Vida saludable con:
Naranja, Limón
y Pomelo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Plutón ediciones X, s. l., 2018

 

 

Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas

 

Edita: Plutón ediciones X, s. l.,

Calle Llobateras Nº 20,

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I.S.B.N: 978-84-17477-49-3

 

Prólogo

 

Lo natural en la medicina

El libro es sencillo y directo, un pequeño y útil tratado de salud natural, que nos servirá tanto para prevenir como para curar. Con las enfermedades pasa como con los accidentes, creemos que sólo pueden afectar a los demás, y que a nosotros, no se sabe por qué cábala, no ha pasarnos nunca nada malo.

Desde que el hombre es hombre se viene luchando contra la enfermedad de una y mil maneras, y esa que ahora conocemos como medicina natural o alternativa fue la verdadera medicina durante milenios. Quizá la más grande diferencia entre la medicina natural y la medicina oficial sea precisamente la capacidad de prevenir, ya que mientras la primera se convierte en toda una filosofía de vida sana, la segunda solo está ahí cuando la enfermedad ya ha hecho su aparición.

 

 

La medicina oficial tiene méritos y virtudes, y no vamos a negar aquí su eficacia en ciertos casos traumatológicos, pero no tendríamos que recurrir a ella tan a menudo si tomáramos más en cuenta a la medicina natural.

Este libro nos habla de tres cítricos en particular: el limón, la naranja y el pomelo, tres frutas que están al alcance de nuestra mano y muy a menudo en nuestra despensa. Con ellos no hay que convertir la casa en una herboristería o en una verdulería, ni hay que dejar de comer carne ni hay que convertirse a una religión exótica. Estos tres frutos no exigen sacrificio alguno, cambio de vida ni cambio de costumbres, y las recetas se pueden hacer directamente, sin ningún tipo de complicación.

El lector con su aplicación y voluntad, porque será él quien decida si quiere vivir una vida sana a través de la naranja, el limón y el pomelo de una manera sencilla y directa, o si desea seguir esperando a que un día u otro aparezca la enfermedad que disminuya su calidad de vida.

 

 

Solo hay que cortar y exprimir en algunos casos, o simplemente pelar en otros, para que podamos gozar de sus múltiples virtudes. Es tan sencillo y fácil acceder a esta panacea que resulta difícil de creer que algo tan sencillo y fácil sea efectivo, pero lo es, y puede demostrarse directa y prácticamente.

 

Introducción

 

Historia, vida y
milagros de los cítricos

 

El origen de los cítricos

 

El limón se ha abierto paso a través de los siglos a pesar de que durante mucho tiempo estuvo considerado como una superstición más, hasta que en el siglo XX, fue rescatado y puesto en el lugar de honor que siempre le ha correspondido.

El limonero, el árbol de donde procede el limón, pertenece a la familia de las rutáceas, suele ser frondoso y dar unas hermosas y pequeñas flores estrelladas, de cinco pétalos blancos y centro amarillo.

Su nombre, laymun, procede del árabe, y aunque el cultivo de esta planta arbórea está actualmente extendido por casi todo el mundo, parece haber nacido en Oriente Próximo hace millones de años, y haber dado, en sus diversas mutaciones, lugar a otros cítricos como la naranja, el pomelo, la mandarina y la lima, e incluso a la piña, aunque su apariencia y características externas no nos recuerden en absoluto al limón.

El tipo de limón árabe (de color amarillo, forma ovoide, pezón en el vértice y aroma característico) es el más común en Europa y Norteamérica, pero no es el único, ya que en el Norte de África existe el limón ceutí, y en México el luquete limón es decir, el limón verde, redondo, sin pezón y jugo más ácido.

Se acepta como limón original al limón árabe, porque le pusieron nombre, y los griegos y los romanos no conocían América. Los árabes llevaron la naranja, el limón y el pomelo a Europa, que tantas calamidades de salud padeció por falta de frutos y verduras en su dieta hasta el presente siglo, pero los europeos no supieron entender la riqueza que se escondía en aquellos frutos hasta el siglo XIX. Solo España, y en especial Valencia y Andalucía, supieron explotar los tesoros llegados de Oriente Próximo, primero, y de América, después.

 

 

España, gracias a su clima mediterráneo, es la menos pobre de Europa en cuanto a fruta se refiere, pero aún está a años luz de la riqueza frutícola de América.

Los problemas dietéticos de la humanidad se han mantenido casi estacionarios durante miles de años según los descubrimientos arqueológicos, y muchas de las carencias que sufren hoy algunos pueblos ya las sufrían en el remoto pasado.

Actualmente, los países más sanos y donde mejor calidad de vida hay, son aquellos en que más y mejor vitamina C por cabeza se consume, es decir, donde más y mejores frutos cítricos se comen.

Uno de los problemas alimentarios del Tercer Mundo se debe, no a que no haya buenos cítricos en sus tierras, sino a que venden lo mejor de su huerta a los países ricos, y a su pueblo solo les dan las sobras. Por supuesto, a España le puede pasar lo mismo si insiste en caer en los mismos errores del Tercer Mundo: vender lo mejor a Europa y USA, para quedarse con los restos.

Aún así, seguimos contando en nuestras mesas y mercados con limones, naranjas y pomelos de buena calidad, que pueden ayudarnos a mantener, o, por qué no, a aumentar nuestro nivel de vida y salud.

Pero, ¿desde cuándo necesitamos alimentos ricos en vitamina C?, ¿hace cuántos siglos o milenios venimos necesitando de los cítricos? Pues desde el principio de los tiempos, desde el mismo momento en que el organismo de los seres humanos dejó de sintetizar la vitamina C de forma directa y natural.

La vitamina D, por ejemplo, la sintetizamos directamente y de forma natural con solo tomar el sol, porque nuestro cuerpo la produce de sus reservas alimenticias, pero la vitamina C la tenemos que tomar de las frutas y las verduras, porque nuestro cuerpo no la produce.

Los primeros hombres lo tuvieron fácil, ya que su dieta era básicamente frugívora, y más de un limón y de una naranja prehistóricos pasaron por sus bocas, así como berros, espinacas, cebollas, ajos y pimientos, y demás frutas y verduras ricas en esta vitamina.

Pero a medida que la vida nómada desaparecía, la alimentación perdía variedad, y la agricultura y la ganadería enriquecían la hacienda pero empobrecían la dieta. Así aparecieron, junto con las primeras civilizaciones, las perniciosas monodietas, y así empezó a dársele más importancia al continente y la apariencia que a la esencia y el contenido.

La fruta dejó de ser una vianda suculenta, y solo las guindillas, los chiles y los diferentes tipos de ají, utilizados como condimentos y especias, se convirtieron en apartadores silenciosos de vitamina C. Pero quiénes lo comían no lo sabían, y creían que eran las brujas, los espíritus o las venganzas divinas las que causaban las enfermedades y la muerte.

Por supuesto, los pueblos que han comido picante a través de los milenios no han acusado nunca la falta de vitamina C, mientras que los que salaban la carne y no comían frutas ni verduras padecieron todo tipo de enfermedades. Otro de los ingredientes que salvaron de mayores males a los pueblos de la antigua Europa, fue el humilde perejil, que con 140 miligramos de vitamina C por cada cien gramos de peso, sustituyó la falta de naranjas, limones y pomelos.

Esa es la razón de que cuando los europeos (carentes de vitamina C) llegaron a América (donde los pueblos consumían yuca, patata, limón, mango, piña y picante a raudales), lo hicieron cargados de enfermedades.

La fuerte raza conquistadora (Hernán Cortés medía menos de 1,60 metros y era canijo y enclenque, como demuestra su pequeña armadura), más que pólvora y espada, blandió la gripe y la sífilis como armas infalibles.

el limón, padre de los cítricos, hacía su tra

Esa es la historia de los cítricos, de las frutas y verduras ricas en vitamina C, desde el limón al perejil, desde la naranja a los rábanos y desde el pomelo a las espinacas, pasando por las moras, las mandarinas, las piñas y las fresas. Hoy en día se ven más amenazadas por los zumos y pastillas industrializados, que por los médicos detractores, ya que si bien no son más baratos ni más ricos en nutrientes, son más cómodos y más «modernos», y salen por la televisión, influyendo en nuestra cultura y en nuestra alimentación, sin que a nadie le importe si son o no saludables, porque, desde Babilonia hasta nuestros días, le damos más importancia a la apariencia y al envase, que al contenido esencial.

Pero sin duda alguna, si cuida lo que come y lo que bebe, por su salud y la de los suyos, y busca hacerse con cítricos frescos y naturales, para mantener viva la leyenda de la naranja, el limón, el pomelo, la piña, el kiwi, la paprika, la mandarina y todos los frutos ricos en vitamina C que en el mundo han sido conocidos por diversos nombres:

 

Limón, lemon, llimona.
Naranja, orange, taronja.
Pomelo (toronja), grapefruit, aranja.