La Línea Maginot y la batalla de Francia

Cuando se habla de Misiones Imposibles en la Segunda Guerra Mundial no se puede dejar de lado a la Línea Maginot, la «inexpugnable» barrera que debía detener cualquier invasión alemana del territorio francés. Si la misión encomendada al Ejército francés era la de detener a los alemanes está claro que se trató de una misión imposible.

La historia de la Línea Maginot se inició nada más terminar la Primera Guerra Mundial cuando Francia se rehacía de cuatro años de cruenta guerra, pero era obvio que la derrota de Alemania no significaba, ni mucho menos, la desaparición del «peligro alemán». Desde tiempo inmemorial, la frontera entre la tierra de los galos y la de los germanos había sido siempre lugar de enfrentamiento y para el Gobierno francés de 1918 nada había cambiado. Así pues, el ministro de Defensa André Maginot, promovió en 1922 la construcción de un auténtico muro de contención que defendiera Francia de los germanos. El objetivo planteado por Maginot era economizar efectivos del Ejército y tapar los huecos que habían permitido a las fuerzas de tierra alemanas entrar en territorio francés, además de frenar teóricamente un primer ataque y con ello dar posibilidades de contraataque a las fuerzas francesas, pero sobre todo la idea era disuadir a los alemanes de un ataque por sorpresa.

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Una de las casamatas de la Línea Maginot.

La línea se construyó básicamente desde la localidad de Dunkerque en el canal de La Mancha hasta la de Bale en la frontera suiza, cubriendo principalmente la frontera alemana, entre Suiza y Luxemburgo, pero con ramificaciones importantes por el norte, en la frontera belga y por el sur en la italiana. De hecho, hay controversias sobre si llamar Línea Maginot a toda la longitud, unos 730 kilómetros, o únicamente al tramo fronterizo con Alemania. Aunque estaba concebida como una «línea», en la práctica se trataba de un complejo que podía llegar a tener casi treinta kilómetros de profundidad, cuya primera línea eran las fuertes, imponentes defensas de hormigón de dos clases, pequeñas y grandes, éstas últimas dotadas de obuses y cañones de 75 y 135 milímetros. Los fuertes pequeños eran refugios para infantería con armamento ligero. La mayor parte estaban conectados por túneles y rodeados de cinturones con alambradas y obstáculos antitanques. Entre los fuertes, separados unos quince kilómetros unos de otros, se construyeron bunkers mitad exteriores y mitad subterráneos, dotados de ametralladoras pesadas y obuses anticarro. Toda la longitud de la línea estaba además cubierta por refugios para infantería y pozos de tiro para francotiradores y vigías. La construcción, iniciada en los años veinte, se consideró terminada en 1936 y en los últimos años se fueron añadiendo fortificaciones secundarias y refugios. En total, el coste de la obra se llevó más del 60% de los recursos asignados a las Fuerzas Armadas, algo que repercutió obviamente en el escaso desarrollo de los carros de combate y la aviación, las armas que marcarían la tendencia de la Segunda Guerra Mundial.

Blitzkrieg, la batalla de Francia

La estrategia del alto mando del Ejército francés, dirigido por el anciano general Maurice Gamelin, no fue sino una continuación de la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial para lo que había trabajado conjuntamente con Maginot en la línea defensiva. El planteamiento era evitar que los alemanes entraran en Francia y que se vieran obligados a luchar en el territorio de los Países Bajos y Bélgica, a tiro de la flota británica, y con un terreno más reducido para hacer eficaz la defensa. La estrategia francesa, anticuada y sin imaginación, tuvo dos problemas desde un principio, la extraordinaria movilidad del contingente alemán y la declaración de neutralidad de Bélgica que impedía el despliegue de fuerzas francesas en su territorio, algo que Alemania no respetó desde luego.

El día 10 de junio de 1940, tropas alemanas se lanzaron sobre Bélgica, Holanda y Luxemburgo utilizando a unidades de paracaidistas, bombardeos de precisión y el rápido avance de unidades acorazadas. El Ejército alemán, dirigido por dos generales con ideas modernas y de gran eficacia, Karl Rudolf Gerd von Rundstedt y Erich von Manstein, rodeó la Línea Maginot cruzando por el bosque de las Ardenas, que había sido considerado impenetrable, y consiguió hacer a aquella línea defensiva totalmente inútil. El primitivo plan de ataque, como relata el general Von Manstein en sus memorias, no era sino una repetición, diseñada por Hitler y su Estado Mayor, de lo que se llamaba el plan Shclieffen de 1914, en realidad siguiendo la misma idea estática que seguían los estrategas franceses. Finalmente ganaron las tesis mucho más modernas de Von Manstein y Von Runstedt y la utilización de los carros de combate, dirigidos por el joven y brillante general Heinz Guderian avanzaron rápidamente a través de las Ardenas sobrepasando la Línea Maginot. La apuesta francesa por aquella inexpugnable barrera había fracasado.

Los protagonistas

Si hubo protagonistas del fracaso de la Línea Maginot, éstos fueron sin duda Andrè Maginot, ministro de la Guerra e impulsor de la idea, Joseph Joffre, defensor a ultranza de la anticuada guerra de trincheras y el mariscal Philippe Pétain, ministro de la guerra durante unos meses en 1934. Los tres, combatientes en la Primera Guerra Mundial, abogaban por una guerra defensiva, atrincherados contra el enemigo alemán y despreciaron las nuevas ideas de movilidad y ataque defendidas por jóvenes generales como De Gaulle y Reynaud. André Maginot, nacido en París en 1877, abogado, se había dedicado a la política desde muy joven y era subsecretario en el Ministerio de la Guerra al estallar el conflicto en 1914. Se alistó nada más estallar la guerra y fue herido en campaña el día 9 de noviembre de ese mismo año por lo que recibió la Legión de Honor. En 1922 fue nombrado ministro de la Guerra y volcó su preocupación en una defensa obsesiva contra Alemania, pero no optó por la modernización del Ejército y el desarrollo de los blindados o la aviación, sino que impuso la idea de la línea de defensa a lo largo de la frontera alemana.

Totalmente de acuerdo con sus planteamientos estaba la plana mayor de la Defensa francesa, en especial el general Joseph Joffre que había sido comandante general del Ejército francés entre 1911 y 1926. Joffre había nacido en 1852 en Rivesaltes, en el Rosellón, y en 1870 ingresó en la Academia Militar para participar inmediatamente en la guerra franco-prusiana de ese año. Tras un paso por las colonias fue nombrado Comandante General del Ejército, en 1911. Al mando de las fuerzas francesas consiguió detener la invasión alemana en el Marne y fue allí, ante la estrategia alemana, el Plan Schlieffen, que se convenció de que la única manera de detener las invasiones desde el Este era una línea de defensa inexpugnable. Tras la batalla de Verdún cedió el mando al general Nivelle y falleció en 1931 después de declararse absolutamente partidario de la Línea Maginot.

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Tropas francesas marchando sobre una colina sembrada de hierba en Rochonvillers, sector de la línea Maginot. Octubre de 1938.

El tercer personaje comprometido con aquella estrategia fue el mariscal Pétain, quien a la postre se convertiría en aliado de la Alemania de Hitler. Pétain era natural de Cauchy-à-la-Tour, en el paso de Calais, donde nació en abril de 1846. Militar de tradición, se distinguió en la Primera Guerra Mundial, luchando primero en Bélgica y logrando la gran victoria de Verdún, lo que le valió un gran prestigio. Siempre preocupado por preservar lo más posible a sus soldados, se enfrentó con el general Nivelle y desde su puesto de jefe del Estado Mayor consiguió que éste fuera destituido y pasar él a dirigir el Ejército. Entre febrero y diciembre de 1934 fue Ministro de la Guerra y en aquellos años se mostró también partidario de la Línea Maginot, apoyando el proyecto y los planteamientos de Joffre. Aunque dirigió la lucha contra la invasión alemana en 1940, tras la derrota firmó el armisticio y se avino a dirigir la Francia no ocupada, la de Vichy, en colaboración con el régimen nazi por lo que finalizada la guerra fue juzgado por traición por un Tribunal francés que le condenó a muerte, aunque posteriormente la pena le fue conmutada por la de cadena perpetua. Salió de la cárcel, ya con su salud muy deteriorada, en julio de 1951y falleció pocos días después.

Batalla del Sutjeska. Operación Schwarz

El día 26 de febrero de 1947, con las primeras luces del alba como mandan las ordenanzas, un pelotón de fusilamiento de soldados yugoslavos formó frente a un muro del patio de la prisión Central de Belgrado. Poco después apareció en el patio un hombre, con el uniforme de la Luftwaffe, de aspecto envejecido, aunque aún conservaba cierto porte y se esforzaba en mantener presencia. El hombre que iba a ser fusilado inmediatamente, cumpliendo la sentencia del Tribunal que le había condenado por Crímenes de Guerra, era el general de la Luftwaffe, Alexander Löhr, el hombre que había dirigido el terrible bombardeo sobre Belgrado, sin previa declaración de guerra, entre los días 4 y 12 de abril de 1941 y que había provocado más de 17.000 muertos y desaparecidos y la destrucción parcial de la ciudad. Pero en las acusaciones contra Löhr que le habían llevado hasta el paredón figuraba algo más, algo que pasó parcialmente desapercibido debido a la gravedad del bombardeo de Belgrado. Esa algo era su actuación al frente de las fuerzas del Eje encargadas de la Operación Schwarz y que se saldó con un fracaso para la Wehrmacht y el asesinato de más de 2.000 heridos y prisioneros de guerra desarmados y sin posibilidad de defenderse.

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Soldados de la 2ª División Proletaria moviéndose por Zelengora, durante la Batalla de Sutjeska. Junio de 1943.

Entre el 15 de mayo y el 18 de junio de 1943, tuvo lugar en el territorio de la antigua Yugoslavia una crucial batalla que marcó un antes y un después en la guerra en aquel territorio. Aunque en lo que se refiere al resultado final se ha considerado siempre que hubo «tablas» y que ninguno de los dos bandos, los partisanos yugoslavos y las fuerzas del Eje, logaron una victoria clara, desde el punto de vista estratégico se trató indudablemente de una de esas misiones «imposibles» pues el objetivo, liquidar la resistencia yugoslava y a su máximo dirigente Yosif «Broz» Tito, no se consiguió y la Resistencia se recuperó rápidamente de sus pérdidas, algo que el Ejército alemán no pudo hacer. De hecho, los altos responsables de la puesta en práctica de la operación se vieron obligados por las órdenes del Cuartel General pues en el intento de controlar los Balcanes, Yugoslavia principalmente, había casi un millón de soldados de las potencias del Eje para controlar a la guerrilla de Tito. El plan de ataque conocido como Operación Schwarz fue minuciosamente planeado en el Cuartel General alemán en Zagreb al mando del general Rudolf Lüters, pero el mando directo de la operación sobre el terreno correspondió al general Alexander Löhr. Löhr era un personaje totalmente entregado a la ideología nazi y compartía con Adolf Hitler la evidente necesidad de liberar a unas fuerzas que eran necesarias en otros frentes para lo que era imprescindible terminar con la guerrilla yugoslava y además con su líder, el ya legendario Tito. Convencido de la superioridad de la cultura y la «raza» alemana, para Löhr la lucha era entra dos pueblos, el alemán y el yugoslavo-serbio-eslavo y no entre ejércitos o soldados, por lo que consideraba objetivo de sus acciones igual a la población civil que a las fuerzas combatientes.

El plan

La operación Schwarz contaba con una imponente fuerza de 127.000 soldados, principalmente de la Wehrmacht, unos 67.000, agrupados en tres divisiones, la 1ª de montaña, la 118 de Cazadores y la 7ª de las SS. Los italianos aportaron 43.000 hombres, agrupados en una división de montaña, una mecanizada y cuatro de infantería y el resto lo formaron fuerzas auxiliares de países ahora aliados, búlgaros, griegos, croatas y montenegrinos. La idea central de la Operación Schwarz (Operación Negro) era lanzar una ofensiva en Bosnia a lo largo del río Sutjeska con lo que se esperaba dividir en dos el Ejército Nacional de Liberación Yugoslavo. Al mismo tiempo, Löhr y Lüters confiaban en capturar a Tito y obligarle a firmar una tregua que pusiera fin a la guerra en los Balcanes y liberara a los ejércitos del Eje empantanados en ella. La operación se inició al amanecer del 15 de mayo en la zona montañosa de Durmitor, al sur de Bosnia, con el grueso de las fuerzas alemanas e italianas enfrentándose a los guerrilleros atrincherados en las ciudades de Piva y Tara. En contra de lo imaginado por Löhr, los guerrilleros no fueron arrollados por las tropas especiales de montaña y ni siquiera la aviación, con uno de los bombardeos más intensivos de la guerra, pudo hacerles ceder terreno. Aquello fue el primer tropiezo para los alemanes y sus aliados croatas que se vieron detenidos en su avance nada más iniciarlo a pesar de su enorme superioridad. El foco de la lucha fue el hospital en la ladera de Durmitor, convertido en un fortín por la 3ª División de Infantería yugoslava y los alemanes tardaron semanas en tomarlo y hacerse con el control de Piva y Tara. Había transcurrido casi un mes y los yugoslavos habían tenido tiempo de preparar una segunda línea defensiva en las márgenes de los ríos Sutjeska y Sadici. En un primer intento, los alemanes sufrieron una emboscada en la que perdieron gran número de soldados y de material teniendo que retirarse rápidamente. A pesar de sufrir gran número de bajas, los yugoslavos dirigidos por Tito lograron cruzar el río Sutjeska para apoyar a las unidades que acosaban a los alemanes. Hacia el 16 de junio, los guerrilleros estaban cercados en el área del Bistrica y el Sutjeska por alemanes y croatas, pero entonces Tito realizó una de esas maniobras que le señalaban como un genio de la guerra de guerrillas: lanzó un ataque cruzando el río Piva, un movimiento que le permitió romper el cerco aunque a costa de ingentes pérdidas, unos 6.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Al otro lado del Piva, el terreno permitió a los guerrilleros dispersarse de manera que resultó ineficaz la aviación o la artillería alemanas y pudieron hacerse con el nudo ferroviario de Gorazde y la zona entre el río Mostar y las montañas de Sarajevo. En aquel momento fue cuando Löhr y Lüters dieron por terminada la operación. No informaron de un «fracaso», pero lo cierto es que el Ejército Nacional de Liberación Yugoslavo no fue eliminado, aunque perdió gran parte de su potencial y del control del territorio. Fue en esa fase de la operación cuando se produjo la acción por la que Löhr sería acusado. Tres brigadas de las fuerzas yugoslavas y el hospital de campaña de los partisanos con más de 2000 heridos y personal médico fueron atrapados por los alemanes y Löhr ordenó a sus hombres que les mataran.

Alexander Löhr

Löhr era uno de esos individuos típicos de cierta clase social del antiguo Imperio Austro-Húngaro. Había nacido en Rumanía, parte del Imperio, el 20 de mayo de 1885, de padre alemán y madre rusa, nacida en ucrania. Su origen familiar le marcó profundamente pues además de hablar cuatro idiomas con fluidez, el alemán, el ruso, el francés y el rumano, su religión, por influencia materna, era la Ortodoxa Oriental y su educación se desarrolló al modo prusiano como su padre. En 1900 entró en la Escuela Militar de Temésvar y posteriormente en la Academia Militar de Viena. En 1914 fue movilizado y después de su paso por la Infantería fue adscrito en 1918 a la incipiente Fuerza Aérea austriaca donde se especializó en esa arma. Tras la anexión de Austria por Alemania en 1938 pasó a formar parte de la Luftwaffe donde desarrollaría su carrera participando además de las acciones de los Balcanes, en la batalla de Creta y en Polonia.

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Soldados alemanes en Sutjeska. 1943.

El día 8 de mayo de 1945, todavía al mando de 150.000 soldados alemanes ocupando Yugoslavia, trató de rendirse a los británicos en la provincia austriaca de Carintia, pero éstos, en cumplimiento de los acuerdos aliados, se negaron a hacerle prisionero y se rindió entonces a los yugoslavos. El Tribunal Militar de la República Federal Popular de Yugoslavia lo condenó a muerte tras un proceso que duró diez días, del 5 al 16 de febrero de 1947. Löhr aceptó la sentencia y en ningún momento pidió clemencia al tribunal.

Operación Husky. La que pudo ser un desastre

En enero de 1943, tras la exitosa campaña de las fuerzas aliadas en el norte de África, tuvo lugar en Londres una decisiva reunión en la que se decidiría la conducción de la guerra. El presidente norteamericano en persona, Roosevelt, y el Primer Ministro británico Winston Churchill decidieron en aquel momento el asalto a Europa por el sur, un modo de distraer el mayor número posible de tropas alemanas con vistas a la más ambiciosa operación que supondría la Operación Overlord, el asalto en Normandía. Según palabras de Churchill el objetivo era ejercer presión sobre «el suave bajo vientre de Europa» y la isla de Sicilia fue fijada como objetivo en una operación que llevaría el nombre de Husky. El Alto Mando alemán sospechaba que, tras la victoria de los Aliados en el norte de África, el próximo objetivo podría estar en la vertiente europea del Mediterráneo, pero las posibilidades eran inabarcables, desde las costas de Grecia hasta las de España así pues no tenían modo de saber si habría un desembarco y sobre todo dónde tendría lugar.

Al tanto de esta situación, el Alto Mando aliado urdió una operación de desinformación que en sí misma resultó un éxito, aunque la Operación Husky, la invasión de Sicilia, estuvo a punto de fracasar. El encargado de organizar la operación de desinformación fue Ewen Montagu, oficial de Inteligencia Naval de la Royal Navy que planeó escrupulosamente la Operación Mincemeat[1] (Carne picada) para confundir a los alemanes y convencerles de que la invasión del sur de Europa tendría lugar en dos puntos, la isla de Cerdeña o la playa de Kalamata en Grecia. Convencido Hitler de que se habían descubierto las intenciones aliadas, ordenó a las fuerzas alemanas que se concentraran en Córcega y Cerdeña e incluso el general Rommel fue enviado a Atenas para organizar un grupo de ejércitos que detuviera una hipotética invasión. Se dice que Mussolini, mucho más razonable que Hitler, estaba convencido que la invasión sería por Sicilia, pero prevaleció la obstinación de su potente aliado.

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Los tanques anfibios Sherman se alinean en Túnez antes de abordar su transporte para la Operación Husky (Invasión de Sicilia). Al fondo, la cubierta del barco.

Así las cosas, en la madrugada del día 10 de julio de 1943 se puso en marcha la Operación Landbroke con el lanzamiento de unidades paracaidistas de la 82 división aerotransportada de Estados Unidos y la 1ª Brigada de Desembarco Aéreo británica. El mal tiempo y la mala suerte convirtieron en un auténtico desastre esa primera fase de Husky, aunque el inicial desembarco aéreo, cerca de la localidad de Gela resultó un éxito. El hecho más dramático tuvo lugar en una segunda fase. Al poco de despegar del aeródromo de Kairouan, en Túnez los C-47 que transportaban a dos regimientos de la 82 división al mando del coronel Reuben H. Tucker, el comandante de uno de los buques de vigilancia confundió la formación de aparatos con aviones enemigos y ordenó disparar contra uno de ellos. Al observar el fuego de uno de sus buques, la totalidad de la flota y varias defensas costeras dispararon a su vez contra la formación de aviones propios, un «fuego amigo» que costó 23 aviones derribados y 318 soldados norteamericanos muertos. El segundo inconveniente fue una inesperada tormenta que a punto estuvo de cancelar la Operación Husky, una decisión que no se tomó pero que tuvo como resultado que los paracaidistas y los planeadores fueran a parar a lugares muy lejos de sus objetivos. Tras el desastre del regimiento de Tucker, el avión del coronel, con más de dos mil agujeros de bala en su fuselaje, pudo lanzar sus hombres en los alrededores de Gela, sólo 400 de los 1.600 previstos. El resto quedó desperdigado en un área de varios kilómetros cuadrados, lejos de sus objetivos principales, pero al menos, la presencia de pequeños grupos de paracaidistas por todas partes contribuyó a desorganizar las defensas italianas y alemanas.

El desembarco en las playas sicilianas tuvo lugar horas después. El 7º Ejército norteamericano al mando del general Patton y el 8º británico al mando de Montgomery se lanzaron sobre las playas de Licata y de Gela donde al principio encontraron fuerte resistencia en especial por parte de la Regia Marina italiana que hundió varios de los buques de transporte y de escolta. Montgomery debía avanzar hacia el norte para llegar hasta Siracusa y cerrar el Estrecho de Messina asegurando los aeródromos de Catania. Por su parte, Patton debería avanzar hacia el centro atravesando Gela y Licata para rodear a las fuerzas italianas y tomar el estratégico puerto de Palermo.

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Un tanque Sherman M-4 llegando a tierra durante la Operación Husky en Sicilia. 1943.

En la Operación Husky, que a punto estuvo de fracasar, tuvo una especial importancia un hombre, el coronel Willian Orlando Darby y la unidad de operaciones especiales que había creado, los Rangers. Al iniciarse la operación los Rangers al mando de Darby contaban con tres batallones y dos de ellos, el 1º y el 4º formaron la punta de lanza de la Primera División. Con un tiempo desapacible desembarcaron al amanecer del 10 de julio en las cercanías de Gela y tras un durísimo combate de varios días consiguieron tomar la ciudad. Reembarcados, se les envió al norte de la isla para tomar la ciudad de San Nicola pero ahí las cosas fueron mucho peor para ellos pues se toparon con un intenso fuego de artillería y la presencia de unidades blindadas de la División Panzer Hermann Goering. San Nicola fue tomado finalmente después de cincuenta horas de durísimos combates y de nuevo el 1º y 4º batallón regresaron a Gela para dirigirse hacia el pueblo de Butera, en el interior de la isla, mientras el 3º se dirigía a Agrigento. A pesar de la dureza de los combates, los Rangers de Darby consiguieron ir cubriendo sus objetivos hasta que su buena racha se acabó el día 30 de enero de 1944. Ese día los tres batallones activos (el 2º aún no había sido creado) debían apoderarse de la ciudad de Cisterna, pero esta vez la suerte no les acompañó. En la zona había muchas más fuerzas de las previstas, especialmente alemanas, la 715.ª División de Infantería Motorizada, varios batallones de paracaidistas de la División Hermann Goering e incluso carros de combate. El primero en caer fue el 1º. Batallón sorprendido en campo abierto y posteriormente el 3º. De los 760 hombres que componían los dos batallones, sólo seis lograron escapar. El 4º fue incapaz de socorrer al resto de la unidad y sus 400 soldados restantes fueron transferidos al 504 Regimiento de paracaidistas. Los tres batallones de Rangers fueron dados de baja en los registros y nunca más llegaron a constituirse de nuevo aunque la unidad siguió su andadura creándose dos nuevos batallones, el 2º y el 5º que participaron en la Operación Overlord, el desembarco de Normandía.

William Darby, el alma de los Rangers

El día 30 de abril de 1945, dos días antes de la rendición de las tropas alemanas en Italia y apenas a una semana de la rendición incondicional de Alemania y el fin de la guerra en Europa, un proyectil de artillería de 88 mm. cayó en el puesto de mando de la Xª División de Montaña dirigida en aquel momento por el coronel William Darby. En ese preciso instante, Darby daba las últimas órdenes para el ataque a la ciudad de Tarento con la intención de cercar a las tropas alemanas que la defendían y evitar su huida. El coronel y un sargento fallecieron en el acto y varios oficiales resultaron heridos. Dos semanas después, el 15 de mayo, Darby era ascendido póstumamente a General de Brigada, un ascenso que él había rechazado meses antes porque eso implicaba abandonar el frente y trasladarse a un despacho.

William Orlando Darby había nacido el 8 de febrero de 1911 en la localidad de Fort Smith en el estado de Arkansas y se graduó como oficial en West Point en 1933. Nada más estallar la guerra, en 1939, fue enviado a Irlanda del Norte donde se familiarizó con los comandos especiales británicos y de ahí nació su idea de crear una unidad semejante en el ejército de Estados Unidos. El 19 de junio de 1942, cuando ya Estados Unidos había entrado en guerra, consiguió por fin su propósito y ese día se constituyó el primer batallón de Rangers, una fuerza de infantería ligera formada con voluntarios a los que comenzó a entrenar en Carrickfergus, Irlanda del Norte. Poco después consiguió que su unidad, conocida como «Guardabosques» se trasladara a Escocia para continuar su entrenamiento con los comandos británicos. Los Guardabosques recibieron el bautismo de fuego en la localidad de Arzew, en Argelia, defendida por los franceses de Vichy. Darby fue citado y condecorado por la acción y su unidad recibió así la aprobación del Ejército.

Su cita en el Orden del Día decía así: «En la madrugada, el teniente coronel Darby golpeó con su fuerza por sorpresa la reta­guardia de la posición enemiga fuertemente fortificada. Siempre visible al frente de sus tropas, dirigió personalmente los ataques contra las líneas enemigas defendidas por una ametralladora pesada y fuego de artillería, y dirigió la furia del ataque de los Guardabosques por su hábil empleo de granadas de mano y el combate cuerpo a cuerpo. El 22 de marzo, el teniente coronel Darby dirigió su batallón de choque sobre el Bon Hamean, con el resultado de la captura de prisioneros y la destrucción de una batería de artillería autopropulsada».

Tras la operación de desembarco en Sicilia fue ascendido a coronel y condecorado de nuevo y en septiembre de 1943 tomó parte en la invasión de Italia. Enviado a Estados Unidos para diversas tareas en el Departamento de Guerra, regresó a Italia en marzo de 1945 tomando parte en la campaña de Anzio hasta su encuentro con la muerte en las afueras de Tarento.

Operación Stratford

En la mañana del 9 de abril de 1940, Winston Churchill, Primer Lord del Almirantazgo británico, tuvo una de los peores despertares de su vida, uno más que se venía a sumar al del 1 de septiembre del año anterior cuando la Wehrmacht, el ejército de Alemania había invadido Polonia. Ese día de abril, 120.000 soldados alemanes, 1.000 aviones y la casi totalidad de la Kriegsmarine lanzaron la Operación Weserübung, una gran ofensiva hacia el norte, Dinamarca y Noruega, con la inútil resistencia de unos ejércitos, danés y noruego, claramente inferiores. El disgusto de Churchill no era sólo el hecho de que aquel movimiento aseguraba a la industria alemana el suministro de hierro de la neutral Suecia, sino la frustración que suponía la paralización de un movimiento idéntico, ya aprobado y preparado de los aliados franceses y británicos, la Operación Stratford.

Un par de meses antes, el día 5 de febrero, la Junta de Defensa anglo-francesa había dado luz verde al plan impulsado por Winston Churchill, siempre consciente de los objetivos estratégicos, más allá de las necesidades militares inmediatas. La Operación Stratford preveía el despliegue de 100.000 soldados británicos y franceses en Suecia, sin involucrar al país en la guerra, al menos teóricamente, con la excusa de apoyar a las fuerzas finlandesas que desde noviembre de 1939 resistían la invasión soviética en Carelia. El «bello» gesto ideado por Churchill no convenció a los suecos que denegaron amablemente la instalación del contingente aliado en su territorio, pero ante la necesidad, Churchill aconsejó que de todos modos se hiciera, «por las buenas o por las malas», pero el día 12 de marzo terminó la guerra en Finlandia con un acuerdo entre fineses y soviéticos y desapareció la excusa. Fue entonces cuando, sin más dilación, los británicos pusieron en marcha la Operación Wilfred que consistía en el minado de las aguas territoriales noruegas y el ambicioso plan R-4 que no era otra cosa que un desembarco en Noruega ocupando los puertos de Narvik, Stavanger, Bergen y Trondheim, para acceder luego por tierra hasta Suecia. El resultado inmediato fue el hundimiento de varios cargueros noruegos con muertos y heridos, lo que enfureció al gobierno del país. Los Aliados, en especial Churchill, contaban con que Hitler haría algún movimiento lo que daría la excusa para la invasión aliada de Escandinavia, pero en cierto modo infravaloraron la rapidez de acción de los alemanes o ignoraron los planes alemanes que ya existían, la Operación Weserübung.

El incidente Altmark

Todos los historiadores coinciden en que mientras la neutralidad sueca era un hecho y la hipotética invasión del país podía ser un quebradero de cabeza para alemanes o británicos, la misma situación de neutralidad de Noruega era mucho más discutible y ni uno ni otro bando se lo tomaban demasiado en serio. Incluso los noruegos no acababan de creérselo debido a que sus puertos eran la vía de salida del hierro sueco hacia Alemania, en especial desde Narvik y de hecho los gobiernos noruegos de la época aprobaron presupuestos militares para fortalecer sus fuerzas armadas, algo que no pudo ser desarrollado a tiempo.

En medio de ese intento de neutralidad tuvo lugar el incidente Alt­mark cuando el buque de carga alemán de ese nombre navegaba en aguas territoriales noruegas supuestamente cargado con mercancías civiles. Aunque fue registrado hasta en tres ocasiones por embarcaciones de la Armada noruega, los noruegos no lograron localizar a los 299 marineros británicos encerrados en las bodegas, prisioneros efectuados por el acorazado alemán de bolsillo, el Graf Spee, en diversos abordajes en aguas del Atlántico. La misión del Altmark, con los prisioneros, contravenía la neutralidad, pero los noruegos no lo detectaron o no lo denunciaron por lo que el destructor británico HMS Cossack asaltó al Altmark liberando a los prisioneros en un acto de guerra que también violaba el estatuto de neutralidad de Noruega. Este incidente, ampliamente difundido en Alemania e Inglaterra fue la excusa que Hitler necesitaba para la invasión de Noruega y de paso la de Dinamarca.

Un cúmulo de circunstancias

Dos días antes de conocer el verdadero alcance de la Operación Weserübung, el 7 de abril, un submarino polaco con base en Gran Bretaña hundió frente a las costas de Noruega un transporte alemán, el Río de Janeiro, supuestamente con suministros a un destino desconocido, pero en el curso de la operación los polacos se percataron de que el buque lo que llevaba era un contingente de soldados de infantería. Ese detalle pasó por alto a los noruegos que, al interrogar a los supervivientes que llegaron a la costa, fueron engañados sobre el destino del contingente de la Wehrmacht que no era otro que el desembarco en el país. Ese mismo día los alemanes desembarcaban en Narvik y Trondheim y al día siguiente lo hacían en Bergen, Stavanger y Oslo sin que los británicos se percataran a tiempo del alcance de la operación. La respuesta británica llegó tarde y mal, infravalorando a las fuerzas alemanas con el convencimiento de que la flota alemana que se movía por aquellas costas sólo trataba de romper el bloqueo al que era sometida. El siguiente movimiento aliado fue el de intentar recuperar Narvik y Trondheim con sendos desembarcos, pero el de Trondheim fracasó pues ya los alemanes habían establecido sólidas defensas en ambos puertos y la Luftwaffe dominaba los cielos. El día 2 de mayo, los efectivos británicos, unos 12.000 hombres, reembarcaron de Trondheim renunciando a su conquista. En Narvik el intento británico duró algo más, pero la invasión de los Países Bajos y de Francia a finales de mayo y principios de junio cambió las prioridades, y los 25.000 soldados británicos, franceses y polacos destacados en Narvik abandonaron también sus posiciones y fueron reembarcados.

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El HMS Cossack asaltó al carguero alemán Altmark, liberando a los prisioneros británicos que albergaba en sus bodegas.

PJ Mackesy

La Operación Stratford, tal y como estaba diseñada, consistía concretamente en una acción anfibia destinada al desembarco de cuatro batallones de la 49º División del Ejército británico al mando del general PJ Mackesy. Una parte de esa fuerza debía capturar Narvik y cortar la línea férrea que llegaba desde los yacimientos de hierro suecos de Gällivare mientras el grueso de la fuerza debía tomar los puertos de Stavanger, Bergen y Trondheim. La operación suponía el envío de 100.000 hombres y unos 11.000 vehículos y estaba compuesta de tres partes, la Operación Naval, la Operación Combinada y la Operación Aérea.

Mackesy, el hombre que debía dirigir la operación, había nacido en abril de 1883, participó en la Primera Guerra Mundial y había desarrollado su carrera militar sobre todo en el periodo de entreguerras con misiones en Rusia, en la India y en Palestina. Se retiró del servicio en julio de 1940 tras el fiasco de la invasión de Noruega, aunque fue de nuevo llamado poco después como profesor de la Escuela de Guerra donde permaneció hasta 1941. Falleció en 1953. Su hijo Piers Gerald Mackesy, fue un reputado historiador militar con una decena de libros publicados, en especial sobre las luchas coloniales en América y las guerras napoleónicas.

Operación Tannenbaum o cómo Suiza se libró de la invasión

«Suiza posee el sistema político y la gente más desagradable y miserable. Los suizos son enemigos mortales de la nueva Alemania». La frase, según el historiador Christian Leitz, es de Adolf Hitler al responder a una pregunta del Duce Benito Mussolini en una reunión mantenida por ambos mandatarios en 1941. La anécdota está recogida en el libro Sympathy for the Devil: Neutral Europe and Nazi Germany in World War II citando palabras del conde Ciano, ministro de Asuntos Exteriores italiano y yerno del Duce, presente en la reunión. Es probable que la furia de Hitler en aquel momento estuviera avalada por el hecho de que, durante la campaña de Francia, la aviación suiza, equipada con Bf-109 alemanes, había derribado doce aparatos de la Luftwaffe que habían invadido su espacio aéreo.

La decisión de Hitler de no invadir Suiza, tomada en 1937 poco antes del Anschluss, era una garantía de que se respetaría la neutralidad suiza que ya se había mantenido en la Primera Guerra Mundial, pero en junio de 1940, el mismo día de la rendición de Francia, el Alto Mando alemán, presidido por Hitler, empezó a barajar la posibilidad de invadirla. La situación del país alpino era difícil y peculiar. Rodeado por las potencias del Eje, Alemania e Italia y luego por la Francia de Vichy, aliada de Alemania, no tenía demasiadas posibilidades y el general Henri Guisan, al mando de la Defensa suiza, inició una operación de reclutamiento y preparación ante una más que probable invasión alemana. Los planes de ocupación del país se materializaron en septiembre de 1940, cuando el general Wilhelm List, al mando del 12º Ejército de la Wehrmacht, estacionado en Francia después de participar en la invasión del país y en la de Polonia, presentó el dossier de la Operación Tannenbaum. El plan era obra del capitán Otto Wilhelm von Menges, Jefe de Operaciones en el OKH, el centro de mando de la Wehrmacht. De hecho, la Operación Tannenbaum era el tercer plan de invasión de Suiza y que posiblemente tenía más probabilidades de efectuarse, aunque nunca fue llevado a cabo porque una cosa eran los planes militares y otra los intereses políticos del Gobierno alemán que preferían utilizar a la Suiza neutral como mercado de capital y vía de comunicación con el enemigo.

El plan

La fuerza de invasión alemana estaba compuesta, en la primera versión de Tannenbaum, por veinte divisiones pertenecientes al 12º Ejército y al Ejército Panzer de Guderian, pero en las sucesivas revisiones se acabó concretando la fuerza en 11 divisiones más otras 15 italianas, especializadas en alta montaña, que operarían por el sur. En esa primera versión, el ataque alemán se efectuaría principalmente desde Francia, con líneas de comunicación más accesibles y supuestamente una menor defensa del Ejército suizo.

La fecha para el inicio de la Operación fue fijada para el 31 de julio de 1940 pero en la segunda versión del plan se preveía que la fuerza alemana atacaría desde el norte y el oeste en un frente mucho más amplio, desde el norte hacia el Aar y el Ródano y otro frente a través del Rhatikon en la frontera con Austria, en dirección a Berna y Zurich. Las unidades alemanas atacantes serían la 4ª División Panzer, la 5ª, 23ª, 73ª, 260ª y 262ª Divisiones de Infantería, la 1ª División de Gebirgsjäger, la 20ª División de Infantería Motorizada y los regimientos especiales SS-Totenkopf, SS-Leibstandarte Adolf Hitler y la división Grossdeutschland. Las tropas de montaña italianas atacarían desde el sur en las zonas montañosas más escarpadas. El plan incluía preservar intactas las líneas de ferrocarriles, los puentes y las carreteras absolutamente vitales con un terreno tan sumamente accidentado.

A pesar de las garantías dadas por Hitler, el Gobierno suizo no creía en ellas, ni mucho menos, y el general Guisan se ocupó de preparar al país para la resistencia. De inmediato se realizó una movilización de hasta 400.000 hombres, lo que doblaba el número de soldados disponibles y se puso en marcha el plan de defensa llamado «Reduit Nacional», diseñado desde las invasiones napoleónicas y que consistía en un sistema de guerra de guerrillas y «santuarios» en los puntos más inaccesibles. La estrategia era dejar que los invasores tomaran las grandes ciudades, pero hacerles la vida imposible controlando las comunicaciones, carreteras, vías férreas, puentes y túneles además de las zonas montañosas y las entradas a los valles. La previsible larguísima y costosa guerra de guerrillas y la inminencia de la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética, disuadieron finalmente al mando alemán y la Operación Tannenbaum fue cancelada.

El autor del plan de invasión de Suiza, el capitán Otto-Wilhelm von Menges, oficial de Estado Mayor adscrito a la Sección de Operaciones, había nacido en Bornhausen, el 9 de enero de 1908. Poco después de la suspendida Operación Tannenbaum fue trasladado a la 24 División Panzer, en el frente de Stalingrado y allí murió en combate, el 29 de enero de 1943.

Ritter, el hombre clave

El hombre que debía dirigir la Operación Tannenbaum era el general Wilhelm Ritter von Leeb, un controvertido militar nacido en 1876 en Passau, en el estado de Baviera y miembro de una familia de la pequeña nobleza bávara. Ingresado muy joven en el Ejército, obtuvo el grado de teniente en 1897 después de participar en China en la llamada «guerra de los boxers». En 1907 ingresó en la Academia de la Guerra de Baviera donde se especializó en artillería como algunos de los generales de Hitler, Jold y Kesselring. Se distinguió durante la Primera Guerra Mundial en el frente del Este y en 1938, al mando del XII Ejercito, tomó parte en la ocupación de los Sudetes. A pesar de ser uno de los oficiales preferidos por Hitler, Von Leeb tuvo con él algunas diferencias importantes, como oponerse a violar la neutralidad de Bélgica. Cuando se planteó la ocupación de Suiza también se manifestó en contra, pero la postura de Hitler, siempre indeciso sobre si ocuparla o no, finalmente fue la misma que Von Leeb y otros generales como Wilhelm List o Franz Halder, jefe del OKH, el Cuartel General del Ejército, que lo consideraban un error. La inminencia de la Operación Barbarroja aclaró las cosas yWilhelm Ritter von Leeb fue ascendido a Mariscal y se le confió el mando del Grupo de Ejércitos Norte cuyo objetivo principal era Leningrado. Contraviniendo las órdenes de Hitler, Von Leeb efectuó algunas maniobras de retirada de la antigua capital de los zares ante el peligro de que sus fuerzas fueran cercadas y Hitler le destituyó fulminantemente a pesar de que su decisión evitó un desastre como el de Stalingrado. En 1948 fue juzgado en Nürenberg y condenado a tres años de prisión como cómplice de crímenes de guerra; se le encontró culpable de connivencia con los Einsatzgruppen de las SS encargados de la represión contra la población civil. Fue liberado de la prisión poco después y falleció el 29 de abril de 1956 en Hohenschwangau, el antiguo castillo de la realeza bávara.

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Soldados suizos preparándose para defender el país de una posible agresión germana.

Operación Félix y otras consideraciones