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Carlos Mencos Arraiza (Pamplona, 1978) es autor de algunas de las guías más reconocidas del Camino de Santiago. Ha obtenido el premio Aymeric Picaud a la difusión del Camino de Santiago, distinción otorgada por las asociaciones de periodistas españoles. Lleva en la sangre la ruta jacobea por herencia, ya que lo recibió de su padre, Joaquín Ignacio Mencos, que fue presidente de los Amigos del Camino de Santiago en Navarra en los tiempos en los que esta vía despertaba. Desde muy joven aprendió a atender, informar y acoger al peregrino en Pamplona. Al acabar la carrera de Periodismo, ya había recorrido el Camino Francés a pie y en bici y se lanzó a otra ruta jacobea que estaba por resurgir: el Camino del Norte. Como apenas había información de esta ruta, publicó la primera guía práctica del Camino del Norte, un codiciado libro que se agotó en meses. Después, llegaron muchas más ediciones y nuevas guías de otras ocho rutas jacobeas. También ha creado guías en forma de app para móviles, como es Buen Camino de Santiago.

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El Camino de Santiago ha resurgido con fuerza en las últimas décadas. De los 13 peregrinos que llegaron a Compostela en 1978, se ha pasado a los cientos de miles que lo recorren cada año. No obstante, para aprovechar al máximo la ruta, es mejor ir preparado. No solo desde el punto de vista físico, sino que también se debe saber a dónde vamos y qué nos vamos a encontrar o, como mínimo, las 100 cuestiones que aquí se presentan, entre ellas: ¿Quién era Santiago? ¿Recorrió esta ruta? ¿Por qué hay multitud de Caminos de Santiago? ¿Qué hace que muchos peregrinos vuelvan tan cambiados? Esta ruta constituye, sin duda, una indescriptible mezcla de arte, historia, religión, deporte, fraternidad, libertad, solidaridad, espiritualidad y amistad que representa un punto de inflexión en la vida del peregrino.

100 cosas
que hay que saber
del Camino
de Santiago

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© del texto: Carlos Mencos

© de la edición:

Diseño y composición: 3 x Tres

Producción del ebook: booqlab.com

ISBN: 978-84-16918-42-3

ÍNDICE

Introducción

EL CAMINO HOY EN DÍA

1. El camino que no hizo Santiago

2. ¿Cuál es el auténtico Camino de Santiago?

3. ¿Por qué hay tantas rutas Camino de Santiago?

4. El Camino empieza en tu casa

5. La credencial del peregrino

6. La codiciada Compostela

7. ¿Qué es un Año Jacobeo y para qué sirve?

8. Santiago no mató moros

9. El Códice Calixtino

10. El espíritu del Camino

11. Europa y el Camino de Santiago

12. La picaresca en el Camino

13. La música del Camino

14. Lecturas para entender el Camino

15. Los mandamientos del peregrino y otras reflexiones

16. El Camino de la Costa no va por la costa

17. Nada de plata en la Vía de la Plata

18. El origen: el Camino Primitivo

19. El siempre verde Camino del Baztán

20. El Camino Jacobeo del Ebro

HACIENDO LA MOCHILA

21. Los motivos para ir al Camino

22. El Camino no tiene edad

23. ¿Qué mes es el mejor?

24. ¿Cuánto dinero vas a gastar?

25. Te va a pesar hasta la pasta de dientes

26. ¿Solo o en grupo?

27. Las etapas, a tu gusto

28. Lo importante no es llegar

29. Los bicigrinos también lloran

30. El Camino de Santiago es seguro

31. Los albergues de peregrinos

32. Entre vieiras y flechas amarillas

33. Puedes (y debes) salirte del Camino

34. ¿Qué comer en el Camino?

35. Las ampollas y otras malas compañías

NAVARRA, ARAGÓN Y LA RIOJA

36. La colegiata de Roncesvalles

37. Somport, la otra entrada

38. El puente de la Rabia

39. Pamplona, la primera del Camino

40. La Virgen del Camino

41. La Orden de Malta en el Camino

42. La sierra del Perdón

43. El misterio de Obanos

44. La enigmática Eunate

45. Donde los caminos se hacen uno

46. Estella, 100% monumental

47. Con pan y vino se hace el Camino

48. El Santo Sepulcro en Torres del Río

49. Logroño

50. El reino de Nájera

51. Donde la gallina cantó después de asada

CASTILLA Y LEÓN

52. El juego de la oca

53. La Pedraja se sube pero no se baja

54. Una luz en el Camino

55. Un Camino prehistórico

56. Burgos, Patrimonio de la Humanidad

57. Callejeando por Burgos

58. De Tardajos a Rabé, libéranos Domine

59. Siete hospitales en Castrojeriz

60. En Castrillo no se matan judíos

61. Barcos por la Meseta castellana

62. Frómista, prototipo del románico

63. ¿Dónde están los templarios?

64. Siguiendo la calzada romana

65. El primer eslogan publicitario

66. El Santo Grial en el Camino

67. Campos góticos

68. La villa de Facundo y Primitivo

69. Pulchra Leonina

70. Lanceros en el puente sobre el Órbigo

71. Extraña tierra de chocolate

72. De Astorga, ni el polvo

73. Gaudí en el Camino de Santiago

74. ¿Qué es un maragato?

75. Cruz de Ferro, el techo del Camino

76. Tomás y otros personajes del Camino

77. La hoya (con H) del Bierzo

GALICIA Y VUELTA A CASA

78. Preparando una invasión

79. El cáliz con sangre

80. Los dichosos 100 kilómetros

81. A 2.700 peregrinos al día

82. El monte del Gozo

83. El origen de Compostela

84. ¿Qué hacemos en Compostela?

85. Las cuatro plazas de la catedral

86. El abrazo al Apóstol

87. ¿Quién está enterrado en Santiago?

88. El botafumeiro

89. El pórtico de la Gloria

90. Un hotel cinco estrellas para los peregrinos

91. Hasta el fin del mundo

92. Otros Caminos gallegos

93. El Camino engancha

94. Los Amigos del Camino

95. Hospitaleros: otra forma de hacer el Camino

96. El Camino está en peligro

97. Los famosos del Camino

98. La peregrinación de san Francisco de Asís

99. El Camino de Santiago en la gran pantalla

100. Volveremos de turigrinos

INTRODUCCIÓN

Hace muy poco tiempo, pasé por Valdediós para poner al día una edición de la guía del Camino de Santiago del Norte. Este monasterio asturiano es uno de esos lugares que considero, desde mi experiencia, como imprescindible para el peregrino de esta ruta, aunque el trazado jacobeo no pase justo por su puerta. Es patrimonio milenario muy bien conservado gracias a varias casualidades, es acogida con un refugio para peregrinos en un lugar sorprendente, es naturaleza por el paraje bucólico en el que se encuentra… Lo reúne todo para no perdérselo. Así que, como otras veces, me acerqué para actualizar la información. Al salir del recinto, me topé con un peregrino a gran velocidad que pasaba de largo, sin mirar siquiera lo que dejaba atrás. No daba crédito. Le di alcance, le describí la maravilla que allí había pero me respondió con un lacónico “no me da tiempo”.

Este es uno de los mayores enemigos del peregrino actual: el tiempo. No tenemos tiempo para hacer mucho Camino, no nos da para pararnos y visitar monumentos, no nos podemos permitir entablar conversación con otros peregrinos, no debemos detenernos a disfrutar de aquel paisaje… Parece que si no llegamos a la hora a Compostela, la mochila se convertirá en calabaza, los bastones en ratones y perderemos nuestro zapatito de cristal huyendo en tren o avión para volver a nuestra mundanal vida.

Por suerte, el Camino de Santiago no es uno de esos productos turísticos convertidos en experiencias exprés de usar, disfrutar y tirar. La ruta jacobea es otra cosa. Es un recorrido por unos caminos jalonados de arte, historia y naturaleza; pero, a la vez, es el comienzo de un viaje a nuestro interior más profundo para redescubrirnos, para valorar nuestro mundo en su justa medida y, si se hace necesario, para cambiar de rumbo nuestra vida. Pero para todo esto, para que el Camino actúe en nosotros, hará falta tiempo.

Así, pues, disfruta con calma de este viaje. Si no tienes muchos días, haz una ruta más corta, pero apura cada momento de la jornada para conocer, aprender, compartir, vivir… en cualquier rincón del Camino. Si empiezas en Roncesvalles, aprovéchalo. ¡Hay misa del peregrino por la tarde! Vete aunque no seas católico porque vas a vibrar. Cuando pases por Pamplona, tómate un pincho en la calle Estafeta o San Nicolás. Cuando atravieses Azqueta, saluda a Pablito, el de las varas. Al alcanzar Logroño, tómate un vino en la calle Laurel. En Santo Domingo, oye al gallo y a la gallina; en San Juan de Ortega, reza al santo; en Burgos, visita la Catedral… y por las noches, después de la cena, no tengas prisa en abandonar la sobremesa con el resto de peregrinos: ¡cuánto que aprender de tan variada gente! Nunca coincidirás con un elenco tan diferente de personas de todas las edades, clases sociales y países, todos al mismo nivel, como ocurre en un comedor de un refugio de peregrinos.

Si el Camino de Santiago ha cambiado la vida de muchos peregrinos es porque se lo han planteado a conciencia y con ganas de vivirlo. Tú también lo harás, ya que tienes este libro entre manos en el que descubrirás cien buenas pinceladas de la ruta. Léelas con calma. Te vendrán muy bien para zambullirte en el Camino, para ir con los ojos y el corazón abiertos y para que Santiago y su Camino actúen en ti. Verás como al llegar a Compostela tu mochila no se convierte en calabaza, sino en innumerables recuerdos y vivencias que te marcarán por muchos años.

EL CAMINO HOY EN DÍA

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EL CAMINO QUE NO HIZO SANTIAGO

No son pocos los peregrinos que desean seguir el trazado exacto que recorrió el apóstol Santiago. Vaya sorpresa al saber que, pese a llamarse «Camino de Santiago», esta ruta no pertenece a la historia de este santo cristiano, que ni lo vio ni mucho menos lo pisó. De hecho, ni siquiera Santiago se llamaba así. Su traducción al español más cercana al original sería Jacob, pero derivó en Santiago y también en Jaime, Diego o Yago. Las referencias históricas de este personaje nos vienen por los Evangelios. Vivió y murió en Israel y fue elegido como uno de los doce apóstoles de Jesús. Entre ellos, destacó por incondicional junto con Juan y con Pedro. Y, para diferenciarlo del otro Santiago también apóstol, se le conoce como «Santiago el Mayor». De carácter vehemente, aparece en escasos momentos en los textos sagrados. Tras la ascensión de Jesús, la tradición sitúa a Santiago evangelizando en Hispania, en los confines de la tierra conocida. De hecho, una de las leyendas piadosas más extendidas le ubica en Caesaraugusta (Zaragoza). Al parecer, Santiago se sintió cansado tras tratar de evangelizar estas tierras con escaso éxito. En esta ciudad, la Virgen en carne mortal vino sobre un pilar para darle su consuelo.

El peso histórico de los Evangelios nos saca de Hispania y nos arroja abruptamente a Jerusalén. Allí, Santiago fue encarcelado y el rey pidió sangre, por lo que el apóstol fue decapitado. Nos acercamos nuevamente a la tradición, que nos señala que el cuerpo fue llevado y enterrado en los dominios que evangelizó. Aquí podría haber nacido un «Camino de Santiago», pero el cuerpo no es trasladado por tierra sino por mar, hasta desembarcar en la actual Galicia. Así, pues, Santiago ni se asoma al Camino.

Entonces, ¿cómo surge el Camino? La ruta nace como una vía de peregrinación, un camino que conduce a peregrinos de todo el orbe conocido hasta la tumba del apóstol. Por ello, ni tan siquiera es un camino, sino que son innumerables las rutas denominadas Camino de Santiago que recorren Europa como venas que se van uniendo para que todos los caminos lleven a Compostela. Desde el descubrimiento del sepulcro a principios del siglo IX, las rutas comienzan a llenarse de peregrinos que van a Santiago, vuelven, se quedan a vivir en las ciudades del Camino o, incluso, fallecen en el trayecto por enfermedad, agotamiento, vandalismo o hasta por ataques de animales. Muchos de ellos son cuidados o enterrados en los numerosísimos hospitales de peregrinos que van naciendo por todas las rutas. La importancia de este caudal de caminantes fue tal que estos trazados también se han llamado caminos de los peregrinos o caminos de los franceses, en referencia a la multitud de extranjeros que entraban en la actual España por estas vías. Así que ya sabemos que ni había un camino ni era de Santiago ni se llamaba así el santo, pero, la historia es así, ya conocemos cuál es el nombre que triunfó y que hoy lo hace universalmente conocido.

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¿CUÁL ES EL AUTÉNTICO CAMINO DE SANTIAGO?

Los peregrinos que llegan de países lejanos se asombran ante la presencia de multitud de rutas que se denominan Camino de Santiago. Ah, pero, ¿hay más de un Camino de Santiago? ¿Existe uno que sea más verdadero que otro? Haciendo un recuento rápido, solo en España hay señalizadas 52 rutas como Camino de Santiago, pero también vemos vieiras y flechas amarillas en caminos repartidos por todo el continente. Ante tanta vía jacobea, se presenta la duda de saber cuál es la mejor o la auténtica. Pero solo hay una respuesta: todas.

Al fin y al cabo, el Camino de Santiago, por contradictorio que parezca, no es un camino. Cuando un peregrino se va a hacer el Camino (con C mayúscula siempre) quiere decir que va a Santiago de Compostela. Pero las rutas por las que vaya pueden ser miles, ya que, en realidad, el Camino de Santiago es el recorrido del peregrino desde la puerta de su casa hasta Santiago de Compostela. Pero como cuando uno sale de su vivienda no se encuentra siempre una flecha amarilla, se han ido señalizando diversas sendas a las que se dota de cierta protección y determinados servicios para los peregrinos. Estos son los que denominamos caminos de Santiago, que pueden coincidir o no con carreteras, grandes rutas o cañadas y atravesar desde pequeñas aldeas hasta grandes ciudades.

Bueno, y ante tanta ruta jacobea, ¿cómo ponemos un orden? La UNESCO inscribió el «Camino de Santiago de Compostela» en la Lista de Patrimonio Mundial en 1993. Por aquel entonces, se protegió el Camino Francés, que es la ruta que seguían los peregrinos entrando en España por Valcarlos-Roncesvalles (Navarra) y por Somport (Aragón) para unirse en Puente la Reina y seguir rumbo al Oeste hacia Santiago de Compostela. Se eligió esta vía por ser la históricamente más transitada y famosa. Aunque los peregrinos iban en la Edad Media por cualquier ruta, se delimitó un camino concreto con una protección de 30 metros a ambos lados, así como a determinados monumentos a lo largo del recorrido. Posteriormente, en 2015, se añadió la protección a los Caminos del Norte, que son el Camino Primitivo, el Camino Vasco del Interior, el Camino Lebaniego y el Camino de la Costa, también llamado comúnmente Camino del Norte.

Estas son las rutas más conocidas y las que han recogido a cuatro de cada cinco peregrinos en los primeros años del siglo XXI. Pero existen muchas otras vías que están creciendo rápidamente en afluencia. El Camino Portugués, que agrupa a los caminantes que vienen de Portugal, es uno de ellos. El Camino Inglés (desde A Coruña o Ferrol) o el Camino Sanabrés también se encuentran en auge. Y después hay una maraña de rutas que desembocan en estos caminos, como son la Vía de la Plata, el Camino de Madrid, el Camino de Levante, el Camino del Sureste o el Camino Jacobeo del Ebro, entre muchas otras. En Francia hay cuatro grandes vías (Tolosana, Turonensis, Podiensis y Lemovicensis), que además poseen 71 monumentos y siete pequeños tramos que también fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 1998. Y por toda Europa hay documentadas más de trescientas rutas jacobeas. Así, pues, ya lo ves; todos los caminos conducen a… Santiago.

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¿POR QUÉ HAY TANTAS RUTAS CAMINO DE SANTIAGO?

Muy lejos queda cuando el Camino de Santiago carecía de indicaciones y había que buscar en los libros de historia y en los topónimos cuál era la ruta más auténtica. Los que señalizaron el trazado en los años ochenta cuentan que en algún pueblo se opusieron rotundamente a que el Camino pasara por sus dominios, ya que pensaban que esa ruta traería falsos peregrinos, haraganes y maleantes. Esta anécdota no he podido comprobarla, pero seguro que pudo ocurrir y aún hoy se estará lamentando aquel que pidiera y consiguiera que el Camino de Santiago no atravesara su pueblo, sino que fuera por el de al lado.

Décadas después, son cientos las rutas que se encuentran señalizadas como Camino de Santiago por toda Europa. Primero fueron las asociaciones de Amigos del Camino de Santiago las que cogieron brocha y pintura amarilla para trazar los diferentes caminos históricos. Luego les siguieron las administraciones para legalizar de alguna manera estos recorridos. Y, finalmente, ante el resurgir del Camino y, sobre todo, debido al torrente de dinero que entraba por esta vía, muchos municipios quisieron que el Camino de Santiago también pasara por sus terrenos, a ser posible por el núcleo urbano y lo más cerca de la zona de bares, restaurantes y monumentos.

De manera un tanto alegal, se fueron extendiendo vías bajo la denominación de Camino de Santiago para que hubiera ruta jacobea por cualquier provincia española o país europeo. Luego aparecieron las «variantes» a los caminos principales, para que los pueblos colindantes también disfrutaran de su dosis de peregrinos. Todo esto se basaba simplemente en la existencia de algún indicio que probara el paso de peregrinos y poco más. Pero, claro, ¿los peregrinos hacen que la ruta que pisan se convierta ipso facto en Camino de Santiago o hay que oficializar primero las rutas y luego que los peregrinos pasen por ellas? Sea lo que sea, ya llegamos tarde. Eso ha pasado, por ejemplo, en la aprobación del trazado del Camino del Norte. Se decidió cambiar el recorrido pintado en las últimas décadas a uno más histórico, pero fueron tales las quejas que tuvieron que oficializar ambas rutas. Al fin y al cabo, en los últimos veinte años habían pasado más peregrinos por la ruta «menos histórica» que durante siglos por la «histórica».

Aunque se sigan pintando rutas como Camino de Santiago «para que pase por mi pueblo» sin otra consideración, existe un consenso (poco cumplido, por cierto) sobre qué debería ser un Camino de Santiago. Esa vía debería existir como trazado histórico definido. Debería contar con toponimia relacionada con el Camino de Santiago, desde lugares hasta ermitas, iglesia o municipios. Tendría que documentarse una red histórica de asistencia al peregrino, ya sea mediante hospitales o infraestructuras como puentes o calzadas. Por último, debería contar con documentos que acreditaran el paso de peregrinos por esa ruta peregrinando a Compostela, ya sea de ida o de venida. Cumpliendo estos requisitos, del medio centenar de rutas jacobeas señalizadas por España se pasaría a un número de rutas que contaríamos con los dedos de las manos. Pero, claro, entonces el Camino de Santiago dejaría de pasar por tantos sitios, que vete tú a decírselo a los pueblos que se lucran con la ruta.

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EL CAMINO EMPIEZA EN TU CASA

El Camino de Santiago tiene un final claro: la tumba del apóstol Santiago en Compostela. En esta ciudad celebraremos con alegría el haber superado con éxito nuestra peregrinación a Santiago. El lugar de inicio, en cambio, no es tan evidente. Unos empiezan en Roncesvalles, otros en O Cebreiro, los más en Sarria y muchos otros en otras rutas jacobeas. Así pues, ¿dónde poner el comienzo? La respuesta es simple: en tu casa. Como en la Edad Media, el Camino de Santiago se inicia cuando sales por la puerta de tu hogar. Sin embargo, no hay rutas señalizadas e infraestructuras por todas partes y menos ahora que llegan a Compostela miles de peregrinos de países tan lejanos como Japón o Australia. Por lo tanto, los peregrinos se dirigen por carretera o avión a un punto de partida.

Pero tampoco existen puntos de partida oficiales a lo largo del Camino. En las últimas décadas se han institucionalizado algunos lugares. En el Camino Francés, por ejemplo, se empieza en la última gran localidad francesa, Saint-Jean-Pied-de-Port (773 kilómetros a Santiago) o en la mítica Roncesvalles (748). También en Pamplona (707), Logroño (612), Burgos (490), León (312) u O Cebreiro (159), dependiendo de los días que dispongamos. La gran localidad de moda, Sarria, dista poco más de cien kilómetros, el mínimo requerido por el Cabildo de Santiago para conseguir la Compostela. En el resto de trazados jacobeos pasa más de lo mismo. También hay vías que convergen en otras rutas, como el Camino de Madrid, el Catalán o el Jacobeo del Ebro, que alargan todavía más las posibilidades. Por último, el ramal aragonés del Camino Francés, conocido como Camino Aragonés, tramo que es Patrimonio de la Humanidad y utilizado antaño como entrada en España para llegar a Santiago, se convierte hoy en una breve ruta que acaba en Puente la Reina, esperando que vuelva su momento de esplendor.

Las fáciles comunicaciones han hecho proliferar peregrinaciones en fines de semana o en pequeños tramos cuando el peregrino puede juntar seis o siete días de vacaciones. Así, nos encontramos con muchos peregrinos que recorren el Camino Francés durante varios años hasta que en el último empujón hacen el mínimo de cien kilómetros seguidos a Santiago. Los peregrinos avanzan por día de media entre 20 o 30 kilómetros a pie y de 60 a 80 en bicicleta, aunque hay de todo.

Para ayudar a los peregrinos a vivir un Camino de Santiago más auténtico, muchos amantes de la ruta jacobea hemos considerado y propuesto la necesidad de aumentar el mínimo exigido para conseguir la Compostela. Sugerimos 300 kilómetros para comenzar como mínimo en León (Camino Francés), Oviedo (Camino Primitivo), Avilés (Camino del Norte), Zamora (Vía de la Plata) y Oporto y Coimbra (Camino Portugués). Este mínimo subiría a 500 para los bicigrinos. Mi recomendación es que, sea oficial el mínimo que sea, vivas al menos esos 300 kilómetros, y si puedes más mejor, para sentir el espíritu del Camino.

De todas maneras, no hay camino mejor o peor ni peregrino más o menos auténtico por hacer unos kilómetros u otros. Solo Dios sabe qué acontece en la cabeza de cada uno para elegir su camino, sus kilómetros y sus etapas.

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LA CREDENCIAL DEL PEREGRINO

En la Edad Media, los caminantes que salían al Camino de Santiago eran acogidos en hospitales y refugios y considerados peregrinos en toda la ruta. Para que fueran reconocidos como tales, contaban con una carta de presentación de la autoridad del pueblo (casi siempre el párroco o algún noble). Este documento daba fe del caminante y le servía para presentarse como peregrino y dotarse de sus privilegios, desde la acogida cristiana hasta la exención de determinados tributos, como el pago de portazgos. Pues bien. La credencial no es sino la flamante heredera de aquel salvoconducto. Es un documento que acredita al portador como peregrino y que recoge los sellos y fechas de paso para demostrar que se está recorriendo el Camino de Santiago. Cuando la tengamos en nuestras manos, sintámonos partícipes de la historia milenaria de la ruta jacobea.

Sin embargo, en los últimos años este documento ha seguido otros derroteros. Asociaciones jacobeas, administraciones y hasta empresas y chiringuitos empezaron a fabricar su credencial y a distribuirla o venderla sin acreditar nada. Este caos sirvió de acicate a la catedral de Santiago para limitar la entrega de la Compostela solo a los peregrinos que portaran la credencial que imprimía la seo compostelana o, como mucho, alguna credencial histórica editada por determinada asociación o cofradía jacobea. Por ello, a las cartas de presentación y demás credenciales se ha ido imponiendo como única esta credencial del peregrino. Además, se ha ido perdiendo la esencia de ser una carta de presentación para utilizarse casi como un carnet. Pero su historia no se la quita nadie.

A día de hoy y siguiendo su pasado, la credencial se recibe tras un breve encuentro personal en las asociaciones, cofradías y refugios en los que ha delegado el Arzobispado de Santiago para que acrediten a los futuros peregrinos. La página web de la Oficina del Peregrino de la catedral de Compostela mantiene un registro actualizado de lugares en los que conseguir la credencial. El documento sirve hoy para ser reconocido como peregrino y dormir en los albergues, para recibir la Compostela en Santiago y para acogerse a determinados descuentos en monumentos y museos a lo largo del Camino de Santiago. Con su inconfundible formato de acordeón, la credencial debe recibir un sello todos los días (dos si nuestra peregrinación se limita a los últimos cien kilómetros), la fecha y la firma, para rubricar que el acreditado está realizando efectivamente la peregrinación. Se puede sellar en cualquier lugar de paso, desde bares hasta hoteles, aunque los albergues de peregrinos y las iglesias tienen sellos fabricados a tal efecto y suelen ser bastante más bonitos que el de un bar cualquiera. La credencial no caduca y te acreditará como peregrino siempre, lo que te servirá para realizar el Camino de Santiago por tramos durante varios años.

La credencial es además un gran recuerdo del Camino. En la ruta, una credencial con innumerables sellos que dan comienzo en una localidad lejana siempre es motivo de admiración. Las credenciales de peregrinaciones que se extienden más allá de los Pirineos acaban expuestas con orgullo en casa de sus propietarios. Y las que reciben sellos de miles de kilómetros de peregrinos que llegan a pie desde países del este de Europa o países nórdicos son codiciadas por museos y centros de interpretación del Camino de Santiago. Pero ningún peregrino la venderá. Porque es su recuerdo. Es su carta de presentación. Es, al fin y al cabo, el documento oficial que le define como peregrino.

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LA CODICIADA COMPOSTELA

Los días de mayor afluencia de peregrinos se forman unas colas inmensas frente a las puertas de la Oficina del Peregrino en Santiago. Todo aquel que acude va a por lo mismo, a por la Compostela. Este es el documento de la catedral de Santiago que acredita que se ha realizado la peregrinación, ya sea por motivos religiosos, espirituales o en actitud de búsqueda. Viene a ser el certificado final, el premio tangible de haber realizado la peregrinación y cada año se expiden cientos de miles. De hecho, el número de Compostelas emitidas viene a ser utilizado como el número de peregrinos que llegan a Santiago cada año. En cuanto a su nombre, como el de la ciudad, la tradición afirma que proviene del latín Campus Stellae («campo de estrellas») en alusión a las luces que vio el ermitaño Pelayo cuando se descubrió en aquel campo el sepulcro del apóstol.

Al igual que la credencial, tiene un origen que se hunde en los tiempos más remotos. Cuando los primeros peregrinos llegaban a Santiago hace más de un milenio, necesitaban un recuerdo que certificara su peregrinación y eran muchos los que se llevaban una vieira o concha, fácil de conseguir en la zona. Esto, por cierto, fue el germen para que la figura del apóstol Santiago fuera representada con una concha y para que hoy todo peregrino que se precie lleve una vieira a sus espaldas. Como se dará cuenta el lector, este sistema de certificar la peregrinación era bastante pobre y fácilmente falsificable. Así, pues, se ha constatado que ya en el siglo XIII se expedían unas cartas probatorias, documento más serio y que es el origen del certificado que hoy se entrega a los peregrinos.

La popularización del turismo a partir del siglo XIX y sobre todo del XX, así como los vehículos a motor, que hacían más fáciles las peregrinaciones, empujaron al cabildo compostelano a restringir la entrega de la Compostela. Actualmente son dos los requisitos necesarios para poder obtener el ansiado diploma. En primer lugar, hay que realizar la peregrinación por motivos religiosos, espirituales o por lo menos con actitud de búsqueda, lo que abre el abanico a peregrinos de otras religiones a la cristiana y hasta a los ateos. Y, en segundo lugar, se deben realizar como mínimo los últimos cien kilómetros a pie o a caballo o los últimos doscientos si vas en bicicleta. Esto se podrá demostrar con los sellos reunidos en la credencial del peregrino.

¿Y qué dice la Compostela? Escrito en latín, se puede leer:

El Cabildo de esta Santa, Apostólica y Metropolitana Iglesia Catedral Compostelana, custodio del sello del Altar de Santiago Apóstol, a todos los fieles y peregrinos que llegan desde cualquier parte del Orbe de la Tierra con actitud de devoción o por causa de voto o promesa peregrinen hasta la Tumba del Apóstol, Nuestro Patrón y Protector de las Españas, acredita ante todos los que observen este documento que [nombre del peregrino] ha visitado devotamente este sacratísimo Templo con sentido cristiano (pietatis causa).

La Compostela es recogida por la mayor parte de los peregrinos, pero estrictamente no es necesaria. Solo es un documento acreditativo que acabará decorando las paredes de nuestra casa en el mejor de los casos. Cualquier peregrino puede echarse a andar sin credencial y sin recoger la Compostela y no por eso dejará de ser peregrino.

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¿QUÉ ES UN AÑO JACOBEO Y PARA QUÉ SIRVE?

Si vemos las estadísticas anuales de peregrinos, nos sorprenderán unos picos extraños que se producen de una manera relativamente regular. Son los años santos jacobeos, cuando el número de peregrinos se dispara. Estrictamente, un Año Jacobeo, oficialmente Año Santo Jubilar Compostelano, es un periodo de gracia que concede la Iglesia católica a la catedral de Compostela. Tiene lugar todos los años en los que el 25 de julio, festividad del Apóstol Santiago, cae en domingo. Esto sucede con una cadencia constante de 6-5-6-11 años por lo que son fácilmente identificables. En la primera mitad del siglo XXI lo son en 2004, 2010, 2021, 2027, 2032, 2038 y 2049. Hace poco se produjo algo insólito, ya que el papa Francisco decretó a nivel mundial el año 2016 como Jubileo de la Misericordia, y la catedral de Compostela contó con este periodo excepcional sin la necesidad de que el 25 de julio fuera domingo.

Este tiempo de gracia consiste en que, cumpliendo ciertos requisitos, se recibe la Indulgencia Plenaria, que es, en pocas palabras, el perdón de todos los pecados incluidos los mortales. El peregrino debe visitar la catedral de Santiago, rezar alguna oración (al menos el Padrenuestro), pedir por las intenciones del papa y recibir los sacramentos de la penitencia y comunión en los quince días anteriores o posteriores a la visita. Como curiosidad, en el municipio canario de Gáldar se ubica la iglesia Matriz de Santiago de los Caballeros, de gran tradición jacobea y en la que también se pueden cumplir los requisitos del Año Jacobeo para ganar la Indulgencia Plenaria. Del mismo modo, en Villafranca del Bierzo, en pleno Camino de Santiago y a casi doscientos kilómetros de Compostela, consiguen este privilegio aquellos peregrinos que, por enfermedad, no puedan continuar su viaje hasta Santiago.

De esta descripción podemos extraer, por tanto, que no hace falta recorrer ni un palmo del Camino de Santiago para ganar el perdón. En realidad, lo que hace que decenas de miles de peregrinos se lancen al Camino en los años jacobeos es la publicidad y la originalidad de ser un año diferente, sobre todo a partir de 1993, cuando la Xunta de Galicia dio el pistoletazo de salida a unas desmesuradas campañas comerciales y turísticas: los llamados Xacobeos. Singular es también el acceso a la catedral de Santiago en ese periodo, ya que solo en los años jacobeos se abre la Puerta Santa o Puerta del Perdón. Ubicada en la plaza de la Quintana, se abre unos días antes de fin de año en una pomposa ceremonia y permanece así hasta el final del Año Jacobeo.

El origen de este periodo de gracia se remonta nueve siglos atrás. En 1122, el papa Calixto II otorgó a la catedral de Santiago el privilegio de celebrar el Año Santo Jacobeo siempre que la festividad cayera en domingo. Justo ese año se terminó de construir la edificación románica de la catedral y dos años antes Compostela había sido elevada a sede arzobispal, trasladando a esta ciudad la sede metropolitana de Mérida. Se puede ver, por tanto, un trasfondo de promoción de la ciudad que fue consolidado por los papas sucesores, que ratificaron el privilegio. El último fue el papa Alejandro III, quien en 1178 declaró el carácter perpetuo de esta prerrogativa.

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SANTIAGO NO MATÓ MOROS

Una de las representaciones más llamativas del Apóstol Santiago, tanto en pintura como en escultura, es aquella en la que aparece montado sobre un caballo, habitualmente blanco, blandiendo una espada y pisoteando, cuando no matando, a fieles musulmanes. Es el denominado Santiago Matamoros, que nada tiene que ver con su vida y menos con el evangélico mensaje del amor. Esta iconografía se extendió por todo el mundo casi tanto como la que lo representa con bordón en mano, capa, esclavina y vieira en su sombrero. Esta otra imagen alude inevitablemente a los peregrinos del Camino de Santiago, pero es igual de lejana a su vida ya que, como hemos visto, no hizo el Camino de Santiago.

La iconografía de Santiago Matamoros tiene su origen en una leyenda que se remonta al inicio al siglo IX. Por aquel entonces, siempre según este mito, al morir el rey astur Alfonso el Casto en el año 842, los moros reclamaron a su sucesor, Ramiro I, el tradicional tributo de cien doncellas —50 hidalgas y 50 plebeyas—, para manifestar la primacía del Emirato de Córdoba sobre el reino asturiano. Sin embargo, el nuevo rey se negó y acabó enzarzado en un combate en Albelda (La Rioja) del que salió derrotado y tras el que se refugió en Clavijo. Allí, la víspera de la batalla, se le apareció en sueños el mismo Santiago, que le anunció que había sido designado por Dios como apóstol patrón de las Españas y le exhortó que rezara y le pidiera a Dios por la victoria en el enfrentamiento del día siguiente. Así lo hizo Ramiro y, ante el estupor y la alegría de los cristianos, el mismísimo apóstol apareció a lomos de un corcel blanco, blandiendo su espada y decapitando musulmanes a diestro y siniestro.