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¡Alarma de catástrofe!
¿Qué hacer contra la destrucción deliberada
de la unidad entre el ser humano y la naturaleza?

Diciembre de 2014
Traducción al castellano basada en la 4a edición en alemán
de septiembre de 2014

Stefan Engel

¡Alarma de catástrofe!

¿Qué hacer contra la
destrucción deliberada de la unidad entre el ser humano y la naturaleza?

La lucha de clases
y la lucha por la unidad
entre el ser humano y la naturaleza

Verlag Neuer Weg

Índice

¡Alarma de catástrofe!

¿Qué hacer contra la destrucción deliberada
de la unidad entre el ser humano y la naturaleza?

Prólogo

I. Sobre la unidad fundamental entre el ser humano y la naturaleza

1. Dialéctica de la naturaleza

2. La biosfera – fundamento de la vida humana

3. Lucha ideológica en torno a la unidad fundamental entre el ser humano y la naturaleza

4. Crítica de principios de Marx y Engels al Programa de Gotha

5. Menosprecio general de la cuestión del medio ambiente en el movimiento obrero

II. Capitalismo y destrucción del medio ambiente

1. Socavación de las bases naturales de la vida y arruinamiento de la fuerza de trabajo

2. La crisis ecológica como fenómeno concomitante del imperialismo

3. La crisis ecológica como fenómeno sujeto a leyes inherentes

III. La amenazante catástrofe ecológica global

A. Características principales del cambio hacia la catástrofe ecológica global

A.1. Destrucción de la capa de ozono

A.2. Destrucción acelerada de los bosques

A.3. La catástrofe climática mundial se avecina

A.4. Incremento notable de catástrofes ecológicas regionales

B. Nueva fase en el cambio brusco de la crisis ecológica hacia la catástrofe ecológica global

B.5. El peligro inminente de un colapso de los océanos

B.6. La destrucción de los ecosistemas regionales y la extinción de especies

B.7. El desaprensivo saqueo de las materias naturales

B.8. Contaminación por basura, envenenamiento y polución

B.9. El uso irresponsable de la energía nuclear

C. Otros factores que aceleran el cambio hacia la catástrofe ecológica global

C.10. Métodos de extracción destructivos en la explotación de las materias primas

C.11. La escasez de agua dulce limpia

C.12. Sobreexplotación de la fuerza de trabajo y destrucción de las bases naturales de la vida

IV. Lucha de clases y lucha por salvar el medio ambiente natural

1. Ecologismo imperialista y política medioambiental imperialista

2. Movimiento ecologista pequeñoburgués y ecologismo pequeñoburgués

3. Carácter internacional y antiimperialista de la lucha por salvar el medio ambiente natural

4. Una nueva cualidad del movimiento ecologista

5. Política medioambiental en el socialismo y su revés en el capitalismo burocrático

6. La solución de la cuestión del medio ambiente en el socialismo / comunismo

Apéndice:

Bibliografía

Prólogo

Sin duda que la cuestión del medio ambiente ha llegado a la conciencia pública. La preocupación sobre la situación del medio ambiente natural crece a nivel mundial. Ningún político, profesional de medios de comunicación, empresario o sindicalista que sea serio ya no puede permitirse ignorar esta cuestión. Demasiadas catástrofes ecológicas irrumpen a nivel local y regional y acosan a la humanidad.

En la opinión pública se crea la impresión de que la cuestión del medio ambiente estaría en buenas manos bajo los sectores dominantes y sus gobiernos. Pero en realidad, desde que surgió la crisis ecológica a inicios de los años 1970, ellos no tuvieron la voluntad ni fueron capaces de hacer algo eficaz en contra. En lugar de eso la humanidad avanza sin freno; sí, incluso aceleradamente, hacia una catástrofe ecológica global. Esta tiene el potencial de aniquilar las bases de toda existencia humana. La responsabilidad por este desarrollo recae en primer lugar en los supermonopolios internacionales, los que hoy en día dominan toda la producción y el comercio mundial, así como la política, la economía y las ciencias en todos los países.

Se ha despertado una nueva conciencia ecológica. Sin embargo, su nivel dista mucho de ser suficiente para comprender con toda consecuencia el peligro existencial para la humanidad. La atención de la opinión pública es centrada unilateralmente en factores particulares de la crisis ecológica, tal como la inminente catástrofe climática. Al mismo tiempo otros problemas, no menos dramáticos, tales como el creciente agujero de ozono, la destrucción de los ecosistemas de los océanos o de los bosques, son arrinconados o minimizados. Pero, sobre todo, se ignoran en gran medida las interrelaciones y efectos recíprocos.

¿Es acaso imaginable que solo argumentos convincentes puedan llevar a los responsables de la economía de lucro capitalista a detener este desarrollo? ¿Es imaginable que los monopolios internacionales dominantes de repente renuncien a su poder único o a sus ganancias exorbitantes, solo para salvar el medio ambiente?

¡Esto no sucederá! ¡Con plena conciencia sobre los riesgos mortales ellos conducen a la Tierra hacia la catástrofe ecológica! Hoy día, las condiciones de la competencia capitalista exigen de los monopolios internacionales, so pena de perecer, que lleven al extremo la sobreexplotación del ser humano y de la naturaleza.

La así llamada cuestión medioambiental se ha convertido desde hace mucho en una cuestión sumamente política. ¿Qué razón de existir tiene un orden social cuyo ser completo descansa sobre una base que amenaza al ser humano y a la naturaleza?

En lugar de emprender algo sustancial contra esta amenaza los dominantes han establecido, con el fin de manipular a toda la humanidad, todo un sistema del ecologismo imperialista y pequeñoburgués. Mediante apaciguamiento, mentiras, disimulación y soluciones ficticias intentan prevenir la resistencia activa de las masas o descomponerla.

Este libro no deja duda alguna de que la humanidad no puede ceder la cuestión del medio ambiente al sistema social dominante. ¡Pues, de ser así, se hundirá en la barbarie capitalista!

Sobre la base de una multitud de análisis concretos, el libro llega al conocimiento de que la humanidad ahora se encuentra en medio de la transición progresiva hacia una catástrofe ecológica global. La solución de la cuestión del medio ambiente exige hoy una lucha transformadora de la sociedad. Solo una revolución socialista internacional puede resolver la cuestión social y ecológica. Recién en una sociedad socialista, sin explotación del hombre por el hombre, el ser humano y la naturaleza constituyen una unidad fructífera. Recién en una sociedad comunista sin clases, la “humanización de la naturaleza” y la “naturalización del hombre” llegarán a un fin relativo, tal como lo formuló Carlos Marx.

Para conseguir este gran objetivo, es necesario que el movimiento ecologista, tanto como el movimiento obrero, se transformen. También los revolucionarios en todo el mundo deben transformarse; deben ampliar su estrategia y táctica política y desarrollarla a niveles superiores, de acuerdo a los nuevos hechos.

Esto no se consigue sin discusiones serias, sin balances crítico-autocríticos y sin avances del conocimiento en el tema. Este libro debe ser al respecto una ayuda, una contribución a la discusión. Es explícitamente un escrito polémico que interviene en el debate de estrategia sobre la solución de la cuestión medioambiental tomando posición decididamente. Un libro previsto para desarmar ilusiones – pero sobre todo para movilizar y diseñar creadoramente la visión de una sociedad futura, en la cual se pueda resolver verdaderamente la cuestión del medio ambiente.

Este libro propugna un alto compromiso científico. Se apoya en investigaciones profundas, en datos de la ciencia burguesa, para arrancarle con sentido crítico los conocimientos esenciales, y revelar las interrelaciones dialécticas que existen en la interacción universal entre el ser humano y la naturaleza.

La línea directriz de este libro es el método dialéctico-materialista y la teoría sobre la unidad fundamental entre el ser humano y la naturaleza, teoría que fue desarrollada ya hace 170 años por Carlos Marx y Federico Engels. Con la aparición del reformismo en el movimiento obrero a fines del siglo XIX esos fundamentos fueron desechados, despreciados, incluso sistemáticamente desplazados. Eso tiene hasta ahora impacto negativo en el movimiento obrero y popular.

Un sello distintivo de este libro, además de valorar los magníficos conocimientos de Marx y Engels sobre la dialéctica entre el ser humano y la naturaleza, es el debate polémico con el anticomunismo moderno en la cuestión medioambiental. También se somete a una crítica ideológica las variadas formas de la resignación, minimización, simplificación o del pánico, que se encuentran en el movimiento ecologista.

El colectivo de redacción agradece a los más de 100 colaboradoras y colaboradores por sus contribuciones competentes a este libro. Entre ellos forman parte: Klaus Arnecke, arquitecto; Dr. med. Günther Bittel, médico especialista en anestesiología y medicina general; Herbert Buchta, licenciado en biología y veterinario práctico; Werner Engelhardt, politólogo; Adelheid Erbslöh, licenciada en biología; Oskar Finkbohner, colaborador de la Sociedad de Promoción de Estudios Científicos acerca del Movimiento Obrero (GSA e.v.); Monika Gärtner-Engel, licenciada en pedagogía; Rainer Jäger, lector; Prof. Dr. Christian Jooß, físico; Dr. Hans-Ulrich Jüttner, físico; Christoph Klug, licenciado en psicología y periodista de ciencias; Prof. Dr. Josef Lutz, físico; Dr. med. Willi Mast, médico especialista en medicina general; Roland Meister, abogado; Dr. med. Dieter Stein, médico especialista en medicina general; Peter Weispfenning, abogado; Gerd Zitzner, licenciado en ingeniería agraria.

Y no por último, este libro es también resultado de la discusión y cooperación crítico-autocrítica con activistas del movimiento ecologista y con revolucionarios de todo el mundo.

El título de la edición del libro, ¡Alarma de catástrofe! ¿Qué hacer contra la destrucción deliberada de la unidad entre el ser humano y la naturaleza? debe crear conciencia tanto sobre la seriedad de los problemas como sobre la urgencia de su solución.

Con este libro el Partido Marxista-Leninista de Alemania (MLPD) no se ocupa por primera vez con la cuestión del medio ambiente. Este libro prosigue la serie REVOLUTIONÄRER WEG (CAMINO REVOLUCIONARIO), la cual ya desde 1984 se dedica de manera fundamental y sistemática, desde la posición del marxismo-leninismo, a la crisis ecológica. Pero eleva los conocimientos a un nuevo nivel, de acuerdo a los desarrollos que se han producido desde entonces. El libro debe ayudar, ante todo, a reconquistar para la cuestión del medio ambiente un lugar fijo en el movimiento revolucionario y obrero internacional.

Stefan Engel, marzo de 2014

I. Sobre la unidad fundamental entre el ser humano y la naturaleza

1. Dialéctica de la naturaleza

Concepto científico de la naturaleza

En el lenguaje común el término “naturaleza” se limita mayormente a fenómenos particulares del entorno humano: el paisaje, el mundo animal y vegetal o también el estado del tiempo. Sin embargo, el concepto de naturaleza, según la comprensión dialéctico-materialista, abarca toda la realidad universal.

La naturaleza se compone de infinitas formas del movimiento material y de los estados de la sustancia de la materia que se mueven y transforman permanentemente. Las formas de movimiento más conocidas son: cambio de lugar, fricción, calor, luz, electricidad, magnetismo, radiación radioactiva, reacciones químicas, metabolismo bioquímico, fotosíntesis, etc. Respecto a los estados de la materia se pueden distinguir gases, sólidos y líquidos, o sustancias orgánicas e inorgánicas. Estos elementos naturales se condicionan entre ellos y, al mismo tiempo, se encuentran en una pugna continua.

Todas las diferentes formas de ser de la materia no son más que procesos distintos de la naturaleza. Estos, por lo que conocemos hasta ahora, abarcan desde la materia continua, a través de partículas diminutas subatómicas en el microcosmos hasta gigantescos cúmulos de galaxias y superestructuras aún más grandes en el macrocosmos.

Con la ayuda del análisis espectral se pudo demostrar que las galaxias y nebulosas cósmicas, las estrellas y los planetas, como nuestra Tierra, están compuestos por componentes idénticos: los átomos de los elementos químicos y las partículas subatómicas. Todas las formas de manifestación y niveles de desarrollo de la materia constituyen un sistema del devenir y perecer universal.

El materialismo dialéctico parte del hecho de que toda la naturaleza es material, es decir, que existe objetiva e independientemente de la conciencia y voluntad de los seres humanos. Los movimientos de la materia transcurren según leyes dialécticas del movimiento. Por dialéctica de la naturaleza se entiende el resumen del movimiento material en su forma más general.

A cada nivel del desarrollo de la materia surgen nuevas formas cualitativas y también nuevas leyes del movimiento, que pueden ser investigadas, reconocidas y utilizadas por los seres humanos. El avance del conocimiento de la humanidad se muestra en el grado de su conocimiento de la dialéctica de la naturaleza, así como su capacidad de aplicar el método dialéctico conscientemente a la naturaleza, la sociedad y el pensar, sentir y actuar humano.

La cosmología burguesa niega la infinitud de la materia. Solo considera sus formas concretas y las absolutiza. Desde siempre busca sin descanso y en vano el comienzo y fin del universo. Según la doctrina actual, se supone que la “expansión” del cosmos se inició hace cerca de 13 a 20 mil millones de años con un “Big Bang” de la “nada”. Desde un comienzo los marxistas-leninistas criticaron esta “historia de la creación” de la cosmología burguesa; mientras tanto ella es muy controvertida incluso entre los científicos burgueses.

Los fenómenos concretos de la naturaleza son finitos, el movimiento general de la materia, en cambio, es infinito. En la infinitud de la materia en movimiento consiste su identidad universal en el macro y microcosmos.

Un nacimiento de la materia y del movimiento de la “nada” es incompatible con las leyes inherentes a la naturaleza. Materia en movimiento o movimiento material son increables e indestructibles. Federico Engels escribió al respecto:

“Toda la naturaleza asequible a nosotros forma un sistema, una concatenación general de cuerpos, entendiendo aquí por cuerpos todas las existencias materiales, desde los astros hasta los átomos, más aún hasta las partículas del éter, de cuanto existe. El hecho de que estos cuerpos aparezcan concatenados lleva ya implícito el que actúan los unos sobre los otros, y en esta su acción mutua consiste precisamente el movimiento. Ya esto, por sí sólo, indica que la materia es inconcebible sin el movimiento. Y si, además, la materia aparece ante nosotros como algo dado, como algo que ni ha sido creado ni puede ser destruido, ello quiere decir que también el movimiento es algo increable1 e indestructible.” (F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, en: www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dianatura/index.htm, pág. 48).

Los cambios cualitativos en la naturaleza transcurren a saltos. “¿Qué distingue la transición dialéctica de la transición no dialéctica?”, pregunta Lenin y responde: “El salto. La contradicción. La interrupción de la gradualidad”. (Lenin, Resumen del libro de Hegel: “Lecciones de historia de la filosofía” en Obras Completas, tomo 29, pág. 255).

Es una ilusión absurda cuando científicos naturalistas, filósofos o políticos burgueses prefieren procesos graduales, evolutivos a los procesos bruscos, revolucionarios, en la naturaleza, en la sociedad o en el pensar, sentir y actuar humano. Ambas formas del movimiento, evolución y revolución, se condicionan mutuamente en la naturaleza, surgen la una de la otra, y se transforman la una en la otra, como infinito proceso continuo. Lo gradual del movimiento prepara el cambio evidente, el salto cualitativo, el cual a su vez pone lo gradual otra vez en movimiento a un nivel cada vez más alto.

Los saltos cualitativos pueden transcurrir en fracciones de segundos, como es el caso en los procesos biológicos, químicos y eléctricos o en el pensar, sentir y actuar humano. Pero también pueden ocupar miles de millones de años como en el caso del nacimiento y la extinción de las estrellas. Estas diferencias inmensas inducen a los materialistas vulgares o empiristas a aceptar solamente los cambios perceptibles. Para ellos el acontecer mundial solo se compone de fenómenos aislados, de repetitivos ciclos eternos o de procesos que, como máximo, pasan por cambios cuantitativos.

Saltos cualitativos se anuncian mediante acelerados cambios cuantitativos y por la agudización de las contradicciones internas en las cosas o los procesos. Basándose en análisis científicos del acelerado calentamiento de la Tierra, aumento de situaciones meteorológicas extremadamente contradictorias, extinción acelerada de especies, acidificación notable de los océanos, destrucción de los bosques, disminución de la capa de ozono y del aumento de catástrofes ecológicas a nivel regional desde la década de los 1990, el MLPD ha llegado al juicio conciso: en el proceso de la crisis ecológica global ya se ha iniciado un salto cualitativo, el cambio brusco hacia una catástrofe ecológica global. Otras observaciones científicas han confirmado, entretanto, que este proceso se ha ampliado y acelerado. Tan solo los métodos metafísicos de la concepción burguesa del mundo impiden un pronóstico realista sobre el desarrollo de la unidad entre el ser humano y la naturaleza.

Investigar y generalizar las infinitas formas de movimiento de la materia, sus infinitos procesos de transformación de una forma a otra, arrancarle a la naturaleza las concretas leyes del movimiento que actúan en ello, y luego aplicarlas – en esto consiste la base ideológica para comprender cada vez mejor la unidad entre el ser humano y la naturaleza y para la capacidad cada vez mayor de configurarla. Al fin y al cabo, solo un orden social guiado por tal modo de pensar científico proletario, socialista y comunista es capaz de garantizar una unidad sostenible entre el ser humano y la naturaleza y su continuo desarrollo.

Dialéctica del macrocosmos

Debido al desarrollo de la radioastronomía la percepción humana en el macrocosmos se extiende, en la actualidad, a grandes profundidades del espacio y alcanza cerca de 13,8 mil millones de años luz2. Esto, sin embargo, todavía sigue siendo un sector mínimo de la infinita amplitud del universo. Se pueden observar miles de millones de sistemas estelares y galaxias. Estos forman cúmulos y supercúmulos, los que, a su vez, pueden abarcar hasta un millón de galaxias. Al igual que en todas las formas de la materia, también entre las galaxias hay lucha y unidad, interacciones y colisiones. Estas pasan por diferentes fases de desarrollo y es posible que sean absorbidas por galaxias más grandes, den origen a nuevas o se disuelvan en formas inferiores de la materia.

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, forma parte de un cúmulo de cerca de 30 galaxias. Abarca 200 hasta 300 mil millones de estrellas, las que en forma de un espiral gigante giran alrededor de un centro y en parte se juntan en cúmulos globulares.

Nuestro sol se mueve en la periferia de la Vía Láctea, aproximadamente a 30.000 años luz de distancia de su núcleo. Necesita cerca de 220 millones de años para dar un giro completo alrededor del centro.

Nuestro sistema solar se compone: del sol, ocho planetas con sus lunas, planetoides3, cometas y meteoritos, así como gas y polvo. El sol reúne un 99,87 por ciento de la masa del sistema solar, razón por la cual los demás cuerpos celestes giran a su alrededor, en el campo gravitatorio del sol.

El sol es una estrella, una bola de gas autoluminosa de gran masa y altas temperaturas. En el interior del sol arde, con una temperatura de más de 15 millones de grados Celcius, un plasma compuesto de núcleos atómicos de hidrógeno y de helio, de electrones libres y dos por ciento de elementos pesados.

La energía del sol nace en primer lugar de la fusión de núcleos de hidrógeno en núcleos de helio. En esta fusión nuclear una parte de la masa de los núcleos atómicos se transforma en energía y es liberada en forma de radiación.

Alrededor del sol se encuentra la fotosfera, una capa de solo 300 kilómetros de espesor. Allí la temperatura es de tan solo 5.700 grados, aproximadamente. La mayor parte de la energía solar se emite desde esta capa hacia fuera. Además, cerca de un millón de toneladas de materia solar fluyen cada segundo a velocidad supersónica desde la corona solar hacia el universo. Se puede calcular que el sol, como fuente de energía de nuestro sistema solar, llegará a su fin aproximadamente dentro de 5 mil millones de años.

La radiación solar se compone de ondas electromagnéticas y partículas cargadas. Solo una pequeña parte llega a la Tierra y es absorbida o reflejada de manera diferente por la atmósfera terrestre.

Desde un punto de vista macrocósmico la Tierra es un minúsculo cuerpo celeste, con una masa de seis mil trillones de toneladas y un diámetro de 12.756 kilómetros en el ecuador. Gira alrededor de su propio eje, lo que causa la sucesión del día y la noche e influye en los movimientos del aire y las corrientes marinas.

La órbita casi circular de la Tierra alrededor del sol garantiza un suministro de energía aproximadamente uniforme. De la inclinación del eje terrestre, en un ángulo de 66,5 grados en relación con el plano de la órbita terrestre alrededor del sol, resultan las estaciones del año. La gravitación de la luna influye en los mares y produce la marea baja y la marea alta.

La Tierra surgió hace 4.500 millones de años de partículas de materia en forma de gas y de polvo. Estas chocaban siempre de nuevo, por lo que se calentaron y se fusionaron. La presión y alta temperatura en su interior, así como el calor de los procesos de desintegración de las sustancias radioactivas, hicieron que la Tierra tuviera al comienzo un estado en fusión.

Recién poco a poco se formó la corteza terrestre, el manto terrestre sólido. Debajo se encuentra el núcleo de la Tierra, el cual se compone principalmente de hierro en fundición. La corteza y el manto superior de la Tierra hasta una profundidad de 250 kilómetros contienen magma líquido. El movimiento del magma causa un permanente movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre, provocando así una y otra vez terremotos o erupciones volcánicas. El núcleo de la Tierra empieza a una profundidad de 2.900 kilómetros y tiene entre 4.000 y 6.000 grados Celsius de temperatura.

Desde el surgimiento de la Tierra han fluido gases desde su interior. La Tierra tuvo peso suficiente para atraerlos y retenerlos en parte, formando así una atmósfera. Por ello la Tierra se enfrió mucho más lentamente de lo que hubiera sido de esperar. Esta fue una condición importante para el desarrollo de la vida.

Con la ayuda de la energía solar y el vulcanismo fue posible que en la atmósfera primitiva de la Tierra se formaran mayores cantidades de sustancias orgánicas. En alrededor de mil millones de años estas dieron origen a los primeros seres vivos en los océanos primitivos. Surgió la biosfera. En el punto culminante de una evolución que duraba alrededor 3.500 millones de años, empezó el desarrollo de los primeros seres humanos junto con el medio ambiente natural adecuado para su existencia.

Dialéctica de las leyes naturales

La ley de la gravitación es una ley natural fundamental. Ella describe las fuerzas que actúan entre las masas en la naturaleza. La gravitación influye de manera múltiple en la materia. Cambia, por ejemplo, la trayectoria y la frecuencia de la luz, así como la velocidad de los movimientos microscópicos en los átomos y moléculas. En la concepción mecanicista del mundo, la gravitación es tratada como “fuerza de atracción entre los cuerpos celestes”. Desde el punto de vista de su concepción dialéctico-materialista de la naturaleza Federico Engels criticó la absolutización de este aspecto de la gravitación:

“Todos los procesos de la naturaleza tienen dos caras, puesto que descansan sobre la relación entre dos partes actuantes, por lo menos, la acción y la reacción. … Pero atracción y repulsión son tan inseparables la una de la otra como lo positivo y lo negativo, razón por la cual podemos ya predecir, partiendo de la dialéctica, que la verdadera teoría de la materia asignará a la repulsión un lugar tan importante como a la atracción y que una teoría de la materia basada simplemente en la atracción es falsa, insuficiente, a medias. … Toda la teoría de la gravitación descansa sobre la tesis de que la atracción es la esencia de la materia. Afirmación necesariamente falsa. Donde existe atracción, tiene que complementarla necesariamente la repulsión.” (F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, págs. 59, 207, 208).

La concepción metafísica-idealista de la naturaleza absolutiza la validez de leyes naturales específicas o de algunos aspectos de las mismas. Según ella, las leyes naturales son “eternamente” válidas, “implantadas en la naturaleza desde afuera” y, por tanto, “están por encima de la naturaleza”. Pero en realidad las diferentes leyes del movimiento solo expresan procesos cualitativamente diferentes en los distintos niveles de desarrollo de la materia.

La estructura de los átomos es una prueba excelente del doble aspecto de la naturaleza. La masa del átomo se concentra en el núcleo atómico, el cual, con su carga eléctrica positiva, ejerce atracción en los electrones con carga negativa en la envoltura del átomo. La energía del movimiento de los electrones impide que estos caigan en el núcleo atómico de carga positiva y lo neutralizan. Por tanto, la capa de electrones actúa como protección relativa del campo eléctrico del núcleo atómico de carga positiva. Envolturas energéticamente más favorables pueden ser alcanzadas mediante la conexión con las capas de electrones de otros elementos o del mismo elemento. Por eso la mayoría de los elementos en la naturaleza se presentan casi exclusivamente ligados en moléculas o cristales.

A pesar de todos los conocimientos particulares obtenidos de manera dialéctico-materialista, la ciencia natural burguesa continúa siendo dominada por la concepción metafísica-idealista del mundo. El método metafísico disuelve la interrelación universal de los procesos metabólicos entre el ser humano y la naturaleza en un torrente de conocimientos particulares aislados. De este modo suceden interpretaciones erróneas y errores prácticos, que en la mayoría de los casos son a expensas del ser humano y el medio ambiente natural.

La fuerza motriz decisiva de las ciencias naturales burguesas consiste en emplear los conocimientos sobre la naturaleza lo más rápido y directamente posible en la producción de mercancías que generen ganancias máximas. Esto ordena la enconada lucha competitiva capitalista al nivel de la producción internacionalizada. Esta motivación estrecha limita cada vez más el horizonte de la ciencia natural y ha conducido a una crisis en el desarrollo de las modernas ciencias naturales.

La unidad entre el ser humano y la naturaleza solo puede configurarse conscientemente y desarrollarse a niveles superiores en armonía con las leyes inherentes a la naturaleza. “La dialéctica”, escribe Federico Engels, “llamada objetiva domina toda la naturaleza, y la que se llama dialéctica subjetiva, el pensamiento dialéctico, no es sino el reflejo del movimiento a través de contradicciones que se manifiesta en toda la naturaleza, contradicciones que, en su pugna constante en lo que acaba siempre desapareciendo lo uno en lo otro que lo contradice o elevándose ambos términos a una forma superior, son precisamente las que condicionan la vida de la naturaleza”. (F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, pág. 178).

La dialéctica materialista es el modo de pensar decisivo para el desarrollo de la moderna ciencia natural. Representa el único método que sirve para explicar los procesos de desarrollo en la naturaleza, sus nexos y transiciones de un campo de investigación a otro.

2.La biosfera – fundamento de la vida humana

Toda vida está integrada en un contexto complejo e indisoluble con el medio ambiente sin vida. La parte de la Tierra que posibilita la vida y contiene formas de vida es denominada biosfera4 en las ciencias naturales.

Algunos libros de enseñanza de ciencias naturales definen unilateralmente la biosfera como conjunto de todos los seres vivos terrestres, o también como suma de todos los ecosistemas de la Tierra. Para el catedrático en ecología Hartmut Bick, por ejemplo, la biosfera es “el espacio habitable por los organismos del planeta Tierra”. (Ökologie [Ecología], pág. 8).

Semejante enfoque es, sin embargo, unilateral, simplificador e induce al error. Contempla el mundo animado e inanimado como contrarios fijos y fenómenos aislados uno del otro. Pero la esencia de la vida se expresa, precisamente, en su permanente metabolismo activo con la naturaleza inanimada. Federico Engels ya había criticado el modo metafísico de considerar la naturaleza:

“Nada, en la naturaleza, ocurre de un modo aislado. Cada cosa repercute en la otra, y a la inversa, y lo que muchas veces impide a nuestros naturalistas ver claro en los procesos más simples es precisamente el no tomar en consideración este movimiento y esta interdependencia universales.” (F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, págs. 149-150).

En conformidad con la consideración dialéctico-materialista de la naturaleza, el geocientífico ruso Vladímir Ivánovich Vernadski (1863–1945) desarrolló una acertada definición de la biosfera: la totalidad de los organismos terrestres incluyendo la materia inanimada que los rodea, con la cual se encuentran en un metabolismo infinito, participan en su configuración y le dan su sello.

Vernadski acentúa el papel activo de la vida en el sistema de la biosfera, especialmente del ser humano, dotado de conciencia. El ser humano puede transformar persistente y profundamente su medio ambiente animado e inanimado, y es influido por éste, es parte de la biosfera. Esto incluye la posibilidad de modificar el medio ambiente natural de manera tan negativa, que las condiciones naturales para la existencia del ser humano sean ampliamente deformadas o incluso destruidas.

En ese sentido es completamente correcto, también desde un punto de vista científico, hablar actualmente de la “destrucción del medio ambiente natural del ser humano”. En cambio, el concepto generalizador de la “destrucción de la naturaleza”, expresión coloquial que se utiliza de vez en cuando en el movimiento ecologista, debe ser rechazado como no científico desde el punto de vista dialéctico-materialista; es muy posible que esté marcado por el pánico. La naturaleza y el universo no pueden ser ni creados ni destruidos, solamente modificados.

El sistema de la biosfera

Aparte de la Tierra, hasta hoy no se ha descubierto otro cuerpo celeste que muestre rastros de vida o condiciones suficientes para ella. Debido a la validez universal de las leyes naturales es posible, en principio, la vida extraterrestre – en todos los lugares del infinito universo donde se den las correspondientes condiciones naturales.

La biosfera es, en comparación con el volumen total de la Tierra, una envoltura bastante delgada. Ella abarca aproximadamente 60 kilómetros sobre la superficie terrestre y cinco kilómetros debajo. Comprende la capa más alta de la corteza terrestre, incluyendo el sistema de las zonas acuáticas, y las capas inferiores de la atmósfera.

El surgimiento de la vida, hace 3.500 millones de años, es resultado de la infinita mutabilidad de las formas de movimiento de la materia animada e inanimada. En su libro Der Geist fiel nicht vom Himmel (El espíritu no cayó del cielo), Hoimar von Ditfurth describió el proceso del surgimiento de la primera vida primitiva así:

“El primer paso de la vida fue por ello un acto de independizarse, de separarse del ambiente, el cual se transformó así objetivamente en el mundo exterior. … Sin embargo, esta exigencia casi lógica está, aunque parezca paradójico, frente a una necesidad precisamente opuesta que obliga a mantener permanentemente la relación con el mismo mundo exterior. … La solución solo puede consistir en establecer con el mundo exterior una relación explícitamente «calificada». Debe tratarse de una relación que tenga carácter selectivo, electivo.” (Págs. 32 y 33).

La independización de la vida con respecto a su medio ambiente, y el metabolismo que así surgió entre los seres vivos y su ambiente, eran procesos dialécticos que se desarrollaron en espiral elevándose de las formas de vida primitivas a formas superiores.

Al comienzo la atmósfera de la Tierra no contenía aún oxígeno puro. Estaba fuertemente saturada de vapor de agua y contenía entre otras cosas, amoníaco, metano, hidrógeno así como monóxido y dióxido de carbono.

Entretanto se ha logrado –bajo condiciones similares a la atmósfera primitiva, creadas artificialmente– generar importantes componentes de la vida (aminoácidos y mononucleótidos, entre otros) y conectarlos hasta formar ácidos nucleicos y proteínas. Con esto se comprobó el surgimiento natural de los componentes esenciales del metabolismo orgánico y de la herencia genética.

Federico Engels definió acertadamente la vidacomo “el modo de existencia de los cuerpos albuminoideos, y ese modo de existencia consiste esencialmente en la constante autorrenovación de los elementos químicos de esos cuerpos.” (F. Engels, La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring [“Anti-Dühring”], pág. 70, en: www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion1.htm#viii) .

La moderna investigación genética, entretanto, ha probado que los genes se desarrollan mediante leyes inherentes y en unidad dialéctica con el cambiante medio ambiente.

Para encontrar acceso a toda la complejidad de la biosfera tiene sentido elegir, al inicio, el método científico de considerar cada una de sus partes esenciales. Federico Engels explicó este método como sigue:

“Para poder comprender los fenómenos sueltos, tenemos que arrancarlos a la trabazón general, considerarlos aisladamente”. (F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, pág. 197).

Justamente por esa razón, y tomando como referencia al geólogo austriaco Eduard Suess (1831–1914), la biosfera se divide habitualmente en tres subunidades:

a. la litosfera, la capa de las rocas y los suelos;

b. la hidrosfera, las zonas acuáticas de la Tierra y

c. la atmósfera, la cubierta de aire de la Tierra.

Pero no se trata de áreas claramente delimitadas, sino que son partes de un sistema global interrelacionado que se encuentran en interacción dialéctica.

La litosfera

Una de las funciones ecológicas más importantes que cumplen las rocas de la corteza terrestre consiste en facilitar minerales descompuestos por la intemperie, los materiales de partida para la formación del suelo. De ellos surgen, junto con los materiales orgánicos ya sin vida, los suelos de mayor o menor fertilidad, uno de los fundamentos imprescindibles de toda civilización humana. Otra de sus funciones consiste en almacenar y depurar el agua potable.

La corteza terrestre es un hábitat propio. El proceso de formación del suelo sería completamente impensable sin una enorme variedad de organismos que viven en él. En el suelo, la sustancia orgánica muerta se desintegra de nuevo en sus componentes. El dióxido de carbono, agua, compuestos nitrogenados y otras sales están así nuevamente disponibles como nutrientes para las plantas. Aquí también se realizan múltiples procesos sintéticos (procesos de constitución y reconstitución) sin los cuales, por ejemplo, la formación de humus sería impensable.

El gran naturalista Charles Darwin (1809–1882) descubrió que la común y corriente lombriz de tierra (a nivel mundial existen muchas especies de lombrices de tierra) es la principal responsable para la formación de la tierra de cultivo fructífera y, con ello, indispensable para la existencia humana. Al respecto se dice en el manual Ökosysteme (Ecosistemas) de Frank A. Klötzli:

Por hectárea y año pasan por los cuerpos de las lombrices de tierra entre 1 y 20 toneladas de suelo. De este modo, en el bosque frondoso el suelo superficial se remueve una vez cada 200 a 300 años hasta 50 centímetros de profundidad, y en las estepas 30 centímetros cada 100 a 150 años.” (Pág. 253).

La fauna y flora del suelo se compone de gusanos de todo tipo, arácnidos, micro-insectos, algas, hongos y bacterias. En las capas del suelo realizan sin cesar su metabolismo con los componentes minerales, orgánicos y gaseosos de la litosfera.

Los organismos del suelo son responsables por la mayoría de los procesos de transición y transformación de la materia animada en inanimada y viceversa. Este metabolismo constituye una base esencial para toda vida.

Los yacimientos minerales que nacieron mediante procesos geoquímicos durante millones de años forman parte de los recursos naturales no renovables. Entre ellos también se deben registrar los yacimientos de combustibles fósiles, como la turba, el carbón, el petróleo y el gas natural. El término “no renovable”, por otra parte, no es tan exacto, porque las así denominadas materias primas son de origen orgánico y su formación prosigue. Estos procesos, sin embargo, son tan largos que no se van a renovar durante el período relativamente corto de la historia humana. Sobre esto Stefan Rahmstorf y Hans Joachim Schellnhuber escriben en su libro Der Klimawandel (El cambio climático):

“La cantidad quemada cada año corresponde aproximadamente a la cantidad que se había formado en alrededor de un millón de años durante la época de formación de yacimientos de petróleo y de carbón.” (Págs. 33-34).

Entonces, desde el punto de vista de la importancia de la materia prima del medio ambiente natural para la vida humana, la expresión “no renovable” tiene absolutamente sentido.

La hidrosfera

La hidrosfera abarca los yacimientos de agua de superficie y subterráneos de la Tierra. El “color azul” del planeta Tierra que se observa desde el espacio es debido al agua. Los océanos cubren más de siete décimas de la superficie terrestre. Pero la hidrosfera también abarca el agua subterránea, la filtrada en el suelo, la encerrada en los minerales, las aguas continentales, así como el hielo continental y marino.

La cantidad total de agua sobre la Tierra se estima en 1.400 millones de kilómetros cúbicos. De ella el agua salada de los océanos por sí solo constituye el 97 por ciento, el 2 por ciento existe en forma de hielo y solo aproximadamente el 0,7 por ciento se encuentra en forma de agua dulce en tierra firme.

Una particularidad de la Tierra son las temperaturas en su superficie que permiten el cambio del agua entre los estados de agregación sólido, líquido o gaseoso. Todos los procesos biológicos en la Tierra necesitan agua líquida. Sobre esto escriben los autores Hans Knodel y Ulrich Kull:

“Casi todos los procesos en las células de los organismos se realizan en medios acuosos. En todos los seres vivos el agua es el principal componente material (habitualmente más del 70 %) y muchos organismos viven exclusivamente en el agua”. (Ökologie und Umweltschutz [Ecología y protección del medio ambiente], pág. 4).

En los océanos y las aguas continentales (ríos, lagos, etc.) la hidrosfera alberga importantes hábitats para un gran número de organismos. Estos pertenecen a los más importantes suministradores de proteínas de la cadena alimenticia (pescados, crustáceos, etc.). En los grandes reservorios de agua profunda y subterránea se acumula el agua dulce, jugo vital de la flora y fauna terrestre.

La importancia tan extraordinaria del agua para la vida se debe a una serie de características específicas (“anomalías”). Comparada con moléculas parecidas, por ejemplo sulfuro de hidrógeno, se esperaría del agua un punto de fusión de aproximadamente 150 grados Celsius bajo cero y un punto de ebullición de 80 grados Celsius bajo cero. Pero, con 0 grados Celsius, el agua tiene un punto de fusión mucho más alto y se vaporiza recién con 100 grados Celsius. Esta es la condición decisiva para la existencia de lagos y ríos.

Además, también a diferencia de otras sustancias, la densidad del agua no aumenta a medida que se ponga más fría. Ella ya alcanza su mayor densidad a 4 grados Celsius – por eso el hielo más liviano flota sobre el agua líquida y los organismos acuáticos pueden sobrevivir debajo. Finalmente, la capacidad de almacenamiento de calor del agua es mucho más grande que de otras moléculas de tamaño similar. Las moléculas del agua pueden adoptar estructuras diferentes, que también se transforman unas en otras. Por eso es el disolvente ideal para todos los procesos de vida bioquímicos. Además, está en condiciones de estabilizar a otras moléculas, tales como las vitales proteínas o la sustancia genética, el ADN.

La hidrosfera de la Tierra no es un espacio homogéneo, sino un sistema dinámico de reservas de agua subdividido en múltiples formas. Este sistema es impulsado por el sol. Su radiación hace derretir glaciares, superficies de nieve y de hielo, y evaporar el agua de los océanos, lagos y ríos, del suelo y los organismos. En la atmósfera el vapor de agua se esparce sobre la Tierra, hasta que se enfría y regresa nuevamente a tierra como precipitación (rocío, lluvia, nieve, granizo). Una de las funciones ecológicas más importantes del sistema del agua impulsado por el sol, consiste en que hace surgir nuevamente agua dulce de los inmensos reservorios de agua salada de los océanos.

La hidrosfera tiene particular importancia para el desarrollo del clima. Puesto que el agua tiene una alta capacidad de almacenamiento de calor, los océanos y los lagos tienen un efecto equilibrador en sus espacios climáticos.

La atmósfera

La envoltura gaseosa de la Tierra es denominada atmósfera terrestre. Ella comprende varias capas horizontales superpuestas.

Las capas de aire son parte de las bases de vida esenciales de las plantas, animales y seres humanos. En la capa más baja y próxima a la superficie terrestre, la troposfera, se concentra un 90 por ciento de la totalidad del aire y casi todo el vapor de agua de la atmósfera. En los polos su extensión vertical es cerca de ocho kilómetros, alrededor de la línea ecuatorial unos buenos 18 kilómetros. Solo en el sector inferior de la troposfera existe suficiente oxígeno para la vida de los animales superiores y los seres humanos.

La atmósfera terrestre, llamada “aire”, consiste en un 78,1 por ciento de nitrógeno, un 20,9 por ciento de oxígeno y 0,9 por ciento del gas noble argón. El resto, 0,1 por ciento, se compone de un gran número de “gases traza”. El dióxido de carbono con un 0,04 por ciento es el gas traza más conocido y el más importante, sobre todo porque a pesar de su pequeño porcentaje es uno de los más importantes gases invernaderos naturales. Los gases invernaderos hacen que las temperaturas superficiales de la Tierra se muevan en un margen donde se pueda vivir.

En la troposfera tienen lugar todos los procesos meteorológicos, con sus vientos y la formación de nubes. Ya que la troposfera es calentada sobre todo por la tierra, se enfría rápidamente en sus capas exteriores (en cerca de 6,5 grados por kilómetro de altura). Entonces ahí predominan temperaturas que llegan hasta 55 grados Celsius bajo cero.

La capa superior que se une a la troposfera es la estratosfera. Aquí se encuentra la capa de ozono que es indispensable para la vida terrestre. La molécula de ozono (O3) se compone de tres átomos de oxígeno y está en condiciones de absorber ampliamente la radiación ultravioleta (UVB, UVC) del sol, rica en energía. Bajo una capa de ozono intacta solamente los rayos UVA, que tienen menos energía, llegan sin ser filtrados a la superficie terrestre.

Encima de la estratosfera, aproximadamente a partir de 50 kilómetros de altura, se encuentra la mesosfera, donde las temperaturas bajan hasta 90 grados Celsius bajo cero. Aquí se encuentran los últimos puestos de avanzada de la vida terrestre en forma de esporas bacterianas extremadamente insensibles.

La mesosfera, junto con las regiones frías de la troposfera, cumple una función importante para toda la biosfera: aquí el vapor de agua de la atmósfera se congela en cristales de hielo los que, a su vez, caen de nuevo a tierra. Si no lo hicieran, el vapor de agua seguiría saliendo al espacio y se descompondría. Desde hace mucho que la Tierra ya no tendría más agua y hubiera muerto todo tipo de vida.

Flora y fauna

El contenido vivo de la biosfera lo forman los organismos, las diferentes especies de animales y plantas, incluyendo a los seres humanos. Ellos forman comunidades bióticas sistémicas (biocenosis) y viven en concretos espacios de vida (biotopos), cada uno con identidad propia. Las especies se encuentran en una estrecha relación interactiva entre sí y con los componentes sin vida de la biosfera; constituyen un ecosistema.

En la ciencia ecológica tradicional los organismos de un ecosistema se diferencian, de modo simple, en tres principales grupos funcionales: productores, consumidores y descomponedores. Esta clasificación es congruente, pero no es absoluta, ya que en principio en todos los tres grupos principales, se produce, consume y descompone. Esa clasificación solamente sirve para determinar, cuál de esos tres aspectos de las funciones naturales constituye lo característico en cada caso.