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© Plutón Ediciones X, s. l., 2020

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I.S.B.N: 978-84-18211-09-6

Introducción

Interrogatorio de una bruja (siglos XVI y XVII):

¿Desde cuándo eres bruja?

¿Por qué te has hecho bruja?

¿Cómo te has hecho bruja y qué ocurrió en aquella ocasión?

¿A quién elegiste por compañero?

¿Cómo se llama?

¿Cómo se llama tu amo entre los malos espíritus?

¿Cuál es el juramento que has tenido que prestarle?

¿Cómo y en qué términos lo has hecho?

¿Qué dedos tuviste que levantar?

¿Dónde celebrasteis vuestras bodas?

¿Qué platos comisteis?

¿Cómo estaba puesta la mesa?

¿Estabas también tú sentada a la mesa?

¿Qué música se tocó, qué danza se bailó, bailaste tú?

¿A quién te dieron por compañero en la ceremonia?

¿Qué males has causado, a quiénes y cómo?

¿Por qué causaste este mal?

¿Cómo se podría remediar?

¿Qué hierbas o qué otros medios se pueden emplear para curar este maleficio?

¿A qué niños has hecho el mal de ojo y por qué lo has hecho?

¿Qué animales has matado o sometido a maleficio, y por qué lo has hecho?

¿Quiénes son tus asociados para el mal?

¿Por qué el diablo te da golpes por la noche?

¿Cómo es que puedes volar por los aires?

¿Qué palabras pronuncias cuando vuelas?

¿Vas muy rápido? ¿Quién te ha enseñado a volar?

¿Qué gusanos y qué orugas has creado?

¿Con qué haces estos animales perniciosos y cómo los haces?

¿No ha puesto el diablo un plazo a tus maleficios?

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“Vidente, curandero, muy competente en recuperar pareja en tres días, suerte, negocios, trabajo, protección...”

“Maestra en ocultismo, vidente, soluciono problemas. Regreso inmediato de las personas amadas. Impotencia sexual. Mal de ojo...”

“Maestro sanador, tengo solución a todos tus problemas, pareja, suerte, negocio, garantía...”

“Experta caribeña, videncia, talismanes, alta magia. No cobro hasta que se ven los resultados...”

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En el país africano de Kenia, todavía no se ha borrado la costumbre de recurrir a los brujos para conseguir la magia erótica, es decir, la obtención de un extraordinario poder de seducción. El candidato tiene ante todo que renunciar a su ganado y a toda otra posesión, jurando a los espíritus ancestrales dedicar toda su vida al amor sexual. El brujo se pone después a la búsqueda de una guarida de hienas, lugar donde se considera que habitan los espíritus que han de ayudarle. El candidato se arrodilla con el rostro vuelto hasta la entrada de la cueva, mientras el brujo invoca en voz alta a los espíritus. A continuación, el candidato introduce la cabeza en la madriguera cuidando previamente de su vaciado, mientras el brujo le golpea las nalgas con una bolsa que contiene objetos mágicos y le dirige estas preguntas:

“Hombre que buscas el amor juras que ya no desearás poseer nunca más ovejas, cabras o ganado y solo te dedicarás a tu anhelo principal con la misma avidez con que la hiena devora carne humana?”.

Después el brujo invita al candidato a levantarse y volviendo la mirada al cielo dice: “Tendrás tantas muchachas para amar como estrellas tiene el cielo”. El rito concluye con una serie de cortes que el brujo lleva a cabo en todas las articulaciones del candidato, en los que inocula un potente filtro de amor. Finalmente, se le ofrece una poción mágica destinada a fortalecer los órganos sexuales.

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9 de agosto de 1969. Un terrible crimen ha tenido lugar en la colonia cinematográfica de Los Ángeles. Ha sido asesinada la bella actriz Sharon Tate, casada con el director Roman Polansky y embarazada de ocho meses. En el asesinato se efectuaron golpes de puñal y varios disparos. Con ella han muerto cuatro acompañantes más. Los cadáveres presentaban síntomas de encarnizamiento ritual por lo que el hecho se atribuye a alguna secta satánica de las que abundan en Los Ángeles.

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Estos son ejemplos diferentes de aspectos tan atrayentes y, en ciertos casos, espeluznantes como los que pertenecen a la brujería y a los rituales satánicos dentro del mundo del ocultismo.

Ambos forman parte de los infinitos fenómenos de tipo paranormal que ha vivido la historia de la humanidad como resultado de estímulos muy complejos de carácter espiritual, mental, social y económico. Se trata de la imperiosa necesidad que han sentido los seres humanos de buscar enlaces con el más allá de forma pacífica o violenta. Tienen mucho de invocación religiosa, buscando la relación con un ser superior, intangible y extraterrestre.

Pongamos los puntos sobre las íes y adentrémonos en ese fascinante mundo, “desfaciendo entuertos” e intentando mostrar “al pan, pan y al vino, vino”, tarea sumamente difícil por ser universal y producto de la cuna de los tiempos, sin que por ello en la actualidad sus manifestaciones hayan desaparecido.

Capítulo I: Desmitificación de la brujería

Se ha dicho que la magia, con tendencia a dominar fuerzas y potencias extrañas, se convierte en brujería cuando adquiere un carácter netamente oculto e infernal entrando dentro de lo que se conoce como magia negra, como contraposición a la magia blanca, destinada a hacer el bien y aventar a los malos espíritus en la línea tradicional de Melchor, Gaspar y Baltasar, quienes ofrecieron al Niño Rey, la mirra símbolo de la vida eterna, el incienso purificador, conocido en todas las religiones y el oro que evoca el poder.

Hay que distinguir dos tipos de brujería, en las que se conciben dos esquemas distintos de funcionamiento. El primero corresponde a la voz inglesa sorcery, remite a acciones malévolas voluntarias realizadas por una persona que tradicionalmente llamamos bruja o brujo (sorcerer). El segundo tipo de brujería corresponde a la voz también inglesa witchcraft que remite al mundo de los brujos (witches) que lo son de forma innata. Algunos interpretan la noción de brujería como Craft of de witches (el arte de las brujas), cuyo título original era la Wicca, del anglosajón primitivo, que significa las sabias. Si el arte de las brujas es el arte de los sabios no existe en ello nada maligno ni siniestro. La Wicca se transformó con el tiempo en una religión que ha llegado hasta nuestros días.

Como en todos los fenómenos religiosos, a lo largo de la historia, la brujería fue manipulada por los poderes públicos y los intereses oligárquicos de una minoría que se tenían como los guardianes exclusivos de la ortodoxia, singularmente en el mundo occidental y posteriormente en el continente americano.

Desde la Baja Edad Media hasta bien entrada la Edad Moderna tuvo lugar la edad de oro de la persecución contra la brujería, y los tribunales civiles complementados por la Inquisición “se pusieron las botas”. Las brujas y los brujos fueron objeto de una desmedida represión, cuando en su mayor parte eran personas inofensivas que la gente mitificó, y aumentaron en grado sumo el número de los practicantes provocando una auténtica cacería. Quizás en el alborear de los tiempos, en épocas antiguas o antes del encuentro con el Nuevo Mundo o entre los pueblos todavía no desarrollados, convenga la etiqueta sangrienta a brujas, brujos o hechiceros.

La historia de la brujería es contradictoria, hay cosas que hacen reír y cosas que llenan de temor, repugnan o hacen llorar. Lo fantástico, sobre todo, protagonizado por mujeres, seduce, atrae, divierte y hasta llega a apasionar o se rechazan de pleno sus efectos. Pensemos, sin embargo, como los gallegos: “Non creo nas meigas, pero habelas hainas!” (No creemos que existan las meigas (brujas), pero, sin embargo, las hay).

La brujería desde los albores de la humanidad

Brujas, hechiceras o magas, pues en el inicio de los tiempos son términos sinónimos, tendrían como protectoras a Hécate o Diana, descontando los posibles amuletos del hombre fósil representado a veces en las pinturas rupestres, provisto de una máscara con cuernos. Las primeras pinturas rupestres son el primer ejemplo de magia simpática. El hombre prehistórico se refugió en las cuevas con el recrudecimiento del clima, y al escasear la caza, la plasmó en las paredes de la cueva para que la encontrara a la vuelta de la esquina y le fuera propicia.

Después de las clásicas Hécate y Diana (Artemisa), habría que añadir la figura de Selene, la Luna, no en vano quedan de ella expresiones populares como “lunático” para quienes están bajo la influencia de dicho astro. Diosas reflejo de la Gran Madre a quienes acompañan las magas, Medea y Circe, que se consideran hijas de Hécate. En el ámbito helénico, se creyó que Tesalia era la tierra que ofrecía el contingente mayor de hechiceras.

La Gran Madre ha sido venerada en todos los países desde tiempo inmemorial bajo diferentes nombres, e incluso en la actualidad nos referimos a ella con el nombre de la Madre Naturaleza, diosa de la magia y de la fertilidad. Las colinas y las montañas representaban sus pechos y las cuevas simbolizaban su vientre. Todo lo que recordara en cierto modo, los órganos genitales de una mujer, como un palo con una hendidura, un óvalo, una concha de molusco o una piedra con un agujero, se convertía en un símbolo de la diosa.

Una ceremonia antiquísima

Las ceremonias de iniciación al sacerdocio femenino se iniciaron quizás con la aparición del sedentarismo y son en cierto modo, un antecedente remoto de los futuros sabbats o aquelarres.

La iniciada representaba la semilla masculina y ante todo, tenía que introducirse en la vagina de la Gran Madre, simbolizada por el pasadizo que conducía a la entrada de la gran cueva.

Primero a la aspirante le ataban las manos a la espalda y luego se colocaba en una posición agachada para semejarse a un embrión en una posición prenatal. Para atarla utilizaban hiedra o juncos trenzados antes del invento del cordel y la cuerda.

Las mujeres acompañantes formaban fila de a dos y la neófita era transportada sobre las cabezas de las cuatro o seis primeras mujeres, según el peso o altura de la aspirante. La procesión se dirigía entonces hasta la entrada de la cueva. La doble línea de mujeres simbolizaba el falo masculino.

Con paso cansino, la procesión penetraba (verbo emparentado con el vocablo pene, miembro masculino) en el pasadizo de la cueva y se detenía a la entrada de la cámara que simbolizaba el útero. Entonces toda la línea de mujeres comenzaba a oscilar hacia atrás y adelante, recordando el movimiento rítmico del acto sexual. A la voz de mando de la sacerdotisa más conspicua, la aspirante era lanzada violentamente a la cámara, simbolizando el clímax del acto. La eyaculación del semen en el útero se realizaba sin tener en cuenta las probables heridas de la interfecta a causa de la caída. Sola permanecía allí un tiempo indeterminado que representaba el lapso necesario para que la semilla madurara y se convirtiera en un nuevo ser. Ni qué decir tiene que la pobre mujer se llenaba de miedo y de sufrimiento, necesarios para ganarse la iniciación.

Inmóvil, toda clase de bichos (murciélagos, ratas), etc., campaban a sus anchas por su cuerpo, si es que otros animales más peligrosos no se enamoraban de ella. También la muerte podía sobrevenirle de miedo o de frío. Incluso otras mujeres podían vestirse de animales y, emitiendo variados sonidos, terminaban por aterrarla. Si moría, como podía ser habitual, significaba un aborto de la diosa y que no era digna de ser admitida.

Tras el tiempo estipulado, si la iniciada continuaba viva, el resto de las mujeres penetraba de nuevo en la cueva y cuatro de ellas clavaban cuatro antorchas simbolizando los cuatro puntos cardinales e iluminando de esta forma la caverna. Se marcaba el círculo mágico protector alrededor de la aspirante con una vara de avellano y se invocaba a la diosa invitándola a presenciar la ceremonia. Después todas las mujeres comenzaban a correr cada vez más deprisa hasta caer agotadas como recuerdo de la aceleración del útero que representaba el círculo.

Tras tanto sacrificio, la candidata había renacido a una vida nueva y sus compañeras con las piernas abiertas, cogidas de la cintura representaban el triángulo del renacimiento y el túnel que formaba la vagina.

La ceremonia culminaba con el paso de la neófita, todavía atada y sufriendo los más espantosos calambres, por el túnel que formaban las otras con las piernas al tiempo que estas gemían recordando los dolores del parto. Según la ligereza en el paso de la neófita, se consideraba un parto fácil o difícil.

Tras el paso por el túnel, se ponía en pie y se le cortaban las ataduras, hecho que recordaba el corte del cordón umbilical. Luego le daban las ligaduras para que las utilizara en futuros actos mágicos.

La sacerdotisa que dirigía el ritual ofrecía a la nueva miembro del clan sus pechos como una madre ofrece su leche a un recién nacido. Todas las demás hacían lo mismo entre ellas, señal de que aceptaban a la nueva sacerdotisa y la protegerían como lo haría una madre.

La nueva sacerdotisa se purificaba entonces con un baño ritual y si no existía agua suficiente se buscaba en un lugar cercano. Posteriormente se construyeron círculos de piedras artificiales a manera de crómlechs en lugares consagrados a la Gran Madre.

Las sacerdotisas de la antigua religión permanecían vírgenes, como las vestales de Roma, o las vírgenes incas del Perú (eso en teoría, aunque en algunos casos podían unirse con dignatarios sagrados o civiles). La sacerdotisa desfloraba a las doncellas ordinarias conducidas al círculo con el cuchillo sagrado. Cuando el dios cornudo se unió a estas ceremonias, se cree que un falo de imitación que representaba a aquel sustituyó al cuchillo, y que las vírgenes sacrificaban su virginidad no a la diosa sino al nuevo dios.

Después de la ceremonia de la desfloración de las doncellas que cohabitaban con los hombres, la sumo sacerdotisa cubría un pequeño cazo con una hoja y empujaba en su interior el dedo de la joven para mostrarle que el himen ya había sido roto y que la copulación ya no resultaba ningún peligro (la sangre menstrual era considerada tabú y en algunos pueblos primitivos cuando a las mujeres les viene el periodo las apartan de la tribu, salvo en el caso de quedarse embarazada era el objetivo). La hoja se la ataba alrededor del cuello para mostrar su condición de poder ser una madre futura. Más tarde la hoja se convirtió en el anillo de bodas colocado por el novio en el dedo anular porque se creía que en este dedo iba una vena que llegaba al corazón.

Las primeras brujas

La mitología ha conservado que para realizar sus fechorías con mayor comodidad, las sacerdotisas de aquellas primeras divinidades preclásicas, más allá de los tiempos primitivos, se transformaban en perros, aves o moscas, podían entrar en las casas reduciendo su corporeidad y usaban las entrañas de los cadáveres para componer sus hechizos y atraer a los hombres, vengándose con crueldad cuando no les hacían caso, se contentaban con convertir a sus enemigos en ranas, castores o carneros durante periodos de mayor o menor duración.

Simeta es una muchacha tranquila hasta que conoce a Delfis, un joven hermoso que se deja querer y después de haberle otorgado sus favores, la abandona. Simeta invoca entonces a las divinidades propicias, en especial a Selene, ayudada por una esclava, para que atraigan al desdeñoso joven por medio del misterioso pájaro Lynx.

Los autores clásicos desde Teócrito, Lucano, Ovidio, Horacio, Apuleyo, Petronio etc., describen una y otra vez ejemplos de hechiceras, auténticas brujas alcahuetas, conocedoras de hierbas y pócimas a base de sustancias animales de las que no son ajenas, huesos, entrañas, sangre... incluso humana, que conseguían metamorfoseándose en animales (pájaros, hombres lobo, etc.), siempre según dichos autores, los cuales no dejan mostrar su escepticismo ante dichas transformaciones e incluso en ocasiones hacían chanza de sus actuaciones.

Otros autores ponen su énfasis en que la brujería no es sino la persistencia de un culto precristiano, en especial, celta. Las brujas llegaron a confundirse con las druidesas. Podían desencadenar tempestades, comunicarse con las fuerzas y divinidades ocultas, fabricar filtros misteriosos que podían matar o curar mediante la confección de misteriosos brebajes.

En el escenario celta existieron unas denominadas “vírgenes negras”, plasmación del elemento femenino que habitaban cuevas subterráneas, cerca de los apreciados manantiales o lagunas y que después pasarán al mundo germánico y escandinavo. Los celtas adoraron también a un dios cornudo (Cerunnos), símbolo de la luna creciente, en principio benéfico y como la brujería es un culto lunar, sería la representación de la diosa Luna o Selene. El hombre con cuernos podría ser una combinación simbólica del dios y la diosa ya que muchos dioses antiguos eran bisexuales.

Así pues, tenemos testimonios en la antigüedad clásica de la creencia en ciertas mujeres (no siempre necesariamente viejas), capaces de transformarse a voluntad y transformar a los demás en animales, que podían realizar vuelos nocturnos sin ser vistas, expertas en la fabricación de hechizos para hacerse amar o para hacer aborrecer a una persona, podían provocar tempestades y enfermedades, tanto en animales como en seres humanos. Estas mujeres se reunían en lugares determinados durante la noche a quien invocaban, junto con

Hécate o Diana (antecedentes de lo que con el tiempo serían los sabbats o aquelarres). Eran expertas no solo en la fabricación de venenos, sino en la de afeites y sustancias para embellecer y también eran utilizadas como mediadoras en asuntos eróticos.

Las leyes paganas condenaron la hechicería como magia con fines maléficos desde las más antiguas de Roma, hasta las últimas dictadas todavía por autoridades no cristianas. El historiador Tácito nos narra el terror producido en Roma cuando se encontraron restos de hechizos atribuidos a la terrible enfermedad que llevó a Germánico a la muerte. El historiador Amiano Marcelino ha dejado constancia de las persecuciones practicadas por delitos por brujería en el Bajo Imperio.

Las mujeres y la brujería

A lo largo de la historia hay que reconocer el papel de la mujer en el cuidado del cuerpo de los seres humanos. Su presencia es constante en el nacimiento, la alimentación y el vestido así como la atención a los enfermos y a los difuntos. El ejercicio de una medicina popular también ha estado, en general, en manos de las mujeres. En cuanto a las practicas de brujería, aunque hubo también hombres, se documentan muchas más mujeres en ellas, hasta fechas relativamente recientes, pero en el período antiguo y en el álgido de la brujería, esta descansaba en el sexo femenino.

Las mujeres dan vida, las manos de las mujeres curan y preparan la comida, hay en esto alguna cosa mágica, casi divina. A propósito de ello, el historiador romano Tácito en su Germania de finales del s. I d. C. escribe:

En Germania quien cultivaba la tierra (¡y en tantos otros lugares!) eran las mujeres, las cuales además tenían el cuidado no solo de su cuerpo y el de sus hijos, sino también el de los hombres. Estos a sus madres, a sus mujeres, muestran sus heridas y ellas no temen encontrarlas o examinarlas y llevan a los combatientes comida y ánimo.

Pero el texto aun va más allá, ya que en la sociedad, los hombres del grupo, les reconocían una autoridad moral: “Creen que hay en ellas algo divino y profético, no desprecian sus consejos y hacen caso de sus respuestas”.

Tácito afirma que los pueblos germánicos de su tiempo veneraban a alguna mujer casi como diosa y mencionan a Albruna y Veleda. Sin embargo, si por un lado existía un sentimiento de admiración, por otro lado, también había mucho de temor y miedo hacia los sortilegios que practicaban.

El Antiguo Testamento ya condena la brujería, por ejemplo, Moisés la prohibió específicamente y la vinculó en especial a las mujeres.

En los Eddas escandinavos podemos leer:

Huye del peligro de dormirte en brazos de la mujer hechicera, que no te estreche contra su seno. Te hará despreciar la asamble del pueblo y las palabras del príncipe; rehusarás el comer, huirás del trato con los demás hombres y te irás a dormir tristemente.

El complejo de Circe no ha dejado de planear sobre los hombres.

El cristianismo ante la brujería

La iglesia desde los primeros momentos condenó cualquier tipo de hechicería, sortilegio o brujería. Así San Paciano (360-390), que fue obispo de Barcelona, escribió una obra, desgraciadamente perdida, que tituló Cervulus para erradicar ciertas prácticas mágicas que era corriente realizarlas con la llegada del nuevo año y que al parecer se seguían haciendo en el siglo XII, tal como atestigua el obispo de Worms Burchard.

En el Código Teodosiano del siglo IV se condena a la pena capital a los que celebraran sacrificios nocturnos en honor a los demonios e invocaran a estos. Leyes que fueron recogidas por el famoso Código de Justiniano.

Las historias sobre metamorfosis contadas por Luciano y Apuleyo son recogidas por San Agustín (354-430), pero dándoles una curiosa interpretación. Las metamorfosis son del todo imposibles, pero el demonio infunde un ensueño al individuo y es como si realmente hubieran tenido lugar. Por otra parte, el santo no dudaba que las hechiceras podían enfermar o curar.

Al lado de la doctrina del denominado ensueño imaginativo convivió durante muchos siglos la de las metamorfosis como transformaciones reales.

La historia del joven transformado en asno

Durante los primeros tiempos de la Alta Edad Media, cierta noche un joven juglar pidió posada a dos viejas hechiceras, que vivían en los alrededores de Roma. Mientras el pobre joven dormía lo transformaron en asno y como, a pesar de la metamorfosis, conservó la inteligencia humana, ganaron mucho dinero exhibiéndolo y haciéndole mostrar sus habilidades. Finalmente, lo vendieron a un precio muy elevado a un rico vecino que se había encaprichado con el extraordinario asno, pero le recomendaron que no lo bañara en agua. Durante mucho tiempo el asno-joven siguió cautivando a todos, pero un día se zambulló en un estanque y recobró su anterior forma. Habiendo escuchado el papa León IX con atención y aconsejado por Pedro Damián, con el precedente del Asno de Oro de Apuleyo (s. II d. C.), pensó que la historia era posible y castigó a las hechiceras.

Leyendas germánicas y eslavas

Si los germanos primitivos tenían en una gran consideración a las mujeres, poseían, por el contrario, un gran temor por las hechiceras.

El rey danés más o menos legendario Frothon III, del que se dice que vivió en tiempos de Cristo, parece que tenía en su corte a una hechicera dotada de grandes cualidades. Su hijo tenía una gran fe en el poder de su madre hasta el punto de que un día se propusieron los dos robar los tesoros del rey que ya era viejo. Conseguido el botín, ambos se escondieron en un lugar muy apartado. El rey que no tenía un pelo de tonto, decidió ir en su busca. Cuando la bruja percibió la llegada del monarca convirtió a su hijo en toro. El monarca, cansado se sentó y entonces contempló al majestuoso animal sin reparar que de pronto este lo embistió y lo dejó muerto.

A finales del siglo VII ocurrió la muerte de un jefe bohemio llamado Krok que dejó tres hijas. La mayor Kazi o Brelum era gran experta en plantas medicinales; la segunda, Tecka, utilizaba las artes de la adivinación así como los sortilegios. Era infalible descubriendo los hurtos que cualquiera realizara y el lugar en donde había escondido el botín. La menor Libussa poseía el don de adivinar el futuro y era la más poderosa de todas. Gracias a sus artes, los bohemios eligieron como rey a Przemislao con el que se casó. Aventuró la grandeza de Praga y tras una vida gloriosa murió.

Pero entonces, las mujeres, que se habían habituado a mandar, no se resignaron a volver a ser siervas de los hombres y encontraron una jefa llamada Wlasca que las reunió y les dijo:

Nuestra señora Libussa gobernó este reino mientras vivió. ¿Por qué no he de hacerlo yo, unida a vosotras? Ninguno de sus secretos se me resiste y las artes adivinatorias de su hermana Tecka tampoco, así como la medicina que sabía Kazi porque fui su servidora durante muchos años. Si queréis aliaros conmigo y ayudarme, seguro que dominaremos a los hombres.

Las mujeres prorrumpieron en vítores aclamándola como su líder. Acto seguido tomaron un brebaje preparado por Wlasca que les hizo aborrecer a sus maridos, hermanos y amantes y a todo lo que oliera a sexo masculino. La mayoría de los hombres fueron exterminados y el propio rey Przemislao fue sitiado en su castillo durante siete años hasta que, como era también un experto mago, se sacudió el yugo y derogó las al parecer estrafalarias leyes que habían impuesto las mujeres.

En otra ocasión el rey escocés Duff (2ª mitad del s. X) cayó enfermo, y tras las averiguaciones pertinentes se descubrió que unas hechiceras tenían sometida a fuego lento una imagen de cera, retrato del rey (Así pues le hacían una especie de vudú). Destruida la imagen y castigadas las mujeres, el rey recuperó la salud.

En la Galia o Francia Merovingia en el año 578, la reina Fredegunda perdió un hijo. Muchos de sus súbditos dieron que en ello habían intervenido brujas que entroncaban con las antiguas druidesas galas dirigidas por el prefecto Mummolo (aborrecido por la reina). Las brujas confesaron tras ser sometidas a tormento y además se declararon culpables de otros crímenes. El lector comprenderá qué pasó con ellas y con el prefecto. Pero Fredegunda, cruel como pocas reinas eliminó a su hijastro Clovis acusándolo de haber hecho lo propio con otros dos de sus hijos, ayudada también por una bruja y ella misma preparaba sus maleficios.

En el año 743 Childerico III publicó un edicto condenando a los autores de sortilegios, augurios, encantamientos y pócimas, mayoritariamente del género femenino.

Francia y la época Carolingia
(2º mitad del s. VIII - s. X)

En el sínodo de Paderborn, convocado por Carlomagno en 785, se prescribe pena de muerte no contra las brujas, sino contra quienes engañados por el demonio y siguiendo paganas costumbres, creen en brujas y las conducen a la hoguera. Aunque en sucesivos edictos la pena alcanzó también a quienes hicieran figuras de personas con fines malévolos, invocaran a los diablos, usaran filtros amorosos, turbaran los aires, excitaran las tempestades, hicieran morir los frutos de la tierra, retiraran la leche de los animales domésticos y fabricaran amuletos y talismanes. Todos eran condenados a muerte.

Carlos el Calvo, en el año 873 dio otra capitular en Quierzy-sur-Oise, en la que se establece pena de muerte contra los convictos de brujería y el Juicio de Dios contra los sospechosos.

A veces se levantaron voces argumentando que se estaba exagerando, como en el caso del arzobispo Agobardo de Lyon (779 - 840) que criticó a los que creían que había seres humanos capaces de desencadenar tempestades y hechiceros que echando polvos mágicos podían agostar campos, secar fuentes y matar ganados. Pero estas voces eran minoría y clamaron en el desierto.

Así en el Sexto Concilio de París del año 829 se dice:

Existen otros males muy perniciosos que son, con seguridad, restos del paganismo como la magia, el sortilegio, el maleficio o envenenamiento, la adivinación, los encantamientos o hechizos y las conjeturas que se deducen de los sueños. Males que deben ser severamente castigados según la ley de Dios. Pues está fuera de duda que hay gente que por los prestigios e ilusiones del demonio pervierte de tal modo a los espíritus humanos por medio de filtros, alimentos y encantamientos que parecen volverlos estúpidos e inaccesibles a los males que les hacen padecer. Se dice también que esta gente puede turbar el aire con sus maleficios, enviar granizos, predecir el futuro, quitar a uno los frutos y la leche para dárselos a otros y realizar una infinidad de cosas semejantes. Si se descubre a algunas personas de esta clase, hombres o mujeres, se les debe castigar tanto más rigurosamente cuanto que estos tienen la malicia y la temeridad de no asustarse ni temer públicamente al demonio.

Sin embargo, la opinión de Agobardo continuó también vigente tal como la vemos en una capitulatio sajona del año 789, por la que se condena a los que crean en las brujas y sobre todo a los que tengan como cierto que pueden comerse a seres humanos, llegándose a la pena capital por estos desatinos. Como máximo, se menciona simplemente la expulsión para la bruja y no es mucha la pena considerando que eran guías de los normandos que deseaban invadir las tierras anglo-sajonas.

Papas como Gregorio II, León VII y Gregorio VII insistieron en la prohibición de semejantes prácticas, pero no hablaron de penas para los presuntos, sino instándoles a que hicieran penitencia.

En la ya citada penitencial del arzobispo de Worms Burchard (1008 - 1012), además de los sortilegios que se realizaban la noche de fin de año, se habla de la magia relacionada con el hilado y el tejido que reflejan canciones populares catalanas como La Balanguera misteriosa que teje para mañana la tela de nuestra vida, canción que fue conservada en el folklore y que en la actualidad ha sido tomada como himno de la Comunidad de Baleares.

Más graves eran los tejemanejes de las mujeres que utilizaban los sortilegios para que sus rebaños y sus panales de abejas fueran tan productivos como los de los vecinos y todavía más lo eran las acciones de las mujeres iniciadas en las ciencias diabólicas que realizaban maleficios con las huellas de las personas para provocarles enfermedades e incluso la muerte.

Capítulo II: Siglos XII y XIII,
se gesta la ofensiva contra las brujas

Las comadronas y su relación
con la magia y la brujería

El nacimiento tenía lugar en un entorno femenino y afectuoso porque la parturienta era atendida por mujeres. Incluso en los lugares más apartados este cometido lo realizaban un grupo de mujeres ligadas al entorno familiar y vecinal bajo las órdenes de una comadrona, más o menos experimentada. Las mujeres eran las únicas encargadas de traer los bebés al mundo y algunas de ellas tenían que conocer la fórmula del bautismo por si era necesario (cosa en aquella época frecuente) administrarlo urgentemente.

Nuestras antepasadas, aunque consideraban naturales los embarazos constantes, conocían el alto riesgo que comportaba cada parto, de forma que intentaban hacer frente a estos riesgos por medios mágicos, si bien en general cristianizados, en especial, con la ayuda de una comadrona experta. Se generalizó el uso de una cinta de la Virgen puesta sobre el vientre de las embarazadas para solicitar un buen parto. En la habitación se encendían velas bendecidas y se llevaban unos amuletos fabricados de coral, piedras semipreciosas, saquitos de parto con oraciones que se colocaban junto al cuerpo.

El coral era un amuleto muy extendido como protector de maleficios, en especial, contra los niños. Existen muchas imágenes del Niño Jesús llevando un coral en el cuello. El cuerno del unicornio (animal legendario o mitológico que algunos han identificado con el rinoceronte), algunas piedras y plantas también gozaban de supuestos poderes mágicos. Incluso se hacía ciertos gestos como el círculo que para San Vicente Ferrer era como invocar al demonio, de forma que, salvo el de la señal de la cruz, estaban prohibidos.

Niño Jesús con coral en el cuello

También quedaban ciertos restos paganos relativos a la magia del parto como no invocar a la Virgen María, sino a la diosa romana Juno - Lucina.

La proximidad de las comadronas al misterio de la vida y sus conocimientos sobre el cuerpo femenino, remedios y la muerte, tantas veces presente en los alumbramientos, así como el ambiente misógino que se empezó a intensificar hizo que algunas veces las comadronas fueran sospechosas de brujería. Y es que las manos de la mujer que intervenía en la magia del parto, en el momento en que se tocaba casi de forma indisoluble la posibilidad de la vida y de la muerte, aterrorizaban.

Sea como fuere, a nivel privado, las mujeres extendían el cuidado de la salud a toda la familia, procurando sanar los cuerpos y serenar los espíritus. Algunas llegaron a ser curanderas expertas y fueron solicitadas por personas de su entorno y más allá de él. Con la aparición de las universidades y la prohibición de su acceso a las mujeres, así como a los gremios de farmacéuticos y cirujanos, el saber de las mujeres empezó trasmitirse por tradición oral, si bien con alguna excepción como la obra de Trótula de Salerno del siglo XII que recogió sus conocimientos médicos para las pocas mujeres que sabían leer y lo enseñaban de forma oral a las iletradas o los escritos de la abadesa Hildegarda de Bingen que fueron borrados de la memoria histórica por los propios médicos, interesados en hacerlo.

Juno – Lucina

En estas mujeres expertas, no solamente daban respeto sus manos, sino también la mirada, su mente y, paulatinamente, se extendió cada vez más la idea de que su poder era prácticamente ilimitado y, según algunos, malintencionados, por su alianza con el diablo. De aquí a convertirse en brujas, , había solo un paso. Pero hasta el otoño de la Edad Media, hubo mujeres que ejercieron la medicina de forma más o menos ilegal, sin ser consideradas brujas.

Entre los siglos XII y XIII dos fenómenos contribuyeron a agrandar negativamente la consideración de la brujería en Europa, la aparición de los adoradores del demonio en la región alemana de Oldemburgo y la denominada herejía cátara o albigense.

Santo Domingo y los albigenses

Los adoradores del demonio

Se trata de una secta secreta creada al parecer para oponerse a los abusivos impuestos imperiales. El papa Gregorio IX contestó con la proclamación de una cruzada contra los que se negaron a satisfacerlos y en la que se les acusaba de tener tratos con el diablo, hacer imágenes de cera y tener a brujas como consejeras. Sus reuniones secretas se describieron con tal lujo de exageraciones y barbaridades que vale la pena transcribirlas por ser un antecedente de los futuros sabbats o aquelarres.

Imaginémonos la recepción de un aspirante a miembro de la secta. Al llegar a la entrada del cubículo es recibido por una especie de rana o sapo de enormes dimensiones al que algunos le dan un beso en el trasero, mientras otros lo hacen en la boca, chupando con la suya la lengua y babas del asqueroso animal. Avanzando, el aspirante se encuentra con un hombre de prodigiosa palidez, de ojos negros tan delgado y extenuado que parece que sus carnes sean transparentes porque se le adivinan bajo la piel todos los huesos. El aspirante le besa y se da cuenta de que su receptor está frío como el hielo. Una vez le ha besado, se le borra todo recuerdo de la fe católica. Seguidamente, se sientan todos para realizar el sacrílego banquete. Finalizado este, sale de una especie de ídolo, que no falta en la sala de reuniones, un gato negro de un tamaño mayor de lo normal y que realiza su entrada andando hacia atrás y con la cola en alto. El aspirante es el primero en besarle el trasero y a continuación lo hacen el oficiante de la aberrante ceremonia y todos los demás, pero solo los que han sido acreedores de hacerlo. A los demás, es el propio oficiante el que les da un repugnante beso con la lengua. Después hay unos instantes de silencio en los que permanecen con la cabeza vuelta hacia el inmundo animal.

El oficiante masculla entonces: “Perdónanos” y el resto repite la invocación por turnos, intercalando la frase: “lo sabemos, señor”, hasta que el último la finaliza con: “Hemos de obedecer”.

A continuación, se apagan las luces y se inicia una orgía desenfrenada sin reparar sexo, mezclándose hombres con hombres y mujeres con mujeres. Tras terminar exhaustos, se sientan de nuevo, encienden las candelas y, del rincón más oscuro, aparece un hombre con el cuerpo brillante de cintura para arriba, pero desnudo y peludo en su parte inferior. Llega hasta el aspirante, le corta una parte de sus vestiduras mientras aquel le dice: “Amo me entrego a ti como este vestido”. El personaje resplandeciente responde: “Igual que me has servido, mejor me servirás en el futuro, lo que me has hecho entrega lo pongo bajo tu custodia”. Dicho esto, desaparece.

Cuando llega la Pascua, se atreven a ir a comulgar, guardan la hostia disimuladamente y a continuación la echan en un estercolero profiriendo las más horribles imprecaciones. Adoran a Lucifer como creador de los astros y creen que Dios lo castigó injustamente, de forma que al final de los tiempos, logrará el triunfo sobre Dios y reinará con sus seguidores en la vida eterna.

Pronto toda la parafernalia de la secta se asoció con la de la brujería de forma muy estrecha, añadiéndose las más absurdas aberraciones por parte de la propia Iglesia y de los poderes constituidos que consideraban un peligro para su estatus y su gobierno.

Los cátaros o albigenses

Descendientes de los maniqueos, se extendieron por la Europa occidental, en especial por el Sur de Francia, durante los siglos XII y XIII, teniendo como uno de sus centros la ciudad de Albi. Su doctrina se basaba en un dualismo protagonizado por Dios y Satanás en constante lucha. Como socavaba los principios de la Iglesia establecida, deseosos los reyes de Francia de extender sus dominios por los feudos en los que dominaba la secta, se asociaron y dieron lugar (como siempre) a la predicación de una cruzada contra ellos, así como al establecimiento de la Primera Inquisición para juzgarles, trastocando los términos y haciéndoles cómplices de rituales de purificación más al lado de las fuerzas del mal que del bien y como autores de los más horribles crímenes y rituales satánicos rayanos con la brujería.

Santo Tomás de Aquino y el Talmud

Resulta curioso que el doctor supremo de la Iglesia Católica y los doctores de la ley mosaica coincidan en sus apreciaciones sobre la brujería y sean en cierto modo, el desencadenante de las persecuciones que sucedieron singularmente a partir de finales del siglo XIII.

Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274) escribió: La fe católica quiere que los demonios sean algo, que pueda dañar mediante sus operaciones, e impedir la cópula carnal. Se ha de proscribir la idea de que son puras fantasmagorías las que asustan a los hombres cuando se habla de magia, como idea que revela poca fe.

Los doctores de la ley mosaica de la época talmúdica recordaban el versículo 18 del capítulo XXI del Éxodo, a saber: “La hechicera no dejará que viva, añadiendo que las mujeres son dadas a la hechicería, cuantas más mujeres, más hechicería. El delito que merecen es la pena de muerte por lapidación”.

Pero entre los cristianos se prefirió el castigo de la hoguera por aquello de la purificación y las llamas del Infierno...

La primera mujer que por
bruja fue enviada a la hoguera

Al parecer, la primera mujer condenada por bruja que sintió consumirse sus carnes entre las llamas purificadoras y ejemplares de la hoguera fue una tal Angie y el martirio aconteció en la ciudad francesa de Tolón, precisamente el año de la muerte de Santo Tomás.

Angie tenía más de cincuenta años, era viuda y de condición pobre. Fue acusada de tener relaciones de todo tipo con Satanás; en especial, contactos sexuales (suponemos que también de todo tipo), pero que tuvieron como consecuencia natural el nacimiento de un niño monstruoso, descrito en el proceso “como un ser vivo híbrido, dotado de una poderosa cabeza de lobo y largo y escamoso rabo de serpiente”. Solo su tronco y extremidades fueron en apariencia de niño normal y decimos, en apariencia, porque sus exigencias vitales llegaban al extremo de necesitar alimentarse con la carne y la sangre de otros niños. La bruja madre tuvo que robar y asesinar otros bebés para alimentar a su querido engendro, hasta que fue descubierta y procesada.

El Tribunal que juzgó a Angie era conocedor del tema y los recursos legales a su alcance para conseguir el objetivo de llevar a la procesada hasta la hoguera.

Magia, brujería y herejía

Ya en aquella época los tres fenómenos se encontraban tan amalgamados con los asuntos de la fe, hasta el extremo de que ya era imposible en la práctica una separación, entre otras cosas, por el interés de las propias autoridades civiles y religiosas. Tan perseguida como la herejía, a la que se añadían cuestiones políticas, la brujería y su práctica mágica se había escondido como aquella en la clandestinidad y habían terminado, de una forma natural, por mezclarse. Los denominados herejes, participaron, supuestamente en muchos casos de las prácticas mágicas de la brujería, que alcanzaron hasta órdenes militares como Los Templarios, y las brujas asumieron también plenamente su condición de herejes. Curiosamente, las primeras condenadas fueron motivadas por acusaciones de herejía y, ciertamente, aunque su desarrollo fuera paralelo, las causas y los fines estaban muy alejados los unos de los otros.

En el siglo XIX el historiador y poeta romántico francés Michelet escribe que en la época medieval, plagada de horrores, injusticias y arbitrariedades, la bruja fue la consecuencia natural de la desesperación del pueblo que encontró en ella la única defensora contra sus males físicos y morales. Es la bruja quien crea a Satán y el poder religioso y civil les mueve en aras de la supervivencia del orden establecido. El fortalecimiento de ambos peligros se produce a lo largo de los siglos XIV, XV y sucesivos, en periodos de angustia y de catástrofes.

Autores hay también que vieron en la represión de la brujería un abuso por parte del Pontificado, inventor para su provecho del Satanismo. La polémica continúa en pie entre los que defienden la realidad de los hechos malignos atribuidos a las brujas y los que creen que fue un gigantesco abuso judicial.

Por otra parte, para la mentalidad de multitud de tribus actuales con unas creencias similares a las de la Edad Media, cualquier acontecimiento que en la actualidad lo atribuyamos a la mala suerte, sería consecuencia directa de algún embrujamiento protagonizado por algún espíritu maligno (magia maléfica o hechicería), de los muchos que revolotean en torno al ser humano, sin más objetivo que el tratar de hacerle daño.

Del mago médico bueno,
a la bruja mala

En el pasado más remoto, los conceptos de magia, religión y medicina son difícilmente separables. Con el paso de los siglos el mago se transformaría en un simpático personaje de los cuentos de hadas, alcanzando en nuestra época el cine, o un hombre sabio escudriñador del firmamento. En la actualidad, la magia con truco se ha relegado a los escenarios para distracción de todos. Nadie tendrá la locura de denunciar al mago que extrae un conejo de un sombrero de tener un pacto con el diablo.

El brujo de tiempos remotos que por medio del conocimiento de las hierbas tuviera éxito en aliviar una dolencia sería bien reconocido y él tendría gran interés en guardar el secreto para continuar su triunfo. Incluso acompañaría la preparación del jarabe de toda la parafernalia posible y así se haría más misterioso.

Con la llegada de la Edad Media y según la difícil coyuntura histórica, se extendió la idea de que las brujas requerían solamente la intervención de las fuerzas del mal, personificadas en el demonio y como rebeldía contra el establishment de la época: Iglesia y autoridades civiles. La misión de la mujer de ayudar a conseguir buenos partos a las embarazadas o asegurar mejores cosechas queda atrás, aunque excepcionalmente se dediquen a ello. Naturalmente, el cambio de mentalidad de la sociedad frente a ellas, por ser maligno, era reprobable a todas luces.

Y fue sobre todo a partir de la Baja Edad Media cuando tuvo lugar un recrudecimiento de la represión de todo lo mágico, sin disyuntiva posible, la magia brujeril era magia negra y tenía pactos con el diablo. Cualquier persona considerada bruja, debía de ser exterminada y hasta esta cacería indiscriminada alcanzó a los pobres alquimistas cuyos experimentos eran más de este mundo.

Todos cayeron en el mismo saco de la herejía y esto era más que reprobable exterminable. Si contemplamos una composición artística de la época en pintura o escultura, en la parte superior veremos a Dios y sus ángeles. Siguen hacia abajo en líneas horizontales, los santos y los justos, a continuación, los simples mortales y en la parte inferior se halla Satanás y todo su ejército infernal compuesto por réprobos y malignos. Los artistas pintaron o esculpieron esta concepción mitológica del mundo terreno, supra e infra terreno y no olvidaron representar como los del infra mundo, con actitudes grotescas que en la actualidad nos mueven a risa, tienen los ojos puestos en escalar las alturas.

Con este bagaje concluimos lo que decíamos al principio, las religiones y las autoridades se sintieron amenazadas y al denunciar las creencias erróneas las adornaron con toda clase de aberraciones de forma que en la concepción de la brujería de la época hay más mitología que realidad (aunque no dejarán de ser herejías ante la doctrina ortodoxa). Sin olvidar que las confesiones se obtuvieron casi siempre tras horribles tormentos, amén de las nada santas intenciones de los acusadores.