Hace tiempo que el fenómeno ovni dejó de ser una mera colección de casos más o menos espectaculares recogidos por investigadores particulares y militares en todo el mundo. Se trata de un fenómeno mucho más complejo, enrevesado y… escurridizo.

Durante años, la mayoría de los ufólogos se ha encandilado demasiado con las luces cegadoras de los ovnis y no ha prestado apenas atención a otros factores tras los cuales podría estar la verdadera dimensión del problema ovni. En la presente obra, el autor se adentra en aquellas parcelas más heterodoxas del fenómeno ovni, como por ejemplo la paraufología, dando un valor primordial al factor humano y a los elementos parafísicos, arquetípicos y absurdos que van implícitos en los encuentros cercanos, el contactismo y las abducciones.

En Ovnis, del expacio exterior al espacio interior, Moisés Garrido Vázquez, uno de los investigadores ovni más reputados de nuestro país, habla sin tapujos y sin dejarse nada sobre los aspectos más desconocidos e impactantes de este intrigante fenómeno.

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Ovnis, del espacio exterior al espacio interior

Moisés Garrido Vázquez

www.diversaediciones.com

Ovnis, del espacio exterior al espacio interior

© 2016, Moisés Garrido Vázquez

© 2016, Diversa Ediciones

EDIPRO, S.C.P.

Carretera de Rocafort 113

43427 Conesa

diversa@diversaediciones.com

ISBN edición ebook: 978-84-946081-3-1

ISBN edición papel: 978-84-946081-2-4

Primera edición: noviembre de 2016

Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

Imagen de portada: © Moisés Garrido Vázquez

Todos los derechos reservados.

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Índice

Introducción

Primera parte: aspectos físicos del fenómeno ovni

La ufología y sus postulados clásicos

¿Extraterrestres en el pasado?

Roswell y la ocultación gubernamental

Objetos submarinos no identificados

Ovnis en el suroeste español

El espectacular encuentro de Adrián Sánchez

¡Peligro, nos atacan!

Los astronautas observan ovnis

Abducciones, encuentros sexuales e hibridación

Objeciones a la hipótesis extraterrestre

Segunda parte: aspectos subjetivos del fenómeno ovni

La hipótesis psicosocial

Carl Gustav Jung y los rumores visionarios

Dos heterodoxos de la ufología

Visitantes de dormitorio

¿Contactos cósmicos o contactos psíquicos?

El caso de Luis José Grífol

El caso de Julia García Aletta

El caso de Salvador Antonio Gómez López

El caso de Mar Antón

La hipótesis paraufológica

Bibliografía recomendada

El autor

A Claudia.

Mi búsqueda de la verdad

me ha conducido a ti...

Introducción

Salí del cine impactado. Aquella película era distinta a todas las que había visto hasta entonces. Creo que no crucé palabras con mis amigos durante el trayecto hasta nuestro barrio, en la capital onubense. Me mantuve ensimismado bastante rato. Y recuerdo también que esa noche tardé en conciliar el sueño pensando, especialmente, en la escena cumbre del final del film. Aquello motivó que durante muchas noches aprovechara cualquier ocasión para otear el cielo estrellado. Tenía 12 años. La película no podía ser otra: Encuentros en la Tercera Fase, de Steven Spielberg. Una obra maestra que sigue emocionándome cada vez que la vuelvo a ver, y la he visto muchas veces. El film nos presenta el aspecto físico del fenómeno ovni. Se centra en la hipótesis extraterrestre (HET), como tantas otras películas sobre el género que comenzaron a producirse en los años cincuenta.

La influencia de Encuentros ha sido enorme. Sin duda, ha servido para concienciar a millones de personas sobre la realidad del fenómeno ovni y la posibilidad de un eventual contacto oficial con criaturas alienígenas. Ya el mito de la visita de seres extraterrestres se había propagado por doquier, en pleno auge de la ufología, coincidiendo con casos que hoy se consideran clásicos. Como si no hubiera otra posible explicación a esa esquiva presencia que se esconde tras las siglas OVNI, desde hace ya mucho tiempo se ha convertido en sinónimo de «nave extraterrestre».

Sea como fuere, aquella película despertó algo en mí. Aunque mi curiosidad hacia los enigmas comenzó a brotar un poco antes. Con solo 10 u 11 años me quedaba hipnotizado ante el programa Más Allá, de Jiménez del Oso, a pesar de no enterarme de nada. De vez en cuando, aquel señor de semblante serio hablaba de extraterrestres y fantasmas, lo cual ya era suficiente para mí. En mi adolescencia comenzaron a interesarme el cine de terror, los cómics y la ciencia ficción. De igual forma, las historias sobre presuntos milagros que venían relatadas en los libros escolares de religión también me atrajeron. Lo mismo que las lecciones sobre los orígenes del universo y del hombre. Y no digamos los cuadros de El Bosco y Salvador Dalí, que contemplaba en los libros de arte que tenía mi padre en casa. Todo eso me hacía soñar, imaginar, pensar… Pero no fue hasta 1982, a la edad de 16 años, cuando entré en contacto directo con el misterio a través de la ouija, en compañía de otros compañeros del instituto con inquietudes afines. Aquello supuso para mí un hallazgo inconmensurable. La copa se desplazaba con firmeza por el tablero e iba construyendo palabras y frases. Las preguntas se agolparon en mi cabeza. Ante mí, se acababa de abrir una caja de Pandora que me mostraba un universo tan fascinante como desconcertante. ¿Realmente era posible comunicarnos con los espíritus? No me conformaba con asistir a una sesión de vez en cuando. Quería saber más. Sentí una tremenda ansia por profundizar en el tema. Necesitaba leer libros que hablaran del asunto y conocer la opinión de expertos. La posibilidad de que pudiésemos entrar en contacto con el más allá aniquilaba ipso facto cualquier esquema racional. Pensé que, de ser cierto, era el asunto más trascendente de la historia de la humanidad, muchísimo más que la invención de la imprenta o la llegada del hombre a la Luna.

Casi sin darme cuenta, me adentré de bruces en el espiritismo, a través del cual llegué a la parapsicología. Devoré con avidez las obras de Allan Kardec y de algunos pioneros de la metapsíquica. Asistí a numerosas sesiones mediúmnicas, realicé psicofonías y escritura automática, examiné presuntas casas encantadas, entrevisté a testigos de fantasmas… y hasta fundé con otro amigo el Centro de Estudios Ufológicos y Parapsicológicos (C.E.U.P.), formado por varios jóvenes estudiantes apasionados por estos temas. Realicé cursos de parapsicología en institutos privados y enseguida me vi envuelto en cuestiones que, de la noche a la mañana, se convirtieron en mi auténtica pasión. Fue tan fuerte la irrupción de estos asuntos en mi vida que mi anterior vocación, el dibujo artístico, quedó eclipsada. El destino, a veces, se permite tales cabriolas. Con el tiempo, me volví escéptico hacia la hipótesis trascendental, pero el entusiasmo sigue manteniéndose vivo.

El fenómeno ovni comenzó a atraerme más tras un avistamiento que protagonicé con unos amigos. Fue el 19 de julio de 1983. El suceso vino reflejado en la prensa local del día siguiente. No supe qué podía ser aquel objeto rectangular rodeado de un resplandor multicolor, que se desplazaba lentamente por el cielo a baja altura y dejaba tras de sí una interminable estela amarilla. Aquella visión, qué duda cabe, me ilusionó. Y quise saber más. Fui adquiriendo obras de Antonio Ribera, Juan José Benítez, Andreas Faber-Kaiser, Aimé Michel… Y a hacer mis primeros kilómetros en busca de testigos, aprovechando que el suroeste español había sido tan frecuentado por ovnis. Y otro hecho insólito se sumó a todo ello: el avistamiento previa cita que viví con otros compañeros el 10 de junio de 1985. Aquello hizo que, irremediablemente, cayera en la cuenta de la dimensión psíquica del fenómeno ovni, pues lo que tuvimos la inmensa fortuna de presenciar en los cielos onubenses fue predicho por la ouija tres días antes. ¿Fuimos nosotros los que inconscientemente provocamos aquello, con premonición incluida, o realmente se manifestó un extraterrestre —así se identificó— y nos reveló el paso de una nave días después? Volveré más adelante sobre esta insólita experiencia que, sin duda, también me marcó.

Es obvio que estos aspectos subjetivos del fenómeno ovni me resultaban muy chocantes, pero estaban ahí y era necesario estudiarlos sin prejuicios. Sin embargo, observé que muchos ufólogos no los tenían en cuenta; es más, los despreciaban. Así pues, en sus artículos y libros defendían las mismas ideas de siempre. En el caso de los ovnis, aceptados como objetos físicos, la HET seguía considerándose la más acertada. Reconozco que la defendí durante años. Pero contra los hechos, no valen argumentos. Y los hechos ufológicos apuntan hacia otras direcciones, no hacia los confines del firmamento… Seguí buscando respuestas, indagando en ese eventual vínculo entre lo paranormal y los ovnis. Mientras tanto, cayeron en mis manos obras que, por fin, comenzaron a arrojar mucha luz a esas conjeturas que bullían en mi cabeza: Pasaporte a Magonia, de Jacques Vallée; Un mito moderno. Sobre cosas que se ven en el cielo, de Carl Gustav Jung; OVNI: Operación Caballo de Troya, de John A. Keel, etc. Mi amistad con Ignacio Darnaude, artífice de la transufología, y con José María Casas-Huguet, introductor de la paraufología en España, sirvieron para que mi particular enfoque heterodoxo y los elementos absurdos que iba recogiendo de mis propias investigaciones se vieran respaldados por dos veteranos ufólogos que abordaron abiertamente los aspectos más incómodos y menos populares del fenómeno ovni.

He de reconocer que me siento muy afortunado al dedicar buena parte de mi vida al estudio de fenómenos que normalmente son catalogados de imposibles o inexistentes, sobre todo por los detractores, que mantienen una cruzada inquisitorial contra lo paranormal y los ovnis. Pero como dijo Aldous Huxley, «los hechos no dejan de existir porque se los ignore». Y estos hechos anómalos existen, pese a quien pese. Intento mantener un sano escepticismo, pero no soy tan iluso como para cerrar mi mente a las fabulosas posibilidades que plantean tantísimos enigmas que nos rodean. El conocimiento y la experiencia que he adquirido, así como las evidencias que he recogido en todo este tiempo, me han servido, por un lado, para resolver casos que al final tenían una explicación natural o, sencillamente, eran fraudes. También para cuestionar o rechazar hipótesis ridículas y sensacionalistas. Y, por otro lado, para constatar la realidad de fenómenos con un alto índice de extrañeza y protagonizados por personas honestas que no ganan nada inventándose semejantes historias. Reflexionar sobre esas experiencias es decisivo. Nos ofrecen una visión del mundo radicalmente distinta de la que ofrecen la religión y la ciencia ortodoxas. Nos invitan a deconstruir viejos y obsoletos postulados y, por consiguiente, a inferir que la realidad es mucho más compleja de lo que pensamos.

Una de las cosas que he aprendido es que todo intento de racionalizar el fenómeno ovni resulta infructuoso, estéril. El fracaso de la llamada «ufología racional» (?) ha sido estrepitoso. No ha conducido a nada. Bueno, sí, a despojar al fenómeno ovni de su esencia y dejarlo desnudo. Durante las casi siete décadas transcurridas desde el archiconocido caso protagonizado por el piloto Kenneth Arnold, numerosos ufólogos —entre ellos, un servidor— hemos intentado sacar constantes, índices y patrones mediante gráficas y estudios estadísticos, trazando líneas en mapas, clasificando las naves por sus formas y a los ufonautas por su altura y rasgos físicos, buscando correlaciones horarias, valores numéricos, etc. Fue en vano. Los ovnis escapan a toda ley con la que pretendamos encasillarlos. Se rigen bajo otros parámetros (o quizá, bajo otros paradigmas). Indiscutiblemente, hay evidencias físicas. Los ovnis son observados, dejan marcas en el terreno, interactúan con los testigos, son captados por el radar, fotografiados y filmados… En definitiva, hay pruebas abrumadoras sobre su realidad. Pero más allá de su aspecto material, los ovnis poseen un destacado componente subjetivo. Es más, aunque aparentan ser físicos, quizá no lo sean. ¿Entonces qué son y de dónde vienen?

Sabemos que la casuística ovni no se reduce a meros avistamientos lejanos. Cuando uno estudia a fondo los casos de encuentros cercanos, abducciones y contactismo descubre la dimensión tan profunda que poseen estos hechos, considerados por el físico James E. McDonald como «el problema número uno de la ciencia moderna». Curiosamente, la apariencia física de los ovnis queda difusa cuando el testigo entra en contacto directo con los tripulantes. Y surgen elementos oníricos, parafísicos y absurdos. Es más, hallamos una conexión bastante significativa con antiguas manifestaciones del folclore popular (hadas, duendes, íncubos, súcubos…) y con presuntas manifestaciones religiosas, como los ángeles y las apariciones de la Virgen. Pero ahí no acaba la cosa. Hay quien asegura que tras su encuentro ovni comienza a protagonizar fenómenos paranormales y/o a experimentar un desarrollo de las facultades psi. También hay quienes aseguran sentir un despertar de la conciencia. Cuesta, por tanto, pensar que estamos ante visitas de seres procedentes de otros mundos que se han tomado la molestia de llegar hasta aquí para comportarse de la manera en que lo hacen. ¿Qué ganan viniendo desde sus lejanos planetas de origen? Una de dos: o son entidades pertenecientes a otro plano de la realidad —otra dimensión—, o son proyecciones de nuestra mente —o del inconsciente colectivo—, con un propósito que, por el momento, se nos escapa. O, quizá, sea un producto de ambas causas. ¿Quién sabe?

Algo, al menos, tenemos muy claro: hay una inteligencia y una intencionalidad detrás del fenómeno ovni. Aunque más que visitantes, parecen nuestros vecinos. Unos desconcertantes vecinos que desafían el tiempo y el espacio, se manejan perfectamente entre distintas dimensiones e interpretan el papel de modernos dáimones, tratándonos de acuerdo a sus intereses y caprichos, a veces maquiavélicos. En resumidas cuentas, toda su delirante puesta en escena parece deberse a una especie de «gran teatro cósmico», como sostiene el ya aludido ufólogo sevillano Ignacio Darnaude, uno de mis maestros en estas lides.

De cualquier modo, mi única pretensión a la hora de escribir este libro, aparte de presentar las distintas facetas del complejo y controvertido fenómeno ovni y ofrecer mi particular visión del mismo, es motivar al lector interesado seriamente en esta cuestión a que reflexione sobre lo que hemos aprendido durante estos setenta años de ufología, y sea capaz de preguntarse de qué nos ha servido y en qué nos hemos equivocado. Me sentiría satisfecho si, pese a todo, se anima a indagar en otros enfoques alternativos a la hipótesis clásica para desentrañar, si es posible, este fascinante misterio cuya verdad puede que no esté ahí fuera, en las estrellas, sino en nosotros mismos, en lo más profundo de la conciencia humana. Tengamos presente que, como decía el escritor Marcel Proust, «el verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en verlos con nuevos ojos».

En algún lugar de Alicante,

a 15 de marzo de 2016

Primera parte: aspectos físicos del fenómeno ovni

«Yo estoy convencido de que esos objetos existen

y que no son fabricados por ninguna nación de la Tierra.

Por tanto no veo otra alternativa que aceptar la teoría

según la cual su origen es extraterrestre.

La existencia de esas máquinas es evidente

y yo las he aceptado del todo.

Creo que hay gentes en otros planetas

que actúan por medio de los platillos volantes».

Sir Hugh Dowding, mariscal en jefe de la Royal Air Force