Venezuela:
1830 a nuestros días
RAFAEL ARRÁIZ LUCCA
@rafaelarraiz
Índice
Introducción
La separación de la Gran Colombia
La Cosiata
La Convención de Ocaña
El principio del fin
Los conservadores (1830-1846)
El Congreso Constituyente
La Constitución Nacional de 1830
Primera Presidencia del general José Antonio Páez (1831-1835)
El gobierno del doctor José María Vargas (1835-1836)
Presidencias provisionales de Andrés Narvarte y José María Carreño (1836-1837)
Primera Presidencia del general Carlos Soublette (1837-1839)
Segunda Presidencia del general José Antonio Páez (1839-1843)
Fundación del Partido Liberal y del periódico El Venezolano
Inglaterra desconoce al río Esequibo como frontera
Segunda Presidencia del general Carlos Soublette (1843-1847)
Los sucesos de 1846
Los Liberales (1847-1858)
Primera Presidencia del general José Tadeo Monagas (1847-1851)
El asalto al Congreso Nacional 1848
Levantamiento del general José Antonio Páez
Presidencia de José Gregorio Monagas (1851-1855)
El Congreso decreta la abolición de la esclavitud
Segunda Presidencia de José Tadeo Monagas (1855-1858)
La Constitución Nacional de 1857
La llamada «Revolución de marzo» de 1858
La Guerra Federal (1859-1863)
Presidencia de Julián Castro (1858-1859)
La Constitución Nacional de 1858
El primer alzamiento
Golpe de Estado contra Castro
Las Presidencias interinas de Pedro Gual y Manuel Felipe de Tovar (1859-1860)
La batalla de Santa Inés
La muerte de Ezequiel Zamora
La batalla de Coplé
Las primeras elecciones directas y secretas de nuestra historia
Presidencia de Manuel Felipe de Tovar (1860-1861)
Otra Presidencia interina del doctor Pedro Gual
Dictadura del general José Antonio Páez (1861-1863)
El Tratado de Coche: Pedro José Rojas y Antonio Guzmán Blanco negocian la paz (1863)
Los Federales (1863-1868)
Presidencia provisional de Juan Crisóstomo Falcón (1863-1865)
La Constitución Nacional de 1864
Las elecciones de 1865
Presidencia constitucional de Juan Crisóstomo Falcón (1865-1868)
La Revolución Azul (1868-1870)
El general José Tadeo Monagas y la Revolución Azul
Presidencia provisional de José Ruperto Monagas y delegación en el doctor Guillermo Tell Villegas
Los tiempos del general Antonio Guzmán Blanco (1870-1888)
Primera Presidencia del general Antonio Guzmán Blanco (1870-1877) «El septenio»
El forcejeo con la Iglesia Católica y el Decreto de Instrucción Pública, Gratuita y Obligatoria
La reforma urbana
La Constitución Nacional de 1874
Presidencia y muerte del general Francisco Linares Alcántara (1877-1878)
Segunda Presidencia del general Antonio Guzmán Blanco (1879-1884) «El quinquenio»
La reforma constitucional de 1881 y la eliminación del voto directo
La era de los ferrocarriles
El Centenario del Natalicio del Libertador
Primera Presidencia del general Joaquín Crespo (1884-1886)
Tercera Presidencia del general Antonio Guzmán Blanco (1886-1888) «La Aclamación»
Diez años de transición (1888-1898)
Presidencia del doctor Juan Pablo Rojas Paúl (1888-1890)
Presidencia del doctor Raimundo Andueza Palacio (1890-1892)
La Guayana inglesa y Colombia: los límites
La reforma constitucional
Segunda Presidencia del general Joaquín Crespo (1892-1898)
La Constitución Nacional de 1893
El empréstito de 1896
Inglaterra y la Guayana Esequiba, otra vez
Elección y fraude
Presidencia del general Ignacio Andrade (1898-1899)
La Revolución Liberal Restauradora
La hegemonía militar tachirense (1899-1945)
Presidencia del general Cipriano Castro (1899-1908)
La Revolución Libertadora de Manuel Antonio Matos (1902-1903)
La Constitución Nacional de 1901
El episodio del Bloqueo (1902)
La Constitución Nacional de 1904
El principio del fin
Dictadura vitalicia del general Juan Vicente Gómez (1908-1935)
La Constitución de 1909
La Academia Militar (1910)
En camino de la Constitución Nacional de 1914
Presidencia provisional de Victorino Márquez Bustillos (1915-1922)
La Constitución Nacional de 1922 y el estallido de Los Barrosos 2
La generación de 1928
El Plan de Barranquilla (1931)
Otras reformas constitucionales y la muerte en Maracay
Presidencia del general Eleazar López Contreras (1936-1941)
La manifestación del 14 de febrero de 1936
El llamado «Programa de febrero»
Apertura y cierre de los partidos políticos
La modernización del Estado
La sucesión presidencial
Presidencia del general Isaías Medina Angarita (1941-1945)
La fundación de Acción Democrática (1941)
La Ley de Hidrocarburos (1943)
La sucesión presidencial
Por las armas a la democracia (1945-1948)
Golpe de Estado Civil-Militar del 18 de octubre de 1945
Junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt (1945-1948)
Asamblea Constituyente (1946)
La Constitución Nacional de 1947
Creación de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF)
Las elecciones de 1947
Presidencia del maestro Rómulo Gallegos (1948)
De la democracia a las armas (1948-1958)
Golpe Militar del 24 de noviembre de 1948
Junta Militar de Gobierno, encabezada por el comandante Carlos Delgado Chalbaud (1948-1950)
Magnicidio de Delgado Chalbaud (1950)
Designación como Presidente de la Junta de Gobierno de Germán Suárez Flamerich (1950-1952)
La escalada represiva
Las elecciones de 1952
Dictadura del coronel Marcos Pérez Jiménez (1952-1958)
La Constitución Nacional de 1953
Bajo el «Nuevo Ideal Nacional»
Las elecciones de 1957
Hacia el 23 de enero de 1958
Una democracia pactada
Junta de Gobierno presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto (1958)
Pacto de Puntofijo, octubre de 1958
Presidencia del doctor Edgar Sanabria (1958-1959)
Elecciones de 1958
Presidencia de la República de Rómulo Betancourt (1959-1964)
Fundación de la OPEP (1960)
La Constitución Nacional de 1961
Elecciones de 1963
Presidencia del doctor Raúl Leoni (1964-1969)
La tercera división de AD
Las elecciones de 1968
Presidencia del doctor Rafael Caldera (1969-1974)
La política de pacificación
El nacimiento del MAS
La crisis universitaria
La enmienda constitucional
Los años del bipartidismo (1973-1993)
Primera Presidencia de Carlos Andrés Pérez (1974-1979)
La nacionalización del hierro (1975) y la del petróleo (1976)
El Estado empresario
El tema de la corrupción en la agenda pública
El cuadro electoral
Presidencia del doctor Luis Herrera Campíns (1979-1984)
El caso Sierra Nevada
El llamado «Viernes Negro» del 18 de febrero de 1983
Presidencia del doctor Jaime Lusinchi (1984-1989)
La crisis de la deuda externa
La reforma del Estado
Segunda Presidencia de Carlos Andrés Pérez (1989-1993)
Cambio del modelo económico
El estallido social de 1989: «El Caracazo»
La descentralización política y administrativa
Las intentonas militares de 1992
La separación del cargo
Presidencia del doctor Ramón J. Velásquez (1993-1994)
Las elecciones de 1993 y el fin del bipartidismo
La crisis bancaria
Crisis de la democracia de partidos políticos (1993 a nuestros días)
Segunda Presidencia del doctor Rafael Caldera (1994-1999)
La Apertura Petrolera y la Agenda Venezuela
Las elecciones de 1998: la apoteosis de la anti-política
Presidencia del teniente coronel retirado Hugo Chávez Frías (1999-2001)
Asamblea Constituyente (1999)
La Constitución Nacional de 1999
Elecciones 2000
Presidencia del teniente coronel retirado Hugo Chávez Frías (2001-2007)
11 de abril de 2002
Paro petrolero 2002-2003
Las misiones 2003
Referéndum Revocatorio 2004
Elecciones regionales 2004
Elecciones de la Asamblea Nacional 2005
Elecciones 2006
Conclusiones
Bibliografía
Créditos

Introducción

Esta breve historia política comienza con la fundación de la República de Venezuela en 1830 y culmina con los furores de nuestros días, de modo que no estudiaremos el período de la Guerra de Independencia, ni la dilatada etapa de la conquista y colonización del territorio por parte de los españoles. Conviene, entonces, que nos detengamos someramente en la época anterior a la que abordaremos en este trabajo, de modo de auxiliarnos con un mínimo panorama, previo al período que nos disponemos trabajar.

Los españoles que navegaron el océano Atlántico para llegar hasta nuestras costas, penetraron por los extremos oriental y occidental de nuestro territorio. Posteriormente, desde tierra firme o por vía marítima, fueron explorando y conquistando el centro del país. A algunos de estos españoles del siglo XVI los movía el afán de la riqueza, por eso mordieron fácilmente el anzuelo del mito de Manoa, o El Dorado, como también se le conoció; pero a otros los movía el propósito de echar raíces, de fundar ciudades, de establecerse para siempre. Como es natural, encontraron la resistencia de los indígenas que habitaban esta tierra, y que les pertenecía, sin la menor duda, pero la resistencia en Maracapana o Paria, que era como denominaban estos territorios los aborígenes, aunque férrea y valiente, no fue suficiente ante los recursos con que contaban los europeos.

En el caso de nuestras tierras, las etnias originales no habían llegado a un grado de desarrollo suficiente como para haber construido entornos urbanos. Por el contrario, los rasgos nómadas de su cultura pesaban singularmente, lo que facilitó y complicó la tarea de los conquistadores. La facilitó porque no fue necesario sepultar la cultura aborigen urbana por otra, de naturaleza europea y católica, como ocurrió en Centro América y Perú, donde los templos de adoración a unos dioses fueron tapiados por otros; y la complicó porque la versatilidad guerrera de los habitantes originales hizo ardua la tarea del establecimiento español. Sin embargo, es un hecho incontestable que durante el siglo XVI se fundaron casi todas de las ciudades principales de nuestros días, y que durante el XVII la tarea pobladora continuó e, incluso, se prolongó hacia el XVIII. A lo largo de la centuria del XVI los conquistadores establecieron la cuadrícula urbana de 24 ciudades (Nueva Cádiz, Coro, El Tocuyo, Borburata, Barquisimeto, Valencia, Nirgua, Trujillo, Mérida, San Cristóbal, La Asunción, Caracas, Caraballeda, Maracaibo, Cumaná, Carora, La Grita, Barinas, La Guaira, Guanare, Gibraltar, San Tomé, La Victoria, Mucuchíes), en el XVII de cerca de 120, y durante el XVIII alrededor de 240, con lo que para el momento de la independencia la trama urbana venezolana, en sus bases fundamentales, estaba constituida. Como vemos, no puede afirmarse que los conquistadores venían exclusivamente a expoliar a los aborígenes y a buscar El Dorado, otros llegaron para quedarse y establecerse sine die.

A la par que echaban raíces fue dándose un proceso conocido como «mestizaje», que no es otro que la unión amorosa entre blancos europeos, indígenas y negros africanos, que fueron traídos como esclavos y «mano de obra» para las plantaciones. Ese proceso de mestizaje, que va a extenderse por tres siglos, fue conformando una sociedad con cuatro estamentos distintos. En el vértice de la pirámide se ubicaban los blancos peninsulares, para quienes estaba destinado el Poder Político; luego los blancos criollos, que llegaron a detentar el Poder Económico, y algo del Poder Político en la institución del Cabildo; y en la base, los pardos y los esclavos que, naturalmente, conformaban la mayoría de la población. Como vemos, la sociedad colonial venezolana fue «pluricultural y multiétnica».

Desde el punto de vista jurídico-administrativo, las provincias que conformaban el futuro territorio de la República de Venezuela dependieron en muchos aspectos del Virreinato de Santa Fe de Bogotá hasta 1777, año en que la Corona española le confirió el rango de Capitanía General de Venezuela, designando un Gobernador para tal fin. De modo que aquella provincia de integración territorial tardía, sin embargo, fue conociendo la prosperidad económica a lo largo del siglo XVIII, cuando los cultivos del cacao, añil, algodón, café y caña de azúcar fueron arrojando considerables excedentes para la exportación. Entonces Venezuela llegó a ser la tercera provincia productora de todas las españolas de América. Tan sólo la antecedían México y Perú. Coinciden estos años con los del establecimiento de la Compañía Guipuzcoana, empresa de los vascos y la Corona Española, que tuvo vigencia entre 1730 y 1784, y que fue favorecida con un monopolio comercial por parte del Rey. Por otra parte, esta sociedad se desenvolvía dentro de un marco jurídico claramente establecido, que no sólo arbitraba las diferencias entre la gente, y entre los súbditos y la Corona, a través de la Audiencia de Santo Domingo, sino que consagraba un sistema de Deberes y Derechos, con todas sus bondades e imperfecciones.

Es esta sociedad estable y contradictoria a la vez y, como vimos, próspera, la que recibirá con asombro la rebelión de Gual y España en 1797, y la que ignorará a Francisco de Miranda en 1806, cuando el precursor se allegue hasta las costas de Coro, buscando un respaldo que brilló por su ausencia. En esta sociedad, rica en un sentido y pobre en otros, se funda en 1725 el primer centro de educación superior, y no será hasta 1810 que de una imprenta salga el primer libro editado en Venezuela. En otras provincias españolas en América las universidades se fundaron casi dos siglos antes que la nuestra, y la imprenta funcionó con centurias de anticipación a la primera que se instaló entre nosotros. Es esta sociedad contradictoria la que desconocerá el mando de José Bonaparte en España, y forme una Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII en Caracas el 19 de abril de 1810, y de la que emergerá una generación que liberará a casi toda la América del Sur del dominio imperial español.

La sociedad colonial venezolana irá configurándose sobre la base de una lengua que termina por imponerse sobre las precedentes: el español. Esta lengua nos vincula con un universo de grandes proporciones geográficas, y nos hace partícipes de una comunidad lingüística y cultural de vastas dimensiones. El saldo más importante del período de conquista y colonización es la instauración de una lengua común, que nos permite integrar una comunidad histórica con las naciones hermanas del continente, con quienes mantenemos lazos indestructibles, fundados en la consagración de experiencias y pasados comunes e, incluso, nos vincula para siempre con España, con quienes formamos una comunidad cultural e histórica evidente. Esa sociedad multiétnica y pluricultural, en donde se hallaron juntas la cultura precolombina, la europea y la africana, fue perfilando una combinatoria singular, que nos identifica.

Fue el estamento dirigente de esta sociedad el que a partir del 19 de abril de 1810 dio los pasos necesarios para que se declarara la independencia de la Corona Española el 5 de julio de 1811, y se creara la República de Venezuela. Entonces comenzó el período más sangriento y difícil de nuestra historia, aquel que se inicia en esta fecha y concluye con la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821. Además, la fuerza libertadora comandada por Simón Bolívar no se satisfizo con la independencia de Venezuela sino que se consagró a la liberación de Colombia, Ecuador y Perú e, incluso, se esmeró en la creación de una nueva República: Bolivia.

La separación de la Gran Colombia

El 15 de febrero de 1819 se constituye en la ciudad de Angostura, a orillas del Orinoco, el Congreso de la República de Venezuela, allí Bolívar pronuncia el discurso inaugural y presenta su proyecto de Constitución Nacional. Entonces, afirma:

«La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.»

El joven caraqueño es electo Presidente de Venezuela y de inmediato prepara su ejército para invadir el territorio de Nueva Granada y liberarlo de la dominación española. Así lo hace, y el 7 de agosto destroza al ejército español en la batalla de Boyacá, con lo que queda sellada la independencia de Colombia. De inmediato toma cuerpo en la mente del Libertador la idea de crear una sola República, y así lo plantea ante el Congreso reunido en Angostura el 11 de diciembre. Este Congreso, seducido por la proposición bolivariana, dicta la Ley Fundamental de la República de Colombia, el 17 de diciembre de 1819, creándose así una sola República de Colombia con los departamentos de Venezuela, Quito y Cundinamarca, cuyas capitales serán Caracas, Quito y Bogotá. La Ley Fundamental ordena la reunión de un Congreso en Cúcuta en enero de 1821. A este Congreso se le encarga la redacción de la Constitución Nacional de Colombia, señalándole el camino la ya promulgada Constitución Nacional de la República de Venezuela en Angostura, el 15 de agosto de 1819.

El Congreso Constituyente reunido en Cúcuta, con 57 diputados, redacta la nueva Constitución Nacional y es sancionada el 30 de agosto de 1821. La capital de la República será Bogotá, hasta tanto se construya la prevista capital que se denominaría Bolívar, proyecto que nunca se adelantó. Entre los que concebían la nueva Constitución con un criterio federalista y los que la soñaban con criterio centralista, se impusieron los últimos, que contaban con el aval de Bolívar. Se designó vicepresidente de la República al general neogranadino Francisco de Paula Santander, con el entendido de que durante las campañas militares que adelantaría el presidente Bolívar en procura de la libertad de otros pueblos, el gobierno quedaría en sus manos.

El descontento de importantes sectores venezolanos con las decisiones tomadas por el Congreso Constituyente de Cúcuta se hizo sentir de inmediato. De modo que el rosario de dificultades que experimentará la República de Colombia será creciente. El 29 de diciembre de 1821 la Municipalidad de Caracas al pronunciarse sobre la nueva Carta Magna, la aprobó condicionalmente ya que, según los integrantes del cuerpo colegiado:

«No había sido sancionada por los mismos representantes que la formaron, que no podían imponer a los pueblos de Venezuela el deber de su observancia cuando no habían tenido parte en su formación, ni creían adaptables al territorio venezolano algunas de las disposiciones de aquel código.»

Se refería el Cabildo al hecho cierto de haber estado Caracas bajo dominio español para el momento de la celebración del Congreso Constituyente de Cúcuta, aunque ello no fue óbice para que caraqueños formaran parte del Congreso. El 3 de enero de 1822 se insistió sobre el tema, y luego la prensa recogió el hecho, con lo que el proyecto grancolombiano de Bolívar experimentó entonces sus primeras resistencias.

En los meses sucesivos las desavenencias entre el vicepresidente Santander y el Jefe del Departamento de Venezuela, el general José Antonio Páez, siguieron su curso, con lo que fueron formándose partidos contrarios entre los neogranadinos y los venezolanos. Abundan las cartas de Santander a Bolívar en las que mal pone a los venezolanos con el Libertador, informándole a éste de las acciones de éstos como si de una facción se tratara. La situación no era fácil: Bolívar había designado al general Carlos Soublette como Intendente del Departamento de Venezuela, pero el Jefe Militar y líder supremo era el general Páez. Luego, se designa Intendente al general Francisco Rodríguez del Toro, quien también tuvo dificultades para hacer valer su autoridad y fue sustituido por un nuevo Intendente, el general Juan Escalona, quien también tuvo escollos para hacer valer su autoridad frente al indiscutido liderazgo militar del general Páez, héroe fundamental de la batalla de Carabobo y caudillo sobre el que gravitaba la mayoría de la nación.

En diciembre de 1824 un grupo de hombres armados intenta hacerse del armamento que estaba en Petare. De inmediato el general Páez interviene y los dispersa, mientras ordena juzgar militarmente a algunos prisioneros, cosa que al intendente Escalona le pareció impropia, ya que Páez no dio aviso al Intendente ni a la Corte Superior de Justicia. Así se lo reclamó Escalona al gobierno en Bogotá y éste le dio la razón, ordenándole al poder militar entregar al civil a los imputados, pero cuando ésta comunicación llegó, ya Páez había indultado a los del intento de Petare. El vicepresidente Santander pide autorización del Senado para un Decreto sobre Conspiradores y éste lo autoriza, sancionándose el Decreto el 17 de marzo de 1825. Casi de inmediato, la Municipalidad de Caracas le encarga al doctor Alejo Fortique un alegato jurídico reclamando la inconstitucionalidad del Decreto, circunstancia que viene a avivar aún más las diferencias entre el Poder Ejecutivo radicado en Bogotá y el de la municipalidad caraqueña, que trabajaba a favor de su autonomía.

Otras expresiones de resistencia al mando bogotano se manifestarán en lo sucesivo. El comandante general Páez convoca el 29 de diciembre de 1825 a la población de Caracas para un alistamiento militar solicitado por el Poder Ejecutivo desde Bogotá, y pocos acuden a la cita, cosa que enervó a Páez, que terminó increpando a la escasa audiencia. De esta circunstancia se valió el Intendente Escalona para solicitar ante el Ejecutivo la investigación de los hechos y sus posteriores sanciones. Esto hace el Ejecutivo ante el Senado y éste suspende a Páez de sus funciones, y le ordena comparecer ante el Poder Legislativo reunido en Bogotá. Páez no acata la orden, mientras tanto es sustituido por el general Escalona, lo que fue tenido por muchos venezolanos como una ofensa a su máximo líder militar.

La Cosiata

La Municipalidad de Valencia, reunida el 30 de abril de 1826, argumentando que el pueblo había caído en un disgusto supremo como consecuencia de la separación del general Páez de sus funciones, y que esta circunstancia estaba por crear una crisis nacional, acuerda restituirle el mando a Páez. Éste acepta el mando el 3 de mayo por medio de una proclama, y el 5 de mayo la Municipalidad de Caracas reconoce la restitución del general Páez. Estos hechos, que el pueblo denominó como «La cosiata», aludiendo a una obra de teatro que entonces se presentaba en Valencia en la que un actor declinaba el vocablo «cosa», fueron de suma importancia, ya que en la práctica significaban el desconocimiento del Poder Ejecutivo radicado en Bogotá, y el comienzo de lo que con el tiempo terminó por consagrarse: la separación de Venezuela del proyecto bolivariano de Colombia, la grande.

El 14 de mayo de 1826 el general Páez jura ante la Municipalidad de Valencia cumplir las leyes y hacerlas cumplir, así como «no obedecer las nuevas órdenes del Gobierno de Bogotá». El 29 de mayo en sesión solemne de la Municipalidad de Caracas, juran ante Páez, ahora Jefe Civil y Militar, las nuevas autoridades del Departamento de Venezuela. El general Santiago Mariño, segundo jefe militar; el doctor Cristóbal Mendoza, intendente; el doctor Suárez Aguado, provisor y vicario capitular, y el doctor Francisco Javier Yanes, presidente de la Corte Superior de Justicia.

La autonomía del Departamento de Venezuela siguió manifestándose, y una Asamblea Popular reunida el 5 de noviembre de 1826 en la Iglesia de San Francisco, en Caracas, solicita, mediante voto popular, que se instaure:

«El Sistema Popular Representativo Federal, como se halla establecido en los Estados Unidos de la América del Norte, en cuanto sea compatible con las costumbres, climas y particulares circunstancias de los pueblos que forman la República de Colombia.»

Se solicita la remisión del Acta al Libertador, a quien invocan como mediador de la solicitud. Luego, a solicitud de Páez se reúne otra Asamblea Popular el 7 de noviembre donde se asume una posición más radical en contra del Gobierno de Bogotá. El 10 de noviembre se reúne otra Asamblea Popular en Valencia, y el 13 del mismo mes Páez señala por decreto la constitución de los colegios electorales el 10 de diciembre, y para el 10 de enero de 1827, la fecha de integración del Congreso Constituyente. Estas posiciones extremas del general Páez tuvieron resistencia, y muchos temían que se avanzara rápidamente hacia una guerra civil, hasta que Bolívar anuncia su llegada, con lo que los ánimos se calmaron.

Bolívar hace su entrada triunfal en Caracas el 10 de enero en compañía de Páez. Estuvo en Caracas hasta el 4 de julio de 1827, dedicado a la organización de asuntos de importancia para el funcionamiento del Estado. Ignoraba entonces que ya no regresaría jamás a su ciudad natal. Al irse, deja al general Páez como jefe y comandante superior de los Departamentos de Venezuela, Maturín y Orinoco, con lo que reconoce el liderazgo del llanero. En verdad, la otra alternativa que tenía era permitir que Venezuela se enfrascara en una guerra civil o, algo todavía peor, intentar él mismo imponerse sobre la autoridad del general Páez, el héroe de Carabobo, cosa que lo alejaría de Bogotá, donde también se requería su presencia, no sólo para atender las conspiraciones en su contra, sino para hacer frente a la tendencia separatista del Departamento de Quito, que tampoco estaba conforme con la Constitución de Cúcuta. En otras palabras: Bolívar no tuvo alternativa ante la situación venezolana y reconoció el liderazgo de Páez, por más que al hacerlo desautorizaba al Congreso de la República de Colombia, reunido en Bogotá.

La Convención de Ocaña

Todos los acontecimientos hacían urgente el llamado a reunir la Convención de Ocaña, pequeña población en el norte de Colombia, cosa que hace el Congreso de Bogotá en agosto de 1827, y la Convención comienza sus sesiones, previa elección de los diputados, el 2 de abril de 1828. A esta asamblea asistían los centralistas y los federalistas, los bolivarianos y los santanderistas y, estos últimos, estimulados por su líder, no desaprovecharon oportunidad alguna para desprestigiar al Libertador. El enfrentamiento fue tal que los bolivarianos terminaron por abandonar la Convención, lo que colocó el punto final a la misma el 10 de junio de 1828. Se ahondaba aún más el desacuerdo entre las partes en conflicto.

El principio del fin

En Bogotá una Asamblea General integrada por el pueblo y las autoridades acordó el 13 de junio ignorar todo lo decidido en la Convención de Ocaña, y llamar al Libertador para que se encargase del mando supremo de la República. Lo mismo hace Páez en Venezuela, y así es como Bolívar llega a Bogotá el 24 de junio con poderes supra-constitucionales para, paradójicamente, impedir la disolución de la República. De inmediato deroga y modifica leyes y gobierna en dictadura. Los meses que vienen, los conspiradores antibolivarianos intentarán matarlo, mientras Bolívar arreciará en sus prácticas autoritarias. Entre otras, en noviembre de 1828 suspende a las municipalidades, dejándolas sin objeto ni autonomía hasta nuevo aviso. En diciembre, organiza su gobierno, apoyándose en la institución de las prefecturas y dejando de lado la de las intendencias. Se inicia en paralelo una discusión pública acerca de la conveniencia de la instauración de una monarquía, dados los ingentes problemas que ha traído la República, pero Bolívar no comulga con la proposición, aunque respalda la idea de un Presidente de la República vitalicio lo que, en la práctica, es lo mismo que la coronación de un Rey. Mientras tanto, las fuerzas separatistas de Ecuador, Venezuela, y las conspiradoras de la propia Colombia, no descansan.

El 29 de agosto de 1829, Bolívar enciende de nuevo las pasiones al convocar a los pueblos a manifestarse acerca de la forma de gobierno que se desea, sobre la Constitución que debe servir de base al Congreso y sobre la elección del Presidente de la República. Centralistas y federalistas desenvainan de nuevo sus espadas conceptuales. El 2 de enero de 1830 los diputados en Bogotá eligen al mariscal Sucre presidente del Congreso Constituyente, mientras Páez en Caracas convoca otro Congreso Constituyente, exclusivamente venezolano, que deberá instalarse en Valencia. Entonces Bolívar comprende que su proyecto está herido de muerte y declina ante el Congreso de Bogotá el encargo de la Presidencia de la República, dejando el Poder Ejecutivo en manos del general Domingo Caicedo el 1 de marzo de 1830. Decide viajar a Europa y ausentarse para siempre, pero la muerte le salió al paso el 17 de diciembre de 1830. Entre 1819 y 1830 Bolívar nadó contra la corriente: se empeñaba en una integración imposible.

La relación de los hechos que acabo de entregar hace evidente que el proyecto integracionista de Bolívar estaba lejos de gozar de unanimidad. En muchos sentidos se trataba de una construcción ideal, perfectamente concebida sobre la base de la anticipación de los hechos. Es decir, Bolívar veía con claridad que una sola República integrada por tres departamentos tendría mayores posibilidades de crecer que manteniéndose las tres independientes, pero la realidad social señalaba que la integración no era un asunto de arquitectura constitucional, sino que atañía a aspectos sociológicos inevitables, así como a factores de poder que no se avendrían a sacrificios que afectarían a alguna de las partes. Este mar de fondo se expresaba subrepticiamente, ya que la auctoritas de Bolívar era de tal magnitud que no se voceaba la inconformidad a los cuatro vientos.

Como todo proyecto no basado en la constatación de las posibilidades reales, más cercano a la utopía que a la factibilidad, el grancolombiano se vino abajo paulatinamente. No se precipitó desde un comienzo porque Bolívar operaba como apagafuegos. En verdad, muy pocos actores políticos estaban convencidos de su viabilidad, aunque muchos si lo estaban de su conveniencia. Proyectos históricos similares, como el de los primeros trece estados que formaron los Estados Unidos de Norteamérica, se dieron en contextos culturales distintos al nuestro. Todo este empeño tomó cuerpo de tragedia en el alma de Bolívar, ya que comprendía que de no lograrse la unidad, las posibilidades de grandeza eran lejanas, mientras el vecino del norte avanzaba en su proyecto unitario. Bolívar murió en el desengaño: sabía que se había propuesto una empresa imposible.

Los conservadores (1830-1846)

Este período de nuestra historia republicana está signado por la preeminencia nacional del general José Antonio Páez y el grupo que lo acompañó en el mando. Corresponde, además, con la etapa en la que Venezuela comienza su travesía independiente del proyecto bolivariano de integración colombiana, y experimenta los desafíos de la fundación de una República.

A esta élite, y al período de 1830-1846, varios autores los presentan como el de La Oligarquía Conservadora. Aquí preferimos denominarlo como el período de Los Conservadores, ya que no estamos seguros de que se trató exactamente de una oligarquía, en los términos clásicos de este vocablo. En estos años gobernaron Páez, Vargas, Soublette, Carreño y Narvarte.

El Congreso Constituyente

El Congreso Constituyente se reunió en la casa La Estrella en la ciudad de Valencia, a partir del 6 de mayo de 1830. Su integración estuvo de acuerdo con el Decreto del 13 de enero del mismo año, en el que el general Páez instaba a las Provincias a elegir a sus diputados. Dos días después de instalado el Congreso se convino en que una comisión integrada por un diputado por cada una de las Provincias, redactara la nueva Constitución Nacional. Esta comisión cumplió con su trabajo y presentó el texto el 19 de junio, luego de varios meses de discusión, en los que se ventilaron de nuevo las tesis centralistas y federalistas; el texto se aprobó el 22 de septiembre. Los redactores de la Constitución fueron Antonio José Soublette (Guayana), José Grau (Cumaná), Eduardo Antonio Hurtado (Barcelona), Andrés Narvarte (Caracas), Juan José Osío (Carabobo), José Tellería (Coro), José Eusebio Gallegos (Maracaibo), Juan de Dios Picón (Mérida) y Juan José Pulido (Barinas).

Mientras se perfeccionaba el texto constitucional, el Congreso Constituyente, presidido por el doctor Miguel Peña, sancionó un Reglamento el 10 de julio mediante el cual el Poder Ejecutivo Provisional recaía sobre la figura del general Páez, con la denominación de Presidente del Estado de Venezuela, a su vez, Diego Bautista Urbaneja era designado Vicepresidente. Así, venía a perfeccionarse un mando de facto que detentaba Páez desde 1829, cuando la separación de Venezuela de la República de Colombia ya era un hecho de fuerza jurídica; aunque ya hemos visto que a partir de 1826, con los acontecimientos de La Cosiata, la incorporación de Venezuela al proyecto grancolombiano estaba resquebrajada severamente.

La Constitución Nacional de 1830

El constituyente equilibró entre las tendencias federalistas y centralistas en pugna y logró redactar una carta magna centro-federal, que tomaba en cuenta la autonomía de las municipalidades, así como reconocía el impulso central. Consagró el principio de la Separación de los Poderes, y definió en su artículo 6 la naturaleza del Estado:

«El Gobierno de Venezuela es y será siempre republicano, popular, representativo, responsable y alternativo.»

Fijó el período presidencial en cuatro años y estableció la no reelección inmediata, contemplando un período, como mínimo, para presentarse a otra elección presidencial. Estableció quiénes gozaban de los derechos de ciudadano, los mismos que les permitían ser elegidos y elegir los destinos públicos.

«Art. 13º. Todos los venezolanos pueden elegir y ser elegidos para los destinos públicos y si está en el goce de sus derechos de ciudadano.

»Art. 14º. Para gozar de los derechos de ciudadano se necesita: (1) Ser venezolano. (2) Ser casado o mayor de veintiún años. (3) Saber leer y escribir. (4) Ser dueño de una propiedad raíz cuya renta anual sea de 50 pesos, o tener una profesión, oficio o industria útil que produzca cien pesos anuales sin dependencia de otro en clase de sirviente.»

Como vemos, el constituyente acogió la costumbre de su tiempo, al conferirles la facultad del voto a los propietarios, dejando de lado el voto universal y directo, ya que las elecciones establecidas eran de segundo grado. Le colocó una camisa de fuerza al propio Congreso al señalarle una imposibilidad:

«Art. 228º. La autoridad que tiene el Congreso para reformar la Constitución no se extiende a la forma del Gobierno que será siempre republicano, popular representativo, responsable y alternativo.»

En cuanto al culto religioso, el texto constitucional no expresó ningún precepto, con lo que la religión católica no fue consagrada como la del Estado. Esto fue la base de algunos enfrentamientos entre el Estado y la Iglesia Católica. Algo similar ocurrirá con los privilegios militares que la carta magna no consagró. La verdad es que el constituyente, de mayoría liberal en los términos clásicos de la filosofía política, actuó como tal, acogiendo muchos de los preceptos del Liberalismo. Conviene recordar que quienes mandaban entonces formaban parte del Partido Conservador que, a los efectos venezolanos, era un grupo que abrazaba las ideas de la filosofía liberal. Lo mismo ocurre con el Partido Liberal venezolano, cuyas ideas eran más cercanas al conservadurismo, en términos clásicos.

En enero de 1831 el general José Tadeo Monagas, en oriente, reaccionó contra la Constitución Nacional, proclamando la integridad de Colombia y la autoridad máxima del Libertador, pero cuando se alzó ignoraba que Bolívar había muerto. Consideraba que la Constitución promulgada no respetaba suficientemente los fueros militares. Luego se alzó en mayo, en Aragua de Barcelona, proponiendo la constitución del Estado de Oriente, integrado por cuatro Provincias y que llevaría el nombre de República de Colombia. El general Páez envía al general Santiago Mariño a disuadir al general Monagas y, en vez de lograr su cometido, Mariño termina encabezando el proyecto inicial de Monagas, desplazándolo; dando así una de las piruetas más extrañas de las que se tenga noticia entre nosotros. El Congreso Nacional destituye a Mariño, lógicamente, y queda encargado de la Presidencia de la República el Vicepresidente Diego Bautista Urbaneja, ya que el general Páez se dirige, al frente de su tropa, a Valle de la Pascua a dialogar con Monagas. El 23 de junio Páez logra que Monagas deponga las armas y lo favorece con un indulto. Como vemos, al no más comenzar el camino republicano, el caudillismo mostró su rostro, como si se tratara de una seña presagiante de lo que sería todo el siglo XIX. De hecho, ésta será la primera desavenencia entre dos caudillos que se enfrentarán luego, y que también intentarán entenderse en torno a la detentación del mando supremo, como veremos después.

Entre el primer levantamiento de Monagas, en enero, y su acuerdo con Páez, en julio, el Congreso se reúne de nuevo en Valencia el 18 de marzo de 1831 y convoca a elecciones para el 24 del mismo mes. Páez es electo con 136 votos de los 158 sufragios; comenzó entonces el período presidencial de cuatro años, que culminaría en 1835, y el general empezó a desempeñar su primera presidencia, dentro del marco de la Constitución Nacional de 1830.

Primera Presidencia del general José Antonio Páez (1831-1835)

El general José Antonio Páez es elegido por el Congreso de la República el 24 de marzo de 1831, dentro de los parámetros fijados por la Constitución Nacional de 1830. El 24 de junio de 1831 el presidente Páez, en Valle de la Pascua, alcanza un acuerdo con el general José Tadeo Monagas, y éste se somete al imperio de la ley. A partir de entonces Páez comienza a gobernar con menos presiones. La capital de la República pasa de Valencia a Caracas, con lo que muchos autores interpretan que la asesoría del doctor Miguel Peña a Páez deja de ejercer su influjo. Entonces, se señala, que la influencia del general Carlos Soublette será cada vez mayor en el ánimo de Páez. No cabe la menor duda acerca del peso del doctor Peña en el ánimo de Páez, peso que provenía de su autoridad jurídica y de su conocimiento del mundo civil, ámbito que le era menos familiar a Páez, naturalmente. Sin embargo, sería exagerado señalar que su influencia fue tan determinante como para desplazar las cavilaciones del propio caudillo llanero, que sin duda las tenía. Así como tampoco los consejos de Soublette fueron acogidos en su totalidad por éste. No hay que olvidar que Páez, que a sus cuarenta y dos años se acercaba a la madurez, ya contaba con años de entrenamiento en los asuntos de la política.

Según el censo oficial de 1825, en Venezuela vivían 659.000 personas, lo que hacía evidente que uno de los problemas centrales que enfrentaba la República era el de la despoblación. Por ello el gobierno de Páez promovió la iniciativa de ofrecerles facilidades a los canarios que quisieran radicarse en el país, pero esto no trajo grandes contingentes migratorios como para cambiar el panorama nacional en lo inmediato. Años después, en 1837, una ley general de inmigración abriría puertas para inmigrantes de otras nacionalidades. Llegaron entre 1832 y 1859 algunos franceses, alemanes, portugueses e italianos, además de los canarios y españoles de otras regiones. Este flujo migratorio se detuvo en 1859, por efecto de la Guerra Federal, para renovarse varios años después.

El gobierno elimina los derechos de exportación, logrando un incremento inmediato en los rubros que para entonces se cultivabanen Venezuela. El tabaco, que fue cultivo principal durante el período colonial, desde hace años venía descendiendo su importancia, al punto que las exportaciones eran mínimas para la fecha. Algo similar ocurrió con el algodón, que durante la Colonia llegó a exportarse en significativas cantidades (25.000 quintales en 1803), ya para entonces su cultivo era muy reducido. El añil, que era el tinte natural conocido en el mundo, se cultivó en Venezuela con énfasis hasta que hacia 1830 fue desplazado en sus funciones por el prusiato de hierro, que hacía sus veces. Así como el cacao había sido el fruto príncipe del siglo XVIII, el café comenzó a despuntar como el principal producto a partir de 1830, ya que entre 1810 y esta fecha no experimentó ningún crecimiento. Las cifras son elocuentes: en 1836, 127.000 sacos, el doble de los 60.000 que produjo en los veinte años anteriores; en 1840, cerca de 200.000 sacos; en 1848, por encima de los 300.000 sacos. Como vemos, el crecimiento fue de alrededor del 500 por ciento en menos de veinte años. La más alta producción se alcanza en 1915, cuando en el país se produjeron 1.373.000 sacos de café, pero ya entonces el petróleo comenzaba a explotarse en Venezuela. En cuanto a los censos de ganado, las cifras con las que se cuenta no son las más exactas. En todo caso, no fue durante el siglo XIX la ganadería una actividad que se distinguiera particularmente en Venezuela. Es de recordar que no hallaron ganado de manera natural los primeros colonizadores, y que será a lo largo del siglo XX cuando se desarrolle una ganadería venezolana moderna.

En lo político, Páez enfrentará los delitos de un famoso bandido que actuaba, sin autorización, en nombre del Rey de España: Dionisio Cisneros, hasta que mediante las artes de la negociación logra pacificarlo en 1831. El gobierno hace esfuerzos internacionales para reestablecer el comercio que, dado el cambio que trajo la independencia, se resintió severamente. A su vez, Santos Michelena, representante de Venezuela, y Lino de Pombo, representante por Colombia, avanzaron en 1833 hacia la redacción de un Tratado que estableciera los límites entre Colombia y Venezuela, pero el texto nunca entró en vigencia, ya que el Congreso de la República no lo sancionó.

En 1834 el Congreso de la República aprueba la llamada Ley del 10 de abril de 1834, que favorece la relación entre los particulares en el momento de fijar intereses por préstamos. Esta ley, de corte liberal, trajo, según unos autores un repunte de la economía, y según otros, todo lo contrario. En verdad, al dejar en manos de los particulares la fijación de los intereses, éstos bajaron, y se produjo una recuperación de los cultivos. Esta ley, junto con la organización de la recaudación fiscal, la eliminación del diezmo que se le exigía a los agricultores entregar a la Iglesia Católica, y la paz política alcanzada alrededor de Páez, condujo a que las cifras económicas del primer gobierno del llanero fuesen muy favorables.

En este primer ejercicio de gobierno constitucional del general Páez se condujo la Hacienda Pública con rigor, la deuda externa descendió y las exportaciones subieron durante los cuatro años de su gobierno. Con todo y el éxito alcanzado por el héroe de la independencia, el candidato que respaldó para las elecciones de 1835, el general Carlos Soublette, perdió frente al doctor José María Vargas. No obstante, Páez se retiró a su hacienda y entregó pacíficamente el poder, haciendo honor a la palabra empeñada cuando juró sobre la Constitución de 1830. Esta conducta indica que Páez y sus seguidores se tomaban en serio el principio de la alternabilidad republicana, consagrado en la carta magna de 1830. De lo contrario, no habría entregado al doctor Vargas. Esto, es justo señalarlo.

El gobierno del doctor José María Vargas (1835-1836)