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Maestro Fútbol

Maestro Fútbol

MAESTRO FÚTBOL

© 2020, Alexis García

© 2020, Intermedio Editores S.A.S.

Primera edición, agosto de 2020

Concepto editorial

Departamento de Proyectos Especiales - Casa Editorial El Tiempo

Edición

Sharon Durán E.

Equipo editorial Intermedio Editores

Concepto gráfico y producción

David Reyes Navarro

Fotografía de portada

Milton Díaz

Intermedio Editores S.A.S.

Avenida Calle 26 No. 68B - 70

www.eltiempo.com/intermedio

Bogotá, Colombia

ISBN

978-958-757-939-0

Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso del editor.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Prólogo, por Francisco Maturana.

Introducción.

Comienzo de un amanecer.

Penal, una decisión fatídica.

El fútbol, pasión de vida o muerte.

El Olimpo del fútbol, genios.

La muerte de Andrés, una sociedad víctima de sí misma.

Un loco genial, Rene Higuita.

Maturana, un eterno incomprendido.

Se hizo el milagro, Nacional campeón de Copa Libertadores 1989.

Profesión de riesgo: La Dirección técnica.

La estupidez como propuesta, la violencia como decisión.

Entre la opinión y la razón.

El día después.

Mis guayos jubilados.

AGRADECIMIENTOS

Este libro ha sido una de mis creaciones más importantes. Descubrí, una vez más, cuánto cuesta traer hijos al mundo, cuánto te forman, cómo te exigen, cómo te obligan a sacar tu mejor versión, porque ellos se nutren de ti, por eso doy gracias a mis más grandes formadores: mis hijos: Julián Andrés, que me graduó de papá y sigue enseñándome todos los días a dar pasos seguros porque camina sobre esas huellas; Felipe, la ternura y el amor incondicional de hijo, me enseña a ser planificador de mis metas; Melissa que llegó para enseñarme la ternura de una relación que trasciende los lazos sanguíneos; Valentina, mi pequeña bailarina, un torbellino de energía y cariño.

A Cony que me ha acompañado en mis luchas externas y también las internas.

A mi mamá, Neiva Vega, que me enseñó a soñar y a guerrear por los logros, la persona más especial de mi vida.

A los que me enseñaron a trabajar en equipo, mis hermanos: Eduardo, mi mentor desde niño, el que movió mis pensamientos hacia el riesgo; Cefe, mi compañero silencioso de batalla; Lesty mi guía espiritual de familia; Neiva, la ternura y bondad como enseñanza; Adaluz, el empuje y la valentía como método; Duby, mi eterna cómplice, el amor incondicional; y David, que me enseñó a ser papá desde pequeño.

A mis adorados Martín y Ariana que vinieron al mundo a enseñarme a renovar la ternura.

A mis excompañeros de Atlético Nacional, campeones de Copa y libertadores de la creencia y del trabajo en equipo, gracias amigos porque un balón nos unió para siempre.

A Andrés Escobar porque desde el cielo nos guía.

A mis maestros: Francisco Maturana, adalid del cambio del fútbol colombiano. A Hernán Darío Gómez, mi consejero permanente, un sabio popular, un amigo y confidente, A Hugo Gallego, gestor del sistema que impulsó la mayor transformación de nuestra historia deportiva.

A Francisco ‘el bogotano’ González, uno de mis primeros formadores en el juego, con su entrega, su bondad, su amor y su sabiduría me mostró el valor de ser un verdadero maestro.

A la Equidad Seguros, porque allí aprendí a ser entrenador, profesión que me ha permitido desarrollarme y mantener un constante compromiso con el cre-ser, desde el SER.

A todos esos sabios que permanentemente me hablan al oído, de los cuales vivo nutriéndome.

A Sharon y David por su paciencia, cariño y entrega para que este escrito fuera posible.

Gracias por estar ahí, espero devolverles algo a sus espíritus después de leer este libro.

PRÓLOGO

POR FRANCISCO MATURANA

En Colombia, si pensamos en hablar o escribir sobre el buen futbol sin dejar de lado nuestra propia historia, Alexis García es una referencia obligada. Él ha hecho de la práctica un saber que, acompañado de su liderazgo como jugador de futbol, le han permitido construir esos tres pilares básicos y determinantes para ser un buen entrenador:

Práctica.

Sabiduría.

Liderazgo.

Alexis tuvo claro, que más que jugadores de futbol son seres humanos los que juegan al futbol. Él fue distinguido como “El Maestro” y tenía la vocación. Tanto, que sus propios compañeros lo llamaban así por la admiración que le tenían y que, estoy seguro, aún le tienen.

A partir de esa distinción Alexis convirtió el aprendizaje del día a día y el partido a partido en un estilo de vida. Teniendo siempre presente que no son las cosas que suceden sino la interpretación que cada persona les da, desde la reflexión y la humildad para declararse un aprendiz en permanente ejercicio y constante crecimiento.

Este libro es una presentación del Alexis con el cual me encontré como entrenador de fútbol profesional. Después de salir de la Universidad de Antioquia, ejercer mi profesión por 14 años y ser docente durante 4 años, en la misma universidad; encontrarme con ese equipo, del que era miembro Alexis García, fue un maravilloso aprendizaje para mí. Ellos fueron unos anfitriones llenos de generosidad y de buen fútbol.

Desde su liderazgo y capacidad técnica, este grupo de jugadores tenían una forma especial de sentir el fútbol, una forma que estaba en sintonía con la mía, también adquirida en mi barrio en los equipos que jugué y luego con la escuela uruguaya como entrenador.

El lector encontrará, en este libro, a un Alexis despojado de las camisetas que portó y que defendió con orgullo y dignidad y desde ahí ayudó a construir y potenciar historias, logros y afectos.

Su condición humana, aquella que es producto de los valores, principios y códigos de vida que se gestan en el hogar (en este caso orgullosamente súbdito de un matriarcado lleno de amor), en la calle, en los potreros, en las canchas y en la academia, lo habilitan y le dan licencia para escribir y contarnos parte de su caminar.

Además, expresa la realidad sin maquillajes del momento histórico del fútbol y sus alrededores desde la certeza que cualquier opinión es producto de sus propias vivencias, de su lealtad y amor a este juego y, sobre todo, desde su independencia moral y conceptual.

Francisco Maturana

INTRODUCCIÓN

Llegar al corazón de las personas que amamos el deporte, ese es el propósito de este escrito que ahora tienes en tus manos. Lejos de cualquier pretensión intelectual o filosófica, MAESTRO FÚTBOL puede ser tomado, por cualquier desprevenido, como una salida del closet de un exjugador de fútbol posando de intelectual, con ideas vanguardistas.

Pero, en realidad solo quiero que el impacto en la presentación y el contenido, sea una agradable sorpresa, un gol de antología para quienes nos acostumbramos a recibir las cosas bellas del fútbol, sin importar de qué guayo provienen.

Reconozco que no soy auténticamente creativo, porque la mayoría de cosas que digo no me pertenecen, las leí en algún libro, las escuché en alguna conferencia o las tomé de un diálogo con alguien que admiraba pues me considero una persona en constante aprendizaje y evolución. Sin embargo, las cosas que aquí comento hacen parte de mi propia historia, de mis vivencias, de mis luchas personales, me tomo el atrevimiento de pensar que lo relatado puede ser, incluso, la experiencia de cualquier niño que, como yo, soñaba o sueña con hacer del fútbol su propia historia de vida.

La aceptación por parte de todos ustedes, que hoy deciden leerme, espero sea un disfrute parecido al que produce una buena jugada durante un partido emocionante.

Además, deseo que este libro le permita al lector sentirse identificado con su propia historia, en sus luchas, en sus retos, que lo transporte a la etapa en la que construía sus propios sueños y descubra que la cima sólo es importante si se aprendió suficiente durante el recorrido.

Espero que, leyendo estas historias sobre el deporte mágico, aprendamos que de talento hemos vivido en superavit, que nuestra vanidad futbolística ha cambiado de prioridades, ya nos sentimos favoritos de cualquier torneo, la capacidad innata demostrada por nuestros deportistas nos ha llevado a que sea así.

Aquí, encontrarán momentos que los llevarán por un viaje en el tiempo por los rincones de su mente y los recuerdos que el fútbol ha dejado en ustedes, recordando no solo las jugadas y a cada uno de los personajes que aquí menciono, sino los momentos de formación de sus propias vidas, de sus luchas personales, pues, todos hemos sido unos guerreros librando batallas internas y silenciosas.

Una de las mías fue en 1989, cuando Atlético Nacional ganó la Copa Libertadores por primera vez en la historia. Con ese triunfo logramos espantar los fantasmas del pasado y aprendimos a encontrar ‘el mapa del tesoro’, que no es otro que el de creer en nosotros mismos y confiar en nuestras propias capacidades.

Aprendimos, además, a poner a convivir armoniosamente: el orden con el desorden que nos ha agobiado, a la estética que nace de nuestro propio poder creativo con la eficacia, al talento con la responsabilidad, la genialidad con la solidaridad, lo que ubica al juego dentro de la maravillosa libertad que nos ha caracterizado y a la propia expresión de nuestra idiosincrasia.

Así, en este, mi primer libro, quiero exponer el mejor lugar del mundo que he conocido: una cancha de fútbol, el sitio donde fui feliz, donde aprendí lo que es la libertad. Nunca sentí más alegría que cuando tuve un balón en los pies, cuando tiré un taco o metí un gol de fantasía. Mis mejores momentos en la vida fueron cuando el balón cumplió mis deseos, cuando lo sentí parte de mi cuerpo y una extensión de mi corazón.

Por otro lado, les hablaré de mis dos días más tristes: el primero, cuando mataron a Andrés Escobar, un momento de profundas reflexiones; el segundo, cuando decidí jubilar a mis guayos, porque dejé de ser un niño para comenzar la triste vida de un adulto.

Con facilidad, se darán cuenta que el balón ha sido mi eterno cómplice, me ha acompañado en las buenas y en las malas porque nunca he renunciado a mi estilo, ni he traicionado mi relación con él.

También haremos un recorrido que nos permite apreciar, en primera fila, cómo funciona aquel espectáculo y el esfuerzo de 11 guerreros que representan a nuestro país. Cómo sus gambetas y goles devuelven la esperanza a toda una nación y se forjan hilos afectivos entre comunidades para descubrir la complicidad, la alegría y la identidad que, hasta ese momento, habíamos ignorado.

Bien decía nuestro Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, que nuestro país solo se une ante dos hechos: una tragedia nacional o un logro deportivo de la selección de fútbol, de ahí la importancia de La Selección en nuestra sociedad.

El espectáculo de nuestros jugadores, sus luchas y retos nos han permitido ahorrar en psiquiatra, ante tanto desorden social que recubre el territorio colombiano, estos hombres con sus gambetas han servido de paliativo. Sin embargo, aclaro, no solo de goles y gambetas vive el hombre.

Los invito a emprender este viaje desprevenido, con la certeza que en algún lugar de estas páginas se encontrarán con un segmento de su propia historia.

Alexis García Vega

COMIENZO

de un amanecer

Image El éxito en lavida no semide por lo quelogras, sino porlos obstáculos que superas y lasbatallas propias que ganas a diario.Image

Alexis García

Me lancé a las alturas, por momentos no sentí temor, estaba anestesiado por una gran ilusión y cuando lo experimenté lo enfrenté, no permití que nada, ni nadie robara mis sueños, porque estaba convencido de que un gran premio me esperaba al final del camino. Aprendí que algunos no se atreven a caminar, se dejan ganar de la incertidumbre, se dejan intimidar por lo desconocido, cuando en realidad es la certeza del logro para los que se atreven, lo más conocido.

Un sueño profundo nos espera en este trasegar, lo único que no sabemos es el momento. Desconocemos cuándo nos llamarán a ingresar al partido, por eso, mientras tanto, ¡prepárate! llénate de motivos, juega, diviértete, disfruta, valora, aprende, cáete, tropieza, levántate, ríe, apuesta a tus sueños, cambia tus hábitos, lánzate, diles a tus críticos “no acepto tus ofensas”, solo recibo las críticas si me sirven para mejorar, arriésgate a vivir sin límites, tumba fronteras, el mundo es tuyo, nadie te lo puede negar, no creas en el pobre destino que te acecha queriendo volverte una mierda, confía en tu fuerza, sé valiente porque sin coraje no hay gloria como decían nuestros viejos, busca la situación que dé luz a tus metas, inspira al destino a darte lo que por ley te pertenece, has sido creado para el éxito, pero la sociedad se empeña en programarte para el fracaso.

Qué grande el corazón que te dice: “No pares” sigue corriendo, vuela tras tus sueños, tan solo calla tu soberbia, despide tu ego, que si un día quieres llorar que sea de emoción porque a la meta has llegado, jamás tires la toalla, solo hazlo en una playa para gozar y celebrar por lo que has logrado luego de superar obstáculos.

En mi caso, a pesar de la pobreza y de las poquísimas oportunidades, crecí creyendo en cantos de sirenas, en hadas encantadas, en lámparas de Aladdín, puse mi mente a volar en alfombras mágicas, a creer en milagros, a ganarle a la apatía del destino que seguía empeñado en no creerme.

Creía en estrellas fugaces como portadoras de mensajes de alegría y esperanza, en la luna llena que inspiraba mis actos.

Nunca presté mis oídos a consejos perversos, ni a duendes que en su travesura usaban el futuro para asustarme y ponían obstáculos a mis sueños, procuraban cada vez hacerme todo más difícil.

Creí escuchar constantemente a mi ángel de la guarda que dentro de mi cabeza me susurraba, muy suave, historias al oído, que cada día me invitaban a creer. Él, me explicaba que el talento no es suficiente para ser exitosos, es la actitud positiva ante el esfuerzo lo que te permite llegar a tus metas.

Leyendo a Johan Huizinga, ese estupendo historiador y filósofo holandés, autor de El juego y la cultura en el que la expresión “homo ludens” pretende señalar la gran importancia del gozo y la diversión que existe dentro de la competencia. No se trataba de mirar hacia arriba, el hecho era mirar hacia adentro. También, que el pensamiento sobre la lúdica fue absorbido por el de la mercadotecnia, para explicarnos que: “… no es nada fuera de lo normal, es lo que siempre se ha impuesto”.

Por eso, conocer los resultados de los ídolos ignorando sus esfuerzos los convierte en referentes de los logros, más que de las propias luchas personales que les exige la vida para alcanzarlos.

Messi, por ejemplo, ese magnífico futbolista argentino ganador de seis balones de oro como el mejor jugador del mundo, es importante como punto de referencia para los niños de hoy porque es millonario, se afeita con Gillette, se transporta en Audi, usa Adidas y toma Coca Cola. Pero su verdadero valor, lo que lo llevó a esa cima, está escondido en su privacidad, esa que no pueden apreciar los jóvenes de hoy, presionados solo para triunfar a como de lugar, de cualquier manera, buscando el atajo y obviando el camino del esfuerzo, del sacrificio, del dolor, de las frustraciones como medio para alcanzar la cima.

Antiguamente, en Grecia, los hombres acudían a las olimpiadas con sus cuerpos bien entrenados para conquistar la gloria y el honor, mientras otros se congregaban para comprar y vender, lo que demuestra que desde la antigüedad, está inmersa la mercadotecnia al deporte competitivo. Justo como lo han manejado las grandes marcas deportivas con los jugadores y los equipos de fútbol.

Pero había un tercer grupo de personas que no iban a los escenarios ni en pos del aplauso, ni de la ganancia, sino que se presentaban solo para observar, lo que allí se hacía.

La contemplación sigue superando todos los otros afanes, la gente va a los escenarios deportivos en búsqueda de algo que va mucho más allá del solo afán de conseguir algo material.

Actualmente, a pesar de lo antiestéticos que pueden ser algunos juegos, el fútbol se ha permeado de la paradoja burlesca de los conceptos comerciales. Contemplamos escenarios violentos, donde se libran batallas sangrientas, con observadores que lanzan comentarios despectivos, hechos con la fuerza del inconformismo y palabras de un grueso contenido biliar, producto del resentimiento y la envidia, asistentes que pierden de vista lo objetivo: la pureza de la observación, obviando la contaminación subjetiva de nuestros conceptos.

Pero... a pesar de todo siempre queda un gran espacio para soñar y son esos soñadores, los que dan rienda suelta a las grandes gestas y a los cambios en sus estilos de vida, además de generar una gran influencia en los demás.

Es de esos ‘ilusos’ y creadores de los que nacen los jugadores profesionales del fútbol colombiano o las grandes gestas épicas de nuestros deportistas, artistas, escritores, etc.

Estos personajes exhiben en sus actos la condensación heredada de una variedad de razas y culturas, desde la espontaneidad e inmediatez que llevamos los negros y mestizos colombianos, humillados históricamente, combinados (a veces) con la melancolía del indio, que, en su tenaz y a veces alegre desamparo, deja siempre, aún en las peores circunstancias, un pequeño espacio para el milagro. Los blancos, generalmente, descendientes de españoles, pero como decía nuestro premio nobel de literatura, de la escoria, que se embarcó con Cristóbal Colón por el descubrimiento de América, aunque hemos sido en ocasiones por mera influencia del entorno jugadores por naturaleza, compradores de chance y lotería, apostadores del azar y las rifas, hemos mantenido un lugar en la esperanza listo para la magia.

Pero, no todo es una cuestión del azar, por lo menos no para quienes deben esforzarse cada día por cumplir sus sueños. Claro, esto se debe a que es necesario convencerse a sí mismo de que todo es posible, es la virtud de la creación, el poder que la creencia posee de crear para luego conquistar ese sueño y mantenerse en pie sin importar las adversidades.

No hay nada que puedas vivir allí afuera sin haberlo creado antes aquí adentro, en el corazón.

El éxito es ciencia y planificación, necesita de un objetivo claro, un plan definido, una mente determinada contra influencias desalentadoras y una alianza que te aporte en tu propósito.

Así fue hace muchos años de mi vida de donde guardo en mi mente una cantidad de recuerdos regados como astillas dispersas en el espejo roto de mi memoria, hechos que intento recoger uno a uno.

Después de la muerte de mi padre, el destino nos planteó un dilema difícil de resolver a edades tan tempranas. Para mi madre y sus 8 niños, la lucha del día a día comenzaba con un oscuro presagio.

Una mañana, dormía plácidamente y los primeros rayos que trae la aurora se colaban por un pequeño espacio que dejaba una remendada cobija que atada a dos clavos a lado y lado de la ventana hacía las veces de cortina e insistentemente me jugaba travesuras, siendo un niño que deseaba robarle un rato más de sueño al día.

Mi madre enrulada y todavía medio dormida me jalaba de los pies recordándome mi deber de ir a la escuela. Consejo perentorio que ponía como una sentencia la obligación de estudiar para ser alguien importante, era una recomendación que nadie debía gambetear, así los profesores no fueran maestros del ejemplo y la educación no fuera una garantía clara para el éxito en la vida.

Aunque siempre tuve la certeza de que la vida te da la oportunidad de escribir, corregir y mejorar tu historia día a día.

Despertarse era todo un ritual, vencer la zona de confort siempre ha sido un paradigma para cualquiera que pretenda alcanzar metas, en medio de la pereza y el letargo, al ingreso al baño, un chorro de agua fría me hacía brincar y caer de una vez a la realidad del día.

La hora del desayuno generaba siempre la primera decepción, pues era solo la taza de agua de panela y una tostada para preparar el cuerpo para el día.

Sorbía apurado y me echaba la tostada a un bolsillo para ir comiendo en el camino, pedía la bendición a mi madre que se volvía el alimento más abundante: el espiritual.

La pobreza física que se vivía en la época y la falta de oportunidades, aumentaban la angustia existencial de los padres por la incredulidad en los gobernantes que se lucraban con los impuestos y con actos de corrupción. Mientras tanto, cualquier grupo de rebeldes alzaba con los hijos para el monte sin la más mínima posibilidad de defenderlos, justificados en una lucha subversiva contra el estado, supuestamente a favor de los más pobres, en otros casos el narcotráfico se volvía una opción más de salvación.

Aun así, había que combatir la adversidad, no dejarse ganar el juego contra las circunstancias, una lucha más contra la realidad del destino, con la fe como combustible para soñar.

El regreso a casa, después de seis horas de estudio, era también un momento para gestionar la ansiedad de complacer el estómago, el órgano más sacrificado del momento.

De todas formas, la necesidad te vuelve creativo y el ingenio de nuestras madres afloraba para inventarse un almuerzo, una sopa con los huesos de sustancia sin carne, que los carniceros regalaban, combinado con arroz llenaban, más que nutrir.

En Medellín, donde crecí, la familia que podía tener un plato de frijoles con arroz todos los días era afortunada.

Después del almuerzo, a las carreras, salía a buscar la gallada, como se llamaba a los amigos del barrio, para armar un picao. Se recogía a la gente y luego, con dos piedras a cada extremo de la calle, se armaban las porterías y una pelota echa con la cabeza de una muñeca rellena de periódicos sería el primer amor a la redonda, los momentos más placenteros del día, la creación de una mirada cualitativa de la vida.

Por mi mente de niño, pasaban toda clase de sueños mientras corría raudo tras la pelota y mi realidad era otra creada por mí mismo y hasta ese momento habitaba en mi imaginación, era un instante mágico donde todo era posible.

Mi primer sueño grande se presentaba los domingos de fútbol en el estadio de Medellín, en esos partidos profesionales, en los que se permitía el ingreso de personas que no podían pagar el boleto y durante los últimos 20 minutos ingresaban de manera gratuita, era posible estar más cerca del fútbol, Para mí, era un instante que esperaba con ansias.