portada. Sonetos y villancicos

Sonetos
y villancicos

Sor Juana Inés de la Cruz


Fondo de Cultura Económica

Primera edición, 1996

Tercera reimpresión, 1999

Primera edición electrónica, 2011

Tomado de Obras completas

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ISBN 978-607-16-0830-7

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Aunque la precisión de su paternidad es aún motivo de polémica, se considera que sor Juana Inés de la Cuz fue hija natural de doña Isabel Ramírez de Santillana, criolla, y del capitán Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, de origen vascongado. Pasó su infancia al lado de su abuelo materno, en cuya biblioteca sintió nacer su arrolladora curiosidad por el conocimiento de todas las ciencias y su amor a los libros.

Luego de una intensa formación autodidacta, Juana Inés de Asbaje Ramírez ingresó al servicio religioso. Tras 27 años de obediencia a los deberes de la orden, ella misma dejó escrito que durante su vida conventual fructificó su talento y “embelleció su entendimiento al amparo de su extensa biblioteca”.

Su literatura barroca, repujanza de arte conceptual, sutil y luminoso, abarca desde los autos sacramentales hasta los ejercicios y las epístolas. Su obra incluye teatro y poesía tanto religiosa como profana. Fondo 2000 presenta una selección de sus Sonetos y villancicos.

El villancico era un género poético de corte popular, con motivos y símbolos de la liturgia cristiana. Versos hechos canto para la festividad patronal, poesía de belenes, del niño Jesús y de su madre divina. Sor Juana escriió sus villancicos en español y en náhuatl, como muestra de que su sensibilidad universal no desdeñaba los colores ni los sentimientos locales.

De los espléndidos sonetos de sor Juana, Georgina Sabat de Rivers ha escrito que “la poesía de sor Juana recoge la mejor tradición peninsular y también está impregnada de sabor novohispano. En la alta cultura del medio ambiente en que escribía, era la poeta que mejor dominaba el canon poético de la época, y esto incluye a la poesía que venía de ultramar; sabía de la imitatio y de la superación de los grandes poetas masculinos según se venía practicando pero, como veremos, su imitación no fue nunca servil; los alteraba con una maestría independiente y conocedora, adoptando lo que mejor le convenía a su personalidad y a su sociedad novohispana de letrados grandes y pequeños: el personaje clerical de la gran urbe, el aristócrata de la corte virreinal, el erudito de la ciencia, pero también el mundo medio de aquel momento que sabía componer música y poesía, que escuchaba villancicos en las catedrales, que se encantaba ante las recitaciones de los arcos triunfales y de las fiestas poéticas”.