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Título original: The Secret of Quantum Living

Traducido del inglés por Miguel Portillo Díez

Diseño de portada: Editorial Sirio S.A. en base a una idea de Guter Punkt.

Composición ePub por Editorial Sirio S.A.

Este libro no pretende diagnosticar, recetar ni tratar. La información que contiene no debe considerarse en modo alguno como un sustituto de los cuidados que pudiera proporcionar cualquier profesional de la salud.

A mi madre, mi amiga de toda la vida.

A mi esposa Martina, la esencia de la inocencia y la chispa de mi vida.

Y a Alfred Schatz y Beate Walker, por sus consejos, apoyo y –sobre todo– por su amistad.

A la memoria del Maharishi, por sus enseñanzas.

Y a Jimmy, un buen compañero.

portada
PORTADILLA

PREFACIO

Hace un par de años desarrollé Quantum Entrainment (QE), un proceso único de exploración del Ser que evita muchas de las trampas del trabajo interior al reducir todas las cosas creadas, físicas y mentales, a su constituyente más básico, la consciencia pura. En principio me concentré en los notables efectos curativos que los seres humanos somos capaces en poner en marcha, pero que rara vez demostramos, mediante un cambio sutil de la consciencia. Escribí La curación cuántica para que todos aquellos que lo deseasen pudieran aprender a curar con el QE. Desde que se publicó, personas de todas las partes del mundo han aprendido y experimentado las alegrías de curar con el QE. Me han asombrado los admirables relatos de sucesos curativos que algunos lectores eufóricos han compartido conmigo.

No pretendía que El secreto de la vida cuántica fuese una repetición o ampliación de lo que ya has aprendido. Quería que este libro descubriese algo nuevo y vital que te enriqueciese la vida de forma amplia y profunda. Al principio no estaba seguro de si podría comunicarte, a ti, lector, las sutilezas del QE puro a través de la palabra escrita. Pero resultó que mi preocupación era infundada. Por parte de quienes leyeron el texto antes de ser publicado, y que practicaron el perfeccionado proceso de QE que aquí se expone, la reacción inicial superó con creces mis expectativas. Tanto los lectores ya iniciados como los neófitos del proceso de QE me confesaron que la lectura de El secreto de la vida cuántica había provocado un profundo cambio en la manera en que vivían sus vidas. Sintieron que en su consciencia se había creado una base nueva y más sólida, cuyo resultado era una disminución del conflicto y un aumento de la confianza, menos discordia y más paz, menor necesidad de tener el control y un mayor aprecio por la vida tal cual es. En pocas palabras, observaron que los impedimentos de sus vidas se apartaban para revelar su bondad interior básica, el resplandor de su Ser.

En El secreto de la vida cuántica descubrirás cómo aplicar el proceso de QE para ayudar a mejorar áreas vitales de tu vida, como podrían ser preocupaciones económicas, asuntos relacionados con la ira y la negatividad en general. El QE también puede mejorar tus relaciones, tu vida sexual, así como tus hábitos alimentarios, de sueño y de ejercicio físico. Aunque en este libro también se tratará el tema de la curación: si estás interesado en aprender el arte y la ciencia del rápido proceso de curación del QE, en ese caso La curación cuántica seguirá siendo la mejor herramienta de trabajo.

El secreto de la vida cuántica se divide en dos secciones, seguidas de apéndices y un glosario. El Apéndice A incluye las preguntas más frecuentes que me dirigen lectores de todo el mundo. Las preguntas te serán de gran ayuda una vez que hayas empezado a integrar el QE en tu actividad cotidiana. El Apéndice B es autobiográfico y cuenta la historia sobre cómo se desarrolló el QE. Normalmente no escribo sobre mí mismo, a menos que el relato sirva para enriquecer la experiencia del lector en algún sentido. Me han preguntado en tantísimas ocasiones cómo llegué a desarrollar el QE que me ha parecido oportuno responder a dicha pregunta en el Apéndice B. Me parece que el Glosario tiene un valor muy importante. Gran parte de la terminología que utilizo es muy normal, pero no aparece definida en su aplicación específica. Puede evitarse mucha confusión si se dedican unos minutos a repasar el Glosario para así conocer las definiciones concretas de palabras y frases en el contexto de mi enseñanza. Aunque en el texto intento definir nuevas palabras y frases, te animo a que recurras a menudo al Glosario hasta que hagas tuya la definición.

En la Sección I, Quantum Entrainment, se te presenta una serie de sencillos y eficaces ejercicios progresivos que culminan en el proceso puro del QE. Por esta razón, te sugiero que te leas la Sección I de principio a fin sin saltarte nada. A aquellos que ya hayan leído El secreto de la curación cuántica, algunas cosas les resultarán familiares. Posee cierto valor a dos niveles. En primer lugar, es necesario que el lector nuevo conozca este material al objeto de que le resulte más fácil aprender y poner en práctica de manera eficaz el proceso de QE. En segundo lugar, es un excelente repaso para aquellos que ya practiquen QE. Este repaso sienta las bases para que los practicantes experimentados aprendan el QE puro, un perfeccionamiento del propio proceso del QE. El QE puro fomenta la expansión de tu consciencia más allá de los límites impuestos para facilitar una expresión integral del QE en la vida cotidiana.

La Sección I ofrece nuevas revelaciones y explicaciones sobre el funcionamiento interior del Proceso del QE que expandirán la mente –y creo que también apasionarán– al practicante avezado de QE. En cuanto a aquellos lectores que se están aproximando por primera vez a esta sencilla y afortunada filosofía... Bueno, creo que les encantará. En esta primera sección, profundizarás en el papel de la Eumoción y su relación con la consciencia pura. También aprenderás acerca de los caminos interno y externo hacia la felicidad, y la manera en que el proceso de QE induce con rapidez estados elevados de consciencia. Hablaremos sobre qué buscar a la vez que tu percepción se vaya perfeccionando de cara a la iluminación.

En la Sección II, Vida cuántica, descubrirás cómo aplicar lo aprendido en la primera parte del libro. Aquí comprobarás el valor práctico del QE puro. La Sección II proporciona los fundamentos para vivir en pura consciencia y brinda la apasionante oportunidad de describir la paz y el gozo de tu Eumoción reflejándose de nuevo hacia ti desde las personas, los objetos y los hechos que foman parte de tu vida cotidiana. Al vivir con QE, uno descubre que la vida mundana está permeada de una sensación de asombro y tranquila expectativa.

Me entusiasma imaginarme el impacto potencial que este libro podrá tener en tu vida y en nuestro mundo. El QE abre la consciencia a nuestro Ser interior de una forma única y eficaz. Al abrir nuestra consciencia interior estamos regresando a la novedad de la infancia con los ojos repletos de maravillas acerca de la belleza ordinaria que impregna nuestras vidas. Nuestro mundo ha estado viviendo en medio de una especie de oscuridad del alma. Nos hemos asomado a la oscuridad exterior en busca de solución cuando la respuesta se hallaba en otra dirección, en la de la luz del Ser. Al abrir este libro, se enciende una vela para hacer frente a esa oscuridad.


Frank Kinslow

Sarasota (Florida)

8 de octubre de 2009

Sección 1

Quantum Entrainment

Capítulo 1

Los milagros

La expectación es el escenario donde suceden los milagros.

Edwin Louis Cole

Sujeto y objeto sólo son uno. No puede decirse que la barrera
que los separa se haya venido abajo como resultado de los
experimentos más recientes en las ciencias físicas,
pues esa barrera no existe.

Erwin Schrodinger

Coloca con suavidad la punta de tu dedo índice en el centro de tu frente. A continuación, pon atención a lo que sientes en ese punto. ¿Qué siente el dedo al apoyarse en la frente? ¿Qué siente la frente al sentir la presión del dedo? ¿Tienes la frente fría o caliente? ¿Tienes la piel seca o grasa? ¿Notas el pulso en la frente? Con tranquilidad pero con claridad, concéntrate en lo que sucede ahí donde entran en contacto el dedo y la frente. Hazlo durante 30 segundos.

Y ahora, ¿cómo te sientes? ¿Tienes el cuerpo algo más relajado? ¿La mente más sosegada? La mente está más centrada, menos dispersa, ¿no es así? Antes de que empezases a leer el párrafo anterior, tu mente se movía más. Puede que te preguntases un tanto ansioso qué ibas a aprender en este libro. O tal vez estuvieras pensando en lo que acababas de comer o en lo que ibas a comer, o reflexionando sobre una conversación anterior con un amigo, o pensando en que debías ir preparándote para tu viaje de la semana que viene. Pero durante este sencillo ejercicio, tu mente estuvo presente. Tu consciencia era simple y directa. Y, como resultado de ello, tu cuerpo se relajó y tu mente se sosegó. ¿Por qué? ¿Cómo puede un ligero cambio de consciencia provocar un cambio tan inmediato y positivo en el cuerpo y la mente?

Bien, me alegra que me hagas esa pregunta. Acompáñame a través de las páginas de este librito sencillo pero profundo y aprenderás a manejar el poder de la consciencia para transformar tu vida en todos los sentidos. Así es. Todos los aspectos de tu vida –salud, economía, amor, trabajo e intereses espirituales– se volverán más entusiastas y completos; lo único que debes hacer es aprender a ser consciente. Y a propósito, aprender a ser consciente es la cosa más simple que puedas imaginar.

Aprendiendo a ser consciente, a permanecer atento, de la manera adecuada, podrás curar dolencias físicas como esguinces de rodilla, dolores de cabeza, indigestión y dolor articular; mitigar preocupaciones emocionales como celos, amargura, ansiedad y miedo; y tomar las riendas de tu economía, tus relaciones e incluso tu vida sexual. También funciona con las mascotas. El proceso que te enseñaré es sencillo, científico, fácil de aprender y de eficacia inmediata. No requiere que te sientes a meditar ni que flexiones el cuerpo adoptando posturas incómodas, ni tampoco que fuerces la respiración de ninguna manera. No tienes que apuntarte a un grupo ni pagar cuotas. Ni siquiera es obligatorio que creas en ello para que funcione. Está más allá de las creencias. Es el Quantum Entrainment (QE) y está abriendo corazones y mentes por todo el mundo al poder armonizador de la consciencia pura.

¿Te interesa? ¿He conseguido que por un momento te olvides de ese bocata y que te limpies la mayonesa de las comisuras de la boca? Bien. Lo único que necesitas para que el QE funcione es atención. Nada más. Así de sencillo. Te enseñará a alejarte de la mente plagada de pensamientos y multidireccional para dirigirte hacia un sosegado mar de consciencia pura, de manera que puedas experimentar de primera mano la liberación de la agitación mental y la locura emocional. Tal y como dice el Bhagavad-Gita: «Un poco de consciencia pura alivia el alma de un gran temor». Tienes la sabiduría de los antiguos en tus manos, en el interior de las páginas de este libro.

Hasta el momento no he hecho más que afirmaciones muy serias, pero no me habría atrevido si no pudiera respaldar mis palabras con hechos igualmente serios. Así pues, creo que ya he hablado bastante por el momento. Me gustaría que experimentases el notable efecto que puede tener concentrar la consciencia pura en tu cuerpo. Sigue atentamente estos pasos y te asombrarás ante lo que ya eres capaz de conseguir... Y eso no será más que el principio.

El ejercicio del dedo que crece

Mantén la mano en alto, con la palma mirando hacia ti y busca la línea o arruga horizontal que discurre por la parte baja de tu mano, por encima de la muñeca. Localiza la misma arruga horizontal en tu otra mano. Coloca ambas muñecas juntas de manera que las dos rayas se alineen exactamente. A continuación, junta con cuidado las palmas y dedos. Las manos deben alinearse perfectamente adoptando la postura de oración.

Procura que ambos dedos corazón estén en línea. Deben tener la misma longitud, aunque tal vez uno sea algo más largo que el otro. Para este ejercicio deberás elegir el más corto. Si tus dedos son iguales, podrás hacerlo con uno o con otro. Como prefieras.

Separa las manos y apóyalas sobre la mesa o en tu regazo. Fíjate, y hazte consciente del dedo corazón elegido y piensa: «Este dedo crecerá». No muevas el dedo. Sólo hazte muy consciente de él. Permanece así durante todo un minuto. No tienes que volver a decirle que crezca. Basta con una vez. Sólo has de proporcionar lo que necesita para realizar la transición: atención concentrada. Ese dedo debe tener toda tu atención durante todo un minuto. ¡Eso es todo!

Cuando haya transcurrido ese minuto, vuelve a medir la longitud de los dedos utilizando como guía las líneas de las muñecas, igual que has hecho antes. ¡Listo! ¡Tu dedo ha crecido! Es asombroso. Es como un pequeño milagro. Sin embargo, san Agustín nos enseñó que los «milagros no suceden en contradicción con la naturaleza, sino sólo en contradicción de lo que se conoce de la naturaleza». Así pues, vete acostumbrando. Irás creando pequeños milagros cada día una vez que «conozcas» el secreto de la consciencia.

Antes de realizar el ejercicio del «dedo que crece», te explicaste a ti mismo lo que deseabas que sucediese, ¿verdad? Sólo pensabas en una cosa: «Este dedo crecerá». Y entonces sucedió, sin que tuvieras que hacer ninguna otra cosa de tipo físico ni mental. El único ingrediente que añadiste fue consciencia. Eso es lo único que necesitamos para hacer cualquier cosa. Ya sé que resulta difícil de creer, pero es cierto y te lo habrás demostrado a ti mismo cuando acabes de leer este libro. La consciencia es la fuerza motriz de todo lo que sabemos, vemos y sentimos, y una vez que seas consciente de ello, tu vida fluirá sin esfuerzo como un río que fuese a desembocar en un mar repleto de posibilidades.

Ahora volvamos a pensar en el momento en que te diste cuenta de que te había crecido el dedo. ¿Qué sentiste en ese instante? ¿Sorpresa? ¿Tuviste una sensación de asombro y maravilla? Ese es el efecto que produce un milagro en nosotros, ¿no es así? Nos despierta de nuestras ensoñaciones. Durante un instante nos sentimos conmovidos, apasionados e inspirados. ¿No sería maravilloso que pudiéramos vivir nuestras vidas en un constante asombro, como niños inocentes explorando el mundo con los ojos bien abiertos? Pues adivina. Podemos. Albert Einstein descubrió este secreto: «Sólo hay dos maneras de vivir tu vida –dijo–. Una es como si nada fuese un milagro. La otra es como si todo fuese un milagro».

Bien, pues ahora permíteme que pase un minuto más concentrado en esta sensación de asombro, porque es una pieza muy importante del rompecabezas de la vida. Esa sensación de asombro o maravilla es lo que denomino una Eumoción. Una Eumoción es la prueba de que nos hemos sumergido en las aguas de la consciencia pura y de que hemos vuelto a emerger bañados en su influjo regenerador y armonizador. La Eumoción es una parte vital del aprendizaje sobre cómo ser dueños de nuestra propia vida sin hacer nada. La Eumoción siempre sienta bien, así que acostúmbrate a la idea de llenar tu vida cada vez con más paz, amor y alegría. Después pasaremos a comprender y experimentar algo más la Eumoción. Siguiendo las sencillas instrucciones que aparecen en las páginas de este librito, obtendrás las herramientas y las revelaciones necesarias para transformar las vidas de tu familia, amigos e incluso de personas desconocidas. En cuestión de segundos podrás entrar en contacto con ellas de una manera profunda y para siempre. Y al hacerlo, en cada ocasión también te transformarás a ti mismo. No podría ser de otro modo.

Eso es lo que te prometo. Aprende el Proceso del QE y llévalo a cabo tal y como se presenta aquí y no tardarás en descubrir notables cambios en todas las áreas de tu vida. Algunos cambios son previsibles, pero la mayoría serán como un regalo inesperado. La alegría te sorprenderá sin cesar y tu paz interior te sosegará. Toda tu vida será exactamente igual que antes, y sin embargo, te notarás más afectuoso y animado. Tus amistades se darán cuenta de que has cambiado, de que estás más presente y eres más generoso. Por tu parte, ahora afrontas los problemas –los altibajos que acosaban y definían tu vida anterior– con una aceptación interior que les permite fluir con facilidad de dentro a fuera sin hallar resistencia. La paz interior es la regla en lugar de una excepción deseada y raramente experimentada. Tu vida interior cambiará enormemente aunque por fuera nada dé la impresión de haber cambiado, excepto tal vez por esos hombros relajados y unos andares cómodos y seguros, y sobre todo, por esa chispa traviesa en tu mirada. Luego, al cabo de poco tiempo, mirarás hacia atrás, a tu vida, y pensarás de ti mismo: «Soy un milagro».

Capítulo 2

Cómo ser feliz

La falta de tiempo es la mayor carencia de nuestro tiempo.

Fred Polak

Una sola vela puede prender miles de velas, y no por ello verá
acortada su vida. La felicidad nunca disminuye al ser compartida.

Buda

Si preguntas a diez personas qué significa «vivir en el ahora», obtendrás diez respuestas diferentes. Igual que ocurre con el tiempo, todo el mundo habla de ello pero nadie parece hacer gran cosa al respecto. Tal vez se deba a que muchos de nosotros no estamos ni siquiera seguros de lo que significa «vivir en el ahora» ni de qué beneficios podría aportarnos.

A primera vista, parecería que definir «el ahora» tendría que ser algo fácil, pero resulta que no. Podrías decir: «Ahora es ahora» y olvidarte del tema. Serías un tipo listo. Pero si rascamos un poco bajo la superficie del «qué es ahora» se revela un amasijo de retorcidos gusanos racionales pero inmanejables, dispuestos a confundir tanto al científico como al filósofo. De hecho, se dice que la búsqueda de la consciencia del presente y la esquiva paz interior que se supone que reporta, ha desconcertado a la humanidad desde la aparición de la primera chispa de consciencia de sí mismo en los ojos de la humanidad.

Nuestros cuerpos-mentes evolucionaron gracias a tensiones a corto plazo, como el mal tiempo inesperado, escaramuzas menores con tribus vecinas y el ocasional ascenso a un árbol alto para no ser devorados por un tigre de dientes afilados. Los cazadores-recolectores prehistóricos sólo trabajaban tres o cuatro días a la semana para conseguir los víveres que permitían la supervivencia. Intercaladas entre esos días de acontecimientos estresantes, había jornadas de socialización ociosa con otros miembros del clan, paseos a orillas del lago y horas observando el paso de las nubes tendidos boca arriba sobre el suelo.

Si pudiéramos elegir una palabra que definiese la vida de los seres humanos modernos, tendría que ser «frenética». ¿Cuándo, en la historia documentada, hemos estado tan predispuestos a una actividad tan incesante? Nos estamos volviendo locos. Sesenta o setenta años no es tiempo suficiente para que nuestros nervios, huesos y cerebros se adapten a la creciente actividad y estrés a los que nos empuja la vida moderna. Nuestros cuerpos-mentes necesitaron generaciones de tranquila evolución para prepararnos para el «machaque» que significa la vida en el siglo xxi. Se crearon para una existencia más pacífica y contemplativa.

Esa naturaleza contemplativa desarrollada por nuestros antepasados sigue en nosotros, codificada genéticamente en las células, esperando pacientemente a ser redescubierta. Es una voz siempre presente aunque frágil, que se esfuerza por hacer frente a la escalada de actividad de la locura moderna. Si nos paramos un momento a escuchar, podremos oírla suplicar: «¡Frena, frena y disfruta! Deja que el mundo pase de largo durante unos pocos minutos». Esa voz puede escucharse, no como un eco procedente de nuestro pasado ni reflejada en las esperanzas y temores de nuestro futuro imaginario, sino ahora mismo. Y eso nos trae de vuelta al ahora.

Creemos que si nos tomamos algún tiempo para no hacer nada, lo estaremos desperdiciando. Pero esta cuestión no trata de cantidad sino de calidad. Mirar hacia el interior rejuvenece la mente y el cuerpo de tal manera que los armoniza con el mundo exterior. Tomarse tiempo para soñar o meditar compensará con creces el tiempo «perdido», convirtiéndolo en energía y creatividad renovadas.

La actividad cotidiana es inevitable, y aunque retirarse del mundo para meditar sea beneficioso, estaremos pasando por alto una verdad superior. Hemos asumido erróneamente que no podemos ser activos y estar sosegados a la vez, al mismo tiempo. Pero resulta que podemos ser activos por fuera mientras estamos sosegados por dentro. Sí, puedes nadar y guardar la ropa. Por el hecho de ser humano, en realidad puedes rejuvenecer mientras vives; puedes mantener un estado de paz interior sosegado mientras te implicas en tu rutina diaria.

Imagínate un hombre tendido de espaldas en el suelo mirando las estrellas. Lleva así bastante tiempo y su mente es como el tranquilo vacío del espacio. No es la mente de un emprendedor o un obrero cualificado. Este hombre tal vez no sepa cómo abrir una puerta, comer sopa con una cuchara o saludar de un modo cortés. Y no obstante, está totalmente atento y lleno de una confianza y una tranquilidad que antes estuvo reservada a los santos y a los grandes maestros espirituales. Ese hombre murió hace millones de años, envuelto en pieles de animales y fue llorado únicamente por un puñado de personas como él: los miembros de su clan. Su vida contemplativa constituye un marcado contraste con la de sus descendientes actuales, cuyos pensamientos reflejan un nido de serpientes retorciéndose a partir del primer destello de consciencia por la mañana hasta el último suspiro nocturno, cuando el silencio del sueño le libera y le prepara para la embestida del día siguiente.

Nuestro antepasado era básicamente igual que nosotros. A efectos prácticos, era uno de nosotros. Si naciese hoy y se criase en una familia de clase media, no creo que fuese posible identificarle entre sus primos contemporáneos. Pero ahí radica el problema. Las fuerzas que forjaron su gran cerebro y que enderezaron su cuerpo no son las que conoce el hombre moderno de la actualidad... Ni mucho menos. Nuestros cuerpos y mentes, formados antes de que se inventase el tiempo, se ven hoy sometidos a fuerzas extrañas y desconocidas para los pueblos de la antigüedad. Contaminación, trabajos muy estresantes, la presión del pluriempleo, una altísima tasa de divorcio, las horas sentados frente a un ordenador y la necesidad de digerir nuestra ración diaria de noticias negativas procedentes de todo el mundo eran causas de estrés absolutamente desconocidas para nuestros antepasados, a las que no tuvieron que enfrentarse ni siquiera hace un siglo.

Decir que hemos creado un mundo desenfrenado es una obviedad. Nos vemos impulsados por una insaciable necesidad de llenar cualquier vacío. El conocimiento es el nuevo dios. Estamos convencidos de que si sabemos algo sobre cualquier cosa, entonces poseemos esa cosa, la podemos controlar. Y si no podemos controlar una cosa, o bien la podemos usar para ampliar nuestro conocimiento y aumentar el control o bien para protegernos de cualquier perjuicio, tanto real como imaginario. Así que nuestro pensamiento colectivo se parecería a lo siguiente: si aumentamos nuestro conocimiento acerca de algo, podemos aumentar nuestro control sobre ello. Si aumentamos nuestro control sobre algo podemos utilizarlo para ampliar nuestro conocimiento o eliminarlo como una amenaza para nuestra seguridad y nuestra incesante búsqueda de conocimiento. ¿Ves la sutil demencia íntimamente trenzada en el tejido de nuestro pensamiento?

La cuestión que deberíamos plantearnos no es: «¿Cómo puedo obtener más control?», sino: «¿Cómo puedo liberarme de la necesidad de controlar?». Más allá de las necesidades básicas de supervivencia y bienestar, ¿por qué necesitamos ganar más dinero, conducir un coche más veloz o sentirnos obligados a compartir nuestros problemas con el cajero del supermercado? Abraham Maslow diría que tenemos una necesidad psicológica de controlar, y estaría en lo cierto. Pero eso nos lleva a la pregunta: «¿Qué es lo que provoca esa necesidad psicológica de control?».

La necesidad de controlar procede de la sensación de que el control es imprescindible. Es decir, nos sentimos descontrolados. La sensación puede ser consciente o no. De hecho, la mayor parte del tiempo no lo es. Pero esa necesidad sutil e inconsciente de controlar alimenta la mayoría de nuestros deseos más allá de la mera supervivencia y el bienestar básico (soy consciente de que este modelo es una simplificación excesiva de las intrincadas interacciones psicológicas que rebotan entre nuestras orejas, pero sigue este hilo argumental durante un rato y veremos adónde nos conduce).

El ego se expresa de una de las dos maneras. Puede estar tranquilo, sentirse expandido y completo. Así es como lo experimentas cuando observas profundamente un cielo cuajado de estrellas o cuando te despiertas y te sientes en armonía, sientes que en el mundo todo está bien como está. La otra expresión del ego es la que experimentamos en el 99% de las ocasiones. Y es que el ego se siente vacío e intenta llenar ese vacío reuniendo a su alrededor las cosas y las personas que le hacen sentirse colmado temporalmente.

Esa es la palabra clave: «temporalmente». No parece que seamos capaces de aplacar al ego de modo permanente, ¿verdad que no? Cuando nos compramos un coche nuevo, nuestro ego queda satisfecho hasta que vemos un arañazo en la puerta o hay que pagar el primer plazo. Cuando estamos a punto de pagar la última letra, lo único que queremos es deshacernos de ese coche y adquirir otro nuevo. Coche nuevo, trabajo nuevo, alimentos nuevos, más dinero, más tiempo, más amor; nuestros egos buscan inagotables experiencias cada vez más nuevas, en un esfuerzo inútil de ahogar esa diminuta y débil voz que procede de algún lugar en nuestro interior y que no deja de murmurar: «Sigo sin estar lleno».

Podrías pensar que esa sensación de vacío no es una buena cosa, pero lo cierto es que sí lo es, de la misma manera que el dolor físico es algo bueno porque si no sintiésemos dolor, no sabríamos que algo anda mal. Imagina que tuvieses un déficit neurológico o la enfermedad genética de la anhidrosis, y no sintieses dolor (anhidrosis significa en realidad la incapacidad de sudar que acompaña la incapacidad de sentir dolor). No podrías beber ni comer nada caliente, y si lo hicieras, no sabrías si te estás mordiendo la lengua junto con el bocado que estás tragando. No sabrías si desarrollas síntomas de congelación al dar un paseo por el parque, o si sangras al darte un golpe en la cabeza con el armarito del rincón. El dolor es una señal de aviso natural que nos indica que algo no marcha bien. Lo mismo ocurre con la sensación de vacío. Es una señal de aviso de que lo que estamos haciendo no va a solucionar el problema.

Intentamos y llegamos a ahogar esa vocecita que no deja de recordarnos de mil maneras que falta algo. De hecho, el ser humano moderno demuestra una gran inventiva a la hora de descubrir maneras de acallar esa voz interior. La tecnología es nuestra principal herramienta, que se presta de buena gana a la mentalidad de «enganche» que hemos desarrollado a fin de satisfacer nuestro apetito insaciable de más. El ordenador frente al que estoy sentado es un ejemplo perfecto. Funcional, sí, pero también –cuando me «engancho» a Internet– uno de los juguetes más potentes inventados por la humanidad. Ir de compras es otro. ¿Cuántos de nosotros no hemos comprado algo que en realidad no necesitábamos? ¿Cuántos nos acordamos de aquel famoso talismán? ¿Cuántos seguimos conservando uno? Vamos, vamos. Confiesa. Después de haber pagado una buena suma por uno, resulta difícil tirarlo así como así. Me apuesto algo a que sigues teniéndolo en el trastero o en algún otro sitio.

Nos «enganchamos» a diversiones para distraer nuestra atención y alejarla de esa sensación de vacío, soledad y pérdida. Compras, comidas, deportes de riesgo, sexualidad, televisión... Una lista interminable. Ni siquiera podemos disfrutar de los frutos de nuestros esfuerzos porque casi de inmediato se abre paso en nuestros cerebros el deseo de un modelo más grande y mejor. Nunca acabaremos de llenar el abismo de vaciedad intentando llenarlo de cosas, pensamientos y emociones. Eso sería como pegarle una cinta negra al indicador del nivel de aceite para que la luz roja no nos recordase constantemente que nos falta. Vacío, aburrimiento, inquietud y ansiedad –como el dolor físico– son luces rojas de advertencia. Intentan avisarnos de que algo marcha mal. Intentan decirnos que la actividad externa no nos asegura la paz interior. No hemos dejado de dirigirnos al exterior para conseguir cada vez más cosas, pero la respuesta se encuentra en la otra dirección.

Así pues, ¿cuál es el problema? ¿Por qué sentimos un estímulo imparable de conseguir y adquirir cada vez más? El problema es que no necesitamos más. Necesitamos menos. De hecho, necesitamos menos que menos. No necesitamos nada. Ya sé que suena fatal, pero es cierto. Así es como funciona.

La física cuántica nos dice que la vida tiene dos caras: 1) el campo de forma y energía, y 2) la Nada de la que todo procede. En realidad, la física cuántica no fue la primera en señalarlo. Textos espirituales como los Vedas o las Upanishads, las escrituras taoístas y budistas, y la doctrina cristiana hacen todos referencia al vacío que existía antes de la creación. Entonces ¿qué pasa? Pues que resulta que la Nada no está vacía. Pon atención ahora, porque es cuando esto se pone interesante. Todas las cosas de la creación –el polvo de estrellas y la antimateria, así como las mariquitas y los dulces sueños– existen en el mundo relativo de forma y energía. Rodeando e interpenetrando el campo de la forma está la Nada. La Nada dispone de todos los componentes básicos para colmar nuestra existencia cósmica con una infinita multiplicidad de cosas, pero como Nada, todavía no han tomado forma.

¿Cómo sabemos que la Nada existe? Bien, tanto los sabios como los científicos nos dicen que está ahí. David Bohm, un teórico de la mecánica cuántica, al que Einstein consideraba su heredero intelectual, llamó a la Nada el «orden implicado». Los dos primeros versículos del Génesis no dejan lugar a dudas: «Al principio... el mundo carecía de forma y era vacío». El eco de la Nada también se oyó hace más de 3.000 años en la primera línea de la Taittiriya-Upanishad: «Al principio, el mundo no era».

Pero, la Nada no permaneció inactiva y se dedicó al asunto de la creación. Su primera actividad fue pensar. Y su primer pensamiento fue acerca de sí misma. ¿Qué otra cosa podía pensar? Ese primer pensamiento creó la sensación de Ser, esa esencia ilimitada que conoces como «Yo». Luego la Nada pensó en todas las cosas realmente extraordinarias que podría crear. Entonces fue cuando la Nada se convirtió en algo. El Génesis sigue diciendo: «Y el Espíritu de Dios se movió sobre las aguas. Y Dios dijo: ‘‘Que se haga la luz; y la luz se hizo’’». La Taittiriya-Upanishad también asegura: «De la inexistencia llega la Existencia. De sí misma, la Existencia creó al Ser. Por eso, se denomina hecho a sí mismo». Ya lo ves, esta idea de la Nada que todo lo crea lleva años circulando. Y es por una razón.

Cuando se añade la idea de la Nada a la experiencia de la Nada, produce un efecto muy notable en nosotros. Acaba con el sufrimiento. Así es. La Nada elimina la angustia, la desdicha y el desasosiego. Equilibra cualquier tipo de discordia y fortalece el cuerpo y la mente. Es una auténtica panacea que cura cualquier enfermedad y locura de la humanidad. Y lo hace sin esfuerzo, eliminando la necesidad de luchar y esforzarse. Es lo que hay. Así que, cuando el ego asoma en busca de satisfacción a través de una nueva relación o un coche nuevo, sería mejor que se llevase a la Nada o acabará con algo que no quiere: sufrimiento.

¿Qué tontería, verdad? Creemos que necesitamos reunir a nuestro alrededor más posesiones y amistades para sentirnos completos. Pero como bien sabemos todos, todo lo que se puede ganar, también se puede perder. Todos sabemos de gente que ha perdido fortunas y amigos que en una ocasión creyeron que tendrían para siempre. El sufrimiento no lo provoca la pérdida, sino, más bien, el temor a perder y el anhelo de su regreso. Las cosas y la gente no son el problema. El apego a ellas de la mente es lo que crea el sufrimiento. La mente se aferra a cosas porque desconoce el valor de la Nada. Si no tienes Nada, no tendrás nada que perder. Creo que esta última frase requiere de un poco de explicación.

Observémosla en términos de paz. Cuando nos sentimos en paz, no sufrimos, ¿verdad? La paz y el temor no pueden coexistir. Una mente sosegada no puede abarcar el sufrimiento. Son diametralmente opuestos. No es que la paz expulse al temor y el sufrimiento: lo que ocurre es que no les permite existir en esa atmósfera propicia. La paz no es terreno fértil para el miedo. Tal vez comprender un poco mejor la paz nos serviría para cuando tengamos que hacer frente al sufrimiento.

¿Qué es la paz? Si la consideramos como una expresión de mayor o menor actividad mental, diríamos que paz es menos actividad, ¿verdad? Piensa que observar una puesta de sol o sentarte en un tronco en el bosque es algo opuesto a discutir con tu jefe.

Puedes estar en paz aunque tu cuerpo esté activo. Los corredores de largas distancias suelen hablar de sentir paz interior aunque su cuerpo se esfuerza de lo lindo. La cuestión es que la verdadera paz es la que se refleja en una mente sosegada, independientemente de lo que haga el cuerpo.

Así pues, podríamos decir que cuanta menos actividad mental hay, más paz interior refleja. De ser así, entonces también podríamos decir que la falta de actividad es la paz absoluta. La actividad es energía, y la inactividad es ausencia de energía. La ausencia de energía es la Nada. Por lo tanto, la Nada es paz absoluta. Qué inteligente, ¿verdad?

El ego siempre intenta añadir algo para realzar su existencia. Cree que más educación, mejor salud o más dinero crearán la paz y lo liberarán de la ansiedad. El problema es que añadir cosas es añadir energía, y añadir energía, como ya sabemos ahora, es algo que se opone a la paz. Esta es una cuestión muy importante. Si hallar paz fuese un proceso matemático, debería incluir la resta, no la suma. Pensemos un minuto en sustraer cosas de nuestra vida. ¿No te notas ya algo menos ansioso cuando piensas en no tener que ir a trabajar o incluso en no tener que irte de vacaciones? Incluso las buenas experiencias, como las vacaciones, pueden causar estrés. ¿En cuántas ocasiones has regresado de las vacaciones y has sentido que por fin podías descansar? Bien, pues ahora llegan las buenas noticias. He descubierto una manera con la que puedes mantener tu vida activa y seguir conservando una mente sosegada: igual que el corredor cuyo cuerpo está muy activo pero su mente permanece tranquila. Requiere un poco de práctica, pero los resultados son inmediatos y estimulantes. Una vez que aprendas el sencillo proceso del Quantum Entrainment (QE), podrás curarte a ti mismo y a tus amigos, sin esfuerzo, de la aparente discordia de la vida cotidiana.

Matemáticamente, el proceso del QE opera por sustracción. Le ofrece a tu mente menos, menos y menos hasta que no queda Nada. Entonces –y esta es la parte buena de verdad– mantiene tu mente en ese nivel delicadísimo de creación, en el que mora tu Ser interior, mientras que al mismo tiempo le permite flotar suavemente de regreso al ajetreo de la vida cotidiana. Se tiene un pie en cada mundo, absorbiendo simultáneamente de los dos. Esta es tu clave para revelar la paz y eliminar el sufrimiento. ¿Ves qué fácil es? Una vez que aprendas este sencillo proceso en dos pasos, podrás crear paz y armonía vayas donde vayas y hagas lo que hagas. Podrás mejorar tus relaciones así como tu salud física y emocional, tu economía, rendimiento deportivo y búsquedas espirituales; incluso podrás ayudar a otros a hacer lo mismo. ¿Te parece increíble? Sencillamente sin hacer Nada activas oleadas curativas de cambio que no sólo crearán ondas en tu propia vida sino por toda la creación. ¿Estás empezando a ver el poder y el potencial de este proceso fluido e inocente? (Nota del autor: está más allá del espíritu y del alcance de este libro aventurarse demasiado en el fascinante estudio del funcionamiento de la vida y del vivir. Pero si te interesa profundizar más en esas y otras ideas parecidas, consulta Beyond Happiness: How You Can Fulfill Your Deepest Desire, de este mismo autor).

Creo que ya he hablado bastante sobre el ego, la paz y la Nada. Es hora de que te ofrezca la oportunidad de experimentar la Nada, de manera que lo que llevo escrito hasta ahora tenga algún sentido para ti. En realidad, no experimentarás la Nada. Como la mente sólo puede conocer formas como «pensamiento» y «emoción», y traducir lo que los sentidos captan del mundo exterior, ésta no puede experimentar directamente la Nada. La mente necesita una estructura a la que aferrarse. La Nada es informe y como verás (en realidad no lo verás), la Nada carece de cualquier experiencia. Así que vamos a ello, ¿te parece?