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986.136

M357s   Márquez Arbeláez, Hernando

San Bonifacio de Ibagué: Documentos para la historia de Ibagué /

Hernando Márquez Arbeláez. Universidad de Ibagué.

Facultad de Humanidades, Ibagué, 2016.

150 p.

ISBN  Impreso 978-958-754-181-6

Digital 978-958-754-182-3

Descriptores: Ibagué- Historia; Ibagué-descripción geográfica.

Universidad de Ibagué

Abril de 2016

© Universidad de Ibagué, 2016

© Hernando Márquez Arbeláez, 2016

Dirección editorial: Ediciones Unibagué

ediciones.unibague.edu.co

publicaciones@unibague.edu.co

Universidad de Ibagué

Carrera 22, calle 67. Barrio Ambalá

Teléfono: +57 (8) 2709400

Ibagué, Tolima, Colombia.

www.unibague.edu.co

Portada: Iglesia del Carmen.

Fotografía tomada de la página de Facebook Fotografías antiguas y personajes del Tolima

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Diseño, diagramación e impresión

León Gráficas Ltda. PBX 2630088. Ibagué.

Esta obra no puede reproducirse sin la autorización expresa y por escrito de la Universidad de Ibagué.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

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Carátula de la primera edición del libro San Bonifacio de Ibagué

Contenido

San Bonifacio de Ibagué

Mensaje

A la nueva generación ibaguereña

Tres conceptos sobre esta obra

Breve monografía de Ibagué*

Ibagué

Primera parte. Geografía Económica de Ibagué

Posición geográfica

Límites

Límites precisos

Extensión superficial

Orografía

Hidrografía

Climatología. Condiciones generales

Población

Razas

Ganadería

Agricultura

Industria maderera

Otros productos forestales

Café

Comunicaciones

Geología

La minería de Ibagué ante los gobiernos

Geología y minería

Conclusiones

Segunda parte. Historia

Fundación de Ibagué

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Resumen historial

Tercera Parte. En elogio de la ciudad

Ibagué

Ibagué, ciudad de leyenda

Mujeres de mi tierra

Ibagué, tierra de promisión

Reminiscencias de Ibagué

Ibagué, Tierra buena

Cuarta parte. Estampas de mi tierra

Notas al pie

San Bonifacio de Ibagué

En los inicios de 1937, cuando Hernando Márquez Arbeláez (1916-1984) se aprestaba para comenzar sus estudios de derecho en la Universidad Nacional, después de haber terminado el bachillerato el año anterior en su venerado Colegio de San Simón, liaba bártulos, pero no iba “ligero de equipaje” como exclamó el poeta sevillano, sino que, además de portar su ropa y objetos personales, también llevaba un libro de su autoría ya publicado, obra en la que se combinan magistral y precozmente el tesón y el rigor investigativos con el amor por su terruño, escrito que, además, se ha constituido con el transcurrir del tiempo, como lo atestiguan innumerables bibliografías, en imprescindible auxiliar de los estudiosos de la historia de esta muy noble Villa de San Bonifacio de Ibagué. El maestro Manuel Antonio Bonilla Rebellón, al registrar la aparición del libro en la Revista Arte apuntaba:

Merece el editor de este libro, consagrado a la ciudad de Ibagué, en su aspecto geográfico, histórico, etc., elogios y felicitaciones; y se los damos muy sinceros, por su labor desinteresada y patriótica, que sabrán apreciar en todo lo que vale los nobles hijos de esta ciudad de San Bonifacio de Ibagué.

El libro, sensu stricto, no es una historia de Ibagué, como Márquez Arbeláez lo aclara no solo en su subtítulo (San Bonifacio de Ibagué, documentos para la historia de Ibagué), sino también en sus páginas liminares cuando anota:

Así, pues, para los muchachos va el pensamiento que me animó a emprender este trabajo; ellos sabrán que sin pretensiones de literato ni ostentación de bachiller erudito y empalagoso, resolví un buen día hacer una compilación de documentos geológicos, mineros, geográficos, históricos, literarios, de aquellos que por esta ciudad se han preocupado alguna vez. No es esta, en manera alguna, una obra original mía, sino una selección de trabajos de diferentes autores.

En esta vertiente del quehacer histórico local el libro de Márquez Arbeláez es uno de los pioneros de los trabajos recopilatorios de Enrique Ortega Ricaurte (Los inconquistables, de 1949 y San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas, de 1952), de Helio Fabio González Pacheco (Un viaje por el Tolima, de 1990), de Hugo Ruiz Rojas (Ibagué ayer, hoy y mañana, de 1990), de Rubén Darío Ramírez Arbeláez (Ibagué 1880-1990: evolución y valores humanos, de 1990) y de Josué Bedoya Ramírez (Compendio de Historia de Ibagué y el Tolima, de 1991), entre otras obras.

Abarca esta miscelánea documental múltiples aspectos: estudios geológicos, como también un inventario de la riqueza minera de los alrededores de esta ciudad, elaborados por expertos en dichas materias; pormenorizada descripción de la orografía y la hidrografía de la región; estadísticas de los componentes demográficos de Ibagué; listado de las vías de comunicación que articulaban a Ibagué con el resto del país; cifras completas de la producción agropecuaria de los alrededores; transcripciones de las crónicas de los protohistoriadores que narraron la fundación de Ibagué (Fray Pedro de Aguado y Fray Pedro Simón); listados de los presidentes del Estado Soberano del Tolima y del departamento del Tolima; una sentida reseña histórica del colegio de San Simón, institución que es una de las dedicatarias del libro; una colección de fotografías de la época donde se puede corroborar el concepto del autor cuando dice: “Puede decirse que el momento actual marca el punto de divergencia, o mejor, de rompimiento entre el Ibagué de ayer y el que hoy se asienta sobre moldes de cemento y triturado en desarrollo de un plan de obras urbanas que habla de una Ibagué, para un futuro próximo, grandiosa en proporciones”.

Dejé de última la sección donde se resalta la faceta estética y humanística de Márquez Arbeláez, aparte que conforman la colección de escritos, en poesía y en prosa, de quienes habían descrito y cantado a la ciudad: sendos sonetos de Manuel Antonio Bonilla Rebellón y Roberto Liévano; y líricas evocaciones de la ciudad escritas por Max Grillo, Emilio Rico y Juan Lozano y Lozano. Además, el autor remata magistralmente su obra transcribiendo Reminiscencias de Ibagué, El Paraíso, el legendario folleto de Alberto Castilla Buenaventura que se convirtió en insoslayable fuente de información para los estudiosos de las genealogías ibaguereñas.

Las gentes cultas de Ibagué han contraído una incancelable deuda de gratitud con la Universidad de Ibagué por su tesonera y loable tarea de reeditar nuestra buena literatura histórica del pasado, muchas veces saqueada por el plagio. Lo mismo puedo decir de la familia Márquez Tono que generosa, irrestricta y desinteresadamente colaboró para hacer realidad el viejo anhelo de ver reimpresa este referencial testimonio del devenir ibaguereño.

Hernando Bonilla Mesa

A Ibagué, mi ciudad, en cuyo seno se hunden las raíces
de mi espíritu con toda su plenitud y fortaleza.

Al colegio de San Simón, ciudadela de la inteligencia en el Tolima,
donde se forja la personalidad altiva y prestante de los hombres
que abonarán con sus virtudes los suelos de la patria, dedica
este trabajo, su autor.

Mensaje

A la nueva generación ibaguereña

Solamente logró libertarme de la timidez, de esa timidez juvenil que obstaculiza las iniciativas de la muchachada cuando de hacer una obra que hayan de observar los mayores se trata, el ser como un punto de partida para todos ellos: ser su estímulo. Yo quisiera que la audacia mía al emprender este trabajo, fuera tomada en cuenta por los muchachos ibaguereños, con esta fórmula escueta de todo prejuicio: “Si Hernando Márquez hizo aquello, yo puedo hacerlo mejor”. Pero hacer, hacer algo, es lo que necesitamos. Acción, inquietud, viveza, vigor, es lo que se impone para desterrar el ambiente de modorra que ha invadido la ciudad y amenaza cada vez con signos más alarmantes todos los terrenos que pudieran ser campo fértil a las iniciativas particulares y colectivas. La fórmula está dada; hagamos de ella una bandera, y con ella, en donde antes diría pereza, grabemos hoy acción, inquietud; solo con ello daremos un vuelco rotundo y definitivo a Ibagué, para mostrar mañana, no solamente mujeres y paisajes, sino hombres activos, enérgicos, dinámicos, que sean orgullo y base del gran pueblo que todos hemos soñado.

Así, pues, para los muchachos va el pensamiento que me animó a emprender este trabajo; ellos sabrán que sin pretensiones de literato, ni ostentación de bachiller erudito y empalagoso, resolví un buen día hacer una compilación de documentos geológicos, mineros, geográficos, históricos, literarios, de aquellos que por esta ciudad se han preocupado alguna vez. No es esta, en manera alguna, una obra original mía, sino una selección de trabajos de diferentes autores.

El nombre de San Bonifacio de Ibagué, con que se le conociera hasta el año de 1803, cristaliza lo tradicional que poseemos, reflejándose allá en las leyendas heroicas que nuestra ciudad tiene, el indio palúdico y generoso, rebelde y valiente en el sacrificio mismo, último eslabón de nuestros ascendientes familiares. Hasta allá se remonta nuestra genealogía; hasta Baltasar, el indio audaz, bravío y rencoroso, y Calarcá vecino pijao y todas esas otras castas libres y heroicas de combeimas y tolaimas que dieron como respuesta, a los Galarza(s), Borja(s) y Salcedo(s), la breve y lacerante de sus lanzas humedecidas de secretos vegetales.

Ese es el indio de la portada de este libro; ese es el ascendiente nuestro, de cuerpo ágil y músculos olímpicos, de quien nos dice doña Agripina Montes del Valle:

Hijos del Sol como los héroes celtas,

ánimo ajeno a dependencia o traba,

con las tendidas cabelleras sueltas

y en cruz el arco en la segura aljaba,

y por broquel o escudo

el ancho pecho atlético desnudo.

Dominó el español. Ello fue así. Aquí juntóse con el pijao, —héroe postrero de la altiva raza— para formar el tipo del ibaguereño, que es amalgama pura de castellano y de pijao, en la Villa de San Bonifacio de Ibagué, en casas agazapadas, blanqueadas y pajizas, que ya desaparecieron en la mar tempestuosa del tiempo, para surgir una ciudad nueva de cemento, ladrillo y asfalto. Ya no son los tamboriles guerreros, ni los fotutos y flautas fabricados de canillas humanas, los que interrumpen con sus sonidos lúgubres el silencio de la Villa; son las locomotoras y automóviles, con sus pitos y cornetas, o con la explosión de sus motores Diésel los que pregonan a todos los vientos la canción del progreso de la ciudad que surge acorde al vertiginoso progreso nacional.

Ibagué es un rincón del mundo, de donde se sale con pena y al cual se vuelve siempre con placer. Está situada sobre un plano inclinado, continuación suave del Tolima, con vistas pintorescas, verdes, accidentadas, llenas de calma, refrescante para la mirada y el espíritu. Tiene el complemento obligado de toda naturaleza simpática, que es aguas cristalinas y ríos que murmuran. Su clima es dulcísimo, siempre refrescado de noche por brisas que bajan de los nevados del Tolima y pasan sobre la ciudad como una caricia de la naturaleza. Agréguese a esto que está situada a una jornada del Magdalena, a donde se baja por una planicie amena que convida a los carros a rodar solos. Con una sociedad tal vez la mejor del Tolima, donde las pasiones son calmadas, no hay cóleras políticas y se vive despacio, es un refugio como mandado hacer para los que estamos fatigados con las luchas de la vida,

decía Juan de Dios Restrepo de este suelo que lo vio venir un día y le recibió con cariño para dar cuarentena a sus quebrantos y pesadumbres hasta colocarle en las entrañas vivas y blandas de su tierra.

Las ciudades, como los humanos, tienen su personalidad inconfundible que llevan asida en su historia como precioso lastre. Ciudades encontramos con aires impregnados de yodos y sales marinas, humo de locomotoras y sudor de marineros; ciudades encontramos que nos producen la impresión de vastos talleres, con el ruidajo de sus maquinarias gigantescas, en días tiznados de hollín; ciudades hay místicas y soñadoras que ocultan su vejez y pergaminos tras los encajes de la historia y la leyenda. Unas hay hechiceras, voluptuosas otras. Ibagué parece hechicera; allí el conquistador de paisajes queda conquistado, y ha de fondear en la mar serena de la amistad y la hidalguía. Un día pensamos salir, separarnos de esta tierra, y pronto hallamos algo que nos induce a regresar de nuevo.

Para el viajero, para el turista, es como una tregua en las fatigas del viaje y las preocupaciones que en las grandes ciudades se tienen; en Ibagué como que se olvidan las amarguras y el espíritu está en recreo bajo el azul esmerilado de su cielo extraordinario, y un sol espléndido que desparrama sus rayos sobre la naturaleza verde y fresca, enmarcado por el desfile de sus hermosas mujeres.

No es una ciudad antigua, ni una ciudad moderna completamente. Puede decirse que el momento actual marca el punto de divergencia, o mejor, de rompimiento entre el Ibagué de ayer y el que hoy se asienta sobre moldes de cemento y triturado en desarrollo de un plan de obras urbanas que habla de una Ibagué, para un futuro próximo, grandiosa en proporciones.

Al ibaguereño lo caracteriza una despreocupación e inconstancia que bien pudieran hacerse proverbiales; por eso dice Emiro Kastos que en Ibagué se vive despacio, sin preocupaciones, casi sin interés; ello es una virtud y es un pecado. En veces nacen ideas que se generalizan y apoderan de todo el mundo, se discuten y hasta empiezan a ponerse en práctica, para luego relegarlas al olvido. Ibagué es de entusiasmos; si sus hijos fueran perseverantes; si a sus dotes naturales se agregara esa cualidad, de mayores bienes disfrutaran hoy. Esa es la reacción que predicamos. Por eso este libro lo dedico a los muchachos de Ibagué.

Hernando Márquez Arbeláez

San Bonifacio de Ibagué, noviembre 14 de 1936

Tres conceptos sobre esta obra

Ibagué, 15 de octubre de 1936

Señor don

Hernando Márquez A.

E. S. M.

Muy estimado señor y amigo:

He leído con mucha atención el trabajo que se propone usted publicar y del cual es autor, sobre el departamento del Tolima y en especial de Ibagué. Lo felicito por su amor a la investigación, tan poco común en nuestros tiempos.

En lo que se refiere a la parte que está más de acuerdo con mis conocimientos, es decir, la geología y sus derivados, su trabajo me demuestra que usted es un observador inteligente y constante, que ha sabido aprovechar de las enseñanzas que ha recibido para sacar conclusiones muy acertadas.

Me es grato repetirle mis felicitaciones por su trabajo que merece aprecio y apoyo.

Soy de usted atento y seguro servidor,

Gabriel Didyme-dôme

Ibagué, octubre 13 de 1936

Señor don

Hernando Márquez

Presente

Mi estimado amigo:

He leído con mucha atención la interesante obra sobre San Bonifacio de Ibagué, de que es usted autor.

Me hace usted el honor de que le exprese mi concepto sobre la parte histórica de la obra. Ante todo, debo felicitarlo por esta iniciativa suya al estudiar nuestra ciudad por varios aspectos como usted lo hace, y le manifiesto que los datos, muy interesantes que contiene su valioso estudio, se hallan todos ajustados a la verdad histórica.

Le deseo merecidos triunfos en esta producción que viene a servir de ejemplo y de estímulo a los jóvenes que como usted se dedican a las investigaciones históricas y científicas.

Su amigo afectísimo,

Domingo Torres Triana

**********

Ibagué, 8 de octubre de 1936

Estimado Hernando:

Me traes un libro de tu cosecha, para que lo analice, y opine, dices tú; pero bien, eres un muchacho aún y sabes que es más grande el creador que la obra, y yo desde luego, por satisfacción, opino sobre ti, sobre tus labores para que cada día te conozcas más, ya que tan gallardamente vas delineando tu perfil.

Para el libro son pocas las anotaciones, y eso sobre asuntos de detalles, que las dejo para carta aparte porque pueden ser puntos discutibles y tienes derecho a defenderte.

Déjame en esta hablar de ti, pero no para ti; es para quienes aún faltan por admirar tu brío, tu entusiasmo, para que te comprendan si es que te has hecho inadvertido por tu desinterés. Déjame y no opongas argumentos.

“Hernando Márquez ha escrito este libro; y bien, así debía ser. Muchacho emprendedor, desinteresado, fogoso y afable, no podía estar sin dedicarle un trabajo de publicidad a su tierra, algo que la hiciera conocer más, a pesar de su popularidad, porque para ella está viviendo.

”Él, que hace frecuentes paréntesis a sus estudios para obrar como un gran señor y benefactor; él, que todo lo prevé, que se interesa por su ciudad, por los deportes, que inicia revistas para solaz y orgullo del estudiantado, que excursiona para admirar las grandezas que rodean esta tierra bendita, que organiza festividades y homenajes, que vive para todos y para sí, porque lleva un ideal que pocos han entendido, porque es humilde para explicarlo; que investiga, estudia y prepara también para hacer disertaciones públicas que todos le aplaudimos; él, digo, debía escribir un libro para que todos amen su ciudad como él lo desea y se merece.

”Es nervio, este muchacho, es músculo y es cerebro. Su obra, es un ensayo aún, pero él nos mostrará otras ediciones en las que nos diga con orgullo: ‘Aquí está mi trabajo ya templado’. Y no se detendrá; constante porque sabe que ‘nunca en el breve término de un día, florece el trigo ni la espiga grana’; y porque sabe de memoria que hasta la roca dura, ‘es escultura cuando Fidias la golpea’. Sí, él concluirá, porque su vida es agitación.

”Jamás las calles de Ibagué lo han visto filósofo y cabizbajo, siempre lo admiran, altivo, alerta, a impulsos de su espíritu público y animador.

”¡Alabémoslo!

”Su trabajo no merece la crítica de dos filos. Sus errores, si los tiene, debemos pasarlos por alto, apenas comienza y no es bien detenerlo. Estimulémosle y gritémosle: ¡Adelante!”.

Ya ves, ese es mi concepto, no te agradará, pero en todo caso perdona al amigo de todas las horas.

Jorge Victoria Martínez

Breve monografía de Ibagué* 1

Ibagué

Distrito correspondiente al Departamento del Norte, en el Estado del Tolima: está situado al pie de unos cerros en una bella llanura, a 1° 5’ 45” de lonj. occid., con una temp. de 20°. Es una ciudad importante, antigua capital de provincia i después del Estado: el caserío es en gran parte de teja i ha mejorado notablemente en los últimos años; el clima es agradable i sano. Sus moradores son cultos i sociables i se destingue por la belleza de las mujeres. Tiene dos iglesias, i un colegio público, llamado San Simón, en el edificio del extinguido convento de Santo Domingo. Abunda en ganado vacuno i caballar i en producciones vejetales, como cacao, arroz, caña, maíz, café silvestre de primera calidad i otras plantas: posee aguas termales, una rica mina de azufre i otras de plata y cinabrio; i en sus cercanías está el nevado del Tolima. Esta ciudad fue fundada en 1550 por el oidor de Santafé Andrés López Galarza, en el Valle de Las Lanzas, i trasladada en el año siguiente al lugar que ocupa actualmente, entre los ríos Chipalo i Combeima, afluentes del Coello: en 1592 la arruinaron los pijaos i hace más de 25 años fue destruida en gran parte por un incendio. A pocas cuadras de la población está cruzado el Combeima por un elegante puente de hierro, del sistema llamado Bean truss, que comunica dicho Estado con el del Cauca por la vía del Quindío. El número de habitantes asciende a 10.346, i atendida esta cifra es la ciudad de primer orden en el Estado; dista de Bogotá 19 miriam.; i es notable por haber sido en 1854 la residencia transitoria del Gobierno lejítimo. Tiene estafeta nacional i oficina telegráfica.

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Fotografía tomada de la página de Facebook Fotografías antiguas y personajes del Tolima
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Geografía Económica de Ibagué

Posición geográfica

El municipio de Ibagué, geográficamente considerado, se halla localizado —según datos existentes— a 1° 5’ 45” de longitud occidental del meridiano de Bogotá, y a 4° 27’ 25” de latitud norte.

Límites

El territorio del Municipio comprende dos partes bien diferenciadas por su topografía y productos, que son: una que se extiende al oriente de la población, que es plana y forma los llanos de Doima y del Combeima; la otra es un verdadero capricho de montañas que rodean la ciudad por el norte, sur y occidente, y que van a culminar en el nevado del Tolima como derivadas que son de la cordillera Central.

Limita el municipio al norte, con los de Anzoátegui y Alvarado; al sur, con Rovira y San Luis; al occidente, con Cajamarca; y al oriente, con Coello, Piedras y San Luis.

Límites precisos

Desde la confluencia de la quebrada de Gualanday en el río Coello, esta arriba hasta la loma de Santana; por la cumbre de esta loma, hasta encontrar el camino que conduce de esta ciudad a Coello en la hacienda de Colombia, camino arriba, dirección occidental, hasta El Zanjón, este abajo, hasta el río Opia; por este río arriba hasta la cerca de Miragatos; por esta cerca hacia el norte, hasta donde empieza la cerca de Los Moscoso(s) en el río Chipalo; por este cerco, hasta su terminación en el río Alvarado; de este punto, en línea recta, a dar al Peñón Blanco en la quebrada de Chumba; de aquí línea recta al alto de La Pitala en el paraje de Los Taburetes; este arriba hasta el paso del camino departamental que conduce a esta ciudad; de aquí, por la distancia más corta, a la cordillera que divide las aguas de San Romualdo y Riofrío; por esta cordillera arriba, hacia el norte, hasta enfrentar los nacimientos del río Totare; de aquí a la cordillera Central; luego, siguiendo primero una dirección occidental y torciendo después en dirección sur por toda la cima de la cordillera Central, que en esta parte sirve de límite con el departamento de Caldas, hasta donde se desprende la cuchilla que divide las aguas del Bermellón y Tochecito; por esta cuchilla abajo, en dirección oriental, hasta la terminación de las lomas de San Lorenzo en la confluencia de los ríos Anaime y Toche; este río abajo, o sea Coello, hasta donde desemboca la quebrada de La Cerrajosa; de la desembocadura de esta quebrada, por la cuchilla de Alta-Clara arriba, hasta el alto del Helecho; de este alto, por el filo de la cuchilla y siguiendo el camino que conduce a Anaime, hasta el alto de Pelahuevos; de este alto y siguiendo por la cima de la cuchilla de Felisaida y Costa Rica en dirección sureste, hasta las serranías de Chilí, punto que sirve de límite a los municipios de Anaime y Rovira; de estas serranías, tomando una dirección oriental, por la cima de la cuchilla donde se encuentran los altos de San Eloy y Luisa, cuchilla que más adelante se denomina San Rafael, hasta su terminación en el río Coello, abajo de la desembocadura en éste de la quebrada de la Osera; este río, aguas abajo, hasta donde recibe las aguas de la quebrada de Gualanday, primer lindero.

Extensión superficial

Ibagué es, en extensión superficial, el segundo municipio del Departamento, como que mide 1.300 kilómetros cuadrados, de los 23.560 que el área del Tolima tiene. La mayor parte de sus terrenos son quebrados. El área de los ejidos urbanos es de 750 hectáreas, dentro de las cuales hay 1.745 arrendatarios que ocupan 3.498 solares de distintas dimensiones y terrenos arrendados por hectáreas, las cuales —por aproximación en cada caso a la unidad superior— se estiman en 305.

Autorizado el municipio por la Ley 121 de 20 de noviembre de 1931, ha procedido a la parcelación y venta de los ejidos urbanos, medida de gran trascendencia para la prosperidad material de la ciudad capital, hasta ayer nada más sumida en el estancamiento y que hoy se orienta, con buenas bases a una era de progreso definitivo.