Prólogo

La adrenalina comienza a fluir

Era 1981. La escena metalera estaba sitiada por el maquillaje, las medias multicolores y las poses frívolas. En las radios proliferaban canciones cursis como «Live Wire» de Mötley Crüe, cuyo estribillo decía «¡Vamos! Ámame esta noche». Era la fiebre del glam metal. Pero esta música y su estética andrógina no representaban la idiosincrasia metalera. Así que, por aquellos días, un baterista aficionado llamado Lars Ulrich publicó un anuncio en busca de músicos, y obtuvo la respuesta de un introvertido guitarrista con su rostro completamente cubierto de acné: James Hetfield. Sus mundos tan opuestos se alinearon por el sueño de conformar una banda a la que bautizaron Metallica. Su propósito era profundizar los preceptos de La Nueva Ola del Heavy Metal Británico.

Sin embargo, ya en sus primeros recitales en pequeños clubes de San Francisco y en su disco debut Kill ‘Em All, salieron a cambiar todos los paradigmas del metal y dejaron boquiabiertos a los espectadores. Su furia por aniquilar todo lo pasado se influenció en el punk de los Sex Pistols, quienes un lustro atrás habían revolucionado la cultura del rock. De este modo, en compañía de Slayer, Anthrax y Megadeth, Metallica impulsó un movimiento que cambió definitivamente el mapa sonoro de aquella década: el thrash metal.

Sin duda, Metallica fue la punta de lanza de aquellos corazones metaleros que en los suburbios estaban a la espera de un referente. Su vestimenta era informal y poco cuidada, y en sus letras Hetfield expulsaba sus vivencias y sus convicciones. Era la voz de los que no tenían voz. Su espíritu rebelde y discordante se complementaba con el furioso y visceral sonido del Marshall a todo volumen. Esto generó una rápida empatía con su público, que se convirtió en uno de los más fieles y eufóricos, y transformó cada concierto en una ceremonia irrepetible. Su amor por este grupo desbordaba el terreno musical; Metallica era la banda con el sonido de un nuevo estilo de vida.

Con el paso de los años, y pese al dolor de muchos de sus seguidores, este conjunto trascendió el género que había creado. Su intensa apertura musical le brindó el rechazo por parte de un sector del público. Metallica atravesaba una situación similar a la de Bob Dylan cuando desde la platea de Newport se escuchó «¡Judas!», un improperio que recibió el solista por «traicionar» su música folk y cambiar hacia un sonido eléctrico. Sin embargo, Metallica, a bordo de su espíritu combativo, afrontó los prejuicios a fin de no caer en la monotonía y la reiteración. Tenían el absoluto convencimiento de que estaban en el camino correcto y no retrocedieron ante nada: lograron el éxito mundial a través del hard rock de «Enter Sandman», grabaron un álbum junto a la Orquesta Sinfónica de San Francisco y realizaron ciclos acústicos y hasta un trabajo de noise rock en compañía de Lou Reed.

Sin renunciar a sus raíces, este grupo evolucionó y nunca descansó en los laureles. Siempre estuvo un paso por delante y logró una identidad que lo ubicó en un pedestal junto a otros puntales como Black Sabbath, Iron Maiden, Deep Purple o Judas Priest.

Sin vacilaciones, Metallica dio los pasos que ninguna banda de metal se había atrevido a dar. Por consiguiente, en pocos años salieron de los oscuros y marginales antros de la costa Oeste de Estados Unidos para conquistar los estadios más imponentes del mundo, vender decenas de millones de discos, ganar premios y ser homenajeados. Lograron que el centro de la escena musical volviera a estar en Norteamérica y ya no en Gran Bretaña.

Pero si bien ahora Metallica goza de un merecido reconocimiento, a lo largo de su carrera este grupo sorteó todos tipo de inconvenientes: cambios de integrantes, el fallecimiento del bajista Cliff Burton, el despido de Dave Mustaine, graves accidentes en vivo, censuras, conflictos legales con Napster, problemas con el alcohol y coqueteos con las drogas. Sin embargo, resistieron a todo.

Lo más sorprendente es que las personalidades de los cuatro integrantes de Metallica son radicalmente opuestas entre sí; no obstante, cuando se juntan logran una perfecta sinergia.

Pero ¿por qué esta banda sigue despertando pasiones y fanatismo en las nuevas generaciones? Sin duda, su constante actualización es la pieza clave en la vigencia de su obra, ya que incorporan con fruición los avances tecnológicos y los nuevos lenguajes musicales. Al mismo tiempo, su inmenso despliegue en vivo ofrece uno de los espectáculos más impactantes de la historia del rock.

Sobre estos vértices indaga Metallica: furia, sonido y velocidad, una aproximación a uno de los fenómenos más trascendentales y controvertidos del heavy metal. Este libro traza un recorrido cronológico por sus discos, videoclips, cambios de estilos y su relación con el contexto musical. En sus páginas, también nos adentraremos en la intimidad de esta banda a través de anécdotas, curiosidades y detalles sobre sus equipos e instrumentos. Sus letras, una de las particularidades más destacadas del grupo, son analizadas y homenajeadas en distintos apartados de cada subcapítulo.

Metallica: furia, sonido y velocidad está dirigido no sólo a los amantes de la banda, sino que también se hace extensible a músicos y curiosos. Todos los que quieran profundizar en esta historia, que abran los oídos y los ojos puesto que el galope de los «Cuatro Jinetes» retumba con el sonido y la locura del metal.

Introducción

Los sesenta (también) son heavies

Existen diferentes músicos y periodistas que inician encendidas discusiones sobre los primeros embriones del heavy metal. Muchos de ellos encuentran la génesis en la obra de Led Zeppelin y Deep Purple. Sin embargo, este movimiento surgió con la irrupción de Black Sabbath a finales de los sesenta y de Judas Priest a comienzos de la siguiente década. A partir de ellos, el sendero del rock no fue el mismo. Ambos conjuntos se vieron influenciados por el sonido de las fábricas metalúrgicas de su natal Birmingham (en el noroeste de Londres). Esta ciudad, destruida durante los ataques de la Segunda Guerra Mundial, era conocida como «La Locomotora de la Revolución Industrial» o «El País Negro», por las minas de carbón y el constante humo suspendido en el aire. El tableteo inquieto de los martillos, los compresores aplastando y salpicando el metal y las humaredas que emanaban de las chimeneas de las fundidoras, se colaban en las aulas de una escuela contigua. Allí cursaba sus estudios un niño que luego se convertiría en el cantante de Judas Priest: Rob Halford. Mientras estaba en clase, Halford escuchaba esos sonidos y veía los libros saltar de su pupitre a causa de las vibraciones. El metal fue entrando impacientemente en sus pulmones y en sus venas de una manera irremediable.

Experiencias similares calaron en los integrantes de Black Sabbath. Su guitarrista, Tony Iommi, pudo capturar toda esa atmósfera en su instrumento, tras sufrir un accidente trabajando en una cortadora de metal (perdió dos falanges de su mano izquierda y las reemplazó por una prótesis cuyos materiales generaron una sonoridad grave y oscura, que dio origen al heavy metal).

Rápidamente este movimiento se transformó en una prolífica respuesta al hippismo de esos años. Sin dudas, el pacifismo colorido y contracultural de la «Generación Beat» de San Francisco (Estados Unidos) estaba alejado de aquellos jóvenes que crecían rodeados de grises fábricas industriales en los suburbios de Londres. Sin embargo, los polos siempre parecen unirse: muchos músicos encuentran la raíz del heavy metal en Blue Cheer, un mítico grupo de San Francisco que apareció en plena fiebre «Flower Power».

El sello del metal: la aparición del punk y otros movimientos

A comienzos de los setenta, los británicos colocarían otras piedras fundacionales de este género: Motörhead lo haría a través de álbumes como Overkill; el trascendental Rising fue aportado por Rainbow, cuya formación integraban Ritchie Blackmore (guitarrista de Deep Purple) y Ronie James Dio; paralelamente, fue de vital importancia Uriah Heep, con discos como Look at Yourself; Led Zeppelin, con Led Zeppelin III y Deep Purple, con Machine Head.

La semilla del heavy metal ya estaba plantada y desde diversas latitudes tomaron relieve bandas que profundizaron en su rumbo: Buffalo (Australia), Sir Lord Baltimore, UFO y Alice Cooper (Estados Unidos); Scorpions (Alemania); así como Triumph y Mahogany Rush (Canadá).

Mientras tanto, por esos años el rechazo al hippismo no cesaba y tras la irrupción del heavy metal se generó otro movimiento: los mods[1]. Pero tanto éstos como aquéllos se vieron eclipsados por la cristalización del punk a mediados de los 70. Este movimiento, surgido en Norteamérica con Patti Smith, The Ramones y con Iggy and The Stooges, se asentó en Gran Bretaña con bandas como The Clash y Sex Pistols. El punk, a bordo del primitivismo y la reducción, fue un hábil contraataque a la música de esos años, como el rock sinfónico —o progresivo— y el virtuosismo de grupos como Led Zeppelin, a quienes acusaban de aburridos por sus empalagosos solos. El rock sinfónico se consumía en su propia egolatría y sus letras no brindaban ningún tipo de identificación con los jóvenes, en unos momentos en los que la crisis había dejado de ser una sensación para transformarse en una realidad. La falta de renovación hizo que el punk fuera ese «aire fresco» tan necesario y buscado. Pero, a fin de cuentas, fue un movimiento que quiso cambiarlo todo y que sólo logró pequeños y aislados destellos.

De todos modos, para entonces el punk ya había captado la atención de gran parte de los jóvenes y dejó el heavy metal al borde del knock out. En esos años, el vértigo de los Sex Pistols y la conciencia contestataria de The Clash eran la punta de lanza de este movimiento que buscaba quitarse el estigma de «música seria». Ahora «todos podían hacer música» más allá de sus limitaciones técnicas. La esencia rebelde de este género se percibía ya en 1975, cuando Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols, daba vueltas por Londres luciendo una camiseta que decía «Odio a Pink Floyd».

El punk fue, sin duda, la última contracultura del siglo XX. Su pensamiento anarquista fue acompañado por un fuerte rechazo al establishment del rock y a todo lo regido por las normas del mercado y las instituciones. Pero cuando esta propuesta «antiarte» pasó a ser comercial y aceptó contratos multimillonarios, el punk cavó su propia tumba. Los Sex Pistols se disolvieron en 1980, mientras que The Clash alcanzaba ese año un éxito internacional con London Calling. Ya a finales de 1982, este grupo empezó a diluir su esencia, y con Sandinista se abrió a otros ritmos como el dub, el gospel, el hip hop y el jazz.

En respuesta a la estética sonora y visual del punk, surgieron diversas tendencias británicas —de pelo batido y maquillaje— que por esos años incluían a los new romantics, la New Wave (identificada con David Bowie, Roxy Music y posteriormente con Duran Duran) y los darks (representados por The Cure y Siouxsie and the Banshees).

El heavy metal se consolida como subcultura

Cuando el punk perdió su norte, el heavy metal retomó su lugar protagonista. La renovación llegó otra vez desde la ciudad de Birmingham. Judas Priest fue el encargado de darle un segundo aire al heavy metal, rejuveneciendo su imagen y su sonido con el emblemático British Steel, de 1980. Este trabajo los llevó a los primeros puestos de las listas británicas y a una gran popularidad en Norteamérica, lo que ubicó a la banda en un lugar de privilegio dentro del heavy. Estas canciones eran más breves que las anteriores y podían escucharse en la radio sin renunciar a la identidad metalera. «Breaking the Law» se convirtió en el corte de más difusión (si bien también se encontraban en este álbum otros clásicos de la banda como «United» o «Living After Midnight»).

Si bien Black Sabbath fue la raíz de este género, Judas Priest fue el responsable de sacarlo de la nada y convertirlo en metal. Posiblemente estos últimos fueron el primer conjunto en tomar el heavy metal y adoptarlo como lenguaje y forma musical. El sonido de sus guitarras y la incomparable voz de Rob Halford fueron las piezas fundamentales. Sin embargo, el comienzo de Judas Priest no fue tan simple: la banda no se ajustaba a ningún movimiento, ya que su sonido pesado no coincidía con su colorida ropa hippie. El grupo no contaba con un diseñador de indumentaria, entonces Halford comenzó a buscar una estética novedosa que los diferenciara recorriendo tiendas sadomasoquistas. Caminó por Londres buscando callejones y puertas oscuras hasta que dio con Mr. S Leather, en el Soho. El lugar indicado. La vestimenta de cuero de color negro, los látigos, las cadenas y las tachas gozaron de tal aceptación en la escena que al poco tiempo todas las bandas metaleras copiaron ese look. Se volvió una especie de uniforme y un modo de reconocimiento que se extendió hasta la actualidad.

Coincidiendo con el año de la salida de British Steel, Ozzy Osbourne retomó el trono de «Príncipe de las Tinieblas» del metal con Blizzard of Ozz y su controvertida tapa. El disco contenía el clásico «Crazy Train» y se consolidó como el trabajo más vendido de su carrera solista. Fue de vital importancia su dupla con el guitarrista Randy Rhodes, con quien estableció ese vínculo único de compañerismo y camaradería que une a un cantante y a un guitarrista (tras haber sido expulsados de Black Sabbath por sus excesos con las drogas y el alcohol).

Un mes más tarde, en octubre de 1980, Motörhead publicó Ace of Spades y alcanzó una notable popularidad. El tema homónimo terminó convirtiéndose en un himno no sólo de la banda sino también del metal. El disco, además, incluía brillantes canciones como «Shoot You in the Back» y «Fire Fire», que daban cuenta del momento de calidad y de inspiración que atravesaba la banda.

A pesar de la fértil resurrección del heavy metal a través de estos grupos británicos, sus seguidores no contaban con ningún lugar de encuentro y reunión. La aparición de The Bandwagon, un club ubicado en Londres, desempeñó ese rol a la perfección. Neal Kay, un viejo fan del heavy, estaba a cargo de este lugar. Según él, «el punk era una antiactitud contra la música». The Bandwagon se convirtió en un referente del nuevo paradigma del metal y buscaba —a través de su disc-jockey— limpiar de los jóvenes hasta el último vestigio de punk. Los metaleros más fervorosos pasaron allí del air guitar a crear —en 1976— guitarras de cartón para una mejor representación de los solos de sus héroes metaleros. A través de sus altavoces, este reducto fue gestando la Nueva Ola del Heavy Metal Británico (New Wave of British Heavy MetalNWOBHM—), encabezada por grupos como Samson, Savage, Diamond Head, Venom, Angel Witch, Saxon y Tygers of Pan Tang. Muchos de ellos quedaron olvidados, a excepción de Iron Maiden, que desde un principio mantuvo una relación con el sonido punk, sobre todo en Paul Di’Anno, su primer cantante (que en 1981 fue reemplazado por Bruce Dickinson, exintegrante de Samson). Los Maiden, al igual que los otros conjuntos del nuevo metal, se diferenciaban del punk por su dominio del instrumento, que recordaba a Emerson Lake & Palmer, Genesis y a la música académica. Al mismo tiempo, fagocitaba del punk su energía visceral, que mezclaba con sofisticados arreglos.

En aquel prolífico 1980, Diamond Head lanzó Lightning to the Nations e Iron Maiden, Killers; un año más tarde, Saxon publicó Wheels of Steel, tres piezas fundamentales del surgimiento de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico. La indumentaria de estos metaleros oscilaba entre los jeans gastados y las zapatillas, hasta el cuero negro de los motociclistas, pasando por las bien conocidas tachas.

El género femenino también ganó su espacio dentro de la escena. Girlschool, un cuarteto de mujeres formado en Londres en 1977, realizó importantes giras primero con Motörhead desde 1979, y luego, con Uriah Heep, Black Sabbath, Twisted Sister y Alice Cooper.

Una década prodigiosa

El entramado político y cultural de esos años estaba firmado por un régimen conservador. La primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, legisló durante tres períodos consecutivos que se extendieron desde 1979 hasta 1990. «La Dama de Hierro», apodo por el cual fue conocida mundialmente, adoptó medidas basadas en la desregulación del sector financiero, la privatización de las empresas estatales y la reducción del poder de los sindicatos. Eran frecuentes las marchas y los cierres de fábricas que dejaban a gran cantidad de trabajadores sin empleo. Este gobierno, además, implementó un vaciamiento cultural, ya que consideraba el arte como un gasto innecesario. Mientras Thatcher hacía frente a un período de fuerte recesión, desempleo y problemas con el IRA, se produjo la Guerra de las Islas Malvinas, soberanía que se disputaba con Argentina. La victoria británica le sirvió a la ministra para aumentar su escasa popularidad a través de la exaltación del nacionalismo. Si bien el conflicto fue ganado gracias a la ayuda norteamericana, lo que fortaleció su política exterior con el gobierno de Ronald Reagan, dándole la espalda a Europa.

El punk fue uno de los movimientos que hizo sentir su voz en contra de las políticas thatcherianas: el primer disco de The Clash hacía mención a las tensiones sociales y disturbios raciales (en canciones como «White Riot», «Career Opportunities» y «London’s Burning»). Paralelamente, otro grupo con una fuerte motivación ideológica en esos días fue The Jam, que con canciones como «Going Underground» y «Town Called Malice» ilustraba lo apagada y vacía que estaba la sociedad británica de fines de los 70 y comienzos de los 80. En la misma tónica, el grupo de ska The Specials también tuvo su momento de dura crítica a este período cuando en 1981 publican «Ghost Town». La canción llegó al puesto número 1 del ranking británico en concordancia con disturbios paralelos en lugares como Brixton.

Por esos años, un sector de skindheads derivó a pensamientos y posiciones de extrema derecha. La respuesta llegó con «Rock contra del Racismo», propuesta que tuvo su punto más alto de adhesión en 1978, con una marcha de casi cien mil personas en Londres y que culminó con un concierto en Hackney.

En este contexto económico y político de los 70 y 80, la falta de oportunidades entre los jóvenes hizo florecer distintos estilos musicales, como una forma de canalizar y descomprimir el momento social. Fue un período de cambio y experimentación, en el que tomaron popularidad nuevos grupos y solistas, como Depeche Mode y The Smiths; y otros ya consagrados que renovaban su sonido, como Queen (The Game y Hot Space), Genesis (Abacab y Genesis) y Yes (90125).

Las medidas conservadoras de Thatcher encontraron un perfecto paralelismo en el presidente norteamericano Ronald Reagan, quien ejerció el cargo durante dos legislaturas (1980-1984 y 1985-1989). Este jefe de Estado republicano buscaba minimizar la función del Estado y estimular la intervención privada en materia económica, educativa, social y sanitaria. Con su llegada a la presidencia de Estados Unidos, Reagan reivindicó la defensa del liberalismo económico y adoptó una fuerte postura antisoviética en el ámbito internacional que se tradujo en la persecución de las amenazas comunistas en distintas regiones del mundo.

Cambio de paradigma en el rock y fin de una época

Por esos años, el rock había caído en un lenguaje sofisticado, pretencioso y frío. Su meseta creativa lo llevaba recurrentemente a fusionarse con otros estilos, mayormente con la música disco —que en su momento de esplendor, entre 1975 y 1979, hacía estragos en las radios estadounidenses —. Era el sonido que estaba de moda y muchas bandas se acercaron a esta corriente buscando vigencia. Un gran número de artistas que nunca antes se habían acercado al género comenzaron en esos años a grabar canciones disco, en muchos casos por imposición de las discográficas que buscaban un hit. Ejemplos notables se encuentran en temas como «Miss You», de The Rolling Stones; «I Was Made for Lovin’ You», de Kiss; «Do You Think I’m Sexy? », de Rod Stewart; o «Last Train to London», de Electric Light Orchestra, entre otros. Al mismo tiempo, la banda sonora de la película Fiebre del sábado noche (1977) se posicionó como uno de los álbumes más vendidos de la historia de la música popular y llevó a los Bee Gees nuevamente al nº1 de las listas de éxitos de todo el mundo, con canciones como «Stayin’ Alive», «Night Fever» y «If I Can’t Have You», lo que les convirtió en los reyes de la música disco. A su sombra, Village People alcanzaba una gran notoriedad a finales de los 70 con «Macho Man» y con el himno gay «YMCA».

Este campo musical fue acaparado cómodamente, ya que los principales referentes del rock de los 60 y 70 se encontraban sumergidos en crisis personales o compositivas. Fue un momento de inflexión. El punk ya se había debilitado y era parte del mainstream. A principios de los 80, la banda neoyorquina The Ramones entró en un período de fuertes fricciones entre sus integrantes por asuntos musicales y políticos.

Kiss se había transformado en un espectáculo de entretenimiento, más allá de su música: sus canciones tenían el mismo valor que sus películas o su merchandising. Gene Simmons vomitaba sangre de su boca y prendía fuego a la guitarra de Ace Frehley, pero de su obra casi no se hablaba.

Esta ruptura de paradigmas en el rock fue acompañada de un recambio forzoso: el joven Ian Curtis, líder de Joy Division, se suicidó en 1980. Al año siguiente, falleció Bob Marley a raíz de un cáncer y asesinaron en la puerta del Hotel Dakota al gran compositor del siglo XX: John Lennon. Mientras tanto, Miles Davis continuaba rompiendo las últimas fronteras del jazz, llevando su fusión a extremos impensados. Desde Irlanda, U2 lanzaba en 1980 Boy, su primer disco, que provocó la atención inmediata de la prensa y el público norteamericano. Al poco tiempo, Michael Jackson rompió todos los récords de venta con Thriller (1982) y se convirtió en el nuevo icono de la cultura pop, acompañado de estrellas como Madonna, Prince y Stevie Wonder.

Pero la nueva música norteamericana de los 80 era inexpresiva y carecía de vitalidad. Las letras pop y disco, el folk de Eagles y el rap de Public Enemy no reflejaban la realidad sociocultural de gran parte de la juventud estadounidense. Paralelamente, entrarían en la recta final otros pioneros del rock: Led Zeppelin se disolvió en 1980 y The Who haría lo propio en 1983. The Rolling Stones editaron discos de escasa inspiración (Undercover y Dirty Work en 1983 y 1985, respectivamente), lo que provocó la disolución temporal de la banda. Esa crisis creativa alcanzó además a Paul McCartney con su anodino McCartney II (1980) y su single Coming up, con ritmos cercanos a la música disco. Por su lado, Bob Dylan editó Saved y, dentro de esta misma etapa cristiana, Shot of Love.

La falta de ideas y la constante fricción entre los integrantes alcanzó incluso a referentes del heavy metal, como Black Sabbath, que en 1981 editó Mob Rules con Ronnie James Dio en la voz. La mala recepción por parte del periodismo especializado y las peleas internas provocaron que su cantante abandonara el grupo junto al baterista, para luego formar Dio.

Una bocanada de renovación llegó desde Australia. En 1980, Back in Black, de AC/DC mereció la consideración de «disco antológico». Fue un haz de luz dentro del gris y debilitado hard rock que ubicó a la banda en un pedestal de privilegio. Las campanas del comienzo de «Hell Bells» son el preludio perfecto: grandes canciones, poderosos riffs y la voz de Brian Johnson, cumpliendo ampliamente el papel de suplir al legendario Bon Scott. Lujuria, alcohol, mujeres y rock son los temas que abordaban las letras de este disco, que ofrecía en «Shoot to Thrill» y «Shook Me All Night Long» verdaderos estandartes.

Enemigos íntimos: la aparición del glam metal

En ese contexto de cambios generacionales dentro del rock, y tomando como antesala la estética disco, apareció el glam metal, una combinación del sonido de Kiss y Alice Cooper y el glam de los años 70 (que tuvo en David Bowie y Marc Bolan de T. Rex a sus abanderados, y en grupos británicos de pop y New Wave como Depeche Mode, Culture Club y Talking Heads, sus referentes).

El glam metal incorporó su uniforme colorido, de pantalones de cuero ajustados, pañuelos, botas tejanas o con plataforma, lápiz de ojos, lápiz labial y algún accesorio animal print que utilizaba Mötley Crüe, Bon Jovi, W.A.S.P., Twisted Sister, Poison y Quiet Riot. Vertiginosamente, esta música acaparó los primeros puestos de los rankings norteamericanos, captando una inmensa notoriedad en un público plural y heterogéneo. En aquellos primeros años de la década de los 80, el metal oscilaba entre el cuero y el encaje. Los casi ocho mil kilómetros desde Birmingham a Sunset Boulevard, en Los Angeles, la cuna del glam, no eran sólo geográficos. En esa ciudad norteamericana no había grises fábricas como en los barrios del noroeste de Londres; sino playas, glamour, sol y arena. El modo de vida era completamente opuesto a la dureza y la impronta masculina de la NWOBHM. Este cambio de escenario y de atmósfera tornó más liviano su sonido. Los músicos estaban sonrientes y sus prolijos peinados platinados estaban acompañados de coches y mujeres. Ya no había misticismo, canciones satánicas, bosques ni leyendas.

En ese nuevo escenario, bandas como Mötley Crüe y Poison obtuvieron una rápida notoriedad. Su propuesta superaba a la de Van Halen tanto en maquillaje y colores como en público femenino, aunque era inferior en calidad musical. Sus canciones tenían riffs de guitarras y melodías pegadizas que fueron sus marcas distintivas. Pronto se naturalizó el hecho de que estas bandas editaran un sencillo con un sonido furioso y el siguiente corte fuese una balada que combinaba lo épico con lo melancólico. Así, los sintetizadores y teclados adquirían mayor preponderancia con el objetivo de crear climas y texturas que se alejaban de la crudeza del metal más clásico. Era un metal más suave y melódico, en el cual David Lee Roth terminó dictando su esencia: «Lo que ustedes ven arriba del escenario, es igual a lo que ven debajo del escenario y entre bastidores». Era una especie de non stop party en la que los excesos dejaron a la música en un segundo plano. Sin duda, la propuesta de Van Halen se centraba en la figura carismática de David Lee Roth y el virtuosismo en la guitarra de Eddie Van Halen. El grupo sacó en 1978 un disco homónimo que alcanzó seis discos de platino. El álbum revolucionó el sonido de la guitarra eléctrica. Sin duda, Eddie impuso su propio estilo. Tras él, los músicos de metal quisieron copiar su técnica. Sin embargo, las bandas de este género no contaban con un guitarrista de su talento y su apertura sonora. Asimismo, la estética que implementó David Lee Roth, más allá de su dorado registro vocal, estableció la «consolidación musical» del glam metal.

No obstante, Mötley Crüe era la banda pionera y emblemática de este género, gracias a sus primeros discos (Too Fast for Love, de 1981 y Shout at the Devil, de1983), cuyas canciones contenían influencias del heavy metal, el glam rock y algo de la energía punk. Este sonido, junto a sus apariciones en la MTV y su fuerte dosis de escándalo (drogas, mujeres y arrestos), hicieron que la banda obtuviese una instantánea repercusión mediática.

Indudablemente, la aparición de la MTV (cadena creada el 1 de agosto de 1981 en Norteamérica) se tradujo en un mayor cuidado estético en el rock y generó la imperiosa necesidad de que los grupos tuvieran una imagen. Todas las bandas hacían carrera para estar en la nueva cadena que, con los años, terminaría siendo un icono de la cultura joven. Este canal modificaría el lenguaje y la forma de consumo de la cultura pop y rock. En el heavy metal, comenzó a ser cada vez más importante lo visual: la explosión de este movimiento estuvo íntimamente vinculada con la llegada de los vídeos a la televisión. El avance comunicacional incluyó el rock en los hogares, como una forma de espectáculo y entretenimiento no real, alentada por una representación de clichés y poses actuadas. Decenas de grupos iban en busca de ese horizonte (los integrantes de Poison juntaron miles de dólares para realizar el videoclip de la canción «Talk Dirty to Me» para la MTV).

Por esos años, Los Angeles se transformó en el emporio de las subculturas, los outsiders y los freaks. Todos los músicos llegaban a esa ciudad. El Sunset Boulevard estaba atestado de punks, new romantics, heavies y darks. Había miles de hombres que parecían chicas y chicas que lucían como hombres. En esa miscelánea, grupos como Mötley Crüe querían aparecer rudos y utilizaban ropa de cuero y poses estereotipadas. Mientras tanto, en las sesiones de fotos para las revistas, utilizaban maquillaje, prolijos peinados, encajes y pieles. Buscaban, de este modo, que la gente hablara de ellos y generar controversia. Del mismo modo, los portafolios fotográficos de Poison tomaban como influencia la imagen andrógina de los modelos de revistas como Vogue, Elle y Cosmo (cuyo resultado fue la portada de su primer álbum, Look What the Cat Dragged In).

Otro grupo referente del glam metal fue Twisted Sister, cuyo tercer álbum propuso un giro hacia un plano más comercial. ¿Quién puede olvidar los famosos videoclips de «I Wanna Rock» y «We’re Gonna Take It», con ese espíritu cómico y satírico que reinaba insistentemente en la MTV? La banda saltó a la fama con estas canciones, que formaron parte del disco Stay Hungry, de 1984 (en cuya gira de presentación invitaron a Metallica como grupo telonero).

Por su parte, Dee Snidee, de Twisted Sister, en los recitales utilizaba lencería y accesorios de su esposa, quien se encargaba de vestirlo. Lo paradójico era que siempre el heavy metal se ofreció como un movimiento muy heterosexual. Por tal motivo, resultaba llamativo y ambivalente que hubiera hombres afeminados, por un lado, y ultramasculinos, con ropa ajustada y protuberancias en sus pantalones, por el otro.

En este marco, el glam se rebelaba contra los cánones que imponían culturalmente cómo tenía que verse un hombre, y utilizaba una apariencia femenina mediante el maquillaje, el cabello largo, los accesorios, la vestimenta colorida y los brillantes. Lucir como una mujer era una forma de revelarse al mandato masculino inculcado por la familia y la sociedad.


1. Subcultura juvenil perteneciente a la clase media trabajadora inclinada hacia la música negra (r&b, soul, reggae y ska).

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Imagen de la banda original en un ensayo. De izquierda a derecha: Ron McGovney, James Hetfield, Lars Ulrich y Dave Mustaine.

El camino es metálico

Al igual que muchas de las bandas más importantes de la historia del rock, Metallica comenzó a desarrollarse entre compañeros de escuela. James Alan Hetfield y Ron McGovney se conocieron estudiando en el East Middle School de Los Angeles. De todos modos, fue en su primer año en el Downey Elementary de esa misma ciudad cuando estrecharon su amistad. El padre de James, Virgil, era propietario de una compañía de camiones y su madre era cantante de ópera: Cynthia tenía un talento natural para el arte, ya que además pintaba. No era el caso de su padre, que además imponía una rigurosa disciplina a sus hijos con un trato cortante y seco. Éste era el segundo matrimonio de su madre, que dejó dos hermanastros mayores a James. Él creció en Downey, en los suburbios del sur de Los Angeles. Fanático de las películas de terror, su relación con la música comenzó a los 9 años y, al llegar a la adolescencia, se mostró fascinado por grupos como Black Sabbath, Motörhead, Aerosmith y UFO. Si bien en el colegio, Hetfield y McGovney eran vistos con displicencia por su condición de outsiders, el segundo no tenía interés por el heavy metal, sino que admiraba a músicos como Elvis Presley. Por lo tanto, fue Hetfield el responsable de llevarlo hacia el metal, enseñándole sus primeros temas en la guitarra cuando corría septiembre de 1977. El vínculo entre ambos se fue fortaleciendo y, por esos días, McGovney se transformó en stage de la primera banda de James Hetfield: Obsession.

Pero en esos días, sucedió un hecho que trastocó emocionalmente a James para el resto de su vida: cuando aún tenía 13 años, su padre los abandonó. Si bien Virgil no era de discutir con su mujer delante de ellos, un día se marchó durante varios años con el pretexto de emprender un «viaje de trabajo». La realidad era otra. Cynthia, la madre de James, con el paso del tiempo le avisó que su padre ya no iba a volver.

Ese desamparo desgarró la armonía familiar. Paralelamente, James empezó la secundaria y su pudor no le permitía compartir este problema con sus compañeros. Se cerró aún más en sí mismo. Mientras tanto, en su hogar vivía un clima constante de tensión. James descargaba su ira contra su hermana (una vez llegó a quemarla con aceite caliente) y, por lo tanto, su madre tenía que permanecer allí para evitar incidentes mayores. La desesperación y el vacío de ella tras la partida de Virgil comenzaron a hacerse patentes y terminó por incubar una enfermedad.

En 1980 ocurrió otro momento álgido en la vida personal del futuro líder de Metallica: su madre falleció a raíz de un cáncer que no se intervino clínicamente debido a sus creencias religiosas. Practicante de la Ciencia Cristiana, sus preceptos consideraban que Dios arreglaría cualquier problema y que el cuerpo era sólo una cáscara que no necesitaba de médicos. James había crecido bajo estos mandatos, pero le resultaron difíciles de entender cuando su madre agonizaba.

En su desarrollo social, no pudo adquirir un físico adecuado para practicar fútbol americano y, en las clases de salud en la escuela, tenía que salir. De ahí que sus compañeros se burlaban de él y lo apartaban aún más del grupo, tachándolo de freak. De hecho, la religión perseguirá a James a través del tiempo como un fantasma y una inspiración para escribir.

Tras la muerte de su madre, James se mudó a la casa de su hermano Dave en Brea, una ciudad vecina ubicada en el condado de Orange. Allí se aferró fuertemente a la música como una herramienta para canalizar sus emociones. Al cursar el último año de secundaria, nuevamente recurrió a sus compañeros —en este caso del Brea Olinda High School— para formar su siguiente grupo: Phantom Lord. En este proyecto estaba acompañado por bajistas eventuales y por Hugh Tanner en la guitarra y Jim Mulligan en la batería. Pero la finalización de los estudios secundarios de Hetfield lo llevó de regreso a Downey, razón por lo cual tuvo que disolver la banda.

Su tercer proyecto se llamó Leather Charm y conservó la misma formación de Phantom Lord (aunque él ya no tocaba la guitarra, sino que sólo cantaba). Ante la necesidad de un bajista fijo, Hetfield alquiló un bajo y un amplificador en la tienda Dewney Music Center y le enseñó algunos recursos básicos a su amigo McGovney para que pudiera ocupar ese puesto vacante dentro del grupo.

Leather Charm tenía influencias de Mötley Crüe, Sweetie Girl. De ese período, emergieron muchas canciones y esbozos que luego Heltfield plasmaría en Metallica. Pero el alejamiento de Tanner y Mulligan representó la disolución del proyecto. Era tiempo de barajar y repartir de nuevo.

Hetfield y Ulrich se conocen

Lars Ulrich, a diferencia de Hetfield, era hijo único. Se crió en una familia muy liberal, con una estructura sólida y de clase media-alta. Sobrino del notable saxofonista de bebop Dexter Gordon, Lars fue estimulado tempranamente en un ambiente musical. Su padre, Torben Ulrich, era un afamado tenista danés que representó a su país en numerosas oportunidades en la Copa Davis y jugó contra adversarios de la talla de Ilie Nastase, Guillermo Vilas, Rod Laver o Manuel Orantes. Torben también fue clarinetista de jazz en Copenhague en los años 50 y llevó la gestión de un bar musical de la ciudad. Al mismo tiempo, le transfirió a su hijo la pasión por el tenis, al punto que Lars se convirtió en un tenista prodigio en su país. Pero al maravillarse en vivo con Deep Purple a los diez años y al recibir a los 13 años su primera batería (obsequio de su abuela), acentuó su inclinación por el rock y dejó de lado el deporte. Fue trascendental en esta decisión su mudanza a los16 años, junto a su familia, desde su natal Gentofte (Dinamarca) a Newport Beach, Orange (Estados Unidos). La ciudad ofrecía novedades y cambios culturales, pero aquellos jóvenes estilo Beverly Hills con prolijas camisetas Lacoste de color rosa no impresionaban a Lars, que por esos días deambulaba con la sudadera de Iron Maiden.

Conjuntamente, sus viajes esporádicos a Europa para ver la explosión de la nueva ola del heavy metal británico profundizaron su fanatismo por este género. Fue su interés por el metal lo que le decidió a publicar un anuncio en el que solicitaba músicos a través de los clasificados de la revista Recycler, con el objetivo de formar una banda y grabar una canción para el recopilatorio Metal Massacre, que coordinaba su amigo Brian Slagel (autor del fanzine New Heavy Metal Revue). El anuncio decía: «Baterista busca músicos de metal para tocar. Influencias: Tygers of Pan Tang, Diamond Head e Iron Maiden». Ese anuncio llegó a manos de Hetfield coincidiendo con la disolución de su proyecto Leather Charm. Al instante respondió al anuncio y pautaron el primer encuentro. Lars se presentó en el ensayo y Hugh Tanner hizo de intermediario en ese histórico momento. Lars Ulrich y James Hetfield se habían conocido. Pero aquel contacto inicial no fue el soñado. La relación tuvo un comienzo errático ya que no hubo una conexión en lo musical. Ulrich tenía un conocimiento acotado sobre el instrumento y no lograba llevar el ritmo sobre su precaria batería (nutrida de un solo platillo). Además, Lars nunca había conocido a nadie tan tímido como James. Este último tenía miedo de entablar cualquier tipo de contacto social y su grave problema de acné lo recluía aún más. Su madre acababa de morir y sentía que todo el mundo era su enemigo. Tampoco era un interlocutor locuaz, ya que estaba hastiado de explicar cuál era su condición religiosa.

A pesar de todo, con el paso de los días, Hetfield y McGovney vieron un avance en la ejecución de Lars y el entusiasmo de ellos en participar en el recopilatorio intensificó el vínculo con el baterista. Aquellos ensayos iniciales sucedieron a finales de 1981 en el garaje de la casa que Hetfield y McGovney compartían en Nortwalk (Los Angeles). Aquello fue el refugio de Metallica en su período embrionario (la vivienda correspondía a la familia de McGovney, que tenía tres propiedades que iban a ser demolidas para construir sobre ellas una autopista).

Al poco tiempo, Ulrich dejó su casa y se fue a vivir al apartamento de sus nuevos compañeros de banda. En los albores de esa relación, Lars deleitaba a Hetfield con discos de grupos ignotos europeos que traía de sus viajes al viejo continente. Mientras tanto, Ulrich subsistía trabajando en una gasolinera y James, en una fábrica de calcomanías y carteles.

Constituida ya la banda, Lars comenzó a barajar opciones para un nombre que los pudiera representar: Grinder, Blitzer, Helldriver, Thunderfuck y Lars Ulrich escrito al revés fueron algunas de las posibilidades. Pero finalmente, su amigo Ron Quintana le comentó que estaba buscando un título para su fanzine, entre los cuales se encontraba Metal Mania y Metallica. Lars se interesó de inmediato por este último nombre, por lo que convenció a Quintana para que adoptara el primero, y así el baterista alcanzó el objetivo de usufructuarle la palabra «Metallica».

Se enciende la primera luz

El 14 de junio de 1982 se editó la canción «Hit the Lights» como parte del recopilatorio Metal Massacre, realizado por Brian Slagel. Su discográfica Metal Blade Records era la más importante de thrash en Estados Unidos, junto a Megaforce (dirigida por John y Marsha Zazula desde New Jersey). Ambos sellos pusieron dinero de sus bolsillos para desarrollar la nueva escena metalera. Slager incluyó el tema de Metallica como cierre del álbum (aunque en la primera edición de Metal Massacre el nombre de la banda aparece con doble T). En ese recopilatorio participaron ocho grupos más, entre ellos Malice, Avatar, Bitch y Pandemonium. «Hit the Lights» había sido compuesta por Hetfield en su paso por Leather Charm. A continuación, la lista de canciones que integraban Metal Massacre Vol. I:

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Esta primera grabación de la banda fue realizada con un equipamiento de calidad precaria. Aquella formación de Metallica estaba compuesta por James Hetfield en la voz y guitarra rítmica; Ron McGovney en el bajo, y Lars Ulrich en la batería. Al mismo tiempo, el jamaicano Lloyd Grant se sumó como primera guitarra. Su ingresó se restringió a esa fugaz participación en «Hit the Lights».

Dave Mustaine se une a la banda

La continuidad dentro de la banda del guitarrista Lloyd Grant fue interrumpida por el descontento del resto de los músicos. Por tal motivo, a los pocos meses de llegar, dejó Metallica sin haberse presentado en vivo. Una vez fuera del grupo, formó Defcon (cuyo proyecto compartió con Patrick Scott).

En sustitución de Lloyd Grant, llegó Dave Mustaine, un guitarrista dos años mayor que Ulrich y Hetfield (nació en 1961). Oriundo de La Mesa, California, su vida fue errática y cargada de pasajes oscuros. Tras el divorcio de sus padres cuando él era un niño, Dave pasó casi toda su juventud con su madre y sus hermanas mudándose constantemente, para así ocultarse de su padre, quien lo atacó físicamente en su infancia. Su acercamiento a la música fue a partir de una de sus hermanas. Ella despertó el interés de Mustaine por discos como House of the Holy, de Led Zeppelin, y el álbum blanco de The Beatles. A la edad de 15 años, Dave Mustaine alquiló su propio apartamento y sobrevivía económicamente a través de la venta de narcóticos y marihuana. Uno de sus mejores clientes a menudo estaba falto de dinero, pero como trabajaba en una tienda de discos le pagaba las drogas con álbumes de Iron Maiden y Judas Priest (lo que contribuyó a que Mustaine adquiriera una predilección por el heavy metal). Por esos días de finales de los 70, Dave se acercó a su primera guitarra, una B.C. Rich (un instrumento cuyo sonido y diseño es esencialmente metalero).

1982 fue un año de profundos cambios dentro de Metallica. Al alejamiento de McGovney, el bajista original, se sumó la salida del guitarrista líder Lloyd Grant. El nuevo anuncio que publicó Lars en los clasificados para ocupar el espacio que había dejado el jamaicano obtuvo la respuesta de Dave Mustaine, que pronto se desprendió de su grupo Panic al ser fichado por Metallica en el primer ensayo a comienzos de ese año.

Primeras demos

En abril de 1982, Metallica editó una nuevo demo de cuatro canciones, conocida como Power Metal. La grabación, realizada en el garaje de la casa de Ron McGovney, estaba compuesta por «Hit the Lights», «The Mechanix», «Jump in the Fire» y «Motorbreath». Estas piezas también serían incluidas en su siguiente demo: No Life ‘til Leather. El disco lleva el nombre de Power Metal, ya que cuando McGovney realizó las tarjetas de presentación de Metallica para enviarlas a los promotores de los clubes junto con la demo puso el nombre de la banda y abajo Power Metal. Cuando Lars las vio, se enfureció con McGovney por utilizar ese rótulo para describir la música del grupo.

Metallica se instala en Nueva York

Días más tarde, a mediados de 1982, Lars contactó con Kenny Kane, responsable de la discográfica punk High Velocity (un subsello de Rocshire Records, situado en Orange). Kane prometió respaldar económicamente el EP de Metallica. Así que entraron al estudio Chateau East, de Tustin (California), y grabaron siete canciones en ocho canales. Sin embargo, tras escuchar las cintas, Kenny se dio cuenta de que Metallica no era una banda punk, por este motivo perdió interés en el grupo y no quiso continuar trabajando con ellos. De ahí que los músicos cogieron aquella grabación, que con el tiempo se convertiría en la demo No Life ‘til Leather.
En pocas semanas, la grabación ya se había distribuido minuciosamente entre distintos fanáticos del heavy metal, deseosos de escuchar algo novedoso y excitante. Con los años se transformó en la demo más famosa de la historia del metal. Lars Ulrich y su colega Pat Scott grabaron, de modo artesanal, unos casetes que les dieron a veinte amigos que, a su vez, hicieron otras tantas copias más y se las entregaron a otros amigos, y así rápidamente se fue ramificando el disco. De esa manera, Metallica empezó a darse a conocer dentro del circuito under.

Una de esas copias, difundidas de mano en mano, llegó hasta John Zazula, que regentaba el sello Megaforce y una tienda de discos llamada Metal Heaven. Zazula escuchó el material y los convocó para que realizaran una serie de shows en Nueva York —al tiempo que les otorgó la posibilidad de grabar un disco profesional en un estudio—.

El cuarteto aceptó la propuesta de Zazula, y desde abril de 1983 los músicos se asentaron en la costa Este de Estados Unidos. Allí conocieron a Anthrax, banda con la cual tendrían una extensa amistad que los llevaría a compartir giras y conciertos (en noviembre de 1982, Exodus los teloneó en un show en el Old San Francisco Waldorf). Pero la realidad por esos días era desfavorable y el éxito que los esperaba aún era algo impensado. Anthrax tenía una vivienda cercana a la derruida habitación que alquilaba Metallica en Jamaica (Nueva York). Ambas bandas se contentaban con almorzar en McDonald’s y, cuando el dinero aún era más escaso, comían una salchicha sola, sin ni siquiera un trozo de pan. Scott Ian (líder de Anthrax) y Lars Ulrich recuerdan que llamaban a estas comidas el «almuerzo de los perdedores».

Primeros recitales

Las primeras presentaciones en vivo fueron erráticas. Metallica debutó el 14 de marzo de 1982 en el Radio City de Anaheim (California). Su inicio en los escenarios no fue demasiado prometedor. La banda estaba formada por James Hetfield (voz), Lars Ulrich (batería), Dave Mustaine (guitarra) y Ron McGovney (bajo). El inconveniente principal era Hetfield, que no podía tocar la guitarra y cantar al mismo tiempo. Su miedo se mezclaba con la incomodidad que sentía al no tener su guitarra. Esas sensaciones se incrementaron cuando, mediada la primera canción, Dave rompió una cuerda. Lars solía tomar nota de todo lo ocurrido y apuntó sobre ese primer recital: «Estamos muy nerviosos. Es nuestro primer recital solos. Dave rompió una cuerda en el primer tema y tocó más o menos. Después, terminó todo genial».

En aquel primer concierto en Radio City había alrededor de 200 personas, ya que habían ido todos los compañeros de escuela de Hetfield. También asistieron todos los amigos del resto de los músicos. Ese primer recital arrancó con «Hit the Lights», continuó con «Blitzkrieg», «Helpless», «Jump in the Fire», «Let It Loose», «Sucking My Love», «Am I Evil?» y «The Prince», para cerrar con «Killing Time».

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De izquierda a derecha, James Hetfield, Ron McGovney, Lars Ulrich y Dave Mustaine en 1982.

Quince días más tarde, la banda se presentó en el legendario Whisky A Go Go de Los Angeles, como grupo telonero de Saxon. El mérito enorme de lograr estos conciertos se lo deben a Ron McGovney. El exbajista recuerda que, en esa época, él oyó que Saxon se iba a presentar en ese club y fue hasta allá con la demo que habían grabado (compuesta por «Hit the Lights» y dos versiones). De camino se encontró con Tommy Lee y Vince Neil, de Mötley Crüe (a quien aprovechó para tomarles unas fotos).

Ellos le dijeron que quedaba espacio libre para que una banda tocara con Saxon, ya que ellos habían cancelado su actuación. Así que McGovney entró junto a los Mötley Crüe y dejó la grabación a la encargada. Al día siguiente lo llamó para confirmarle la fecha junto a Saxon. Al terminar el show, Lars anotó: «Fuimos banda telonera de Saxon. Gran sonido esta vez. Dave y yo tocamos muy bien. Ron y James más o menos. Estuvo todo muy bien pero nunca conocimos a Saxon».

La banda busca un quinto integrante