Jesús Guanche. Doctor en Ciencias Históricas (especialidad Antropología Cultural). Investigador Titular de la Fundación Fernando Ortiz, Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Artes y Letras, de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, y del Instituto Superior de Arte. Ha publicado 20 monografías y más de 150 artículos sobre diversos aspectos de la cultura cubana y sus características etnohistóricas. Ha sido Profesor Invitado y conferencista en Universidades de Las Américas, El Caribe y Europa. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Miembro de su Consejo Directivo y coordinador de su Sección de Ciencias Sociales y Humanidades; Miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, La Habana; Miembro de Número de la Academia de la Historia de Cuba; Miembro del Centro de Investigación y Documentación para América Latina y el Caribe (CID) de la Universidad de Zurich, Suiza; Miembro de la Junta Directiva de la Fundación Fernando Ortiz, y del Comité de Colaboradores de la International Folklore Bibliography, Universidad de Bremen, Alemania. Consultor UNESCO en Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela; y Miembro del Comité Científico Internacional del Proyecto UNESCO La Ruta del Esclavo. Posee la Medalla de Laureado, la Distinción por la Cultura Nacional que otorga el Ministerio de Cultura de la República de Cuba; es Hijo ilustre de la Ciudad de La Habana; y Educador Destacado, siglo xx en Cuba.

 

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Realización: Yuleidis Fernández Lago

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© Jesús Guanche, 2011

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2014


ISBN 978-959-06-1577-1

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Presentación

Una nueva versión ampliada del libro Componentes étnicos de la nación cubana requiere, al menos, unas breves palabras introductorias. Cuando en 1995 Miguel Barnet me pidió un libro para la Colección La Fuente Viva de la Fundación Fernando Ortiz, que aún daba sus primeros pasos, propuse parte del texto introductorio que había preparado para el Atlas de los instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba (1997), con cuyo colectivo de autores trabajé más de un decenio. Una parte importante de este texto también sirvió de base para otra monografía que elaboramos con la doctora Ana Julia García Rally, Historia étnica de Cuba, que a su vez formaba parte del Atlas etnográfico de Cuba: cultura popular tradicional, cuya punta del iceberg se dejó ver en una multimedia en el año 2000.

Sin embargo, el texto poseía cierta autonomía e interés, lo que propició su desaparición de las librería en pocos meses, así como reiteradas presentaciones en Cuba, España, Colombia y los Estados Unidos de América. Al año siguiente, el entonces Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello tuvo a bien galardonarlo con el Premio Nacional de Investigaciones 1997, entre otros trabajos acreedores del galardón.

En el año 2008 la editorial Adagio del Centro Nacional de Escuelas de Arte publicó una versión, algo más ampliada que la anterior y menos que la presente, para los estudiantes e instructores de arte, cuyo texto comúnmente no circula para los intereses del gran público.

En esta nueva versión se trata de respetar el aire divulgativo del tema y añadir nuevos contenidos y referencias bibliográficas de interés porque cada uno de los tópicos ha dado lugar a monografías, propias y de otros colegas, que profundizan sobre cada componente étnico. Esa ha sido y es la intención del libro: motivar nuevas investigaciones y afrontar el complejo desafío de sintetizar procesos muy complejos y diversos que se efectúan habitualmente en el contexto cultural latinoamericano, caribeño y cubano.

JG, El Cerro, 2011

 

Al mismo tiempo, una fuente básica para esta investigación es el conjunto de censos de relativa confiabilidad efectuados en Cuba desde la época colonial hasta el presente28 y que recogen en su información primaria el lugar de nacimiento de las personas residentes en Cuba. A diferencia de los indicadores de “raza” y ciudadanía, el lugar de nacimiento tiende a reflejar mejor que los otros la composición etnorregional de procedencia o de pertenencia; pues —como hemos señalado—, la falsa noción de “raza” está limitada al color de la piel y la ciudadanía indica solo el estatus jurídico; de manera que el simple cambio de ciudadanía complica en extremo el análisis de este último indicador.

28 La mayoría de los demógrafos cubanos coinciden en señalar como confiables o auténticos durante el período colonial los censos de 1774, 1792, 1817, 1827, 1841, 1861, 1877 y 1887. (Ver Las estadísticas demográficas cubanas, La Habana, 1975, pp. 7-32; y Juan Pérez de la Riva: Los demógrafos de la dependencia, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1979).

Sin embargo, el lugar de nacimiento es un dato global que tampoco indica con precisión la composición étnica, pues tanto la inmigración hispánica como la africana —que son las principales y más estables oleadas de poblamiento externo tras el genocidio aborigen— tienen carácter multiétnico y abarcan amplios territorios de procedencia. No obstante, concretan determinadas cifras operativas respecto del total de la población de la Isla en cada uno de los cortes censales, lo que permite un análisis comparativo con otras fuentes para la investigación.

Para dar alternativas de solución a las diversas incógnitas que se presentan, existe otra fuente no muy estudiada: los archivos parroquiales, cuyo análisis muestral nos ha permitido caracterizar las áreas y pueblos de procedencia de las inmigraciones hispánica y africana —por ejemplo—, de otros lugares de América, Europa y Asia; y conjuntamente, medir la significación que tiene, desde los primeros años estudiados, la población nacida en Cuba con independencia del origen de los progenitores.

La comparación de ambas fuentes permite señalar que:

Los censos, padrones o matrículas registran por un lado el número y los atributos de quienes residen en una localidad y, por extensión, en un área. Por su parte, los registros civiles o parroquiales anotan en forma consecutiva los principales acontecimientos —nacimientos, defunciones o matrimonios— acaecidos en un lugar. El primer tipo de fuente proporciona una visión puntual y plana de las características o de la situación de un grupo de personas en el momento de la enumeración. El segundo recoge, día a día o agrupadas por períodos más largos, las vicisitudes vitales, en suma el movimiento de la población.

La información estática y la dinámica no se excluyen, sino que una con otra se complementan. Cruzándolas cabe verificar la congruencia o no de los datos preservados de la acción del tiempo y, por inferencia, su fiabilidad o, al revés, su inconsistencia.29

29 Nicolás Sánchez Albornoz: La población de América Latina. Desde los tiempos precolombinos al año 2025, Alianza Universidad, Madrid,

En relación con la población hispánica, la información acerca de la procedencia que aparece en los archivos parroquiales es muy heterogénea, pues se encuentra registrada por la villa, comarca, pueblo, ciudad, principado o arzobispado, de modo que es necesario cotejar un gran volumen de información para abarcar tanto las regiones históricas como las etnográficas y lingüísticas, hasta inferir, según la naturalidad del residente, su pertenencia étnica. Al propio tiempo, la comparación de la información de archivos con la censal y otros trabajos al respecto, posibilita valorar cambios cualitativos y cuantitativos en los procesos migratorios, así como determinar que el mayor peso de la inmigración hispánica, tanto respecto de sí misma como del total de la población de Cuba, no fue durante la época colonial, sino en las tres primeras décadas del siglo xx.

En el caso específico de la población esclavizada de procedencia africana, los archivos parroquiales permiten corroborar que la inmensa mayoría de la población censada durante la época colonial como “negra” (más de 90 %) era esclava y africana.30 Por ello, aparece regularmente la denominación genérica o metaétnica del individuo. Opuestamente, la inmensa mayoría de la población censada como “mulata” era libre y nacida en Cuba. Ello también se comprueba a través de la composición sexual de la población según el color de la piel, ya que mientras la población catalogada como “blanca” o “negra” presenta mayores índices de masculinidad, la población “mulata” es muy equilibrada en todos los censos.

30 Los trabajos de Rafael L. López Valdés caracterizan los “Problemas para el estudio de los componentes africanos en la historia étnica de Cuba”, en Componentes africanos en el etnos cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985, pp. 74-105.

En sentido contrario, tanto la población negra, libre y nacida en Cuba, como la mulata, esclava y africana, no poseen una significación estadística estimable como para refutar la tendencia principal. Al contrario, permite confirmar que el punto culminante de la entrada de africanos a Cuba se efectuó durante la primera mitad del siglo xix, y que este flujo tiende a declinar paulatinamente, hasta su virtual desaparición, tras la abolición de la esclavitud. Por ello, y por otros estudios más exhaustivos de los procesos transculturales, la inmensa mayoría de las manifestaciones culturales en el siglo xx que han sido calificadas superficialmente como “africanas” u operativamente “afrocubanas”, según su procedencia, son esencialmente cubanas, pues sus portadores y transmisores fundamentales son personas nacidas y formadas en Cuba y descendientes por varias generaciones de individuos culturalmente condicionados por el contexto nacional, con independencia del grado de melanina en piel.

Es posible realizar el análisis de otros poblamientos desde América, Europa y Asia mediante la información censal existente, así como compararlos con los resultados de otras investigaciones demográficas y etnológicas.

Finalmente, para el poblamiento cubano, como resultante histórica de las anteriores formas de asentamiento —aunque la información censal permite su reconstrucción desde mediados del siglo xix (1861)—, los datos que se obtienen de los diferentes archivos parroquiales posibilitan medir su alta significación (primero como población criolla) desde la etapa anterior al primer censo efectuado en Cuba (1774) hasta el proceso formativo de la nación cubana. Todo ello hace posible una nueva lectura del poblamiento de Cuba desde sus componentes étnicos originarios hasta la población cubana contemporánea.

 

La costumbre de cuabear como forma particular de capturar peces y crustáceos con un trozo de cuaba46 encendida y el empleo del guamo o cobo como medio de comunicación fueron asimilados y empleados principalmente en el medio rural.

46 Aunque hay varias especies del género Amyris, la que arde muy bien es la cuaba blanca (Amyris balsamifera Lin). [Juan Tomás Roig: Diccionario Botánico de nombres vulgares cubanos, Editorial del Consejo nacional de Universidad, La Habana, 1965].

La tradición de lucha de los primeros pobladores, siglos antes de la toma de conciencia de la nacionalidad, se remonta a los aborígenes cimarrones, quienes durante décadas (1524-1544) mantuvieron la resistencia contra los conquistadores, que fue legada a los africanos y demás descendientes.47

47 Jesús Guarche: “Presencia aborigen en la etnogénesis cubana”, en Revista Cubana de Ciencias Sociales, La Habana, año X, no. 27, enero-junio de 1992, pp. 123-130.

Los elementos aborígenes en la génesis de la cultura cubana y en la formación inicial de su población poseen un singular significado para el estudio etnodemográfico de Cuba. Esta antigua herencia cultural ya forma parte de la vida habitual de los cubanos, aunque no siempre se tenga plena conciencia de todos sus detalles.










Actualmente los residentes hispánicos en Cuba se agrupan en la Federación de Sociedades Españolas de Cuba, la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba y la Agrupación de Sociedades Castellanas de Cuba, la Federación de Sociedades Gallegas y sus Descendientes, y la Asociación Canaria de Cuba Leonor Pérez Cabrera, junto con otras asociaciones de beneficencia independientes (Andaluza, Aragonesa, Asturiana, Catalana, Gallega, Naturales de Ortigueira, Montañesa y Vasco-Navarra), aunque sus miembros, e incluso sus asociaciones, participan indistintamente de una u otra federación, y la mayoría está integrada por descendientes cubanos.

Sin embargo, históricamente, el poblamiento hispánico de Cuba ha tendido a decrecer en la medida en que el etnos y la cultura cubanos se desarrollan y consolidan, pero este ha constituido uno de los pilares básicos para la formación de la población cubana actual.











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No obstante ello, la presencia china en la cultura nacional ha sido muy diversa, detectable en sus áreas específicas de mayor asentamiento. Las tradiciones culinarias, o determinados influjos en la flora y su cultivo, el actual proceso de revitalización y ambientación de sus tradiciones más características, a través de la restauración de algunas obras y zonas del antiguo Barrio Chino de La Habana, permiten preservar viva esta milenaria herencia cultural.

















De los 77 municipios que poseen las siete provincias más al este de Cuba: Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Granma, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo, el 68,83 % de ellos tiene —según el censo de 1981— un índice de migración interna neta negativa; de modo que la más reciente migración de las áreas rurales a las urbanas, especialmente a las capitales de provincias, y de estas a la capital del país, se ha observado como corriente de los dos últimos decenios, aunque este proceso debe tender a disminuir a partir de la aplicación exitosa del Plan Turquino, encaminado al desarrollo económico y social de las áreas montañosas y de difícil acceso. Paralelamente, la recuperación económica del país y su necesario reflejo en la calidad de vida de la población deben reducir también los impactos de las corrientes migratorias internas.

Sin embargo, más que en los inmigrantes del Caribe insular —cuya inmensa mayoría está compuesta por adultos y ancianos— la movilidad se aprecia en sus descendientes, ya que el éxodo principal ha sido de jóvenes entre 10 y 39 años. Esto, sin dudas, ha tendido a la difusión del legado cultural del Caribe insular en otros lugares del país, pero a través de nuevos portadores, es decir, de sus hijos y nietos cubanos.

La presencia de antillanos en el área oriental de Cuba tiende a reducirse por las razones expuestas, y al propio tiempo, sus manifestaciones culturales se fusionan cada vez más con las expresiones locales de la cultura cubana, como parte de un proceso de desarrollo característico de los vínculos etnohistóricos de los pueblos del Caribe.











A diferencia de sus padres, que tratan de conservar la endogamia étnica y fenotípica, los descendientes de japoneses nacidos en Cuba comienzan a formar parte de matrimonios mixtos y de ese modo se intensifican las relaciones familiares y socioculturales con el resto de la población cubana de la zona.

Aunque los viejos residentes japoneses llegan a conservar muchas tradiciones culturales, como la fiesta del día de los difuntos, que culmina el 15 de agosto con la música y el baile bon odori, algunos componentes de la dieta básica como el arroz, el té, los vegetales y el modo de preparar las carnes —así como determinados elementos de la decoración interior de las viviendas— sus descendientes inmediatos, en cambio, han asimilado y transmitido múltiples hábitos y costumbres del contexto sociocultural cubano. Esto, a partir del aprendizaje y uso del español como lengua común y del acceso cotidiano al conjunto de actividades educacionales, laborales y recreativas del país.

El cese de la inmigración japonesa también contribuye a la aceleración de una asimilación étnica natural que se evidencia en la tercera generación (los nietos), con independencia de la conservación de muchos rasgos antropológicos.

Con motivo del centenario del inicio de las relaciones diplomáticas entre la República de Cuba y Japón, en el año 2002 la Fundación Fernando Ortiz publicó un libro36 y un plegable cartográfico37 sobre la presencia japonesa en Cuba.

36 Ver Rolando Álvarez y Marta Guzmán: Japoneses en Cuba, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2002.

37 Rolando Álvarez, et al.: Presencia japonesa en Cuba, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2002.

Los hindúes llegaron a Cuba durante los tres primeros decenios del siglo xx, como parte de un tráfico iniciado hacia el Caribe por el Océano Índico, y controlado por Inglaterra desde mediados del siglo xix, en condiciones semejantes al del culí chino.

Inicialmente el contratista en la India pagaba el viaje hasta Jamaica y el contratado estaba obligado a retribuir el importe del pasaje trabajando en el cultivo del plátano, los hombres durante 5 años y las mujeres durante 3. De ahí una parte pasa a Cuba en el contexto general del proceso inmigratorio desde el Caribe insular, aunque su peso cuantitativo es mucho menor.

La ocupación a la cual se destinaban los hindúes era el cultivo y corte de la caña de azúcar, al igual que el resto de los braceros antillanos. Sin embargo, en virtud de conocer el inglés, gozaban de una ventajosa posición en los centrales de propiedad [estadounidense]. De este modo, algunos pasaron a ocuparse de otras tareas, tales como capataces en los bateyes y colonias.38

38 Rafael López Valdés: “La inmigración indostana a Cuba y sus antecedentes en las Antillas”, en revista Santiago, Santiago de Cuba, no. 25, marzo de 1977, p. 167.

La mayoría de los inmigrantes hindúes eran campesinos pobres provenientes del Hindustán, de la llanura atravesada por el río Ganges. De acuerdo con los datos aportados por un trabajo de campo, entre 1905 y 1906 entraron en Cuba unos 200 hindúes ilegalmente desde Jamaica y se asentaron de manera dispersa en el valle de Guantánamo. Por el año 1915, en varios centrales de la zona había trabajadores hindúes: Soledad, Esperanza, Santa Cecilia, Los Caños, Santa Isabel y Romelié. Hacia 1925 nuevos grupos se establecieron en el central Ermita (hoy Costa Rica). Su monto total se estima en unos 2 000.39

39 Ibídem, pp. 168-169.

Esta pequeña población, como la colonia de Ermita, se caracterizó por su vestimenta, el régimen y hábitos alimentarios, las costumbres matrimoniales, sus creencias religiosas, así como el trato interpersonal e intergeneracional. Sin embargo, la costumbre de cremar a sus muertos y esparcir sus cenizas es transformada por la tradición occidental del enterramiento. El vestuario es cambiado por sus descendientes los cuales se cortan el pelo y abandonan el turbante. Ellos también rompen con los tabúes alimentarios de la carne de res y reemplazan el hábito de consumir los alimentos con las manos por el empleo de cubiertos, junto con la incorporación de platos cubanos.40

40 Jaime Sarusky: “La comunidad hindú en Cuba”, en Bohemia, La Habana, año 68, no. 11, 11 de junio de 1976, p. 9.

El desbalance en la composición por sexo y la procedencia territorial y social, troncha la estructura matrimonial de castas y propicia la unión de parejas mixtas.

Con la crisis económica de la década del 30 del siglo pasado, muchos regresan a sus lugares de origen, principalmente a Jamaica, donde el asentamiento hindú ha sido mucho mayor, y los que permanecieron no llegaron a formar comunidades como otros inmigrantes del Caribe insular o los japoneses, sino que se encuentran dispersos en diferentes lugares. Por ello el proceso de asimilación fue mucho más acelerado.

Los otros componentes étnicos del poblamiento de Cuba tienen un carácter sumamente heterogéneo, pero desde el punto de vista cuantitativo su peso específico global o por separado ha sido poco significativo en relación con los procesos inmigratorios señalados antes e incomparablemente menores respecto de la población nacida en Cuba que veremos a continuación.
















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Conclusiones

El enfoque etnodemográfico del proceso de formación y consolidación de la nación cubana, desde el siglo xvi hasta el presente, permite arribar a las siguientes consideraciones finales:

1. Los componentes étnicos aruacos desempeñaron un papel fundamental en las primeras relaciones socioculturales establecidas con los inmigrantes hispánicos y africanos durante el proceso temprano de transmisión de acciones y valores adquiridos a través de una permanencia prolongada en el medio cubano. A pesar de su virtual extinción poblacional como resultado de las matanzas, hambrunas, enfermedades, suicidios y matrimonios mixtos tendentes a la asimilación, diversos componentes de su lengua y cultura tradicionales —transformada durante decenas de generaciones— forman parte activa y habitual del acervo cultural de la nación cubana.

2. Los componentes étnicos hispánicos fueron decisivos en la estructuración territorial, económica, socioclasista y etnocultural de la Isla durante cuatro siglos y medio, lo que condicionó un conjunto muy matizado y diverso de formas y medios de dominación a través de un Estado colonial. Estos múltiples componentes étnicos, con predominio español mediterráneo en las ciudades, y canario en las zonas rurales, tendieron a propiciar un intenso y creciente mestizaje intercultural, tanto interétnico (hispánicos de diversa pertenencia étnica mezclados entre sí y con personas nacidas en Cuba) como biológico (europeoides leucodermos mediterráneos y negroides melanodermos subsaharianos, y sus descendientes de los más variados matices y biotipos), lo que generó la formación de una nueva entidad étnica. La posterior formación (desde 1840 al presente), expansión y desarrollo de las asociaciones hispánicas en Cuba, en tanto reflejo de la crisis y pérdida del poder colonial, es al mismo tiempo resultado del incremento de la inmigración hispánica (predominio gallego, asturiano y canario) durante los primeros treinta años de la República neocolonial. Estas asociaciones se conservan hoy día integradas y dirigidas mayoritariamente por descendientes cubanos por una o varias generaciones.

3. Los componentes étnicos africanos, debido a las variaciones espacio-temporales de los puntos de embarque en África y a las condiciones inhumanas de la trata esclavista, estuvieron representados por cientos de componentes multiétnicos con predominio de los pueblos bantú y kwa hablantes. Las condiciones de trabajo impuestas, tanto en la plantación rural como en las ciudades, también propiciaron un intenso y complejo mestizaje interétnico (africanos de diversa pertenencia étnica) y biológico (especialmente mujeres negroides y sus descendientes mulatas con hombres europeoides y sus descendientes), que ha sido decisivo en la formación de una población cubana negra y mulata no dependiente de las migraciones externas. Las asociaciones de personas negras y mulatas (denominadas “de color”) representaron una de las vías, junto con el movimiento obrero y la intelectualidad progresista, de luchar contra el racismo heredado de la etapa colonial y recrudecido durante la primera mitad del siglo xx.

4. Los componentes étnicos chinos —que junto con los componentes étnicos hispánicos y africanos tendieron a asentarse hacia la mitad oeste de la Isla en más del 70 %—, debido al muy alto índice de masculinidad se vieron obligados a efectuar matrimonios mixtos con mujeres negroides y europeoides o sus descendientes mulatas nacidas en Cuba. De estos componentes étnicos, los chinos procedentes del área meridional del continente asiático formaron varios tipos de asociaciones que recontextualizaron en el medio cubano sus nuevas relaciones socioeconómicas a pesar de los brotes de xenofobia en variados sectores sociales durante los primeros 30 años de la república neocolonial. Actualmente los chinos en Cuba han logrado una organización social de tipo nacional con un contenido más abierto a la participación de descendientes por las vías patrilineal y matrilineal.

5. Los componentes étnicos del Caribe insular, asentados principalmente en la mitad oriental de la Isla, estuvieron mayoritariamente representados por haitianos y jamaicanos, quienes lejos de mezclarse entre ellos, debido a sus marcadas diferencias socio-ocupacionales y etnolingüísticas, tendieron a agruparse en pequeñas comunidades (bateyes de haitianos y barrios o zonas de jamaicanos o de antillanos anglohablantes), y a partir de estos asentamientos se producen diversos matrimonios mixtos con la población cubana local.

6. De los otros grupos étnicos de América continental, Europa y Asia fueron sin duda los norteamericanos quienes durante la primera mitad del siglo xx se apropiaron de las principales tierras fértiles, la industria, el comercio exterior, las comunicaciones, los bancos y los servicios, no solo mediante varios tipos de asentamientos (urbanos, azucareros, mineros, portuarios y agrícolas) sino principalmente por las compañías transnacionales, que desempeñaron un papel decisivo en la vida económica y política. No obstante su reducido monto demográfico, este grupo permanece cerrado a los contactos interculturales directos a través de las relaciones matrimoniales, y ejerce en cambio una gran influencia de su modo de vida a través de los medios de comunicación masiva y de la tecnología. Los otros grupos de Latinoamérica continental (mayoritariamente mexicanos y venezolanos), de Europa (franceses, ingleses, italianos, alemanes y otros de Europa oriental) y de Asia (árabes, sirios, turcos, libaneses, palestinos, iraquíes, hebreos, japoneses, coreanos e hindúes, entre otros), aunque son muy poco numerosos, se dedican fundamentalmente a labores comerciales, agrícolas, y en menor medida, científicas.

7. El etnos-nación cubano es el resultado histórico-cultural y poblacional de los conglomerados multiétnicos hispánico, africano, asiático y antillano principalmente, que se fusionan de manera compleja y disímil desde el siglo xvi hasta crear una entidad étnica nueva basada en la formación de una población endógena con capacidad reproductiva propia, no dependiente de las corrientes inmigratorias externas que le dan origen. En su decursar histórico posee las características siguientes.

a) Esta entidad étnica pasa a ser mayoritaria en Cuba desde la segunda mitad del siglo xix, período en que se consolida una autoconciencia étnica nacional, que culmina con el enfrentamiento bélico contra la dominación española durante 1868-1878 (de carácter antiesclavista y anticolonial) y 1895-1898 (de carácter independentista).

b) Durante la etapa neocolonial republicana (1902-1958) los principales movimientos sociales (obrero, campesino, estudiantil, femenino, intelectual) de contenido democrático y antimperialista están principalmente integrados por cubanos pertenecientes a diversas clases y capas sociales, que también posibilitan la participación de representantes de otros grupos étnicos en defensa de sus derechos laborales y socioculturales.

c) Desde 1959 hasta el presente, con la disminución de las migraciones externas de asentamiento definitivo y la diversificación de las migraciones internas, el etnos cubano tiende a elevar su monto demográfico hasta ocupar más del 98 % de la población del país. Se logra rebasar la histórica barrera institucional del racismo contra la población negra y mulata (aunque luego perduren formas multidireccionales más sutiles de racismo a través del prejuicio u otros modos de discriminación en las relaciones interpersonales, familiares y sociales). Tiende a consolidarse (pese a las diversas formas de bloqueo externo1 e interno)2 una nación uniétnica y humanamente polimórfica en la que los otros grupos étnicos no autóctonos poseen derechos civiles semejantes a los del resto de la población.

1 Las diversas formas de bloqueo externo son harto conocidas y denunciadas en múltiples foros internacionales. Desde el bloqueo económico, las agresiones biológicas y las presiones diplomáticas a terceros países por el gobierno estadounidense, hasta las nuevas formas de bloqueo por los países ex “socialistas“ de Europa oriental, que han provocado el desabastecimiento. (Ver como información actualizada al respecto en Internet: www.cubavsbloqueo.cu)

2 El reconocimiento de diversas formas de bloqueo interno ameritan una desapasionada reflexión crítica. La incompetencia, la negligencia, la burocracia y variadas expresiones de corrupción en la gestión administrativa, han sido impedimentos para el desarrollo global de la nación. En el Informe Central al Tercer Congreso del PCC se identifican y describen varias decenas de deficiencias de alcance nacional cuyas soluciones no siempre dependían ni del bloqueo estadounidense, ni de la existencia del llamado “campo socialista“, sino de la capacidad interna para el autodesarrollo. (Ver Jesús Guanche: “Nuevos contrapunteos cubanos 40 años después”, en Torre de los Lujanes (de la Real Sociedad Económica Matritense), Madrid, 2000, no. 42, pp. 169-184; y en www.crim.unam.mx/Cultura/ponencias/1CultDesa/CDIDE04.htm y http://art.supereva.it/cubania/nuevos_contrapunteos.html).