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Índice

1. Los primeros indicios de esta planta medicinal

2. Recomendaciones a la hora de comprar limones

3. Del limón también se aprovecha todo

4. El limón y la prevención de enfermedades

5. Remedios para cada enfermedad

6. El limón y la cosmética natural

7. El limón en la cocina

La curación por el limón

La curación por el limón

Horatio Derricks

© 2017, Horatio Derricks

© 2017, Redbook Ediciones, s. l., Barcelona

Diseño de cubierta e interior: Regina Richling

ISBN: 978-84-9917-457-0

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1. Los primeros indicios de esta planta medicinal

En la historia de la humanidad el limón ha sido sin duda uno de los más frutos más utilizados. Su historia se remonta a algo más de 4.000 años de antigüedad. Paleobotánicos encontraron los primeros indicios de su existencia en el sudeste asiático y en el nordeste de India, cerca del Himalaya, pero también se sabe de la presencia de limoneros en los valles del Tigris y del Éufrates. Los arqueólogos descubrieron restos de zumo de limón en las paredes pintadas del Valle de los Reyes, lo que quiere decir que el limón y su jugo se usaban en el embalsamamiento de las momias.

El limón era para los antiguos egipcios una medicina apta como afrodisíaco que también servía para curar los cólicos y la fiebre. En aquellos tiempos, y aún hoy en ciertos puntos del este de Turquía así como del Medio y Cercano Oriente, se cree que consumir Iimones y su propio jugo es una eficaz protección contra muchos venenos. Algo que modernas investigaciones han revelado como cierto.

Los limones como ofrenda de sacrificio: el limón gozaba de gran aprecio en el antiguo Egipto; por eso a menudo se encuentran, junto con higos y dátiles, al Iado de las tumbas.

Alejandro y las manzanas persas

Se supone que los antiguos griegos conocieron los limones a través de Aleiandro Magno, rey de Macedonia, quien los traía de sus grandes conquistas en territorio persa, ya que los llamaban manzanas persas.

Plantaron limoneros en sus olivares porque creían que así se contenían las plagas. Usaban el zumo del fruto maduro como conservante de alimentos, como desinfectante y como limpiador del agua de fregar -tanto los platos como el suelo- y además lo usaban como tratamiento para diferentes dolencias cotidianas y enfermedades.

Los romanos y la cocina refinada

El limón pasó de los griegos a los romanos, que en un principio lo usaban poco más que para alejar las polillas de sus prendas de lana. Fueron los esclavos persas quienes les enseñaron a utilizarlo para refinar platos culinarios y preparar bebidas refrescantes.

Los romanos se hicieron eco de ello y lo promocionaron como ingrediente principal en su cocina de campaña, extendiendo así su uso por los territorios que conquistaron: España, Francia, norte de Italia e incluso por el norte de África.

¿El fruto del mal?

A aquella época en que el limón se apreciaba como medicina para curar enfermedades y para refinar platos de cocina, le siguió un período corto de la baja Edad Media en el que fue proscrito como el fruto del mal e incluso se le llegaron a atribuir efectos nocivos y hasta venenosos. Este pensamiento erróneo no duró mucho tiempo y al poco, gracias a los marineros españoles y portugueses, se expandió su uso por todo el orbe. Cristóbal Colón plantó en 1493 los primeros limoneros en Haití, desde donde se extendieron con rapidez por todas las islas del Caribe. En 1579 se descubrieron los primeros limoneros del Nuevo Mundo en Santa Agustina (Florida). Su proceso de expansión era imparable hasta que en el año 1894 una helada intensa los aniquiló a todos. Unos veinte años antes ya se habían introducido en California nuevas especies de este árbol que colonizaron todo el oeste de los Estados Unidos.

En el barroco, tanto el limonero como el naranjo fueron los árboles de moda que decoraban los jardines simétricos de los reyes y emperadores. Edificios preciosos como la Orangerie en París fueron construidos como invernaderos para su conservación durante los meses más fríos.

Hoy en día es impensable hablar de cocina, de cosmética y sobre todo de medicina natural prescindiendo del limón. En este libro hemos agrupado para usted diferentes sugerencias y consejos acerca de las posibilidades de estos frutos ácidos: platos suculentos, bebidas refrescantes, cremas conservantes y baños olorosos, tés calmantes y zumos vitamínicos. Además, usted sabrá todo lo que se le puede pedir a este fruto pequeño y cómo actúan sus sustancias en el organismo humano. ¡Utilice la fuerza natural que tiene el limón!

2. Recomendaciones a la hora de comprar limones

Las mayores extensiones de limoneros en el mundo se encuentran en el este de Estados Unidos, España, Italia y Grecia. En su conjunto producen más de 3,5 millones de toneladas de limón al año, más de la mitad de la cosecha mundial. Hoy se pueden encontrar limones todo el año. Con tal de poder aprovechar al máximo las propiedades de este producto debe usted tener en cuenta las siguientes recomendaciones de compra.

Reconocer un buen limón

Los limones maduros se reconocen porque su piel es de un color amarillo claro y brillante y no son duros como una piedra. Si muestra manchas de color verde y tiene un color mate es que el limón no está del todo maduro.

Un limón está demasiado maduro cuando se vuelve muy blando y su piel adquiere un color amarillo pardo, tiene callosidades, se apergamina, se arruga e incluso tiene desgarros. La experiencia dice: cuanto más pálido sea el amarillo de su piel, más ácidos son los frutos. Si alguien prefiere un limón algo más dulce deberá elegir limones con un vivo color amarillo.

El frecuente bombardeo de los limoneros con productos químicos para protegerlos de las plagas hace aconsejable la compra de limones sin tratar. Lo mejor es comprarlos en tiendas biológicas. Para mayor seguridad se los puede lavar con un chorrito de lavavajillas y agua tibia antes de aclararlos.

No es cierto que el tamaño del limón sea decisivo para obtener más zumo. Los limones pequeños de piel fina son más ricos que aquellos con piel gruesa y relativamente poca pulpa.

Conservar los limones

Los limones pueden permanecer a temperatura ambiente entre ocho y diez días sin merma alguna. Si se quieren almacenar más tiempo, es preciso ponerlos en la nevera. De todas maneras nunca deberán ponerse muy amontonados, sino en sitios donde les dé el aire por todos los lados, por ejemplo, en un pequeño cesto. En este caso, los limones podrán durar sin problemas hasta un mes.

Los limones se pueden también congelar hasta un año; para ello se pone el zumo en cubiteras de donde dispondremos de las cantidades deseadas. Una vez descongelado, el jugo tiene un gusto como de zumo recién exprimido. Pueden pelarse trozos de limón y hacer porciones, envolverlas al vacío y ponerlas en el congelador. La pulpa ya no será tan olorosa o por lo menos no tan apta, ya que una vez descongelada se vuelve algo esponjosa y su uso en la cocina se restringe. Congelaremos limones enteros e incluso sin pelar siempre que después los destinemos a hacer zumo. Una vez descongelados, estos se vuelven blandos y se exprimen muy fácilmente.

Quien a menudo utilice el limón para refinar sus platos de cocina, y desee tener provisiones, puede conservarlos durante más de un año en el congelador.

Exprimir el limón

Para extraer el zumo de un limón es preciso que esté caliente o a temperatura ambiente. Su jugo se concentra en un tejido formado por unas pequeñas cámaras parecidas a saquitos. Solo poniendo el limón sobre el exprimidor veremos salir automáticamente su jugo.

Ponga los limones sobre una superficie dura y hágalos rodar de un extremo a otro presionándolos fuertemente. Al frotar y restregar con un exprimidor corriente se abren las paredes de los saquitos. Se conseguirá más zumo si antes de exprimirlos se ponen los limones en agua a una temperatura de 40-50 ºC. De esta manera de un limón grande se pueden llegar a conseguir dos o tres cucharadas soperas de zumo.

Cómo usar la piel

Una vez comprados los limones en una tienda de productos biológicos, podrá utilizar su piel para cocinar deliciosos platos (véanse las recetas expuestas en páginas posteriores). Para prepararlos, deberá pelar el limón, aún sin congelar, con un cuchillo de pelar verduras. Tenga cuidado de no cortar demasiado profundo y de no llevarse parte de la segunda piel blanca de gusto muy amargo que puede arruinar el sabor de sus platos. La piel debe estar cortada en tiras que deberemos poner a secar sobre una hoja de papel parafinado durante dos o tres días. Después se introducen en una bolsa de lino o algodón que colgaremos en un lugar aireado y seco. Las pieles se secan más deprisa en un horno, para lo que se ponen al revés y se calientan a baja temperatura de cuatro a seis horas y con la puerta entreabierta. Antes de proceder a su uso como piel fresca se las empapa en agua. No importa que las pieles se hayan rallado; el proceso es muy similar: el polvo se seca de la misma manera y se conserva en botes.

Una vez se ha rallado la piel, los limones deberán consumirse cuanto antes. Sin la protección de su piel acogen de inmediato mohos que los malogran, y entonces se tendrán que tirar.

Con cierto gusto a limón

La citronela o hierbalimón (Cymbopogon cifratus), procede del sudeste asiático y pertenece a la familia de las plantas del regaliz, que al mascarse tienen cierto gusto a limón. En ella se encuentran aceites esenciales curativos que tomados en infusión actúan contra las dolencias estomacales e intestinales acompañadas de fiebre, diarrea, falta de apetito e intranquilidad nerviosa. Una vez untados estos aceites, alivian dolencias como el lumbago, enfermedades reumáticas, esguinces y luxaciones. Su poder curativo puede combinarse perfectamente con el del limón.

La melisa (Melissa officinalis) es una planta que de hecho no proviene del limonero. En ella se concentra el aceite esencial de melisa. El té de esa planta es un eficaz tranquilizante que se usa para combatir el insomnio. Combinado con las sustancias laxantes del limón, tiene capacidad para curar enfermedades febriles, resfriados, gripe, dolor de cabeza o inflamaciones de las vías respiratorias.

El pelargonio (una variedad de geranio) es una planta olorosa perteneciente a la familia de los geranios de balcón. Tiene pequeñas floraciones de un color rosa pálido y afluye sobre sus hojas un olor muy intenso. Se usa para aromatizar pasteles y dulces, para popurrí y ambientes aromáticos, así como planta ornamental de interior que neutraliza el humo espeso de los cigarrillos. Entre los muchos «pelargonios» de hoja olorosa, destacan por su fuerte aroma a limón el Pelargonium citronella y el pelargonio «Queen of lemon».