V.1: marzo, 2019
Título original: La felicità sul comodino
© TEA S.r.l., Milano, 2018
© de la traducción, Elena Rodríguez, 2019
© de esta edición, Futurbox Project S.L., 2019
Todos los derechos reservados.
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Imagen de cubierta: Shutterstock - Unterwegs
Publicado por Kitsune Books
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
info@kitsunebooks.org
www.kitsunebooks.org
ISBN: 978-84-16788-29-3
IBIC: VX
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Alberto Simone es director de cine, también de series de televisión, y siempre ha alternado su actividad artística con la de psicólogo, coach y terapeuta. Se trasladó a Estados Unidos para ampliar sus conocimientos en los campos del mindfulness, la psicología positiva y la psicología energética, y se especializó en nuevas metodologías terapéuticas.
Desde hace años dirige seminarios y talleres formativos y motivacionales sobre la felicidad. También es el creador del blog «Il bicchiere mezzo pieno» [El vaso medio lleno].
La felicidad está al alcance de tu mano
En este librito, Alberto Simone nos habla de que existe un tipo de felicidad duradera y a nuestro alcance, y nos da las claves para conseguir la estabilidad emocional y la paz interior que nos ayudarán a disfrutar y a ser felices con las pequeñas cosas que hacen que la vida sea maravillosa. Simone nos ofrece pequeños secretos con los que ser feliz día a día y demuestra que la felicidad depende en gran medida de nuestra relación con lo que nos rodea.
«Pequeños (y concretos) remedios para vivir mejor.»
Corriere della Sera
Portada
Página de créditos
Sobre este libro
Premisa: El síndrome de Huckleberry
Qué te impide ser feliz
No eres un pez
La plena aceptación de la vida
Adaptarse en busca del amor
La Sociedad de los Teléfonos
A qué llamamos realidad
La felicidad con F mayúscula
La mente negativa
Las cosas que dan sentido a la vida no se pueden comprar
Es fácil estar bien cuando las cosas van bien
El genio de la lámpara
Nada está separado en la naturaleza
Entanglement
La felicidad escondida
Quejarte no cambiará la situación
Si realmente quieres salvar el mundo
Hace tiempo sonreías cuatrocientas veces al día
¿Quieres cambiar tu vida? Empieza haciéndolo durante doce horas
Ya lo eres todo
Eres lo que sientes
Ecología de las palabras
Somos de la materia de la que están hechos los sueños
La casa en la que nacemos
El sentido de los acontecimientos negativos
Tres simples condiciones para ser feliz
La paz en el corazón
Por qué enfermamos y cómo ayudarnos a curarnos
El bien tiene una marcha adicional
La pretensión del control
Nacer de verdad
La cuchara con el mango demasiado corto
Transforma lo que no te gusta
La ley espiritual de la reciprocidad
Las mentiras esconden miedo
Los vengadores y los reparadores
No eres tu nombre
No tengas miedo
Recupera el mando
Plegaria para la noche (o para la mañana, si prefieres)
Cambia la película de tu vida
Epílogo
Agradecimientos
Sobre el autor
La existencia de este libro se debe a una serie de circunstancias y, sobre todo, a personas que el destino ha querido poner en contacto de forma sorprendente e insondable.
Hace muchos años, cuando decidí crear un blog llamado El vaso medio lleno, en el cual, de forma espontánea, empecé a recoger pensamientos y reflexiones sobre cómo quería que fuese el mundo, sobre todo para no sucumbir a lo que suele ser, no imaginé que daría voz a miles de personas anónimas que se reconocieron en esos pensamientos, a menudo con auténtica emoción. Para muchos de ellos, como me han escrito, incluso un simple texto representó un consuelo, un punto de inflexión, un cambio de dirección repentino y un nuevo impulso en sus vidas, causado por una nueva consciencia. Esta es la razón que me llevó a compartir y ampliar los escritos de mi blog a través de un libro.
Gracias, por tanto, a cada uno de estos compañeros de viaje anónimos. Vosotros también habéis sido mi punto de apoyo cuando el sentido de la utilidad de todo esto podía vacilar. Este libro está dedicado a cada uno de vosotros y espero que os haga compañía no solo en vuestras mesitas de noche, sino en cualquier lugar donde pueda acompañaros en el viaje de vuestra vida, que espero que sea asombroso.
También quiero dar las gracias a los lectores de los primeros borradores, que me animaron a seguir adelante. Entre ellos, mi mujer, Roberta, mi hermana, Susy, y mi hermano, Angelo, los lectores más atentos, competentes y severos que pueda esperar y en los que confío ciegamente; Toni Tommasi y Antonio Manzini, amigos de toda la vida pero que no perdonan ni una como lectores; Maria Rita Parsi, que me ofrece su estima y afecto; mis amigas de la agencia Sosia Pistoia: Luisa Pistoia, Federica Remotti y Chiara Melloni.
Dedico un agradecimiento especial a Rossella Panigatti, hermana encontrada en el camino de una visión holística, energética y espiritual que comparto y sin cuya generosa intervención este libro no habría visto la luz, o, al menos, no tan pronto.
Y, naturalmente, también te doy las gracias a ti. No sé si lograrás poner en práctica todo lo que has leído en estas páginas. Pero espero que este libro pueda hacerte compañía durante mucho tiempo en los momentos difíciles venideros para que puedas superarlos y ser más fuerte y más feliz.
Para aquellos que todavía no sepan qué es el síndrome de Huckleberry, no recomiendo buscar la explicación en Wikipedia o en el manual de psiquiatría más reciente. No encontraréis nada al respecto, a pesar de que se trata de un síndrome muy común entre los seres humanos, independientemente del sexo, la raza, la procedencia geográfica, la edad, la condición socioeconómica o la religión.
Yo mismo, tras décadas de estudios clínicos, observaciones psicológicas y varias especializaciones psicoterapéuticas, jamás he hallado rastro alguno de una descripción de los síntomas. Y esto a pesar de que, tarde o temprano, el síndrome de Huckleberry afecta a todo el mundo…
Yo lo descubrí por casualidad y enseguida identifiqué los síntomas en muchas personas que conozco, incluso en mí mismo. La definición que recojo aquí se debe a uno de los pacientes más graves que he conocido, el «paciente cero», como suele denominarse al primer sujeto en el que se identifican los síntomas iniciales de una pandemia.
La persona en cuestión se llama Roberta. Es la mujer a la que más quiero en el mundo y, para mí, ha sido la fuente de inspiración para casi todo lo que he descubierto desde el día que nos conocimos.
Una de las características de esta criatura es la imposibilidad de reservarse solo para ella un descubrimiento interesante, un momento de dicha, un soplo de felicidad o un atisbo de belleza. Su necesidad de compartir es inevitable, compulsiva y, definitivamente, patológica.
Nuestros hijos lo saben muy bien. Cuando comemos y prueba algo delicioso, enseguida está dispuesta a meterte el tenedor en la boca para que tú también puedas degustarlo. Si, por la noche, estamos en la cama y cada uno lee un libro, apuesta lo que quieras a que, en cualquier momento, recitará en voz alta la frase que acaba de leer y que le ha gustado. Y no hay manera de hacerle comprender que yo también estoy tan concentrado como ella en la lectura de mi libro, porque no se detendrá hasta que escuches lo que le ha hecho reír, llorar, reflexionar y no sé qué más. Para ella, cualquier descubrimiento solo tiene sentido si puede compartirse con alguien; prácticamente, es como si esa experiencia, aunque la haya vivido en primera persona, no se hiciera real hasta el momento en que alguien más participa de ella.
Precisamente, la definición del «síndrome de compartir compulsivamente» tiene su origen en una historia de la infancia de mi mujer.
Cuando éramos pequeños —pobre de mí, en el siglo pasado—, en la televisión había un momento que todos los críos de nuestra generación recuerdan: se llamaba «La TV de los niños» y era una sección vespertina de la escasa programación televisiva italiana de la época, una especie de contenedor de películas, dibujos animados, juegos y otros programas destinados a los más pequeños.
Una de las series de dibujos animados que emitían era estadounidense y era obra de Hanna y Barbera, dibujante y animador respectivamente: El show de Huckleberry Hound. Huckleberry era el nombre de un simpático perro y protagonista de innumerables desaventuras cómicas que, aun así, conservaba un optimismo inagotable.
En Italia, los dibujos empezaban con una canción en la que todos los personajes, reunidos, cantaban: «Estamos todos aquí…», en un llamamiento a convocar a los pequeños espectadores, y finalizaba con la indefectible frase: «Y todos juntos, queremos ver: El show de Huckleberry Hound…».
Era el programa preferido de Roberta y no se lo perdía por nada del mundo. Pero ese «todos juntos» imponía unas condiciones para la inminente diversión. De este modo, en cuanto las notas de la sintonía de El show de Huckleberry Hound empezaban a sonar, si sus hermanos no estaban allí con ella, la pequeña Roberta se alejaba del televisor e iba en su busca; para ella, era inconcebible que no estuvieran «todos juntos» en aquel momento, frente a la pequeña
pantalla, para disfrutar del programa. Su compañía, y compartir aquel pequeño momento de alegría, eran los requisitos para que aquel fragmento de felicidad fuera tal.
De aquí nace mi jocosa definición del síndrome de Huckleberry, para ella y para todos aquellos que no pueden evitar compartir su felicidad.
Ahora bien, debo reconocer que, a fuerza de pasar tiempo con un enfermo tan grave, ¡el síndrome también se ha manifestado en mí! He llegado al punto en que, aunque me dedico a escribir, nunca se me habría pasado por la cabeza que un día trabajaría en un libro para hablar sobre felicidad con el único objetivo de compartir con el mayor número posible de personas ese camino silencioso y paralelo a mi profesión de guionista y director. Un largo viaje hecho de estudios, personas, lecturas, experiencias y conocimientos, algunos muy antiguos, a menudo por sendas y
recorridos alternativos y poco explorados, que me ha permitido descubrir muchísimas cosas interesantes y útiles acerca de este tema.
Por otra parte, ¿quién no anhela ser feliz? ¿Y quién no desea que las personas a las que quiere también lo sean? ¿Quién, entre nosotros, no ha experimentado al menos una vez en su vida un solo instante de felicidad?
No creo que en el mundo exista un solo ser humano que, incluso en las condiciones más descuidadas y miserables, no haya vivido, al menos una vez, un momento feliz.
Tal vez, luego, haya pasado el resto de su vida cultivando su recuerdo y la nostalgia. Porque la felicidad aparece, nos seduce, nos aturde y, después, se marcha.
Por eso intentamos aferrarla haciendo fotos, selfis y grabando vídeos en cualquier situación festiva, para compartirlo todo en las redes sociales, con nuestros amigos, familiares y personas cercanas. Naturalmente, esta es una felicidad transitoria y no tenemos muchas posibilidades de controlarla. Es tan rara que, a veces, nos lleva a pensar que no es más que una quimera, un intervalo más o menos largo entre dos momentos de no felicidad.
En estas páginas, en cambio, hablaremos de una felicidad posible y duradera. Una condición de mayor libertad y estabilidad emocional, de paz interior y de compenetración total con el universo del cual formamos parte. Y lo haremos explorando juntos esos mecanismos invisibles y a menudo engañosos con los cuales somos nosotros mismos, y nadie más, quienes complicamos las cosas y nos alejamos de una condición natural: la de saber disfrutar, alegrarnos de todo lo que nos llena y hacer que nuestra vida sea única.
¿Es esta una utopía? Personalmente, después de vivir esta condición desde hace cierto tiempo, creo que no. Los que me conocen, o los que me siguen desde hace tiempo en las redes sociales, saben muy bien que no miento. No podría escribir sobre algo que no conozco y que no he experimentado en primera persona.
Por este motivo, literalmente poseído por el síndrome de Huckleberry, no puedo evitar compartir todo lo que he descubierto y vivido con quien esté preparado para experimentar una evolución personal irreversible y una expansión de sus conocimientos de la realidad, para entrar en un nuevo estado de conciencia y consciencia.
En cada capítulo de este libro se esconden lamparitas preparadas para encenderse para cada uno de vosotros e iluminar el lugar, a menudo mental, donde os encontréis en ese momento. Hallar una dirección y una visión renovada serán las condiciones ideales que os permitirán imaginar nuevos caminos y proyectar nuevos viajes en vuestra existencia.