cover

Aurora de la revolución
socialista internacional

Stefan Engel, nacido en1954 y mecánico industrial de profesión, trabajó en diferentes grandes empresas y hoy ejerce de publicista independiente. Es políticamente activo desde 1968, desempeñando un papel dirigente en el movimiento marxista-leninista y obrero en Alemania desde 1975. También asumió más y más tareas en la coordinación del movimiento revolucionario y obrero internacional. Sus aportes teóricos más importantes están contenidos, entre otros, en los libros La lucha por el modo de pensar en el movimiento obrero y Nuevas perspectivas para la liberación de la mujer – un escrito polémico. El presente libro Aurora de la revolución socialista internacional continúa el tema de su libro hasta ahora más conocido, Crepúsculo de los dioses sobre el “nuevo orden mundial”.

Enero de 2012
Colectivo de Redacción REVOLUTIONÄRER WEG
(Organo teórico del Partido
Marxista-Leninista de Alemania [MLPD])
bajo la dirección de Stefan Engel,
Schmalhorststraße 1b, 45899 Gelsenkirchen, Alemania

Stefan Engel

Aurora de la revolución
socialista internacional

Estrategia y táctica
de la revolución
socialista internacional

Verlag Neuer Weg

Indice

Aurora de la revolución
socialista internacional

Introducción

Parte I: La estrategia proletaria y el carácter internacional de la revolución socialista

1. Marx y Engels fundamentan la estrategia de la revolución socialista mundial

2. La victoriosa Revolución de Octubre y la estrategia de la revolución proletaria internacional

3. Mao Tsetung: su estrategia de la revolución de nueva democracia como parte de la revolución internacional

4. La historia de la “Internacional” como forma de organización de la revolución internacional

5. Exitos inmortales en la construcción del socialismo

6. El retroceso de la revolución internacional como consecuencia de la restauración del capitalismo en la Unión Soviética

7. El carácter de la revolución socialista bajo las condiciones de la madura internacionalización del modo de producción capitalista

8. La revolución internacional abre el camino para los Estados socialistas unidos del mundo

Parte II: La estrategia y táctica del capital financiero internacional en la lucha de clases contra el proletariado internacional y sus aliados

1. La necesidad y los límites de una política común del capital financiero internacional

2. Problemas fundamentales del sistema imperialista mundial

3. La amenaza a las bases de la vida de la humanidad mediante la catástrofe ecológica global

4. El surgimiento y desarrollo del sistema del modo de pensar pequeñoburgués

5. El carácter contrarrevolucionario de la coalición internacional “contra el terrorismo”

6. La promoción imperialista del fundamentalismo religioso-fanático como una forma nueva del fascismo

7. El anticomunismo como núcleo ideológico de la “lucha contra el terrorismo”

8. La coordinación transfronteriza de los aparatos represivos estatales

9. La colaboración internacional de las asociaciones de los monopolios en la lucha de clases

10. La internacionalización del sistema del modo de pensar pequeñoburgués

Parte III: La estrategia y táctica marxista-leninista de la revolución internacional

1. Acerca de los fundamentos de la estrategia y táctica proletaria

2. La estrategia y táctica de la revolución internacional

3. Los cambios en la estrategia y táctica de la lucha de clases nacional e internacional para preparar la revolución internacional

4. La estrategia y táctica para forjar el frente único proletario

5. La unidad de la lucha de clases nacional e internacional

6. La transición a la lucha de clases en el sentido propio

7. La cooperación transnacional y la revolucionarización recíproca de la lucha de clases en la transición a la crisis revolucionaria

8. La forja de la alianza de lucha con las capas medias pequeñoburguesas

9. El trabajo marxista-leninista entre las mujeres y el movimiento internacional de mujeres

10. La rebelión de la juventud como vanguardia práctica de la revolución internacional

11. La unidad entre la lucha nacional y social por la liberación en los países neocoloniales

12. La lucha ideológica como combate preliminar de la revolución internacional

13. La construcción del partido revolucionario y la revolución internacional

14. La necesidad de un nuevo nivel del internacionalismo proletario

15. Formas de organización internacionales para coordinar y revolucionarizar las luchas de clases

Perspectiva

Apéndice:

Bibliografía

Introducción

En marzo de 2003 se publicó el libro Crepúsculo de los dioses sobre el “nuevo orden mundial”. Este contiene un análisis marxista-leninista de la nueva organización de la producción internacional, la cual se impuso en la economía capitalista mundial a partir del comienzo de los años 1990.

Este cambio en la base económica del capitalismo ha llevado la contradicción fundamental, entre el carácter social de la producción y el carácter capitalista de la apropiación, hasta un punto tal que marca el surgimiento de una nueva fase en el desarrollo del imperialismo.

El modo de producción capitalista tiene pues, actualmente, un preponderante carácter internacional y está bajo el dictado del dominio único del capital financiero internacional, compuesto por los aproximadamente 500 supermonopolios internacionales más grandes, y apoyado en el poder de los países imperialistas más fuertes. La internacionalización de la producción social dio un enorme impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. A nivel mundial se han perfeccionado aún más los requisitos materiales para una sociedad sin explotación del hombre por el hombre. Este desarrollo, al mismo tiempo, pone en cuestión todas las relaciones sociales tradicionales en tal dimensión que eclipsa ampliamente las repercusiones económicas, políticas y sociales que tuvo el desarrollo del imperialismo a principios del siglo XX. Más que nunca, la contradicción fundamental general de nuestra época, entre capitalismo y socialismo, apremia por una solución.

El rol económico de los Estados nacionales es asumido cada vez más por el cartel del dominio único del capital financiero internacional, de los Estados imperialistas líderes y de las organizaciones internacionales dominadas por ellos. Sin embargo, los Estados nacionales siguen siendo indispensables para el sistema capitalista como instrumentos de poder y de dominio de los supermonopolios ahí residentes, para reprimir la lucha de clases proletaria en esos Estados e indispensables también para la lucha competitiva en los mercados mundiales y la lucha por el dominio mundial.

Las internacionalizadas fuerzas productivas revolucionarias se rebelan contra las relaciones de producción capitalistas organizadas a nivel estatal-nacional. Esto nunca fue más evidente que en la gestión de crisis de los dominantes, motivada por la crisis económica y financiera mundial que estalló en otoño del año 2008: Tan sólo la cooperación internacional de todas las potencias imperialistas determinantes –en el marco de la reunión del G-20, creada explícitamente para este fin– pudo realizar eficazmente esa gestión de crisis, por lo menos temporalmente. Así se logró amortiguar las agudas contradicciones y tremendas repercusiones provocadas por esta crisis económica y financiera mundial; la más profunda, por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial. No obstante, todo eso fue al precio de no resolver los problemas de fondo, sino de agudizarlos y aplazarlos para el futuro.

Las coacciones económicas de la lucha competitiva internacional han ido socavando cada vez más las estructuras del Estado monopolista, particularmente los derechos y logros sociales que fueron concedidos y conquistados desde la Segunda Guerra Mundial. Con ello disminuyen también las posibilidades del sistema capitalista de atar a las masas. Los aparatos estatales burgueses tienden a perder su capacidad de acción que habían adquirido en la democracia burguesa, la forma de dominio de la dictadura de los monopolios que prevaleció durante décadas.

Bajo el demagógico grito de guerra, de “lucha contra el terrorismo”, se intensifica extraordinariamente, en todos los países imperialistas, la tendencia a la reacción hacia el interior y a la agresión hacia el exterior. Esto desenmascara más y más que la democracia burguesa es una farsa y que la esencia de la sociedad de clases burguesa y de su Estado es la dictadura de los monopolios.

En el libro Crepúsculo de los dioses sobre el “nuevo orden mundial” comprobamos que la nueva organización de la producción internacional ha introducido una nueva fase histórica de transformación radical del capitalismo hacia el socialismo. Esta sólo podrá madurar como resultado de la interacción del factor objetivo y subjetivo de la lucha de clases. A pesar de toda la contradictoriedad del desarrollo, surge, desde comienzos del milenio, la formación de una tendencia internacional hacia la izquierda como el fenómeno más importante, como el determinante en el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado y de las amplias masas. Salta a la vista y se multiplican los indicios, de que la calma relativa, reinante durante décadas en la lucha de clases, se está disipando de manera irrevocable.

En los sistemas de producción integrados a nivel internacional se ha formado un proletariado industrial internacional que crece aceleradamente y modifica la estructura de la clase obrera a nivel mundial. Este prueba su fuerza en las luchas que están desarrollándose, empieza a ganar conciencia de la necesidad de la solidaridad internacional, busca una solución social y se abre a una perspectiva socialista. Despunta la aurora de un nuevo ascenso en la lucha por el socialismo.

El análisis marxista-leninista del desarrollo del imperialismo, en el libro Crepúsculo de los dioses sobre el “nuevo orden mundial”, sólo podía ser el primer paso para prepararnos frente a la nueva realidad. Más importantes son aún las conclusiones teóricas y prácticas que hay que sacar para el desarrollo ulterior de la estrategia y táctica proletaria.

Nuevos fenómenos y cambios esenciales en el desarrollo social están siempre ligados a una competencia por explicar y legitimar las teorías sociales burguesas. Una oleada de nuevas variantes de las teorías metafísico-idealistas inunda las editoriales, las emisoras de televisión y los portales de la internet, buscando salvar lo que se pueda salvar de las mentiras vitales burguesas, o apremiados por la necesidad, hacer correr nuevas. Particularmente empeñosos son los apologistas de las ciencias económicas burguesas, quienes aún siguen presentando sus teorías sobre el capitalismo como el todavía “mejor de todos los sistemas”.

Cuanto más disminuye su fuerza de convicción entre las masas, tanto más espacio le dan los medios de comunicación a una amplia gama de “críticos de la globalización” pequeñoburguésoportunistas. Estos intentan, con mayor o menor éxito, un equilibrismo: Por una parte ponen al descubierto, con bastante conocimiento por cierto, los indiscutibles efectos destructivos de la nueva organización de la producción y distribución internacionales y, de otra, hacen circular las más absurdas propuestas reformistas y revisionistas para sanear al sistema imperialista mundial con el fin de sustraerse de la única conclusión consecuente: la conclusión revolucionaria.

La nueva organización de la producción internacional no es ninguna evitable “excrecencia neoliberal” del sistema imperialista mundial, tal como lo afirman los oportunistas y críticos pequeñoburgueses de la globalización; es, más bien, su consecuencia inherente, pronosticada ya por Marx y Lenin. Ese conocimiento repercutirá inevitablemente en el desarrollo a niveles superiores de la conciencia de clase proletaria de la clase obrera y, tarde o temprano, desplegará al extremo la lucha de clases contra las relaciones dominantes, llevándola hacia su solución histórica.

La internacionalización de las fuerzas productivas necesariamente debe traer consigo y llevar adelante la internacionalización de la lucha de clases. En todo el mundo se pueden observar señales infalibles de que este proceso está ya en plena marcha: la efervescencia revolucionaria traspasando las fronteras nacionales en América Latina después del cambio del milenio; el movimiento insurreccional democrático en varios países árabes a comienzos de 2011; las huelgas y protestas obreras a nivel de consorcios y ramas en Europa, también más allá de las fronteras nacionales; la igualación cada vez más evidente, en contenido y forma, de las luchas masivas internacionales en defensa de los derechos sociales; la protesta mundial frente a la agresión imperialista de EE.UU. y Gran Bretaña contra Irak en el año 2003; la preparación y realización coordinadas internacionalmente de la Conferencia Mundial de Mujeres en Venezuela en el 2011 y, no por último, la protesta a nivel mundial contra los causantes de la catástrofe ecológica global.

La internacionalización de la lucha de clases, y su fomento por organizaciones revolucionarias, no significa de modo alguno que la lucha de clases en el marco nacional ya no tenga un papel esencial. Más bien se despliega una interacción global de las luchas de clases nacionales e internacionales, las que se enriquecen y fortalecen mutuamente.

La estructura imperialista mundial se derrumbará. Si la humanidad no quiere hundirse en la barbarie capitalista, tendrá que ceder paso a paso, en un proceso revolucionario mundial complejo y contradictorio, a los Estados socialistas unidos del mundo. Sin embargo, hoy nadie puede pronosticar los lapsos de tiempo en los cuales ese proceso se llevará a cabo y las víctimas que cobrará la transformación radical histórica de las sociedades de clases. Pero la dirección del desarrollo, a comienzos del siglo XXI, es inequívoca: ¡La tendencia principal en el mundo es la preparación de la revolución socialista internacional!

La estrategia y táctica marxista-leninista debe efectuar un análisis concreto en todos sus aspectos del nuevo desarrollo social, de la lucha de clases internacional, y de su reflejo en la conciencia y las luchas de la clase obrera y las amplias masas contra la explotación y opresión bajo el dominio único del capital financiero internacional y el sistema imperialista mundial. Debe analizarse, particularmente, el desarrollo de los nuevos elementos y cambios esenciales de la lucha de clases internacional, los que han surgido desde la nueva organización de la producción internacional y que todavía se formarán aún en el futuro.

De ello se deducen las nuevas posibilidades, tareas y recursos del movimiento marxista-leninista, revolucionario y obrero internacional. Se trata de revelar, con determinación, la preparación material del socialismo a escala internacional que detrás de las devastadoras fuerzas destructivas del imperialismo se pone de manifiesto con particularidad en el desarrollo de las fuerzas productivas revolucionarias, en la internacionalización de la producción capitalista, y en las luchas y nuevas formas de organización de la clase obrera y de las amplias masas. Esta preparación material del socialismo, así como la propensión general a la crisis del sistema imperialista mundial, son los contradictorios fundamentos objetivos de un nuevo ascenso de la lucha por el socialismo en el escenario internacional.

Es característico el impulso incontenible de la producción capitalista por integrar millones de procesos productivos individuales y a cientos de millones de productores en los sistemas de producción integrados a escala mundial. La humanidad, con un modo de pensar dialéctico-materialista, estará en condiciones de dominar los procesos globales de producción y reproducción de la vida humana, los que aumentan inmensamente y se vuelven cada vez más complejos, para que en el socialismo/ comunismo sirvan a la humanidad entera y hagan posible un nuevo nivel de unidad sostenible entre el ser humano y la naturaleza.

La ciencia y la ideología burguesas, en cambio, se hunden en una crisis profunda, pues están realmente maniatadas debido a su sometimiento a la ganancia máxima, a la lucha por dominar los mercados mundiales y sostener al imperialismo. Frente a esto se está desarrollando, en interacción con el movimiento obrero y popular, una corriente científica de crítica social. Conocimientos progresistas importantes surgen solamente combatiendo la competencia entre especialidades y la instrumentalización de la investigación para la valorización de capital, así como aplicando la dialéctica y el materialismo.

Quien quiera elaborar un acertado análisis del desarrollo social debe librarse de los lamentos miserables de los oportunistas y revisionistas modernos. Estos todavía siguen paralizados a causa del derrumbe de la Unión Soviética socialimperialista y del sistema del presunto “socialismo real” dirigido por ella. La bancarrota total de la Unión Soviética los ha afectado tan profundamente pues nunca quisieron reconocer el cambio del carácter de clase, burgués-reaccionario, de la Unión Soviética a partir de Jruschov y del XX Congreso del PCUS en 1956. Guiados por su modo de pensar pequeñoburgués-revisionista negaron encarnizadamente la restauración del capitalismo en los países anteriormente socialistas y la esencia reaccionaria del socialimperialismo soviético. Mientras no superen autocríticamente ese modo de pensar, no estarán en condiciones de sacar conclusiones útiles de tal cesura histórica para el avance de la lucha de clase proletaria.

También los reformistas cayeron en la defensiva y depresión profunda. Con pocas excepciones, todos los partidos socialdemócratas de Europa se precipitaron en serias crisis partidarias durante los años pasados. También los partidos reformistas de izquierda y neorevisionistas, surgidos como producto de estas crisis –como el partido Die Linke (La Izquierda) en Alemania–, se demuestran incapaces de entender la esencia del desarrollo social y extraer conclusiones revolucionarias. Según su opinión, con la denominada globalización habrían emprendido su marcha hacia adelante el “capitalismo salvaje” y el “neoliberalismo”; lo que consideran un desarrollo lamentable, pero corregible en el marco del orden social capitalista. La ilusión de regresar a un presunto “Estado social”, la esperanza en un renacimiento de la “economía social de mercado”, así como el sueño de la “justicia social” en el capitalismo, es todo lo que se les ocurre como respuesta a las preguntas de la época.

Por supuesto que el imperialismo ha cambiado sus métodos concretos de explotación y opresión después de la Segunda Guerra Mundial. El surgimiento del campo socialista para un tercio de la humanidad y el desmantelamiento del antiguo sistema colonial por los movimientos de liberación armados ejercían una enorme presión sobre él. Para descomponer persistentemente la conciencia socialista de la clase obrera, por lo menos en las metrópolis imperialistas, los monopolios dominantes, y no sólo en Alemania Occidental, consideraron necesario conceder reformas sociales, en gran parte sin luchas, para forzar así la difusión del modo de pensar pequeñoburgués-reformista en el movimiento obrero. Sin duda alguna, los dominantes –mediante el fomento de relaciones de vida y de familia pequeñoburguesas que se extendían ampliamente en la clase obrera, y con la formación de todo un sistema del modo de pensar pequeñoburgués– lograron conseguir una relativa calma en la lucha de clases que perduró durante décadas.

Pero, desde la nueva organización de la producción internacional, con su enorme agudización de la lucha competitiva internacional, todo este “traste social” le parece al capital financiero internacional tan sólo una carga, una situación de partida desventajosa en la batalla por dominar los mercados mundiales. Por consiguiente ellos atacan las conquistas sociales. Sin embargo, con ello destruyen una base material esencial de la credibilidad de su “Estado social”.

En los pasados años desarrollaron un sofisticado sistema de engaño y manipulación del modo de pensar pequeñoburgués como método principal de su forma de dominio democráticoburgués. Después de la Segunda Guerra Mundial, el modo de pensar pequeñoburgués-reformista penetró profundamente en el movimiento obrero internacional, descompuso persistentemente la conciencia de clase e inhibió el desarrollo de la lucha de clases durante largo tiempo.

El modo de pensar pequeñoburgués-intelectual condujo a la desorganización sistemática de la nueva construcción del partido marxista-leninista de la clase obrera. Volvió incapaces, a los dirigentes determinados por él, de sacar conclusiones creadoras de la restauración del capitalismo y de la degeneración revisionista del viejo movimiento comunista y obrero. Esto llegó hasta la disposición de echarle la culpa de su fracaso al marxismo-leninismo y de liquidar al joven movimiento marxistaleninista. Luego, esos dirigentes se perfilaron en los movimientos pequeñoburgués-ecologistas, pequeñoburgués-democráticos y pequeñoburgués-pacifistas, y algunos “caciques de círculo” de la escena “marxista-leninista” lograron conquistar, incluso, puestos de ministro.

Es verdad que el modo de pensar proletario se dejó arrinconar durante algún tiempo, incluso en el mismo movimiento obrero; sin embargo, fue imposible extinguirlo pues por ley inherente surge de la sociedad de clases capitalista y tradicionalmente tiene raíces profundas en el movimiento obrero.

Actualmente el sistema del modo de pensar pequeñoburgués se limita en gran parte a la desmoralización, desorientación y desorganización del movimiento obrero y popular pues, al mismo tiempo, crece la pobreza, aumentan los conflictos bélicos y se destruye dramáticamente el medio ambiente. El sistema del modo de pensar pequeñoburgués se concentra cada vez más en la divulgación del anticomunismo moderno, como dique contra el desarrollo de una conciencia socialista. Sin embargo, los dominantes se autoengañan enormemente si albergan la esperanza de que así podrán apartar permanentemente a las masas de la lucha por la alternativa social del socialismo.

La propensión general a la crisis del imperialismo se ha desarrollado universalmente y constituye hoy en día su característico modo de existencia. Actualmente, se han vuelto fenómenos internacionales: la crisis estructural crónica basada en la nueva organización de la producción internacional; las crisis financieras y económicas que tienden a estallar en intervalos más cortos y con mayor ímpetu; las crisis políticas latentes o abiertas; el peligro general de guerra; la crisis ecológica que se está agudizando dramáticamente y la inminente catástrofe climática que amenaza a la humanidad; la crisis del neocolonialismo; la crisis del orden familiar burgués y, no en último término, la crisis de la ciencia y de la concepción del mundo burguesa. Todas éstas constituyen la base material general para la formación de una crisis revolucionaria mundial, la condición objetiva y subjetiva para que madure la revolución socialista internacional.

En el fondo los dirigentes reformistas y revisionistas no tienen nada que objetarle al sistema capitalista de la explotación del hombre por el hombre, si tan sólo se aliviaran un poco las lacras capitalistas y si ellos, mientras tanto, pudieran sacar así algunas migajas en provecho propio. ¿Cómo podría ser posible que gente con semejante modo de pensar comprendiera y aprobara el hecho de que actualmente se está conformando una nueva situación histórica mundial? ¡Una situación en la cual la humanidad ya no puede volver atrás, sino que debe ir adelante! Un desarrollo histórico mundial cuyo fin sólo puede ser la liberación de la explotación y opresión, si es que no se quiere que el mundo entero se hunda en la barbarie.

En el proceso de la división de trabajo internacional al nivel de los sistemas de producción integrados internacionalmente se ha formado, en las últimas décadas, un proletariado industrial internacional. Este es, hoy en día, la fuerza que puede y debe colocarse a la cabeza de la lucha internacional contra el imperialismo y por el socialismo. Podrá imponerse en sus luchas económicas y políticas solamente si enfrenta exitosamente el pensamiento competitivo pequeñoburgués y si libra luchas de clases que en su contenido y forma sean de índole cada vez más transnacionales.

Partidos y políticos ultrarreacionarios y fascistoides, a los cuales los medios de comunicación burgueses denominan engañosamente “populistas de derecha”, quieren descomponer la creciente conciencia de clase internacionalista denigrando a los inmigrantes. La clase obrera internacional también debe desenmascarar este chovinismo abiertamente reaccionario, su racismo, su demagogia social y sus hipócritas consignas “contra los de arriba”, y enfrentarse decididamente a la fascistización. Sólo el proletariado industrial internacional puede conducir a la clase obrera en su conjunto, más allá de las fronteras nacionales, hacia la revolución internacional e involucrar en la lucha de liberación también a las amplias masas que combaten contra sus burguesías y Estados nacionales, dándoles orientación y perspectiva. Ganar la influencia decisiva en este proletariado industrial internacional es, por lo tanto, la tarea primordial y también, cada vez más, la tarea conjunta de los marxistas-leninistas y de todos los revolucionarios en el mundo entero.

No hay duda de que el proletariado internacional todavía se encuentra en la defensiva estratégica frente al capital financiero internacional. Esta defensiva perdura desde hace décadas y exige a los revolucionarios mucha moral de lucha y perseverancia. Pero hace ya tiempo que la ofensiva estratégica del imperialismo se ha atascado. En diferentes países capitalistas la clase obrera ha iniciado ya su contraofensiva estratégica. Los levantamientos democráticos, antiimperialistas, contra la intensificada explotación y opresión neocolonial en los países de América Latina, Asia y Africa son una señal: Las masas no quieren conformarse con el dominio del imperialismo mundial. Sus luchas en defensa de los recursos naturales nacionales, contra el saqueo neocolonial, contra el hambre y la destrucción de las bases de vida naturales, por superar los vestigios de las reaccionarias estructuras feudales y semifeudales en el campo, por una revolución de nueva democracia en el camino hacia el socialismo, son, y seguirán siendo, parte integral y al mismo tiempo la reserva inmediata más importante de la revolución proletaria internacional.

Pese a todas las diferencias de las luchas de clases en cada uno de los países, el proletariado internacional, en alianza con todos los oprimidos, necesita un punto de referencia común: la revolución socialista internacional. La coordinación y revolucionarización de la lucha de clases debe unir los movimientos y organizaciones de masas progresistas, democráticos y revolucionarios en una potencia internacional que sea superior al sistema imperialista mundial. Las condiciones económicas, sociales y políticas concretas de cada país deben ser consideradas en la respectiva estrategia y táctica proletaria de igual manera que la referencia general a la revolución internacional. Aparece así, la estrategia y táctica proletaria internacional, como una orquesta conformada por las diferentes estrategias y tácticas proletarias de los partidos obreros revolucionarios en los respectivos países.

La condición fundamental de la unidad dialéctica, entre lo común a escala internacional y la particularidad nacional, es la existencia de partidos marxistas-leninistas autónomos en cada uno de los países. Estos habrán aprendido de la degeneración revisionista del viejo movimiento comunista y extraído sus conclusiones. Estos partidos deben tener claridad ideológico-política, particularmente con respecto al peligro del liquidacionismo a causa del modo de pensar pequeñoburgués en el seno del movimiento obrero y popular revolucionario. Deben estar, además, templados en la lucha de clases y ligados lo más estrechamente a la clase obrera y las amplias masas.

En el movimiento marxista-leninista, revolucionario y obrero internacional ha surgido una discusión de principios sobre si es correcto reconocer la revolución socialista internacional como objetivo estratégico común, y sobre cómo se debe lograr la unificación de la estrategia y táctica proletaria para preparar y realizar la revolución internacional.

Para los dogmáticos, la revolución no significa otra cosa que copiar probadas concepciones de revolución e insistir en ellas con gran patetismo – sin reparar en las condiciones concretas diferentes de país a país o en los nuevos fenómenos y cambios esenciales del sistema imperialista mundial. Luego, cuando inevitablemente sufren sus derrotas, no es raro que responsabilicen de ellas al marxismo-leninismo; pusilánimes reniegan de la revolución convirtiéndose en liquidacionistas y defensores abiertos del imperialismo. Las múltiples divisiones en el movimiento marxista-leninista y obrero internacional son solamente el resultado abominable de esta tendencia. Tales dogmáticos desprecian y desacreditan la revolución internacional. En cambio, ya desde Marx y Engels la revolución internacional ha sido un punto de referencia esencial de cada estrategia y táctica revolucionaria del proletariado. Pues ahora, con la nueva organización de la producción internacional, también han madurado las condiciones sociales para su realización.

Los revisionistas, por otra parte, ni siquiera se atreven a plantear el tema de la revolución. Su fuerza de imaginación no alcanza para creer en la posibilidad de nuevas sacudidas revolucionarias del poder gigantesco del capital financiero internacional. Y, así, se contentan con oponerse desesperadamente a la política del “neoliberalismo”, se congracian con las más diversas formas del reformismo de izquierda y se pierden en el parlamentarismo burgués, para, al mismo tiempo, sustraerse e incluso, perturbadamente, advertir contra lo más importante: la lucha revolucionaria para superar al imperialismo y por el socialismo.

Los revolucionarios del mundo deben ocuparse de las leyes inherentes a la revolución internacional y su preparación. Hay que evaluar de manera crítica y autocrítica las experiencias históricas sobre la estrategia y táctica de la revolución internacional, tal como Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tsetung la elaboraron y aportaron en un proceso de discusión histórico y, en las condiciones de su época, la desarrollaron y pusieron en práctica.

La unificación del movimiento marxista-leninista, revolucionario y obrero internacional sólo avanzará en la medida de que éste saque sus lecciones del problema del modo de pensar en el movimiento marxista-leninista, revolucionario y obrero internacional.

Hoy en día, establecer la superioridad del modo de pensar proletario en lucha contra el modo de pensar pequeñoburgués en el movimiento marxista-leninista, revolucionario y obrero internacional se ha vuelto, en todo el mundo, la condición de toda preparación exitosa de la revolución internacional. Esta tarea fundamental debe ser realizada diferenciadamente –considerando la esencia general común– en cada uno de los países.

Un nuevo ascenso de la lucha por el socialismo sólo puede realizarse sobre la base de una nueva cualidad del internacionalismo proletario en la teoría y práctica del movimiento marxista-leninista y obrero internacional. Eso ejercerá una nueva fuerza de atracción en las masas, sobre todo en la clase obrera y la juventud. En todo el mundo los marxistasleninistas deben resolver juntos las cuestiones ideológicas, políticas y organizativas de la preparación de la revolución internacional. La base segura de ello consiste en llevar adelante, con seriedad, la lucha de clases revolucionaria y la construcción del partido en cada uno de los países.

Naturalmente, un proceso tan complejo sólo puede ser emprendido y resuelto exitosamente incluyendo a todos los partidos y organizaciones revolucionarios relevantes, de forma organizada y sobre la base de un científico modo de pensar y trabajar proletario.

Con el libro Aurora de la revolución socialista internacional, el MLPD quiere hacer un aporte teórico a esta gran tarea de los revolucionarios en todo el mundo. El libro es el producto creador de un colectivo de más de 130 colaboradores y sólo pudo surgir de la discusión y cooperación entre revolucionarios del mundo entero. Por supuesto que no puede ni quiere tener la pretensión de formular una línea general para el movimiento marxista-leninista, revolucionario y obrero internacional; responderán por ella sólo los marxistas-leninistas en Alemania, es su línea directriz y puede servir de criterio para evaluarlos. Sin embargo, el libro debe dar impulso y contribuir al necesario proceso de intensa discusión teórica y cooperación práctica en el seno del movimiento internacional marxista-leninista, revolucionario y obrero.

Stefan EngelMarzo de 2011

I. La estrategia proletaria y el carácter internacional de la revolución socialista

1. Marx y Engels fundamentan la estrategia de la revolución socialista mundial

“Los términos estrategia y táctica se originan en la ciencia militar. La lucha de clases es una guerra civil de las clases irreconciliablemente enfrentadas entre sí. De ahí resulta, desde un principio, la proximidad a la ciencia militar.” (Willi Dickhut1, Strategie und Taktik im Klassenkampf [Estrategia y táctica en la lucha de clases], parte I, pág. 9).

La estrategia sigue, en primer lugar, al científicamente analizado transcurso de la lucha de clases, regido por leyes inherentes. Pero el avance real de la lucha de clases es influenciado más o menos fuertemente por factores que yacen fuera de su transcurso inherente y no son previsibles. Sobre esa interrelación escribe Willi Dickhut:

“Esto significa que tenemos que analizar los acontecimientos, procesos y desarrollos en la naturaleza y la sociedad en su necesidad, en sus conexiones por ley inherente. Partiendo de esta base tenemos que hacer los análisis y elaborar una línea estratégica y táctica para la lucha de clases proletaria. Al hacer esto no podemos tomar en cuenta lo casual, en las conexiones por fuera de esas leyes inherentes, pues no podemos preverlo. Como directriz para una actuación consciente, la línea política de un partido revolucionario puede partir sólo de lo necesario, no de lo casual, sólo de lo esencial, no de lo no esencial; es decir, partir del desarrollo regido por leyes inherentes de la sociedad. Este es el método dialéctico.” (Die dialektische Methode in der Arbeiterbewegung [El método dialéctico en el movimiento obrero], págs. 69-70).

En su obra De la Guerra, el gran dialéctico entre los científicos militares, Carl von Clausewitz, sacó la conclusión siguiente:

“La guerra implica azar; en ninguna otra esfera de la actividad humana se deja tanto margen para ese intruso, porque ninguna está en contacto tan constante con él, en todos sus aspectos. El azar aumenta la incertidumbre de todas las circunstancias y trastorna el curso de los acontecimientos.” (Carl von Clausewitz, De la guerra, tomo 1, pág. 65).

Esto es mas válido aún, pues hoy en día la lucha de clases ha venido adoptando un carácter crecientemente internacional y se han potenciado los factores que no son previsibles ni influenciables.

La dialéctica del transcurso por ley inherente y casual de la lucha de clases exige que se pronostique e incluya en la estrategia proletaria al probable transcurso concreto. Para ello, se requiere evaluar las experiencias históricas así como tomar en consideración al desarrollo concreto.

Carlos Marx y Federico Engels fundamentaron su estrategia en un análisis lógico de las leyes generales inherentes a la lucha de clases, relacionándolo permanentemente con un análisis histórico del desarrollo real de los movimientos revolucionarios de su época. Mediante la comprobación críticoautocrítica de sus opiniones ellos modificaron la estrategia proletaria según las exigencias de la práctica. En su proceso de conocimiento hicieron realidad una firmeza de principios inquebrantable, en cuanto a las cuestiones fundamentales de la lucha de clases, unida con una alta flexibilidad y movilidad en la táctica proletaria. Tan sólo la unidad del análisis y la síntesis, lógico e histórico, crea el fundamento de la estrategia y táctica proletaria.

El carácter esencialmente internacional de la lucha de clases proletaria

Ya en el Manifiesto del Partido Comunista, de 1847/1848, Marx y Engels indicaron que la lucha de clases del proletariado, por su esencia general, tiene un carácter internacional. En su forma, empero, mantiene un carácter nacional, correspondiente a la producción organizada al nivel de Estados nacionales. Correspondientemente, el Manifiesto dice:

“Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país debe acabar en primer lugar con su propia burguesía.” (pág. 47).

Marx y Engels fundamentaron el contenido internacional y carácter general de la lucha de clases con el desarrollo universal del intercambio y de las fuerzas productivas del capitalismo. Lo entendieron como la viva interacción de todos los productores con todos los demás, en el muy variado proceso de producción social. Este tiende a derrumbar toda delimitación local y nacional, colocando a todos los seres humanos y naciones en una dependencia recíproca mundial.

“… la gran industria universalizó la competencia … creó los medios de comunicación y el moderno mercado mundial … Creó por vez primera la historia universal, haciendo que toda nación civilizada y todo individuo, dentro de ella, dependiera del mundo entero para la satisfacción de sus necesidades y acabando con el exclusivismo natural y primitivo de naciones aisladas, que hasta ahora existía.” (Marx/Engels, La ideología alemana, págs. 68-69).

El capitalismo se desarrolló como un sistema social internacional e hizo surgir el proletariado por todo el mundo. De ahí resultó el carácter fundamental de la revolución proletaria, como “revolución que significa la emancipación de su propia clase en todo el mundo y que es tan universal como la dominación del capital y la esclavitud asalariada.” (Marx, Discurso pronunciado en la fiesta del aniversario del “People’s Paper”, en internet: www.ucm.es).

Este conocimiento tiene vigencia general para todo el período del capitalismo, aunque la universalidad de las fuerzas productivas y de la lucha de clases debió recorrer diferentes fases de desarrollo. Correspondientemente, también la estrategia de la revolución proletaria tuvo que adoptar diferentes formas durante el desarrollo histórico.

La estrategia de la revolución internacional en el capitalismo de libre competencia

En la fase del capitalismo de libre competencia, hasta aproximadamente fines del siglo XIX, el orden social capitalista recién estaba desarrollándose en algunos países de Europa y América, imponiéndose contra el feudalismo. Con tal trasfondo, para Marx y Engels, una revolución victoriosa sólo era concebible como revolución relativamente simultánea en estos países avanzados. En 1847, Engels contestó a la pregunta, de si la revolución podría realizarse en un país aislado:

“La gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del otro. Además, ha nivelado en todos los países civilizados el desarrollo social a tal punto que en todos estos países la burguesía y el proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la lucha entre ellas se ha convertido en la principal lucha de nuestros días. Por consecuencia, la revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia y en Alemania. Ella se desarrollará en cada uno de estos países más rápidamente o más lentamente, dependiendo del grado en que esté en cada uno de ellos más desarrollada la industria, en que se hayan acumulado más riquezas y se disponga de mayores fuerzas productivas. Por eso será más lenta y difícil en Alemania y más rápida y fácil en Inglaterra. Ejercerá igualmente una influencia considerable en los demás países del mundo, modificará de raíz y acelerará extraordinariamente su anterior marcha del desarrollo. Es una revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito universal.” (Engels, Principios del comunismo, en internet: www.ucm.es; el resaltado es del autor).

Pues, Marx y Engels suponían un proceso de revolución mundial coherente que perduraría hasta la victoria del proletariado a nivel mundial. Caracterizaron a la revolución mundial como un proceso complejo de diferentes luchas y movimientos revolucionarios por la liberación nacional y social, de revoluciones democrático-burguesas y proletarias. Por consiguiente, la relación recíproca de estas revoluciones debería llevar, tarde o temprano, a la liberación de la clase obrera en todos los países implicados. Habiendo llegado al poder, la clase obrera debería pasar al socialismo en un acto conjunto y simultáneo:

“El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción «coincidente» y simultánea de los pueblos dominantes”. (Marx/Engels, La ideología alemana, pág. 37).

En 1848, con la Revolución de Febrero en París, comenzó una cadena de insurrecciones en toda Europa que llegaron hasta la frontera rusa. Luego, en junio, se produjo en París la primera gran batalla por el poder entre el proletariado y la burguesía. Los acontecimientos de entonces confirmaron de manera impresionante la ley inherente descubierta por Marx y Engels, que el capitalismo, a causa de su estructura y desarrollo económico, conduce necesariamente a la revolución proletaria internacional.

Sin embargo, el pronóstico concreto, que el período revolucionario perduraría hasta la victoria del proletariado, resultó estar equivocado. En realidad este error estuvo históricamente condicionado. Marx y Engels sólo podían apoyarse en las experiencias de la precedente revolución democrático-burguesa, que se había efectuado entre 1789 y 1830, y que particularmente en Francia fue librada hasta el final. Además, ellos se encontraron ante el problema de que en aquel entonces, los datos sobre el desarrollo económico concreto del capitalismo sólo estaban disponibles con mucho tiempo de retraso.

En 1895, en su último escrito, la Introducción al libro de Carlos Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Engels revisó crítico-autocríticamente sus ideas originarias diciendo que

“no podía caber … ninguna duda, en las circunstancias de entonces, de que había comenzado el gran combate decisivo y de que este combate había de llevarse a término en un solo período revolucionario, largo y lleno de vicisitudes, pero que sólo podía acabar con la victoria definitiva del proletariado. …

Pero la historia nos dio también a nosotros un mentís y reveló como una ilusión nuestro punto de vista de entonces. … Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estado del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder eliminar la producción capitalista; lo ha demostrado por medio de la revolución económica que desde 1848 se ha adueñado de todo el continente, dando, por vez primera, verdadera carta de naturaleza a la gran industria en Francia, Austria, Hungría, Polonia y últimamente en Rusia, y haciendo de Alemania un verdadero país industrial de primer orden. Y todo sobre la base capitalista, lo cual quiere decir que esta base tenía todavía, en 1848, gran capacidad de extensión. Pero ha sido precisamente esta revolución industrial la que ha puesto en todas partes claridad en las relaciones de clase, la que ha eliminado una multitud de formas intermedias, legadas por el período manufacturero y, en la Europa Oriental, incluso por el artesanado gremial, creando y haciendo pasar al primer plano del desarrollo social a una verdadera burguesía y a un verdadero proletariado de gran industria. Y, con esto, la lucha entre estas dos grandes clases que en 1848, fuera de Inglaterra, sólo existía en París y a lo sumo en algunos grandes centros industriales, se ha extendido a toda Europa y ha adquirido una intensidad que en 1848 era todavía inconcebible.” (Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Introducción de F. Engels, en Marx/Engels, Obras Escogidas en dos tomos, tomo I, págs. 108, 109 y 111; el resaltado es del autor).

En 1848 el capitalismo todavía no estaba económicamente maduro para ser eliminado definitivamente. Sobre todo, a excepción de Inglaterra, todavía no estaba suficientemente avanzada la formación de una verdadera burguesía y de un verdadero proletariado de la gran industria. Sobre esta base