaleza en estado puro ofrece espacios de singular belleza, verdaderos monumentos naturales: los Órganos de Montoro, en Villarluengo; el nacimiento del río Pitarque; las Grutas de Cristal, en Molinos, o el Puente Natural de Castellote. Se trata de una orografía agreste, erizada de sierras y cortados barrancos, muelas y vegas estrechas, irrigadas por el Guadalope y sus afluentes, donde empinados parellones de roca calcárea ponen un telón de fondo gris o rojizo a un paisaje que ya fue humanizado por los pueblos prehistóricos, como lo confirman las pinturas y grabados correspondientes al llamado «arte rupestre levantino» (entre los años 6.000 y 2.500 a. C.), con abrigos localizados en la zona de Ladruñán y Castellote. Y la mejor forma de descubrir estos insólitos escenarios naturales es, sin duda, a través de la vasta red de senderos, siendo el principal el «GR 8» que, desde Beceite (Matarraña), llega a Villel, recorriendo las serranías turolenses. Otras alternativas, para los amantes del senderismo, son: la ruta de la Piedra Seca, en La Iglesuela del Cid; el sendero del Castillo del Cid, en Fortanete; el histórico Camino de los Pilones, entre Allepuz y Villarroya de los Pinares; el del Pozo del Invierno, en Villarluengo, o el que lleva al Pozo del Salto, en Molinos.

En la presente obra vamos a centrarnos fundamentalmente en la herencia del Temple, explicando lo que el viajero que tome contacto con la comarca del Maestrazgo de Teruel debe saber y no debe perderse en su recorrido por los diferentes pueblos, villas y aldeas.