¡Hakuna matata! La vida de los animales en el planeta no puede considerarse «de película», o al menos no una apta para todos los públicos. Cada año, sesenta mil millones de animales terrestres y un billón (con «b» de barbaridad) de animales marinos son exterminados por el hombre para convertirse en comida o en ropa, o como una forma de diversión.

Muchos de nuestros actos cotidianos, como comer, vestirnos o divertirnos, los hacemos por inercia, porque «siempre se ha hecho así» o, simplemente, porque es más cómodo vivir con los ojos cerrados, pero tener información —saber cómo funcionan las cosas— puede cambiar nuestra vida y la de muchos otros animales.

En este libro, Javier Ruiz aporta una buena dosis de información para abordar un tema que a menudo se ha tratado de forma demasiado trivial y propone una reflexión, equilibrada y cargada de un responsable sentido ético, para analizar nuestra relación con el resto de animales y las consecuencias que nuestros actos tienen sobre ellos, sobre el planeta y sobre nosotros mismos.

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De cómo los animales viven y mueren

Javier Ruiz

www.diversaediciones.com

De cómo los animales viven y mueren

© 2016, Javier Ruiz

© 2016, Diversa Ediciones

EDIPRO, S.C.P.

Carretera de Rocafort 113

43427 Conesa

diversa@diversaediciones.com

ISBN edición ebook: 978-84-946081-1-7

ISBN edición papel: 978-84-946081-0-0

Primera edición: octubre de 2016

Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

Ilustración de cubierta: © Esteban Sanchez / Shutterstock

Todos los derechos reservados.

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Índice

Prólogo

Más allá de las rutas establecidas

Un cambio de modelo cognitivo y emocional

Agradecimientos

Introducción

1. Un poco de historia: ¿qué fuimos?, ¿qué somos?

Sobre el progreso

Neolítico

Del medievo a la posmodernidad

2. Sobre el modelo de consumo en la posmodernidad

Eres un esclavo

Parecidos razonables

Los animales matan animales, así es la vida

Zombis muertos de hambre

En la cuerda floja

El ciclo de la carne, la ropa y el lujo

3. El consumo de carne en el mundo

Criando muertes

Casas de matanza

Origen y destino: de la granja a la mesa

Gallinas sin gallo

Cerdos sin barro; cerdos sin vida

Tengo una vaca lechera

El rapto del cómplice

Bruce Lee y la imposibilidad del medio plazo

Del estómago al cerebro

La incorporación de un modelo ético al sistema

4. Nos miran con ojos de besugo

De lo verdaderamente jodido hasta lo que deberíamos replantear ya

No nos caen demasiado bien… o la importancia de la empatía

Casos de gravedad: aleta de tiburón y otros ejemplos de idiotez innecesaria

Olas de cambio

5. Eres lo que comes

Aviso central

6. Vísteme despacio

¡Soy el animal de moda!

Una piel por vida

Todo por el pelo

Por un puñado de plumas

El zoo y el circo como arquetipos sociales: la libertad robada

Origen y sentido, si lo hubo

Tenía buenas intenciones…

Causas y consecuencias

Comprender las consecuencias

Las dos caras de la moneda: el circo y los espectáculos con animales

Los centros de recuperación

Conejillos de indias o cabezas de turco

Vida de perros

Sobre las protectoras y las perreras

Cambiar el sistema

El mundo es tuyo

7. Seguro que te olvidas de un animal

El pan robado

El esclavo invisible

Yo soy aquel negrito…

El modelo de sobriedad de Mujica

¿Eres feliz?

8. ¡Hakuna Matata! La filosofía del vive y deja vivir

Caza de control vs. caza furtiva

El egoísmo de la necesidad

El ciclo de la vida

Recetas para vegetarianos

9. Epílogo. Soy porque nosotros somos

Bibliografía

El autor

A Laura, quien siempre me ha apoyado.

A mi perro Caos, por hacerme escribir.

Llegará un día en que los hombres conocerán el alma

de las bestias y entonces matar a un animal

será un crimen igualmente punible

que matar a un ser humano.

Ese día, la civilización habrá avanzado.

Leonardo da Vinci (1452-1519)

Prólogo

Más allá de las rutas establecidas

La vida puede transcurrir como un sueño, podemos pasar por ella dormidos, confortablemente abrigados en un lecho mullido o tiritando en un incómodo camastro, pero igualmente incapaces de despertar. Muy pocos entre nosotros nacen y crecen del todo despiertos. Siendo sincera, dudo que haya alguno. La mayoría de los que logramos abrir los ojos lo vamos haciendo según pasan los años, solo a ratos, a veces malinterpretando lo que vemos, permitiéndonos soñar de nuevo de vez en cuando para seguir cuerdos, o al menos cómodos.

Mirar el mundo que hemos creado frente a frente, sin parpadear, sin volver la cabeza, es muy duro, muy doloroso. También muy necesario. Una vez has despertado, aunque sea solo un poco, aquel sueño que te envolvía se te antoja deseable pero inconcebible. No hay vuelta atrás.

¿Cómo despertar? Con vivencias y reflexiones propias, pero también ajenas. El libro de Javier Ruiz, De cómo los animales viven y mueren, es una de esas herramientas que nos pueden ayudar a ver sin filtros, por nosotros mismos, a preguntarnos como poco qué hay más allá de las rutas establecidas.

Terry Pratchett, un autor infravalorado con demasiada frecuencia por su elevada producción, por moverse en el terreno de la fantasía y por hacer del humor su bandera, habla en su obra de la gente que tiene segundos, incluso terceros pensamientos. Gente que se vigila a sí misma, que se aparta de los caminos trillados y elige la sabiduría y la bondad, aunque eso implique soledad y explicaciones.

La obra de Javier Ruiz es la materialización de esos segundos y terceros pensamientos para todo aquel que se preste a recorrerla dispuesto a replantearse lo que siempre había creído lo normal, lo correcto, lo que hay que hacer.

Probablemente una de las mayores virtudes de este ensayo de Javier Ruiz es que no pretende que veamos lo que él ve, no busca conversos, asume que el lector discrepará con lo que en él se expone, no compartirá muchas de sus conclusiones. Se intuye a Ruiz más que dispuesto a debatir de forma constructiva ante un café. Lo que busca el autor es que pensemos por nosotros mismos, que nos hagamos preguntas y deseemos encontrar las respuestas, que tengamos el valor de actuar como nuestro corazón nos dicte aunque eso suponga ir a contracorriente.

Reflexión y ética. Aristóteles y Mújica. Filosofía y datos. Observación y empatía. Mataderos y campos de exterminio. Industria y antropología. Sensibilidad y justicia. Más lógica que emoción. Cerdos, gallinas, meros, perros, vacas, caballos y seres humanos.

Todo eso a lo largo de doscientas páginas que transcurren raudas, tanto que es fácil pasar por alto detalles importantes si se lee con descuido. Doscientas páginas que repasan lo que es el hombre, en qué se ha convertido y en qué está convirtiendo a los animales y a otros hombres que no son como él.

Pasen y vean.

Pasen y despierten si es que no lo han hecho ya.

Melisa Tuya

Escritora y periodista

Un cambio de modelo cognitivo y emocional

No cabe duda de que el mundo en el que vivimos no es el mismo en el que vivían nuestros padres, nuestros abuelos y mucho menos nuestros ancestros hace 10 000, 25 000 o 180 000 años. Los «sapiens» hemos evolucionado a un ritmo trepidante que nos ha hecho comportarnos como verdaderas «bestias» durante la segunda mitad del siglo XX. Nuestro modelo económico de capitalismo salvaje se ha llevado por delante miles de vidas —humanas y no humanas— y ha propiciado que nuestro planeta se mueva en la cuerda floja, una dinámica de la que parece difícil escapar. Nuestro estilo de vida ha provocado, en consecuencia, que millones de animales hayan tenido una muerte poco justificada. Estemos o no de acuerdo, sigamos o no una dieta vegetariana o un estilo de vida vegano, no cabe duda de que nos encontramos ante un modelo cultural donde el abuso y el maltrato animal están desgraciadamente a la orden del día.

Cada cual debe tener la libertad de decidir y de posicionarse con aquellas ideas y planteamientos que le resulten más cómodos. No se trata de todo o nada, de negro o blanco. Ni mucho menos se trata de imponer y mantener posiciones fundamentalistas. Sin duda, el libro que tienes en tus manos parte de esas premisas y plantea interesantes cuestiones y reflexiones que van más allá de un simple carnismo vs. veganismo. Si realmente apostamos por la viabilidad de este planeta —y de todos aquellos que vivimos en él—, debemos propiciar un cambio de sistema que pasa por un cambio cultural y que evidentemente se sustenta en un nuevo sistema educativo. Si actuáramos de otra manera tan solo conseguiríamos alargar la agonía de todos aquellos que sufren y mueren dentro de este sistema. «Ante problemas radicales, soluciones radicales», pero aquí la solución radical debe fundamentarse en primer lugar en un conocimiento de las bases de este problema.

Más allá de lo que pueda parecer, las «soluciones radicales» pueden ser radicalmente simples y al alcance de todos. Podemos reducir el consumo de carne y de otros productos de origen animal —o su eliminación total para aquellos que éticamente así lo consideren—, exigir unos estándares máximos de bienestar animal para aquellos animales que se encuentren en núcleos zoológicos —o simplemente no visitar dichos núcleos zoológicos—, adoptar animales domésticos y no comprarlos —o cuanto menos plantearse para qué queremos realmente un animal en casa y si le podemos garantizar una calidad de vida adecuada a sus necesidades biológicas y psicológicas—… Otras acciones dedicadas a minimizar nuestra huella ecológica en este planeta no estarían de más. De hecho, deberían acompañarnos en nuestro día a día, como podrían ser: reducir el consumo de energía, reducir la ingesta de productos vegetales no sostenibles con el medio ambiente ni con la conservación de las especies —el aceite de palma es quizá uno de los mejores ejemplos—, procurar consumir productos de proximidad, locales y socialmente justos, o un uso sostenible de la tecnología —teléfonos móviles y ordenadores entre otros— que permita minimizar el impacto que tiene la extracción de minerales extraños como el coltán sobre el medio ambiente y las poblaciones humanas y animales de esos países.

A mi parecer no se trata tan solo de dejar de comer carne o de vestir pieles animales si tras eso nuestra falta de coherencia nos lleva a comprar productos procesados que contienen palma, consumir tecnología de una manera insostenible o convertir nuestro hogar en un pseudozoológico donde los animales tienen la imposibilidad de vivir de una manera feliz y completa.

Si tal como se nos ha vendido eternamente somos quizá una de las especies animales más inteligentes que han poblado este planeta, ¿cómo puede ser que estemos destruyendo, abusando y maltratando de manera indiscriminada a aquellos con los que convivimos y el lugar donde vivimos? Ese cambio de modelo del que tantos hablamos debe pasar a su vez por un cambio de modelo cognitivo y emocional en «sapiens». Debemos conocer y emocionarnos, debemos ser capaces de sentir y vivir el dolor de aquellos que nos rodean. Debemos conseguir que un nuevo latido en nuestro corazón nos lleve no solo a pensar sino a actuar de una nueva manera. Las líneas en las vas a sumergirte a continuación te ayudarán. ¿Te atreves?

Dr. Miquel Llorente Espino

Director del Institut de Recerca i Estudis en Primatologia

y Responsable de Investigación en Fundació Mona.

Presidente de la Asociación Primatológica Española.

Agradecimientos

Este libro no hubiera sido posible o, por lo menos, no hubiera sido tan completo ni bibliográficamente correcto sin el apoyo de cinco personas que me han ayudado desinteresadamente a contrastar toda la información que aquí se refleja y a lanzar tantas miradas críticas como fueran necesarias a cada una de las líneas de los nueve capítulos que lo componen.

Por todo ello, agradezco la inestimable —pero muy estimada— ayuda de David Garcia i Rubert, doctor en Historia, especialidad Arqueología, de la Universidad de Barcelona (UB), y de Jordi Nadal Lorenzo, doctor en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, de la misma universidad, quienes no solo me facilitaron toda la información documentada que pudieron encontrar y más, sino que también dedicaron parte de su valioso tiempo en asesorarme en este pequeño proyecto que me empeñé en tirar adelante.

También a Laura Palau Nadal, a quien he mareado incontables horas frente al ordenador y en los lugares más inimaginables posibles para que me ayudase a rellenar todos los huecos que esta obra tenía, que no eran pocos, y quien vive con el hándicap de ser mi persona favorita, mi mejor amiga y mi mujer.

Por último, a todos los lectores de Doblando tentáculos, mi blog personal, donde de algún modo todo esto empezó, y gracias al que tuve la gran suerte de conocer a Carlos Gutiérrez Tutor y Olga Canals Anglès, quienes han hecho posible la edición de este libro.

Introducción

No tienes por qué hacerlo. No tienes por qué creerte mejor que los demás por comer cerdo y no perro. O por vestir prendas sintéticas mientras engulles una tostada con foie gras. No se trata de eso; no tiene relación con si eres omnívoro, carnívoro, vegetariano o vegano; no tiene relación con si vistes cuero o si jamás se te ha pasado por la cabeza. No es cuestión de comercio justo, o neocolonialismo; ni tan siquiera de sentimientos, o espíritu, o alma.

Se trata de saber. Saber que en algunas fábricas de Rumanía despluman vivos a los patos; que el foie es producto de una enfermedad (cirrosis) que se provoca intencionadamente a las ocas; que comes carne criada en cautividad, de vaca, de ternera, de cerdo, que jamás vio la luz del sol, que ha sido sobrehormonada y trágicamente muerta de un modo total y completamente antinatural e inhumano.

Durante años he escrito historias; algunas eran mera ficción, otras eran experiencias volcadas en un papel. La víspera del Día de Reyes del año 2015 murió Caos. Y el día 8 de ese mismo mes, El Huffington Post, El País y centenares de blogs conocían nuestra historia con aquel perro que encontramos en una carretera tocando la medianoche.

Horas más tarde, cuando vi cómo mis palabras habían llegado a más de un millón de personas, no podía creérmelo. Sabía desde el principio que era un tema delicado; un sentimiento al que había dado forma en palabras, y a través del que muchas personas podían identificarse. No importaba si era Caos, Coco, Nuka, Dana, Piula o cualquier otro perro; Caos se había escapado, pero nos había hecho un último regalo: la universalidad de su historia.

Días después, quizá me contagié un poco de esa tenacidad que mi perro ofrecía paso tras paso. Reduje mi carga de trabajo y empecé a escribir. Entonces, me planteé: «Quizá no solo es cuestión de hacer o no hacer en lo que respecta al maltrato animal, o a nuestro modo de vida, o a nuestras formas de consumo; se trata de conocer qué hay detrás de esa granja, de esa fábrica de piel e incluso de aquella multinacional de la telefonía».

Nos han dicho tantas veces que no es posible que hemos terminado por creerlo. Yo también lo hice; después, vi como un perro moribundo volaba. Y ahora no puedo evitar querer cambiar el mundo, igual que él lo hizo: lento, muy lento, pero firme.