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I.S.B.N: 978-84-18211-06-5

Prólogo

El efecto placebo y la fe

En el aspecto positivo se puede decir que cada cabeza es un mundo, incluso un universo entero que crea su propia realidad, tanto porque somos seres únicos e irrepetibles, como porque cada alma recorre su propio camino y desarrolla su personal nivel en todos los planos.

Mientras que en el aspecto negativo se suele insinuar que hay cabezas, muchas, muy pequeñas que en lugar de un mundo o un universo propios, tienen si acaso un pueblo, un barrio o cuando mucho su entorno más inmediato, y que no crean absolutamente nada sino que simplemente repiten hasta el hartazgo, como autómatas, los estereotipos, los tópicos comunes y los prejuicios más negativos y absurdos que pueden existir.

Por supuesto, hay quien sólo sabe hablar de lo inmediato —como lo que sale en las redes sociales o en los medios de semicomunicación—, porque no tiene ni más intereses ni más información ni educación, sólo distracciones y mínimos valores para no violentar a la sociedad.

Otras mentes se llenan de letras, cultura y ciencia, y cuentan con otros lugares comunes de conversación, que a menudo son los mismos que los que existen en niveles supuestamente inferiores, simple y llanamente porque comparten el mismo país, la misma lengua y los mismos medios de semicomunicación.

No faltan las mentes lúcidas y despiertas, que sí crean y producen, y a las que a menudo les cuesta relacionarse con el resto. Estas mentes tienen ideas y crean realidades y mundos para ellos y para los demás, pero corren el mismo riesgo de atrofiarse que el resto, sólo porque están en este mismo planeta y gozan o sufren las mismas desigualdades del sistema.

Únicamente aquellos que se alejan de todo y de todos pueden tener independencia y libertad de pensamiento, pero de esos hay muy pocos, y ni los conocemos ni tenemos acceso a ellos.

El cerebro suele ser perezoso y crédulo en la gran mayoría de los seres humanos, incluso en aquellos que parecen famosos, sabios, cultos e intelectuales; y basa sus relaciones en la simpatía, la empatía y la confianza, dando lugar en todos los casos tanto a la fe como al efecto placebo.

Se puede hablar mal del efecto placebo y de la fe, aduciendo que son productos de la ingenuidad y la ignorancia, porque funcionan sólo en personas crédulas, débiles, enfermas e irresponsables que cargan a otros con sus responsabilidades.

Son muchos los que, en lugar de cuidar su cuerpo y atender su salud, de alimentar su mente y elevar su espíritu, dejan todo para último momento y esperan que un milagro los salve de su propia negligencia, y si ese milagro es barato, o gratis, mejor que mejor.

¿Para qué cuidarse si hay quien nos puede dar el remedio de nuestros males por un módico precio?

¿Para qué seguir consejos y hacer dietas si al final siempre hay una píldora o jarabe que esconde nuestros dolores y nuestros males?

No queremos estar sanos, lo que queremos en realidad es no sufrir, no padecer, que sea otro quien nos cure y nos cuide, y morir mientras dormimos plácidamente.

Si somos capaces de hacer eso con nuestros cuerpos, imagínese lo que dejamos de hacer con nuestra mente, con nuestra alma y con nuestro espíritu, que pareciera que se enferman menos porque sus dolores no son inmediatos.

Como se puede observar por lo leído hasta ahora, no suelo ser una persona que crea en las grandezas de la humanidad, generalmente meto el dedo en la llaga y critico a diestra y siniestra todo lo que me rodea, y más de una vez he señalado que la fe y el placebo tienen sus serias limitaciones al enfrentarse con la cruda realidad, aunque funcione en unos casos determinados: según recoge la estadística, en un 25%.

Por suerte, para mí y para mucha gente, existen personas como Janice Wicka que son alegres y positivas, que tienen puntos de vista distintos y frescos, y que aportan ideas y remedios en lugar de ver el lado oscuro que todos tenemos, donde la fe y el efecto placebo crean nuevas y sólidas realidades que, a pesar de sus limitaciones, salvan y mejoran vidas, fortalecen y dan alternativas que de otra manera simplemente no existirían.

Tras leer el original de este libro mi negatividad ha disminuido, y reconozco la labor de una compañera que incide no sólo en el cuerpo al proponer el uso de distintas plantas, como hace la mayoría, sino que además nos habla de la mejora y el cuidado de la mente, el alma y el espíritu a través de ellas, sin caer en los típicos temas de la normalidad del sistema y la moralidad de los represores.

Janice Wicka nos ofrece frescura y libertad de pensamiento, y un uso práctico y sencillo de las hierbas para existir mejor holísticamente, dándole la dimensión de mágicas —no de supersticiones—, donde el efecto placebo y la fe son sólo una parte del todo que funciona a través de la mente y del alma para armonizar al cuerpo.

Como persona crítica, he utilizado alguno de sus consejos para corroborar que funcionen en mi organismo. Me he sorprendido gratamente de los resultados, tanto, que soy el primero en recomendar su uso.

Espero sinceramente que a usted le sea el libro de tanta utilidad como lo ha sido para mí.

Dr. Javier Tapia

Introducción

El poder de la Naturaleza

Cuando las hijas de los dioses nos regalaron este mundo lleno de maravillas a nosotras, las Mujeres Sabias, más conocidas como Brujas, nos pusieron en bandeja de plata todo el Poder de la Naturaleza, que no se ha perdido nunca por más que otros poderes han querido borrarse o esconderse para utilizarse en beneficio propio, en lugar de compartirlos con la humanidad entera.

Desde la primera siembra masiva que hizo el ser humano, no lo hizo para comer o asegurar las provisiones, sino para acumular, detentar un poder y someter a sus congéneres a través del hambre.

El cultivo masivo es un atentado contra la Madre Naturaleza, tanto porque destruye su entorno, malversa el equilibrio entre especies y se convierte en negocio de unos pocos para detrimento de la mayoría, tanto en la alimentación como en la industria farmacéutica, que bajo el disfraz del progreso, la tecnología, la civilización y la ciencia, nos venden caro lo que tenemos al alcance de la mano de manera gratuita, pero que la ignorancia, la comodidad y la pereza nos llevan a olvidar y, por supuesto, a desconocer, haciéndonos cómplices de quienes nos explotan.

No es por negar los avances de la humanidad en ciertos campos, sino por señalar el problema y darle solución. Quejarse o criticar sin poner remedio no tiene valor alguno.

Las plantas nos alimentan y nos curan, abren nuestra conciencia y elevan nuestro nivel espiritual, abriendo las puertas de la percepción a otras realidades y a otros mundos.

Todas las hierbas son mágicas: la mayoría son fuente de salud y alimentación, otras pueden ser alucinógenas, y no faltan las que son venenosas o tóxicas. Todas están vivas y todas, sin excepción, tienen comportamiento, crean estrategias, se comunican, piensan y experimentan la existencia.

Algunas tienen muchos más años que la humanidad, como el helecho, y otras seguirán poblando el planeta cuando la especie humana haya desaparecido.

Ellas llegaron antes que nosotros al mundo y se irán mucho después. Los arbustos y los árboles fueron los primeros, pero las flores tienen apenas 125 millones de años sobre la faz de la Tierra, y seguramente cumplirán muchos años más cuando nos hayamos extinguido o vivamos en otro planeta.

Se podría decir que las plantas son nuestras tatarabuelas y, como tal, hay que cuidarlas, mimarlas y respetarlas. Ellas nos aman y nos ofrecen de forma altruista todo lo que contienen, correspondamos a ese cariño.

A lo largo de este libro hablaremos de forma práctica y sencilla de algunas de ellas y su propiedades, para que su uso y disfrute esté al alcance de todo el mundo.

Lo bueno de las hierbas mágicas es que las tenemos al alcance de la mano, ya sea en nuestros propios jardines o en el mercado más cercano, y sus resultados son maravillosos tanto en el campo de la salud como en el campo de la magia.

La ruda, el romero y la lavanda, por ejemplo, limpian por dentro y por fuera tanto a las personas como a las casas, alejando los males y atrayendo la abundancia. Las recetas para conseguirlo son sencillas y directas.

Por supuesto, hay hierbas que es mejor no tratar si no es de modo profesional o bajo supervisión, como la belladona, la mandrágora o la ayahuasca, y no porque sean hierbas malignas o del diablo, sino por sus efectos y su toxicidad.

La magia de las hierbas está al alcance de su mano, aprenda fácilmente a utilizarlas en su favor y bienestar.

I: Recomendaciones

Para empezar, quiero hacer unas breves precisiones:

-Las hierbas secas funcionan mejor que las hierbas frescas porque al perder humedad mejoran y potencian sus aceites esenciales.

Secando las hierbas mágicas.

-Para secarlas basta con colgarlas, como a la ropa después de lavarla, en un lugar fresco y seco.

-La mayoría de ellas se puede cocinar como acompañante de nuestros alimentos diarios.

-Otras se pueden beber en forma de cocción, té o tisana.

-El té se hace echando agua caliente o hirviendo las hierbas.

-La cocción se hace dejando la hierba dentro del agua hasta que hierva, y esperando que se cueza como cualquier guisado o sopa.

-La tisana se hace echando las hierbas al agua caliente recién hervida y dejando reposar la mezcla.

-Las hay que se pueden fumar, quemar o vaporizar.

-La quema es la que se hace como el incienso para que la hierba mágica humee y la persona respire sus vapores, tanto para curar una afección como para limpiar la piel y depurar los sentidos.

Vaporización.

-La vaporización consiste en oler y respirar el vapor de una tisana o cocción recién retirada del fuego tapándose la cabeza con un trapo o toalla. En algunos baños al vapor se añaden hierbas que se cuezan o quemen para poder respirar sus vapores con todo el cuerpo.

Aplicando un cataplasma.

-La cataplasma es la hierba cocida dentro de una tela o cedazo, para aplicarlo directamente sobre la zona afectada.

-El emplasto es la hierba cocida y machacada hasta formar una pasta o masa que se aplica directamente sobre el área afectada, y que en algunos casos se mastica o incluso se ingiere.

-Todas se pueden macerar, cocidas o secas, frescas o fermentadas, en alcohol natural, aceite de oliva o simple agua, para aplicar en la zona afectada, para cocinar, para curar laceraciones bucales o para masticar.

-Los aceites esenciales se pueden producir con la maceración, la cocción directa sin agua, o añadiendo un poco de agua, aceite de oliva o alcohol de caña.

-Pero la forma que más recomiendo es su uso tópico, es decir, externo, sobre la piel, sobre todo en el ombligo porque es nuestro principal núcleo de alimentación desde nuestra más tierna infancia y se mantiene activo toda nuestra vida, por mucho que lo olvidemos y dejemos de atenderlo; así como en otros núcleos energéticos del cuerpo, como los famosos chacras, y en todas y cada una de las articulaciones, sin olvidar.

El ombligo, fuente de salud.

-En algunos casos añadiré breves rituales, señalando días, horas y velas que pueden potenciar las virtudes de ciertas hierbas, normalmente las que uso más habitualmente y de forma personal, y que mejor resultado me han dado, como el romero y la ruda.

-No seguiré un orden alfabético, sino el orden que la experiencia me ha dado sobre el uso de estas hierbas.

-Señalaré los peligros o toxicidad de algunas, las cuales deben utilizarse en dosis mínimas o sólo por expertos.

-En todos los casos las dosis pequeñas son mejores y más sanas que los excesos, ya que los excesos pueden producir efectos contrarios a los esperados, como en el caso de la valeriana, que en lugar de tranquilizar altera los nervios y aleja el sueño cuando se exagera la dosis. A menudo el rastro de la esencia es suficiente, como en el uso de las Flores de Bach, las vacunas y la homeopatía.

-Me referiré básicamente a las hierbas que utilizo personalmente y que me han dado buenos resultados, por lo que es muy posible que deje de lado a muchas otras, o sólo haga una breve referencia a ellas porque me las han recomendado cuando son positivas, o para prevenir de su toxicidad cuando sus efectos son negativos.

-Hay plantas y hierbas mágicas con las que no trabajo, como la mandrágora, la belladona, el toloache, la amapola, la ayahuasca y la coca, por ejemplo, por un lado porque en muchos países están prohibidas, y por otro porque sus efectos pueden ser nocivos cuando no se administran por manos expertas, y yo no soy ninguna experta en su uso y aplicación.

-Los tratamientos contra ciertos males cuando se padecen de verdad, deben ser puntuales y no habituales, primero porque si se usan habitualmente el cuerpo puede acostumbrarse a ellos, segundo porque una cosa es curar y otra depender física o psicológicamente de un producto por sano y natural que sea. El cuerpo humano es capaz de acostumbrarse incluso a los venenos y a los tóxicos más potentes, y cuenta con neurorreceptores de adicción, algunos porque son placenteros, otros porque son estimulantes, unos porque emborrachan, otros porque incentivan la molicie o la pereza, y otros más porque alteran las hormonas o distorsionan la realidad cotidiana.

-Por supuesto, se recomienda llevar una vida sana y positiva, no repetir patrones de supuesta y obligada normalidad en los planos físico, mental, anímico y espiritual, recuerde que usted es una persona única e irrepetible. Libérese de estereotipos y típicos tópicos, modas, ideologías, falsas creencias, apegos y dependencias. Viva su vida en plenitud, ame la existencia, ayude a quién lo necesite y se lo pida, y pida ayuda cuando la necesite de verdad, porque los demás están aquí para completarnos, no para hundirnos. Constrúyase en positivo como ser, y no como aparente identidad.