LA IGLESIA
COMO GRUPO
Claves para el análisis de
la congregación cristiana
desde sus fenómenos grupales
Félix Ángel Palacios
El Grupo de Psicólogos Evangélicos (GPE) es un grupo de cristianos evangélicos interdenominacional. La diversidad nos anima a comprometernos cada día más en la defensa de la unidad en Cristo. Buscamos crear un espacio de intercambio de ideas, de experiencias, de proyectos, de preocupaciones, en todo aquello que tiene que ver con lo psicológico y siempre desde la perspectiva de la fe cristiana. Además, nos interesa poder ser una voz reconocida en la sociedad en cualquier temática en la que, como psicólogos evangélicos, creamos que podemos y debemos ofrecer nuestra postura, para conocimiento y beneficio de los que nos oigan. Nuestro objetivo también es ser de utilidad y bendición a todos aquellos que requieran nuestra intervención o servicios. Esta demanda puede ser personal, por ejemplo, consulta profesional; o de algún colectivo, por ejemplo, charlas, conferencias, seminarios etc. para alguna iglesia, grupo de jóvenes o semejantes.
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La Unión de Médicos Evangélicos (UME) es una asociación de médicos cristianos que tiene como objetivo formar a sus miembros en el Evangelio para poder practicarlo y presentarlo fielmente, ofrecer a los pacientes un trato integral que incluya lo físico, lo psíquico y lo espiritual y, asimismo, preparar a sus integrantes para que a través de su trabajo profesional, pacientes y compañeros puedan conocer a Cristo.
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Enfermería Cristiana es un grupo de enfermeros cristianas que entienden que su trabajo es su campo de misión. Mantienen relación con otros grupos de enfermeros por todo el mundo para orar, apoyarse mutuamente y aprender juntos. Además, entienden que sus conocimientos no solo se ciñen al ámbito estrictamente profesional, sino que apelan a la transformación social y eclesial.
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La iglesia como grupo
Claves para el análisis de la congregación cristiana desde sus fenómenos grupales
© 2017 Félix Ángel Palacios
© Publicaciones Andamio, 2017
1ª edición marzo 2017
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores.
Diseño de cubierta: Jonatán Burgazzoli
Diseño interior y formato ebook: Sonia Martínez
Depósito legal: B. 3465-2016
ISBN: 978-84-946830-5-3
Impreso en Ulzama
Impreso en España
Agradecimientos
Doy las gracias al matrimonio Rodrigo, por sugerirme plasmar por escrito los aspectos grupales que afectan al desarrollo y ministerio del siervo de Dios.
Mi gratitud a los compañeros del Centro de Atención en Toxicomanías de la Cruz Roja de Burgos, con quienes trabajé en equipo, me formé y aprendí que es posible crecer y disfrutar en un entorno laboral particularmente duro.
También a mis pacientes, a los atendidos en este servicio público y a los de la consulta privada. Todos ellos me enseñaron cosas asombrosas sobre el funcionamiento del alma humana y a ser mejor persona.
Y gracias a Paz, mi valiente esposa, la suave mano de Dios sobre mi vida, especialmente durante los largos y difíciles meses en los que se fue gestando este libro hasta salir a la luz.
Índice
Agradecimientos
Índice
Prólogo
Introducción
Parte primera - El diseño grupal de la iglesia
CAPÍTULO I - La naturaleza del grupo eclesial
La congregación cristiana, un grupo de diseño divino
Lo humano y lo divino en la iglesia
CAPÍTULO II - La iglesia como sociedad
El instinto social y la necesidad vital de los otros
Normas, apariencia y realidad
La iglesia como representación de la realidad social en la que vive
La sociedad enferma
Instituciones locas
1-Pérdida del sentido común y la objetividad
2-Cuestionamiento y muerte profesional
3-Pensar y crecer en la institución
La dependencia social
CAPÍTULO III - Los cinco conflictos básicos
El origen del conflicto
1-El conflicto entre el principio del placer y el principio de la realidad
La explicación psicodinámica
En la iglesia
2-El conflicto con la autoridad
En la iglesia
3-El conflicto con la dependencia
En la iglesia
4-El conflicto con el cambio
En la iglesia
5-El conflicto con la inmersión
En la iglesia
CAPÍTULO IV - Foulkes: enfermar y sanar en grupo
La red grupal
La matriz grupal
La red y la matriz grupal en la iglesia
CAPÍTULO V - Lewin y su topología aplicada a la iglesia
El espacio o campo vital
Los cambios en el espacio vital
La ahistoria del grupo
Tensiones, vectores y valencias en el grupo
Cohesión y destrucción del grupo
Participación y atmósfera grupal
En la iglesia
La tentación del liderazgo perpetuo
Los roles en el grupo
El tiempo terapéutico en el grupo
CAPÍTULO VI - Los dos grupos de Bion, las dos iglesias
El grupo de trabajo
Su objetividad
La mentalidad que aglutina al grupo de trabajo
El grupo de trabajo en la iglesia
El grupo de los supuestos básicos
Qué son los supuestos básicos
1-El grupo de la dependencia
La intención
Los sentimientos
Las causas
El líder elegido
2-El grupo de emparejamiento o del binomio mágico
La magia de la pareja
Los sentimientos
Las causas
El líder elegido
3-El grupo de ataque-fuga
La intención
Los sentimientos
Las causas
El líder elegido
Resumen de los dos grupos de Bion
Algo más sobre los dos grupos de Bion
El primitivismo común de los supuestos básicos
Lo refractario de los supuestos básicos
La influencia de los supuestos básicos en el grupo de trabajo
El conductor
CAPÍTULO VII - La iglesia como grupo terapéutico (I)
O terapéutica o insana, no hay término medio
Salvación y sanidad
Algunas afinidades entre la iglesia y el grupo de psicoterapia
El poder curativo del grupo
La introspección en la iglesia
El aquí y el ahora en el grupo
No hay dos iglesias iguales
CAPÍTULO VIII - La iglesia como grupo terapéutico (II)
Resistencias y defensas
Las resistencias en la iglesia
Resistencias en el plano horizontal
Resistencias en el plano vertical
La resistencia a la comunicación
Los mecanismos de defensa
1-La represión, esconder la basura bajo la alfombra
2-La regresión, volver a tiempos más felices
3-La escisión o disociación, el escotoma visual
4-La idealización, ángel o demonio
5-La proyección, el ventrílocuo
6-La introyección, atribuirse lo de otro
7-La negación, no darse por aludido
8-El aislamiento, el cirujano plástico
9-El desplazamiento, disparar al que no es
10-La intelectualización, pensar para no sentir
11-La racionalización, el no a la culpa
12-La somatización, quejarse a través del cuerpo
Sepa reconocer estos y otros mecanismos
Algunos mecanismos de defensa específicos del grupo
1-La teorización
2- El subagrupamiento
3-El aislamiento dentro del grupo
4-Los silencios
5-La conversación banal
6-El chivo expiatorio
7-El terapeuta auxiliar
8-El acting-out o actuación hacia fuera
9-La comunicación radial
CAPÍTULO IX - La iglesia como grupo terapéutico (III)
Transferencias y contratransferencias
Qué es la transferencia
Qué es la contratransferencia
Transferencias y contratransferencias en la iglesia
CAPÍTULO X - La iglesia como grupo terapéutico (IV)
Otros fenómenos específicos del grupo terapéutico
1-La socialización
2-Las reacciones en espejo
3-El condensador o portavoz del grupo
4-La universalización
Tensión grupal y manipulación
La meseta del grupo
CAPÍTULO XI - La iglesia como grupo terapéutico (y V)
Terapéutica sí, pero con límites
La importancia de empezar y terminar bien
La megalomanía de los inicios
Los finales en el grupo
CAPÍTULO XII - La iglesia ofrece estructura (I)
La iglesia como estructura sustitutoria
El yo sustitutorio
Los donantes de yo en la iglesia
CAPÍTULO XIII - La iglesia ofrece estructura (II)
La iglesia como estructura de comunicación
Verticalidad y horizontalidad de la comunicación
La iglesia como escuela de comunicación
Comunicación y koinonía
El imprescindible grupo, la imprescindible koinonía
La lucha grupal por la koinonía
Otros aspectos de la comunicación
1-Patrones de incomunicación heredados
2-Las tres esferas de la comunicación
3-Comunicación paraverbal
El encuadre: un momento y un lugar para comunicarse
Al pan, pan
El lugar, único y propio
El tiempo, lo más valioso que podemos dar
Un grupo para cada necesidad
1-Según sus objetivos
2-Según su nacimiento
3-Según el número de participantes
4-Según la edad y el sexo
5-Según la entrada y salida de sus miembros
6-Según la selección de sus integrantes
7-Según su carácter y objetivos
8-Según el tipo de conducción del grupo
9-Según la técnica utilizada
10-Según cómo se hace la psicoterapia
En resumen
CAPÍTULO XIV - La iglesia ofrece estructura (III)
La iglesia como estructura de cambio
El rechazo instintivo al aprendizaje por la experiencia
Teoría y aprendizaje vital
El proceso terapéutico como proceso vital en espiral
El valor de las crisis
CAPÍTULO XV - La iglesia ofrece estructura (IV)
La iglesia como estructura de contención
Fantasía, deseo legítimo y fe
La fantasía
El deseo legítimo
La fe
Los dos grupos de la fe
CAPÍTULO XVI - La iglesia ofrece estructura (V)
La iglesia como estructura de reflexión y verdad
El precio de conquistar la verdad
Una estructura comprometida con la verdad
Experimentar la verdad
La verdad que envanece
CAPÍTULO XVII - La iglesia ofrece estructura (y VI)
La iglesia como estructura de amistad y protección
Los efectos de una estructura fraternal
Protección maternal en el grupo
El peligro de una estructura maternal
Parte segunda - El pastor y su equipo
CAPÍTULO XVIII - El pastor y su equipo desde la óptica grupal
El pastoreo, un oficio muy extendido
¿Conductor o líder?
Significados diferentes
Moisés como ejemplo
El director de orquesta
Conductores con funciones bien delimitadas
CAPÍTULO XIX - Las tres formas de abordar un grupo: el conductor como fenómeno preliminar
Lo que es el grupo para el conductor
1-El tratamiento “en” el grupo de Slavson
En la iglesia
La cara y la cruz del pastor slavsoniano
La congregación slavsoniana y sus tres hándicaps
2-El tratamiento “del” grupo de Bion
En la iglesia
Los pros y los contras del pastor bioniano
La congregación bioniana
3-El tratamiento “por” el grupo de Foulkes
Motores de su propio cambio
El trastorno se encuentra en la red
La comunicación
Sin guion
En la iglesia
Conclusión
CAPÍTULO XX - El asombroso experimento de Lewin: las tres metamorfosis del grupo
Lo que es el conductor para el grupo
1-El líder autoritario de Lewin
2-El líder liberal tipo laissez-faire de Lewin
3-El líder democrático de Lewin
La aplicación a la congregación cristiana
1-El pastor autoritario y su iglesia
2-El pastor permisivo y su iglesia
3-El pastor terapéutico y su iglesia
CAPÍTULO XXI - El conductor terapéutico (I)
Condiciones para trabajar con material humano
1-Capacidad para manejarse sobre terrenos peligrosos
2-Capacidad para frustrar terapéuticamente
3-Capacidad para entender cómo se gesta el dolor
4-Capacidad para considerarse de la misma pasta
5-Capacidad para la escucha terapéutica
6-Capacidad para crecer en este trabajo
CAPÍTULO XXII - El conductor terapéutico (II)
El vínculo de confianza
Asumiendo las transferencias
La distancia terapéutica
Distancia con cercanía pero también con prevención
¿De usted o de tú?
CAPÍTULO XXIII - El conductor terapéutico (III)
El compromiso con la verdad
Ninguna mentira procede de la verdad
Verdad y espontaneidad
Verdad y comunicación
Comunicaciones anómalas
El dolor de la coherencia
CAPÍTULO XXIV - El conductor terapéutico (y IV)
Al frente y al cabo del grupo
Los fenómenos grupales activos en la iglesia
1-Los procesos grupales en curso
2-El conflicto individual de cada uno
3-La experiencia infantil
4-La experiencia en la vida fuera del grupo
5-Atención a los fenómenos latentes
Servicio y sometimiento
Las cuatro formas de someterse
Sometimiento y servilismo en la iglesia
Administración y anotaciones
El cuaderno de anotaciones
CAPÍTULO XXV - La patología pastoral (I)
El alto riesgo de este trabajo
El fenómeno del burnout o del profesional quemado
El burnout en la iglesia: el pastor quemado
Condiciones previas insoslayables
1-La formación teórica
2-Una situación interna saneada
3-El respaldo del equipo
CAPÍTULO XXVI - La patología pastoral (y II)
El pastor y su contexto
Los contextos patógenos
La iglesia y sus fenómenos grupales patógenos
La iglesia y el germen de la destrucción
La iglesia y sus puertas abiertas como factor de riesgo
CAPÍTULO XXVII - El equipo pastoral (I)
Una experiencia personal de equipo
La necesidad de contar con un equipo
1-Un equipo para integrar lo parcial
2-Un equipo para ser rescatado a tiempo
3-Un equipo para protegerse
4-Un equipo para crecer
CAPÍTULO XXVIII - El equipo pastoral (II)
La selección de los miembros del equipo pastoral
1-Mentalidad multidisciplinar
2-Capacidad para el funcionamiento grupal
3-Introspección y expectativas de cambio
4-Motivación
5-Equilibrio interno
6-Oído psicológico
7-Vis terapéutica
Resumen: perfil y contraperfil del candidato
El perfil idóneo
El perfil excluyente
CAPÍTULO XXIX - El equipo pastoral (y III)
El funcionamiento interno del equipo pastoral
1-Atención a las circunstancias personales
2-Espacios de metabolización y revelación
3-La coreografía es importante
4-Delimitación de roles
5-Atención a los sensores cualificados
La supervisión
Epílogo
Prólogo
El cristianismo es una fe para vivir en grupo, no en solitario. Ahí radica una de las características más distintivas de la fe cristiana: su dimensión comunitaria. El énfasis en el nosotros, el cuerpo, la ecclesia o asamblea es constante en el Nuevo Testamento. Hasta tal punto es así que la vida cristiana es inconcebible separada de la comunión cristiana. La primera frase del Padrenuestro constituye un excelente recordatorio de esta realidad: Dios es Padre nuestro, no solo mío. No debe ser casualidad que la oración modelo de Jesús empiece apuntando al carácter grupal de la vivencia cristiana.
La comunidad es una fuente de bendición y de alegría como exclama gozoso el salmista: “Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía” (Salmo 133: 1). Sin embargo, con demasiada frecuencia es también el escenario de “celos y disensiones” (1 Corintios, 3: 3), “contiendas y divisiones” (1 Corintios, 1: 11). Fue así en la Iglesia Primitiva y sigue siendo así hoy. ¿Por qué las iglesias locales se ven envueltas tantas veces en tensiones que se alargan de forma incomprensible? La Iglesia es ya un pueblo redimido, pero todavía no es un grupo humano perfecto. Es la tensión propia del reino de Dios que ya se ha manifestado, pero todavía no se ha completado. Por ello, mientras aguardamos el “día de Jesucristo cuando esta obra será perfeccionada” (Filipenses, 1: 6), estamos expuestos a los conflictos propios de todo grupo humano. El grupo es una fuente de felicidad y de amargura a la vez porque en las relaciones se manifiesta en grado máximo la ambivalencia del corazón humano: su potencial para el bien y su potencial para el conflicto y la división.
Muchos de estos problemas nacen de cuestiones espirituales, la inmadurez o carnalidad tan bien plasmada por el apóstol Pablo en sus epístolas; pero también pueden originarse en conflictos emocionales no resueltos, problemas enquistados en la personalidad, rasgos del temperamento o en traumas de nuestra biografía. Estos asuntos pueden bloquear y alterar las relaciones de grupo perpetuando ambientes insanos donde el conflicto predomina sobre la armonía. Son dinámicas tóxicas que requieren un tratamiento adecuado. Ayudar al pastor a entender y resolver el origen psicológico en los conflictos de grupo que surgen en la iglesia constituye el propósito central de este libro. En este sentido es un libro inédito y singular.
La meta queda clara desde el principio así como también las credenciales del autor para abordar un tema delicado. Nada mejor que sus propias palabras: “Este análisis de la iglesia local no lo hago desde lo teológico (no me atrevería a ello pues no soy teólogo) ni desde lo pastoral (tampoco soy pastor), sino desde lo estrictamente grupal, y pretendo con ello abordar algunos de los principales fenómenos que se desarrollan en su seno para bien y para mal, fenómenos comunes a todos los grupos humanos por el simple hecho de ser grupos y ser humanos… Es esta responsabilidad con el pueblo de Dios la que me lleva a compartir con usted las reflexiones que he venido engranando a lo largo de mi vida profesional como médico y psicoterapeuta grupo-analítico, engastadas en los cuarenta años de vida como cristiano evangélico”.
La iglesia como grupo. Claves para el análisis de la congregación cristiana desde sus fenómenos grupales es una obra amplia, casi diría exhaustiva, sólida y profunda. Como comunidad evangélica nos sentimos honrados con una aportación de este calibre intelectual. Conozco a muy pocos autores que hayan escrito desde un trasfondo psicoanalítico grupal y cristiano a la vez con la autoridad y la claridad de Félix Ángel Palacios. Esta profundidad, sin embargo, no está reñida con un lenguaje comprensible y siempre sugerente. Este es uno de los aspectos que, a mi juicio, el lector apreciará más en esta obra: las ideas vertidas son un punto de partida para la reflexión, no la conclusión final. Está escrita con tanta sabiduría como humildad, con respeto y buscando siempre la “edificación”, ¡aunque para ello a veces haya que hacer reformas importantes!
Destacable me parece también cómo el autor aúna el rigor científico y profesional con la perspectiva bíblica. Palacios analiza la vida grupal de la iglesia no solo con los ojos de un grupoanalista, sino también con los ojos de la fe bien fijos en la Biblia, nuestro marco de referencia último en toda cuestión de vida. Estamos, por tanto, ante una obra que entra de lleno en el enfoque o escuela integracional, un acercamiento a los grandes temas de la psicología guiado por “luz y la verdad” de las Escrituras (Salmo 43: 3).
Por último, creo obligado compartir con el lector unas pinceladas sobre la persona que hay detrás de esta obra. Conocí al autor en un ya lejano otoño de 1983 durante un campamento de estudiantes de GBU (Grupos Bíblicos Universitarios) en Villaescusa, Zamora. Yo iba a predicar sobre el libro de Jeremías y pedí voluntarios para confeccionar un póster con el lema del encuentro: “Mas el Señor está conmigo como poderoso gigante” (Jeremías, 20: 11). Con un papel muy rudimentario, Félix y otro estudiante confeccionaron un póster enorme con tanta destreza como belleza. Desde entonces, la persona de Félix ha quedado asociada en mi recuerdo a este inspirador versículo que él mismo ha hecho realidad en su vida.
Pronto me di cuenta de que Félix Ángel Palacios era un hombre inteligente y sensible. Esta combinación le ha permitido ahondar con maestría en el tema que nos atañe. Por lo demás, su capacidad de observación –rasgo propio de los grandes clínicos–, su experiencia profesional y su vivencia como creyente probado en el horno de fuego del dolor y la enfermedad propios configuran un trasfondo fecundo para elaborar las reflexiones de la presente obra.
No puedo, no debo terminar sin mencionar un factor humano, en mi opinión muy relevante porque le da un mérito añadido al texto. Este es un libro escrito en medio del dolor, a veces mucho dolor. Sus páginas están impregnadas de la sensibilidad de quien ha sido capaz de transformar el desierto de una larga enfermedad en vergel fecundo. La vida de Félix Ángel es un ejemplo de adaptación y de aceptación ante la prueba y del valor creativo del sufrimiento crónico. Sin duda, la presencia de su esposa Paz ha sido un suave catalizador que ha estimulado y potenciado a Félix de forma admirable, quien ha encarnado con su vida una de las más célebres citas del teólogo suizo Emil Brunner: “La esperanza le es a la vida como el oxígeno a los pulmones”. La fe en Cristo es lo que le ha dado esperanza y la esperanza es lo que le ha dado vida.
Por todas estas razones, me siento muy satisfecho de que La iglesia como grupo. Claves para el análisis de la congregación cristiana desde sus fenómenos grupales salga a la luz. Es una contribución importante al campo de la psicología pastoral en el mundo de habla hispana. Es mi deseo que el lector encuentre en sus páginas estas claves que permiten, siempre bajo la guía del Espíritu Santo, “habitar los hermanos juntos en armonía”. Esta armonía –expresión de amor– no solo es un privilegio, “bueno y delicioso”, sino la condición para que “el mundo crea que sois mis discípulos” (Juan, 13: 35).
Dr. Pablo Martínez Vila
Introducción
Estimado pastor:
Este libro no va dirigido a los profesionales de la psicología sino a todos aquellos a quienes, como usted, el Señor de la grey ha llamado y capacitado con ciencia y con inteligencia1 para dirigir la comunidad que se encuentra bajo su responsabilidad. El objetivo es, pues, aportar algo a tan sublime misión mediante el estudio de algunos aspectos que considero enormemente importantes para la vida interna de la congregación cristiana.
Este análisis de la iglesia local no lo hago desde lo teológico (no me atrevería a ello, pues no soy teólogo) ni desde lo pastoral (tampoco soy pastor), sino desde lo estrictamente grupal. Pretendo con ello abordar algunos de los fenómenos que se desarrollan en su seno para bien y para mal, fenómenos comunes a todos los grupos humanos por el simple hecho de ser grupos y ser humanos.
La comunidad eclesial presenta un especial atractivo para los ojos del profesional del trabajo grupal, tanto por los aspectos relacionados con el pastor y su función conductora, como por aquellos otros que tienen que ver con el movimiento emocional inadvertido que recorre los subterráneos de la congregación. Podría reservarme tales observaciones para mi particular acervo científico, o considerarlas una simple curiosidad fruto de la deformación profesional, pero en el diseño del cuerpo de Cristo todos estamos obligados a aportar sin reservas lo que somos y lo que tenemos para su edificación2. Es esta responsabilidad con el pueblo de Dios la que me lleva a compartir con usted las reflexiones que he venido engranando a lo largo de mi vida profesional como médico y psicoterapeuta grupoanalítico, engastados a su vez en los más de cuarenta años como cristiano evangélico.
¿Y qué necesidad tiene un pastor de echar mano de unos conceptos grupales más relacionados con la psicología que con la revelación bíblica? ¿Pretendemos psiquiatrizar o psicologizar la iglesia y considerarla un grupo de hipotéticos enfermos mentales? Además, ¿no está escrito en la Biblia todo lo que tenemos que hacer y saber? Estas y otras cuestiones tienen su respuesta obvia.
En primer lugar, el panorama de buena parte de nuestras congregaciones es francamente desolador desde el punto de vista grupal, lo que hace necesario abordar este tema desde el amor pero también desde el rigor y la objetividad. Atascadas en mecanismos disfuncionales copiados hasta la saciedad o excesivamente personalistas, muchas iglesias viven en una atmósfera grupal insana o se hallan presas de un estrés que las cercena, debilita y desvía de su llamamiento original, independientemente de lo que aparenten o de que mantengan la inercia acostumbrada. Como veremos, el origen de muchos de estos problemas tiene que ver más con los fenómenos que analizaremos a lo largo de estas páginas que con los conflictos espirituales, doctrinales o eclesiológicos a los que se suele achacar cuando no se encuentra o admite otra explicación.
En segundo lugar, hoy disponemos en casi todos los órdenes de un conocimiento y unos medios de los que antes se carecía. Los hombres y mujeres que nos precedieron utilizaron aquello de lo que disponían y sabían, y nosotros hacemos lo mismo con lo que tenemos a mano en todos los campos del saber. En este sentido, la psicología no solo nos ayuda a entender esa parte del ser humano conectada con su intrahistoria, sino que complementa nuestros recursos como cristianos para abordar determinados problemas consustanciales al hombre de hoy y que, sin ella, quedarían sin resolver.
Y en tercer lugar, nos encontramos en un mundo fuertemente mediatizado por la psicosociología del momento, un entorno sumamente artificial y alejado de aquello que, en su sencillez, suplía y equilibraba las vidas de nuestros ancestros. Somos hijos de nuestra época y nos comportamos como tales en todas las áreas en las que nos movemos, también en la iglesia, pero necesitamos sintonizar el corazón de Dios con el tiempo que nos ha tocado vivir.
Los fenómenos que afectan a la vida en grupo no son exclusivos de esta época, por supuesto, pero en ella adquieren unas características y un protagonismo que no deben pasar desapercibidos para el pastor de la grey. Mi deseo es proporcionarle las pistas que le permitan identificar tales fenómenos, analizar la posición que usted ocupa en medio de ellos y ayudarle a tomar las decisiones que considere más oportunas para prevenirlos o atajarlos llegado el caso.
Conocer los resortes emocionales que, de uno u otro signo, se disparan y se ponen a funcionar en torno a usted, no solo aumentará su capacidad para conducir de manera más eficaz y eficiente la comunidad que tiene entre manos, sino que le ahorrará no pocos quebraderos de cabeza y, en consecuencia, le preservará del daño que tantas veces desgasta e inutiliza al siervo de Dios. La dolorosa experiencia de no entender lo que sucede en su congregación ni por qué, así como la confusión de verse arrastrado por la concatenación de ciertos hechos incontrolables, no es infrecuente en la experiencia del ministro de Dios ni en la génesis de sus horas más bajas.
Cuando, por falta de conocimiento o por descontrol, los poderosos fenómenos grupales se desbocan y se ponen a funcionar en contra de la propia comunidad, se crea en ella un excelente caldo de cultivo que el Malo aprovechará cuanto pueda. Un poco de levadura leuda toda la masa3, y los problemas no resueltos la infectarán y desgarrarán, atrapándola en unos mecanismos de los que no conseguirá salir, un proceso que se convertirá en autolisis progresiva, con su correspondiente balance de heridas, divisiones y deserciones de la fe que un día unió y estimuló a sus miembros. La atomización que caracteriza a buena parte de nuestras congregaciones expresa no pocas veces el intento desesperado por liberarse de atmósferas lesivas o asfixiantes, incompatibles con la vida en grupo, amén de satisfacer y dar rienda suelta en otras ocasiones al omnipresente ego, con sus correspondientes intereses y conflictos sin resolver. De esto también hablaremos aquí.
Ante tal panorama, algunos pastores intentarán seguir adelante contra viento y marea hasta donde puedan, pero otros tirarán la toalla, se dedicarán profesionalmente a otra cosa o buscarán la forma de servir a Dios fuera del ministerio pastoral. Dar con el diagnóstico que les pondría sobre la pista de lo que les sucede exigirá, en todo caso, dejar de espiritualizar las cosas para abordarlas como lo que realmente son, los fenómenos que trataremos de desentrañar a lo largo de estas páginas. El amor, la humildad, la mansedumbre, etc., son condiciones necesarias que se suponen en la congregación cristiana, pero no siempre son suficientes para que esta funcione sanamente y ejerza una labor terapéutica sobre las personas a las que ha de bendecir4.
No soy tan osado como para pretender proporcionarle a usted varitas mágicas, ni para decirle cómo debe desarrollar su trabajo pastoral o devolver el ardor a su iglesia. Simplemente le ofrezco una herramienta que le permitirá conducirla con un mayor conocimiento de los aspectos grupales que la habitan y que usted debe saber manejar. El pastor, como el psicoterapeuta grupal, es un constante observador de su congregación, y en este sentido mi deseo es ayudarle a ver lo que se despliega ante sus ojos, sea usted consciente de ello o no.
Existe abundante y cualificada bibliografía sobre psicología pastoral, lo que me retrajo en un primer momento de añadir más material a un terreno aparentemente bien servido. Sin embargo, no he encontrado nada que analice per se los mecanismos grupales en la iglesia local, quizá porque no he buscado donde debía. Si alguien ha publicado algo en este sentido le pido disculpas por ignorarlo y no mencionarlo, y la verdad es que me hubiera gustado tener ese trabajo en mis manos para contrastar experiencias y enriquecerme con tal aportación, pero también para evitarme abordar un tema tan extenso y de no poca dificultad a la hora de sintetizarlo y plasmarlo aquí de la forma más didáctica posible.
Algunos creyentes consideran que existe una psicología específica para los cristianos. Lamentablemente o no, lo cierto es que los seguidores del Nazareno estamos hechos de la misma pasta que el resto de los mortales, tanto en lo físico como en lo psíquico, aun cuando por la gracia de Dios seamos nuevas criaturas5. La psicología de la persona, concepto introducido por el prolífico y admirado médico suizo Paul Tournier6, nos abrió los ojos a la multitud de fenómenos psicológicos imbricados en los trastornos orgánicos de creyentes y no creyentes. En su consulta de Ginebra, muchos pacientes empezaban a curarse simplemente con un cambio de actitud o una nueva luz en el alma.
Soy consciente del recelo que la psicología despierta, en particular la de corte psicoanalítico, en buena parte de los creyentes evangélicos. Cierto es que detrás de cada teoría psicológica subyace una determinada ideología, con sus postulados filosóficos sobre la vida, la persona y la sociedad. También es cierto que algunos autores, investigadores y profesionales de la psicología de los que hemos aprendido tantas cosas, se declaraban (o declaran) escépticos, ateos, agnósticos, o simplemente humanistas, ajenos a las verdades del reino de Dios, y que, en su afán por no errar en sus apreciaciones y conservarse asépticos con el paciente, consideraban que un buen psicoterapeuta no debe ser creyente7. Un estudio riguroso sobre la historia de la ciencia, sin embargo, no solo nos hace ver que entre sus más insignes pioneros existe una larga lista de reconocidos cristianos, sino que fueron precisamente estos, basados en los principios bíblicos de libertad, la inquietud por descubrir la verdad de las cosas, y el amor por la naturaleza creada por Dios, quienes dieron origen al buen hacer científico, cuyas consecuencias se extienden hasta nuestros días en todas las áreas del saber.
En cuanto al psicoanálisis, comparto buena parte de las críticas de las que es objeto desde que el checo-alemán Sigmund Freud (1856-1939) introdujo esta forma de entender y tratar al ser humano. Hoy apenas quedan freudianos puros y muchos de sus discípulos se separaron de él por no estar de acuerdo con algunas de sus observaciones e interpretaciones, por lo que el psicoanálisis se ha venido desarrollando de muy diferentes formas tanto en la teoría como en la técnica terapéutica. Nadie duda, sin embargo, de la enorme aportación a la ciencia del psiquiatra afincado en Viena, y quienes se han caracterizado por echar por tierra su enfoque excesivamente reduccionista, como por ejemplo Viktor Frankl8, aceptan el valor de sus descubrimientos e incluso alaban la oportunidad que supuso su método para destapar la psique humana.
La verdadera ciencia no contradice la cosmovisión de Dios revelada en su palabra9, pues aunque ambas discurren por carriles diferentes (la Biblia no es un libro de ciencia ni la Ciencia pretende hablar en nombre de Dios) se confirman y completan. También en el terreno de la psicología el seguidor de Cristo hará bien en aplicar la recomendación paulina de examinarlo todo y retener lo bueno10. Es más, la abundancia de percepciones y puntos de vista que existen sobre el funcionamiento humano no hace más que confirmar la asombrosa e insondable envergadura de la obra maestra de Dios.
En este sentido, hemos de reconocer la labor de los hombres y las mujeres que, a lo largo de los años, se esforzaron por estudiar nuestra conducta en grupo, profesionales con cuya capacidad deductiva fue posible abrir nuevos horizontes en la comprensión de nuestra conducta y avanzar en el tratamiento y mejora de muchas vidas, lo que sin duda tiene mucho que ver con la vocación de nuestras iglesias. Aunque aquí utilizaremos los trabajos de Foulkes, Lewin, Bion y Slavson, cuyos esquemas extrapolaremos a la congregación cristiana para entender lo que sucede en ella, son muchos los que nos podrían ayudar en este objetivo.
El interés que despierta la psicología en prácticamente todos los ámbitos de nuestra sociedad es grande, desde la salud mental a la sociología, pasando por la medicina de familia11, la selección laboral e incluso los programas de televisión. En la calle resulta habitual escuchar términos como inconsciente, represión, paranoia, depre, neura, trauma y un largo etcétera. La psicología pasó a ocupar el primer plano de la actualidad ya en los inicios del siglo XX, escenario de una creciente inquietud científica. Desde las sorprendentes hipótesis planteadas por Freud, se empieza a asociar las enfermedades físicas con sus componentes psicológicos. Desde entonces, las diferentes escuelas de psicología y sociología que se han venido desarrollando consideran los fenómenos grupales como la clave para entender multitud de enfermedades y conflictos humanos, y para prevenirlos.
Verá que apenas pongo ejemplos prácticos y es probable que usted los eche de menos y que, en una hipotética edición posterior, termine por añadirlos. Los había en el primer borrador, todos ellos sacados de la vida real, pero finalmente opté por no añadir más páginas al libro, ya extenso, ni dar referencias que podrían afectar, sin proponérmelo, a personas e iglesias, dada la minoría social del mundo evangélico en España. Confío en que dicha ausencia, sin embargo, le estimule a ponerlos y a deducir por usted mismo de qué estamos hablando desde su propia experiencia, para lo que he procurado que los temas aquí tratados resulten suficientemente claros. Así pues, le invito a considerar inconcluso el libro que tiene en sus manos, a completarlo desde la óptica del trabajo pastoral que usted, y no yo, realiza a diario. Solo esto lo haría importante, lo que nos recuerda la anotación del poeta francés Paul Valéry en sus Cuadernos (Cahiers): «No es el autor el que hace una obra maestra sino los lectores, la calidad del lector».
Verá también que introduzco muchas llamadas, notas al pie con referencias a otros capítulos, bibliografía, aclaraciones o versículos bíblicos. Sé que hacerlo en exceso supone interrumpir constantemente la lectura, pero el libro está concebido como un texto de consulta, en la suposición de que usted buscará primero los temas que más le interesan. No obstante, si se decide a leerlo desde el capítulo I, entenderá mejor las cosas.
Finalmente, que nadie utilice este trabajo como justificación para señalar con el dedo a los demás. No podemos evitar que algunos se acerquen a la psicología u otros campos del saber con intereses espurios, ni que se crean capacitados para etiquetar a diestro y siniestro mientras evitan analizarse a sí mismos. La verdadera ciencia, como el verdadero conocimiento o el verdadero amor, siempre es benigna porque procede de Dios12.
En el nuevo cielo y la nueva tierra, donde reina la justicia13, no existirán los fenómenos grupales tal como los conocemos aquí, al fin y al cabo restos, remedos, sucedáneos y subterfugios de lo que un día vivimos como grupo creado por Dios. Cuando llegue ese esperado día, la vida en común nos resultará, sin duda, tan asombrosa y emocionante como lo es nuestro Creador.
Burgos, diciembre de 2016
1. Jeremías, 3: 15.
2. 1 Pedro, 4: 10, 11; Efesios, 4: 12.
3. 1 Corintios, 5: 6; Gálatas, 5: 9.
4. 2 Pedro, 1: 5.
5. 2 Corintios, 5: 17.
6. El Dr. Paul Tournier (1898-1986) es considerado el médico cristiano más conocido del siglo XX. Su particular forma de entender la medicina impactó muy significativamente sobre sus pacientes y en la consejería pastoral.
7. Hablando de la formación de los futuros grupoanalistas: “… aunque como científicos no podemos adherirnos verdaderamente a sistema religioso alguno, el aspecto creativo es para nosotros, en gran medida, equivalente al aspecto religioso”. S. H. Foulkes, Psicoterapia Grupoanalítica, métodos y principios. Gedisa, Colección Psicoteca Mayor, Méjico, 1986.
8. Viktor Frankl, El hombre en busca del sentido último. El análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano. Paidós (Barcelona, 1999).
9. Derek Bigg, La racionalidad de la revelación. Ediciones Evangélicas Europeas (Barcelona, 1971).
10. 1 Tesalonicenses, 5: 21.
11. La dinámica grupal se da hoy en numerosos equipos médicos de Atención Primaria, denominados grupos Ballint en honor al primer médico que la aplicó en su lugar de trabajo. En ellos se reúne todo el personal del centro sanitario (médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, etc.), el cual expone de forma franca sus vivencias y emociones.
12. Proverbios, 2: 6.
13. 2 Pedro, 3: 13.
Parte primera
El diseño grupal de la iglesia